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Estos son algunos de los detenidos por las autoridades de Investigación y a la orden del Titular del Ejecutivo. Permanecen presos a pesar de haber cumplido ya los diez días que la Constitución permite. La Prensa, 11 de Diciembre de 1967.
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Un año después de la carceleada, el poema Calendario del Indio
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Enero es el mes en que los Indios campesinos cortan el café
bajo la fría silampa. Penosamente llevan grandes sacos,
que cuando son pesados, de pronto se vuelven livianos como plumas.
Beben café de maíz quemado, y comen duros frijoles con
gorgojos y duermen tirados en el suelo en húmedos
y promiscuos y asfixiantes campamentos oscuros.
En febrero los Indios campistos trasladan el ganado
del Patrón a lugares húmedos. Los campesinos socolan
las tierras del Patrón, y talan gratuitamente las tierras
del Instituto Agrario, montaña adentro.
Los Indios entregan al Patrón la medianería
de maíz de guintaca que cosecharon con gran sacrificio
y luego persiguen por guindos y cuevas a las
ariscas iguanas que huyen veloces subiendo a los jiñocuaos,
para comerla golosamente y beberlas con cususa.
En marzo y abril se queman los potreros y las garrapatas
y se quema intencionalmente las casas de paja de los
Indios que viven desde antaño junto a las quebradas,
orillas de la selva, y también se incendian los ranchos
de los Indios desposeídos que llegaron con sus familias
y sus perros, huyendo de la voracidad de los
grandes finqueros de la Reforma Agraria y de los diputados.
Comienza el desfile trágico de los tayacanes indios que se
opusieron con violencia a la hoguera, la destrucción y la
ruina de sus rústicos hogares.
Los Indios amarrados como cerdos caminan mudos resistiéndose
revolcándose, negándose a dar un paso más,
mientras los jueces de mesta y sus ayudantes y los militares
los palean brutalmente,
en tanto sus mujeres Indias suplican, gritan, maldicen, lloran
tiran piedras para que no los maten.
Los Indios sudorosos polvorientos heridos pepenando a veces
sus muertes caídas detrás de un cerro solitario,
un gancho de camino, un río sin nombre, y a plena luz
bajo un chilamate,
llegan y entran a las cabeceras departamentales
llenas de Inspectores de trabajo, Directores de Policía,
Alcaldes, Senadores y Jueces siniestros.
Los Indios descalzos, sangrantes, sedientes y
sin sombreros, en fila india marchan empujados enmedio de
la calle, en la mañana, al mediodía, en la tarde,
sin que nadie los vea, ni les hable, ni los oiga.
Después, sus adoloridas sombras se alargan desmesuradamente...
En mayo el Indio planta una Cruz verde delante de su choza
invocando la lluvia. Luego hace cinco surcos de arado:
dos para el Patrón, uno para el guardia, otro para el cura
y el quinto, ya cansado, para él y toda su familia.
En junio el Indio desyerba, limpia, aporca, vigila la milpa
y entierra después del trabajo, sus cipotes muertos
de hambre y diarrea.
En julio el Patrón dice al Indio: -- Por cada elote que cojás
tenés que darme dos mazorcas en la tapisca.
Por la noche los Indios sueñan grandes comilonas de yoltamales,
güirilas, esquites y atoles.
En agosto toda la Indiada celebra regocijada
alegres fiestas en honor al Padre Sol y a la Madre-Luna.
Los campistos arrean por los caminos el ganado gordo
que llevan a los mataderos. El quesero, viudo y enfermo, lava
su ropa única aprovechando la canícula.
En septiembre el Indio preparara nuevamente la tierra.
Siembra otra vez el maíz y el frijol de postrera. Y sirve
de espantapájaros cuando su mujer para un Indio nuevo con un
gran comal morado en la rabadilla, y una amplia sonrisa
recién nacida en los labios.
En octubre bajo copiosa lluvia el Indio tirita la malaria.
En las grandes plantaciones de algodón muere envenenado
por el toxafén y el contondoch, al mismo tiempo que el Gobierno
publica con ufano deleite impresionantes estadísticas
de los altos niveles económicos per-cápita
y el Patrón hace severos cálculos de ganancias y utilidades.
Si se queja es despedido sin preaviso ni prestaciones
por haragán, borracho y agitador anti-cristiano.
En noviembre los Indios tapizcan, entregan la cosecha
malvendida de futuro al Patrón,
y comienzan el peregrinaje anual
hacia los cuatro rumbos de la Patria.
En diciembre el Indio cae rendido en la zafra azucarera,
cae transportando voluminosas pacas de algódón,
cae llevando pesados sacos de café,
cae hachando caoba en los cortes de madera,
cae ensartando interminables manojos de tabaco.
En la Costa Atlántica los Indios mueren todos los meses
asfixiados en la mina, vomitando sangre y bilis, y partícula
de cobre, y de oro, y saliva amarga
en un idioma que nadie comprende.
Mueren trabajando borbollones rápidos de agua de río y de mar,
mueren picados de toboba y de fiebre amarilla.
Los Indios de la Costa también caen como los del Interior.
Suerte de los Indios que nunca llegan a ser viejos!
Indio amigo algún día te diremos: Compañero ya no tenés patrón
y toda la tierra es tuya.
Recuerda: Toda la tierra es tuya!
Por DÁVILA BOLAÑOS
Diciembre de 1968.
Estelí, Nicaragua.
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