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El volcán
Momotombo eleva su cúspide a 1,280 metros sobre el nivel del mar, separado del
sito de Puerto Momotombo y León Viejo
por un brazo de lago de forma semilunar.
En el mapa
topográfico de la Dirección General de Cartografía (escala 1: 50,000) desde el
vértice del volcán al poblado de su nombre hay una distancia de 8 kilómetros y
medio, en el rumbo Este-Sureste, podemos decir, en la misma dirección en que
sopla el alisio la mayor parte del año. Como este viento arrastra consigo la
mayor cantidad de productos eruptivos, el borde Sureste del cráter se ha
elevado sobre los restantes y ahora puede decirse que la boca del volcán se
abre hacia el Noreste.
Fue en esta
dirección que en 1905 las lavas rompieron un boquete o portillo en la pared,
saliendo en estrechas corriente que al llegar al pie de la montaña se extendió
ampliamente por la llanura. Desde lo alto estas lavas jóvenes, “intocadas,
vivas, como navajas de barbero”, se ven brillar al sol cual si estuviesen
húmedas o se tratara de una corriente líquida.
El cráter
tiene forma elíptica, de unos 300 a 400 metros en su eje mayor, orientado de
Noreste a Suroeste.
Actualmente la
actividad del Momotombo está reducida a la emisión intermitente de gases, más o
menos abundantes, a través de las fumarolas del cráter y de alguna que otra
grieta de las laderas.
En otros
tiempos las erupciones de tipo explosivo formaban densas nubes de polvo,
cenizas y arenas que los vientos llevaron a depositar en las regiones
circunvecinas; entre éstas la plenillanura de puerto Momotombo y León Viejo ha
sufrido por siglos el bombardeo más intenso a causa de la preponderancia del
alisio, habiéndose formado en ella depósitos de gran espesor.
A la llegada
de los españoles la actividad del Momotombo era excepcional. Pedrarias, desde
Castilla del Oro, lo describe al rey, de oídas, en esta forma:
“Cabe la
ciudad de León está otro cerro muy alto, y por encima de la corona sale del
fuego, que se ve a la clara de día e de noche, por cinco bocas; a la redonda de
este cerro hay muy grande cantidad de piedras de azufre”…
La fama del
Momotombo como volcán muy activo se mantiene a través de los años. El padre
Vázquez de Espinosa, de paso en Nicaragua en 1613 y 1620, habla de la ciudad de
León fundada por Hernández de Córdoba “a la orilla de la laguna menor, 21
leguas de Granada, en sitio llano y apacible, cerca de un alto volcán que
siempre arroja cantidad de fuego”.
Oviedo en el
Libro XLI de la “Historia General”, adelanta una noticia sobre el amenazante
Momotombo y un juicio acerca de la fundación de ciudades en lugares de peligro:
“Y en la mesma
gobernación de Nicaragua, en la provincia de Nagrando, a una legua o poco más
de la ciudad de León, está un altísimo monte, en las cumbres del cual por
diversos humero siempre sale humo; é suele acaescer que con tempestad o
terremotos saltan pedazos grandíssimos
de piedra é tierra del mesmo monte, é destruye parte de la tierra. Todos estos
terremotos é tempestaudes se causa de las concavidades é cavernas que las tales
montañas tienen en sus interiores é porque son mineros de azufre ó de alumbre,
é los vientos reinclusos en aquellos vaquos, quando espiran, revientan é hacen
esos daños”… y en especial donde hay las dispusiciones dessos montes o
zufretales ó alumbres, debían los fundadores de nuevas poblaciones apartarse de
tales vecindades é assientos peligrosos”…
Adelante, en
el Libro XLII, dedicado a la gobernación de Nicaragua, Oviedo relata con más
detenimiento:
“Comencemos
del inferno, que llaman los indios MAMEA, que es cosa muy notable de ver é
considerar. Y es de esta manera (LAM. 1ª. FIG. IIIa) –T.IV-.
“Legua y media
de la cibdad de León está un cerro muy alto de la otra parte de la laguna, el
qual es de la maneara que le pinté aquí, é la cumbre más alta tiene muchos
agujeros, por donde, apartados unos de otros, continuamente, sin cessar un
momento, sale humo. Bien creo yo que hasta la cabeca é parte superior del monte,
é desde León hay más de tres leguas, porque de más de diez y ocho o veynte
leguas se paresce este humo, el qual de día ni de noche no echan llama. Hay por
allí mucha piedra azufre é muy buea, é aun tiénese por la mejor que se ha
visto, segú lo loan artilleros, para hacer pólvora, é otros para diversos
effetos. En las espaldas e lados desde monte é sus anexos, que turan en redondo
más de cinco ó seys leguas, hay en muchas partes muchas bocas de agua
hirviendo, de la manera que en el Puzol se dice tres leguas de Napones, nerve la
zufretara; é assi pienso yo que es todo este monte e sierra de mineros de
azufre. Hay otros agugeros por la tierra adentro de la dicha circunferencia,
por donde sale grandísimo viento é muy caliente, tanto que no se puede
comportar de cerca. Hay otros agujeros por donde no sale viento, sino algún
poco de ayre; pero llegándose hombres cerca (como lo hacen muchos sin peligro)
se oye muy grandíssimo ruydo, que parece que allán dentro suenan diversos e
innumerables fuelles de fraguas de herreros: é o algunas veces cessa aquella
espantanble armonía por poco espacio, e torna a hacer lo mesmo, é así de quando
en quando son aquellas pausos o silencio: pero el tiempo q᾽ cessa es menos que la
quarta parte del tiempo que se oye aquel estruendo. También se halla mucho acije
perfetto por allí y entre las otras fuentes calientes hay una cerca de un
pueblo que se dice Totoa, tan caliente, que cuescen los indios allí la carne y
el pescado y el pan que comen, en ella, y en muy breve espacio, que no se tarda
en cocer tanto como se tardaría en decir dos veces el Credo; é los huevos antes
de que se diga la mitad del Ave María se cuescen. En el tiempo que truena ó
llueve, ó en aquel tiempo que las aguas
se continúan (aunque a la verdad muy pocas veces llueve en aquella tierra); pero
lloviendo o sin llover, ningún año passa sin temblar muchas veces la tierra. E
no es temblor assi sumario ni presto, sino uy rescio é largo; é yo he estado en
aquella cibdad, é vi temblar de manera aquellas casas, que nos salíamos,
huyendo dellas, á las calles y á la placa, porque no se hundiesen sobre la
gente: é conté en un solo día é noche sesenta é tantas veces esos temblores, é
aquestas ó más muchos dias , é a veces tan continuos é unos tras otros, que es
cosa de mucho temor. E á veces caen rayos é matan gente é queman casas.
Todo lo que he
yo visto en aquel pueblo de León, é sin duda no es comparación en la tierra
tremol o temblores la de la cibdad de Puzol (que por ellos la vi yo un tiempo
quassi destryda) con lo que hacen en León; é soy de opinión que si fuesse edeficada de casas
de piedras, como esta nuestra cibdad o como las de España, que muchas
derribarían aquestos tembolores de la tierra con muertes de muchos”.
Veamos ahora
como comenta el sabio alemán Karl Sapper el dibujo de Oviedo que acompaña a la
descripción anterior:
Tal dibujo
“representa un cono principal rápido de mucha pendiente, con un barranco de
erosión bien manifiesto, que conduce de la cima hacia abajo, y varias
eminencias, que en mi concepto eran los restos de una circunvalación antigua,
en parte destruida por la erosión”. Es probable que la actividad del cono
central había despertado (después de un reposo muy largo) poco tiempo antes de
la llegada de Oviedo porque de otra manera el barranco de erosión, de arriba
abajo hubiera sido –estado— ya cubierto de nuevas cenizas y escorias”.
Oviedo da en
su dibujo la elevación mayor a la colina meridional. Coincide con la
observación de Sapper (ascensión en 1898) de “una cuchilla espiral bajando
rápidamente desde la altura de 1010 m. en el lado Sur, es decir desde el punto
donde se nota ya desde lejos una pequeña eminencia, unos 200 m. arriba de la
–del— límite de la vegetación”.
“Me parece
–continúa Sapper— que el atrio anterior fue rellenado enteramente por los
productos de la actividad fuete del cono central; y que en las faldas del cono,
que actualmente parecen consistir de un solo elemento orográfico, la vegetación
arbórea solamente pudo radicarse en el suelo descompuesto de la circunvalación
primitiva, pero no en las escorias, arenas y cenizas todavía no descompuesta y
movedizas, que actualmente forman la superficie del nuevo cono”… “Que realmente
la región culminatoria es muy joven y el terreno más bajo, cubierto de bosques
antiguo, se conoce fácilmente, porque aquella es-está enteramente intacta pero
–y— éste cortado por muchos barrancos radiales”.
“Es verdad que
al Norte no pude averiguar vestigio alguno de la circunvalación antigua, pero
creo que la –el— actual límite tan bajo de la vegetación en las faldas
septentrionales, que no se puede explicar de –por— causas climatológicas o
topográficas, designa (señala) aproximadamente la extensión anterior de la
circunvalación antigua”.
Sapper emite
la opinión de que quizás las eminencias laterales hayan sido activas
separadamente.
Este parecer
sería corroborado por la pintura que Torquemada nos hace del volcán:
“A la orilla
de la dicha laguna, entre el Norte y el Mediodía, está un cerro tan alto que
terná una legua de su subida, la tierra del cual es toda como acige, de lo que se
hace la tinta (dice el P. Fr. Toribio) yo, estando allá, tomé y eché de ella en
un tintero y escrivía lo que había menester. Este cerro que he dicho, la
tercera parte de él, de la parte de arriba, está hechos como un cobertor de un
Alcántara, por entre el cual cobertor y la parte de abajo, sale siempre humo
que como piedra azufre”…
Como él mismo
lo confiesa, la información que ofrece Torquemada la extrae del Padre
Motolinia, cuyos “Memoriales” tuvo a mano cuando escribió lo referente a
Nicaragua. Por el momento, pues, ya sabemos que los famosos papeles de Fr.
Toribio (de que también se sirvió Herrera para escribir sus “Décadas”) en parte
fueron escritos con tinta hecha de acige del Momotombo, cuya fórmula completa
el mismo Herrera se encargará adelante de proporcionarnos.
A nuestro
entender, la descripción del Momotombo por Torquemada sirve, de paso, para
arrojar luz sobre un interesante problema cronológico, cual es la fijación en
el tiempo del viaje del Padre Motolinia a Nicaragu, durante el cual fundó el
convento franciscano de la Concepción, en Granada.
Según el Padre
Vázquez, Motolinia entró en Guatemala en 1528, de donde pasó a Nicaragua, entre
otras cosas, para ver el volcán Masaya, que era la gran atracción de la
época, y estaba de vuelta, rumbo a
México, en noviembre de 1529. Se ha impugnado la certeza de estas fechas, al
parecer con razón.
EL ASPECTO ACTUAL DEL MOMOTOMBO AJUSTADO AL DIBUJO DE OVIEDO:
1) Dirección del alisio
2) Área de mayor precipitación de materiales eruptivos;
3) Límite de la vegetación.
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José Fernando
Ramírez propone situar el viaje a Guatemala y Nicaragua entre 1530 (Cuando se
localiza a Motolinia en Puebla) y 1533 (cuando está en Tehuantépec). De ese
lapso no se conoce nada acerca de Motolinia, y bien caber en él el discutido
viaje. Parece haber razón en esto, sobre todo después de comparar la
descripción del Momotombo por Torquemada con el dibujo trazado por Oviedo en
1529; no coinciden. Torquemada (por mano de él Motolinia) pinta el volcán en
una etapa postrera, en que el “atrio anterior” de que habla Sapper ha sido ya
colmado por las materias arrojadas por el cono central, las cuales apareen como
cubriendo la circunvalación, a la manera del “cobertor de Alcántara”, que dice
Torquemada. Se deduce que Motolinia no estuvo en Nicaragua al mismo tiempo que
Oviedo, sino algo después, cuando ya el volcán había perdido su aspecto difuso
primitivo, que nos retrata Oviedo, y adquiría unidad por la preponderante
actividad del cono central. Así pues, resulta muy aceptable la sugerencia de
Ramírez de que el viaje de Motolinia a Nicaragua hay que situarlo entre
1530 y 1533. Y acaso, como quiere el Padre Lamadrid, aun
después de 1537.
Para cerrar
este artículo, dedicado al Momotombo, oigamos al cronista Herrera explicando la
manera de hacer tinta con la tierra del volcán:
“Está a la
Vanda del Norte de la gran laguna: I a tres leguas de la Ciudad de León, un
Volcán de suma altura, i puntiagudo, que tiene en la cumbre una boca, que echa
á la tarde, i a la mañana, humo espesísimo, i arroja gran cantidad de Piedra de
Acufre: i juntando la Tierra del Volcán con Agua de Nacolot –nacascolo—, que es
Fruta de un Árbol de aquella provincia, se hace finísima Tinta”.