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GRANADA Y LEÓN
Al Sur de León y a corta distancia del pequeño cementerio del Guacimal,
a la vera del camino y en terrenos propiedad del Sr. Oscar Icaza se encuentra la Casa de la Pólvora.
No sé si el hecho de estar edificada esta
reliquia colonial en predios de la familia Icaza guarde alguna relación con el
de hallarse esta familia emparentada con el Intendente don José Salvador, que
gobernó la Provincia
de 1793 a 1811, y al cual se atribuye, tampoco se sin con razón o sin ella, la
construcción del referido Almacén de Pólvora.
Estos edificios solían construirse durante la colonia, invariablemente en las afueras de las ciudades, pero al mismo tiempo en lugares próximos, a salvo de inundaciones y humedades, de fácil acceso desde la ciudad y que prestasen alguna facilidad para su defensa.
En Nicaragua queda memoria de dos casas o
almacenes de pólvora, anejos a sus principales ciudades coloniales, a saber, el
de León, que subsiste deteriorándose rápidamente, y el de Granada, que se alzaba al occidente de la ciudad, junto al
Arroyo de la Aduana , más o menos en el mismo lugar donde ahora están los Cuarteles de la Pólvora, que aún se conserva en el interior de las murallas de la fortaleza actual,
construidas posteriormente.
Pío Bolaños en su Monografía de Granada dice que esta Casa de la Pólvora databa del siglo XVIII y que aun s e conservaba en su primitivo estado a
principios del siglo XX. Pero la descripción que hace de un caserón de paredes
de adobe cuyos cuartos no estaban enladrillados y por lo mismo sus
condiciones higiénicas era deplorables, no corresponde muy exactamente ni a la
índole ni a las trazas usuales de un almacén de pólvora. Recordemos que estas
casas no estaban por ningún punto destinadas a vivienda; se buscaba únicamente
un sitio seguro, cubierto, seco y fuera de la ciudad donde mantener unas
cuántos barriles de que consistía la provisión de pólvora de la ciudad para su
defensa. El guarda o los guardas vivían en otra casa situada prudentemente a
alguna distancia del almacén. No cabe, pues, quejarse de “sus cuartos” (que
nunca era más de uno), tan insalubres porque “no estaban enladrillados” (ya
veremos después como eran los pisos de estas construcciones). La descripción
que hace don Pío de la Casa
de la Pólvora
de Granada, más bien se refiere a algún estado primitivo de la actual
“fortaleza”, construcción posterior levantada en el mismo sitio que aquella,
aunque con fines diversos.
En 1812 se desarrolló una ligera escaramuza
por la posesión de la Casa
de la Pólvora
entre los granadinos y las avanzadas de las tropas gubernamentales enviadas a
someter a la ciudad sublevada. En relación a estos hechos se habla del “punto
de la Casa de la Pólvora ”. Así, pues, los
del gobierno, desamparado el lugar por los granadinos, que no tenían mayor
interés en retenerlo, pasaron a ocupar Jalteva.
Probablemente a raíz de
He aquí, extraída de un interesante escrito
del Dr. Carlos Molina Argüello, publicado en Revista Conservadora No. 43,
una relación cronológica de hechos referentes a la construcción de la Casa de la Pólvora de Granada:
1743
El Capitán General de Guatemala
Don Pedro de Rivera nombra al
Ingeniero Luis Díez Navarro visitador de los presidios del Reino.
1744
Plan inglés para atacar el Castillo de la Inmaculada e invadir
Nicaragua, adueñándose de la ruta interoceánica y del comercio. Este plan fue
denunciado a la Corte
española por el Conde de Fuenteclara, Virrey de Nueva España.
1745
En enero está Díez Navarro en Granada. Pasa a
visitar el Castillo de la
Inmaculada.
Nombramiento
del Coronel Juan de Vera y del Brigadier Alonso Fernández de Heredia para
gobernador de Honduras y Nicaragua, respectivamente.
Heredia se instala en
Granada con dos compañías de infantes llegados de La Habana y nuevos pertrechos
para el arsenal.
Se ensancha la Sala de Armas de Granada y se
construye un dique para guarecer los barcos del rey.
Diez Navarro planifica la Casa de la Pólvora y señala el sitio
adecuado para su construcción.
El 18 de noviembre llegan a
Granada las noticias de la muerte del gobernador de Costa Rica Don Juan Gemmir
y Lleonart, de haberse perdido el fuerte de Matina, y estar anunciada por el
enemigo su intención de subir a Cartago.
El 22 de noviembre Fernández
de Heredia nombra a Díe z Navarro gobernador de las armas de Costa Rica.
El 23 del mismo mes sale Díez
Navarro de Granada hacia su destino. (Permanece en Costa Rica como gobernador
interino hasta 1750).
1748
El 15 de enero Fernández de
Heredia manda a poner en ejecución la fábrica de la Casa Almacén de
Pólvora, en “extramuros” de la ciudad de Granada, a la salida del pueblo de
Jalteva.
El 16 del mismo
mes el tesorero interino Don Francisco Olaechea cita para efectuar el
reconocimiento del sitio al primer alcalde ordinario y teniente de gobernador
Don José Lacayo de Briones; a los
maestros albañiles Juan Gutiérrez y Simón Cantillano; a los maestros
carpinteros Pedro Ruiz y Diego Martín González; y a los maestros herreros José
de la Cruz Orozco
y Juan Manuel Navarrete.
El día 17 en la
vista de ojos se escoge un paraje entre la Calle Real y un
barranco profundo que podía servir de foso, “el mismo que reconoció el
ingeniero Don Luis Díez Navarro para dicho efecto”. Cada uno por su parte, los
maestros artesanos proceden a efectuar la correspondiente “regulación de
gastos” (presupuesto), así de mano de obra
como de materiales.
El día 18 el
tesorero Olaechea manda dar principio a las obras.
El 20 se limpia
el terreno y se adquieren materiales.
A principios de
diciembre la obra está casi terminada.
Sólo falta blanquearla y terminar el pretil del muro exterior.
1749
El 16 de enero se convoca a las
últimas pagas. La obra está oficialmente
concluida.
La casa tenía 15 varas de largo por 8 y
tercia de ancho, incluidas las paredes, de cuatro tercias de grueso, cuya mitad
interna era de adobes y la mitad externa de piedra.
Los cimientos de piedra, tenían vara y media
de profundidad y cinco tercias de grosor, y estaban peraltados una vara sobre
el terreno. La altura de las paredes era de cinco varas.
El techo era entablado sobre alfajías; y
sobre las tablas, encañado, para recibir las tejas, asentadas con cal. No se
cubrió con bóveda porque no había obreros capacitados para hacerla; y Díez
Navarro, que hubiera podido dirigirla, tuvo que salir precipitadamente para
Costa Rica.
El piso enladrillado y encima entablado, para
librar de la humedad lo almacenado.
En torno a la casa, por sus cuatros costados,
y a cinco varas de distancia, se construyó un muro de adobes de una vara de
grosor, embardado de teja y protegido con pretil de cal y canto en el lado que
daba al camino y en los dos que daban al arroyo.
En la casa y en el muro exterior se pusieron sólidas puertas con cerrojo. Y fuera del recinto, sobre la puerta exterior, se construyó un portal para la guardia. Aquí se puso, tallado, pintado y dorado un escudo con las Armas Reales; y sobre la puerta interior se colocó un cuadro de Santa Bárbara, de dos tercias de alto pr media vara de ancho; ambas obras ejecutadas por el tallista y pintor Matías Montiel.
El costo de la fábrica del Almacén de Pólvora
alcanzó un total de 3.212 pesos, 5 reales y
17 maravedíes.
El obispo Morel (1752) se refiere a la Casa de la Pólvora de Granada en los
siguientes términos:
“Existen en ella / en la Sala de Armas de la ciudad /
seis piezas grandes de artillería de fierro, falconetes, pedreros y provisiones
de guerra, a la reserva de la pólvora, que está extramuros en un almacén
entablada y cubierto de teja a la entrada occidental de la ciudad”.
Un siglo más tarde Squier nos brinda la
siguiente estampa:
“Saliendo de Jalteva desembocamos en un anco
camino que conduce a León, y pronto llegamos a un macizo y cuadrado edificio:
el Almacén. Le ciñe una alta muralla con torreones almenados para los mosquetes
y sus respectivas dotaciones de soldados. Un cañón miraba hoscamente desde el
portón de entrada; en torno a él se arremolinaba una compañía de lanceros
recién llegada de una expedición”...
Llama la atención lo de los “torreones
almenados”, que no están incluidos en el plano primitivo ni en la descripción
de Morel. ¿Quiere esto decir que ya a mediados del siglo pasado La Pólvora había sido
transformada en lo que es hoy? Pío Bolaños dice que no; y de lo que afirma se
deduce que la transformación debióse haber efectuado a principios de siglo.
Hemos visto una fotografía que data de 1913, en la que aparece La Pólvora en su figura
actual.
Por otra parte, las murallas y torreones que
vemos ahora más tienen trazas de construcciones modernas que de fortificación
colonial. Son producto de otro criterio que el colonial, emparentadas con las
obras de un Mauricio Frary o de un Teodoro Hocke, autores del Acosasco y del
Coyotepe.
Toda la arquitectura de este edificio
colonial respira sencillez y denota economía. Sin llegar a la extrema pobreza
de otras construcciones del mismo género levantadas en otros lugares del
Continente, como la de Guayaquil (1776), que no era sino un tablado a tres
metros del suelo, con paredes embarradas y techo de tejas, esta Casa de la Pólvora de León, tampoco
ofrece la grandiosidad ni la perfección de otros almacenes de período colonial,
como el de San Juan de Puerto Rico, con sus 62 varas de extensión; o el de
Manila (1781), con capacidad para 2,000 quintales; o el de Cuzco (1798), que
tenía anexo un expendio de pólvora para el trabajo de las minas. De la
capacidad de estos almacenes y de sus dimensiones, comparadas con el de León,
puede deducirse que éste podía guardar unos 100 a 150 quintales de pólvora en
barriles.
A no muy grande distancia de los almacenes
solía construirse la “sala y cuerpo de guardia” para el alojamiento de los
soldados destinados a la custodia. Y la
Casa de la
Pólvora de León no debe haber carecido del suyo. El de Cuzco
era una construcción grande, compuesta de 5 piezas, corral y cocina, construido
a diez varas de la muralla exterior del almacén. En cambio el Cuerpo de Guardia
del almacén de Puerto Cabello (1758) era una casita de 4 x 7 metros adosada al
exterior de la cerca, junto a la puerta. Algo semejante debe haber sido el de
León, y su construcción era sin duda pobre y deleznable, pues no quedan
vestigios. Por otra parte, el hecho de no haber sido construida la casa en el
centro del recinto amurallado, sino corrida hacia el Oeste y hacia el Norte,
sugiere que tal vez se haya usado el ángulo S.E. (contra la prudencia y las
normas usuales) para construir el Cuerpo de Guardia. Refuerza esta presunción
la presencia de un pozo junto a la muralla oriental del recinto.
En los almacenes de planta rectangular, que
eran los más usuales, solía abrirse una ventana de iluminación al fondo,
probablemente protegida con vidrios y rejillas metálicas. Esta ventana no falta
en León, sólo que no se abre en el fondo, sino en la pared occidental, como ya
dije, quizás buscando el lado menos azotado por las lluvias, pues aquí la
ventana en referencia debe haber servido también para ventilación y es casi
seguro que careciera de vidrios. Induce a pensar en esto el hecho de que aquí no
existan los respiraderos típicos de esta clase de construcciones. En el citado
almacén de San Juan de Puerto Rico había 18 de estos respiraderos, el de Manila
contaba con 6, el de Cuzco con 10, el de Puerto Cabello con 8, el de Nueva
Orleáns también con 8. Eran aberturas verticales de aproximadamente una vara de
alto y unas cuatro pulgadas de ancho. Pero en el espesor del muro se
ensanchaban para dar cabida a un tabique aislado, sostenido sólo por sus
extremos, de manera que impedía el paso de la luz y del agua, pero dejaba
circular el aire. Este sistema falta completamente en León, por lo que puede
creerse que la ventilación estaba también encomendada a la única ventana que
existe.
La disposición del piso es más ortodoxa.
Entre las cuatro paredes del edificio hay en el suelo una excavación o foso de
algo más de un metro en relación con el nivel del piso exterior. Adosadas a los
muros Este y Oeste hay dos vigas maestras de cal y canto de unos 80 centímetros
de espesor. Sobre ellas descansaba un sistema transversal de recias vigas de
madera, en las que a su vez se apoyaban otras viguetas de dirección Norte-Sur,
las que recibían los tablones del entarimado que constituía el piso del
almacén. Sobre él descansaban los barriles de pólvora, aislados así de la humedad
exterior y del suelo, que les era tan nociva. Para hacer aun más efectivo este
aislamiento a veces (como en Cuzco) se forraban de tablas las paredes hasta una
altura conveniente. Este revestimiento no tocaba los muros para evitar la
humedad que podía subir por ellos. Es muy dudoso que tal refinamiento se haya
llegado a practicar en León; y asimismo aquel otro de cerrar las entradas y la
ventana con puertas doblez, para mayor seguridad.
No obstante, la Casa de la Pólvora de León es una
reliquia colonial única en su género, así en Nicaragua como en el resto de
Centroamérica, según tengo entendido.
NADIE ATENDIÓ EL LLAMADO
Por razones de elemental cultura, por compromiso inexcusable con el pasado y con las generaciones futuras, debiera prestársele un poco de cuidado, y proceder, si no a su reconstrucción, al menos a su conservación, creando así un verdadero centro de interés para propios y extraños, para niños y mayores.
1962.-
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