domingo, 15 de septiembre de 2024

En Matagalpa, el final existencial de ALEJANDRA HERNÁNDEZ., reina indígena del centenario, en 1962.

            


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Liminar de Eduardo Pérez-Valle T.: 

    En la página 252 del libro "Barroco descalzo", escrito por el doctor Erick Blandón Guevara, publicado bajo el sello editorial de la Universidad de la Región Autónoma de la Costa Caribe de Nicaragua. 1ª Ed. Julio, 2003., encontramos interesantes datos y análisis de capital importancia histórica, en esta ocasión, hago mención de la "Reina Aborigen" Alejandra Hernández, que de acuerdo con ese pasaje histórico, recibió la distinción de "Alejandra I",  otorgada por los indígenas matagalpas para representarlos en 1962, como "Reina Indígena del Centenario de Matagalpa". 

    Blandón Guevara presenció el desfile, a ella, la "Reina" la recuerda como una "india imponente". Ese adjetivo, lo vinculé a través del imaginario, porque el artículo está acompañado de varias fotografías de aquella fisonomía, de esa sugerida fenotipia y genotipia aborígen; no obstante, no hay referencia de cómo o dónde terminó ese reinado físico. Con algún resquicio de tiempo me propuse en agenda, encontrar algún dato sobre la primera y única "Reina" de quien el refranero popular diría que, a los matagalpinos indígenas o ladinos, esa cualidad extraordinaria entró con particulares distinciones y preferencias hacia el cerebro de cada espectador. 

    Tres años después, en 1965, nadie habló si aquello fue único para el centenario citadino, reinado sin renovación hereditaria o parafernálico. Las riquezas de la imaginación terminaron con el fallecimiento de Alejandra I. Aquella "india imponente", en Octubre de 1965 entró a la sepultura, y según la nota periodística: "olvidada de sus súbditos ladinos". 

    Aún, con la estrechez de aquella noticia,  a los del presente nos permite precaver que las diferencias de cultura ponen tristísimos, dolorosos y separados llantos en la raza amada. 

    Aquí la noticia complementaria, de 1965:

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ALEJANDRA HERNÁNDEZ la reina indígena de las fiestas del centenario, en 1962.

    Los matagalpinos de mi generación no olvidaríamos el desfile –nunca visto antes ni después—con que se clausuraron esas fiestas del centenario (1962), el cual se inició con la carroza de Alejandra Hernández, una india imponente, de la comunidad de El Chile, que hablaba la lengua Matagalpa y que desde su sitial saludaba, como reina indígena de las fiestas, sin esbozar ninguna sonrisa, con el traje autóctono de manta blanca, hilada en su comunidad. Iba tocada con una pobre y pretenciosa corona de abalorios confeccionada por manos ladinas especialmente para la ocasión. Su rostro adusto, inspiraba temor y respeto a un tiempo.

    El paseo de varias decenas de carrozas alegóricas lo cerraba la reina ladina Edda Haslam Blandón, arriba de un simulacro de carro tirado por dos pegasos de cartón y madera. La india representaba el atraso y la barbarie; la otra, descendiente de mestizos y de los inmigrantes europeos que llegaron a la región en el siglo XIX, la civilización occidental. No es éste el lugar para discutir qué negociaciones o imposiciones hubo de por medio para que los indios fueran llevados a aquella fiesta, que significaba el triunfo de los ladinos europeizados, sobre una cultura que en aquellas fechas se daba por cancelada. Sólo me interesa dejar sentado que la vida pública y privada no era pensable sin la presencia de indios y ladinos, en relaciones desiguales.

    Para nosotros, los indios no eran objeto arqueológico, eran sujetos que veíamos diario y de quienes conocíamos parte de su dolorosa historia de despojo y destrucción de sus comunidades. Había una canción de sus mujeres o inspirada en ellas, que era infaltable en las veladas culturales de mi infancia. Si la memoria no me falla, decía así:

         Sumus las indias de las cañadas

         cuando el cenzontle cantaba tierno

         me lo decía flor de batata

         si me lo pide flor de jazmín

    Allí habían estado, y nunca, como en el verso inicial, se olvidaron de proclamarlo. Los mirábamos cada 31 de diciembre llegar al Común, a la vela de las varas de las nuevas autoridades de la comunidad indígena.

    Blandón Guevara, Erick. Barroco descalzo. Editorial: Universidad de la Región Autónoma de la Costa Caribe de Nicaragua. 1ª Ed. Julio, 2003.  252 pp. 

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EN PETATE BAJÓ A LA TUMBA ALEJANDRA I. La Prensa. Managua, D.N. Domingo 3 de octubre de 1965.

    Envuelto en petate, bajó a la tumba el cuerpo de la Reina Indígena del Centenario de Matagalpa, Alejandra I.

    Olvidada de sus súbditos “ladinos”, la “Reina Alejandra recibió de sus compañeros de comunidad el más imponente tributo póstumo.

    Orgullosos del título conquistado por Alejandra Hernández durante las celebraciones del primer centenario de Matagalpa como ciudad, en 1962, los indios no permitieron que la “Reina” fuera sepultada el mismo día en que falleció víctima de un síncope cardíaco.

    Tampoco aceptaron que su cuerpo ocupara una modesta caja de madera que un “ladino” residente en la comarca ofreció con ese fin. Ella debía bajar a la tumba como habían bajado sus antepasados: envuelta en petate.

    Durante dos noches, los indios de El Chile y comarcas aledañas acompañaron el cuerpo de Alejandra, entonando cantos que “ladinos” presentes calificaron como impresionantes.

    Al tercer día de fallecida, la “Reina” Alejandra bajó a la tumba que para ella se había abierto en el humilde cementerio de El Chile.

    Rostros impenetrables, tras los que se ocultaba la emoción que embargaba el corazón de cada uno de los indígenas, dieron el último adiós a su soberana.

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Fotografía tomada del libro "Barroco descalzo", escrito por el doctor Erick Blandón Guevara


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