Traducido de Shrinkage
of Lake Nicaragua de A. Heilpcin.
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Fotografía del Dr. Ismael Gaitán F. (Presentada al Concurso de Fotografía Libre, 1960). |
Un serio obstáculo para el propuesto canal por Nicaragua,
que ha escapado a toda consideración pese a su gran importancia, es el que se
refiere a la disminución de las aguas del lago de Nicaragua, que desagua por el
río San Juan. El canal por el cual será utilizado el lago, como reservorio a su
más alto nivel no podrá ser permanente sí las aguas del mismo lago no son
retenidas.
He dado algunas razones, aparecidas en publicaciones
anteriores, que me inducen a creer que el nivel de las aguas es inconstante,
habiendo descendido de 15 a 20 pies en el período de medio siglo o en menos. Estas
conclusiones están basadas en las primeras determinaciones de altitud
verificadas por el ingeniero español Manuel Galisteo en 1781, y por el inglés John Baily*[1]
en 1838.
Estas primeras medidas difieren de las más recientemente
obtenidas por la U.S. Geologiacl Survey, en unos 20 o 30 pies las que fueron
verificadas por la Comisión Canalera en 1897-89, la cual intentando refutar mis
conclusiones llegó a aseverar que “descartando las primeras medidas el nivel
del lago de Nicaragua ha quedado constante, exceptuando leves fluctuaciones
estacionales, y por un período que tiene que ser contado por siglos”, y “que
las condiciones geológicas en esa porción del istmo, garantizan una futura
estabilidad, que favorece la construcción y mantenimiento de un trabajo de gran
envergadura como es el del canal proyectado”
Un examen crítico de las
premisas de Mr. Willard Hayes, autor de la exposición anterior, muestra que
tales están lejos de un convencimiento, presentando contradicciones con los datos proporcionados
oficialmente por el ingeniero jefe Wheeler, de la Comisión Canalera, los cuales
confirman los argumentos adelantados en pro de la inestabilidad del nivel del
lago. El mismo Mr. Hayes presenta tres causas “que podrían traer un cambio en
la altitud de este nivel, a saber:
Una depresión de la entera porción del istmo pero sin
concavidad; una depresión del fondo del lago con curvatura y un hundimiento
hacia el desaguadero”, aunque admite no haber encontrado evidencias directas de
tales causas que le den la seguridad de que el nivel del lago sufrirá descensos
en el futuro.
Para muchos geólogos existe otra causa, además de las tres
anteriormente expuestas, y que ellos conocen como movimientos epirogénicos, los
que consisten en lentos ascensos y descensos de las tierras adyacentes, como
por ejemplo la inmersión y emersión del templo de Serapis[2],
construido a orillas de la bahía de Nápoles, fenómeno que Collison creyó
deducir cuando corrió la medida local del lago, en 1861, afirmando en su
reporte a la Royal Geographical Society que, “aún el nativo menos observador,
morando a orillas del lago, podrá referir cómo sus bancos han sido levantados
años tras año y de manera apreciable visualmente, etc.”
En el reporte del ingeniero jefe de la Comisión Canalera,
que fuera elaborado muy meticulosamente, se ha tenido en cuenta el agua que el
lago recibe por precipitación pluvial y aporte de los ríos tributarios a su
cuenca, contraponiéndola a la que pierde por evaporación y desagüe, pudiéndose
afirmar que en años de riguroso verano solamente el agua perdida por
evaporación excede a la aportada por la precipitación y afluencia.
Por observaciones
hechas desde numerosas posiciones en la ribera del algo, se ha deducido
que la precipitación pluvial anual sobre la superficie del lago es
aproximadamente el 28% de lo que es en Rivas, siendo la cantidad recolectada
por la afluencia de los ríos todavía inferior a esa proporción.
Tales datos con
el conocimiento de la suma de la evaporación superficial más la pérdida por
desagüe, permiten una fácil determinación de la hidrodinámica del lago de
Nicaragua.
En efecto, se considera que la evaporación de la superficie
del lago en promedio es de unas 6 pulgadas mensuales durante el verano y de
unas 4 durante el invierno. En 1898 la evaporación anual fue de 52 pulgadas,
pero ese año fue considera como “anormalmente húmedo”; la humedad atmosférica
se opone a la evaporación, y de acuerdo con Dr. Davis, hidrógrafo de la
Comisión, de no reinar tal estado, hubiera alcanzado un promedio de 60
pulgadas, o sea 5 pies.
Medidas efectuadas durante 19 meses indican que desde
noviembre de 1889 hasta junio de 1891, llovieron 38 pulgadas sobre lago,
suficiente para levantar el nivel en 45 pulgadas (precipitación más afluencia).
Pero también se ha considerado que en ese mismo período de tiempo la
evaporación hizo bajar el nivel del agua en 93 pulgadas, o sea una caída de 49
pulgadas, y sin incluir el agua perdida por el desagüe del San Juan.
Si se considera esta relación por varios años, se puede calcular
que la pérdida de agua solamente por evaporación durante tres años consecutivos
de riguroso verano sería unos 19 pies. Teniendo en cuenta la recurrencia de
tales períodos de sequía se debería esperar un descenso sensible del nivel del
lago en un tiempo equivalente a una centuria.
Como conclusión final, resultante de todos estos datos,
podemos deducir lo siguiente: a) el lago de Nicaragua ha sufrido una marcada
reducción durante un período comprendido entre 25 y 50 años; b) la reducción
sigue en progreso y no se conocen condiciones por las que la pérdida sufrida
pueda ser compensada; c) Era bien fundada la presunción de las primeras medidas
del nivel del lago, indicando que el descenso de 20 a 30 pies fue una muy
acuciosa medición. Todas estas conclusiones pueden por tanto ofrecer serios
obstáculos a la construcción de un canal por Nicaragua y a su conservación una
vez construido.
[1] John Baily fue un inglés
que vivió en América Central durante muchos años. En 1837-1838, fue contratado
por el gobierno de Nicaragua para estudiar una ruta potencial para construir un
canal desde el mar Caribe hasta el océano Pacífico. Este mapa, publicado en
Londres en 1850, iba acompañado por un libro, América Central, publicado por
separado, que contenía la mayor parte de la información que Baily había
recopilado para preparar el mapa. El mapa muestra cuatro rutas posibles para el
canal: una estudiada en 1848 por el ingeniero danés Andrés Oersted para el
gobierno de Costa Rica; la ruta de 1837-1838 propuesta por el propio Baily; una
ruta a través de la actual Panamá, propuesta en 1844 por el ingeniero francés
Napoleón Garella; y una ruta a través de Nicaragua, preferida por el príncipe
(y más tarde emperador) Luis Napoleón de Francia. Los dibujos en la parte
inferior izquierda destacan las dificultades técnicas que suponía construir un
canal que atravesara las colinas y montañas por tierra y que tuviera en cuenta
los diferentes niveles del mar (causados por las mareas) en las zonas del canal
sobre el Atlántico y el Pacífico. El mapa y los escritos de Baily se citaron
frecuentemente en debates posteriores, acerca de dónde y cómo debería
construirse el canal.
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