domingo, 11 de enero de 2015

EL ÚLTIMO CAPÍTULO ESCÉNICO DE HENRY RIVAS: LA MUERTE. Por: Eduardo Pérez-Valle h.

Recuerdos sobre uno de nuestros más altos exponentes del arte escénico.
 ─────Ω ─────
HENRY RIVAS, 1929 - Julio 2010  

───── Ω Ω Ω ─────

Este personaje fue otra existencia sobresaliente que la incuria muy particular de nuestros conciudadanos nunca podría apagar. Fue, sin duda, el nicaragüense del siglo XX., que logró situarse como el  más alto exponente del género literario representado ante un público, desde joven incursionó y permaneció entregado por completo a la representación escénica, en especial, al Teatro.  Personaje culto, artista peculiar, escritor, intelectual formado allende de nuestras fronteras, ese fue HENRY RIVAS quien merece el recuerdo perpetuo por esos logros en los escenarios de las producciones dramáticas.

A través del recorrido histórico conocido con el nombre de Inventario Teatral de Nicaragua de Jorge Eduardo Arellano, obra conceptuada por el poeta Francisco Valle[1] en tanto le aplica un tamizado a las partes esenciales de ese tramado en el cual Arellano deplora: la ausencia de una tradición teatral en Nicaragua y lo incipiente de nuestra dramaturgia, la trayectoria de Henry Rivas está jalonada dentro de un párrafo por la fuerza y el peso de los hechos.

No podía faltar ese apartado con algunos aspectos esenciales sobre este artista que estuvo sobre los mejores tablados en donde representó relevantes y complejos parlamentos. De esa obra, la siguiente cita:

“En el año de 1955 (21 de octubre) y en el Teatro "Margot" de Managua, el actor nicaragüense Henry Rivas interpretaba, con lleno de público, la obra Las manos de Eurídice, monólogo del dramaturgo brasileiro Peter Bloch. Con esta presentación iniciaba una serie de actuaciones que constituyeron la más alta y ejemplar escuela de actores que se podía tener en el país y que le dieron a Rivas el prestigio de una crítica especializada que lo catalogaba como el mejor actor de la historia escénica en Nicaragua. Posteriormente, con La Historia del Zoo (1967), Henry Rivas confirmó sus dotes de singular actor y su ya maduro y calificado profesionalismo”.

Pues bien, al encuentro de ese rastro nos condujeron las únicas letras en memoria de ese ilustre que decidió ausentarse de manera definitiva de los escenarios de la vida, nos referimos a dos artículos sobre episodios traídos a la memoria por don Alberto Cuadra Mejía., el primero es un sentido obituario donde el título escogido, reprende y no permite espacio a la conjetura: Gran actor nicaragüense murió en soledad, y el  otro artículo del mismo autor insiste en el legado: Recordando a Henry Rivas.

A través de los artículos de Cuadra Mejía nos enteramos que don Henry Rivas falleció el 22 de Julio de 2010, y fue cremado en la ciudad de Miami, Estados Unidos de Norteamérica, cifraba 84 años de edad. En aquel olvido o “gigantesca soledad” de ese último capítulo existencial, sólo tuvo la cercanía de su esposa, doña Anamía Reyes Grote, de origen alemán y actriz de cine, “quien estudió literatura y teatro en París Francia, y junto a él también estuvo su hijo Arturo Reyes, director de cine con residencia en Puerto Rico.”

Cuadra Mejía deplora: “Su cuerpo fue cremado en el más profundo silencio, nadie se dio cuenta de esta muerte, en Nicaragua ningún escritor  amigo, escribió ni siquiera una nota luctuosa de este importante hombre de cine teatro y de letras que le dio nombre a Nicaragua por todos los países donde se presentó.”

A esta sumatoria, agregamos el artículo Cronología del cine en Nicaragua[2] por la periodista Karly Gaitán Morales, donde hay otra interesante referencia sobre Henry Rivas. En el año 1957, la prensa nacional divulga “la primera actuación cinematográfica como Extra del declamador y actor nicaragüense Henry  Rivas”.  Actuó en el rodaje de El Cid, de Anthony Mann, esposo de Sarita Montiel. Representó un leproso que les pide limosna al Cid y a Doña Ximena, personificados por Charlton Heston y Sophia Loren”.

Alberto Cuadra Mejía refiere que en 1985, el fundador y director del periódico La Estrella de Nicaragua, don Nicolás López Maltez, elaboró un video titulado Henry Rivas canta a Rubén Darío, donde aparece declamando 12 poemas de Darío. En 1995, lo entrevistó y de aquellas declaraciones, Cuadra Mejía anota:

“…desde muy joven ganó premio, siendo el mejor declamador de Centroamérica y México, tenía 14 años, y el certamen se hizo en México D.F, desde entonces empezó a cosechar en Nicaragua sus primeros laureles, creció en años y se creció como artista. Berta Singermann se quedó sorprendida al oírlo en Managua; a los 16 años: "Ud. es originalísimo y un verdadero profesional" dijo Berta Singermann. Fue después de eso que salió de Nicaragua  y llevó su arte a muchos lugares de Latinoamérica, Europa, Las Antillas, Egipto, Moscú, México, Estados Unidos etc. Se dedicó a escribir y se pasó al teatro y al cine. Estudió desde 1954 a 1960 en Madrid (Filosofía, crítica literaria), luego pasó por varios años en Alemania. Vivió, escribió, enseñó, estudió y actuó por diez años en París (desde 1977 hasta 1987). En 1985 se presentó en la ONU y la U.N.E.S.C.O. en París, por seis veces, dando recitales de poesía nicaragüense.”[3]


Henry  Rivas, ha sido otra de esas personas que no es víctima de sus propias consecuencias, al contrario, es superviviente de ese mal endémico denominado “corta memoria o diluido colectivo”, propio en los relevos o nuevos cenáculos literarios y artísticos de Nicaragua. Nadie brega en viejas aguas.

Desde temprana edad era predecible el advenimiento de los logros artísticos; en Henry el inicio lo marcó esa indisputada capacidad como declamador, fama lograda dentro y fuera de nuestro país. El arte escénico lo mantuvo a veces estacionario y en otras, errabundo. Todos recordaban  al actor de 1955, en el brillante desempeño de Las manos de Eurídice[4], monólogo del dramaturgo brasileiro Peter Bloch.


Luego de nueve años fuera de Nicaragua, regresó en 1966. Casi una década durante la cual fue aplaudido por públicos extranjeros. De acuerdo con las declaraciones del propio Rivas, durante esos nueve años estudió literatura, y realizó Teatro, actuó y dirigió. Es, el nicaragüense dedicado al arte escénico que mantuvo más contacto con renombrados directores teatrales.[5]

Estudió teatro en Río de Janeiro, mediante una beca concedida por el Gobierno de Brasil, esa oportunidad propició el encuentro con el afamado creador del personaje “Gumersindo Tavares”, el enamorado atrapado por la ciclónica Eurídice.

En aquella ocasión, cuando le preguntaron ¿cuántas veces y dónde había presentado Las Manos de Eurídice? Henry respondió: “En los últimos 10 años la he representado unas 800 veces, comenzando en Río de Janeiro, luego en Managua, y pasando luego a México, Santo Domingo, y en España en casi toda Galicia, y en Madrid, Valladolid, Sevilla, La Coruña, Bilbao y Barcelona. Sólo en Madrid la he presentado unas 313 veces. Además, la presenté en el Instituto de Cultura Hispánica de Viena, en Austria  y de Munich en Alemania.”

Siempre fue un intelectual de prolija e ilustrativa memoria, propio de aquellos personajes dedicados a memorizar parlamentos, guiones y, dedicados a encarnar la psicología del personaje. Muchas obras podríamos recordar en la ejecución del arte dramático personificado por Henry Rivas. En la década de los 50s., y mitad de los 60s., actuó en Madrid con la Compañía Teatral “El Carro Verde”, bajo la dirección de Julio Vier [6], representando El Médico a Palos de Moliere.

Entre otras importantes obras que rememoraba, están: Nuestro Pueblo, de Thorton Wild; El hombre del clavel en la boca de Luigi Pirandello. Acostumbrado a los monólogos clásicos, tuvo particular preferencia por representar personajes de obras inscritas en el “Teatro de lo Absurdo”, tales como: Las sillas de Ionesco y,  La Lección, escritas también por Pirandello. El Profesor Tarana de Adamov;  Magia Roja y, Escorial de Gildereau.

En esa permanencia de nueves años fuera de Nicaragua, recordaba que por su cuenta presentó el monólogo Abrosio, escrito especialmente para él, por el Doctor Manuel B. Peña. Sin embargo, aseguraba que la actuación en Esperando a Godot de Samuel Becket, donde personificaba a Vladimiro había sido la obra que le había dado más nombre.

Tuvo la distinción de trabajar con la Compañía Teatral “Lope de Vega”, “en un papel secundario de la obra El Avaro de Moliere, en la cual el papel principal lo interpretaba el gran actor Carlos Lemos”.

Ese regreso a Nicaragua no marcó la diferencia para nuestro personaje, aunque el ánimo más ferviente estaba orientado hacia ella, intentó sentar algunos proyectos, entre los cuales destacaban ciertas obras: La Lección del Maestro; Sobre el daño que hace el tabaco de Antón Chejov; El Zoológico, obra clasificada como del Teatro de lo Absurdo, escrita por Edward Albee.

De aquellos recuerdos de hace medio siglo pertenece la inamovible respuesta de Henry Rivas al preguntársele si había encontrado algún avance del Teatro en Nicaragua: –“No el Teatro en sí, sino los actores—.

Hay ausentes de la vida, pequeños y grandes en diversos escenarios, es deber de todos tenerlos anudados aunque sea en un trocito de recuerdos. Hoy hemos sumado nuestro tributo, la imagen rediviva de Henry Vivas, aunque el último capítulo escénico de nuestro compatriota haya sido: la muerte en soledad.  

Notas: 




i Consúltese el archivo digital: El Inventario Teatral de Nicaragua. http://revista-iberoamericana.pitt.edu/ojs/index.php/Iberoamericana/article/viewFile/4978/5137

2  Esta cronología puede consultarse el libro: A la conquista de un sueño. “Una biografía que recoge 107 años de historia del cine en Nicaragua, desde 1899 a 2006”. Asimismo, la  cronología fue publicada en el diario La Prensa: http://archivo.laprensa.com.ni/archivo/2008/julio/19/suplementos/prensaliteraria/cine/cine-20080718-1.shtml.

[3] Publicado en La Estrella de Nicaragua, bajo el título: Henry Rivas, actor y poeta, murió en la más completa soledad. http://estrelladenicaragua.net/?p=5690

[4] Las manos de Eurídice, una obra dramática escrita por el brasileño Pedro Bloch y estrenada por el actor Enrique Guitart en el teatro CAPSA de Barcelona en 1953. Con 29 años de edad,  en 1955, Henry Rivas en el papel de “Gumersindo Tavares” realizó el monólogo en Managua y León, actuación aclamada por gran cantidad de público.

[5] Consúltese la entrevista concedida a la Revista “El 113”, semana del 15 al 21 de Agosto de 1966.

[6] Julio Vier fue un afamado director del Departamento de Teatro de la Universidad Eva Perón, en la República de Argentina. 

2 comentarios:

  1. El hijo de Henry Rivas no es Arturo Reyes, ese era su Suegro padre de su esposa Amamos, Su hijo Cineasta y Profesor Universitario de cine es Alfredo Enrique Rivas director de la Película El Risueñor y la Rosa Película donde trabajo mi Tío Henry Rivas y su esposa Analía Reyes Vida. de Rivas. Atentamente Tammy Rivas (sobrina)

    ResponderEliminar
  2. Doña Tammy Rivas: Gracias por tus inestimables aportes. Este sitio siempre permanece abierto a ese tipo de sumatorias, esclarecedoras, en beneficio de la exactitud, de la verdad histórica.
    EPV h.

    ResponderEliminar