viernes, 24 de enero de 2014

ANTIGUA Y NUEVA SEMBLANZA DEL NICARAGÜENSE. Por: Eduardo Pérez-Valle hijo

ANTIGUA Y NUEVA SEMBLANZA DEL NICARAGÜENSE 

Algunas quejas o la cochina realidad sobre la impronta psico-sociológica de viejos y nuevos tiempos, en Nicaragua. Lectura vomipurgativa en la más fecunda nación de las engatusadas.

Por: Eduardo Pérez-Valle h.

Pablo Antonio Cuadra agregaba a la semblanza infinitamente inacabada: "El signo obsceno de la identidad nicaragüense es, la guatusa". De ahí que, en este país, muchos nos cuidemos de quienes hablan con la mano en la bolsa.

Mario Urtecho le agrega a la acción gesticular del pulgar, o sea, el dedo opuesto prensil metido hasta el pegue entre el índice y el dedo medio, mismo que asoma “atrapado” entre dos, al que podríamos llamar “el dedo cómplice” que para los efectos no es posible nombrarlo como el dedo “cordial”; veamos lo que dice Urtecho: “Vista como una actitud, la acción de guatusear puede acompañarse de una amplia gama de sinónimos, entre los que se destacan: engañar, falsificar, falsear, traicionar, exagerar, tergiversar, adulterar, desnaturalizar, inventar, aparentar, fingir, afectar, simular, disfrazar, disimular, ocultar, desfigurar, alterar, enredar, timar, embromar, burlar, pepenar, mentir y un prolongado etcétera. Estas características generalmente se las endosan a los políticos, percibidos por la población, sin necesidad de encuestas, como los más guatuseros de la historia patria”.

Paralelo al guatuseo y la guatuseada, esta la expresión “volarse” a uno, o volarse a una”, cuando la aplicación está connotada por la muerte o por el sexo. En 1970, en su habitual entrega periodística "Columna Lexicográfica", el doctor Enrique Peña Hernández afirmaba: "La acción o figura de la guatusa ha perdido mucho terreno entre nosotros. Pocas personas la acostumbran hacer hoy día; si bien ha aumentado notablemente el número de guatuseros y de guatuserías. 

Otra de esas feas máculas la añade con sorna y protesta el  poeta Ernesto Cardenal: "...los dos tipos de gente que dominan en Nicaragua están relacionados con un tipo especial de gastronomía: los bebedores de sangre y los comedores de mierda...y la tierna hierba agrieta el concreto...

Y Carlos Lucas pone otra tapa al pomo: "...En cambio, en pleno siglo XX, nuestra Nicaragua permanece decimonónica, quizás hasta dieciochesca: nos gusta embriagarnos con los cuentos tan fantásticos como recurrentes: el Canal Interoceánico o el megaproyecto de riego de todo el Pacífico bombeando agua del Lago de Nicaragua: o los megaproyectos de alta genética ganadera, que importaron vacas canadienses que venían a morir de paros cardíacos por las altas temperaturas en Chiltepe; la importación de berracos que no alcanzaban a las chaparritas hembritas criollas para reproducirse".

El Nuevo Diario, 6 de octubre de 1985


En los óbitos de las absurdas elucubraciones, no faltó otro bípedo de porqueriza que sugirió la multiplicación marrana con las variantes del Kamasutra y del Ananga Ranga, desde ese momento, en nuestro país surgió la variante hindú de la porcinocrianza.

En: La Prensa, 26 de abril de 1982
A nuestro inmenso “muro de lamentaciones” arribó otro coterráneo, le tocó turno a Gustavo Soto García con otra sentencia: "Nicaragua, una sociedad con pasamontañas". ¿Qué habrá querido decir en toda la extensión del pijazo?: Y sin disminuir la gravedad del tono, prosigue: "…Me equivoqué, debí haber estudiado zoología. Así, mientras las sociedades animales siguen el mismo patrón conductual, coexistiendo y respetando su hábitat,  la sociedad humana como la nuestra --la que además de conflictiva se ha tornado despreciable, indolente, inmoral, mezquina y depredadora de sí misma, donde los últimos saldos de principios, valores y virtudes han sido sustituidos, por una pandemia peor que el sida: la mitomanía compulsiva/histriónica/hedonista exagerada-- es como si cada nicaragüense --en la mayoría-- usara una colección de máscaras o pasamontañas de distintos colores para cada ocasión, sin importarnos la lesión, el dolor, o el daño a otros, el asunto es: "si así me siento bien, no me importa quien...".

A las adiciones de esta curtiembre social cuasi fecal, de cuero duro y muy asoleado, Pablo Antonio Cuadra le acomodó otra al moño... a las mañas y los defectos, dice Cuadra: "Pero en las empresas sociales no damos todavía un buen ejemplo de coordinación ni de disciplina. Somos díscolos. Cada quien es una república. Somos robinsones y cada vez que el héroe sale de casa, el nicaragüense se siente repetir su éxodo y su tentación de la aventura".

Y repentinamente, en el pliego de sentidas quejas asoma Javier, de apellido Sancho que no es pariente de Cervantes, y no tiene nada de Quijote, este hijo de España y  “nica” por adopción, metió sus palabras en el ruedo: "Ni el hecho de que sea la capital más pobre y desorganizada de la región, ni siquiera que siga destrozada como si nunca hubiera podido recuperarse de su último gran terremoto, es excusa para que no esté limpia. Hay ciudades más pobres en el mundo cuya limpieza y civismo debería envidiarse, y donde hasta se prohíbe el uso indiscriminado de bolsas de plástico, a las que aquí hemos acostumbrado como si fuera un derecho". Realidad a la que ya le pusimos nuevo lema adecuado a los tiempos sucios, del muladar-aldea: Nicaragua, tierra de lagos, volcanes, y, basura por doquier.

Nasere Habed López enfila lo que llama “las características de la anatomía del servilismo”, el “cepillo” en término exacto de este paraje aldeano;  oigamos a Nasere: “La adhesión incondicional del servil, se mantiene en tanto dure el poder del amo. Si el amo pierde poder, el primero en abandonarlo es el servil, como rata que escapa del barco que se hunde, para buscar otro que le sirve de refugio y sostén.”

La población siempre atenta a las coyunturas de la política criolla, guarda un caleidoscopio de artificios. Cuando necesita apalancar algún deseo o pretensión de envergadura, individual o colectiva, desempolva el almanaque, pergeña, utiliza el “pone y quita nombres”; según el doblez será el nombre del bautizo, y repentinamente tenemos bautisterio para darle el nombre al barrio nuevo, a la cooperativa de taxis, asociaciones, etc. Los oportunistas están siempre atentos a “destacar los méritos” del último conciudadano del estrellato que “peló los dientes” o “estiró el caite”, y si el antídoto se necesita en dosis doble, se deja a un lado al muerto, y se pone el nombre de un vivo.

No hay duda, tenemos entre nosotros un amplio repertorio de conductas. La vitrina llena donde escoger. Al término de las relecturas antes citadas, sin remedio alguno terminé acidulado, de ahí que al desgüabilar las cochinas verdades, ---pero, de manera responsable—  pusimos al inicio, dos líneas previas destinadas a dar aviso, la advertencia al lector sobre los efectos vomipurgativos de este “retrato hablado”.

Todo este asunto aflojó el sarro de la memoria, recordamos que a la orilla del escritorio del papá de un amigo de infancia, colgaba una fotografía enmarcada con dos letreros superpuestos, el de la parte superior tenía el pensamiento de Bertolt Brecht: “Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad”, y en el otro decía: “Pase lo que pase, Somoza caerá”, este último fue una infaltable sentencia de la lucha política, inventada por Manolo Cuadra Vega.

La fotografía en mención fue publicada en un diario opositor al régimen somocista; sin lugar a la menor duda, el documento gráfico perdurará en la historia nacional; forma parte de esa “identidad” nicaragüense de porquerizas, porque tiene la distinción de haber perpetuado en la memoria, uno de los actos más abyectos, que superó el galardón de “Príncipe de la Iglesia” otorgado a Somoza por la cúpula eclesiástica de Nicaragua. Esa sorprendente representación del oportunismo nicaragüense fue captada el 8 de octubre de 1963, al inaugurarse la Oficina de Telégrafo y Correo del entonces pueblo “Dulce Nombre” en el departamento de Carazo. En la fotografía se aprecia una parte de la multitud congregada frente a los que presidieron el acto, entre ellos, el doctor Emilio Mercado que tomó la palabra en representación de “los endulzados” del municipio; por la Guardia Nacional habló el coronel Francisco J. Medal, y por último, el infaltable homenajeado, el General de División Anastasio Somoza Debayle. Después de las alabanzas, invitaron al dictador a quitar el velo que dejó al descubierto la placa metálica consignataria del local. Al villorrio “Dulce Nombre” el servilismo de los “correligionarios” le había cambiado el gentilicio; en adelante y  según decía la placa, el sitio se llamaría: “Dulce Nombre de Somoza”. Verdadero trapiche cañero. Otra que sumamos al caleidoscopio: la historia del “dictador más dulce”.


No valdría la pena haber reunido todo lo expuesto, si no buscamos el “abrevadero” de tantos retuerces de la conducta, aunque, el ánimo de poner las cosas al desnudo, las haya mermado la inagotable avalancha de expositores.  Nicaragua supera cualquier sitio y quita las energías para poner los ojos en los ya clásicos libros de Desmond Morris, “El mono desnudo” y “El Zoo humano”, y rendidos ante “La naturaleza de la agresividad humana” de Ashley Montagu. Sencillamente, porque la “Sopa de baba” de la cual hablaba Manolo Cuadra Vega, es poco alaste  ante el ardoroso servilismo de estos lares, la madre de todos los males. Todo es diminuto ante la cochina y original verdad contenida  en esa obra llamada “El Güegüense” que, —para mayor desgracia nuestra— algunos insistieron y jodieron, hasta que lograron fuera designada como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Ya fue publicado el más reciente artículo periodístico sin cortapisas, le correspondió la palabra a Carlos R. Flores, ciudadano que agregó otro interesante aporte a la amorfa e indeseable conducta de nuestros paisanos. Lo enfoca a través de otra tala moral, el inmisericorde e irresponsable despale de Bosawás, espeta sin rodeos: “Hace falta escribir un libro que debería titularse El Nicaragüense 2.0, o bien, El Nicaragüense del siglo XXI, que se corresponda a la realidad de qué es ahora –o que a lo mejor siempre ha sido– el habitante de este país. La forma en que la sociedad nicaragüense ha tomado el problema de Bosawás, la pasmosa resignación ante su exterminio y desaparición, es una oportunidad para mostrar nuestros verdaderos rasgos colectivos. La ausencia de compromiso, la trivialización de todo, la hipocresía, son también conductas que podrían definirse sin miedo a la duda o a la generalización, como atributos de la Marca Nicaragua”.

Ante nuestros grandes precipicios morales, necesitamos de forma urgente e indispensable, promover la declaratoria de la “Rotonda de La Guatusa”, en sustitución de la actual “Rotonda Güegüense”. Dotar al actual “redondel”,  en donde los güegüensistas exponen al transeúnte la oculta versión (Estatuas) del verdadero mensaje que encierran, o sea, la realidad circundante que debería estar representada por el hiperbólico diálogo que representa la mano cerrada y metida en la bolsa del pantalón—  la cruda verdad de lo que siempre ha sucedido a diario en este país. La rotonda sigue a la espera de esa monumental higa (nica) en piedra granítica desbastada, donde sobresalga el “dedo cordial” atrapado entre los dos cómplices de siempre. Obra de arte monumental que en el presente y en adelante, prevenga sobre la antigua y nueva semblanza del nicaragüense.




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