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(´Para el álbum
selecto del distinguido
caballero Doctor Joaquín Vijil
con todo mi aprecio. –
El Autor.)
RUBÉN DARÍO vive como sol
refulgente,
desde el Alfa y Omega de su propio destino;
oros de mediodía da su “Marcha” imponente,
y zafiros adornan a su verso divino.
Porque el azul es símbolo de su gloria potente,
su nombre es un escudo inmortal y altivo;
Cisne Rey que consagra de su amor el Continente;
por métricas, estilo, ritmos e intuitivo,
y Apolo le ciñe de pámpanos la frente.
En sus “Primeras Notas” lucen de primavera,
sus románticos versos, ingenios y tan raros,
que presintió la América su arte por doquiera
y el despertar del Genio, a quien sirvió de Paros,
el conjuro de lagos en su gentil quimera.
Renovador insigne del habla castellana
que cantó sinfonías en singular estilo,
Asombro de la magia, perseguidor de Diana,
y eterno devoto de la Venus de Milo,
pues tuvo por cerebro gigantesco pabilo.
De la verde campiña las auras abanican
de su “Trópico” el canto de regional sabor.
No sucede lo mismo a poetas que claudican
y como nubes pasan sin básico valor,
Porque Darío es Padre de mirlo y ruiseñor.
Los “Motivos del Lobo”, son de santa doctrina,
o reflejo del ibis del humano concepto.
Y son máximas puras de orientación divina;
de lo bueno y lo malo, de la zaña (sic) que obstina,
y lo grande que enseña, San Francisco dilecto.
En el “Himno a la Carne”, robustecen las formas
de la belleza que arde y la obsesión que empeña.
Se pronuncia elocuente la ilusión y las normas;
y saber y potencia y del hombre que Sueña
por la mujer que vence sin lugar a reformas.
En el regio Palacio la Princesa está triste,
porque ya no se escucha la regia “Sonatina”.
La rusa de Menalk, fúlgida bailarina.
Se siente y nos cautiva y se oye que patina.
Y, “Remember” en Francia por la novia que llora
deshójanse cual una margarita que esplende
el sabor de misterio de amor que desflora
mientras ruda la Parca su funeral existe
y oración de nostalgias al infinito asciende.
Que digan los Centauro y la Mitología,
si en lengua extraña existe el coloquio inmortal.
Era Rubén el raro Rawí de la armonía,
Soñador visionario de góndola imperial,
que concibió deidades de magistral poesía.
OFRENDA:
desde el Alfa y Omega de su propio destino;
oros de mediodía da su “Marcha” imponente,
y zafiros adornan a su verso divino.
Porque el azul es símbolo de su gloria potente,
su nombre es un escudo inmortal y altivo;
Cisne Rey que consagra de su amor el Continente;
por métricas, estilo, ritmos e intuitivo,
y Apolo le ciñe de pámpanos la frente.
En sus “Primeras Notas” lucen de primavera,
sus románticos versos, ingenios y tan raros,
que presintió la América su arte por doquiera
y el despertar del Genio, a quien sirvió de Paros,
el conjuro de lagos en su gentil quimera.
Renovador insigne del habla castellana
que cantó sinfonías en singular estilo,
Asombro de la magia, perseguidor de Diana,
y eterno devoto de la Venus de Milo,
pues tuvo por cerebro gigantesco pabilo.
De la verde campiña las auras abanican
de su “Trópico” el canto de regional sabor.
No sucede lo mismo a poetas que claudican
y como nubes pasan sin básico valor,
Porque Darío es Padre de mirlo y ruiseñor.
Los “Motivos del Lobo”, son de santa doctrina,
o reflejo del ibis del humano concepto.
Y son máximas puras de orientación divina;
de lo bueno y lo malo, de la zaña (sic) que obstina,
y lo grande que enseña, San Francisco dilecto.
En el “Himno a la Carne”, robustecen las formas
de la belleza que arde y la obsesión que empeña.
Se pronuncia elocuente la ilusión y las normas;
y saber y potencia y del hombre que Sueña
por la mujer que vence sin lugar a reformas.
En el regio Palacio la Princesa está triste,
porque ya no se escucha la regia “Sonatina”.
La rusa de Menalk, fúlgida bailarina.
Se siente y nos cautiva y se oye que patina.
Y, “Remember” en Francia por la novia que llora
deshójanse cual una margarita que esplende
el sabor de misterio de amor que desflora
mientras ruda la Parca su funeral existe
y oración de nostalgias al infinito asciende.
Que digan los Centauro y la Mitología,
si en lengua extraña existe el coloquio inmortal.
Era Rubén el raro Rawí de la armonía,
Soñador visionario de góndola imperial,
que concibió deidades de magistral poesía.
OFRENDA:
Consagración perpetua le rindo a tu prestigio,
Embajador del arte, del idioma y la fama,
A la rima pusiste lírico gorro frigio,
Impera tu estandarte entre el verbo y la llama
del canto que se esparce de apolíneo prodigio.
Tus musas y tu ensueño, tus cisnes y tu idea,
Juntas siempre se encarnen a tu númen de Bardo.
Que eternice tu gloria Dios que las glorias crea,
que tus méritos salve del ponzoñoso cardo,
y los siglos respeten tu nombre: ¡Así sea!
Managua, Nicaragua, C.A. Febrero de 1952
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