domingo, 27 de febrero de 2022

LOS NOMBRES GEOGRÁFICOS DE ORIGEN NAHOA DEL DEPARTAMENTO DE MANAGUA. Por el Dr. Alejandro Dávila Bolaños. La Prensa, 22 de noviembre de 1959.

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         El doctor Alejandro Dávila Bolaños desearía de los lectores de LA PRENSA, que le enviaran los nombres de lugares geográficos, flora, fauna y cosas domésticas que tengan nombres indígenas, y que corresponda, de ser posible al mismo lugar del remitente; con la advertencia de dar una correcta asignación, lo mismo que la ubicación exacta del lugar indicado. Ej. Quebrada del Ojoche, nombre de un arroyo situado entre el camino de Masaya y Nandasmo. – Comajuche: nombre de un arbusto que da una flor amarilla, se le encuentra en Tomabú, cerro, de la Jurisdicción de Estelí, etc., etc.

         Desalojados definitivamente los misquitos y los sumos de las costas del Pacífico, por tribus mexicanas que irrumpieron al suelo patrio en diferentes épocas, éstas se asentaron en todo el territorio comprendido, en la proyección topográfica actual, entre Chinandega y el río Poteca, por el norte y el Departamento de Rivas, y el de San Carlos por el Sur. Posteriormente estas tribus fueron absorbidas por los aztecas o Nahoas, quienes impusieron el idioma Nahuatl como la Interlingua enre las diferentes comunidades etnográficas: Chorotegas, Subtiavas, Dirianes, Niquiranos, Chontales, Orotinas, Mames, Maribios, Pontones, etc., etc. Hay que hacer notar que el Nahuatl, como lengua internacional, se hablaba desde el surde los Estados Unidos hasta el norte de Costa Rica. Dicho idioma nahuatl, todavía se conserva vivo en los nombres de la flora, fauna, uso, costumbre y geografía nicaragüense. El presente trabajo qué estudia solamente los nombre de lugares de un lugar limitado de nuestra Patria, va escrito con el deseo de ilustrar un poco en la semántica nahoa, a la mayoría de nuestros coterráneos, que por uno y otro motivo, han olvidado momentáneamente, la raíz primitiva de nuestro origen precolombino, tan necesario, en los actuales momentos, para fortalecer los lazos materiales y espirituales de nuestra nacionalidad, en la busca de su destino social e histórico.

DOS ADVERTENCIAS: . En el idioma nahuatl los nombres simples son muy raros. Exceptuando Atl: agua, Etl: frijol y una escasa media docena más de monosílabos. Y los bisílabos: Otli: camino; Eztli: sangre, y tres o cuatro más, todos los nombres son compuestos.

         Esta composición no se hace yuxtaponiendo un vocablo al siguiente, sino perdiendo el primero las sílabas finales y el segundo, igualmente las pierde, cuando en la palabra entran tres vocablos. Ejemplo: Jalapa: Xalli: arena; Atl: agua; Pan: en. Significado “En el agua de arena o arenosa”.

         Sentado esto, comenzaremos con:

         MANAGUA. – En su bien documentada obra, Diccionario de Aztequismos, el doctor Cecilio A. Robelo, inserta el siguiente párrafo del Ilustre Frayle Bernardino Sahagún, contemporáneo de la conquista de México, y autor del famosísimo libro Historia General de las cosas Nuevas España: —“A las lagunas o estanques donde se crían espadañas o juncias, que no corren por ninguna parte; y a las que se hacen de agua llovediza las llaman AMANALLI, o sea “agua que se está queda”.

         El mismo Robelo, al estudiar la palabra AMANAL, dice así: AMANAL – A – Manlli: Atl: agua; Manalli: represa. “Represa de Agua”. O como dice Molina: “Alberca”, “Estanque”.

         Nuevamente el erudito Robelo, estudiando el vocablo A – MANALCO:

         AMANALCO: -- A – Manal – Co: A-manalli: represa de agua; Co.: en. En el amanal, esto es, donde está la alberca, el jagüey, lagunajo, etc.

         En su vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana, compuesto por el muy Reverendo P. Fray Alonso de Molina, de la Orden del Bvdo. N.P., San Francisco, y cuya Primera Edición data del año 1571, dice:

         Allanar el suelo: Ixmana o tlalmana.

         Llanura de agua: aixmanal. Estancarse el agua que corría: momana.

         Charco de agua: atl momaa.

         Estanque de peces: michamanalli.

         Agua que va sosegada y mansa. Yxmantiuh atl.

         Damos explicación anterior, porque todos los autores nacionales que hacen derivar el origen del nombre de nuestra capital, ya del Chorotega, del Nagrando, del Pipil o del Misquito, etc., lo hacen sin citar una fuente autorizada o respaldo etimológico en que podamos fundar si dicen verdad. Managua, según autores significa: “Aquí estas los Mexicanos”; “Agua hirviente que hace espuma”; “Lugar donde se pesca”, etc. Otros etimologistas lo hacen derivar del Siboney o del Taíno, dialectos antillanos que se hablaban en Cuba, y cuyos aborígenes tenían relaciones culturales o guerreras (?) con Nicaragua; los cuales cubanos precolombinos ganando un día una singular batalla y adentrándose a través de nuestra costa Atlántica, cruzando el Cocibolca y remontando el río Tipitapa (?) fundaron a pocos kilómetros de la costa del Pacífico, la ciudad de Managua, en recuerdo a la otra Managua, que habían dejado en la Isla (?)…

Hemos demostrado con los ejemplos citados, que en el idioma nahuatl, existe el sustantivo MANALLI o MANA, con el significado claro, exacto y preciso de Represa., Estanque, Charco, etc.

MANAGUA. – MANA – A – HUA: Manalli: estanque, que denota tenencia o posesión. DONDE TIENEN ESTANQUES o mejor dicho: DONDE HAY ABUNDANTES FUENTE DE AGUA. O más simplemente: DONDE HAY LAGUNAS.

2 – ACAHUALINCA – Acatl: caña; Hua: posesión; Olini: templor; C       a: en los nombres geográficos, significa En: “En el tremedal de las cañas”.

3 – ACICAYA – Atl: agua; Xicalli: jícara. “Río de los Jícaros”.

4 – APOYO – Atl: agua; Poyec: salada. “Laguna salobre”.

5 – APANTE – Atl: agua; Pantli: línea, hilera. “Caño de Agua”.

6 – ASOSOCA – Atl: agua, Xoxoúnqui: azul, color del cielo. “Laguna color

                          del cielo”.

7 – CAMAPOCHE – Camatl: boca; Pochotl: pochote. “En la boca del                                                                                   Pochote”.

8 CIGUATEPEQUE – Cihuatl: mujer; Tepe: cerro. “Cerro de la mujer”:

9 CITALAPA – Citlali: estrella; Atl: agua; Pa: en. “En el río de la estrella”.                                                    

10 – COYOL – Coyomitl: punzón. “Qué tiene púas”.

11 – CUAJACHILLO – Cuaútla; bosque; Chilochuchi: ceiba. “Bosque de Ceibas”.



12 – CUISALA – Quetzalli: el pájaro quetzal-totol, quetzal o cuesal; Atl: agua. “En el río de los quetzales”. Si tomamos el nombre de que allí, como adjetivo, será entonces: “en el agua hermosa”, por lo limpia, fresa y agradable.

13 – CHILAMATILLO – Hibridismo nahoa y español. Chilamate pequeño. CHILAMATE: Chilli: picante; Amalt: amate. “Amate cuya sabia es picante”.

14 CHIQUILISTAGUA – Chiquilichtli: cigarrra o chicharra; Tlatlauhqui: colorada “Chicharra colorada”.

15 ESQUIPULAS – Esquite: palomitas de maíz; Pul: da la idea de aumento, de gordura. “Esquites abultados”. “Turrón de maíz tostado”.

16 GUISISIL – Huitzilin: colibrí. Derivado de Huitzili: espina, porque el pico de este pajarito parece espina. Ignoro la razón de este nombre, aunque no pudo haber sido dado, porque la montaña donde está este cerro, es muy delgada y larga como el pico del colibrí.

17 – JILOÁ – Xilonem:   DIOSA DEL MAÍZ TIERNO; Atl: agua. “Laguna consagrada a la diosa Xilonem”.

18 – JINOTEPE El sustantivo Xíyotl o XIOT: sarna, dio origen al vocablo Xino, Jino o Jiño; y de ahí el nombre de Jiñocuao (Cuahuitl: árbol). “Cerro de Jiñocuaos”. O quizá de la palabra XINACHTL: semilla-a, hayan formado Jina-cuahuitl, —Jiñacuaos: árbol de semilla, por la abundancia de las mismas en las ramas de dicho árbol.

19 – MASACHAPA – Masatl: venado; Xalli: arena, Pa: en. “En el arenal del venado”.

20 – MOCUANA – Mo: partícula que se antepone a los verbos reflexivos: se; Cuani, derivado de Cua, comer: el que come; Atl: agua. “Río donde se es devorado”.

21 – MOTASTEPE – Motlati: piñuela; Tepe: cerro. “Cerro de Piñuelas”.

22 – NEJAPA – Nextli: ceniza; Atl: agua; Pa: en. “Laguna cenicienta”.

23 – OSTOCAL – Ox – toltl: cueva, Calli: casa. “Casas de cuevas”.

24 – POCHOCUAPE – Pochotl: pochote; Cuate. Mellizos. “Pochotes pegados”.

25 – POCHOMIL – Pocholt: pochote; Milli: sementera “Bosqwue de Pochotes”. Pochotal.

26 – SABANAGRANDE – En lengua nahuatl se dice: IXTLAHUATL.

27 – TACANISTE – Tlacatl: hombre; Nixtli: ceniza: “Hombre ceniciento”.

28 – TECOLAPA – Tecolotl: tecolote, lechuza; Atl: agua, Pa: en. “En el río de la lechuza”.



29 – TELPOCHAPA – Tepoxáctli: piedra esponja; Atl: agua. Pa: en. “Río de la piedra esponjosa”.

30 – TICOMO – Tecomatl: nombre de un vaso de barro, como tasa honda, de dos orejas.

31 – TICUANTEPE – Aunque este fértil valle, pertenece en sus tres cuartas partes al Departamento de Masaya, daremos en abono a la cuarte restante del Departamento de Managua, su etimología: Tecuani: te: alguno; cuani: el que come: “El que se come a alguno”; por generalización: tigre, coyote, bestia carnicera; Tepe: cerro. Cerro de bestias sanguinarias”.

32 – TIPITAPA – Etimología anfibológica: Tepetate: tetl: piedra; petlatl: petate; atl: agua; pa: en. “Lugar del río de tepetate o talpetate”. O más bien: Tepetla-calli: sepulcro de piedra; Atl: agua; Pa: en. “Lugar donde el río se sepulta”.

33 – TISCAPA – Tezcatepiton: charco pequeño como espejo para mirarse; Atl: agua. “Laguna pequeña para mirarse”.

34 – TIZATE – Tizatl: Tierra blanca. Yeso. Nombre nahoa a las tierras calizas.

35 – XOLOTLÁN – Xolotl: deidad muy estimada por los nahoas; Tlan: cerca: “Junto a Xolotl”. Es probable que en Managua existiera un teocalli consagrado al gran dios Xolotl, y de ahí el nombre del lago.

36 – ZAPOTE – Zapotl: nombre de fruta.

37 – CHILTEPE – Chilli: chile; tepe: cerro. “Cerro poblado de chiles”.

         La Patria se ama más cuando más la conocemos. Sirva este trabajo para despertar más la curiosidad por las cosas que nos atañen y nos pertenecen.

BIBLIOGRAFÍA

J. I. Dávila Garibi: Toponimias Nahoas. Del Nahuatl al Español.

H. Castellón: Diccionario de Nicaragüanismos.

J. D. Gámez. Historia de Nicaragua.

A. Ayón: Historia de Nicaragua.

A. Valle: Diccionario del Habla de Nicaragua: Interpretación de Nombres Geográficos Indígenas.

C. Robelo: Diccionario de Aztequismos. Lecciones de Nahuatl.

Fr. A. Molina: Diccionario Castellano-Mexicano.

Peñafiel-Clavijero: Citas.

Archivos Mexicanos. Revistas, Artículos, Comentarios varios, etc, etc.

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REFUTA SIGNIFICADO DEL NOMBRE NAHUATL, TICUANTEPE

                            Diciembre 27 de 1959

Señor Director de LA PRENSA,

Ciudad.

Señor Director:

         Alejando Dávila Bolaños, en sus dos artículos acerca del verdadero significado de nombres geográfico de origen Nahoa, ha dicho que Ticuantepe, significa “Cerro de Bestias Sanguinarias”.

         Pero la semasiología Nahuatl de TICUANTEPE, etimológicamente declara que viene de TEHUANTEPEC. “El Pueblo de Nosotros”: de Tehuan: nosotros; y, ALTEPETL: pueblo.

         Con base en la obra de Pedro Barra y Valenzuela, “Raíces Etimológica del Idioma Náhuatl”. 1944. México, D. F.

         Muy atentamente.

                   Alberto CANALES

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Semántica y polémica

VERDADERO SIGNIFICADO DE TICUANTEPE. Por el Dr. A. Dávila Bolaños. La Prensa, enero de 1960.

         En la edición de LA PRENSA del miércoles próximo pasado, el señor Alberto Canales, trata de rebatir la semántica que he asignado a la palabra “Ticuantepe”, que significa “Cerro de bestias sanguinarias”; y que el señor Canales afirma ser la misma que Tehuantepec que signa “El pueblo de nosotros”; de Tehuan: nosotros, y Atltepetl: pueblo. Cita como base la Obra de Pedro Barra y Valenzuela: Raíces etimológicas del Idioma Nahuatl.

         Expondré a continuación el verdadero significado de Tehuantepec, que es el siguiente: Tehuan, tehunati: nosotros; Tepetl: cerro; C: preposición que sólo se usa al final de las palabras, equivale a: en, dentro. De tal suerte que Tehuantepec quiere decir: “En nuestro cerro”.

         Aunque Barra y Valenzuela es mexicano, debería saber que NO HAY NINGÚN NOMBRE GEOGRÁFICO NAHOA QUE LLEVE ALTEPETL, ni en México ni en Centro América. Acerca de esta palabra Altepetl, dice el erudito Peñafiel (Nomeclatura Geográfica de México), “los nahoas, no sólo los aztecas, buscaban para su morada, en la peregrinaciones, un monte que tuviera agua, pues con estos dos elementos podían subvenir a las necesidades más urgentes, y a tales moradas les llamaban Atl -Tepetl, después Altepetl, esto es cerro y agua…” Carochi (Compendio de la Lengua Mexicana) dice: “y de estos dos nombres Atl (agua) y Tepetl, Ciudad, Villa o Pueblo, y de ahí Altepehuá, vecino de la ciudad o pueblo”.

         Si entrada el vocablo Altepetl en la palabra Tehuantepec, se diría: “Tehualtepec, y nosotros en Nicaragua pronunciaríamos Tehualtepeque, como decimos Jicotepeque, Tamaltepeque, Quezalguaque, etc., etc.

         Hasta hace poco tiempo, antes que el volcán Santiago entrara nuevamente en actividad, era frecuente matar tigres en esa región, y me refería, un cazador experimentado, que aun en la actualidad no es infrecuente encontrarse con estas bestias sanguinarias.

         Molina (Diccionario de la Lengua Mexicana y Castellana), dice: Comer, quá.

         Bestia, fiera: tequani. Comedor de hombres: tequani.

         Robelo (Diccionario de Aztequismos) dice: Tecuan (TECUANI: Te, a alguno; Cuani, el que come, derivado de cua, comer; “El que se come a alguno”. Bestia, fiera, animal carnicero). Fiera en general. Tigre. Lobo. Animal fantástico. Voraz. Tragón.

         El P. Sahagún (Historia General) de las cosas de la Nueva España), dice: “Hay otro río grande que está en camino de Quauhtimalan donde hay muchos caimanes y llámanle Tecuanatl, que quiere decir agua en que hay bestias fieras que comen hombres y porque se crían en él aquellos animales fieros”.

         Si todavía en esa región Ticuantepe, que pertenece al Departamento de Masaya, hay tigres, es casi seguro afirmar que en aquellos lejanos días precolombinos, deben haber constituido una amenazas para los moradores del lugar que contaban con débiles armas para defenderse de la agresividad de estas feroces bestias; de ahí el nombre de “cerro de bestias sanguinarias”.

         Además, en Nicaragua, encontramos más regiones con la raíz Tecuani; como ejemplo: cerca de Momotombo, hay un valle y riacho que se llama Tecuaname: tecuani, tigre, bestia sanguinaria; Atl: agua; Ma: tomar: “Donde beben agua las fieras”. Hay un río que nombran Tecuanapa: “Río poblado de fieras”. Lagartos.

         Creo, con los ejemplos anteriores, haber demostrado y ampliado el verdadero significado de Ticuantepe, que en resumidas cuentas es totalmente diferente de Tehuantepec.

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jueves, 24 de febrero de 2022

EL EMPAREDADO DEL PINAR. Por: Dr. Jorge Donaldo Rodríguez Matute. Guadalajara, México. Febrero de 2022. II Año de la Pandemia.

 


Dedicado a mí eterno y querido amigo Dr. Salvador Terán Hidalgo

    Ya había salido el sol, los aleteos y cacareos de las gallinas, el canto del gallo al descender de los árboles, pregonaban su llegada; mientras tanto, hubo inesperados golpeteos en la puerta de burda madera de aquella casa y, con la habitual pregunta desde el interior: – ¿quién es? — Los visitantes inquirieron: – ¿Ya se levantó Don Adán? —¿Qué se les ofrece? —Somos los albañiles que estamos trabajando en la casa de tamarindo ¡Urge que don Adán vaya al sitio!

    Ese inmueble estaba asentado de forma irregular en un costado del panteón municipal, contiguo a un frondoso árbol de tamarindo. Construida de adobe negro, techo de teja con una barda perimetral del mismo material, de unos tres metros de altura que la separaba del cementerio y cercaba el patio lleno de maleza. La parte frontal de aproximados cinco metros, con dos cuartos hacia el interior y una sola puerta al centro, un boquete circular poco más grande que el ojo de buey de un barco, hacía de ventana.

    Había estado abandonada por siempre, ignorándose quién era el dueño. El registro civil había sido saqueado e incendiado por tropas liberales o conservadoras; — ¡quién sabe! Pero tropas al fin, desaparecieron los documentos que acreditaban al propietario. Don Adán, comerciante en granos, obtuvo permiso municipal para utilizar la casa como bodega lo que implicaba realizar varias adecuaciones, tumbar paredes, reparar techos, etc.

    La ubicación de aquella casa abandonada al lado del cementerio, sus características, las numerosas comunidades de murciélagos que habitaban en el interior y el abandono total propiciaban habladurías de la gente. Afirmaban que estaba embrujada. Entrada la medianoche escuchaban gritos de niños maltratados, ánimas en pena, el imaginario era imparable, sin faltar las botijas con tesoros enterrados en el piso o empotrados en las paredes.

    Don Adán sobreponiéndose a todos esos prejuicios y miedos inició la restructuración. Ese día, la urgencia del momento fue otra. Los operarios insistían en  retornar con el dueño. En presencia de los dos emisarios empapados en sudor, don Adán insistió: — ¿Es necesario que vaya? —¡Siiií!, debe ir! Encontramos algo empotrado en la pared.

    La codicia lo apresuro a vestirse, calándose el habitual sombrero de fieltro gris, ala corta, partió a toda velocidad poniendo distancia de los empleados. Don Adán imaginaba las botijas rotas rebosantes de monedas, alhajas, collares de perlas, como cofres de piratas; hacía cálculos mezquinos en la repartición del hallazgo con los pendejos que se les había ocurrido enterrarlo.

    La desesperación lo sobrecogía y en repetidas veces antes de llegar, les preguntaba: ¿Qué fue lo que encontraron? Y la respuesta era la misma – ¡Al llegar lo sabrá! –

    Entró precipitado al interior de la casa dejando atrás a los mensajeros. El techo parcialmente desentejado brindaba la claridad necesaria para observar los rostros desencajados, temerosos, con expresión de terror y deseo de salir corriendo de los otros dos empleados, que rezaban y se santiguaban.

    Al iniciar la demolición de una pared interior, el impacto del pico emitió un sonido parecido al ocasionado por la ruptura de algo hueco. Imaginaron un recipiente de barro, pero de inmediato comprobaron la equivocación. La punta del pico había perforado un cráneo humano, además del desmoronamiento de una parte de la pared, exponiendo el resto de un esqueleto en posición vertical de color perlino, sin nada más que restos de adobe a su alrededor y manojos de largos cabellos lacios, negros, donde había sido la nuca, lo que hacía conjeturar que se trataba de un esqueleto de mujer.  La ilusión de don Adán quedó transformada en frustración y miedo. La ambición e ilusión de riqueza a manos llenas desapareció como sueño opioide.

    Pasado el impacto del sorpresivo hallazgo, dieron noticias al alcalde y el cura del pueblo. Ambos cumplieron labores, el primero levantó el acta de defunción, el otro santolió y roció de agua bendita aquel esqueleto, antes de ser sepultado en el panteón. Don Vicente, el alcalde, más por curiosidad que por realizar investigación alguna, se dio a la tarea de enterarse quienes habían sido los últimos moradores de la casa, si es que algún día fue habitada.

    Conocido como El Consejero, aquel personaje era la habitual fuente de información pueblerina – especie de google local— sabihondo, conocedor de secretos familiares, viejo pícaro, dicharachero y exmujeriego, con aspecto similar a la de esas pequeñas figuras de porcelana de parejas de ancianos anglosajones que adornan las repisas de algunas casas, que reflejan candor, ternura, y pureza. Aquel viejo refugiado en el pueblo desde 70 años atrás, pasaba de los 95 años y si tenía ese aspecto, era únicamente el aspecto, de lúcido, memorista autosuficiente. Vivía solo. Ponía la vista sobre el periódico sin necesidad de lentes. Los imparables chismes pueblerinos le atribuían el asesinato en riña de cantina de equis fulano en el país vecino.

    Don Vicente recurrió a él para disipar sus dudas, afirmándole que los últimos residentes en esa casa fue una pareja de chinos treintañeros, mustios, reservados, ludópatas congénitos, con desconocimiento del idioma, probablemente venidos de Panamá. Habitaron la casa unos tres meses, cuyo sostén económico consistía en fabricar y comerciar pequeñas cantidades de jabón en la región. Cuando algún curioso lograba hacerse entender con señas, siempre hacía la misma pregunta ¿de qué forma habían obtenido la casa? — De la misma manera, respondía el chino, ganándole una partida de naipes a un rico del pueblo vecino.

    A las primeras semanas del arribo de la pareja, se rumoraba que la china le ponía cuernos al chino con un lugareño, cuando aquel salía a vender jabón; probablemente, “el padrino” en ausencia era el mismo informante. Un día de tantos, como por arte de magia, la pareja de asiáticos no apareció, jamás los volvieron a ver. Lo acaecido ocasionó mayores temores y menos acercamiento a la tenebrosa vivienda.

    En un villorrio cercano, de familias con aires de grandeza, de aristocracia y pureza de sangre, con lo que justificaban la holgazanería extrema, contagiosa hasta en el populacho, la siesta a media tarde, soporosa y cansina era un ritual obligado. Las puertas de las casas cerradas, el aire tibio sofocaba el ambiente, el zumbido de las moscas, los ladridos aislados de perros, rebuznos tímidos perezosos violaban el silencio.

    Doña Chepita reposaba su enorme trasero en una mecedora hecha a su medida, en el corredor de su casa. Los cachetes inflados, sudorosos, ojos abotagados, un palillo de dientes a medio masticar, con un vestido rojo estampado con flores negras sin mangas, escote amplio no por coquetería sino para ventilarse mejor. Por el entrepecho le escurrían gruesas gotas de sudor, un abanico de mano con motivos chinos en el regazo, sin desempeñar ninguna función. La cortedad de su vestido mostraba sus gruesas piernas llenas de estrías, adornadas con varices. Los ronquidos, eructos y pedos estruendosos, alborotaban a las gallinas que la merodeaban.

    Su marido sigiloso y educadamente entraba por el zaguán tratando de no interrumpir el profundo sueño de su bella durmiente, producto de la ingesta de una palangana mediana de mondongo, con una cuarta de aguardiente Santa Cecilia. Cumplida esa delicadeza, el viejo enjuto, cenceño y mañoso, se dirigía a una de las habitaciones interiores a fornicar con alguna criada, con toda la tranquilidad del mundo, era el segundo y feliz matrimonio. El párroco Monteón no era ajeno al deleite de este ritual. Una silueta completamente negra de pies a cabeza y de aspecto muy varonil, ancha de hombros y estrecha de caderas, atravesaba la calle contrastando con la blancura de las casas de paredes blancas de reflejo cegador. Se dirigía a la casa del modisto Salmerón, que ansioso en su recámara de paredes rosas, aguardaba sentado al borde de la cama de latón, cubierta con sábanas blanquísimas, al igual que el mosquitero de tul que descendía del techo como dándole un halo de pureza. El aguamanil de porcelana blanca con ribetes rosas hacía juego con la palangana, colocados sobre un exquisito lavamanos de cedro finamente laqueado, con toallas rosadas colgadas en los extremos. Una repisa de mármol blanco donde destacaba el florero de porcelana repleto de rosas rojas recién cortadas. Un fonógrafo RCA Víctor con un acetato negro girando y emitiendo los acordes de la canción de Sarita Montiel, Fumando Espero, acto realizado igualmente por el modisto Salmerón, exhalando rueditas de humo por su boca pintarrajeada de rojo escarlata, con colorete en las mejillas, luciendo un vestido corto entallado color esmeralda de satín, bañado en agua de colonia. De piernas cruzadas, gruesas y peludas, con zapatos cerrados de tacón alto. Permanecía ansioso por escuchar el rechinido de las enormes bisagras que sostenían la puerta entreabierta frente a la calle. El sonido agudo, continuado y desagradable anunciaba como coro celestial la llegada del amado, que cubriría su impúdico y pecaminoso cuerpo, de amor y santidad. Corrían la cortina de brocado rosa de la ventana que daba al jardín interior para después consumar la sublimación de sus cuerpos.

    Al atardecer, Presente, como habitualmente lo hacía, tocó tímidamente la puerta de la recámara para pedirle al modisto las llaves del cobertizo de los enseres para regar el jardín (cubetas, lazos, cadenas) extrayendo agua del pozo para regar los rosales, las dalias, las plantas de sereno y los huele de noche; éstas agradecían el gesto exhalando aromas y frescura en la calurosa tarde. Arrodillado en la puerta, Presente recibía la bendición del padre antes de iniciar su tarea.

    El párroco, de regreso en la iglesia, urgió al sacristán el repique de las campanas para anunciar el rosario y las confesiones. Elvira estaba urgida y tomó lugar dentro del confesionario. Ni siquiera esperó escuchar detrás de la celosía, el usual “Ave María”, para dar pormenores de aquel pecado: —Me acuso Padre – dijo, con voz entrecortada— de estar embarazada por motivo de mi irrefrenable pasión carnal.   ¡Hija, que has hecho! –replicó el Padre—, sin la bendición de la madre iglesia eso constituye grave ofensa; Dios te perdonará cuando te cases con Jacinto— ¡Ay Dios Mío, qué hice! – lloriqueó Elvira— Padrecito, mi Jacinto está enfermo y medio alelado, jamás siquiera me ha tomado la mano y creo que no puede pecar; admito, él nunca me ha gustado y mucho menos lo he amado. Si al presente soporto esta farsa ha sido por obediencia y el interés de mi papá por la fortuna de los Videa, de la que Jacinto es el único heredero. – Por un prolongado momento dentro del confesionario no hubo voces. El Padre retomó el diálogo de expiación: — Entonces, ¿quién es el padre de lo que llevas en tu vientre? — ¡Ay Dios Mío! Solo sé que el nombre es Renato y es agrimensor de la cuadrilla de trabajadores de la carretera.  —¡Elvira, busca al tal Renato! Pídele que se case contigo – ¡Padrecito, ya lo busqué y ha desaparecido! — Entonces, habla con doña Chepita, como mujer y madre sabrá comprenderte.  — Padre, esa vieja no es mi madre, usted sabe que mi madre murió al parirme. — Tal y como están las cosas no te puedo dar la absolución, hija- —Entonces Padre, ¿y qué voy hacer? — Dios es misericordioso y te guiará en tu camino. Elvira salió desconsolada y desorientada.  

    Como cualquier pareja de amantes, las confidencias fluyen tal fueran la corriente invernal de un río. El modisto fue enterado de la situación de Elvira, y al anochecer con la urgencia que el caso ameritaba visitó a doña Chepita. — Doña Chepita, ya me enteré del descalabro de su adorada hijita—, — ¡Para vos así es la cosa, maricón, y como el todo el pueblo lo sabe, esa mosca muerta no es mi hija! — Pero, soltá… ¿qué te trae por aquí?  — Me muero de vergüenza –dijo cabizbajo— por venir a molestarla con esto, sobre todo, en momentos tan terribles que está viviendo, con la reciente muerte de su queridísimo esposo — La vieja improsulta no paró frente al interlocutor: —¡Óyeme, ese pendejo se ahorcó! Y no lo hizo por la cagada de la hija, ese jodido tenía más deudas que bienes perdidos en los juegos de naipes. Los acreedores lo volvían loco, y yo que pensaba que era rico. Apenas dejó tres o cuatro casuchas cayéndose en unos puebluchos de por aquí; nadie de los acreedores las quiso tomar en pago. —¡Pero bueno, maricón, así es el asunto! Por cierto, no creo que nada más hayas venido a darme consuelo. —Doña Chepita, siento que se me van y vienen los colores de la cara, me tiembla el cuerpo, el corazoncito se me sale, ¿pero quién me va a pagar las piezas de encaje, ceda, tafeta, satín, bolsas de lentejuela, que pedí fiadas para hacer los primorosos vestidos como de reinas y princesas para las madrinas y el traje de bodas de su linda hijita? — Vuelve la mula al trigo, te digo que no es mi hija y, además, ¡no tengo ni un peso! Eleuteria, tráele la libreta que está en el tocador al maricón. Temblándole las manos abrió la libreta de tapa dura encontrando en la primera página la ubicación de las mentadas casuchas; confórmate con una de esas y me dices con cuál te vas a quedar y lárgate porque voy a rezar El Rosario y me voy a acostar.

    Al parecer ninguna de las casas le agradó al modisto y apechugó la deuda. Al día siguiente, Elvira encontró la libreta sobre la mecedora, la hojeó distraídamente y la dejó en el mismo lugar.

    Una mañana nublada, de un día cualquiera, llamó la atención a los transeúntes de la calle que iba al panteón, que la ventana de la casa del tamarindo estuviera tapeada con lodo y más aún, ver salir de su interior una persona con aspecto de mujer, envuelta de la cabeza a los pies, con túnica negra y una redecilla  negra envolviendo su cabello, su presencia causó sorpresa y miedo, pensaron en la materialización de un ánima. Posteriormente, el imaginario la asoció con una mujer de vestir extraño, venida quién sabe de dónde y además, con el rostro oculto detrás de un velo negro. La extraña persona atravesó en diagonal la plaza del pueblo con un andar pausado e indiferente que parecía flotar, dirigiéndose a la pulpería con una bolsa mediana de tela negra. Al llegar al mostrador, del interior de la bolsa y sin contestar los buenos días que le dirigió el dueño de la tienda, extrajo un papel de envoltura de cigarros, escrito con lápiz en el dorso: 8 huevos, 1 libra de frijoles, una caja de fósforos, 1 pan de jabón, 4 onzas de queso, 1 libra de maíz, ½ libra de manteca, ½ libra de arroz, 1 candela de peso, 1 cuarta de gas y 2 platos hondos de peltre. Por escrito le hizo la suma de aquella compra, pensando que quizás era muda. Extrajo de la bolsa de su gabán un billete de cien pesos, recibiendo el cambio sin contarlo y dejándolo caer de prisa al interior de la bolsa. Salió como había entrado de regreso a la casa del tamarindo. Semana a semana en forma cronométrica realizaba esta rutina a excepción de los días festivos que coincidieran con el día asignado para hacer las compras, evitaba encontrarse con más personas que pudieran inquietarse por su aspecto y llegaran a cuestionarla.

    Los días, semanas, meses y años fueron pasando, la casa del tamarindo proyectaba el misterio y tristeza eterna. El inusual habitante cambió el andar anterior a nuevo paso cansino, la túnica de negro a grisácea, el papel de cigarro tan desgastado como un billete viejo, lo único que no modificó eran los temores de la gente, por el concepto de bruja que se habían formado de ella, pero ya no era la bruja del tamarindo sino la vieja bruja del tamarindo. Este concepto lo afirmaron por un incidente: una mañana próxima a llegar a su casa, le llamó la atención un grupo de personas en la acera gritando con cubetas de agua en sus manos y pidiendo más agua, para controlar el incendio que se había propagado, en la casa de tablas de una pareja de alcohólicos que estaban dormidos. Entre el ruido que generaban los vecinos y las tablas al arder, sobresalía el llanto de un bebé desde el interior de la casa. Todos volteaban a ver, compungidos, algunos lloraban, tanto por el humo como por el pesar del niño que se estaba quemando, pero ninguno manifestaba la intención de rescatarlo. Las columnas de humo negro violaban la pureza del límpido cielo azul, la vieja de la casa del tamarindo por primera vez en su vida se detuvo en el trayecto de siempre, frente al grupo de personas, ocasionando mutismo absoluto, cambio en las expresiones lastimeras de aquellos rostros, por miedo y asombro; la mujer depositó la bolsa en el suelo, sin apresurar el paso ni mediar palabra alguna se introdujo en aquel túnel de llamas hasta llegar al fondo donde estaba el niño. Lo tomó de un pie y colgado al hombro regresó con él, depositándolo tal fardo humeante en el suelo. Recogió la bolsa y continuó camino. Del niño nadie se hizo cargo, sobrevivió por instinto y por la caridad de algunas personas y así fue creciendo con su carita deformada, los miembros mal desarrollados, renco, despreciado y rechazado, motivo de burlas de niños y adultos, dormía en las calles, vestía harapos, todas sus desdichas las atribuían a un castigo divino porque su vida había sido rescatada por la bruja.

    Cierto día, en el pueblucho aparecieron payasos, hubo ruidos de pitos, tamboras, relinchos de caballos, perros y burros amaestrados; todos desfilaban por la calle principal, anunciaban la llegada del circo, constituido en tabla de salvación de aquel niño, que decidió viajar con ellos y nunca más hubo noticias de él.

    La vieja bruja de la casa del tamarindo sin debilitar el rigorismo de su comportamiento como Mauna en los ejercicios de yoga se hizo notar su ausencia primero en la tienda, había transcurrido semana y media de no pasar por su encargo, que previamente a su llegada le tenían preparado. El vuelo siniestro de los zopilotes alrededor de la casa incrementándose numéricamente día con día, el hedor percibido por unos dolientes que sepultaron a un familiar, su ausencia atravesando la plaza como si se hubiera quitado la figura principal de una pintura, alarmaron a los pobladores pero nadie se atrevía tan siquiera a tocar la puerta cuando la pestilencia se hizo intolerable al igual que la zopilotera exigieron al alcalde que tomara cartas en el asunto, y encabezando un grupo de voluntarios decidieron tumbar la puerta de la casa, el olor insoportable hizo retroceder a los voluntarios, como la ráfaga de una tempestad obligándolos a ponerse pañuelos en la nariz, aguantar la respiración y los más débiles vomitaban. Haces de luz solar penetraban por los agujeros del tejado flotando en su trayecto partículas opacas grisáceas lentas que trasmitían tristeza, odio, resentimiento, dolor, menos alegría, amor o felicidad. Tirada junto al brocal del pozo yacía la vieja bruja del tamarindo la cara descubierta, las cuencas de los ojos vacías, la túnica negra desgarrada, los genitales y su abdomen eviscerados expuestos, los dedos de manos y pies mutilados, fragmentos de piel desgarrados y la fauna carroñera de los cerros de alrededor complacidas y satisfechas de su generoso banquete, la expresión del rostro era gesto satisfactorio post morten; sabía que sus ojos estaban extinguidos como rollos de fotografías sin revelar, en ellos estaban los recuerdos, vivencias, los misterios,  orígenes, y, todo aquello nadie sería capaz de recuperarlos, las escasas e individuales pertenencias, la diminuta mesa rústica, el taburete viejo, una cuchara con plato hondo de peltre, tres túnicas negras desteñidas colgadas de clavos en la pared, una piedra de moler, el estrecho catre de lona curtida, a los preciados bienes incluía: dos cazuelas ennegrecidas, la olla de barro, una vela apagada a medio consumir,  el clavo grande ubicado en la puerta del maloliente  escusado dotado de agujero estándar, donde podía ensartarse líos de papel periódico de media página y, el pocillo cascado de peltre, representaban todos sus bienes, además de dos pares de zapatos de vaqueta, deslustrados, deformes y desgatados, nadie tuvo interés por aquellos bienes y los vieron con indiferencia. Costales de cal fue vertidos sobre aquel cuerpo y el mismo día, a media tarde, sin oficios religiosos ni trámite legal alguno, fue sepultado.

    Al pasar del tiempo la casa fue más temida, porque aún con la bruja muerta y la casa bendecida, en el interior continuaban oyéndose ruidos semejantes a gruñidos y lamentos; en repetidas ocasiones y en diferentes horas del día, eran más audibles. Decidieron organizar grupos de cuatro a seis hombres, quienes irrumpían en la casa y como por encanto los sonidos desaparecían. El fenómeno era cada vez más frecuente, y los pueblerinos empezaron a desesperarse y más de una vez surgió la idea de prenderle fuego, en eso estaban cuando a uno de aquellos asustados se le ocurrió abrir por enésima vez el ropero grande que estaba empotrado en la pared, descubriendo en el fondo una puerta corrediza que daba a un pequeño cuarto con hedor insoportable de orines, excremento, sudor y mugre, además del zumbido de enjambres de moscas y cascadas de cucarachas por las paredes. Con lámparas de mano iluminaron el cuartucho, al que no penetraba un rayo de sol, ni una mínima corriente de aire, era un cubo de adobe, el piso tapizado de heces fecales recientes y secas.  En la penumbra visualizaron un bulto en movimiento que emitía sonidos guturales y expelía tufos insoportables, que correspondían a un cuerpo humano, esquelético, de color indefinido, completamente desnudo, acurrucado cubriéndose la cara con sus manos con uñas caracoleadas pardas de más de 15 centímetros de largo, al igual que los dedos de sus pies,  el cabello negro enmarañado hasta la cintura con zonas apelmazadas llenas de piojos, similar a la barba que descendía por debajo del ombligo, recubría todo su cuerpo una especie de coraza negruzca como una segunda piel.

    Venciendo el miedo y la repulsión, los cuatro hombres que habían entrado al cubículo lo asieron de hombros y pies exponiéndolo a la luz del sol, no sin antes vencer la resistencia que como fiera acorralada extraída de su madriguera presentaba el individuo. El sol lo cegaba y tardó mucho rato en mostrar la mirada implorante, que rogaba no le hicieran daño; de aquella boca desdentada no brotaba ninguna palabra, solo sonidos indescifrables.

    El suceso se difundió rápidamente a nivel nacional y antes del amanecer ya habían acudido al pueblo reporteros de diferentes medios noticiosos para ganar la primicia en primera plana.

    Al hombre lo encerraron en una celda de la comandancia, donde previamente estaban alojados cuatro borrachitos indigentes por delitos menores. Pese a su condición indigente, hubo protestas por la llegada del pestilente compañero. Tomando en cuenta que la libertad y las adicciones son invaluables, se les ofreció abandonar la cárcel y proveerlos de una cuarta de aguardiente por cabeza, si bañaban al nuevo huésped, de inmediato pusieron manos a la obra.

    Arribaron de la capital médicos internistas, psicólogos, curiosos, el turismo repuntó, unos para estudiar el caso y otros para fisgonear, noticia que ya salía a cuatro columnas en la primera plana de todos los diarios, con el titular “EL FAMOSO HOMBRE EMPAREDADO”, cuando en verdad, el misterio no era tal, porque aquel espectral hombre tan solo era el hijo de Renato el agrimensor, el ADN confiado dentro del Confesionario de la iglesia.

                                                                           EPILOGO

    El emparedado fue trasladado al hospital psiquiátrico de la capital, para recibir atención médica integral, de altura. Falleció a los pocos meses, las causas de muerte en el certificado de defunción fueron:

1.- Desnutrición severa. 

2.- Insuficiencia orgánica múltiple.

3.- Paro cardiorrespiratorio.

    Sorprendió al panteonero ver una fresca, hermosa, fragante rosa blanca, sobre el promontorio de tierra que sepultaban los restos de ELVIRA. Dicen que por la puerta del panteón vieron salir un hombre renco, con la cara desfigurada, marcaba pasos columpiados con rumbo desconocido. 

Guadalajara, México, febrero 2022. II año de la pandemia. 

                                              ADENDUM 

    El hecho fue real y fue conocido como EL EMPAREDADO DE OCOTAL, en los años 60. 

    El hallazgo del esqueleto es real, el poblado ocioso, lleno de ínfulas, existió o existe. El cura, el modisto y el informante son reales, algunas otras cosas son producto de la fantasía porque ésta es más atractiva que la realidad y generan más conjeturas. 


martes, 22 de febrero de 2022

CALENDARIO DEL INDIO. Por Alejandro Dávila Bolaños. El Centroamericano. León, Nicaragua. 1 de Diciembre de 1968.

 

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Estos son algunos de los detenidos por las autoridades de Investigación y a la orden del Titular del Ejecutivo. Permanecen presos a pesar de haber cumplido ya los diez días que la Constitución permite. La Prensa, 11 de Diciembre de 1967. 

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Un año después de la carceleada, el poema Calendario del Indio



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    Enero es el mes en que los Indios campesinos cortan el café

bajo la fría silampa. Penosamente llevan grandes sacos,

que cuando son pesados, de pronto se vuelven livianos como plumas.

Beben café de maíz quemado, y comen duros frijoles con

gorgojos y duermen tirados en el suelo en húmedos

y promiscuos y asfixiantes campamentos oscuros.


    En febrero los Indios campistos trasladan el ganado

del Patrón a lugares húmedos. Los campesinos socolan 

las tierras del Patrón, y talan gratuitamente las tierras 

del Instituto Agrario, montaña adentro.

Los Indios entregan al Patrón la medianería 

de maíz de guintaca que cosecharon con gran sacrificio

y luego persiguen por guindos y cuevas a las

ariscas iguanas que huyen veloces subiendo a los jiñocuaos, 

para comerla golosamente y beberlas con cususa. 


En marzo y abril se queman los potreros y las garrapatas

y se quema intencionalmente las casas de paja de los 

Indios que viven desde antaño junto a las quebradas,

orillas de la selva, y también se incendian los ranchos 

de los Indios desposeídos que llegaron con sus familias

y sus perros, huyendo de la voracidad de los 

grandes finqueros de la Reforma Agraria y de los diputados.

Comienza el desfile trágico de los tayacanes indios que se 

opusieron con violencia a la hoguera, la destrucción y la 

ruina de sus rústicos hogares.

Los Indios amarrados como cerdos caminan mudos resistiéndose

revolcándose, negándose a dar un paso más,

mientras los jueces de mesta y sus ayudantes y los militares

los palean brutalmente, 

en tanto sus mujeres Indias suplican, gritan, maldicen, lloran

tiran piedras para que no los maten.

Los Indios sudorosos polvorientos heridos pepenando a veces

sus muertes caídas detrás de un cerro solitario, 

un gancho de camino, un río sin nombre, y a plena luz

bajo un chilamate,

llegan y entran a las cabeceras departamentales

llenas de Inspectores de trabajo, Directores de Policía,

Alcaldes, Senadores y Jueces siniestros. 

Los Indios descalzos, sangrantes, sedientes y 

sin sombreros, en fila india marchan empujados enmedio de 

la calle, en la mañana, al mediodía, en la tarde, 

sin que nadie los vea, ni les hable, ni los oiga.

Después, sus adoloridas sombras se alargan desmesuradamente...

En mayo el Indio planta una Cruz verde delante de su choza

invocando la lluvia. Luego hace cinco surcos de arado:

dos para el Patrón, uno para el guardia, otro para el cura

y el quinto, ya cansado, para él y toda su familia.


En junio el Indio desyerba, limpia, aporca, vigila la milpa

y entierra después del trabajo, sus cipotes muertos

de hambre y diarrea.


En julio el Patrón  dice al Indio: -- Por cada elote que cojás

tenés que darme dos mazorcas en la tapisca.

Por la noche los Indios sueñan grandes comilonas de yoltamales,

güirilas, esquites y atoles.


En agosto toda la Indiada celebra regocijada

alegres fiestas en honor al Padre Sol y a la Madre-Luna.

Los campistos arrean por los caminos el ganado gordo

que llevan a los mataderos. El quesero, viudo y enfermo, lava

su ropa única aprovechando la canícula.


En septiembre el Indio preparara nuevamente la tierra.

Siembra otra vez el maíz y el frijol de postrera. Y sirve

de espantapájaros cuando su mujer para un Indio nuevo con un 

gran comal morado en la rabadilla, y una amplia sonrisa

recién nacida en los labios.


En octubre bajo copiosa lluvia el Indio tirita la malaria.

En las grandes plantaciones de algodón muere envenenado

por el toxafén y el contondoch, al mismo tiempo que el Gobierno

publica con ufano deleite impresionantes estadísticas  

de los altos niveles económicos per-cápita

y el Patrón hace severos cálculos de ganancias y utilidades.

Si se queja es despedido sin preaviso ni prestaciones

por haragán, borracho y agitador anti-cristiano.

En noviembre los Indios tapizcan, entregan la cosecha

malvendida de futuro al Patrón, 

y comienzan el peregrinaje anual

hacia los cuatro rumbos de la Patria.


En diciembre el Indio cae rendido en la zafra azucarera,

cae transportando voluminosas pacas de algódón,

cae llevando pesados sacos de café,

cae hachando caoba en los cortes de madera, 

cae ensartando interminables manojos de tabaco.

En la Costa Atlántica los Indios mueren todos los meses

asfixiados en la mina, vomitando sangre y bilis, y partícula 

de cobre, y de oro, y saliva amarga

en un idioma que nadie comprende.

Mueren trabajando borbollones rápidos de agua de río y de mar, 

mueren picados de toboba y de fiebre amarilla. 

Los Indios de la Costa también caen como los del Interior.


Suerte de los Indios que nunca llegan a ser viejos!

Indio amigo algún día te diremos: Compañero ya no tenés patrón

y toda la tierra es tuya.

Recuerda: Toda la tierra es tuya!

                            Por DÁVILA BOLAÑOS

Diciembre de 1968.

Estelí, Nicaragua.

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