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El historiador
Eduardo Pérez-Valle nos ha dado las siguientes declaraciones:
He leído con todo
interés las diversas publicaciones que han aparecido en LA PRENSA en torno al
Escudo de Nicaragua, las cuales revelan cierta inconformidad de estimables
personas con la adopción del nuevo dibujo realizado por mí.
Me parece oportuno
ofrecer las siguientes explicaciones:
1º) Que no se
trata de reproducir el escudo que se usaba en tal o cual fecha, sino de
interpretar fielmente y con atención a las reglas del arte y de la heráldica,
el decreto creador del escudo actual, de 5 de septiembre de 1908, que a su vez
copia el de la Asamblea Federal, de 21 de agosto de 1823.
2º) Ambos
decretos citados fijan las características del escudo sólo en sus líneas
generales, sin entrar en detalles. Además, son meras descripciones asistemáticas,
que dejan casi todo a la interpretación que de ellas quiera hacerse; muy al
contrario de lo que hubiera ocurrido de haber sido concebidas y redactadas de
acuerdo a las normas unívocas de la heráldica.
Debido a la
vaguedad de las descripciones es que se ha engendrado el desorden de que todos
nos asombramos y condolemos. En heráldica no se concibe la existencia de un
elemento (superficie, figura o accesorio) del que no estén determinadas la
posición, la forma y el colorido. En cambio en los decretos de que hablo, no se
dice, por ejemplo, de qué color debe ser el cielo, los volcanes o el mar. De
ahí que cualquiera pueda pintar el cielo amarillo, rojo o celeste; los volcanes
azules, verdes o grises; el mar verdoso, azulado o crepuscular; y todo sin contravenir
los decretos, que nada dicen al respecto.
Ahora quizás
pueda comprenderse que mi preocupación principal haya sido hacer avanzar el
diseño de nuestro escudo lo más fuera posible hacia la adopción de formas
heráldicas, a través de la estilización de las figuras, la simplificación del
colorido y la acentuación de los
contrastes para la fácil apreciación de los elementos; miras que considero se
han alcanzado en alto grado con el nuevo diseño.
Ya se había
logrado algo en este sentido con un dibujo anterior, también realizado por mí,
en circunstancias que luego explicaré; mas el indebido respeto a normas
heráldicas inexistentes produjo un fruto entumecido y raquítico, de un
estatismo desconsolador, muy inferior al que ahora hemos cosechado.
3º) Ninguno de los decretos menciona sol. Lo
que quiere decir que la única fuente de luz en el escudo es el gorro frigio.
Esto explica por qué los volcanes reciben luz, unos de la derecha, otros de la
izquierda, según su posición respecto del gorro, que está en el eje.
4º) Por otra
parte, la frase “que los cubra” (a los volcanes) es bien clara para indicar que
el arco debe verse de extremo a extremo (de pie a pie), abarcando los cinco
volcanes; y no esbozarse apenas, relegado y mínimo, siendo por demás, un
elemento de tanto colorido y valor
decorativo. Esa disposición marginal no es más que un recurso fácil para
simplificar la labor del dibujante. Hay que dar al arco iris todas su
integridad y sacar partido a su belleza y colorido. Así lo comprendió el desconocido y lejano
intérprete del decreto federal, que lo puso cubriendo desde el primero hasta el
último volcán.
5º) Las supuestas leyes heráldicas que en ocasiones se han citado para imponer normas rígidas al
diseño del escudo, investigadas, resultan ser un mito:
a) Lo de que las
figuras, el gorro frigio entre ellas, debían estar vueltas hacia la diestra del
escudo, “pues de lo contrario significan bastardía”, no reza con las figuras
heráldicas propiamente tales, sino con el yelmo o celada (que es un accesorio
de las armas, un timbre de caballeros); esta ley no tiene, pues relación con el
gorro frigio ni con el Escudo de Nicaragua.
b) Lo de que no
existe perspectiva en heráldica, por lo cual los volcanes deben aparecer todos
de igual tamaño, también es falso. Los ejemplos al respecto son abundantes.
Para no salirnos de lo hispánico, bástenos comprobar la existencia de
perspectiva claras y patentes en las armerías regionales y provinciales
españolas.
Hay perspectivas
en los escudos de Ávila, Bilbao, Cádiz, Ciudad Real, La Coruña, Granada,
Guadalajara, Málaga y Santander.
Ahora bien, si la
hay, ¿por qué no usarla para imprimir dinamia y realismo al diseño? Así lo hizo
el primitivo intérprete del decreto federal, y puso sus volcanes en
perspectivas; y así se había hecho siempre entre nosotros, mientras que no se
inventó la pretendida ley.
c) Otra de las
supuestas leyes que bien vistas resultan absurdas, ésta de orden simbólico, es
la de que el mar debía ser de líneas rectas horizontales, inmóvil (congelado,
diríase), para simbolizar “la tranquilidad de las aguas del progreso por las
que bogan nuestras repúblicas”. No obstante, toda la heráldica está llena de
mares ondulantes; no hay uno solo mar muerto.
Así, aparecen ondas
alternas de azur y de plata en las armas de Alicante, Bilbao, Logroño, Málaga,
Orense, Palma de Mallorca, Pontevedra, San Sebastián, Santa Cruz de Tenerife,
Santander, Salamanca y Zamora.
Hay, pues, que
devolver al mar sus ondas. Si lo privamos de su elemento más característico,
las ondas, el movimiento, la fuerza, deja de ser mar, ni siquiera laguna, se
convierte en un charco.
d) Por otra
parte, no hay nada que obligue en heráldica a que el horizonte o el límite del
mar sea siempre una línea recta. Bellos ejemplos a este respecto hay en las
armas de Alicante, Orense y San Sebastián. Pero he dejado la línea recta, y las
ondas comienzan debajo de ella.
6º) En la extensa lista de escudos mal dibujados, raros o desajustados
que se publica en LA PRENSA del 26 de agosto, faltan dos, que me parecen muy importantes: el que apareció en la moneda
conmemorativa del Centenario de Rubén, que ni siquiera es un triángulo
equilátero, sino isósceles; y el que figura en el papel sellado en uso
actualmente en toda la República. Este último fue dibujado por mí, basado en
instrucciones muy precisas de respetar un antiguo diseño, pero aplicando la
famosa “ley” de la “no perspectiva y eliminando una especie de palo lucio que
aparecía sobre el tercer volcán, y en cuya punta estaba ensartado el gorro,
como un trofeo; el resultado fue una extraña isla con cinco volcanes idénticos.
7º) En un folleto editado en 1961 hay varios escudos nacionales y cinco
de ciudades coloniales. Los dibujos fueron ejecutados por mí, con instrucciones
específicas.
Los de Nicaragua bajo el imperio de las “leyes” de “no perspectiva”, “no
ondulaciones marinas”, etc. Afortunadamente esa publicación no fue sino un
esfuerzo, bien intencionado quizás, como indudablemente lo son las preocupaciones
del estimado Sr. Pérez Palma, pero, bien mirado, no revestía ningún carácter
oficial ni definitivo, como parece considerarlo el distinguido profesor Maltez.
Ahora bien: si sabemos que las famosas “leyes” heráldicas no existen,
¿cómo seguir acatándolas? Sí podemos mejorar las calidades de nuestro escudo,
respetando las leyes creadoras, tan vagas y poco definitorias, mejorémoslas.
E. PÉREZ-VALLE
Managua, 29 de agosto, 1969