jueves, 31 de diciembre de 2020

CARTA A DON JUAN GARCÍA CASTILLO EN EL CENTROAMERICANO. Por: Dionisio Martínez Sanz. En: El Centroamericano, 21 de Octubre de 1967.

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Managua, D.N.

14 de Octubre de 1967. –

         QUERIDO JUANITO:

         Y, te sigo dando el tratamiento de Juanito, porque desde hace más de cuarenta años, cuando yo iba poniéndome viejonzón y tú eras muchacho, al encontrarnos por las redacciones de periódicos, querido Juanito, te decía.  Y, corrió el tiempo, tu llegastes a director de diarios, y yo un mal colaborador, querido Juanito te seguí diciendo.

         Terminado “Flecha”, al trasladarte a Costa Rica, bien recordarás nos seguimos carteando, pero cuando tuviste el gran dolor de perder aquel ser para ti tan querido, y yo ponerte mi pésame, nunca me he podido explicar que pasó. ¡Nunca más supe de tu vida! ¡Yo me quedé esperando!

         Al ver ahora, — en el ya, gran diario EL CENTROAMERICANO, la serie de anécdotas que te han estado publicando, me dije: ¡Eh, aquí está mi Juanito! Y este mi Juanito, es capaz de, a la hora menos pensada, darme un restregón en letras de molde, desde luego que yo pertenezco a los viejos Managuas.

         Sí, yo soy del Managua viejo, cuando la ronda oriental eran las Masayas; la occidental el cauce de Deogracias Rivas; el Sur, los trillos Solórzanos, Chico Zelaya, La Managua, La Sirena,  y por donde ahora es el Bóer, el trillo movido por mulas de Abraham Narváez. Al Norte el Lago, con el Pozo de las Aguadora, con muros de piedra que estaba bastante dentro del agua.

         Sí, soy del Managua viejo, de cuando el comercio puede decirse estaba en manos de nicaragüenses: José Ángel Robleto, Regino García, Bernabé Mejía, Adán Sáenz, Alcibíades Fuentes, Joaquín Elizondo, Carlos Huerte, Cayetano Lugo, Adolfo y Guillermo Gallegos, Rosales y Castillo, Los Bermúdez, los Zelayitas, los Uriarte, los Matus, etc. Se puede decir que solo cuatro comercios eran extranjeros: los Dreyfus, franceses; los Peters, alemanes; una casa de chinos Min Sun Lon y Cía.; y Antonio Marco y Hermano, árabes.

                   Lo que ahora tengo que decirte querido Juanito, que no estoy  de acuerdo contigo, cuando me tratas con alguna frecuencia a Managua de aldeana. No. Managua no fue aldeana; aldeano quiere decir inculto. Managua, fue pequeña pero nació ciudad y creció con cultura. Yo recuerdo perfectamente la primera impresión que recibí al conocerla; fue en una tarde del mes de Febrero de mil ochocientos noventa y nueve, se puede decir hace sesenta y nueve años. Mis primero pasos fueron del muelle, sobre la costa del lago, pasando por lo que fue la estación central y Cuartel de Artillería (ahora Distrito Nacional) hasta la segunda Avenida Noroeste. Al llegar a ese lugar, tomamos para San Antonio. Como a las cuatro cuadras, sobre esa Avenida, me llamó la atención un gran salón con puerta abierta a la calle; en él había doce mecedoras austríacas, varias butacas y silletas de la misma factura. Al fondo  un piano; un señor con papeles y batuta en mano y  un niño que recibía clase. A las dos cuadras sobre la misma hacer otro gran salón; también varias mecedoras y una niña sentada ante un piano demostraba que tenía buena maestra. Con el tiempo supe que el primer salón, era de un Doctor Teodoro Delgadillo,  y el niño su hijo Luis; el segundo salón, de don Perfecto de Trinidad, y la niña su hija Chepita que después fue una gran pianista. ¡En una aldea no se halla eso a cada paso!

         Otra cosa que salva a Managua, de ser tipo aldeano, aún en tiempos muy pasados, es el gusto que había por vestir bien. Creo querido Juanito, que pudieras acordarte de haber visto a los doctores Salvador Castrillo, padre y Salvador Castrillo, hijo; al Doctor Teodoro Delgadillo, al Doctor Manuel Arce, a don Lisímaco Lacayo, a don Federiquito Solórzano, a don Pepe Blén, a don Zacarías Guerra, a don Alejandro Martínez, etc., vestidos a diario de chaquet. Los doctores Castrillo y Suazo, tuvieron la constancia, el rigor, el valor pudiera llamarse de usar el chaquet negro diariamente; las otras personas aquí nombradas tuvieron el buen gusto de hacer lo que se llamaba chaquet o levita abierta, de casimires obscuros y de varios dibujos. Los que batieron el récord en ese sentido fueron: el Doctor Alfonso Solórzano y don Pepe Blén, pues, bajo la levita de casimir bastante claro, usaban el chaleco blanco. De las damas de aquel tiempo, sólo diré que usaban las faldas largas, y que demostraban sus gracias y donaires personales, al recogerlas por detrás con una mano, levantándolas con gracia para no barrer el suelo con ellas.

         No he perdido amigo Juanito, ninguno de tus escritos publicados por EL CENTROAMERICANO. Mi hija doña Amanda, viuda de Icaza Icaza, con la buena dosis que tiene de leonesa y con la simpatía para el enjundioso periódico que ahora tiene esa localidad, me los ha guardado con atención y juntos los hemos leído, pues, dicho sea de paso, mi  hija Amanda tiene ideales de su padre; le gusta mucho el monto, le gusta subir a una montaña, y en las horas que se pudieran llamar de asueto le gusta pasar sus ojos por los papeles embadurnados con tinta de imprenta.

         Respecto a lo que yo llamo el restregón a mi favor, en tu escrito del 13, te digo: que talvez se te pasó la dosis de miel a mi favor. Pero en fin, no solo de pan vive el hombre, te lo recibo todo y todo te lo agradezco.

         Lo que sí, ya que se ofrece hablar de Rubén, en relación al retrato que yo hice venir de España, para el Gobierno de Nicaragua, y para que se sepa dónde está ese retrato, diré aquí; que, por las maos hábiles de don Abelino Serrano, y por mandato del Presidente de la República General José María Moncada, ese retrato en cerámica está en la pared, en el salón de recibo de la Casa Presidencial, a mano derecha, casi al fondo cuando  ya se avista la Laguna de Tiscapa al Sur.

         Y ya que hablamos de retratos de Darío, me voy a permitir decirte aquí, que para mí, los mejores retratos de Rubén son: uno que yo conservo, y que es el primero que se le tomó en calma, en su tierra: está en un salón, está todavía con barba completa, pues, con barba completa llegó a Nicaragua, en 1907. Viste de blanco con una especie de guerrera, abrochado hasta arriba, está sentado en una silleta y le acompaña el Doctor Manuel Maldonado, de pie. El otro retrato bueno, es el que está en la Casa Presidencial, que es el primero que le hicieron en España, ya rasurado totalmente, pues, así quiso Rubén, presentar Credenciales ante el Rey don Alfonso XIII.

                   Y, a ti querido Juanito, que me conoces; a ti que me puedes creer; a ti que te gusta saber las cosas, te voy hacer unas confesiones ya que estamos endaríados.

         Si, yo puse a Rubén, desnudo de medio cuerpo arriba,  y dicho de paso, Rubén tenía físicamente un pecho hermosísimo; amplio, lleno blanquísimo, sin vello. Dos pechos de hombre de esa clase que he conocido en mi vida: el del tenor español Hipólito, y el del poeta nicaragüenses Rubén Darío. Dos cosas tenía Rubén, que incitaban al beso de su pecho y sus manos; yo querido Juanito, te digo: que lleno de fanatismo, besé la noche del 24 de Enero de 1908, el pecho y las manos de Rubén Darío.

         Esta se ha hecho larguita, te mando un abrazo y pongo punto final.

                 DIONISIO MARTÍNEZ SANZ

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