───── Ω Ω Ω ─────
Publicado en: El Centroamericano, 16 de Marzo de 1968.
─────Ω Ω Ω ─────
-I-
Con respecto a
las narraciones hechas por el Doctor Hernán Arostegui en su libro “La Guerra de
Managua”, y que se han publicado sistemáticamente en diarios de este país, he llegado a la conclusión de que en vista de
mi cercana participación en los sucesos del 22 de Enero de 1967, es mi
obligación dejar testimonio de los hechos acaecidos en aquella fecha, en los
cuales tuve personal conocimiento y participación.
El objeto de
dejar testimonio sobre los hechos del 22 de Enero y muy especialmente sobre lo
sucedido dentro del Gran Hotel, es con el fin de dejar una constancia de la
verdad objetiva, para que ésta en el futuro no sea tergiversada.
Al escribir
sobre algo histórico, no pretendo herir susceptibilidades, ni mucho menos
provocar rencores, así como tampoco pretendo aparecer ante los posibles
lectores de estas líneas, como absoluto conocedor de lo ocurrido.
Después de
haberse firmado el pacto con la Unión Nacional Opositora, se desarrolló una
intensa campaña electoral para ambos bandos, en los cuales sucedieron
desenlaces sangrientos, como la muerte violenta de mi grande e inolvidable
amigo Silvio Parodi Basset, el señor Potosme, así como otros apreciables
ciudadanos opositores al Somocismo.
El clímax de
la campaña llegó el día 22 de Enero, fecha en que debía llevarse a cabo la
manifestación de la Unión Nacional Opositora, en la ciudad de Managua.
Eran
aproximadamente las 10 de la mañana del 22 de Enero, cuando el Doctor Fernando
Agüero salió de su casa en el carro de Carlos Estrada Vélez, acompañado por el
Doctor Luis Pasos Argüello, Armando, Ronaldo y William Estrada Vélez, Roberto
Vélez Bárcenas y yo.
Arribamos al
Club Managua, y entramos por la parte trasera. Después de su discurso el Doctor
Agüero se lanzó a la Plaza de la República, en su histórica marcha,
acompañado por los arriba mencionados,
más Francisco (Chico) Reyes.
La gente
parecía estrujarnos, en un loco afán por estar cerca del máximo líder. Nos
detuvimos frente a Carlos Cardenal, y
allí permanecimos, ya que según instrucciones del Doctor Agüero permaneceríamos
sentados por unos o dos días. Los manifestantes se encontraban entusiasmados y
llenos de valor cívico, dispuestos a permanecer en la Avenida Roosevelt, hasta
que el Estado Mayor, instándolos a buscar una solución pacífica y patriota del
Problema Nacional. Momentos después comenzaron a oírse disparos y se entabló
una lucha armada ente el pueblo, (en su mayor parte desarmado), y el ejército.
Algunos caían segados por las balas, y otros combatían valientemente en una
forma desigual.
Los
manifestantes pidieron al Doctor Agüero que no se retirara, más bien que se
enfrentaran a las fuerzas del Gobierno, a lo cual el Doctor Agüero accedió
desenfundando una pistola de corto calibre, y avanzando sobre la Avenida
Rooselvelt, con dirección a la Loma de Tiscapa. Los que acompañábamos al Doctor
Agüero y Luis Venerio Plazaola, coincidimos en considerar la actitud del Doctor
Agüero demasiada temeraria y sin ninguna posibilidad del menor éxito, ya que
avanzábamos por el centro de la calle, sin ninguna protección, enfrentándonos a
un ejército completo, entrenado, disciplinado y careciendo del armamento
necesarios para dicha operación.
Tratamos
inútilmente de convencerlo, a que desistiera de sus propósitos de avance, pero
siendo imposible persuadirlo en una forma lógica, optamos los presentes:
Ronaldo, William, Armando Estrada Vélez, Chico Reyes, Luis Venerio Plazaola y
yo, emplear la fuerza, ya que el Doctor Agüero dispuesto a morir por su pueblo,
continuaba avanzando. Prácticamente lo secuestramos, logrando llevarlo en una
forma obligada hasta las puertas del Gran Hotel, en donde lo introdujimos.
En el recinto
del Gran Hotel, ya se encontraban
refugiados, una enorme cantidad de manifestantes, entre los cuales había gente
de todo sexo, edad y condición social. Pasamos al balcón del Gran Hotel, y
estando allí, recibimos una fuerte descarga de parte de la Guardia Nacional, la
cual enfocaba su ofensiva contra dicho recinto, habiendo caído casi en las
puertas muchos muertos y heridos, entre
los cuales se encontraba el líder estudiantil René Saldaña; habiéndose iniciado
por parte el ejército el sitio del Gran Hotel.
────── Ω Ω ─────
-II-
Sugerí al
Doctor Agüero la captura de los extranjeros como medida de protección para ambos, y alguien se expresó diciendo que
nos tildarían de comunistas, a lo cual respondí que la verdad se sabría después.
Luciano Cuadra, Chico Reyes, otros y yo,
procedimos a eso, cuando Luis Venerio Plazaola, en una forma independiente ya
se encontraba en la misma operación.
Algunos
norteamericanos, suramericanos y Don Hernán Robleto, el cual lucía muy
nervioso, y desconcertado, fueron colocados en las piezas, las cuales creímos
les brindarían la máxima protección. El tiroteo era intenso, percibiéndose
sonidos de armas de todo tipo. Los Doctores Fernando Agüero, Luis Pasos
Argüello, Pedro Joaquín Chamorro, se encontraban en las habitaciones de los
extranjeros, en cuyas puertas había
puesto gente de confianza, para que no se permitiera la entra ni salida de los
extranjeros, sin nuestra previa autorización.
En esos
momentos de confusión, algunos de los que se encontraban en la planta baja,
ingirieron licor, tomándolo del bar y se encontraban fuera de control. Algunos
se dedicaron al pillaje, ya que Chico Reyes me llevó a uno de ellos, con dos
sacos y pantalones ajenos, al cual castigamos severamente. Asimismo algunas
mujeres, se apropiaron de las prendas interiores de los huéspedes.
El teléfono
fue cortado y habiéndome pedido William Estrada, me comunicara con su casa,
explicándoles que todo marchaba bien, bajé y
me encontré con la grave y desagradable sorpresa, de que un
norteamericano de apellido O᾽Brian,
que decía ser ejecutivo del Infonac, Ifagan y amigo personal del General
Anastasio Somoza, estaba a punto de ser muerto por un grupo tomado y bien
armado, que no estaba dispuesto a dejarlo salir del Hotel. Tuve un fuerte
diálogo con el mencionado norteamericano, ya que no quería desistir a sus
intenciones, hasta que afortunadamente, logré convencerlo, antes que nos dieran
muerte a los dos.
Después de ese
incidente, se envió gente a resguardar todas las puertas del Hotel, y como a
las nueve de la noche, teníamos la situación interna bajo absoluto control,
combatiendo así contra las fuerzas del Gobierno.
Se ordenó
levantar un censo de la población interna y fue sorpresivo tener conocimiento
de que habían dentro aproximadamente unas 1,800 personas, de las cuales un 90
por ciento estaban desarmadas, y el resto combatía con todo de tipo de arma,
incluyendo pistolas de todo calibre.
Nos estaban
disparando con los cañones de 30 mm., de las tanquetas, todo tipo de ametralladoras, y garands, los cuales abrieron sendos
orificios en las paredes, habiendo herido levemente en una ocasión a un
funcionario de la Embajada Americana, cuyo nombre era Walter Kadett, a quien yo
trasladé a una habitación, el cual fue atendido clínicamente por el Doctor
Agüero, quien reconoció las lesiones recibidas por el señor Kadett.
Durante el
resto de la noche, se percibieron tiroteos intermitentes, durante los cuales
fueron heridos cerca de 15 ciudadanos, los cuales fueron socorridos por la Cruz
Roja, y trasladados al hospital. Otro de los norteamericanos parecía morir del
corazón, ya que yacía en el suelo y se incorporaba con la respiración jadeante
y pulso alterado.
A todo esto,
la mayor parte de los refugiados, permanecían en una actitud pasiva, buscando
como protegerse, y tratando de averiguar cómo se desenvolvían los
acontecimientos. Como a las diez y media de la noche, se oyó una voz que se
identificó como en el aquel entonces Capitán José Iván Alegrett, quien era jefe
que comandaba las fuerzas de la Guardia Nacional, que sitiaban el edificio del
Gran Hotel, y el cual hablando por medio de un megáfono portátil, se dirigió a
nosotros conminándonos a rendirnos y a desocupar el Gran Hotel, en términos de
media hora, bajo el apercibimiento de
que si no salíamos durante ese lapso de tiempo, destruiría el edificio con todo
y sus ocupantes.
Alguien me
facilitó un megáfono y me dirigí a él: “Capitán Alegrett, aquí habla Jacinto
Vélez en representación del Doctor Agüero”, a lo cual contestó Alegrett:
“Adelante que lo escucho”. “Voy a salir a parlamentar con Ud., en nombre de la
Unión Nacional Opositora”. “Entendido”, respondió. Luego se escuchó a través
del magnavoz que el Capitán Alegrett daba orden de cese al fuego. Se abrieron
las puertas del Hotel, y salí con una sábana blanca en las manos, iluminado por
las luces de tres tanquetas. Una situada en la esquina del Palacio Nacional,
otra frente al Súper Viajes de Claudio Fonseca y la tercera en la cual se
encontraba el Capitán Alegrett, enfrente a Rappaccioli Saballos.
GUARDIAS NACIONALES TRANSPORTADOS HACIA EL GRAN HOTEL |
───── Ω Ω Ω ─────
- III –
Me prometió
que respetaría nuestras vidas, si nos entregábamos, pero que iríamos en calidad
de cautivos, para ser juzgados por los tribunales, a lo cual respondí que mucha
gente había muerto ya, y que ninguno de nosotros estábamos dispuestos a
rendirnos, haciéndole la advertencia de que teníamos todo tipo de armas, como
ametralladoras M-3, Browning, Thompson, Johnson, Rifles Garands, 30-30, calibre
22, escopetas, granadas de mano, cocteles Molotov, y parque, para combatir por
3 o 4 días (por supuesto que todo esto era un ardid ya que yo trataba de que no
se supiera cuán débiles nos encontrábamos), habiéndose él referido diciendo:
“Que muerto de risa, se metería con los tanques, por la puerta principal, y
saldría por el González”, a lo que respondí que podría hacerlo y matar mucha
gente, pero que moriría en la culminación de su intento.
Durante
nuestra conversación, el Capitán Alegrett, se mostró muy preocupado por los
acontecimientos, y me pidió le
concediera llevarme a mi casa, a lo cual respondía que no sería posible, y a
que en el futuro no me perdonaría en calidad e hombre, el haberme marchado y
dejado a todos dentro del Gran Hotel, comprendió el Capitán Alegrett, que mis
intenciones de permanecer junto al resto era definitiva. Me dijo que me
mandaría preso para evitar que fuera yo una víctima más, pero me negué en una
forma rotunda, ofreciéndole además que me lanzaría sobre él, y nos liaríamos a
golpes, para forzar a la gente sobre su mando, a que me mataran; lo cual lo
ablandó un poco y desistió a sus intenciones.
En honor a la
verdad, quiero dejar en claro, que el tanque del Capitán Alegrett, no disparó
ni un solo cañonazo, sino el del Teniente Smith, ya que de haberlo hecho así,
los dirigentes de la Unión Opositora, no se encontrarían hoy con vida, debido a
que la habitación en donde se encontraban estaba ubicada frente a la línea de
fuego del tanque del Capitán Alegrett.
Luego del
anterior diálogo, regresé al Hotel, y el
Capitán Alegrett, se fue en un jeep, con rumbo desconocido.
Un rato
después los monseñores Portalupi y Donaldo Chávez Núñez, arribaron con el
objeto de mediar en el conflicto, pero el Capitán Alegrett (que ya había
regresado), exigió garantía a su libertad, así como a sus vidas, para lo cual
me ofrecí como rehén, habiendo permanecido como tal, durante el tiempo que los
Monseñores parlamentaban con los dirigentes de la Unión Nacional Opositora.
Durante el
período de permanencia en el recinto del hotel, logré llegar a un acuerdo con
el Capitán Alegrett, según el cual nos comprometeríamos, ambas partes del
conflicto, a cesar el fuego hasta el amanecer, con el objeto de facilitar las
negociaciones iniciadas entre los dos, y posteriormente continuadas con la
intervención de los monseñores Portalupi y Chávez Núñez.
───── Ω Ω Ω ─────
- IV -
Después de la
salida de los Monseñores Portalupi y Chávez Núñez, los cuales habían prometido
regresar con una respuesta satisfactoria a tan grave problema, los mencionados
Monseñores brillaron por su ausencia, ya que no se supo más de ellos. Yo
regresé al Hotel, en donde me reuní privadamente en una de las habitaciones de
la planta baja, con los Doctores Fernando Agüero, Pedro Joaquín Chamorro, Luis
Pasos Argüello y los señores Estrada Vélez, el Nene Chamorro y Don Salvador
Cardenal, con el objeto de hacer comentario de lo sucedido anteriormente, pero
sin llegar a ninguna conclusión definitiva.
Con el acuerdo
de cese al fuego, entre el Capitán Alegrett, y yo, el resto de la noche
transcurrió en relativa tranquilidad, aunque siempre con la tensión que
naturalmente reinaba entre los refugiados.
A eso de las
seis de la mañana del día 23 de enero fuimos informados de que muchos de los
que se encontraban en la planta baja del hotel, estaban de nuevo ingiriendo
licor, razón por lo cual William, Armando, Ronaldo Estrada Vélez, y yo, nos
dirigimos al lugar en donde se encuentra ubicado el bar, y procedimos a decomisar cinco cajas y un cesto de
variados licores, los cuales depositamos bajo llave, en un lugar cercano a la
cocina.
Como a las
nueve de la mañana, al tenerse conocimiento que en las afueras del Gran Hotel,
se encontraban el Coronel Francisco y dos funcionarios de la Embajada de los
Estados Unidos, fui comisionado con el objeto de invitarlos a entrar al Hotel,
para parlamentar con la dirigencia opositora que allí se encontraba.
Los
funcionarios diplomáticos antes mencionados, aceptaron la invitación y entraron
al hotel, en donde se dedicaron inicialmente a inquirir acerca del número,
nombre y nacionalidad de los huéspedes extranjeros que se encontraban bajo
nuestra custodia.
Después de
haber obtenido los datos que consideraron necesarios, abandonaron el hotel,
habiendo regresado cerca de 2 horas más tarde; durante ese lapso de tiempo se
le permitió a un norteamericano apellido Gaudet y a dos monjitas, abandonar el
recinto del hotel, (dicho norteamericano tildó luego al Doctor Agüero y sus
colaboradores de comunistas, en su artículo editado en una revista de New
Orleans para Latinoamérica titulada: “Fracaso Rojo en Nicaragua”).
En esta
ocasión los funcionarios diplomáticos, venían en carácter de intermediarios
para logar una resolución satisfactoria al conflicto presentado, para lo cual
se llevó a cabo una plática en el segundo piso, en la que se encontraban
presentes además, de los funcionarios diplomáticos, los Doctores Fernando
Agüero, Luis Pasos Argüello, Pedro Joaquín Chamorro, los hermanos Estrada
Vélez, el Nene Chamorro y el suscrito, habiendo conferenciado alrededor d 45
minutos, en los cuales el Doctor Agüero presentó a los funcionarios las bases
para llegar a un armisticio definitivo; las cuales fueron las siguientes:
1) Que el
Doctor Lorenzo Guerrero, permaneciera por un año más en la presidencia.
2) Elecciones
supervigiladas por la OEA.
3) Que todos
los que nos encontrábamos en el Gran Hotel, no nos rendiríamos, sino que nos
marcharíamos a nuestras casas con nuestras respectivas armas.
4) En caso de
que no fuera aceptado, ninguno de los puntos mencionados, se entregaría como
holocausto los Doctores Fernando Agüero, Pedro Joaquín Chamorro y Luis Pasos
Argüello, a condición de que el resto de los sitiados en el Gran Hotel, fueran
puestos en libertad.
El Coronel
Francisco de la Embajada Americana y su comitiva, se marcharon y al rato se le
disparó una pistola en una forma involuntaria a uno de los refugiados en el
segundo piso del hotel, motivo por el cual la Guardia Nacional abrió fuego
nutrido en contra del hotel, entablándose nuevamente otra refriega, entre las
fuerzas del Gobierno y los opositores. Después de varios minutos de fuego
intermitente se debía a un lamentablemente accidente y no a un hecho
voluntario.
Mientras, aún
daba explicaciones a través del megáfono, se oyó un nuevo disparo que
aparentemente provenía de un rifle de unos de los ocupantes de una de las
habitaciones, iniciando éste disparo una nueva refriega. Después de proteger mi
persona, me dirigí a la habitación en la que se encontraban entre otros los
Doctores Eduardo Rivas Gasteazoro y Francisco Frixione, quienes impávidamente
contemplaban un individuo que en una forma voluntaria había hecho disparar el
garand que portaba, dando ocasión a la última refriega que aún continuaba;
viendo la pasividad de los que allí se encontraban, me vi obligado a increpar
al autor del disparo, para que me entregara su arma, pero habiéndose éste
negado, me fue necesario hacer uso del arma que yo portaba para poder
despojarlo de su fusil.
───── Ω Ω Ω ─────
- V –
Después de lo
narrado anteriormente, volvió la tranquilidad con un nuevo cese al fuego y
ratos más tarde llegaron al hotel nuevamente el Coronel Francisco y los otros
dos funcionarios norteamericanos, quienes traían una propuesta de armisticio de
parte del Presidente de la República, y la cual consistía en la garantía de la
vida y la libertad de todos los refugiados del Gran Hotel, a cambio de la
entrega de la armas que poseíamos y la promesa de dirigirnos en forma pacífica
a nuestros hogares.
Después de
haber sido discutida la propuesta del Presidente de la República, se acordó
aceptarla y se comisionó a los señores Uriel Argüello Pasos y el Nene Chamorro,
para que se encargaran de hacer los arreglos necesarios con los empresarios de
autobuses locales, para que transportaran a los refugiados del Gran Hotel hasta
el lugar del cual provenían.
Después de
haber llegado el armisticio, varios de los presentes, nos dirigimos a la planta
baja del hotel, para comunicar al resto de los ocupantes las bases del arreglo
satisfactorio a que se había llegado, pero debido al nerviosismo y la gran
cantidad de personas, se llegaron hacer malas interpretaciones, a tal extremo
que algunos llegaron a creer que entre las bases del armisticio, estaba la
condición de que el Doctor Fernando Agüero, se entregara como prisionero a las
fuerzas del gobierno.
Muchos se
opusieron a esta falsa interpretación, alegando como razón principal su
solidaridad con el Doctor Agüero, mientras otras consideraban que ésta era una
jugada política del Doctor Agüero, para garantizar su integridad personal.
Después de acaloradas discusiones y reiteradas explicaciones, logramos los
voceros de la dirigencia opositora convencer a la mayoría de los concurrentes
teniendo en muchos casos que apelar a nuestras armas para lograr el desarme de
los más intransigentes que no querían aceptar las bases del armisticio.
Aproximadamente
a las cuatro de la tarde del día 23 de Enero, se hicieron presentes el Doctor
Hernán Arosteguí, algunos camarógrafos, periodistas nacionales y extranjeros,
los cuales habían viajado especialmente desde los Estados Unidos, para hacer un
reportaje de la situación, entrevistando en esa forma a los Doctores Fernando
Agüero, Pedro Joaquín Chamorro, en medio de la multitud de los cuales
procedían.
Los más
connotados dirigentes fueron transportados a sus hogares a bordo de vehículos propiedad
del gobierno americano, en los cuales ondeaban pequeñas banderas de los Estados
Unidos.
Al comenzar el
obscurecer de la tarde, el señor Chico Reyes y el suscrito, abandonamos el
refugio, después de haber constatado que éramos los últimos.
Para poner
término a la narración de los hechos, en que participé, así como de los que
pude apreciar, quiero hacer público reconocimiento a los ciudadanos de que en
una forma decisiva contribuyeron con su actitud valerosa y serena a mantener el
orden, la moral y el espíritu de lucha entre los ocupantes del Gran Hotel, el
22 de Enero y quienes propiciaron e hicieron posible que la alta dirigencia
opositora encabezada por el Doctor Agüero lograr llegar a un armisticio digno
en circunstancias adversas.
Entre las
personas a las cuales hago este público reconocimiento a su valor y serenidad
como me es posible recordar los nombres de Francisco (Chico) Reyes, Medardo
Martínez, Luis Venerio Plazaola, Rubén Castro, Luciano Cuadra, hermanos Estrada
Vélez, René Saldaña, y otros a los cuales por razones del tiempo me es
imposible recordar de sus nombres, pero que siempre recordaré su valiente
actitud y elevado valor cívico.
JACINTO VÉLEZ
BÁRCENAS
───── Ω Ω Ω
─────
No hay comentarios:
Publicar un comentario