jueves, 20 de abril de 2017

EL DESCUBRIMIENTO AÉREO DE LEÓN VIEJO. Por: Eduardo Pérez-Valle. Enero de 1962.



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PLANO ELABORADO POR EL DR. EDUARDO PÉREZ-VALLE
Publicado en La Prensa, febrero de 1968

1968

El 11 de Febrero del presente año, examinando estereoscópicamente una serie de fotos aéreas tomadas por indicación propia en Marzo de 1962 por la entonces Oficina de Geodesia (hoy Dirección General de Cartografía), el suscrito logró identificar varias calles antiguas soterradas en los predios situados inmediatamente al Sur y  al Sur-Oeste del pueblo de Momotombo. Estas fotos fueron tomadas a 3,000 pies de altura (La Escala es de 1:6000). Algunas calles aparecen francamente orientadas de Norte a Sur y de Este a Oeste; pero hay también algunas que adoptan dirección un tanto oblicua. Es decir, el trazado en tablero de ajedrez no sigue estrictamente, característica que era muy de esperarse que ocurriera en una ciudad de la data de León Viejo. Algunas de las calles mencionadas parecen meterse en el trazado del actual pueblo de Momotombo. Estas fotografías obran en los Archivos de la Dirección General de Cartografía, Managua. 

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EL DESCUBRIMIENTO AÉREO DE LEÓN VIEJO

1962
  
“Varias calamidades pesaban sobre los vecinos de la antigua León: éstos las atribuían al sacrílego asesinato del Obispo Valdivieso, ejecutado por Contreras en 16 de Febrero de 1550; y quisieron dejar el lugar, pensando sin duda que aun a los objetos inanimados que existían en la época de aquel desgraciado acontecimiento se había comunicado el anatema de los asesinos…”

         “En 2 de Enero de 1610 salieron de León con el estandarte enarbolado  y conducido por Pedro de Munguía Mendiola, que desempeñaba las funciones de Alférez Mayor. Caminaron nueve leguas hacia el Poniente, y habiendo llegado a un hermoso y fértil llano, el Alférez fijo el real estandarte instantáneamente en un árbol de guácimo. En seguida delinearon las calles y empezaron a levantar las casas. Este es el asiento en que la segunda ciudad de León ha permanecido hasta el presente”.

         “Piensan algunos que la mudanza de la antigua ciudad de León al sitio en que hoy se halla, se verificó violentamente, a causa de una erupción del volcán Momotombo, y por el peligro de que abrasase la lava aquella comarca. Otros suponen que la Laguna invadía la ciudad, y que los habitantes abandonaron precipitadamente sus hogares, para no ser víctimas de una inundación”.

         “La poca distancia de nueve leguas recorridas para edificar la nueva ciudad, hace pensar que al abandonar los leoneses su antigua residencia no fueron movidos principalmente por temor a otras erupciones del volcán, sino por las amenazas de la laguna; y esta opinión se acerca más a la realidad al ver que la primitiva ciudad, situada en Imabita, ha mucho tiempo se halla cubierta en parte por las aguas”.

         Los anteriores párrafos son de nuestro historiador Ayón (Tomo 2º, Libro VI, Capítulo I), quien los escribía en el último cuarto del siglo pasado. Desde entonces la idea de que la primitiva capital de Nicaragua permanece bajo las aguas, no perdido su vigencia. Vecinos del actual puertecito de Momotombo y habitantes de las haciendas aledañas dicen que cuando cada verano se retiran las aguas del Lago, pueden verse en la costa piedras y restos de antiguas construcciones, que dicen ser las ruinas del primitivo León.

         Pero en contra de la tesis de que a León se lo tragaron las aguas, surge la hipótesis de que está sepultado bajo el polvo de los siglos y las cenizas del Momotombo en terrenos aledaños al citado puertecito del Lago de Managua. Nada menos que Sonnenstern, ingeniero alemán que vivió en Nicaragua cuarenta años, y que fue Ingeniero Civil de la República desde los tiempos de Martínez hasta los de Zelaya, es de los que creen en un León viejo seco y polvoriento, que hay que ir a buscar en el seno de la tierra y no en el de las aguas. En su primer Mapa de Nicaragua, de 1858, incluye un “Plano de la Colonia Projectada de Viejo León”, acompañado de la siguiente anotación: “La antigua León fue edificada en el año 1523 y arruinada por piratas el año… El plano en donde la ciudad fue edificada es de una hermosura admirables y sus terrenos son adaptables al cultivo de todos los frutos tropicales y su temperatura media en la mañana, 71º; al medio día, 81º; en la tarde, 75º; de Farenheite”.

         El plano de Sonnenstern sitúa las ruinas de León Viejo unas tres millas al Sur de la desembocadura en el Lago de un riachuelo que sirve de desaguadero a la “Laguna del Tigre”, alojada en la falda oriental del “V. Axusco (3,480 pies)”. Un camino que reúne a “Pueblo Nuevo” con León pasa por las ruinas, las que se encuentran muy cerca de la costa del Lago.

         La localización, pues de estos vestigios, según Sonnenstern, es problema de fácil solución, ya que se hallan a seis millas al S.E. del “Axusco” y unas dos y media al sur de la desembocadura del citado riachuelo.

         Trasladando los elementales datos que proporciona Sonnenstern a un mapa moderno, el topográfico de la Oficina de Geodesia, encontramos que el primitivo León se hallaba situado unos ocho kilómetros al S.E. del volcán Asososca (del Tigre). Hay un camino que va hacia la Paz Centro (Pueblo Nuevo) y otro a León. La posición corresponde al actual puertecito lacustre de Momotombo, situado al borde de una penillanura levemente inclinada hacia el Lago, limitada unos tres kilómetros hacia el Oeste por un conjunto de lomas bajas, últimas estribaciones de la cordillera de los Maribios. El llano tiene una extensión de unos nueve kilómetros de Norte a Sur, y  más o menos en la mitad de esta distancia sitúa Sonnenstern las ruinas de León Viejo.

         Pero tiempo es ya de que nos desengañemos de la exactitud del ingeniero alemán en sus trazados. Sonnenstern no nos va a llevar de la mano para indicarnos el lugar exacto donde debemos escarbar para encontrar la tumba de Pedrarias. Sea por el atraso científico y técnico inherente a su época; sea por propia incapacidad o poca habilidad, los diversos mapas que trazó están plagados de inexactitudes e imperfecciones. Y el plano de León Viejo no ha de ser una excepción. Conformémonos con extraer  el dato de que en tiempos del famoso ingeniero, es decir, hace casi cien años, algunos vestigios debieron existir APROXIMADAMENTE en el sitio que señala, razón por la cual él pudo anotar con tanto aplomo en su referido plano, junto a unos cuadritos negros que quieren representar bloques de casas, encerrados en un cuadro mayor, rayado: “RUINAS DE VIEJO LION”.

         Cabe recordar aquí que cuando Sonnenstern publicó su dibujo faltaban 26 años para que Momotombo fuese inaugurado. En efecto, esta población nació como terminal de la línea férrea a León, Chinandega y Corinto, y fue trazada, por encargo del gobierno, por el ingeniero Salvador Cobos en 1883 (Salvatierra: Los Ferrocarriles en Nicaragua). De manera que no puede haber confusión entre el “Viejo Lión” del ingeniero alemán y el actual Puerto Momotombo. Los cuadritos que semejando bloques o manzanas aparecen en el plano, representan a la antigua capital de Pedrarias Dávila, el Licenciado Castañeda y Rodrigo Contreras, en la que ocurrieron tantos hechos notables en los albores de nuestra vida nacional, hasta culminar en la muerte nefasta del Obispo Valdivieso a manos del “príncipe” Contreras y sus secuaces. Decretada por el cielo la ruina de la ciudad, hasta un acto creativo, como la fundación de Momotombo en 1883, contribuyó a remover sus cimientos, como si el destino en su ciego furor no quisiese dejar piedra sobre piedra. Pues es seguro, que  a la fundación del puerto lacustre, los vestigios que aun restaban a flor de tierra hayan desaparecido para llenar las prosaicas necesidades de los moradores del nuevo centro urbano. Labor destructiva lenta, pero segura e implacable, que amenaza constantemente a tanta venerable reliquia de nuestro pasado histórico, desde los místicos ladrillos de los venerables templos derruidos de Sutiaba, hasta las épicas piedras del castillo de la Inmaculada Concepción, nuestro olvidado santuario nacional, perdido en la maleza, donde la gran sacerdotisa Rafaela Herrera oficiara el sagrado rito del patriotismo, entre relámpagos de gloria, al son grandilocuente de los cañones.

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         La radio nos ha traído recientemente una información al parecer anodina para nosotros, y que, sin embargo, podría significar la clave de este que es uno de los más destacados enigmas de nuestra historia.

         La noticia en referencia explica cómo un arqueólogo norteamericano, Michanowsky, mediante la fotografía aérea infrarroja “ha sacado a relucir partes de un camino prehistórico nunca visto por ojos modernos”, perdido en las selvas de la región amazónica de Bolivia. El hallazgo ha llevado a Michanowsky al pleno convencimiento de que existe “una teoría que necesita ser revisada completamente”. El arqueólogo supone que el camino que ha descubierto unía, lógicamente, centros de civilización, quizás, según su criterio, una ciudad con un santuario selvático.

         El procedimiento empleado por Michanowsky para efectuar sus hallazgos podría ser usado con posibilidades de éxito para la definitiva ubicación del sitio que ocupara nuestra ciudad colonial de León Viejo.

         En efecto, el medio más adecuado de que dispone la ciencia moderna para la prospección de zonas arqueológicas, con miras a la buena interpretación de los trabajos que se lleven sobre el terreno, es la fotografía aérea. Este poderoso auxiliar de buen número de ciencias está llevando a cabo en los últimos años lo que podríamos llamar con indudable acierto el redescubrimiento del mundo. Sus técnicas aplicables a los infinitos casos cuya resolución se le confía, son numerosas, ingeniosas, admirables. En el caso de la búsqueda de una ciudad perdida bajo las capas del tiempo, cual es el caso de nuestro León Viejo, los procedimientos que suelen usarse, rebosantes de originalidad y palpitantes de una ingeniosidad hasta hace poco insospechada, se fundamentan en el hecho de que los vestigios pueden ser aparentes, bien a causa del relieve o bien por la existencia de un cambio más o menos notable en el color de la vegetación que los cubre y en la aptitud de ésta para reflejar la radiación calórica. Para aprovechar estar particularidades, se dispone:

1)  De la fotografía con emulsiones pancromática corrientes;
2)  De la fotografía a colores;
3)  De la fotografía infrarroja;
4) Del método de la toma de vistas con luz rasante, en el cual puede usarse cualquiera de los tres tipos de fotografía anteriormente mencionados.

         El método de la luz rasante, preconizado y hábilmente aplicado y cultivado por el padre Poidebard,  ha permitido a este insigne arqueólogo el descubrimiento de innumerables vestigios romanos en el Norte de África (véase su libro “La Trace de Rome dans le Déser de Syrie”, 1934). Heridos por la luz crepuscular, de rayos casi paralelos a la superficie del suelo, los más insignificantes detalles del relieve producen sombras exageradas que tienden a desaparecer rápidamente al elevarse el sol sobre el horizonte. Además el padre Poidebard combina el procedimiento con el empleo de series de vistas tomadas en virajes circulares, por lo menos desde cuatro ángulos distintos a diferentes alturas; y también la toma de vistas a diferentes horas, con el sol a diversas alturas sobre el horizonte.

         La fotografía infrarroja, en cambio, no cuenta para nada con el relieve; pero sí con los peculiares cambios en el claroscuro de las fotografías, producidos por otros correlativos en la capacidad de la vegetación para reflejar los rayos infrarrojos.

         Aparte de estos dos procedimientos, que podríamos considerar especiales, la simple toma de fotos a baja altura, en emulsiones ordinarias podría arrojar bastante luz sobre el enigma. Es lástima que tal especie de fotografías no exista en los archivos de la Oficina de Geodesia, en lo que a la región de León Viejo se refiere, pues podrían ser de una gran utilidad. Yo mismo, en 1959, logré descubrir en viejas fotos del Río San Juan tomadas por los canaleros, los vestigios de dos de los antiguos castillo coloniales de aquel río, de los cuales apenas si se guarda un borroso recuerdo perdido entre las páginas tan poco socorridas de nuestros escasos historiadores. En los archivos de España deben conservarse con todo detalle la historia de éstos y los otros castillos del San Juan (cinco en total), y en el archivo guatemalteco debe haber mucho de este; la cosa es que haya quien vaya a buscarlo y sepa encontrarlo. Pues bien, en esas fotografías, que no fueron tomadas a propósito para este objeto, se aprecian claramente los contornos de las antiguas fortalezas, debido a un cambio en la coloración del suelo y su vegetación, cambio que ni el transcurso de tres siglos ha podido desvanecer. Algo por el estilo es seguro que podría apreciarse en la zona donde estuvo León Viejo si se tomasen fotografías a 1,500 metros de altura empleando el material corriente, cuanto más si se dispusiera de emulsiones especiales y filtros adecuados para hacer resaltar las características que se busquen.

         Para emprender la búsqueda de León Viejo, de una manera metódica, por medio de la fotografía aérea, propongo el siguiente plan, que presento no como una obra acabada, sino como  un esbozo, para ser perfeccionado:

A)  Toma de fotografías áreas a baja altura en las zonas al Norte, al Sur y al Oeste de Puerto Momotombo.

B) Estudio estereoscópico e interpretación de tales fotos con miras a descubrir un trazado concorde con la estructuración de una ciudad colonial del siglo XVI.

C)  De ocurrir un fracaso en el anterior intento, nueva misión aérea, para obtener en vuelos circulares a gran altura, y  con luz rasante, fotos de las mismas zonas aledañas a Puerto Momotombo.

D)  Estudio estereoscópico e interpretación de tales fotos

E)  En caso de un nuevo fracaso, aun quedaría el recurso de la fotografía infrarroja. Mas en caso de éxito.

E)  Nueva misión aérea, esta vez para obtener fotografías a baja altura, con luz rasante, en las zonas que en la prospección anterior resulten sospechosas de contener el objetivo buscado.

F)  Estudio de estas fotos. 

G) Desmonte y limpieza de la zona señalada como la de ubicación de la ciudad.

H)  Nueva toma de fotografías aéreas con luz crepuscular en la zona ya limpia, conforme al método del P. Poidebard.

I)   Estudio de estas fotos y elaboración de un plano preliminar de la ciudad, con miras a la acertada dirección de las excavaciones.

J)  Excavación masiva de calles y lugares abiertos.

K) Excavación prolijas de bloques y edificios.

L) Reconocimiento de lugares y edificios con el auxilio de fuentes documentales.

M)  Obras tendientes a la conservación y accesibilidad de los vestigios.

Como los materiales de construcción generalmente empleados durante la colonia no eran muy durables, es posible que los restos que logren hallarse no sean muy abundantes. Las casas de habitación en un principio fueron ranchos de cañas con techos de paja, que poco a poco fueron sustituyéndose por casas de “tapias” y techos de tejas. De tapias se decía a las paredes de tierra apisonada húmeda entre formaletas de madera convenientemente dispuestas. Ya a mediados del siglo XVI se habla de que las casas se están construyendo todas de tapias con ayuda de una tierra blanquecina que traen de los alrededores y  que una vez apisonada se vuelve muy resistente. En algunos edificios de importancia se usaron la piedra y el ladrillo. Muchas de las casas tenían suelos de ladrillos de barro. Y  consta que a lo largo de algunas calles se hicieron ataujías y obras de desagüe de alguna importancia. De todo esto algo debe quedar bajo la tierra, como una flor marchita entre las hojas de un libro. El uso de la piedra y el barro cocido en las construcciones de nuestra primitiva capital constituye una carta de triunfo en el hallazgo de sus reliquias. Hay que jugar a ella y emprender esta alucinante aventura que, de alcanzar exitosos resultados, podría tener hondas repercusiones en el futuro de nuestra vida nacional.

Someto esta consideraciones al buen juicio y elevado espíritu de cooperación y trabajo de los altos personeros de la Oficina de Geodesia, los que tal vez acojan mis sugerencias favorablemente.

                                               Managua, Enero de 1962.

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 *Publicado en: “Cuadernos Universitarios”. Universidad Nacional de Nicaragua. No. 19. Año del Sesquicentenario. Enero de 1962. Pp. 40 – 46. 


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VUELO SOBRE PUERTO MOMOTOMBO

En avión C47 de la Geodesia
Piloto: Capitán Sánchez
Copiloto: Teniente Sánchez
Fotógrafo: Araica
Observador-Director: Eduardo Pérez-Valle
Fecha: 22 de Marzo de 1962.
Hora: de 9 a 10: 15 a.m.
Altura de vuelo: 3.000 pies
Escala: 1: 6.000

Del Dr. E. Pérez-Valle: "Fotografía aérea de la región del Momotombo (Archivos de la Oficina de Geodesia, Managua). Puede apreciarse el extremo N.O. del Lago de Managua, con el pequeño golfo que servía de puerto a León, en el cual está el actual Puerto Momotombo (Intersección de las flechas BB. El cráter del volcán está en la intersección de las flechas AA".

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Carta de la Universidad Nacional
De Armando Rizo Oyanguren a Eduardo Pérez-Valle
7 de Noviembre de 1966



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