Asbell García recibió 21 disparos y su cuerpo cicatrizó
72 perforaciones
Rumbo de Paz lo entrevistó, y su historia es un cantar
de gesta. Épico en toda la lucha contra el somocismo: de simple adolescente a
jefe de batallón; también fue escolta de Carlos Fonseca, y su vida estuvo
ligada a los últimos momentos del doctor Alejandro Dávila Bolaños… hoy su vida
se reduce a ser jefe de operaciones de una empresa de seguridad… pero desde
estas páginas clama la unidad de los exmilitares
Asbell García, identificado en la lucha insurreccional como “El “Comandante Eddy”, bien podría ser un personaje “garciamarquiano”, por
su carga de sobrecogedores momentos. Si hubiese que definirlo, sería un ser casi
inmortal, pues sobrevivió a incontables emboscadas y refriegas durante la
guerra de liberación, en las cuales recibió 21 balazos que le perforaron 72
veces el cuerpo.
De
personalidad imperturbable, a simple vista parece adusto, de hablar pausado “va
al grano” con palabras precavidas, viste de verdeolivo y en su pechera ostenta
los grados y las medallas ganadas a golpe de batalla. Distinguido con la
condecoración “Héroe de Guerra” otorgada por la Coordinadora Nacional
de Oficiales en Retiro, este personaje habla de convicciones, por las cuales
fue capaz de morir, pero jamás, afirma, vivir de ellas.
Desde temprana edad fue
admitido en los campamentos guerrilleros del Frente Norte. “Me integré en noviembre de 1972, a propuesta de Juan
Dionisio Castellón, hábil guerrillero conocedor de todos los caminos, abras,
“picaditas” y atajos de esa montaña, que orientaba y hacía las rutas al
comandante Fonseca. En esa época encontré a muchos compañeros, de estudios,
amigos campesinos de la zona de Estelí como Filemón Rivera, Francisco Rivera,
Faustino Ruiz, Alesio Blandón, Juan Alberto Blandón, eran del grupo de
estudiantes de Estelí”, introduce la entrevista Asbell.
Escolta de Fonseca, y el trance de la muerte junto al doctor Dávila Bolaños
“Conocí al Comandante Carlos
Fonseca. Junto a “Leoncito”, del que tuve el privilegio de acompañarlo como
escolta.” Hace profundo silencio,
da la impresión de estar abismado en los recuerdos, de pronto con voz
quebrantada prosigue: “Los primeros años de juventud los viví entre surcos,
siembra y cosechas, era campesino que, alternaba la ocupación agrícola con los
estudios de mi primaria y, secundaria. Yo convertí a
mi querida familia, principalmente a mi
madre y padre, en cómplices de la situación guerrillera en la que me encontraba;
sufrieron mucho, constantemente la Guardia Nacional llegaba a catear nuestra casa
con el propósito de fulminarme, mis padres no escaparon a las torturas
físicas y psicológicas”.
“Yo tuve el privilegio de sobrevivir, tanto así, que en esta lucha de varias
décadas, 29 de mis familiares perdieron la vida, algunos fueron lanzados desde
los helicópteros de las patrullas de contrainsurgencia de la Guardia Nacional”, asegura. La
providencia no permitió que hubiera “redondeo” en aquella terrible cifra. La
primera vez que Asbell le devolvió el boleto al barquero de la muerte fue en
1978, incursionaba en Estelí, al frente de una columna guerrillera, al
aproximarse a una cuadra del parque de
Estelí, las balas enemigas lo hieren de muerte, le quitaron el arma y lo
rociaron con gasolina, “pues me querían quemar vivo”, narra.
En
ese momento fue rescatado por otra escuadra guerrillera que lo llevó a una clínica, pero, por la gravedad de las
heridas decidieron llevarlo al hospital, y en medio de ese azaroso trance, la Guardia Nacional embosca a los
compañeros que lo trasladaban, algunos resultan
muertos y otros heridos, pero al final logró entrar al quirófano. Por
los infortunados designios del destino, los soldados de Somoza llegaron al
lugar en el momento en que a él, sus compañeros lo sacaban por otro pasillo con
recobrada oportunidad pero aún con la palidez de la muerte. “Después que me
operaron, la Guardia Nacional
asesinó a los doctores: Alejandro Dávila Bolaños, Eduardo Selva y Orlando
Ochoa”, recuerda.
Ni a la tercera es la
vencida…pues se levantó y siguió
Sin
apartársele del lado, la guadaña lo reclama por tercera vez, el estruendo de
los combates es cada vez mayor y más cercano, el hermano menor de Asbell llora
sobre el despojo humano que yace en el suelo, mientras los asesinos seriales de
Somoza avanzan dejando desolación y crímenes de lesa humanidad. Con el arma en
la mano y turbado por los nervios, presiente que no hay último escape, en un
acto desesperado por evitar que lo atrapen, el hermano le dispara con una
pistola 9 milímetros.
Poco faltó para desencadenar otra tragedia en la familia Blandón García, porque
varios compañeros sorprendidos por el disparo,
reaccionaron furibundos y lo querían ajusticiar, pensaron que se trataba
de un infiltrado.
Creyéndolo
muerto, fue envuelto con una sábana y colocado dentro de una fosa común. Tras
caerle encima las primeras porciones de tierra, alrededor del improvisado
sepelio estalló otro feroz combate contra la Guardia Nacional, en ese
instante, compañeros y deudos, corrieron de un lado a otro, a refugiarse unos,
y a tomar posiciones de combate, otros; el insepulto se levantó de entre los
demás cuerpos y, sosteniéndose las vísceras que asomaban por las heridas
reabiertas causadas por cuatro proyectiles de Galil, logró salir del foso. La
inesperada aparición provocó tal conmoción que más de uno empezó a rezar y
santiguarse.
Campesinos le ahuyentan a la muerte
Mientras
las balas silbaban “de a cuarta”, aquella fantasmal figura logró
escabullirse y deambular por montes. Treinta
días anduvo perdido en aquellos parajes despoblados, sólo lo acompañó el jadeo
de la muerte. A último momento, cuando todo parecía consumado, campesinos colaboradores
de la guerrilla lo asistieron y después lo entregaron a su antiguo subalterno
en el campamento guerrillero, el reputado “Pedrito, el hondureño”. Este
campeador no cejó ante la parca, una vez curado volvió a la Ofensiva Final, hasta el
triunfo de la Revolución Sandinista. Hoy, 40 años después,
junto a Rumbo de Paz pasa revista a esos días adversos en que la vida y la muerte tenían la misma cara y el mismo
peso.
De
la guerrilla a las Batallas de Lucha Irregular
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Al frente, sosteniendo la bandera en alto, puede verse al ex Mayor Asbell García Blandón, Jefe del Batallón de Lucha Irregular (BLI) “Pedro Altamirano”, detrás de él avanzan parte de lo miles de “cachorros” que tuvo bajo su mando.
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“Fui
jefe de la V Región
Militar; de los primeros jefes de Lucha Contra Bandas ("LCB"), en cuyas misiones
combatimos contra la primera Fuerza de Tarea contrarrevolucionaria que intentó
asentarse en Raití. Organicé las Milicias Populares; operamos en las zonas
montañosas de Yalí, Quilalí, San José de Las Mulas. Cumplí misiones al frente
de 40 Batallones de Reserva, en la zona de Nueva Guinea. En 1986, el Estado
Mayor me encomendó formar y ponerme al frente del Batallón de Lucha Irregular
“Pedro Altamirano”, desde el inicio me
preocupé por dotarlo de los mejores
compañeros”, recuenta ahora, como si se tratase de una lista de compra.
“Tuve la oportunidad de enseñar a mis
subordinados a caminar, a combatir, a comer, a ocupar posiciones, hacer
maniobras, porque eran chavalos de las ciudades, inexpertos, que no sabían… los
formé, les enseñé a cruzar ríos, escalar montañas, protegerse de animales y
alimañas, en otras palabras, cómo sobrevivir durante la lucha”, expresa el
Comandante.
Pero,
para Asbell no terminaron los lances de la parca, este sagaz personaje de 56
años, puede contarse entre los más escurridizos, quizás la experiencia, viveza,
y sobre todo, suerte sin comparación lo acorazó en beneficio del más desafiante
arrojo, que parece reservarlo a la vejez, en medio de un entierro ritual,
lento, solemne, lleno de coronas y discursos, donde los amigos de siempre lo
carguen en hombros. Así de cierto, porque a la cuenta anterior, agrega: “Sufrí
tres accidentes en helicóptero, tres en vehículos desplazándose a mucha
velocidad en las zonas de guerra; tanto así he vivido, que olvidé el número de
combates, en verdad demasiados, para llenar muchas páginas, fueron 20 años
continuos. En ocasiones el BLI combatía hasta
casi mil veces en el año.”
El “Danto 88”
o el Vietnam nicaragüense
En
cierto modo, la operación militar “Danto 88” podría constituir otro de los episodios más
vibrátiles en los recuerdos de García, cada detalle parece sacado de las
dramáticas escenas en los aguafuertes Goya. Sensible en sus reacciones,
sentencia: “Ese operación fue otro Vietnam, el nicaragüense”.
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El exMayor Asbel García, con anteojos, junto con la Plana del BLI. |
Pero, nada más digno
de respeto y consideración en este hombre, que la manera de recordar y honrar a
cada soldado que combatió bajo su mando, porque para él no hay adjetivos
periféricos, hay solo uno: “héroes, de la Revolución”. “Tuve el honor de forjar en el mejor
crisol de los principios revolucionarios a miles de cachorros del SMP, a prueba
de fuego, para que fueran los mejores en el combate, la montaña fue testigo fiel del estoicismo,
donde amanecía y atardecía con el tableteo de los fusiles. “Creo que fuimos de los
mejores, entre muchos; derribamos aviones de abastecimiento del imperialismo
yanqui, éramos el azoté de los
agresores. La Bandera
de Vanguardia siempre estuvo en las manos de los “Pedrones”, como nos llamaban
nuestros pares.”
Comandante de siempre, Mayor
retirado hasta 1990
Frente
a este interlocutor, no se pensaría que su historia, por más breve y concisa,
al final atacaría irremediablemente la página en blanco. Con Asbell se podría
hacer, no ya una crónica ligera, sino un artículo de fondo, y al él le
correspondería, ciertamente, escribir el libro que hace falta.
Fue
el único jefe que permaneció más años a cargo del mismo BLI, ocho en total. En
ese tiempo dirigió las operaciones de alrededor de 16 mil jóvenes cumplidores
del Servicio Militar Patriótico, entre hombres y mujeres.
Al
final, en el rostro no le abundan las inevitables arrugas de la edad, y tampoco
se puso calvo de vivir, como suele ocurrirle a tanta gente. Cuando fueron
suscritos los “Acuerdos de Paz”, recibió la orden más inusual de toda su vida:
“Disponga la tropa y los medios para evacuar a los desalzados del Frente
Democrático Nicaragüense” (FDN). “En nuestros camiones transportamos a todos
los contrarrevolucionarios, los conducimos al enclave “El Almendro”; fuimos el
BLI que en ese momento tuvo a cargo en el terreno de operaciones la parte más
activa en la transición hacia la paz”.
De la
geometría bélica al desmedro total
Ya
casi de salida, se le preguntó a este ser de leyenda y miembro de la Coordinadora Nacional
de Oficiales en Retiro por su vida actual.
¿A qué se dedica Asbell
García en estos tiempos?
“Pues
fíjate, antes de hablar del presente, quiero recordar como nos agarraron de
golpe, después de 1990 fuimos de traspaso instantáneo. En arreglos “de arriba”,
de pronto pasamos de ser militares al más caótico desmedro en la vida civil, no
hubo nadie que nos aconsejara, nos orientara, nos formara o capacitara en otro
oficio, para tener oportunidad de insertarnos. Nos mandaron a la calle sin
explicaciones, con un puñado de pesos que no alcanzaron siquiera para los primeros
meses, pronto estuvimos asediados por el infortunio, sin tener para vivir.
¿En qué
plan de retiro fuiste a toparte con la adversidad del olvido?
“Yo salí bajo el Segundo Plan de
Licenciamiento (PL-2). A esta gente poco
le importó. Fueron decisiones inmoderadas, porque estaban en la obligación de
analizar la historia de cada persona, quiénes era los guerrilleros, los viejos
de nuestras fuerzas armadas, proveernos de algo diferente, crear una especie de
oficina de atención especializada. Durante 16 años fui subempleado, empleado de
medio tiempo, y la mayoría de veces, desempleado, sobrevivir ha sido
perturbador. No tengo derecho a la asistencia médica en el Hospital Militar. No
recibo pensión como retirado, alquilo para tener morada, y me traslado a punta
de zapatos, soy otro ciudadano de la “ruta 11”.
¿Hay vientos de cambio en
este momento?
“A
los exmilitares nadie les daba oportunidad de trabajar, lo único que yo sabía
era sobre asuntos de armas. Cuando ganó el comandante Ortega se
empezaron a abrir algunas puertas a los retirados. Por fin, después de ser
guerrillero de montaña y urbano; jefe de Brigada, Jefe del Batallón de Lucha Irregular ·”Pedro
Altamirano”, cansado de tanta penuria opté por una plaza de vigilante en una
compañía donde hay otros compañeros que fueron del Ejército y el Ministerio del
Interior. Me contrataron como guarda de seguridad, y he logrado ascender hasta
el área de operaciones. Pero hay sus reveses, sus roces, nos cambian jefe
constantemente, vivimos en el “rejuego” de otros intereses. Esas cosas, a veces
se vuelven personales, “lo rayan” como solemos decir entre nosotros. .
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Asbell (extremo izq) en compañía de varios cros. Jefes de Batallones de Lucha Irregular |
¿A través de las páginas de Rumbo de Paz, quieres enviar algún mensaje a tus ex compañeros de armas y a los
militantes del Frente Sandinista?
“Yo
soy conocido por la mayoría de guerrilleros que combatieron en los diferentes
frentes de guerra, lo mismo me sucede con la mayoría de retirados del Ejército
y del Ministerio del Interior que estuvimos en la primera línea de fuego.
Quizás o seguramente los que no me conocen son los que jamás salieron de las
ciudades. Hay otros que se largaron después del derrocamiento de la dictadura,
lo mismo sucedió con otros cuando la pérdida del poder en 1989, viajaron lejos
o fueron tránsfugas, y nos dejaron sobreviviendo. A todos los que seguimos firmes, los llamo a propiciar la unidad, es la
única manera de poner en marcha
proyectos de beneficio común. Debe crearse la oficina de atención a la
guerrilla histórica y lo retirados de las fuerzas armadas, desde el Gobierno y
desde la Secretaría
del Frente Sandinista.
¿En Nicaragua hubo miles de
héroes y mártires en la lucha contra el somocismo y la posterior agresión
contrarrevolucionaria, estarías de acuerdo que por suscripción popular se erija
el Memorial de los Caídos de toda Nicaragua?
“Nosotros
nos sentiríamos orgullosos que fuera emprendido el proyecto, que ese Memorial
evoque el sacrificio de todos los que murieron en el combate contra la
dictadura somocista, los que aportaron lo más preciado por la Revolución, porque sin ellos no habría
sandinismo, sin el sacrificio de miles de hombres y mujeres no hubieran surgido
las Fuerzas Armadas, incluso, muchos compañeros del Ejército no fueran
Generales. Eso es, gracias a las hazañas que hicieron ellos. El que tome esa
bandera tendrá un lugar especial en nuestros corazones. Hay que unir a todos
los gremios, que nuestros familiares se sientan orgullosos. El Memorial debe
quedar para la historia. Debemos poner los nombres de todos los caídos.”
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ASBELL GARCÍA BLANDÓN VERIFICA EN EL PLANO LAS OPERACIONES DE COMBATE |