LA MERCED DE GRANADA
Y SU FAMOSA TORRE. Por: Eduardo PÉREZ-VALLE.
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Aunque los frailes de la Merced fundaron su convento de León
Viejo en Marzo de 1528, con cuatro religiosos, transcurrió un largo período
antes de que se establecieran en Granada. En 1586, al visitar el Comisario
franciscano Fr. Alonso Ponce la ciudad del Gran Lago, no existía en ella sino la
iglesia parroquial (de Santiago), que algún documento mal enderezado llama “fastuoso
templo” que construyó Hernández de Córdoba, y que el cronista de Fray Alonso, Fran Antonio de Ciudad Real, llama
con su ejemplar objetividad “bonita iglesia, en la cual a la sazón residían dos
clérigos”.
El único convento existente era el de los franciscanos, en
una casita prestada, con cinco frailes que celebraban en la parroquial (I, 363).
Pero ya tenían sacada de cimientos su iglesia propia, la cual pensaban terminar
pronto, junto con el convento, “porque hay por allí cal, teja y ladrillos, y los vecinos es gente devota y
acuden bien a la obra”. He aquí, pues, que San Francisco, cuya factura algunos
han atribuido también a Hernández de Córdoba (por Francisco nada más), se estaba
sacando de cimientos sesenta años después que su cabeza rodara bajo el hacha de
Pedrarias.
Veintisiete años después que Fray Alonso, en 1613, estuvo en Nicaragua Fray Antonio Vázquez de Espinosa. Ya la Merced había surgido en Granada, pues el maravilloso “Compendio y Descripción de las Indias” sitúa en Granada una iglesia mayor y conventos de San Francisco, La Merced, La Compañía, un hospital y varias ermitas de devoción (pp. 230, 231; I, Cap. 25. No. 713).
Al cabo de 138 años, en 1751, cuando el obispo Morel visita
Granada, en el convento de La Merced “trabájase en las celdas, claustros,
oficinas y cercas que estaban muy deterioradas” (pp. 33, 34). Dice el obispo
que la iglesia posee un cañón más amplio que los demás; y que “tiene su órgano
y coro alto SOBRE EL CUAL ESTÁN LAS CAMPANAS”. No existía aún la torre, y las
campanas deber haber estado en los vanos hoy cegados que se abrían en lo alto
del frontispicio.
La vieja iglesia de La Merced de Granada, con su torre tal como era antes de su destrucción en la Guerra Nacional. El dibujo está tomado del libro de Squier. |
No fue sino 30 años después de la visita de Morel que se
pusieron los cimientos de la torre como reza en la leyenda superior de las dos
que aparecen en la cara Este del cuerpo bajo:
SE EMPEZO ESTA OBRA EL 6 DE AGOSTO DE 17891 Y SE ACABO A 25
DE ENERO DE 83. Vs. SIN LA CRUZ.
Los dos historiadores masayenses Ortega Arancibia y Jerónimo
Pérez cuentan lo sucedido a la gallarda torre de la iglesia de la Merced durante
la desastrosa contienda de 1854, encerrado don Fruto en la ciudad y puesto
sitio por las tropas de Jerez.
Dice Ortega: En la torre de la Iglesia de la Merced se situó
un cazador con la única arma de precisión que un extranjero puso al servicio
del gobierno, y desde esa altura blanqueaba a las fuerzas que ocupaban la
Iglesia de Jalteva como cuartel general; Pineda y el General Jerez fueron
puestos fuera de combate por la bala del cazador que estaba en la torre de la
Merced; Pineda pasado por una bala en la región torácica, y Jerez rota la
rótula, que le obligó a hacer cama por mucho tiempo en la Sacristía de la
Iglesia de Jalteva”. (p. 181).
Dice Pérez:
“Recibieron aviso en Granada que venía de León para Jalteva
una pieza de artillería de grueso calibre, traída con el objeto de destruir la
torre de La Merced , que, dominando a todo Jalteva hacían de allí los rifleros
constante daño a los democráticos” (principios de Julio: (¿3?). (p. 51).
Ortega continúa:
“Procedente de Yuscarán había llegado al Cantón de Jalteva
un señor Radicati, de origen italiano, recomendado por el General Cabañas como
buen artillero, el cual escogió la mejor pieza y en la noche la emplazó con
todas las condiciones del arte en el atrio de la Iglesia de Jalteva y al
amanecer despertó a los granadinos con el estampido del primer tiro de su
cañón, acertando con precisión matemática contra la torre de la Merced que
servía de atalaya a los tiradores del ejército que defendía la plaza, desde su
altura dominada el perímetro que ocupaba el enemigo, haciéndoles muchos daño.
Con insistencia por
algunos días no cesó el cañón de Radicati de poner una vida fuera de combate,
redondeando la atalaya y el baluarte por la mitad de su altura hasta que dio en
tierra con la esbelta torre de la Merced, justo orgullo del granadino”. (p.
192).
Y Pérez concluye:
“Un espantoso cañoneo se dirigió ese mismo día /24 de
Diciembre, 1854/ a la torre de la Merced, hasta que a las cinco de la tarde
cayó el cuerpo superior y el cimborrio haciendo un estruendo terrible. Mil
gritos acompañados de la música marcial felicitaron en Jalteva el derribo de la
torre. ¡Triste efecto de la guerra civil! Los nicaragüenses celebraban como un
triunfo, y como un paso de mucha utilidad la destrucción de un edificio
nacional construido por sus mismos padres y consagrado al culto de Dios”. (p.
90).
Sólo resta agregar que según el Dr. Pedro Joaquín Chamorro
Zelaya, en su Biografía de don Fruto, el cañón de grueso calibre empleado por
Radicati contra la torre de la Merced era una culebrina (cañón largo) que
apellidaban “El San Pedro” (p. 309).
Uno de estos días nos trajo LA PRENSA una fotografía de la
torre de La Merced cubierta de andamios en su parte alta. Al pie de la foto,
esta leyenda: “La Iglesia de la Merced, que al ser reconstruida en el año 1862
perdió su pristina belleza. Actualmente Monseñor Mejia Vílchez ha concebido la
idea de restaurarla tal como lucía antes”.
No dejó de preocuparnos la idea “concebida” por Monseñor
Mejía, pues recordábamos algo de la segunda inscripción que se conserva intacta
en la fachada oriental del preciado monumento granadino:
FUE DEMOLIDA HASTA SU MITAD EN LA GUERRA CIVIL DE 1854, Y RESTAURADA
Y MEJORADA EL AÑO DE 1862, BAJO LA DIRECCIÓN DEL MAESTRO ESTEBAN SANDINO.
CONTRIBUYO MUCHO A ESTA OBRA EL FERVOROSO ZELO DEL PRESBYTERO D. J. ANTONIO
CASTILLO.
Es decir, que la parte más nueva de la torre de la Merced
acaba de cumplir los cien años de existencia.
Y es verdad. Al reconstruirse la torre en 1862, mejoraron
sus líneas en varios aspectos, habiéndosele dado más gracia y ligereza que la que ofrece la primitiva
construcción en ciertos dibujos que de ella se han conservado. (Squier,
1849-50). La parte nueva va desde la mitad de la claraboya del segundo cuerpo
hasta el remate de la torre. El número de cuerpos se conservó el mismo, aunque
haciéndolos probablemente más elevados que lo eran originalmente. Entre el
segundo y el tercero se situó una interesante cornisa o cuerpo voladizo con su
barandal corrido por los cuatro costados de la torre. El tercer cuerpo es el
campanario propiamente dicho. En él se construyeron en vez de los exiguos
ventanos que existían antes para colgar las campanas, amplios arcos de
caprichosa figura, que aligeran y dan una nota de esbeltez a la obra toda. El
cuarto cuerpo (el del reloj) que antes era ciego y aplastante, ofrece mucha
gracia y ligereza mediante los hábiles y sencillos recursos de las columnillas
angulares y el losangeado del paramento. Sigue la gran cornisa terminal, y sobre ella cuatro pináculos en
los ángulos (conforme a las buenas reglas del arte, a plomo con las columnillas
de abajo) y la cubierta, que también mejoró con la restauración, pues de vulgar
media-naranja repartida en seis por otras tantas nervaduras, pasó a ser un
interesante cuerpo redondeado de planta octogonal, formado por dos bóvedas
claustrales cuyas cañones se cortan en ángulos de 135. Sobre él descansa el
pináculo central, en el que se apoyan cuatro volutas verticales orientadas
conforme a los puntos cardinales.
Atendidas las anteriores razones, conclúyese en dos cosas:
Primera, que la torre es más bella y posee mayor mérito
arquitectónico ahora que antes del 54.
Segunda, que mal podría Monseñor, en esta circunstancia,
tratar de devolverla “a su pristina belleza”.
Dichosamente no se trata de eso. Nos hemos informado mejor,
y hemos sabido que lo que se propone el Sr. cura párroco de la Merced, es
cubrir las paredes con una fina capa cementada, mejorando su aspecto de una
manera perdurable.
Hemos visto en los corredores de la Casa Cural de la Merced
el magnífico reloj eléctrico que el diligente Monseñor Mejía Vílchez hizo venir
de Italia. Pronto estará dando las horas a los granadinos con la misma voz
familiar de la vieja campana actualmente en uso. Y aquí nos asalta una duda que
nos llena de ansiedad. ¿Qué será del venerable reloj que según dicen el próximo
año de 64 cumplirá cien de contar los minutos de la vida de la ciudad? Este
artefacto, aun cuando no fuera tanta su antigüedad forma parte de la historia
de Granada y no debe desaparecer. Hemos visto ya desmontados sus viejos
punteros de donde ha colgado por tantos años el vivir granadino, sus grandes
esferas de blanca cerámica vidriada perforadas por las balas de la
anti-civilización en algunas de nuestras vergonzosas montoneras. Por muchas y
muy buenas razones este reloj abuelo debe conservarse en un sitio de honor,
quizás en alguna de las otras iglesias de la ciudad.
Managua, 11 de Septiembre de 1963.
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