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Líderes
antizelayistas en 1909, de pie: José María Moncada y Adolfo Díaz; sentados: izq. Luis Mena y Carlos Cuadra Pasos.
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Del Editor del Blogspot:
A través de esta "Ventana" ahora vamos a poner las miradas en el personaje de la famosa frase “¡Esta, dijo Mena…!”. Con el tiempo esa expresión quedó arraigada en el hablar de los nicaragüenses; pues bien, en el cometido de identificar la historia del personaje y su famosa exclamación, seleccionamos de nuestro Archivo Histórico, tres interesantes artículos periodísticos; en el primero está la historia de esa "Guatusa de Mena", por cierto, de permanente uso; las circunstancias las relata de manera introductoria el recordado periodista Pedro Rafael Gutiérrez, para luego centrar el artículo en la historia de la carta elaborada por el general Luis Mena que remitió a Woodrow Wilson, Presidente de los EE. UU. A continuación, "ensancha la Ventana", otro pionero del periodismo nacional, Juan García Castillo, autor de abundantes y reveladores testimonios de su época, mismos que en algún momento intentaremos reunir para publicarlos como merecido homenaje a su memoria y al periodismo nacional.
En estos tres artículos, localizamos interesantes detalles sobre la personalidad del general Mena, la forma de actuar, que en estos tiempos están al alcance de la subespecialidad denominada "historia de las mentalidades"; es así que nada puede separarse en el corpus histórico, la expresión “¡Esta, dijo Mena…!” siempre pertenecerá a la heredad de los políticos taimados... al apetito oculto de los detentadores de poder... Mena fue un "sobreviviente" o un escurridizo de la política criolla.
Oriundo de Nandaime, era considerado un granadino "periférico", sin la alcurnia, el linaje y el abolengo de la Calle Atravesada. Estos episodios ocurrieron cuando él probablemente tenía entre 46 y 47 años de edad, calculados a partir de la consignación en otros documentos fechados en 1911, por lo cual se estima que nació en 1865. Quizás su primera relación con la política provenía del cargo desempeñado por su padre que fue alcalde de Nandaime. Carlos Cuadra Pasos consigna en sus libros, que Mena “tuvo una niñez rústica en Nandaime. Apenas pasó los cursos de primaria en las
escuelas públicas". Trabajó en plantaciones de bananeras y a partir de su permanencia en la Costa Atlántica, tomó parte en la
Reincorporación (y posterior repartición liberal) de La Mosquitia, la que hemos abordado por separado en otro artículo publicado en este Blogspot.
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“¡Esta, dijo Mena…!”
WOODROW WILSON
LIBERTÓ AL GENERAL LUIS MENA. Por: Pedro Rafael Gutiérrez. En: La Prensa, 28 de Noviembre de 1976.
* Secuestrado por los
yanquis
* Metido en un vagón
de carga
* Le puso Moncada “El
Canelo”
* Una carta decidió su
libertad
El General Luis Mena, uno de los más pintorescos
revolucionarios nicaragüenses de principios de siglo, luego de haber sido
secuestrado por tropas yanquis de ocupación en la ciudad de Granada, recuperó
su libertad a los pocos días de la toma de posesión del Presidente Woodrow
Wilson, tras varios meses de prisión en manos de los marinos acantonados en
Panamá.
Una vigorosa carta fechada en Panamá el 5 de marzo de 1913,
ejemplo de valor y patriotismo, fue salvada del olvido por el doctor Andrés
Vega Bolaños y rescatada para aquellos que quieran algún día escribir con
documentos en la mano, los controversiales episodios de la llamada Guerra de
Mena.
Con lenguaje sencillo, el hombre que abandonó a su suerte a
la columna que lo seguía, aduciendo las molestias que le causaba el reumatismo,
protestaba por la intervención, por el sometimiento al que había sido obligado
el país y reclamaba su libertad llamando hasta las propias puertas de la Casa
Blanca.
MENA BAUTIZÓ A MONCADA COMO “EL CANELO”
Originario de Nandaime, Mena era un hombre de muchísimos
amigos, a extremos que el General Emiliano Chamorro señala que sus éxitos se
debía al enorme tren de inteligencia que acompañaba a sus campañas, de parte de
simpatizantes en todo el país.
Factor decisivo en el derrocamiento de Zelaya, que puso
precio a su cabeza, Mena se había casado con una hija natural del General
Montiel, a quien acompañó en muchos combates librados en la ensangrentada
tierra nicaragüense.
Mena se jactaba en el retiro que siguió a su prolongado
exilio, de haber bautizado al General Moncada con el nombre de “El Canelo” que
era precisamente un perro cazador del General Montiel, al que se le atribuían condiciones
excepcionales para olfatear la presencia del enemigo.
Mena decidió llamar a Moncada “El Canelo” cuando en varias
ocasiones el general liberal mostró una astucia que Mena comparaba con la del
sabueso de su suegro.
Luis Mena participó activamente en la revuelta que trajo
consigo la dolorosa ocupación yanqui de 1912; y al lograr su libertad en Panamá,
se trasladó a Barcelona donde convivió con varios nicaragüenses que estudiaban
allá, entre ellos el General Roberto Martínez, extriunviro.
GENERAL ZELAYA: AQUÍ LE TRAIGO MI CABEZA
Pese a haber sido enemigo furibundo de Zelaya, en cuya caída
tuvo una preponderante actuación, cuando el dictador vivía en España la amarga
rutina del exilado, Luis Mena se presentó en su casa.
Tocó el timbre y mandó a decir al General Zelaya con un sirviente elegantemente vestido: “Dígale
a Zelaya que aquí está Luis Mena. Una vez él puso precio a mi cabeza ofreciendo
diez mil dólares. Dígale a su patrón que yo se lo traigo personalmente y que
sólo cobrará la mitad de la recompensa”.
Zelaya recibió a Mena y hablaron de la prolongada guerra que
culminó con la “desestabilización” de su régimen, cuando se tomó el
ajusticiamiento de dos mercenarios yanquis, como pretexto para mandar los “marines”
a Nicaragua.
Entre los dos Generales ocurrió el siguiente diálogo:
--¿Cuál es la cabeza que me traes…? –preguntó Zelaya
sonriente.
--¡Ésta, dijo Mena! Haciendo un significativo gesto con la
mano empuñada.
EL FERROCARRIL MISTERIOSO
Luis Mena había sido capturado por el Coronel Buttler, uno
de los pretores que comandaban las fuerzas de ocupación, alrededor del 29 de
septiembre de 1912.
Una tijera de lona se acomodó en un vagón de carga del
ferrocarril, que cubrieron con hojas de plátano para que el calor no calcinara
a Mena, que a regañadientas se introdujo en lo que en realidad era una celda
con ruedas de acero.
Con gran sigilo fue llevado a Corinto, en un secuestro que
resultó decisivo para el curso que tomaron los acontecimientos.
El misterioso tren pasó velozmente casi sin hacer paradas.
Más tarde se supo que Mena había sido llevado a Panamá, donde lo cuidaban
veinticuatro horas al día los eficientes guardiamarinos del Hospital Ancon.
LA CARTA ABIERTA AL PRESIDENTE WILSON
El triunfo del candidato demócrata, el profesor
universitario Woodrow Wilson abrió las esperanzas y las puertas de la prisión
de Luis Mena. El sábado 15 de marzo de 1913, el “Diario de Panamá” publicó la
carta del general nicaragüense al presidente Wilson, que motivó su liberación.
“Si es verdad, como he sabido, dice Mena, que usted es un
hombre de leyes y de principios, resultará indudablemente cierto el pronóstico
general de que bajo su administración, será siempre respetada la justicia y por
consiguiente su gobierno hará retorna hacia los Estados Unidos las simpatías
universales de que gozaba antes”.
Y continúa diciendo el General Luis Mena: “Quizá sepa usted
que yo soy en estos momentos un prisionero del gobierno que usted dignamente preside
desde ayer. Pero mi prisión data desde el 29 de septiembre de 1912 y tiene por
origen un hecho insólito en la historia del mundo. Ejercía yo el cargo de
Ministro de la Guerra del Gobierno de Nicaragua y había sido electo presidente
de la República por la Asamblea Nacional, para el período que principió el
primero de enero de este año”.
Mena continúa expresando su condena sobre lo que él llama “el
siniestro plan” del ministro yanqui G. T. Weitzel, de quien se comentaba en esa
época haber recibido doscientos mil dólares por gestionar la intervención para
Nicaragua.
Se dice que varios acaudalados conservadores, entre ellos
Ernesto Fernández, habían suscrito un pagaré solidariamente con don Adolfo
Díaz, para obtener de un banco de Estados Unidos el dinero necesario para
pagarle al diplomático.
EL POR QUÉ DE SU GUERRA
En el extraordinario documento, Mena afirma: “Salí por la
noche para Masaya con un grupo de amigos y así, obligado por las
circunstancias, tuve que sostener un movimiento armado en defensa de mis
garantías personales, de las disposiciones de la Asamblea, nulificadas de hecho
por el Presidente Díaz y posteriormente con la presencia del ejército de
Estados Unidos en tierra nicaragüense. Ese ejército extranjero, desembarcó en
el territorio nacional, instaló campamentos de guerra en varios lugares de la
república y llegó hasta tomar participación activa en los combates que libraron
los patriotas, defensores de la autonomía contra las fuerzas del llamado
gobierno de don Adolfo Díaz, desconocido por la Asamblea Nacional de Nicaragua
y apoyado abiertamente, a pesar de eso, por el Ministro Weitzel y por los
soldados de la Marina Americana”.
CAMBIA GIRO DE LA CONTIENDA
Mena señala a Wilson que “la presencia en Nicaragua de las
tropas regulares de los Estados Unidos, hizo cambiar el carácter civil de la
contienda, en una jornada nacional en que patriotas de todos los partidos
políticos, se aprestaron a combatir en defensa de la soberanía, ultrajada
innecesaria e injustamente, con la ocupación militar y violenta del territorio
por un ejército de nacionalidad amiga, con el cual Nicaragua estaba en paz”.
En forma dramática, Luis Mena prosigue en su extraordinario
documento: “La indignación se trocó en pánico y horror, cuando tras la inmensa
carnicería de los últimos combates, los vencedores delirantes se dedicaban al
asesinato, al saqueo y al incendio y se vio flotar entre las llamaradas y el
humo del desastre, el pabellón de las barras y las estrellas”.
SU CAPTURA Y LA MUERTE DE ZELEDÓN
El reumatismo, evidentemente no le había afectado la mano
para escribir su larga carta a Wilson. Mena dice que él sabía “lo desastrosa”
que estaba resultando la intervención armada de los americanos en los combates en que íbamos dominando, y
cómo se iba acentuando cada vez el dominio de los extranjeros sobre nuestros
pobres pueblos oprimidos y debilitados”.
Mena se rindió y mandó una carta a Zeledón, pero esta fue
interceptada y nunca llegó a las manos del defensor del Coyotepe. Dice Mena: “El
resultado fue una carnicería en Masaya, que bien pudo evitarse si se hubiese
querido avisar al General Zeledón que yo me había separado de la lucha; y tras
la derrota de los abnegados patriotas que defendían la plaza, vino el saqueo de
la ciudad, el incendio de muchas casas importantes y el asesinato del General
Zeledón y de muchos ciudadanos pacíficos no combatientes”.
Luego narra su prisión: “Oficiales norteamericanos me
condujeron, enfermo de gravedad, como estaba, al puerto de Corinto y en vez de
concederme garantías, como estaba convenido, me embarcaron en un buque de
guerra de los Estados Unidos y me trajeron en calidad de preso a la Zona del
Canal”, sin explicárseme cómo el anterior presidente de Estados Unidos quiso
convertirse en carcelero de un ciudadano que no es subalterno suyo ni tiene
otro delito que haber defendido sus derechos y la soberanía nacional de su país”.
A raíz de la carta de la que hemos transcrito algunos
párrafos, Luis Mena fue puesto en libertad y alojado en un barco que lo llevó a
Barcelona, donde otro exilado, el General Zelaya rumiaba su derrota.
Muchos años después, Mena pedía a Moncada que lo nombrara
Cónsul, pero el presidente no firmó nunca el acuerdo.
De regreso a Nicaragua, Mena se dedicó a trabajar la tierra,
alejado de toda actividad política.
El hombre que se enfrentó tantas veces a la muerte, murió
asesinado en un pleito intrascendente, donde abundaba el licor.
Parecía curado del reumatismo y de la fiebre política.
Murió, sin embargo, con las botas puestas.
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GENERAL LUIS MENA |
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DE LA REVOLUCIÓN DE
1909: MENA, EL MILITAR VICTORIOSO. Por Juan García Castillo. En: El Centroamericano. León, 26 de julio de
1967.
El general Luis Mena, trayendo como segundo al general José
María Moncada, fue el jefe victorioso que condujo hasta la capital los
ejércitos de la revolución que encabezaba por el general Juan José Estrada,
estalló en Octubre de 1909.
Su calidad de triunfador le dio posición preeminente entre
el nuevo régimen que se inauguraba.
Pero desde el primer momento, entre los jefes
revolucionarios que habían firmado el famoso Pacto Dawson, en la legación de
Estados Unidos en Managua, que estaba en un edificio de un piso que destruyó el
terremoto, al sur de donde hoy funciona la Jefatura Política; desde el primer
momento repetimos, comenzaron las intrigas de Estrada, Moncada, Chamorro y Mena,
para eliminarse mutuamente.
Un día de tantos, el general Mena, el Doctor Cuadra
Pasos y don Alcibíades Fuentes, fueron a
Corinto. Cuando estaban en aquel puerto, el general Mena recibió un mensaje
confidencial en que se le informaba que no desembarcara a su regreso en la
estación del Ferrocarril, que detuviera el tren en Asososca, donde sus amigos
le esperarían con unas bestias listas para que se dirigiera a Granada, donde su
hermano Daniel, era jefe de la fortaleza de San Francisco y que contenía
abundante material bélico, pues los generales Estrada y Moncada habían dado
orden de detenerlo para extrañarlo del país.
Pero Mena, que tenía un valor personal innegable, dijo que
llegaría hasta la estación y así lo hizo. Allí fue capturado, pero se logró que
en lugar de llevarlo a los cuarteles, le dejaran en la residencia del Cónsul
inglés, señor Martin, bajo la garantía de éste, que vivía en la esquina donde
hoy están las oficinas de la All American Cables.
La prisión de Mena causó sensación, pero fue más
sensacional, cuando al siguiente día se supo que el general Estrada y el
general Moncada salían para el destierro y que asumía la presidencia don Adolfo
Díaz, después de una conferencia en que estuvo presente el Ministro de Estados
Unidos.
El general Mena fue nombrado Ministro de la Guerra del
régimen presidido por el señor Díaz y en tal cargo era un Ministro omnipotente.
En su escritorio manejaba cientos de miles de córdobas en billetes de distintas
denominaciones que repartía ampliamente a sus amigos. Subvencionaba
periódicos si mal no recuerdo, “El
Diario de Nicaragua” que dirigían los hermanos Juan Bautista y Gustavo A.
Prado, recibía dineros del omnipotente Ministro de la Guerra.
El poder del general Mena iba creciendo y como dominaba la
Constituyente, es decir, la mayoría de los representantes eran partidarios
suyos, logró que se incluyera en la nueva Carta Fundamental un artículo en que
se estipulaba que el poderoso Ministro de Guerra, sería el Presidente de la
República al terminar su período el señor Díaz.
Este artículo fue un bombazo para el General Chamorro, para
el propio Presidente Díaz y para los dirigentes conservadores adversarios del
general Mena. El Presidente Díaz dictó un acuerdo removiendo del Ministerio de
la Guerra al poderoso general victorioso de la Revolución.
Mena contestó trasladándose, momentos después del anuncio,
al Campo de Marte donde se refugió en una de las garitas y poco después salía
para Granada. El liberalismo que aspiraba al retorno del poder vio una ocasión
propicia de aliarse al general Mena, alianza a la que se opusieron varios
liberales prominentes de entonces, entre ellos don Sofonías Salvatierra. Tras
de Mena salieron los grupos de liberales que iban a incorporarse al general
nandaimeño que había llegado a Masaya y proclamó su rebelión contra el Gobierno
del señor Díaz. Encabezaba esos contingentes el general Benjamín F. Zeledón, saliendo
todos por Casa Colorada.
Principió la movilización bélica. Las tropas revolucionarias
llegaron a Tipitapa. Un trece de Agosto iniciaron el tremendo bombardeo a
Managua y ataques a las posiciones de las tropas conservadoras, cuyo mando
asumió el general Chamorro. Se notaba que los jefes liberales tenían la
consigna de llegar primero a la capital, pero los jefes menistas también
aspiraban a lo mismo y así se vio una carrera desenfrenada de jefes
revolucionarios liberales y menistas que querían ser los primeros en
posesionarse de la capital. Por el lado occidental atacó el general conservador
Thomas que pereció en la lucha, trayendo como segundo a un general Rostrán,
liberal, y por oriente los generales liberales. Ya se sabe cual fue el final de
esta revolución. El Presidente Díaz solicitó la intervención de tropas de
Estados Unidos, para que se “expeditara” el camino para que corrieran los
trenes del Ferrocarril del Pacífico, que eran propiedad norteamericana y la
revolución fue vencida, pereciendo el general Zeledón y el general Mena,
vencido más tarde en la fortaleza de San Francisco, en Granada, fue llevado por
las tropas norteamericanas a Corinto, siguiendo hasta Ancón, donde estuvo
prisionero por algunos meses, regresando a Nicaragua.
Cuando regresó, fue nombrado Intendente de la Costa
Atlántica u otro puesto parecido en esa zona.
Un amigo le preguntó que cómo lo habían nombrado, después de
que lo habían desacreditado tanto los conservadores. Mena respondió: “En
Nicaragua, nadie desacredita, haga lo que haga”.
Tipo pintoresco, era este general Mena. Cuenta don Francisco
Huezo, en un libro suyo, que una vez entrevistó al militar conservador y le
preguntó:
--¿Pero cuenta usted con votos para llegar al poder?
Y el general Mena campechanamente contestó:
--Para ser Presidente en Nicaragua, no se necesitan votos,
sino que lo sostengan a uno “las cañas huecas” y esas yo las tengo.
--Pero a usted le hacen cargos, según las listas de Tácito,
de haber recibido fuertes sumas de dinero por sufrimientos morales.
--Para eso hicimos la revolución, contestó el general Mena.
Para llegar a la Presidencia y para tener dinero.
Si son ciertas esas palabras, no lo sé, pero lo que sí sé,
es que el general Mena, si tuvo dinero, lo dio a sus amigos. Él murió en una
honesta pobreza.
LOS BILLETES EN
EL ESCRITORIO DEL GENERAL MENA Por Juan García Castillo. En: El Centroamericano, 31 de agosto de 1967
Cuando triunfó la revolución de Octubre en 1909, el general
Luis Mena era la figura más influyente en el régimen que acababa de
inaugurarse.
Como Ministro de la Guerra era omnipotente. Sin residir, ni
tener despacho en la Casa Presidencial, sino en la parte nor-oriental del viejo
Palacio Nacional, era el verdadero gobernante. Sus órdenes jamás dejaban de
cumplirse. Rodeaban al general Mena, un grupo de jóvenes conservadores inteligentes,
distinguidos, entre ellos don Alcibíades Fuentes padre.
Como ocurre a los todos poderosos, las solicitudes de dinero
que recibía el general Mena eran numerosas
y él era espléndido, manirroto con sus amigos.
La cantidad asignada al presupuesto del Ministerio de la
Guerra a su cargo era enorme. Disponía de abundantes fondos y entonces para
evitarse el estar firmando recibos para que los pagaran en tesorería general,
sacaba fuertes sumas del erario, que manejaba en las gavetas de su escritorio.
El peticionario llegaba hacía su solicitud ante el General
Mena. Contestaba éste con su típica voz gangosa, diciendo:
--Bueno hombre, vamos a darte algo. Y abriendo una de esas
gavetas, sacaba la suma ofrecida. Había en aquellas gavetas billetes de todas
las denominaciones.
Los jefes de la revolución de Octubre tenían sus maneras
especiales de repartir el dinero del Estado, desde luego, a sus amigos.
Si el general Mena tenía las blancas, como decía el Maestro
Prado, en su escritorio, el General Emiliano Chamorro manejaba dinero en todos
los bolsillos de su chaleco, donde se aposentaban las monedas de distintos
valores y en los bolsillos de la americana y del pantalón, estaban los
billetes, también de distintas denominaciones.
Conocedor de sus
correligionarios, de gran retentiva de las personas que en una u otra forma le
habían acompañado en sus luchas bélicas y cívicas, sabía valorar a cada
peticionario y así le echaba mano al
dinero de la bolsa del chaleco o de la americana o del pantalón, según la
persona.
Mena y Chamorro eran dos hombres totalmente opuestos en
carácter y talvez de allí nació el antagonismo que culminó con la caída
estruendosa del primero, del escenario político.
Fue famoso en el Managua de 1910 a 1912 el escritorio del
General Mena, siempre repleto en todas sus gavetas de córdobas, los ansiados
cordobetes, que eran el encanto del Maestro Prado...
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