lunes, 30 de noviembre de 2015

GÉNESIS DE LA CANCIÓN “COMANDANTE CARLOS FONSECA”.*

Conversación con Carlos Mejía Godoy

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COMANDANTE CARLOS FONSECA, FUNDADOR DEL FSLN
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¿Cómo fue haciéndose ese canto a Carlos vencedor de la muerte…? ¿Cómo fue gestándose ese himno que millones de voces emocionadas repiten hoy con el pensamiento firme entre los ojos del fundador del FSLN, del conductor de este Revolución del pueblo? El Sistema Sandinista de Televisión (SSTV) hizo una entrevista a Carlos Mejía, creador del himno, entrevista que VENTANA reproduce por el interés que representa.

Iván García: Carlos, creo que muchos nicaragüenses, como yo, se te han acercado en algún momento, para preguntarte algo del origen de algunas canciones. Específicamente,  yo deseo saber –en primer lugar— ¿en qué circunstancia surge la idea de crear una canción para el Comandante Fonseca?

Carlos: Nos encontramos en Diciembre de 1978. Acaba de morir mi papá, Carlos Mejía Fajardo: un suceso que me sacudió profundamente, porque Chas Mejía –como le llamaban los que le conocieron— fue una especie de “baqueano” en mi desarrollo como artista. Por eso, su muerte impactó seriamente mi vida emocional. Para suerte mía, en esos días difíciles, el Comandante Tomás Borge me manda a llamar para ponerme una tarea concreta: crear el nuevo Himno del FSLN y  escribir un homenaje a Carlos Fonseca.

No debemos olvidar que en ese momento aún no se ha dado la Unidad Sandinista en forma definitiva, lo que hace más compleja la elaboración de ambas canciones.

Iván: Es curioso, que el Comandante Borge en ese instante le haya dado tanta importancia al HIMNO como el canto dedicado al fundador de nuestra Vanguardia. ¿No te parece?

Carlos: Pienso que no solamente se da el hecho de que tanto Tomás como Carlos hayan sido compañeros de lucha.  Yo pienso que, independientemente del entrañable cariño que les unía, el Comandante Borge pensaba que era un acto fundamental de Justicia rescatar la figura de Carlos Fonseca.  Y es que sucedía un fenómeno: los nuevos mártires iban con sus nombres cubriendo los nombres de los demás. Y por eso era urgente destacar a los primeros luchadores  y colocarlos en el sitio que ellos conquistaron “a punta de corazón y de metralla” como diría Gioconda.

Iván: ¿Qué fue primero, la letra o la música?

MANUSCRITO ORIGINAL DE LA CANCIÓN

Carlos: Bueno… si no tuviera este manuscrito que localicé en unos viejos papeles, no sabría con precisión cómo empezó a nacer este canto. Como podés observar, antes de la primera estrofa está escrito un borrador del estribillo, que originalmente decía:

   Comandante Carlos Fonseca Amador
   de la muerte total vencedor
         
   a la orilla de este “pareado” no aparece apunte alguno de la música, aunque no se descarta la posibilidad de que esa frase  ya llevaba algo de la melodía horizontal. Luego están los versos del cuarteto que –a excepción de la palabra TODA— es exacto al estribillo definitivo. Nótese la “interrogación” señalando el adjetivo, lo que expresa la inconformidad con dicha palabra. La melodía es igualita a la que aún permanece. Debo aclarar que técnicamente está mal escrita, con todos sus defectos, me servía para no olvidar el primer hilo melódico.

Más tarde, están escritas las palabras trasplantadas del manuscrito original del Comandante Borge, que más tarde se convirtió en el libro “CARLOS EL AMANECER  YA NO ES UNA TENTACIÓN”. Los números con los asteriscos van señalando frases guías para vertebrar tanto el contenido como el ritmo temático de la canción.

         1.- Poseídas por el dios de la furia y el demonio de la ternura…

         2.- En ese instante apareció Carlos Fonseca. Llegó hasta nosotros, con sus ojos bruscos, miopes y azules. Contundente, serio, de gestos extensos… (con sus pantalones brincacharcos).

    3.- Carlos se hizo hormiga, martillo, mecanógrafo. SEMPITERNO. Repartió letreros subversivos de pared en pared.

          4.- FINAL. Carlos murió con el corazón desbordando de amor hacia los hombres, con los ojos azules apuntando hacia el futuro. Cuando los afiches polvosos, insepultos, sean referencias, las generaciones libres recordarán a Carlos Fonseca.

MANUSCRITO ORIGINAL DE LA CANCIÓN

Iván: ¿Se puede decir que primero estructuraste las estrofas, partiendo de las frases del Comandante Borge y después musicalizaste dichos versos?

Carlos: Tengo la impresión de que así fue, aunque es factible también que la misma melodía haya ido abriendo el cauce rítmico para armar las estrofas, que no siempre  tienen el mismo número de sílabas. Además fíjate que –de acuerdo a este primer borrador— la canción fue evolucionando. Esto se puede notar sobre todo en la segunda estrofa.

El primer encuentro lo tengo bien claro
ojos bruscos miopes, azules intensos
pantalones blancos, brincacharcos
contudente, serio, de gestos extensos

         Estos cuatro versos fueron grabados en Alemania y por tanto, interpretados del mismo modo en el Festival de la Canción Política (Febrero 1979). Cuando volvemos a México en Marzo, ya ésta estrofa queda corregida así:

     Cuando apareciste llegaste a nosotros
     con tus ojos miopes, azules intensos
  fuiste desde entonces el hermano
terco, indeclinable, sempiterno.

Iván: ¿O sea, que hacer esta obra, te llevó muchos días; meses tal vez?

Carlos: Probablemente sea la canción en la que he invertido más preocupación y  más tiempo. Para que tengás una idea de todo el trabajo de depuración que esta canción sufrió, te relato este pasaje. Al llegar a México, procedente de Alemania, había una estrofa que no me terminaba de gustar; y es la que se refiere a la muerte. Consulté al Poeta Julio Valle y le pasé la letra para que me ayudara a salir del atolladero. No sé si Julio tuvo mucho trabajo en esos días, o simplemente él no quiso tocar las cosas como estaban. Lo cierto es que una mañana, me desperté contento, porque un sueño me estaba dando lo que buscaba: la bala del enemigo (“La bala que me hiera será bala con alma…” Salomón de la Selva) tocaba el corazón de Carlos; y éste, como una bomba de contacto, estallaba derramando su luz sobre la Nicaragua insurrecta.

Iván: Analizando un poco el borrador original, observo que habías titulado a esta canción “ELEGÍA A CARLOS FONSECA” y luego borraste la palabra ELEGÍA. ¿A qué se debió ese cambio?

Carlos: Mirá, hermano. Yo siempre he tenido prudencia en usar palabras muy académicas para titular o subtitular una obra, máxime se trata del asunto literario que no es mi terreno.  Y eso de ELEGÍA me sonaba un poco rimbombante, solemne quizás. Yo me limito a escribir mi canto; luego vendrán los entendidos en las diversas materias  y dirán: esto es etopeya, epopeya o prosopopeya. Por eso, preferí dejar el título a secas: COMANDANTE CARLOS. Con decirte que hasta le quité los apellidos. Es más, en la canción sólo uso el apellido materno: Fonseca.

Iván: Pasamos a una cuestión muy concreta ¿La grabación dónde se llevó a cabo?

Carlos: Las voces son el compendio de grupos y solistas de gran renombre como SANAMPAY, GRUPO VÍCTOR JARA, NACIMIENTO, AMPARO OCHOA, LUPITA PINEDA, HELLY ORSINI, FRANCIS LABORIEL y alguien que se me escapa. Las cuerdas son esa orquesta de cámara de fama continental: CAMERATA PUNTA DE ESTE.

Iván: Estoy pensando en el lanzamiento de “COMANDANTE CARLOS” y el resto de “GUITARRA ARMADA”. ¿Cuáles fueron los mecanismos de divulgación?

Carlos: Bueno, compa, usted ya se puede imaginar la emoción de escuchar en altas horas de la madrugada los partes de guerra de nuestra entonces clandestina RADIO SANDINO. Y  entre el fragor de los combates, nuestras voces gritando: “Comandante Carlos… tayacán vencedor de la muerte…” Algo difícil de escribir.

Al mismo tiempo, los discos y casettes se reprodujeron por millares en muchas partes del mundo.

Iván: Al regresar a Nicaragua, ¿cuál fue tu impresión al poder cantar por fin, con todo nuestro pueblo, “COMANDANTE CARLOS”.

Carlos: Yo siempre, al hacer una canción, me planteo un desafío. Y  es que la canción debe ser una obra estéticamente digna de nuestro pueblo en lo que se refiere a lo cualitativo. Pero, al mismo tiempo no puedo escribir algo para ser asimilado únicamente por intelectuales, eruditos y diletantes. Y allí tenía algunas expectativas, cuando regresé a Nicaragua cuatro meses después del triunfo. Sin embargo todas las dudas se disiparon cuando aquel memorable ocho de noviembre de 1979, ante los restos sagrados de nuestro Comandante en Jefe, aquella PLAZA DE LA REVOLUCIÓN, totalmente llena de sandinistas, se convirtió en un insólito orfeón de hombres, mujeres y niños. Yo pienso que hasta los zanates se subieron a la cumbre de los laureles vecinos, para unir sus trinos a nuestras voces. Hasta entonces, cuando aquel mar de puños rebeldes parecieron tocar la piel del firmamento, cuando nuestra modesta tesitura quedó opacada por el inmenso rugido de las masas. Hasta entonces, sentí que la canción había logrado su objetivo. ¡Una vez más el pueblo tenía la última palabra!


(f) Carlos Mejía Godoy
Managua. 1 de Noviembre 1982
Jornada Ideológica Cmte. Carlos Fonseca
                             Año de la Unidad Frente a la Agresión.-         

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* Entrevista publicada en: Ventana. “Barricada Cultural”. Sábado, 6 de Noviembre de 1982. Pp. 2 – 3

lunes, 23 de noviembre de 2015

CLUB RECREATIVO DE SEÑORITAS DE MANAGUA, 1917.


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SOCIAS DEL PRIMER CLUB DE SEÑORITAS DE LA MANAGUA ALDEANA, 1919. 
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Hace algún tiempo se quejaba el Director de la revista “Los Domingos”, en un muy bien meditado artículo, de la poca vida social que se nota en Managua, y después de poner en evidencia los malos resultados que causan a la cultura y al espíritu esta falta de afición a comunicarse entre sí y este apego a vivir retraídos, sin frecuentar otras amistades que las íntimas de toda la vida, hacía el articulista un llamamiento a la sociabilidad amplia y constante.

Mucho antes, un grupo de señoritas de lo más distinguido de aquí habían observado ya el mal, y deseosas de poner remedio a la apatía en que vivimos, concibieron un pensamiento que hace tanto honor a sus inteligencias como a sus corazones: crear un centro de diversiones que trabajara por la alegría y la socialización de esta ciudad capital. Tal es el origen del Club Recreativo inaugurado el 29 de diciembre de 1917 con un gran baile en casa de don Joaquín Navas.
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ANITA NAVAS
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La Directiva estaba compuesta entonces así:

Anita Navas, Presidenta
Rosita Bernheim, Vicepresidenta
Amelia Argüello, Secretaria
Berta Wheelock, Tesorera
María Rivas  y Fidelia Sevilla, Vocales

Eran socias:

Angelita y Amanda Navas, Margarita Berneheim, Lulú Ortega, María Belli, Margarita y Rosalpina Espinosa, Leticia Argüello, Leonor y Rosa Huete, María J. Sevilla, Margarita Rivas, Alicia Marín y Beatriz Wheelock.

Estas niñas comprendieron que ellas casi no se veían ni comunicaban, que vivían aisladas sin razón ni provecho, y que era necesario acabar de una vez con el retraimiento funesto.

Fundaron su Club, comenzaron a organizar fiestas, bailes, paseos, etc., y hoy el Recreativo ha tomado cuerpo y es casi un poder del estado, un comité al revés de la Revolución Francesa, de alegría y de concordia sociales. Mientras la política y las demás luchas de la vida no hacen otra cosa que desunir voluntades y suscitar antipatías, el Centro fundado por tan simpáticas señoritas está dedicado a la buena labor de borrar recuerdos ingratos y viejas desavenencias entre las familias y a acercar cada vez más a los distintos grupos sociales para que la concordia venga a tomar el puesto ocupado hasta hoy por los recelos y los odios.

El empeño no puede ser mejor.— Managua es una ciudad de pocos esparcimientos. No hay grandes paseos, ni teatros, ni hoteles de lujo, ni ninguna de las atracciones de los centros europeos o de Estados Unidos. Y si agregáramos a esto la división, la guerra sorda, el espíritu del odio, la vida se volvería intolerable. Todo lo que venga por el contrario a unirnos, a desarrollar la armonía y el contento entre los miembros de la colectividad merece calurosa acogida y elogios entusiastas.

Nosotros se los damos a las señoritas del Club Recreativo, y si nuestra opinión pudiera servirles de estímulo para no cejar en el ideal que se han propuesto les diríamos que consideramos su fundación de gran utilidad y beneficio.

Los anales del Club Recreativo podrían escribirse en un abanico o en un carnet de baile, y  sin embargo ocupan buen espacio en la vida social de Managua.

Una amiga nos ha dado los siguientes datos:

En abril de 1917 se les dio un bailecito a las señoritas rivenses Amelia Ruiz y Amelia Zavala.

A la Presidenta señorita Anita Navas se le despidió con una recepción cuando su viaje a Panamá, y a su regreso se le obsequió con un baile en casa de don Heliodoro Solórzano.

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LULÚ ORTEGA DÍAZ
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A la socia señorita Lulú Ortega, con  ocasión de su viaje a Estados Unidos se le despidió con un banquete en casa de don Carlos Wheelock.

El día de Santa Rosa, se dio una de las fiestas más bonitas en honor a las socias señoritas Rosita Bernheim, Rosita Huete y Rosalpina Espinosa.

El 23 de octubre, cumpleaños de las señoritas Angelita y Anita Navas, se les dedicó también una fiesta.

       Últimamente se dio una recepción en homenaje a la distinguida señorita María Esguerra, hija del señor Ministro de Colombia, a quien se nombró socia honoraria del Club.

Fuera de esto, todos los sábados tiene reuniones u organizan paseos al campo.

El Club también se ocupa de hacer algunas caridades, como dar vestidos a los pobres y alistar niñas para la primera comunión.

Al terminar el año se eligió la nueva Directiva, resultando electas:
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Ester Castellón, Presidenta.
Doña María de Zavala, Vicepresidenta.       
Rosalpina Espinosa, Secretaria.
Berta Wheelock, Tesorera.
Señoras, Blanca de Wheelock y Emilia Huete, Vocales.

Han sido nombradas socias honorarias las señoras siguientes:

Amelia de Castellón, Presidenta honoraria; Julia de Chamorro, Anita de Graham, Amalia de Martin, Rosa de Espinosa, Juana de Rivas, Carlota de Belli, Ángela Navas, Mercedes de Sevilla, Clemencia de Díaz, Chepita de Marín.

Y activas las señoritas: Virginia Ramírez Goyena, Esmeralda, Lola y Celina Guerrero.

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domingo, 15 de noviembre de 2015

REUNIÓN DE TÍOS. Por: Juan de Dios Vanegas.


DR. JUAN DE DIOS VANEGAS
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REUNIÓN DE TÍOS. Por: Juan de Dios Vanegas. En: “Caminos”, Revista quincenal de Arte y Comercio. León, Nicaragua, Julio de 1922. Número 8. Año I. Páginas 2 y 3. Director y Redactor: Agenor Argüello. Administrador: A. García Espinosa.

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         Quizás en todas partes exista la costumbre de llamar tío a cualquier viejecito distinguido del pueblo, como signo de popularidad; distinguido por su figura o sus extravagancias u originalidades. Dicen que en España, se llama así a las personas de edad y de respeto.

         Entre nosotros es una de tantas costumbres que van desapareciendo. También hemos tenido originales ridículos, o locos a quienes no se les decía tío, porque tenían otro cognomento más propio: Un capitán Vílchez, de exquisita irregularidad, pequeñito, contrahecho, arrugado como pasa, con cara y cabeza como semilla de marañón chinchina, corto de piernas, ceremonioso y siempre soñando con la investidura sacerdotal. Gran predicador (en armonía con su figura) como signo de vocación eclesiástica. Le veíamos cruzar las amplias naves de la Catedral con una manifestación de dominio en el semblante, mayor que la de los sacristanes viejos y seguido del coro terrible de muchachos ingeniosos y perversos. Vimos un Doctor Monene, que era anunciado desde lejos por la gritería escandalosa de los pilletes. Un Porongo, que avanzaba precedido o seguido del agudo puú, puú, de los granujas callejeros. Un don Gallo, siempre trajeado, con su huacal en la mano, sus señas al aire, yendo y viniendo sobre el atrio de la Catedral y recitando con precipitación frases inconexas, como: una dos tres, corre, cultiva, contempla.

         Pero la especie de tíos es legión. Mucho llegaron a nuestros días infantiles en el retablo de la leyenda, pintados y descritos de tal modo que, andando los días, no podemos decir con clara conciencia si los conocimos o no. ¿Existió Telica? Podemos afirmarlo y aun venerar la relativa inmortalidad de aquel risueño ancianito. ¿Hay alguien que recuerde haber conocido el llano de Telica? Pues en ese llano se encontró ese tío una guayaba tan hermosa que cuando le dio el mordisco gritó una lora adentro. Más de un gallero había ensayado la receta de tío Telica para obtener gallos de mordida terrible. ¿Cómo? Cruzó las gallinas con los gatos y nacieron y emplumaron los pollitos y empezaron cantando quiquirimiau…¿Quién no ha creído sentir de lejos, sobre la cumbre del monte, los imperceptibles pasos del zompopo, sin que pueda la vista distinguir su diminuta figura? En las noches de luna, en los corros de los campesinos, encontráis al discípulo del leyendario fantasista que sabe dar vida a andalujadas estupendas. Iba yo, dice uno, tras un novillo en el campo. Una rama me saca los ojos en la carrera. Caen al suelo, me inclino, los tomo, me los pongo y sigo tras la bestia en fuga, pero ¡bruto! me los puse al revés y en vez de ver el novillo me veía los sesos. Si buscáis la madre de esta anécdota inverosímil, tío Telica la refirió: “Era en los días del asedio del bárbaro Malespín a la ciudad rebelde. Aún no había permitido la entrada por el Cuadro, Bernabé Contreras; y Cabañas en su yegüita baya y Jerardo Barrios (sic) en su tordillo brioso se revolvían invencibles. Hay que enviar un espía al campamento enemigo. ¿Quién va? Tío Telica es el único. Al instante se coloca sobre la boca de un cañón de 24 que estaba en la torre del Calvario. Sale proyectil, se monta y  parte. Mira los cuarteles de Malespín, aquello es un horror de lanzas y bayonetas”. Cobra miedo. En ese momento el enemigo, dispara un cañonazo sobre la ciudad. Los proyectiles se encuentran y el tío ¡zas! trasborda al proyectil enemigo y vuelve a caer entre los suyos a contar la especie.

         Y por ese estilo los acaecidos raros e increíbles que algún día han de formar un libro, para que no se pierdan tantas cosas bellas a fuerza de ser autóctonas.

         Viene en seguida tío Vallellito. – Era este un vejete andarín, pequeñito, hablantín, nervioso, un poco chisgarabís, que vivía en el vecindario, en la calle, y no cumplía en la forma ni el fondo sus deberes matrimoniales. — Su mujer era una Jántipa corpulenta, de paso hombrano (sic) y violento, de ojos encendidos y de imperioso ademán. – En su casa era absoluta, dominadora. Mandaba a todos, y, el primero, a su marido, a quien hacía girar como si fuera un molinillo. Tío Vallellito le guardaba hondo temor, aunque refiriendo y queriendo hacer creer lo contrario. — De pronto suspendía su charla y se iba lijero (sic), murmurando “que fuerte que viene, más fuerte es mi Dios, etc.” Entraba a su casa silencioso. Luego se oía el estruendo: aquella tigra tomaba al tío, le oprimía la cabeza entre los muslos y lo aporreaba sin medida. El viejecito queda apenado. El vecindario había oído los porrazos y había que despistarlo. Salía él sacudiéndose con ambas manos y diciendo en voz alta y con aire satisfecho: “así quieren estas tales”. Y  este tío Vallellito aun tiene imitadores.

         ¿Quién era tío Cartita? Un hombrecito vivaracho; mequetrefe, que siempre andaba entre los músicos teniendo los papeles. ¿Por qué lo llamaban así? Porque siempre iba de prisa, con una carta que había recibido de la mujer más bella de León. Era un hombre feliz. Tenía que huir de las mujeres hermosas, porque lo perseguían, lo asediaban. Dichoso tío con sus sueños sonrosados. Tuvo su segunda edición en un antiguo portero de la Corte, que procuraba vestir correctamente, para corresponder al amor de las encopetadas señoritas. ¡Qué feliz cuando, advirtiendo que la sala estaba sola, se inclinaba para hacer como que recogía un perfumado billete amoroso, el que se guardaba mirando a todos lados, diciendo para sí ¡vean cuán dichoso soy! Iba a dejar los expedientes a casa de los Magistrados y decía, parado frente a una de las puertas de sus preferidas: Quien me ve con tantos papeles, pensará que soy Magistrado, y no soy más que escribiente! ¡Y era portero!

         A veces, por el Mercado, en la calle de Marcoleta, se miraban las curvas de una lluvia de piedras y se escuchaban los remolinos de gritos y algazara. En las interrupciones, percibíase la voz aguda de un chicuelo que decía: ¡tío José vaina de cobre! Ese tío era asediado por las turbas escolares, que hacían de él un blanco para sus travesuras. Él avanzaba con su mirada torva, siniestra, con una piedra en la mano, vestido con un saco de casimir luengo y raído y con una cara de hombre bravo, que pudo haber sido sargento de veteranos. Y ese tío tan perseguido de la chiquillería, es el inevitable en todos los viáticos religiosos, yendo a la cabeza, dando el agudo repique de la terrible campanilla.

         ¿De dónde vino tío Gallito? Un día lo vimos en nuestras calles, con su rostro risueño y achispado, el violín lamentable bajo el brazo y cantando coplas jocosas y algo subidas de color. Improvisaba con su flaco instrumento aires alegres que atraían a los muchachos y aún a los viejos. A la distancia se anunciaba con sus exclamaciones y las notas atropelladas de su violín agudo. Tenía facha singular y mostraba ingenio. En un corro de chuscos se quisieron divertir a su costa. Él se negó y uno de los chuscos le lanzó despechado un “váyase a la m…”. El tío volvió el rostro con ademán atento y, rindiéndole el sombrero, le repuso: “Allá nos vemos, hijo”. Atrevido como él solo con las mujeres, pero para el piropo encendido y el geste revelador; nada de abusos campechanos.

         Nuestro gran pintor Juan Cuadra, lo copió al óleo y fue el cuadro a la H. Asamblea Legislativa, para obtener una pensión en el extranjero. Era de ver al tío Gallito, con su vestido andrajoso, su rostro amable y expresivo, como de vinagre risueño, sus zapatos viejos, su violín, compañero, abogando por el joven pintor en una tela que palpitaba con la elocuencia más animada y convincente. ¿Qué se hizo tío Gallito? Desapareció como vino. Un día dejamos de ver al último de los tíos pintorescos que nos dieron nota singular en los días de nuestra vida sencilla y suave.


         Esta época ya no da esos tíos amables decoradores de los días de abundancia, sombreados de patriarcalidad. – Todos ellos han fundido y cristalizado en un tío temible, que usa tacón de hierro y que espanta a los pueblos, como aquellos espantaban niños. 

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lunes, 12 de octubre de 2015

JUAN CALDERÓN RUEDA, EL PATRIOTA, EL CONJURADO QUE LE MELLÓ EL FILO A LA GUADAÑA


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Del Editor-Redactor del Blogspot:

    Después de la inmolación heroica de Rigoberto López Pérez, el somozato decidió aplicar la acostumbrada Ejecución extrajudicial o paralegal conocida como  “Ley de Fugas”, así lo hizo en  contra de tres de los cuatro implicados.

    El 18 de mayo de 1958, los hijos del General Anastasio Somoza García movieron el pulgar hacia arriba. Esa noche, miembros de la Guardia Nacional, asesinaron a Edwin Castro, Ausberto Narváez y Cornelio Silva, mientras tanto,  Juan Calderón Rueda, por esos insospechados giros del destino, escapó de  la matanza perpetrada por dos soldados.  

  En diciembre de 1963, la valiente, audaz y, bondadosa determinación  del raso G.N., Pedro Narváez Guido, custodio de Calderón Rueda en el hospital donde permanecía recluido, tras pasar siete años de  cárcel y torturas, le permitieron escapar y pedir asilo en la Embajada de Argentina.

  A través del tiempo, se repiten los hechos principales de aquellos acontecimientos, donde siempre suele hacerse somera mención de Juan Calderón Rueda. Creemos necesario, no por menos, justo, devolver al presente lo que el tiempo convierte en pasado lejano.

Dos artículos periodísticos, imprescindibles, nos permiten alumbrar sobre lo ocurrido, ambos tienen el mayor alcance por estar construidos con el testimonio del mismo Calderón Rueda, uno en 1969, y el otro, en 1980, cuando por fin pudo volver a pisar suelo nicaragüense. Falleció en los Estados Unidos de Norteamérica, el 5 de Marzo de 1994..
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Calderón Rueda, Argentino

NICA DESTERRADO ENCUENTRA PATRIA. En: Extra. 31 de Enero de 1961.


    Juan Calderón Rueda, el más sufrido de los implicados en la muerte del General Anastasio Somoza García, ha logrado por fin obtener la ciudadanía argentina después de 13 años de cárcel, exilio y penalidades de todo género tanto para él como para su familia.

     Ronald Calderón Borge, el hijo que convivió con él durante un año en Buenos Aires, informó a “Extra” que ha recibido una carta  en la que su padre le comunica que finalmente Argentina le ha concedido la ciudadanía y el pasaporte, que le fue negado en su patria, Nicaragua.

    Las gestiones hechas por el abogado de la familia Calderón Rueda, Dr. Juan Manuel Gutiérrez, ante el canciller Dr. Lorenzo Guerrero, el jefe de Migración Iván Alegrett y el mismo presidente Somoza fallaron, aunque se les expuso el grave estado de salud en que se encontraba el exiliado quien necesitaba urgentemente una intervención quirúrgica.

EL FINAL DEL CALVARIO

    Todo parece indicar que el calvario a que estuvo sometido Juan Calderón Rueda ha finalizado ya que en la misma carta en que informa la obtención de la ciudadanía en Argentina comunica que fue operado con éxito adjuntándoles una fotografía en la que su aspecto físico es mucho más satisfactorio.

     Según informa Calderón Rueda con el pasaporte obtenido él puede trasladarse a cualquier nación e incluso visitar Nicaragua protegido por la embajada de Argentina en nuestro país, aunque lo más probable es que viaje a México donde también tiene algunos familiares.

    El caso de Juan Calderón Rueda es uno de los más patéticos en los anales de nuestra historia política ya que fue acusado de haber envenenado las balas con que Rigoberto López Pérez hizo impacto en el expresidente Somoza García, alegando él siempre su inocencia y recibiendo testimonios favorables como el del médico que atendió a Somoza, Dr. Ernesto López Rivera quien se pronunció afirmando que la balas que asesinaron a Somoza nunca fueron envenenadas.

    Sin embargo el terror político que azotó a nuestro país a raíz de los sucesos del 56 se ensaño principalmente en Calderón y su familia toda la cual fue detenida e incluso se sometió a interrogatorios, vejaciones y torturas a la esposa e hijos de exiliado.

TAMBIÉN EL GUARDIA QUE LO AYUDÓ

     También Pedro Narváez Guido cabo de la Guardia Nacional que custodiaba a Juan Calderón Rueda en el Hospital General y que se fugó con él ha obtenido la ciudadanía argentina y actualmente ha mejorado en forma ostensible su situación económica en aquel país.

    El exmiembro del ejército nicaragüense todavía conserva en su poder un telegrama del General Anastasio Somoza Debayle que recibió un día antes de la fuga y en el cual se le comunicaba que sería ascendido a sargento.

    Irónicamente ha dicho en muchas ocasiones: “En Nicaragua serví años al ejército y nunca tuvo una sola pulgada de tierra, en cambio hoy en Argentina poseo dos terrenos que constituyen una garantía para mi futuro y el de mi familia”. 

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¡BIENVENIDO JUAN CALDERÓN! 

Un héroe, sus torturas y la masacre de La Aviación En: La Prensa. 16 de Enero de 1980.


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    La Junta Nacional de Gobierno declaró el martes “huésped de honor” a Juan Calderón Rueda, el último sobreviviente de los cuatro grandes” que participaron en la conspiración para ejecutar, en septiembre de 1956 al dictador Anastasio Somoza García.

    Calderón Rueda, ahora de 72 años de edad, regresa al país después de pasar 23 años en la cárcel, el asilo diplomático y el exilio.

    A su avanzada edad, Calderón Rueda, convertido en un personaje histórico, retiene extraordinario vigor físico, recuerda claramente todos los detalles de los dramáticos sucesos que le tocó vivir y  manifiesta su deseo de reintegrarse a su trabajo, al servicio de la patria, en la Nueva Nicaragua.

    Calderón arribó a las 10:30 a.m. del martes en el vuelo de “Aviateca”, con procedencia de Los Ángeles, California. Un grupo de 25 familiares lo esperaba en el aeropuerto “Augusto César Sandino”.

     Las autoridades de la terminal le dieron tratamiento de visitante distinguido, lo atendieron en el salón VIP mientras tramitaban su documentación y lo invitaron a pasar por la Casa de Gobierno, donde el Comandante de la revolución Tomás Borge y el miembro de la Junta de Gobierno Dr. Sergio Ramírez Mercado, lo esperaban para darle la bienvenida.

SUS TORTURADORES LO DIERON POR MUERTO

    Calderón Rueda formó junto con Edwin Castro, Ausberto Narváez y Cornelio Silva, el grupo principal que puso en marcha, en septiembre de 1956, el plan para ejecutar a Somoza García, cuando llegar a León a proclamar una nueva candidatura a la presidencia.

     Pero el veterano combatiente antisomocista, al llegar a esa fecha histórica, había sido opositor durante años, había participado en incontables manifestaciones y mitines en protesta contra la dictadura de Somoza García.

    Al producirse el atentado que costó la vida del dictador, Calderón Rueda abandonó León y fue perseguido por los esbirros somocistas hasta la ciudad de El Viejo, donde fue capturado y sometido a brutales torturas el 19 de octubre de 1956. 

    Recuerda a sus torturadores así: el sargento Urbina, a quien sólo conocía como hermano del que entonces fuera alcalde de la población de Malpaisillo; el sargento Gonzalo Lacayo, ejecutado por un comando sandinista años más tarde y el entonces teniente José Ramón Silva Reyes, actualmente asilado en la embajada de Guatemala.

    Calderón Rueda, vistiendo un traje completo color celeste, se muestra tranquilo al recordar las noches de torturas que pasó en manos de ese trío.

EL GENOCIDA EN ACCIÓN

    El pelo lo conserva intensamente negro y  al sonreír muestra las huellas de la violencia somocista: Anastasio Somoza Debayle, personalmente, le botó un diente de un puñetazo cuando él estaba siendo interrogado, ya en Managua, con las manos amarradas.

    Calderón relata cómo Urbina, Lacayo y Silva Reyes lo amarraron de los pies y lo bajaron repetidas veces a un pozo seco, muy profundo, donde muchas veces perdió el conocimiento.

    Relata también que en otra ocasión lo metieron a otro pozo, con más agua. Allí volvió a perder el conocimiento en varias ocasiones.

    “Me salvó la vida –recuerda— el hecho de que yo tenía capacidad para soportar estar sin respirar. Los esbirros veían salir las burbujas, cuando yo lanzaba el aire que me estaba reventando los pulmones. Entonces me sacaban, creyéndome muerto, para reanimarme y volver a meter en el pozo”…

CADA QUIEN… UNA PATADA

    Después relata Calderón Rueda cómo fue presentado a Somoza Debayle en la “La Loma”. Había un gran número de oficiales reunidos, y uno de ellos le dijo:

    Este es Juan Calderón Rueda.

    Somoza Debayle se levantó, se fue sobre él y lo derribó de un puñetazo en la boca. El diente frontal derecho se desprendió inmediatamente y Calderón Rueda cayó al suelo, sangrando.

    Todos los oficiales presentes, queriendo quedar bien con Somoza, se lanzaron sobre el reo y le dieron de puntapiés, hasta dejarlo otra vez sin sentido.

     Durante los largos interrogatorios que siguieron, el entonces coronel Gustavo Montiel le dijo en numerosas ocasiones que el pelotón de fusilamiento lo estaba esperando.

    —No te movás de allí. Ya se están preparando para fusilarte— era lo que le repetía constantemente Montiel.

LA HISTORIA DE LAS BALAS

    Calderón Rueda aclaró para LA PRENSA la verdad histórica sobre las balas que  fueron perforadas, para que se fragmentaran al entrar en la humanidad de Somoza, aclarando que ninguno de los proyectiles fue envenenado por él. Si hubo balas envenenadas, dijo, fue “Rigo” el que las contaminó, pero no sabe  si se le disparó alguna bala envenenada a Somoza.

    —Personalmente dijo, Calderón Rueda, yo perforé 18 cargas del revólver de Rigo. Yo tenía un taller de reparación de radio y con los troqueles que teníamos, preparamos las balas para que partieran en el momento de disparar y Somoza García tuviera menos oportunidad de sobrevivir.

     Pero, agrega el entrevistado, Rigoberto López no parecía gustar mucho de las balas perforadas. Las utilizó todas en los tiros de práctica que hacía y no le gustaban porque, a la hora de disparar, no tenían suficiente impacto.

     — ¿Veneno…?

    — La mañana del día en que Somoza iba a ser ejecutado, yo todavía conversé largamente con Rigo. No hablamos nada de veneno. Si las balas tenían veneno, se las puso él, pero yo lo dudo— relata.

    Al parecer, Rigoberto López, a la hora del atentado, confió más en la efectividad de los proyectiles del revólver tal como son, sin ninguna alteración.

PREGUNTAS INCESANTES SOBRE GAITÁN

    Calderón Rueda relata que, cuando Edwin Castro había sido torturado brutalmente durante varios días, se le sentó frente a un escritorio, con abundante alimentación y bebidas, lo mismo que cigarrillos, y se le dio lápiz y papel para que escribiera su declaración. Eso tomo tres días seguidos.

     Para Calderón Rueda las torturas volvieron días después, pues los interrogadores de la Oficina de Seguridad insistían en saber si el entonces coronel Francisco Gaitán estaba involucrado en la conjura.

    Los Somoza querían saber si era cierto que Gaitán había prometido participar en la conjura, pero él no lo dijo nunca así a los interrogadores.

    — En medio de tanto sufrimiento, dijo Calderón Rueda, tengo la conciencia tranquila de que hice todo lo posible por comprometer al menor número de gente posible.

LOS SOMOZA PLANEAN LA FUGA TRÁGICA

    Calderón Rueda dice que lo que recuerda es muchísimo y tardaría mucho tiempo en relatarlo, pero dice saber que los hermanos Somoza Debayle (Luis y Anastasio) prepararon una fuga en que dos guardias iban a fingir colaborar, para dar muerte en la cárcel de La Aviación de los cuatro principales participantes de la ejecución de Somoza García.

    — Los meses en la cárcel habían sido duros— relata Calderón Rueda— y yo había cumplido ya la primera huelga de hambre demandando mejores condiciones en la prisión. Una noche, a eso de la medianoche, Cornelio Silva me llamó a un rincón de la celda y  me preguntó que si quería unirme a un plan de fuga que parecía seguro.

    Dos guardias,  uno de apellido Flores y otro de apellido Matute, habían recibido ya 15.000 córdobas con el compromiso de pasar varias armas a la celda y ayudar a salir del presidio a los reos.

    Después, poco antes de la fuga, recibieron otros 15.000 córdobas. Yo les dije que no me gustaba el plan. Que si sonaban disparos en el  en el presidio, centenares de guardias de La Aviación y del aeropuerto cercano caerían sobre nosotros. Les dije que si tratábamos de abrirnos paso con arma blanca, si me unía, pero que salir disparando hubiera sido un suicidio.

    Calderón Rueda relata que la noche de la fuga trágica, vio salir a los tres compañeros, que bajaban por una pequeña tapia desde la celda. Era una celda muy oscura, pues las condiciones de la prisión habían empeorado y los reos tenían que encender candelas para ver lo que estaban comiendo, aún en pleno día.

    Luis Somoza había ido en una gira a la Costa Atlántica y Anastasio Somoza Debayle quedó en Managua y dio órdenes para llevar a cabo el asesinato de los reos.

    — Cuando llegaron al patio, agrega Calderón Rueda, Matute los estaba esperando. Matute tenía un Garand en sus manos y Cornelio Silva se lo pidió, recordándole que ese era el compromiso. Matute le tendió el arma, ya cargada, frente a él, y cuando Cornelio se acercó para tomarla, Matute le enderezó y le disparó un balazo que le dio a Cornelio en pleno corazón. Murió sin siquiera lanzar un suspiro.

    Calderón Rueda, un hombre sereno, endurecido por la vida que le tocó vivir y los años de exilio, no puede ocultar su emoción al relatar los momentos del asesinato de los reos. Los labios le tiemblan, cuando prosigue su relato:

    Ausberto Narváez comprendió la traición y se fue corriendo hacia la cocina de la prisión, que quedaba cerca y se metió debajo de una mesa que había allí. Los guardias lo siguieron y los reos que quedábamos en la prisión pudimos oír cuando suplicaba por su vida:

    — Ve papito, perdóname la vida— dice Calderón emocionado que dijo en plena voz el prisionero Narváez. Inmediatamente sonó la descarga mortal.

    Edwin Castro huyó hacia el fondo de la prisión y trató de alcanzar una tapia en dirección hacia el entonces Instituto Vocacional.

    — Sonó un arma ronca, que no sé decir qué era — relata Calderón Rueda— y Edwin quedó muerto, cruzado sobre la tapia.

TRES VECES EN EL PAREDÓN

    Cuando los tres prisioneros habían sido masacrados, porque los guardias siguieron disparándoles, ya muertos, y dándoles golpes de culata, hasta destrozarlos completamente, los vigilantes de la cárcel irrumpieron en la celda donde quedaban los otros prisioneros y los sacaron al patio, ordenándoles que se alinearan en el paredón.

    Después volvieron a meterlos en la celda, pero en dos ocasiones más los volvieron a sacar para alinearlos, para fusilarlos. Finalmente, relata Calderón Rueda, el sargento de guardia de la prisión de esa noche, de apellido Guillén, llegó con órdenes de que se les dejara vivos.

    — Pasamos noches en que no sabíamos si íbamos a vivir o no. Nunca olvidaré el tintinear de las llaves en las manos de los verdugos. Las hacían sonar toda la noche, como si fueran a sacarnos otra vez para darnos muerte —relata Calderón Rueda, emocionado.

LA FUGA

    Calderón Rueda, después de muchos meses más de dura prisión, realizó otra huelga de hambre exigiendo mejores condiciones carcelarias y quedó en estado tan débil, que fue llevado en malas condiciones al Hospital Militar.

    Allí conoció al raso Pedro Narváez Guido, que ahora tiene como 37 años.

    Este raso era el único que podía entrar al cuarto del hospital donde permanecía Calderón Rueda y en esta forma se fue consolidando una amistad, hasta que se hizo claro que Narváez parecía ser sincero en su oferta de ayudar a escapar al prisionero.

    Calderón Rueda relata que sintió aprehensión y temió que se tratara de otra trampa para darle muerte, pero decidió jugarse la vida, porque se daba cuenta de que, de todos modos, por ser uno de los personajes más importantes de la conjura de septiembre, nunca iba a salir vivo.

    Calderón Rueda cuenta que hizo conocer su plan de fuga a Fernando Agüero Rocha, entonces líder de la oposición y este le recomendó que tratara de alcanzar la embajada de Venezuela, que era donde podía estar más seguro.

La noche de la fuga, Calderón Rueda y el raso Narváez salieron del hospital y descendieron por la ladera hasta llegar a la carretera en curva que hay cerca. Allí los esperaba, a bordo de un vehículo, Ronald Calderón, uno de los hijos del prisionero. Había pasado tres noches durmiendo en ese lugar, esperando a su padre.

    La llegada de los dos prófugos a la embajada de Venezuela fue un desastre, pues el embajador venezolano los quiso expulsar, lleno de furia diciéndoles “aquí no hay asilo para nadie”.

    Calderón Rueda relata que una empleada doméstica que había en la embajada se compadeció de ellos y se atrevió a interceder ante el embajador para que no los echara de ese lugar. Por respuesta, el embajador la echó de su puesto.

    Los asilados, presionados por el embajador, se jugaron otra vez la vida y lograron llegar a la embajada de la República Argentina, donde obtuvieron salvoconducto después de tres meses de gestiones.
AÑOS DE DURO EXILIO

    Argentina resultó un país difícil para Calderón Rueda y el raso Narváez. Durante años vivieron difícilmente, hasta que, poco a poco, Calderón fue tratando de reunir dinero, tratar de organizar un movimiento armado y regresar a Nicaragua.

    El raso Narváez todavía vive en la Argentina.

    Cuando Calderón Rueda llegó a la Argentina estaba sin un centavo. Había logrado, con su trabajo en León, reunir unos dólares y 45.000 córdobas en efectivo. Pero, cuando fue capturado, los guardias somocistas se los decomisaron y se los bebieron todo en un burdel llamado “La China”, en León. Mientras armaban el bacanal con su dinero, Calderón Rueda permanecía amarrado en el fondo de ese lugar.

    Calderón Rueda continuó viviendo en la Argentina, hasta que le invitaron, hace unos tres años, a participar en una cena que ofrecían al expresidente de Bolivia, Juan José Torres.

    Poco después de este homenaje, Torres fue muerto en Buenos Aires, en una calle de la capital Argentina, según se cree, víctima de un complot de los militares  que habían tomado el poder en Bolivia.

    Calderón Rueda fue capturado por la policía Argentina, sin que se le dieran explicaciones por qué. Se le dejó en libertad tres días después, pero el gobierno militar argentino le quitó todo lo que tenía, desmantelando el negocio que había  logrado organizar después de muchos años de trabajo.

    En estas circunstancias y a bajo el gobierno de Videla, que mostraba gran amistad para los Somoza, Calderón Rueda consideró prudente salir de la Argentina y se dirigió a México y después a Los Ángeles, donde había permanecido hasta ahora.

    En el aeropuerto lo esperaban la mayor parte de sus 12 hijos, sus hermanos y gran cantidad de nietos que nacieron mientras él permanecía en el exilio.

    Mientras esperabas que tramitaran sus papeles, sentado en un sillón del salón VIP del Aeropuerto Sandino, expresó su intención de viajar directamente a León, para volver a la casa que dejó abandonada, después de 23 años de ausencia,  y tratar de reorganizar su vida, sin pretender nada especial a cambio de la misión decisiva en que decidió participar para ejecutar a Somoza García y que le costó incontables sufrimientos.

    Pero el gobierno sandinista lo recibió con muestras especiales de aprecio, que se hicieron notar cuando la encargada de atenderlo en el aeropuerto, le dijo:

    — La Junta de Gobierno desea verlo y está esperándolo. Usted es nuestra reliquia.

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