viernes, 1 de agosto de 2014

“¡ESTA, DIJO MENA…!” LA FAMOSA FRASE DE LUIS MENA O LA HEREDAD DE LOS POLÍTICOS TAIMADOS...

 ***********Ω Ω***********
Líderes antizelayistas en 1909, de pie: José María Moncada y Adolfo Díaz; sentados: izq. Luis Mena y Carlos Cuadra Pasos.
 ***********Ω        Ω***********

Del Editor del Blogspot: 

A través de esta "Ventana" ahora vamos a poner las miradas en el personaje de la famosa frase “¡Esta, dijo Mena…!”. Con el tiempo esa expresión quedó arraigada en el hablar de los nicaragüenses; pues bien, en el cometido de identificar la historia del personaje y su famosa exclamación, seleccionamos de nuestro Archivo Histórico, tres interesantes artículos periodísticos; en el primero está la historia de esa "Guatusa de Mena", por cierto, de permanente uso; las circunstancias las relata de manera introductoria el recordado periodista Pedro Rafael Gutiérrez, para luego centrar el artículo en la historia de la carta elaborada por el general Luis Mena que remitió a Woodrow Wilson, Presidente de los EE. UU. A continuación, "ensancha la Ventana", otro pionero del periodismo nacional, Juan García Castillo, autor de abundantes y reveladores testimonios de su época, mismos que en algún momento intentaremos reunir para publicarlos como merecido homenaje a su memoria y al periodismo nacional. 

En estos tres artículos, localizamos interesantes detalles sobre la personalidad del general Mena, la forma de actuar, que en estos tiempos están al alcance de la subespecialidad denominada "historia de las mentalidades"; es así que nada puede separarse en el corpus histórico,  la expresión “¡Esta, dijo Mena…!” siempre pertenecerá a la heredad de los políticos taimados... al apetito oculto de los detentadores de poder... Mena fue un "sobreviviente" o un escurridizo de la política criolla.  

Oriundo de Nandaime, era considerado un granadino "periférico", sin la alcurnia, el linaje y el abolengo de la Calle Atravesada. Estos episodios ocurrieron cuando él probablemente tenía entre 46 y 47 años de edad, calculados a partir de la consignación en otros documentos fechados en 1911, por lo cual se estima que nació en 1865.  Quizás su primera relación con  la política provenía del cargo desempeñado por su padre que fue alcalde de Nandaime. Carlos Cuadra Pasos consigna en sus libros, que Mena “tuvo una niñez rústica en Nandaime. Apenas pasó los cursos de primaria en las escuelas públicas". Trabajó en plantaciones de bananeras y a partir de su permanencia en la Costa Atlántica, tomó parte en la Reincorporación (y posterior repartición liberal) de La Mosquitia, la que hemos abordado por separado en otro artículo publicado en este Blogspot. 

***********Ω        Ω***********

“¡Esta, dijo Mena…!”

WOODROW WILSON LIBERTÓ AL GENERAL LUIS MENA. Por: Pedro Rafael Gutiérrez. En: La Prensa, 28 de Noviembre de 1976.

* Secuestrado por los yanquis
* Metido en un vagón de carga
* Le puso Moncada “El Canelo”
* Una carta decidió su libertad

El General Luis Mena, uno de los más pintorescos revolucionarios nicaragüenses de principios de siglo, luego de haber sido secuestrado por tropas yanquis de ocupación en la ciudad de Granada, recuperó su libertad a los pocos días de la toma de posesión del Presidente Woodrow Wilson, tras varios meses de prisión en manos de los marinos acantonados en Panamá.

Una vigorosa carta fechada en Panamá el 5 de marzo de 1913, ejemplo de valor y patriotismo, fue salvada del olvido por el doctor Andrés Vega Bolaños y rescatada para aquellos que quieran algún día escribir con documentos en la mano, los controversiales episodios de la llamada Guerra de Mena.

Con lenguaje sencillo, el hombre que abandonó a su suerte a la columna que lo seguía, aduciendo las molestias que le causaba el reumatismo, protestaba por la intervención, por el sometimiento al que había sido obligado el país y reclamaba su libertad llamando hasta las propias puertas de la Casa Blanca.

MENA BAUTIZÓ A MONCADA COMO “EL CANELO”

Originario de Nandaime, Mena era un hombre de muchísimos amigos, a extremos que el General Emiliano Chamorro señala que sus éxitos se debía al enorme tren de inteligencia que acompañaba a sus campañas, de parte de simpatizantes en todo el país.

Factor decisivo en el derrocamiento de Zelaya, que puso precio a su cabeza, Mena se había casado con una hija natural del General Montiel, a quien acompañó en muchos combates librados en la ensangrentada tierra nicaragüense.

Mena se jactaba en el retiro que siguió a su prolongado exilio, de haber bautizado al General Moncada con el nombre de “El Canelo” que era precisamente un perro cazador del General Montiel, al que se le atribuían condiciones excepcionales para olfatear la presencia del enemigo.

Mena decidió llamar a Moncada “El Canelo” cuando en varias ocasiones el general liberal mostró una astucia que Mena comparaba con la del sabueso de su suegro.

Luis Mena participó activamente en la revuelta que trajo consigo la dolorosa ocupación yanqui de 1912; y al lograr su libertad en Panamá, se trasladó a Barcelona donde convivió con varios nicaragüenses que estudiaban allá, entre ellos el General Roberto Martínez, extriunviro.

GENERAL ZELAYA: AQUÍ LE TRAIGO MI CABEZA

Pese a haber sido enemigo furibundo de Zelaya, en cuya caída tuvo una preponderante actuación, cuando el dictador vivía en España la amarga rutina del exilado, Luis Mena se presentó en su casa.

Tocó el timbre y mandó a decir al General Zelaya  con un sirviente elegantemente vestido: “Dígale a Zelaya que aquí está Luis Mena. Una vez él puso precio a mi cabeza ofreciendo diez mil dólares. Dígale a su patrón que yo se lo traigo personalmente y que sólo cobrará la mitad de la recompensa”.

Zelaya recibió a Mena y hablaron de la prolongada guerra que culminó con la “desestabilización” de su régimen, cuando se tomó el ajusticiamiento de dos mercenarios yanquis, como pretexto para mandar los “marines” a Nicaragua.

Entre los dos Generales ocurrió el siguiente diálogo:

--¿Cuál es la cabeza que me traes…? –preguntó Zelaya sonriente.

--¡Ésta, dijo Mena! Haciendo un significativo gesto con la mano empuñada.
EL FERROCARRIL MISTERIOSO

Luis Mena había sido capturado por el Coronel Buttler, uno de los pretores que comandaban las fuerzas de ocupación, alrededor del 29 de septiembre de 1912.

Una tijera de lona se acomodó en un vagón de carga del ferrocarril, que cubrieron con hojas de plátano para que el calor no calcinara a Mena, que a regañadientas se introdujo en lo que en realidad era una celda con ruedas de acero.

Con gran sigilo fue llevado a Corinto, en un secuestro que resultó decisivo para el curso que tomaron los acontecimientos.

El misterioso tren pasó velozmente casi sin hacer paradas. Más tarde se supo que Mena había sido llevado a Panamá, donde lo cuidaban veinticuatro horas al día los eficientes guardiamarinos del Hospital Ancon.

LA CARTA ABIERTA AL PRESIDENTE WILSON

El triunfo del candidato demócrata, el profesor universitario Woodrow Wilson abrió las esperanzas y las puertas de la prisión de Luis Mena. El sábado 15 de marzo de 1913, el “Diario de Panamá” publicó la carta del general nicaragüense al presidente Wilson, que motivó su liberación.

“Si es verdad, como he sabido, dice Mena, que usted es un hombre de leyes y de principios, resultará indudablemente cierto el pronóstico general de que bajo su administración, será siempre respetada la justicia y por consiguiente su gobierno hará retorna hacia los Estados Unidos las simpatías universales de que gozaba antes”.

Y continúa diciendo el General Luis Mena: “Quizá sepa usted que yo soy en estos momentos un prisionero del gobierno que usted dignamente preside desde ayer. Pero mi prisión data desde el 29 de septiembre de 1912 y tiene por origen un hecho insólito en la historia del mundo. Ejercía yo el cargo de Ministro de la Guerra del Gobierno de Nicaragua y había sido electo presidente de la República por la Asamblea Nacional, para el período que principió el primero de enero de este año”.

Mena continúa expresando su condena sobre lo que él llama “el siniestro plan” del ministro yanqui G. T. Weitzel, de quien se comentaba en esa época haber recibido doscientos mil dólares por gestionar la intervención para Nicaragua.

Se dice que varios acaudalados conservadores, entre ellos Ernesto Fernández, habían suscrito un pagaré solidariamente con don Adolfo Díaz, para obtener de un banco de Estados Unidos el dinero necesario para pagarle al diplomático.

EL POR QUÉ DE SU GUERRA

En el extraordinario documento, Mena afirma: “Salí por la noche para Masaya con un grupo de amigos y así, obligado por las circunstancias, tuve que sostener un movimiento armado en defensa de mis garantías personales, de las disposiciones de la Asamblea, nulificadas de hecho por el Presidente Díaz y posteriormente con la presencia del ejército de Estados Unidos en tierra nicaragüense. Ese ejército extranjero, desembarcó en el territorio nacional, instaló campamentos de guerra en varios lugares de la república y llegó hasta tomar participación activa en los combates que libraron los patriotas, defensores de la autonomía contra las fuerzas del llamado gobierno de don Adolfo Díaz, desconocido por la Asamblea Nacional de Nicaragua y apoyado abiertamente, a pesar de eso, por el Ministro Weitzel y por los soldados de la Marina Americana”.

CAMBIA GIRO DE LA CONTIENDA

Mena señala a Wilson que “la presencia en Nicaragua de las tropas regulares de los Estados Unidos, hizo cambiar el carácter civil de la contienda, en una jornada nacional en que patriotas de todos los partidos políticos, se aprestaron a combatir en defensa de la soberanía, ultrajada innecesaria e injustamente, con la ocupación militar y violenta del territorio por un ejército de nacionalidad amiga, con el cual Nicaragua estaba en paz”.

En forma dramática, Luis Mena prosigue en su extraordinario documento: “La indignación se trocó en pánico y horror, cuando tras la inmensa carnicería de los últimos combates, los vencedores delirantes se dedicaban al asesinato, al saqueo y al incendio y se vio flotar entre las llamaradas y el humo del desastre, el pabellón de las barras y las estrellas”.

SU CAPTURA Y LA MUERTE DE ZELEDÓN

El reumatismo, evidentemente no le había afectado la mano para escribir su larga carta a Wilson. Mena dice que él sabía “lo desastrosa” que estaba resultando la intervención armada de los americanos  en los combates en que íbamos dominando, y cómo se iba acentuando cada vez el dominio de los extranjeros sobre nuestros pobres pueblos oprimidos y debilitados”.

Mena se rindió y mandó una carta a Zeledón, pero esta fue interceptada y nunca llegó a las manos del defensor del Coyotepe. Dice Mena: “El resultado fue una carnicería en Masaya, que bien pudo evitarse si se hubiese querido avisar al General Zeledón que yo me había separado de la lucha; y tras la derrota de los abnegados patriotas que defendían la plaza, vino el saqueo de la ciudad, el incendio de muchas casas importantes y el asesinato del General Zeledón y de muchos ciudadanos pacíficos no combatientes”.

Luego narra su prisión: “Oficiales norteamericanos me condujeron, enfermo de gravedad, como estaba, al puerto de Corinto y en vez de concederme garantías, como estaba convenido, me embarcaron en un buque de guerra de los Estados Unidos y me trajeron en calidad de preso a la Zona del Canal”, sin explicárseme cómo el anterior presidente de Estados Unidos quiso convertirse en carcelero de un ciudadano que no es subalterno suyo ni tiene otro delito que haber defendido sus derechos y la soberanía nacional de su país”.

A raíz de la carta de la que hemos transcrito algunos párrafos, Luis Mena fue puesto en libertad y alojado en un barco que lo llevó a Barcelona, donde otro exilado, el General Zelaya rumiaba su derrota.

Muchos años después, Mena pedía a Moncada que lo nombrara Cónsul, pero el presidente no firmó nunca el acuerdo.

De regreso a Nicaragua, Mena se dedicó a trabajar la tierra, alejado de toda actividad política.

El hombre que se enfrentó tantas veces a la muerte, murió asesinado en un pleito intrascendente, donde abundaba el licor.

Parecía curado del reumatismo y de la fiebre política. Murió, sin embargo, con las botas puestas. 

***********Ω        Ω***********

GENERAL LUIS MENA
***********Ω        Ω***********

DE LA REVOLUCIÓN DE 1909: MENA, EL MILITAR VICTORIOSO. Por Juan García Castillo. En: El Centroamericano. León, 26 de julio de 1967.

El general Luis Mena, trayendo como segundo al general José María Moncada, fue el jefe victorioso que condujo hasta la capital los ejércitos de la revolución que encabezaba por el general Juan José Estrada, estalló en Octubre de 1909.

Su calidad de triunfador le dio posición preeminente entre el nuevo régimen que se inauguraba.

Pero desde el primer momento, entre los jefes revolucionarios que habían firmado el famoso Pacto Dawson, en la legación de Estados Unidos en Managua, que estaba en un edificio de un piso que destruyó el terremoto, al sur de donde hoy funciona la Jefatura Política; desde el primer momento repetimos, comenzaron las intrigas de Estrada, Moncada, Chamorro y Mena, para eliminarse mutuamente.

Un día de tantos, el general Mena, el Doctor Cuadra Pasos  y don Alcibíades Fuentes, fueron a Corinto. Cuando estaban en aquel puerto, el general Mena recibió un mensaje confidencial en que se le informaba que no desembarcara a su regreso en la estación del Ferrocarril, que detuviera el tren en Asososca, donde sus amigos le esperarían con unas bestias listas para que se dirigiera a Granada, donde su hermano Daniel, era jefe de la fortaleza de San Francisco y que contenía abundante material bélico, pues los generales Estrada y Moncada habían dado orden de detenerlo para extrañarlo del país.

Pero Mena, que tenía un valor personal innegable, dijo que llegaría hasta la estación y así lo hizo. Allí fue capturado, pero se logró que en lugar de llevarlo a los cuarteles, le dejaran en la residencia del Cónsul inglés, señor Martin, bajo la garantía de éste, que vivía en la esquina donde hoy están las oficinas de la All American Cables.

La prisión de Mena causó sensación, pero fue más sensacional, cuando al siguiente día se supo que el general Estrada y el general Moncada salían para el destierro y que asumía la presidencia don Adolfo Díaz, después de una conferencia en que estuvo presente el Ministro de Estados Unidos.

El general Mena fue nombrado Ministro de la Guerra del régimen presidido por el señor Díaz y en tal cargo era un Ministro omnipotente. En su escritorio manejaba cientos de miles de córdobas en billetes de distintas denominaciones que repartía ampliamente a sus amigos. Subvencionaba periódicos  si mal no recuerdo, “El Diario de Nicaragua” que dirigían los hermanos Juan Bautista y Gustavo A. Prado, recibía dineros del omnipotente Ministro de la Guerra.

El poder del general Mena iba creciendo y como dominaba la Constituyente, es decir, la mayoría de los representantes eran partidarios suyos, logró que se incluyera en la nueva Carta Fundamental un artículo en que se estipulaba que el poderoso Ministro de Guerra, sería el Presidente de la República al terminar su período el señor Díaz.

Este artículo fue un bombazo para el General Chamorro, para el propio Presidente Díaz y para los dirigentes conservadores adversarios del general Mena. El Presidente Díaz dictó un acuerdo removiendo del Ministerio de la Guerra al poderoso general victorioso de la Revolución.

Mena contestó trasladándose, momentos después del anuncio, al Campo de Marte donde se refugió en una de las garitas y poco después salía para Granada. El liberalismo que aspiraba al retorno del poder vio una ocasión propicia de aliarse al general Mena, alianza a la que se opusieron varios liberales prominentes de entonces, entre ellos don Sofonías Salvatierra. Tras de Mena salieron los grupos de liberales que iban a incorporarse al general nandaimeño que había llegado a Masaya y proclamó su rebelión contra el Gobierno del señor Díaz. Encabezaba esos contingentes el general Benjamín F. Zeledón, saliendo todos por Casa Colorada.

Principió la movilización bélica. Las tropas revolucionarias llegaron a Tipitapa. Un trece de Agosto iniciaron el tremendo bombardeo a Managua y ataques a las posiciones de las tropas conservadoras, cuyo mando asumió el general Chamorro. Se notaba que los jefes liberales tenían la consigna de llegar primero a la capital, pero los jefes menistas también aspiraban a lo mismo y así se vio una carrera desenfrenada de jefes revolucionarios liberales y menistas que querían ser los primeros en posesionarse de la capital. Por el lado occidental atacó el general conservador Thomas que pereció en la lucha, trayendo como segundo a un general Rostrán, liberal, y por oriente los generales liberales. Ya se sabe cual fue el final de esta revolución. El Presidente Díaz solicitó la intervención de tropas de Estados Unidos, para que se “expeditara” el camino para que corrieran los trenes del Ferrocarril del Pacífico, que eran propiedad norteamericana y la revolución fue vencida, pereciendo el general Zeledón y el general Mena, vencido más tarde en la fortaleza de San Francisco, en Granada, fue llevado por las tropas norteamericanas a Corinto, siguiendo hasta Ancón, donde estuvo prisionero por algunos meses, regresando a Nicaragua.

Cuando regresó, fue nombrado Intendente de la Costa Atlántica u otro puesto parecido en esa zona.

Un amigo le preguntó que cómo lo habían nombrado, después de que lo habían desacreditado tanto los conservadores. Mena respondió: “En Nicaragua, nadie desacredita, haga lo que haga”.

Tipo pintoresco, era este general Mena. Cuenta don Francisco Huezo, en un libro suyo, que una vez entrevistó al militar conservador y le preguntó:

--¿Pero cuenta usted con votos para llegar al poder?

Y el general Mena campechanamente contestó:

--Para ser Presidente en Nicaragua, no se necesitan votos, sino que lo sostengan a uno “las cañas huecas” y esas yo las tengo.

--Pero a usted le hacen cargos, según las listas de Tácito, de haber recibido fuertes sumas de dinero por sufrimientos morales.

--Para eso hicimos la revolución, contestó el general Mena. Para llegar a la Presidencia y para tener dinero.

Si son ciertas esas palabras, no lo sé, pero lo que sí sé, es que el general Mena, si tuvo dinero, lo dio a sus amigos. Él murió en una honesta pobreza.

***********Ω        Ω*********** 

LOS BILLETES EN EL ESCRITORIO DEL GENERAL MENA Por Juan García Castillo. En: El Centroamericano, 31 de agosto de 1967

Cuando triunfó la revolución de Octubre en 1909, el general Luis Mena era la figura más influyente en el régimen que acababa de inaugurarse.

Como Ministro de la Guerra era omnipotente. Sin residir, ni tener despacho en la Casa Presidencial, sino en la parte nor-oriental del viejo Palacio Nacional, era el verdadero gobernante. Sus órdenes jamás dejaban de cumplirse. Rodeaban al general Mena, un grupo de jóvenes conservadores inteligentes, distinguidos, entre ellos don Alcibíades Fuentes padre.

Como ocurre a los todos poderosos, las solicitudes de dinero que recibía el general Mena eran numerosas  y él era espléndido, manirroto con sus amigos.

La cantidad asignada al presupuesto del Ministerio de la Guerra a su cargo era enorme. Disponía de abundantes fondos y entonces para evitarse el estar firmando recibos para que los pagaran en tesorería general, sacaba fuertes sumas del erario, que manejaba en las gavetas de su escritorio.

El peticionario llegaba hacía su solicitud ante el General Mena. Contestaba éste con su típica voz gangosa, diciendo:

--Bueno hombre, vamos a darte algo. Y abriendo una de esas gavetas, sacaba la suma ofrecida. Había en aquellas gavetas billetes de todas las denominaciones.

Los jefes de la revolución de Octubre tenían sus maneras especiales de repartir el dinero del Estado, desde luego, a sus amigos.

Si el general Mena tenía las blancas, como decía el Maestro Prado, en su escritorio, el General Emiliano Chamorro manejaba dinero en todos los bolsillos de su chaleco, donde se aposentaban las monedas de distintos valores y en los bolsillos de la americana y del pantalón, estaban los billetes, también de distintas denominaciones. 

Conocedor de sus correligionarios, de gran retentiva de las personas que en una u otra forma le habían acompañado en sus luchas bélicas y cívicas, sabía valorar a cada peticionario y  así le echaba mano al dinero de la bolsa del chaleco o de la americana o del pantalón, según la persona.

Mena y Chamorro eran dos hombres totalmente opuestos en carácter y talvez de allí nació el antagonismo que culminó con la caída estruendosa del primero, del escenario político.

Fue famoso en el Managua de 1910 a 1912 el escritorio del General Mena, siempre repleto en todas sus gavetas de córdobas, los ansiados cordobetes, que eran el encanto del Maestro Prado...

***********Ω        Ω*********** 

No hay comentarios:

Publicar un comentario