domingo, 30 de noviembre de 2014

LA MERCED DE GRANADA Y SU FAMOSA TORRE. Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle.

LA MERCED DE GRANADA Y SU FAMOSA TORRE. Por: Eduardo PÉREZ-VALLE.

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Aunque los frailes de la Merced fundaron su convento de León Viejo en Marzo de 1528, con cuatro religiosos, transcurrió un largo período antes de que se establecieran en Granada. En 1586, al visitar el Comisario franciscano Fr. Alonso Ponce la ciudad del Gran Lago, no existía en ella sino la iglesia parroquial (de Santiago), que algún documento mal enderezado llama “fastuoso templo” que construyó Hernández de Córdoba, y que el cronista de Fray  Alonso, Fran Antonio de Ciudad Real, llama con su ejemplar objetividad “bonita iglesia, en la cual a la sazón residían dos clérigos”.

El único convento existente era el de los franciscanos, en una casita prestada, con cinco frailes que celebraban en la parroquial (I, 363). Pero ya tenían sacada de cimientos su iglesia propia, la cual pensaban terminar pronto, junto con el convento, “porque hay por allí cal, teja  y ladrillos, y los vecinos es gente devota y acuden bien a la obra”. He aquí, pues, que San Francisco, cuya factura algunos han atribuido también a Hernández de Córdoba (por Francisco nada más), se estaba sacando de cimientos sesenta años después que su cabeza rodara bajo el hacha de Pedrarias.

Veintisiete años después que Fray Alonso, en 1613, estuvo en Nicaragua Fray Antonio Vázquez de Espinosa. Ya la Merced había surgido en Granada, pues el maravilloso “Compendio y Descripción de las Indias” sitúa en Granada una iglesia mayor y conventos de San Francisco, La Merced, La Compañía, un hospital y varias ermitas  de devoción (pp. 230, 231; I, Cap. 25. No. 713).

Al cabo de 138 años, en 1751, cuando el obispo Morel visita Granada, en el convento de La Merced “trabájase en las celdas, claustros, oficinas y cercas que estaban muy deterioradas” (pp. 33, 34). Dice el obispo que la iglesia posee un cañón más amplio que los demás; y que “tiene su órgano y coro alto SOBRE EL CUAL ESTÁN LAS CAMPANAS”. No existía aún la torre, y las campanas deber haber estado en los vanos hoy cegados que se abrían en lo alto del frontispicio.

La vieja iglesia de La Merced de Granada, con su torre tal como era antes de su destrucción en la Guerra Nacional. El dibujo está tomado del libro de Squier.

No fue sino 30 años después de la visita de Morel que se pusieron los cimientos de la torre como reza en la leyenda superior de las dos que aparecen en la cara Este del cuerpo bajo:

SE EMPEZO ESTA OBRA EL 6 DE AGOSTO DE 17891 Y SE ACABO A 25 DE ENERO DE 83. Vs. SIN LA CRUZ.

Los dos historiadores masayenses Ortega Arancibia y Jerónimo Pérez cuentan lo sucedido a la gallarda torre de la iglesia de la Merced durante la desastrosa contienda de 1854, encerrado don Fruto en la ciudad y puesto sitio por las tropas de Jerez.

Dice Ortega: En la torre de la Iglesia de la Merced se situó un cazador con la única arma de precisión que un extranjero puso al servicio del gobierno, y desde esa altura blanqueaba a las fuerzas que ocupaban la Iglesia de Jalteva como cuartel general; Pineda y el General Jerez fueron puestos fuera de combate por la bala del cazador que estaba en la torre de la Merced; Pineda pasado por una bala en la región torácica, y Jerez rota la rótula, que le obligó a hacer cama por mucho tiempo en la Sacristía de la Iglesia de Jalteva”. (p. 181).

Dice Pérez:

“Recibieron aviso en Granada que venía de León para Jalteva una pieza de artillería de grueso calibre, traída con el objeto de destruir la torre de La Merced , que, dominando a todo Jalteva hacían de allí los rifleros constante daño a los democráticos” (principios de Julio: (¿3?). (p. 51).
Ortega continúa:

“Procedente de Yuscarán había llegado al Cantón de Jalteva un señor Radicati, de origen italiano, recomendado por el General Cabañas como buen artillero, el cual escogió la mejor pieza y en la noche la emplazó con todas las condiciones del arte en el atrio de la Iglesia de Jalteva y al amanecer despertó a los granadinos con el estampido del primer tiro de su cañón, acertando con precisión matemática contra la torre de la Merced que servía de atalaya a los tiradores del ejército que defendía la plaza, desde su altura dominada el perímetro que ocupaba el enemigo, haciéndoles muchos daño.

Con  insistencia por algunos días no cesó el cañón de Radicati de poner una vida fuera de combate, redondeando la atalaya y el baluarte por la mitad de su altura hasta que dio en tierra con la esbelta torre de la Merced, justo orgullo del granadino”. (p. 192).

Y Pérez concluye:

“Un espantoso cañoneo se dirigió ese mismo día /24 de Diciembre, 1854/ a la torre de la Merced, hasta que a las cinco de la tarde cayó el cuerpo superior y el cimborrio haciendo un estruendo terrible. Mil gritos acompañados de la música marcial felicitaron en Jalteva el derribo de la torre. ¡Triste efecto de la guerra civil! Los nicaragüenses celebraban como un triunfo, y como un paso de mucha utilidad la destrucción de un edificio nacional construido por sus mismos padres y consagrado al culto de Dios”. (p. 90).

Sólo resta agregar que según el Dr. Pedro Joaquín Chamorro Zelaya, en su Biografía de don Fruto, el cañón de grueso calibre empleado por Radicati contra la torre de la Merced era una culebrina (cañón largo) que apellidaban “El San Pedro” (p. 309).

Uno de estos días nos trajo LA PRENSA una fotografía de la torre de La Merced cubierta de andamios en su parte alta. Al pie de la foto, esta leyenda: “La Iglesia de la Merced, que al ser reconstruida en el año 1862 perdió su pristina belleza. Actualmente Monseñor Mejia Vílchez ha concebido la idea de restaurarla tal como lucía antes”.

No dejó de preocuparnos la idea “concebida” por Monseñor Mejía, pues recordábamos algo de la segunda inscripción que se conserva intacta en la fachada oriental del preciado monumento granadino:

FUE DEMOLIDA HASTA SU MITAD EN LA GUERRA CIVIL DE 1854, Y RESTAURADA Y MEJORADA EL AÑO DE 1862, BAJO LA DIRECCIÓN DEL MAESTRO ESTEBAN SANDINO. CONTRIBUYO MUCHO A ESTA OBRA EL FERVOROSO ZELO DEL PRESBYTERO D. J. ANTONIO CASTILLO.

Es decir, que la parte más nueva de la torre de la Merced acaba de cumplir los cien años de existencia.

Y es verdad. Al reconstruirse la torre en 1862, mejoraron sus líneas en varios aspectos, habiéndosele dado más gracia y  ligereza que la que ofrece la primitiva construcción en ciertos dibujos que de ella se han conservado. (Squier, 1849-50). La parte nueva va desde la mitad de la claraboya del segundo cuerpo hasta el remate de la torre. El número de cuerpos se conservó el mismo, aunque haciéndolos probablemente más elevados que lo eran originalmente. Entre el segundo y el tercero se situó una interesante cornisa o cuerpo voladizo con su barandal corrido por los cuatro costados de la torre. El tercer cuerpo es el campanario propiamente dicho. En él se construyeron en vez de los exiguos ventanos que existían antes para colgar las campanas, amplios arcos de caprichosa figura, que aligeran y dan una nota de esbeltez a la obra toda. El cuarto cuerpo (el del reloj) que antes era ciego y aplastante, ofrece mucha gracia y ligereza mediante los hábiles y sencillos recursos de las columnillas angulares y el losangeado del paramento. Sigue la gran cornisa terminal, y sobre ella cuatro pináculos en los ángulos (conforme a las buenas reglas del arte, a plomo con las columnillas de abajo) y la cubierta, que también mejoró con la restauración, pues de vulgar media-naranja repartida en seis por otras tantas nervaduras, pasó a ser un interesante cuerpo redondeado de planta octogonal, formado por dos bóvedas claustrales cuyas cañones se cortan en ángulos de 135. Sobre él descansa el pináculo central, en el que se apoyan cuatro volutas verticales orientadas conforme a los puntos cardinales.

Atendidas las anteriores razones, conclúyese en dos cosas:

Primera, que la torre es más bella y posee mayor mérito arquitectónico ahora que antes del 54.

Segunda, que mal podría Monseñor, en esta circunstancia, tratar de devolverla “a su pristina belleza”.

Dichosamente no se trata de eso. Nos hemos informado mejor, y hemos sabido que lo que se propone el Sr. cura párroco de la Merced, es cubrir las paredes con una fina capa cementada, mejorando su aspecto de una manera perdurable.

Hemos visto en los corredores de la Casa Cural de la Merced el magnífico reloj eléctrico que el diligente Monseñor Mejía Vílchez hizo venir de Italia. Pronto estará dando las horas a los granadinos con la misma voz familiar de la vieja campana actualmente en uso. Y aquí nos asalta una duda que nos llena de ansiedad. ¿Qué será del venerable reloj que según dicen el próximo año de 64 cumplirá cien de contar los minutos de la vida de la ciudad? Este artefacto, aun cuando no fuera tanta su antigüedad forma parte de la historia de Granada y no debe desaparecer. Hemos visto ya desmontados sus viejos punteros de donde ha colgado por tantos años el vivir granadino, sus grandes esferas de blanca cerámica vidriada perforadas por las balas de la anti-civilización en algunas de nuestras vergonzosas montoneras. Por muchas y muy buenas razones este reloj abuelo debe conservarse en un sitio de honor, quizás en alguna de las otras iglesias de la ciudad.

Managua, 11 de Septiembre de 1963.

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martes, 25 de noviembre de 2014

ARQUITECTURA COLONIAL: LA IGLESITA DE SAN JUAN DE ORIENTE. Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle. En: La Prensa, 1 de Julio de 1962.

ARQUITECTURA COLONIAL: LA IGLESITA DE SAN JUAN DE ORIENTE.  Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle. En: La Prensa, 1 de Julio de 1962.

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Este es el triste aspecto que presenta al visitante la iglesia de San Juan de Oriente, "Monumento Nacional". El caballo pastando tranquilamente en la plaza acentúa la nota de abandono y desolación.
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   El año pasado (1961) la iglesia de San Juan de Oriente fue declarada por el Congreso “Monumento Nacional”. Esto implica una obligación del Gobierno de atender a su conservación. Sin embargo, cuando estuve en el pueblo en julio, la indispensable viga sobre la puerta principal aún no había sido repuesta. Escribí al Sr. Cura para informarle que aquí se podía conseguir de personas generosas algún material para las obras. No contestó. Creí que los trabajos ya se estarían efectuando con el dinero de la Nación. Ahora, casi un año después, aparece en LA PRENSA del 26 un S. O. S. del Sr. José Aníbal Gallegos G.., suplicando porque se haga algo en pro del templo, que por puro milagro aún no se ha derrumbado. Parece, pues, que entre la incuria del cura y la incuria de los de arriba, la iglesia se vendrá abajo. Sirvan esta líneas, si no como pie de, al menos como recordatorio anticipado.

   En julio del año pasado visité la última vez la iglesita colonial de San Juan de Oriente, en el Departamento de Masaya. El pueblecito es famoso por su cerámica nativa, de uso en otros tiempos tan extendido en todo el país. Está situado a la derecha de la carretera que parte de Las Esquinas y pasando por San Marcos, Masatepe, Diriá y Diriomo, va a juntarse con la que va de Granada a Nandaime. Junto a San Juan, carretera de por medio, está la villa hermana de Catarina, casi al borde de la laguna de Apoyo. Durante la colonia ambos se llamaron NAMOTIVA, palabra chorotega de oscuro significado, que los más prestigiados intérpretes de nuestras lenguas indígenas no han podido esclarecer. Las dos Namotivas formaban un todo armónico con Niquinohomo, del cual Morel de Santa Cruz llega a considerarlos “sus anexos”. A este respecto, dice así el Obispo en su famosa “Visita Apostólica” (1752):

“…Continue mi marcha hacia los otros más inmediatos. Estos son Niquinohomo y otros dos, sus anexos: ambos tienen el mismo nombre, es a saber: Namotiva. Son de indios con sus respectivos alcaldes, alguaciles mayores, regidores y fiscales. Adminístralos un eclesiástico de vida ejemplar y acertada conducta. Mantiénelos bajo una perfecta subordinación política y cristiana: para la consecución de tan loable fin, ha practicado siempre la máxima de no permitir que ladino alguno se establezca sobre su territorio”.

   Y he aquí la estampa que nos da Morel de los que era San Juan de Oriente en aquellos remotos días, cuando ni siquiera tenía nombre propio:

“El otro Namotiva tiene por titular a San Juan: iglesia pequeña, de una nave, con sacristía de teja, altar mayor, retablo y frontal dorado. Sesenta y una casas de paja, incluyéndose en éstas las del cura, componen la plaza con dos calles: una de Oriente a Poniente, con tres cuadras y la otra de Norte a Sur, con una y media, notándose la misma imperfección que en las de los dos anteriores. Familias 58, y personas, 229. Pagan de tributo ciento cuarenta y dos pesos, un real y cuatro maravedises”. Tal era San Juan promediando el siglo XVIII. Dos siglos después la población casi se ha triplicado y también las viviendas; las calles que atraviesan el pueblo ahora son siete; también la iglesia evolucionó consecuentemente, quizás bajo el sabio rigor de aquel eclesiástico de que nos habla Morel: desapareció la pobre iglesita de una sola nave con techo de paja, y en su lugar levantóse otra mayor, de tres naves, techo de tejas y elegante frontispicio inacabado, de sobrio estilo colonial, labrado en piedra.

Las grandes zapatas y los tirantes dobles, organización estructural típicamente colonial. 

   La cubierta de la nave central se encuentra sostenida por grandes pilares de madera asentados sobre bases de piedra, y reunidos dos a dos por tirantes transversales dobles, organización que sólo persiste en muy pocos templos de indudable origen colonial, como el de Sutiaba y el de Buenos Aires, en el Departamento de Rivas.

BASE DE PILAR Y PILETA DE AGUA BENDITA



   
   













Parece ser que el proyecto fue más ambicioso que la realidad actual y el frontispicio estaba destinado a poseer tres puertas en vez de la única que actualmente tiene.

   Sobre el arco de esta puerta, por la parte de adentro una gran viga o dintel de madera sostenía casi todo el peso del muro subyacente. Esta viga se encuentra ahora totalmente destruida el comején y el tiempo, y es urgente su reposición si no se quiere que a la menor trepidación se venga al suelo toda la parte alta y central de la fachada.

Plano (provisional) de la iglesia, elaborado por el Dr. Eduardo Pérez-Valle. Es urgente la revisión y reposición de todo el maderamen dañado y asimismo el reparo del atrio (al Norte) y los pretiles (Este y Sur).

   El cuerpo elevado ofrece dos elegantes cortes curvos laterales (“aletas” típicas de la escuela jesuítica). En él se continúan las cuatro columnas centrales de abajo por medias-pilastras de ladrillo, coronadas por un entablamento igual al del cuerpo inferior, y el cual estaba sin duda destinado a recibir  sobre sí las líneas de algún clásico frontón triangular o arqueado, o el menos ortodoxo de la iglesia de San Pedro en Teustepe, o el conjunto caprichoso de una espadaña tipo iglesia de Ujarrás. Con ambos templos que acabo de citar ofrece la fachada de San Juan de Oriente notable parecimiento.

PILA BAUTISMAL, LABRADA EN PIEDRA. IGLESIA DE SAN JUAN DE ORIENTE.
Dibujo elaborado por el Dr. Eduardo Pérez-Valle (1962).

   Aunque el frontal dorado que menciona Morel de Santa Cruz ha desaparecido, el importante monumento a punto de venirse al suelo, aún conserva un retablo y efigies de santos elaborados por manos indígenas y una pila bautismal monolítica, de rasgos tan sobrios y bien proporcionados que más pareciera uno de esos raros y exquisitos frutos del más acrisolado arte moderno

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domingo, 23 de noviembre de 2014

GRANADA EN LOS PRIMEROS AÑOS DEL SIGLO XIX. Por: José Batres Montúfar. Septiembre 12 de 1837.

MERCADO DE GRANADA EN 1825
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Introducción:
     
La revista “CENTROAMERICANA” en su número 22 viene a confirmar con creces su altos méritos ya conquistados a través de una larga y excepcional existencia. Con magnífico material y estupendas fotografías y reproducciones de arte, los seis países del istmo, se presentan a través de sus páginas dando muestras de la abundancia y calidad de su cultura. Sea para el intercambio y el inter-conocimiento centroamericano, sea para favorecer la unidad y la vinculación, sea para llevar el mensaje del istmo hacia el resto de América, sea para atraer el turismo o llamar la atención del mundo hacia este centro del Nuevo Mundo, la revista “CENTROAMERICANA” es una labor inapreciable de su sacrificada y activa directora Carmen Sequeira que a pesar de su estado de salud ha seguido manteniendo erguida esta bandera de cultura y fraternidad Centroamericana. De su número 22 entresacamos una interesantísima carta del famoso escritor guatemalteco José Batres Montúfar, que es un cruel análisis de la orgullosa Granada, tan alabada en la época colonial, tan altiva en años posteriores y tan tristemente provinciana y decaída en 1835. Las interesantes observaciones y anotaciones de Batres Montúfar coinciden con algunos comentarios de José Coronel Urtecho sobre la decadencia granadina al degenerar su patriciado de ganadero y agricultor en tendero y comerciante.  (En: La Prensa, 4 de Diciembre de 1960).-

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MERCADO EN LA PLAZA DE GRANADA, 1856
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GRANADA EN LOS PRIMEROS AÑOS DEL SIGLO XIX. Por: José Batres Montúfar. Septiembre 12 de 1837.

Carta de José Batres Montúfar guatemalteco, a los suyos.
Granada, septiembre 12 de 1837.

Mis queridos:
   
    Vino en fin la temida correspondencia en que U. U. contestan a mi carta del 12 de junio: gracias a Dios que no había sucedido ninguna desgracia hasta el 18 de agosto.

     La causa de mi laconismo en los correos anteriores ha sido estar siempre muy débil el día de correo porque desde la primera enfermedad que tuve en San Juan recaía constantemente a los ocho o diez días de faltarme las calenturas, que duraban cuatro y siete días. En el río de San Juan me atacaron del mismo modo, pasaron y me volvieron aquí al día siguiente de haber llegado; fue, según cierto médico, una terciana doble, pero a mi entender, era calentura de la que llaman resistencia porque al pasar la calentura grande quedaba la chica, y sobre esta volvía la grande sin salir del todo ni un momento. Esta es la primera vez que paso 18 días sin tenerla, y creo que ya no volverá porque aquí se puede guardar dieta, que es lo que me faltaba en San Juan.

    Otra vez hablaremos de Juan, porque aún no me siento con valor para hacerlo a U. U. sobre una cosa tan triste: daré razón  de cómo vivo aquí, para lo que será bueno una ligera idea de Granada. Del lago daré razón tan luego como haya copiado el bosquejo formado en el viaje a la boca, único trabajo que piensa don Juan en emprender durante estos 3 meses que siguen porque cada uno lo hará en su propio cuarto mientras nos reponemos y pasan las aguas. Basta saber que el lago parece un mar de agua dulce y que su hermosa playa dista menos de medio cuarto de legua de la plaza mayor.

    La ciudad está situada sobre un terreno llano y muy frondoso como la mayor parte de estos terrenos: en sus alrededores hay en lugar de milpas y otras sementeras que exigen suma limpieza, unas chácaras, que llaman chagüites, con platanares y cacaguatales, algunos tienen jiquilite y a esto atribuyo la insalubridad del clima en algunos meses del año; estos chagüites regularmente tiene puntos de vista hermosísimos descubriéndose por el lado del Este el lago (que aquí llaman playa: agua de la playa, navegar en la playa, atravesar la playa, etc.), al Sur, un antiguo volcán que llaman cerro Mombacho  y al Norte, los cerros de Chontales.

    En el interior de la ciudad no puede ser peor: una plaza con hierba, pedazos de portal en extremo inferiores al que está enfrente de la Catedral de la Antigua; una parroquia también inferior a las iglesias comunes de San Salvador, pero que tiene dos torres por campanarios: la una negra y vieja y la otra nueva y blanca: además de la parroquia, hay seis iglesias inferiores en proporción: la Merced con una torre de 33 varas de alto: San Francisco, San juan de Dios (casi capilla), Guadalupe, Jalteva, que es Jocotenan de aquí, San Sebastián, que no conozco. Las calles son estrechas, algo tortuosas las más y desempedradas, excepto dos o tres. Las casas regularmente son altas por el calor que es como el de Sonsonate, feísimas, desordenadas, sin patios decentes. No hay una pila ni fuente pública en toda la ciudad, sino pozos cuya agua sirve para usos ordinarios de la cocina, pues la que se bebe es del lago, o de alguna vertiente a media legua de distancia. No hay azoteas y los aleros exteriores son enormes, lo que tiene su utilidad en cambio de la desgraciada figura que resulta de su excesiva anchura.

    En ninguna casa falta una tienda, por lo común menos surtidas que aquellas de la cuadra de Arrivillaga, como la de Cáceres, etc.: y todas las señoras son cajeras sin exceptuar más que las de las familias en que sobran niñas, porque en ésas, una vende en la tienda y las otras no; todo el mundo vende medicinas y drogas; quizá por la peste o por las disenterías que cada cual saber curar, y las señoras que conozco hasta aquí trabajan algo para vender, en coser, bordar y cualquier otra cosa semejante.

    El mercado de víveres se hace debajo de los portales y se le llama teangui como en San Luis Potosí, y éstos son muy baratos y de excelente calidad. El pan, que es caro, se parece en su peso, consistencia y sabor a la piedra de pómez, por lo que los extranjeros y yo comemos gallete; la carne se vende a 4 libras por un real; por medio real se compran los sesos de 4 reses; las gallinas valen un real; los huevos son desde 4 hasta 8 por medio; la lengua de una res vale medio; el arroz 4 reales la arroba; el queso a 2 pesos arroba y el más fino de mantequilla, a dos reales libra; el maíz se vende a un peso la fanega. Otros artículos son más o menos baratos, como pescado de agua dulce que abunda, principalmente guapotes de pie y medio de largo, mojarras negras, coloradas y amarillas, sardinas del país; los guapotes valen de 3, o 4 por medio; las mojarras 12 por medio; los huevos de gallina acaban de decirme que llegan hasta 12 por medio; por igual precio dan 12 cebollas, 2 docenas de ajos o 30 plátanos, no todo junto sino cada uno de los artículos mencionados: la sal vale uno y cuatro reales el almud; la leña vale a 60 u 80 rajas por un real y el carbón no lo conocen sino el de brasas apagadas en la cocina: las tortillas valen a 8 por medio real, pero son enormes, de un pie de diámetro y verdaderos pistones de jornalero; casi nunca les llaman tortillas, sino por sus accidente: una rellena, es decir, pupusa, de San Salvador; una revuelta, molida la masa junto con el queso; una vacía, que son las que prefiero, es la que no tiene nada de añadidura: así al plátano no le llaman casi nunca por su nombre sino un verde, un maduro, un amarillo, etc. A la fruta muy tierna llaman fruta seleque o que está seleque: un guineo seleque cocido es el mejor regalo para una granadina, que jamás ha comido pavo relleno porque no le gusta y lo tiene por dañoso; pero el guineo seleque se lo dan a un convalesciente que acaba de libarse de una fiebre o de una disentería, mientras le prohíben el pan como comida perjudicial. Otra vez daré una lista de precios corrientes porque ahora se me han olvidado la mayor parte, y  U. U. verán que esta baratez está compensada con la carestía de lo que no es víveres.

    La gente es en extremo hospitalaria, afable y obsequiosa: todo el mundo con familiaridad y cordialidad: por supuesto no hay mucho tono, ni etiqueta ni elegancia ni nada que parezca europeo; se reciben las visitas en los corredores, de confianza desde la primera vez: nadie usa casaca ni excusa el sentarse en una butaca. Los hombres de aquí, contra la regla general en América, son hombres pulidos que las mujeres, quizás porque todos van a Nueva York o Jamaica a hacer su negocio.

    Todos usan muchos provincialismos: “Agüe Chepita dame una rellena y guineíto seleque”. Agüe señora, deje que le echen la rellena, sólo que quiera una vacía. Agüe mejor dame una revuelta bien pañaneada (el maíz mondado y bien molido): la cocinera se pone a moler tiluite y viene el almuerzo. La siguiente décima compuesta 30 y tantos años ha por un vecino de Segovia en Chontales, da una idea del carácter general del país; charrería que había en el vestido de que no queda sino la inclinación y el mucho oro que usan las mujeres, idea de aristocracia entre Lacayos, Espinosas, O᾽Horanes, Chamorros y otros mil, afición al juego, a la diversión y a la chanza, etc. Todo es cierto, excepto el vestir de grana que en aquel tiempo lo era.

El granadino es pomposo,
mucho ofrece y nada da;
todo de grande se va,
tahúr, fiestero y bullicioso.
Es de genio muy jocoso,
agudo y desaplicado,
es de carácter honrado,
todo soberbia y grandeza;
pero en llegando a la mesa
es queso y plátano asado.

Efectivamente, aquí el verdadero pan es el verde cocinado o asado; usan de la tortilla rellena o revuelta en el almuerzo, con frijoles, arroz, carne guisada y alguna otras cosa; llaman chocolate una bebida compuesta de cacao y maíz; chocolate puro al de sólo cacao sin canela; un tibio es esto mismo sin azúcar (desde 4 hasta 12 reales arroba); nunca es muy blanco; en fin, todo, es a manera de tiste; a éste llaman pinol y no les gusta ni lo saben hacer tan bueno como en San Salvador, tiste llaman a una composición de maíz pujagua (de salpor) o de maíz común, no sé cuál de los dos con cacao (que piensan ser tan bueno como el de Guatemala, como piensan de todos en todas las provincias) sin canela: es blanco, pinolillos sorben una exorbitante cantidad cuando no hay peste y entonces usan mucho el chocolate de leche, siendo regularmente el almuerzo a las media de las ocho, a la media de las nueve; ahora que escribo es la media de las once de la noche y no voy a acostarme por no ser lacónico y por continuar este pelorio ligero, el primero que doy desde que la pesadumbre me mantiene de mal humor: ya U. U. ven que este es pelorio de buen agüero y continuaré con permiso de la Dolores.

    La pronunciación es mu y defectuosa, principalmente en la gente del pueblo he oído decir a una muchacha veni entate migue, tal es el odio q᾽ tienen a la “s” y a ciertas consonantes finales: se dice buscar, extornudar y casi bucar; ¡más claro” quiere decir por supuesto axiado  (¡no faltaba más!) aviado que no equivale a sí; pipe (hermano o hermana) es una expresión de cariño, y come horriblemente la última sílaba, dicen: hay pipitá qué dolor tengo en el extomago, agua pipé ya extaboxx con el cólera bebé agua de jiñocuagua (palo de jiote) con eso se le quita. Sería menester un diccionario entero para explicar los provincialismos: ¡soplá tilinte, Santo Antonio!, dice un marinero llamando al viento y creyendo hablar como chapetón en encaja su tilinte muy persuadido de que habla español: no queda tan persuadido el pasajero que lo oyó pero no por eso emprende una disputa con el patrón (piloto) de la piragua porque no le tendría cuenta.
   
     En lo mejor tengo que suspender ésta, porque son las 10 y media de hoy 15, y a las 12 sale el correo. Recibí y agradecí mucho las tostadas y lápices, quiero unas roscas pastillas o tablillas o panecillos de chocolate bueno: unos chiquadores y algunos dulces secos de primera calidad porque son para mostrarlos: poco sí, para que no crezca mucho la encomienda.

     El P. Orán, mi ex – huésped, quiere un par de barrites de punto de seda negros.

     Adiós, su

           Pepe.

EL NACIMIENTO DE RUBÉN DARÍO. Por: Eduardo Avilés Ramírez. En: El Centroamericano, 30 de Enero de 1962.


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Según noticias que recibo de América, el profesor norteamericano Thomas Irving acaba de publicar en Honduras una versión nueva del nacimiento de Rubén Darío. Según esa versión –que sólo conozco por referencias, consta— Rubén Darío resulta ser… hondureño. Dada la “arrebatiña” que se hace con los genios, la cosa era de esperarse. Lo único extraño es que no se haya producido antes. En efecto, la tesis del hondureñismo del poeta aparece en la escena con un poco de reparto.

El caso me recuerda una visita que hice yo en el verano de 1934, al pueblo itocretense de Fódele. Coincidí con la visita que un grupo de universitarios españoles hacia también a Fódele, para descubrir un busto de El Grego, erigido en el pueblecito, en el caserío diría yo en que el pintor había nacido. El bus (de Mariano Benlluire) estaba allí. Hubo fiesta municipal, con discursos, banquetes, bailes típicos y flamear de banderas españolas y griegas (conservo fotografías del acto). Año a bien, en la ciudad de Candía… también hubo otro monumento conmemorativo del nacimiento de El Grego, porque “”Candía, señor mío es la verdadera patria de El Grego, y no Fódele”, etc. ¡Acaso Homero no es disputado por seis “cunas”! Acaso Colón  no tiene tres patrias: una italiana, otra española, otra portuguesa; y dos tumbas, una en Sevilla, otra en Santo Domingo! ¡Acaso  en Malloorca no se disputan homéricamente dos “Residencia de Chopin”— con piano y todo— alegando cada una que “no es la del frente, señor, sino ésta”!

Sin el más mínimo deseo de polémica –con cosas como la nacionalidad de Rubén Darío no caben las polémicas—  voy apadrinar a continuación lo que a mi modo de ver es la única auténtica versión del nacimiento del poeta. Es la siguiente:

“A principios  del mes de enero de 1867, doña Rosa Sarmiento llegó a eso del mediodía, a la parte baja del pueblo de Metapa barrio del Laborío, estacionando bajo un árbol frondoso de tamarindo, árbol que todavía existe y el cual se alza a la orilla de la entonces Calle Darío, que llega al río yendo de oriente a occidente precisamente en la llamada Poza del Pájaro.”

“Encontrándose doña Rosa sesteando cuando pasó por allí doña Cornelia Mendoza, que era la parturienta del pueblo, e informado doña Rosa de esta particularidad, al regresar del río doña Cornelia la abordó para conversar con ella, y de esa conversación resultó que ambas señoras simpatizaron. Doña Rosa  iba con dirección a un lugar denominado Ominalapa, donde vivían familiares cercanos de ella, lugar distante de unos cuarenta kilómetros de Metapa. Doña Cornelia le aconsejó que esperara que llegara al pueblo alguno de sus parientes, pues solían llegar con alguna frecuencia, para que tuviera noticias de ello pues el estado avanzado de embarazo en que se hallaba no le permitiría caminar una jornada más, pues el camino era muy malo. Doña Cornelia le ofreció hospedaje en su rancho, en el que, aunque pequeño, le  cedería una pieza. Aceptó doña Rosa y se quedó en el pueblo, hospedada en la casucha de doña Cornelia, que era de paja, de seis varas de largo por cuatro de ancho, dividida por una pared de barro. Se componían, en consecuencia de dos piezas de tres o cuatro varas cada una. Tenía una puerta del lado de la calle y otra al lado del solar  y el aposento (que así llamábase  a la pieza que daba al oriente), tenía una pequeña ventana a ese mismo lado. También doña Cornelia estaba en estado “interesante”, y transcurridos varios días después del arribo de doña Rosa a Metapa, exactamente el 18 de enero de ese año de 1867, doña Rosa sintió que le venían los dolores del parto y empezó doña Cornelia a atenderla.

“Pero aconteció, por lo que queda dicho, que horas después sintió ella misma los dolores del parto, y por ese motivo se tuvo que recurrir a los servicios de doña Agatona Ruiz que era señora de las principales familias del lugar y práctica en esa clase de achaques, pues era madre de varios hijos. Y fue ella quien atendió solícita, a las dos parturientas, quienes dieron a luz el mismo día: doña Rosa, un varón, al que pusieron el nombre de Rubén; y doña Cornelia otro varón, al que llamaron Dolores. Rubén tuvo alterada la salud y por eso vivía para le echara “agua del socorro” lo que el señor Artola hizo con mucho gusto, pues era amigo de la familia de doña Rosa.

“El niñito Rubén iba de varios meses de nacido ya, cuando lo condujeron a León. Antes había permanecido doña Rosa recibiendo las visitas de sus familiares, que le llevaban muchos regalos. En el patio de la casucha en donde nació Rubén se alzaba otro rancho, también de paja y palenque, que servía de cocina, el cual todavía existe”.

“Nadie pudo imaginarse entonces aquel niño nacido por casualidad en un pueblecito de indios (aunque había algunos “ladinos”) encarnaría la más alta gloria poética de la lengua castellana. Rubén nació en una cama “de viento”, como llamaba entonces a las hechas de toscos pilares de cedro forradas en el fondo de cuero de res. Doña Rosa le contaba a doña Cornelia sus sufrimientos, pero no los motivos que le obligaron a buscar a sus familiares de Ominalapa. En la comarca de Ispangual, un hermano o tío de doña Rosa estaba casado con Cacia Sandino, la que según doña Cornelia le había hecho relación de los sufrimientos de aquella. Decía la primera que cuando vinieron a llevar a doña Rosa, no quería irse ni regresar a su lugar de origen, pero que ella le había aconsejado que fuera, porque tenían un hijo y éste debería vivir en donde podrían cuidarlo bien pues si no se lo llevaba no lo volvería a ver después, refiriéndose a su salud delicada”.

“Todo lo que diga en contrario de este relato es incierto. Contaba doña Cornelia que doña Rosa era mujer de nobles sentimientos y que sufría mucho al recordar esos sucesos de su vida. Este relato verídico ha sido hecho por los hijos de esta misma simpática campesina doña Cornelia,  y el que lo ha comunicado en forma definitiva es don Vicente Feroe Pérez, de Ciudad Darío quien hizo investigaciones minuciosas en el escenario mismo de los acontecimientos.


PARÍS, 1961. 

domingo, 16 de noviembre de 2014

EL SUICIDIO DE UN HIJO DEL GENERAL JOSÉ SANTOS ZELAYA. Por: Juan García Castillo. En: El Centroamericano, 23 de Noviembre de 1967.


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A principios del presente siglo, se registró en Managua un suceso espectacular: el suicidio de un hijo del presidente Zelaya.

Ignorado por la juventud de hoy y casi olvidado por las anteriores y que tuvieron oportunidad de conocerlo, vamos a recordarlo.

Allí sobre la Calle del Triunfo, en el lugar que ocupa esa casa de dos pisos que construyó el desaparecido don Raúl Solórzano Lacayo, había una modesta casa y a ella llegaron a vivir, cuando procedente de Rivas vinieron a establecerse a la capital, la señorita Matilde Santos y sus hermanos Samuel  y Ernesto. Ella, una hábil costurera, como se decía en aquel entonces modista hoy, pronto se hizo de una magnífica clientela, entre la sociedad y como pertenecía a muy apreciable familia rivense, luego su casa fue muy visitada. Matilde Santos, agraciada, conquistó muchas simpatías, abundándole los admiradores.

Entre esos admiradores se destacaba un hijo del Presidente Zelaya, de nombre Santos, que había recibido el título de Alférez en la Escuela Militar, que dirigiera el alemán don Carlos Ueberzezig. En los vistosos desfiles de los cadetes, descollaba el joven Zelaya, con su enorme morrión en el caso alemán, por su marcialidad y por su elegancia. Era uno de los visitantes de la casa de Matilde Santos, desde luego enamorado de la damita rivense. Al correr del tiempo Santos Zelaya fue el escogido por la distinguida damita para novio. El noviazgo se inició con la aprobación de todos, pero no cola del general Zelaya.

Este, desde el primer momento, manifestó su oposición al noviazgo y en consecuencia, a una posible boda.

Pero Santos Zelaya hijo, estaba enamorado y ante la oposición paterna, desesperado, no pudiendo vencer la terquedad  de su progenitor una noche que andaba de parranda con algunos amigos, enloquecido por los tragos, recordó su amor imposible y frente a la casa de su novia, se disparó un balazo certero, que lo dejó sin vida inmediatamente.

El suceso tuvo una repercusión enorme en el Managua de aquel entonces, sobre todo por la personalidad  del suicida y de su novia y por la historia romántica que produjo aquella muerte voluntaria.

A Santos Zelaya hijo, se tributaron suntuosos funerales. Matilde Santos, fue fiel a la memoria de su novio suicida; permaneció solitaria pare de su vida, dedicada a su profesión de modista. El tiempo debe haber mitigado un poco su dolor, mientras los años iban cubriendo de nieve sus cabellos.

Matilde Santos casó, muchísimos años después, con el doctor Celso Miranda Matus y hoy viven en México, donde el doctor Miranda Matus es Cónsul.

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HIJOS DE UN EXPRESIDENTE

El general Zelaya, que en su juventud y como Presidente era un hombre a quien le gustaban las aventuras amorosas, como las guerras. De sus amores, que pudiéramos llamar clandestinos tuvo varios hijos, pero indudablemente los que hicieron época en el Managua aldeano, fueron Alfonso, Julio y Horacio Zelaya. El otro se llamó José Santos; se suicidó como ya lo he referido antes.

Eran hijos de Brígida Pérez, una mujer de cuerpo esbelto, atrayente, aunque su rostro era más bien feo. Cuentan los que la conocieron, que vivía, en la que hoy se conoce como Calle Largaespada, muy cerca de la casa de las Elmer, una de las residencias bonitas y modernas de aquella época.

INDISCRECIÓN JUVENIL

Cuando el general Zelaya iba a salir furtivamente de Managua, para León, a encabezar la revolución liberal del 93, su salida se mantenía en el mayor sigilo, pero se sabía que en casa de Brígida Pérez, deben haber dicho algo delante de Alfonso, pues cuando alguien llegó allí a preguntar por el General Zelaya, Alfonso, ingenuamente respondió a la pregunta, diciendo:

--Mi papá se va en la madrugada para León a encabezar una revolución.

Las crónicas no dicen si el niño sufrió un fuerte castigo, por su indiscreción, pero sí se asegura que ello fue motivo para que el general adelantara su viaje a la Metrópoli. Alfonso Zelaya, siendo Presidente su padre, se fue a Estados Unidos, y buen pianista, abandonó los estudios y se dedicó a ejecutar música en los centros nocturnos de aquel país. Murió allá hace algunos años.

SERENATAS

En cambio, Julio y Horacio, ya un poco más grandes, hijos del Presidente, eran los niños mimados de algunos círculos sociales del Managua aldeano. Amigos de la parranda, sobre todo Julio, se les veía por las noches, a altas horas, ofreciendo serenatas a las damitas que pretendían, serenatas rociadas de licor y que más de una vez degeneraron en escándalo, pero como eran de Presidente, la policía no podía detenerlos.

Sin embargo, debe hacerse honor al general Zelaya, que cuando él se dio cuenta de esos escándalos, ordenó a la policía que tratara a los jóvenes Zelaya como a cualquier contraventor de la ley, sin consideraciones de ninguna clase.

Julio Zelaya, casó más tarde, con la entonces bella señorita Julia Elmer y Horacio con la no menos bella señorita Matilde Ramírez, hija ésta del sabio Maestro Goyena. Matilde Ramírez creo que vive en Estados Unidos, donde casó nuevamente; Julia Elmer anciana ya, no conserva en su rostro ni siquiera huellas de su belleza de ayer.

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LA INTERESANTE HISTORIA DEL PUENTE DE GUADALUPE, EN LEÓN. Por: Dr. Juan de Dios Vanegas. En: El Centroamericano, 26 de Enero de 1968.


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Admirable obra colonial que debe reforzarse. Narrada por el difunto Doctor Juan de Dios Vanegas.


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Cuando los españoles abandonaron lo que después se llamó León Viejo, tomaron rumbo al Occidente, procurando acercarse al pueblo nagrandano llamado Subtiava (sic) y se detuvieron próximos al Oriente, para gozar, no sólo de las ventajas que iban a obtener con los servicios de los habitantes indígenas, sino la calidad del terreno y la existencia de un río al Sur y otro al Norte.

Los inviernos eran copiosos. Ellos llegaron en Enero. Las próximas lluvias de Mayo a Octubre, ya los encontraron instalados. Los descendientes de españoles se establecieron en lo que después se llamó barrio de San Sebastián. Los mestizos en lo que se denominó San Felipe, y los indios libertos, que los habían auxiliado en la traslación, apellidados naborí (sic), en la parte occidental de San Sebastián, que después se designó Laborío. Para llegar a ese sitio, atravesaron varios ríos, principalmente  el de Amatitán y el del Convento.

El primer invierno les reveló que los ríos se crecían considerablemente, arrastrando árboles y piedras. Pero ellos están situados en parte alta y no tenían peligro de inundación.

Así pasaron dos siglos; y en 1815 o 1816, el progresista Obispo Nicolás García Jerez, dispuso hacer el puente que desde entonces se llamó de Guadalupe, porque servía de comunicación con el barrio de ese nombre. Su altura es como de veinte metros, con tres arcos que le dan elegancia. El río pasa bajo el arco del lado Sur; pero cuando se crece por las lluvias, corre por los tres. La fábrica es de piedra y ladrillo, bien trabajado con espléndido material. Encima tiene forma plana, con una ligara curva, inclinada hacia el Norte y al Sur. Una cadena a cada lado, para asientos, defendida con una baranda. La primera fue hecha de los cañones de los rifles en desuso, que se llamaban negritos. Los muchacho pasaban sobre la calzada de la baranda, y el que estaba flojo lo sacaban y lo arrojaban al fondo del río. Hace pocos años, el Alcalde Roberto Debayle mejoró la parte superior del puente colocando una buena reja y unos faroles para iluminarlo en la noche. Cuando se arregló la calle, se hizo un triángulo  a cada lado, para jardín. En el lado noreste estuvo varios años el busto del sacerdote Remigio Casco, gran orador consagrado y gran escritor. El busto de Casco fue trasladado al parque de la Mercede y en su lugar se colocaron  los cañones viejos que estaban en las esquinas, en las calles; colocación que hizo el Alcalde General Carlos Castro Wasmer.

No se tiene memoria del nombre del arquitecto que trabajó y dirigió el trabajo. Por la época en que fue hecho, se supone que fue el mismo que trabajó las torres de la Catedral, Hipólito Estrada y Orellana, venido de Guatemala  y los que hicieron de albañiles han de haber sido de esta ciudad, lo mismo que los aprendices auxiliares, entre los que se nombra a Ramón Sánchez y Antonio Vidoña. Cuando los trabajos avanzaban, mostrando las bases de los arcos, el Sr. Obispo acompañado de los Canónigos y del alto Clero, visitaba la obra, poniendo entusiasmo en el jefe  y los oficiales y aprendices. Existía al lado oriental una bajada en gradería plana, enlajada, hasta llegar a la orilla del río. Puede verse los restos de esa gradería. La comitiva llevaba asientos y los colocaba bajo un enorme Guanacaste que daba sombra y frescor. Aquello era un acontecimiento entre los trabajadores y vecinos. Cuando terminaron la obra tuvo efecto la bendición solemne, con cantos litúrgicos.

El vecindario rememoraba la leyenda de la profecía de Fray Ramón Rojas de Jesús María, que entonces estaba ocupado en la fundación del pueblo de Guadalupe, al Poniente de Chichigalpa, donde se admiran las ruinas. Fray Ramón había dicho que con las crecidas de ese río, la ciudad se podía perder. El santo era admirador del señor Obispo García Jerez, por sus obras materiales, morales e intelectuales. Conservo una carta que del pueblo de Guadalupe escribió a Su Señoría, en 1812, cuando ya empezaban los brotes de la Independencia.

El puente es sólido, resistente, preparado para que pasen vehículos con algo más de una tonelada: pero se hace preciso reforzarlo, porque los grandes camiones que vienen por la carreteras traen doce y quince toneladas y a su paso se debe conmover y sacudir, aflojándose las uniones de los ladrillos.

El puente de Guadalupe es una obra romana en su construcción. Contemplándolo se piensa en los grandes acueductos que los romanos construyeron en Italia, España y los otros países que estuvieron bajo su dependencia.


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martes, 4 de noviembre de 2014

QUIÉNES FUNDARON EL PRIMER EQUIPO MASCULINO DE BASKET BALL. Por: Juan García Castillo. 21 de Septiembre de 1967.

QUIÉNES FUNDARON EL PRIMER EQUIPO MASCULINO DE BASKET BALL. Por Juan García Castillo En El Centroamericano. León, 21 de septiembre de 1967.

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Hace poco más de medio siglo no se conocía en la ciudad aldea de Managua, la palabra “DEPORTE”.

Hace poco más de medio siglo no se conocía en la ciudad aldea de Managua, la palabra “DEPORTE”.

Los “deportes” de ese época, si así puede llamarse al “Cuartel Inglés”, a “una marcha con trompos”, “al chimpilicoco”, a la trompeadera al salir de clases por la mañana o por la tarde no se conocían con el clásico nombre de deportes y mucho menos el ENS SANA IN CORPORE SANO.

No fue sino hasta el año de 1923, en que regresaron a Nicaragua un grupo de jóvenes nicaragüenses, que habían realizado en Estados Unidos estudios de High School, que éstos jóvenes encontraron, la novedad de un grupo de muchachas distinguidas ya practicaban el básquet y ellos no queriendo ser de menos o mejor dicho, “no quisieron dejarse”, de las jovencitas que descollaban en el básquet, procedieron a formar el primer equipo masculino de básquet del cual formaron parte varios caballeros de hoy, unos en la eternidad y otros vivos y dedicados a sus negocios.

Fueron integrantes de ese primer equipo de básquet masculino: René Wallace que encontró la muerte, años después en la bohemia. Alejandro Barrios también muerto, Juan y Pablo Aguerri, Ignacio Araquistain, Joaquín Castillo, creo que también muerto y nativo de la región atlántica, Rafael Cabrera y Ramón y Gilberto Morales.

Este equipo de jóvenes entusiastas era la admiración de la juventud no deportista de esa época y las muchachas distinguidas llenaban los lugares donde exhibían sus cualidades de deportistas esos jóvenes.

El equipo de básquet masculino, sostuvo varios encuentros, todos los sábados, con los marinos de los Estados Unidos.

Desde luego más avezados, mayor empuje en ese y los demás deportes, los marinos estadounidenses, ganaban siempre a nuestros compatriotas, pero la muchachada nica, siempre vitoreaba a nuestros jóvenes y esforzados jugadores, como si fueran verdaderas estrellas y abucheaban los contrincantes norteamericanos.

BÉISBOL EN LAS CALLES

Si el basket ball, conforme la modalidad que nos trajeron los jóvenes nicaragüenses, educados en Estados Unidos, era la admiración, en cambio el beisbol, que aún antes del basket, se jugaba en las calles de la entonces Managua aldeana; el beisbol, pero rudimentariamente. Las bolas eran de hilo. Los muchachos robábamos a nuestros padres y hermanos o hermanas, las garruchas de hilo y con hilo confeccionábamos las bolas, que tenían como cubierta pedazo de trapo. Más tarde la cobertura fue de cuero o algo resistente mientras los bates eran rollizos de cualquier madera.

Practicando en esa forma en las calles, fueron surgiendo las futuras estrellas de beisbol, como Jolea, que cuando no podía alcanzar el bateador una línea o curva, y se impacientaba, el público le gritaba: “Calma Jolea”.

Cuando se formó el primero equipo o los primeros equipos de beisbol, éstos se reunían para practicar en el antiguo patio de Donaldson (así se llamaba el lugar donde tenía una quinta, por cierto de las mejores de la ciudad, el cónsul norteamericano Chester Donaldson y de quien tengo entendido que alentaba a los jugadores y hasta les enseñaba ese deporte.

Dos fueron los equipos que se formaron: El Bóer y el Managua, eternos rivales hasta hace pocos años y de donde salieron jugadores estrellas, que recorrieron Centro América, porque fue aquí en Managua, si no estoy mal informado donde primero se jugó beisbol.

MUCHACHAS BASQUETBOLISTAS

Pero si mencionamos a los primeros jugadores masculinos de basket ball, también cabe hacer el recuerdo de nuestras jóvenes de aquel tiempo que se adelantaron a los varones a practicar tan distinguido deporte. Y no debía de falta aquí el nombre de Margarita Pérez, figura estelar del basket ball femenino, así como otras, hoy distinguidas damas, cuyos nombres no recuerdo. Vayan para ellas las excusas de Juan García Castillo.