lunes, 23 de octubre de 2023

COLUMNA DARIANA / LA FINEZA DE SU OÍDO, EL DON MUSICAL QUE REVELABA. Por: Luis H. Debayle. En: La Noticia, 3 de Octubre de 1967.

 


Columna Dariana

La fineza de su oído, el Don Musical que revelaba. En: La Noticia. 3 de Octubre de 1967.

Por: Luis H. Debayle

Médico eminente, escritor y poeta, gran amigo de Darío desde la infancia y hasta el último momento de su vida.

    No puedo menos que recordar, época y escenas que, fija con fotográfica exactitud están en mi memoria. Tus comienzos, tus amores, tu timidez, natural retraimiento interpretado erróneamente por intelectos mediocres, tu carácter y originalidad personal, cuyo sello he visto estampado en tus obras, en las etapas de tu vida literaria y en tus misma innovaciones y conquistas. Desde entonces pudimos leer los que te conocimos bien aquel mandamiento promulgado más tarde en tu Decálogo literario: “El clisé verbal es dañoso porque encierra en sí el clisé mental y juntos perpetúan la anquilosis, la inmovilidad”.

     Bien presente tengo tu disposición especial por el dibujo, probada en el admirable retrato de Mr. Swan, que valió al improvisado artista la honra de colocar su obra en el salón de nuestro Club.

     Y la sutil fineza de tu oído, el don musical que revelaste en los rudimentarios teclados del acordeón y del armónium, y que más tarde le hizo gustar música wagneriana, siendo a mi entender esta facultad admirable de tu artística personalidad, la clave, en parte, de la delicadeza de su ritmo y de la obra de innovación sintetizada en su singular teoría de la MELODÍA IDEAL. Porque has querido ir hacia el porvenir “siempre bajo el divino imperio de la música, --música de las ideas, música del verbo”. Y eres hoy, como lo confirma el eminente crítico musical español Subirá, “el óptimo músico de sonoridades wagnerianas de bellos ritmos y de ideas bellísimas.

      Como quisiera tener aquí presente aquel personaje decorativo, rico influyente, con etiqueta de sabio e incapaz de comprender los quiméricos sueños del poeta y los vuelos del arte, espíritu hecho en molde, como abundan entre nosotros, para quien sólo existía la clásica verdad rutinaria, y que el ver mi cariño rayano en admiración por tí, me preguntó extrañado:

     —¿Y qué encuentra Ud., de extraordinario en ese joven? Tus grandes hechos han confirmado plenamente mi previsión, y mi respuesta de entonces.

     Tú podría contestar hoy, mejor que yo lo hiciera; y mejor que nosotros. Marcelino Menéndez Pelayo, Valera y otros más que han proclamado la exactitud de tu numen.

     Y José Enrique Rodó, al escribir “Es el leader de la literatura hispanoamericana. Y Emilio Castelar al enviarte su discurso en la Academia Española: “Mi cariño, mi amistad, mi admiración constante, usted los tiene”.

     Y Juan R. Jiménez: “Es indiscutible que Rubén Darío, caballeresco y emocionante, es el poeta más grande de los que actualmente escriben castellano”.

     Y Francisco Navarro Ledesma: “Muerto Campoamor, la lengua castellana cuenta por fin, con un gran poeta de ideas y sensaciones, a quien ni el mismo Zorrilla le igualaría en el sentido musical”.

     Y Martínez Sierra. “Rubén Darío ha hecho vibrar la música de la lengua española para cantar, complejas maravillas, cisnes, mujeres, inquietudes, boscajes, marchas de triunfo, madrigales, filosofías viejas florecidas en corazones nuevos, galanterías inmortales, flores y centauros”.

       Y González Blanco, y Justo Sierra: “Es el poeta múltiple; es el poeta complejo; es el poeta inquieto; es el poeta atormentado; es el poeta admirable…” “Es evidente que ha entrevisto y nos ha hecho entrever un color más en la poesía castellana un ultra violeta que no conocíamos”.

     Y Elysio Carvalho, se explicaría: “Es un artista refinado, aristócrata y suntuoso, que practica el arte del sueño, el culto a lo irreal y al idealismo puro… es uno de los mayores, si no el mayor de los poetas de la América española, en estos momentos de la raza y de la lengua”.

     Y el coro de los hombres de arte y discípulos y admiradores de tu obra de regeneración y renacimiento, podría juntar su colectiva exclamación ante la homérica figura: “Es no sólo un poeta eminente, ¡sino el príncipe de los poetas del habla castellana!

     Cuantas veces se recordaron aquí mismo escenas de tu infancia, la portentosa precocidad de tu talento: y cómo tu nombre repetido con orgullo por los padres, producía el éxtasis de admiración en las juveniles almas de los niños.

     El destino quiso ponerme en contacto con las principales etapas de su vida: en la infancia, en la escuela, en su primer viaje a España, en su vuelta triunfal a esta tierra querida; en sus triunfos recientes de Europa y América del Norte, y por último, en su enfermedad y en su muerte.

     Reclamo un sólo honor: haber desde nuestra niñez, amado al amigo, y adivinado al genio.

     Hace algunos años di la bienvenida a este peregrino del ideal.

     Su corazón enternecido vertió su lágrima filial sobre la “crin amada su viejo León” –Y dijo:

     Mis ilusiones y mis deseos y mis Esperanzas, me dicen que no hay Patria pequeña, y León es hoy a mí, como Roma o París”.

     Y aun resuena en mis oídos su frase emocionada respondiendo a la salutación en mi hogar:

“Aquí un verbo ha brotado que inspira y perdura,

Aquí se ha consagrado a la eterna armonía

Por las rosas de idea que han dado al alma mía

En sus pétalos frescos, la fragancia más pura.

Suaves reminiscencias de los primeros años

Me brindaron consuelos en países extraños;

Y hoy sé por el destino prodigioso y fatal

Que si amarga y dura la sal de que habla el Dante

No hay miel tan deleitosa, tan dulce y tan fragante,

Como la miel divina de la tierra natal.

     Vino entonces a depositar sobre el altar de la Patria los trofeos y las coronas de sus triunfos.

     Y esta vez volvió al viejo nido, cual ave mortalmente herida, a reclinar su frente moribunda en el regazo materno, para que recogiésemos su último aliento y para que sus sagrados despojos glorificasen esta patria querida y desgraciada, tan digna por mil títulos de nuestro afecto; para que su tumba irradiase su luz inmarcesible sobre el orbe civilizado.

     Para Grecia, Homero; para Italia, el Dante; para Inglaterra, Shakespeare; para Francia Víctor Hugo; para Nicaragua, para Centro América, para la América Latina. Rubén Darío.






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