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Del Director-Editor del Blogspot:
El miércoles, 11 de Julio de 2012, el Dr. Horacio Peña hizo un puente literario con el pasado. Desde el ciberespacio del “Diario Nica”, permitió a los lectores y, sobre todo, a los nicaragüenses con aprecio por esos latidos intersticiales provenientes de la buena literatura y poesía, disfrutar de un interesante pasaje autobigráfico, existencial-literario, acontecido entre los años 1963-65.
En esos episodios puede constatarse que las coordenadas exactas del recuerdo no están desvanecidas, algo que a los lectores, con mucho placer
nos permite localizarlo en aquellos inquietos e inolvidables logros, cuando
apenas acumulaba 28 años de edad.
Sin embargo,
estimamos que en esta entrega no habría hermenéutica, si a esos logros
significativos de su vida intelectual, no fueran
incorporados otros conductos de la memoria escrita, que lo trasladan a otros hechos de esa formación
literaria, mucho más atrás, cuando culminaba el quinto año de estudios en la
educación del Instituto Pedagógico de Managua - “La Salle”.
Como esta
entrega histórica ha sido el resultado de continuar hurgando en los rescoldos
del tiempo, también hemos tenido la feliz coincidencia de leer el texto cronológico
elaborado por el Br. Horacio Peña, en la Memoria Anual 1955-56, intitulado “Crónica”, de aquel 1954 en que no eran 28, sino 20 años de edad, cuando ejerció el distinguido cargo
de Presidente de la Academia Literaria del IPM.
Podría
pensarse que algunos párrafos de aquella “Introducción” construyeron esta puerta
hacia el presente, puesto que, en ella, el joven literato escribió:
CRÓNICA
Amigo
Lector:
Si la
vida es sueño, soñemos con el pasado, con la edad de los nobles ideales, y de los
grandes anhelos, con el país cuyo cielo era siempre de azul celeste, en el país
lleno de gnomos, de duendes y de hadas marinas.
“La
juventud es la edad más propicia, para sembrar sublimes aspiraciones, y recoger
acciones heroicas, pero la juventud se nos escapa, y hay que vivirla con un
vivir intenso, amando todo lo noble, lo bello, lo santo.
Tú que
esto lees, y que tal vez triunfas en la vida, tú que eres dichoso, que todo lo
tienes, y nada te hace falta, da gracias al Todopoderoso, porque hay en tu corona,
menos espinas, que en la corona de tu prójimo
Y tú, que tal vez sacaste este libro, esta vieja “MEMORIA”, de algún
oscuro rincón de tu casa, pensando hallar, en sus amarillentas páginas ,
consuelo a tus males; tú, que a pesar de tus esfuerzos, no has escalado la
cumbre; tú que has sembrado rosas, y cosechas espinas, tú que hacía el bien, y
no mostraba la mano caritativa, escucha las palabras que te dice, este amigo,
tuyo, que estuvo también en ese Instituto Pedagógico, quizá sin haberte
conocido, pero que con todo su corazón te murmura al oído. Levántate de
nuevo, y vete a conquistar; no esperes
recompensa en este suelo, “contempla sólo el esplendor del cielo”, y ve surgir
entre los densos nubarrones que cubren tu existencia, ve surgir al final de tu
jornada, la Cruz de Cristo, con la sublime divisa “con este signo vencerás”.
(Peña Gutiérrez, Memoria y Premios, IPM – Colegio La Salle, 1955-56. p. 12-18).
El pasado
12 de agosto, el poeta adicionó un año a esa meritoria y profusa vida
intelectual, arribó a los 84 años de edad. En ese cúmulo de octogenario
prestigio, permanece inalterable la sentenciosa respuesta que utilizó en una
entrevista realizada en 2016 por el periodista José Antonio Luna, vinculada a su
estadía en Madrid – 1963-65: “Yo tenía veintiocho años cuando leí esa noche en
la Tertulia Iberoamericana, ha pasado ya casi medio siglo. ¡Dios mío, que viejo
soy!” Pues, si alguien hiciera otra entrevista al Poeta, al nicaragüense, al
orgullo de nuestro estremecido terruño patrio, al catedrático de Huston-Tillotson
University y del Seminario Teológico Episcopal del Suroeste, Austin, Texas, probablemente reafirmaría la frase: “Dios mío, que viejo soy”… Porque la década de los
cincuenta en la Academia Literaria Lasallista tomó 66 años de distancia.
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ACADEMIA LITERARIA
Por: Horacio Peña Gutiérrez
Todos los miércoles, cuando la
campana era herida por última vez, y su grito agónico nos llegaba a los oídos,
un grupo de alumnos se reunían, para saborear la belleza, la poesía, y el azul.
Saber expresar los sentimientos que brotan, en el silencio
de una noche estrellada, las ideas grandes y sublimes, y “el hambre de espacio
y sed de cielo”, he ahí´, el gran ideal.
Las mudas paredes, lo negros
pizarrones, son testigos de nuestra elocuencia primera.
Una idea se apodera del artista,
lo consume y lo abrasa, y ya para morir, la entrega al mundo, con sus más
regios atavíos, con sus más preciosas vestimentas, con sus más deslumbrantes
joyeles.
La Elocuencia, magnífica palabra.
Palabra que obra milagros.
Veinte discípulos de la diosa
Polimnia, semanalmente se congregaban, para perfeccionarse en el arte del Bien
Decir.
Todos los muertos vivos, se
presentaban a nosotros, y sonriéndonos, nos tendían la mano, y nos ayudaban, a
subir, por la abrupta cuesta del ideal.
Muchas veces nos encontrábamos a
la sombra de los árboles, con el Divino Platón.
Ora asistíamos a la muerte de
Sócrates, ora contemplábamos con el ciego juglar, el regreso del errante
Ulises.
Y hablábamos, de poetas, de sus
obras, de sus vidas torturadas, de lo que amaron y sufrieron…
Y al oír la música que se
escapaba de sus liras rotas, vibrábamos con ellas, porque llevaban en su seno,
todo lo grande y lo que no muere.
Al escribir estas pocas líneas,
me hubiere gustado, usar lo más armonioso de la lengua de Castilla y del Manco
de Lepanto, para enaltecer la memoria, de los genios de la lengua. Pero mi musa
es demasiado pobre, y estoy seguro, que el noble esfuerzo hecho, me
justificará, ante los que se levantan, desafiando el tiempo, y el manto
tenebroso del olvido.
4 de Diciembre – Última reunión y
despedida de la Academia Literaria. –En el Club Internacional se hallan
reunidos los integrantes de la Academia, del cuarto y quinto año. Por primera
vez en esta academia que cumple su fin cultural, en este Instituto Pedagógico,
se despide a los compañeros del quinto año con un almuerzo.
Nunca la reunión fue más animada,
nunca se estrecharon más los vínculos de la amistad, como en aquella reunión
llevada a cabo, entre la música de un Claro de Luna que flotaba, en el ambiente
cálido.
El compañero Joaquín López, habló
en nombre del cuarto año, y Ramiro Cerna, con un breve discurso, nos hizo ver,
que aunque ya no nos volveríamos a citar, para hablar de poesía, de bellas y
sublimes escuelas poéticas, de belleza, y de lo azul, siempre llevaríamos grabados
los recuerdos, de esa tarde inolvidable.
Joaquín López, secretario de la
academia, y el mejor declamador del colegio, nos deleitó, con la bellísima
interpretación del “Nocturno”, del gran romántico, Asunción Silva.
Poco a poco vino el tiempo, y las horas pasaron. Apretones de mano, despedidas, olor de rosas, de rosas frescas, y… hasta pronto.
Para ampliar sobre la vida y obra del Dr. Horacio Peña Gutiérrez:
POETAS NICARAGÜENSES EN EL MADRID
DE LOS 63-65. Por: Horacio Peña G. En: Diario Nica, 6 de Junio de 2017.
LA NICARAGUA QUE YO CONOCÍA YA NO EXISTE. (Entrevista) Por: José Antonio
Luna. En: Diario Nica, 22 de Octubre de 2016.
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