El Falso Paraíso
A más de 5,500 ascienden los braceros deportados últimamente de los EE.UU., los cuales han sido enviados en avión a la ciudad de México y transportados a sus lugares de origen, en zonas tan distantes como Durango, San Luis de Potosí, Guerrero, Michoacán, Oaxaca y Chiapas, principalmente.
La deportación aérea ha sido interpretada como simple recurso de propaganda política y también como indicio de que se intenta alterar unilateralmente el equilibrio migratorio continental. Hasta ahora se ha visto que, por regla general, del norte emigran hombres de negocios que buscan nuevas ganancias en el sur, correspondiendo a esta región el envío de menesterosos que buscan sobrevivir.
Concretamente, los EE.UU., producen una constante y creciente invasión de misiones técnicas, económicas, culturales, religiosas y militares hambrientas de establecer nuevas bases para su hegemonía inversionista, ideológica o política. La contrainvasión del sur ha producido ya unos 20.000,000 de hispanoparlantes establecidos o a punto de establecerse en dicho país con el afán de resolver sus problemas de empleo, solvencia económica, oportunidad educativa o expresión democrática. Ambas corrientes migratorias operan frecuentemente fuera de la ley, según sean movidas por las fuerzas de atracción o repulsión que las producen.
También se ha observado que las corrientes migratorias son empujadas por la necesidad en el propio terruño y atraídas por la oportunidad de tierra ajena. Así, los EE.UU., necesitan extender constantemente sus mercados y emigran hacia las oportunidades que el sur les brinda para conseguirlo. Simultáneamente, río Bravo abajo las grandes masas sufren agudas necesidades económicas y sociales, y cuando más cerca están del Bravo más son atraídas por las oportunidades que perciben en la abundancia norteamericana. Muchos enterados creen ver allí una fatalidad geográfica que obliga a México a ser el mayor exportador de brazos para el “paraíso de los emigrantes” y uno de los mayores importadores de capital caro y turismo barato de cuños estadounidenses.
El mercado norteamericano y la emigración mexicana ha ignorado frecuentemente y a conveniencia no sólo la ley, sino también las fronteras entre ambas naciones. Ferrocarriles, minas, granjas e industrias básicas del Tío Sam se han establecido y prosperado atrayendo y dando paso libre al incansable brazo moreno y barato. De esta forma surgió una geografía extraoficial donde la distancia entre Guadalajara, Jalisco, y el Canadá representa un corredor familiar de doble tránsito para el desarraigado mexicano con visa o sin ella.
Así es como muchos de ellos se han ido estableciendo permanentemente en los EE.UU., mientras que otros eligen “trabajar allá y vivir acá” en las fronteras; algunos más se han conformado con el “medio ir y medio volver” de los braceros; pero ha sido el 1: 500,000 de supuestos ilegales al que se culpa de las últimas tensiones públicas entre Los Pinos y la Casa Blanca. (La cifra fue dada por el Dr. Howard Golberg, basada en el censo de 1960 acerca de mexicanos que no han muerto ni han emigrado legalmente y que no aparecen en el censo de 1970):
Respecto a las estadísticas oficiales norteamericanas, muestran que el 88% de los ilegales aprehendidos dijeron ser mexicanos; también indican que cada año se deportan principalmente desde Texas y California entre 300,000 y 500,000 personas que afirman ser originarias de Michoacán, Guanajuato, Jalisco, Nuevo León, San Luis Potosí, Puebla, Hidalgo y la ciudad de México, muchas de las cuales se internan a los EE.UU., a través del tristemente célebre Puente Negro.
El Puente Negro es un paso ferroviario sin aduana; sus puertas centrales continuamente se abren y cierran para dejar pasar ilegales mexicanos, según lo demande el mercado de mano de obra barata en El Paso, Tex, y zonas circundantes
La bomba de la deportación aérea estalló en México cuando el Gral. Leonardo Chapman, comisionado de Inmigración y Naturalización de los EE.UU., anunció inesperadamente que tenía fondos para regresar por avión a 15,000 indocumentados mexicanos en dos meses. Y al llegar a México los primeros 150 deportados, la reacción no se hizo esperar por parte del Diputado Mariano Araiza, quien explicó a la prensa que las deportaciones espectaculares de mexicanos siempre han coincidido con las elecciones presidenciales de aquel país. Otro legislador, Lázaro Rubio Félix, interpretó que Wáshintong trataba de producir una crisis en México saturándolo con ilegales desempleados, para someter al nuevo gobierno mexicano a los intereses financieros norteamericanos; pero las declaraciones oficiales de México sólo pusieron de relieve el aspecto legal de lo sucedido.
Por su parte, el Lic. Pedro Ojeda Paullada, procurador general de la República, ha dicho que la deportación perentoria y sin sujeción al proceso establecido, no sólo ha violado los acuerdos firmados por los EE.UU., ante la Organización Internacional del Trabajo (OIT), sino que era injusto e inmoral atraer periódicamente al bracero para luego echarlo sin ningún motivo. Y el Lic. Mario Moya Palencia, Srio., de Gobernación, hizo hincapié en que toda deportación masiva es ilegal, ya que el Derecho lo establece como un proceso individual que requiere, como primer paso, averiguar si el aprehendido es mexicano o no, lo cual no se ha hecho.
En suma, los EE.UU., como cualquier país, tiene derecho a deportar a ilegales aprehendidos en su territorio, pero también está obligado a no convertirse en “productor de ilegales” no mexicanos en suelo nacional y a legalizar su deportación de braceros mexicanos.
Sin embargo, hay indicaciones de que la actitud del gobierno mexicano pudiera tomar otro giro si es que se confirma que la Suprema Corte de Justicia de los EE.UU., establecería el criterio racista de que es constitucional aprehender a personas por creerlas mexicanas. Tal es la posibilidad que presentó el Dr. Jorge Bustamante, investigador de El Colegio de México.
Cuando se trata de localizar las causas de la emigración ilegal a los EE.UU., es natural encontrar que la opinión depende del lado de la frontera desde donde se emita. Así, por ejemplo, desde los EE.UU. se hace notar que anualmente absorben legalmente a 400.000. emigrantes, de los cuales 70,000 son mexicanos –que es la proporción nacional más elevada— y que produce el efecto de una bola de nieve de los indocumentados. También se afirma que la propia ley fomenta el arribo de braceros, al dictar que el indocumentado de ayer puede convertirse automáticamente en residente legal y en ciudadano.
A ello cabe añadir la corrupción que frecuentemente se dice que existe en el Servicio de Inmigración y Naturalización de los EE.UU. Tal vez el caso más sonado en los últimos años, comenzó en 1972, que posteriormente fue calificado como “escándalo nacional” por el procurador general William Saxbe, en su informe al presidente Gerald Ford. Según The New York Times del 22 de Nov de 1974, la FBI documentó ante un subcomité del Congreso que altos y bajos funcionarios del Servicio de Inmigración y Naturalización aparecían inmiscuidos directamente en negocios de extorsión, “mordida”, contrabando de armas y narcóticos, trata de blancas y asalto sexual de mexicanas ilegales, venta ilícita de documentos migratorios y alianza comercial con proveedores de trabajadores mexicanos sin documentos migratorios.
El comercio de braceros tiene también amplias bases mexicanas. La corrupción se hace evidente en las actividades de “coyotes” y “enganchadores”, los cuales conocen y utilizan a fondo los engranajes oficiales de ambas fronteras. Por ejemplo, las autoridades judiciales de Ciudad Juárez, Chihuahua, anunciaron recientemente la captura de una bien aceitada banda internacional dedicada a exportar ilegales a los EE.UU.
También se especula en México con el espejismo de la gran diferencia cuantitativa en salarios; cualquier obrero chihuahuense conoce que su sueldo mínimo le produce menos pesos trabajando toda una semana que los que obtiene trabajando un solo día bajo el salario mínimo de Texas. A pesar de los esfuerzos gubernamentales por equilibrar los ingresos, el último censo registra que el 75% de los obreros mexicanos todavía ganan menos de $1,000 mensuales; a esto se suma la astronómica cifra de subempleados y desempleados en la República.
Pero es la explosión demográfica de México, relacionada a la emigración ilegal, lo que podría provocar reacciones de irracionalidad colectiva en la comunidad norteamericana. A una nación sobrealimentada podría parecerle amenazadora la vecindad de un pueblo que creen famélico y que crece en un 3.9% cada año, mientas que ella se conserva con un 0.9 % de crecimiento demográfico. A este ritmo los estadígrafos prevén que para 1996 México habrá duplicado su población actual. Y puesto que la mayoría de braceros aprehendidos en los EE.UU., han sido campesinos, es evidente que otra causa de la emigración ilegal reside en la situación actual del agro mexicano.
En el I Encuentro Sobre Trabajadores Sin Documentos que se efectuó el mes de mayo último en Ciudad Juárez, se discutió la posibilidad de que haya aparecido en el campo mexicano un nuevo tipo de terrateniente, de hacendado y de peón. El nuevo terrateniente sería la compañía transnacional de alimentos que acapara de trasmano las mayores y mejores extensiones de tierra; el nuevo hacendado sería el ejidatario ausentista que alquila al nuevo peón por no más de $15 diarios, sin ninguna prestación; y este nuevo peón se habría convertido en el semillero del emigrante indocumentado. A todo esto, hay que agregar la baja productividad ejidal que se atribuye a la falta de subsidios adecuados y de servicios sociales, así como de asistencia técnica, producidos por la burocracia ejidal y crediticia.
Si se trazara un perfil estadístico, aparecería, entre otros rasgos característicos, que en su gran mayoría los “espaldas mojadas” son campesinos jóvenes que persistentemente cruzan la frontera norte a pie y en grupos pequeños de familiares y vecinos. Comparativamente, nueve de cada 10 mexicanos entran a los EE.UU., en busca de trabajo, en contraste con seis de cada 10 ilegales aprehendidos de otras nacionalidades. Estos mexicanos trabajan un promedio de 8.6 horas semanales más que los indocumentados de otros países y son también los que más dinero envían a sus casas, a pesar de que tienen el menor índice educativo; son los que menos ganan y a los que capturan –ocho veces más— frecuentemente.
Y como los mexicanos son los que menos se americanizan, tienen precisamente por esto, menos oportunidades de ascender socialmente, además de que se organizan mal y nunca reciben aumento de salario. Asimismo, son los que más denuncian a otros ilegales y los más constantemente denunciados por ciudadanos norteamericanos de origen mexicano. A este respecto, sólo organizaciones chicanas como CASA y el sindicato de César Chávez se han preocupado por apoyar, defender y organizar a los “despapelados”.
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INCONGRUENCIAS DE UN SISTEMA CONVENENCIERO
► El Departamento de Inmigración y Naturalización de los EE.UU., según Ellwin Stoddard, actúa más como apéndice económico que como agente de la ley. Es igualmente temido por los “ilegales” y por los empresarios que viven de los “ilegales”.
►Aunque las leyes laborales estadounidenses protegen hasta hoy a los trabajadores “ilegales” hay otras leyes que los persiguen si trabajan en los EE.UU.
►Contra la ley, el indocumentado busca trabajo, pero es perfectamente legal que alguien lo emplee.
► Cuanto más tiempo se viva ilegalmente en los EE.U.., mayores posibilidades existen de adquirir residencia legal en el país.
►Hay muchos “ilegales” que por antigüedad tienen derecho a adquirir su residencia legal, pero no la tramitan porque pueden ser aprehendidos como “ilegales”.
►La ética estadounidense parece estar regida por un criterio que es a la vez provincialista y providencialista: mientras que sólo le interesa lo que pasa dentro de sus fronteras, siente el “destino manifiesto” a imponerse como gendarme y árbitro del continente.
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Por otra parte, está de moda en los EE.UU., ver a los “mojados” como causantes primarios de la presente crisis económica. Por ejemplo, el subfiscal federal Lorenzo Siberman aseguró a un subcomité de la Cámara de Representantes, en Feb de 1975, que dicho país soporta la carga de 4.000,000 a 12.000,000 de trabajadores indocumentados. “Son éstos –dijo— quienes roban empleos a obreros calificados y a los nuevos inmigrantes legales; son ellos quienes deprimen la escala salarial de la clase obrera, quienes contribuyen al déficit de la balanza de pagos al mandar tanto dinero al exterior y quienes, en fin, producen el alza de impuestos al ocupar los trabajos que podrían asumir quienes viven a costa del “gobierno”.
Tal alarma procede, además, del círculo académico a través de estudiosos como el Dr. JE Day, catedrático de la Universidad de Texas, en El Paso, quien predice que si no se toman medidas enérgicas al respecto, la explosión demográfica mexicana producirá tal presión de ilegales que ocasionará el caos económico, el hambre masiva y la destrucción de la civilización norteamericana.
Y entre las soluciones destaca la “modesta proposición” del Dr. William Paddock, que sugirió el año pasado la conveniencia en valerse de la NN.UU. para dejar morir de hambre a los habitantes de todo aquel país que no se someta al control de la natalidad.
Jimmy Carter, candidato demócrata a la presidencia de los EE.UU., declaró, sin embargo, el 5 de agosto último que es un mito que el ilegal sea una carga fiscal y causa del desempleo en su país. Y citó estadísticas oficiales según las cuales el 80% de los indocumentados pagan impuestos sobre la renta y cuotas al Seguro Social; que sólo el 0.5% reciben asistencia pública, y el 13% subsidio alimenticio. O sea que dan más de lo que reciben.
Además, el prominente jurista Richard Knight ha sostenido estadísticamente que la causa de la presente crisis es la economía norteamericana, que origina también, a su vez, la situación de miseria internacional, uno de cuyos ecos es la invasión de ilegales en los EE.UU., donde son alternativamente atraídos o expulsados según convenga a los intereses del mercado imperialista.
Varios argumentos de Knight, en su ponencia al Comité de Inmigrantes sin Estatuto Legal, son: que el desempleo, la recesión, el aumento de impuestos y la inflación que actualmente padece los EE.UU., no los causa la afluencia de ilegales, sino la debilidad fundamental del dólar, basada en armamentismo y expansionismo. “Y desde el extranjero –añade—, son los EE.UU., quienes producen la migración de ilegales cuando apoyan y financian gobiernos dictatoriales que aceptan <˂ayuda˃> onerosa, le exportan materias primas baratas y mantienen a sus pueblos en la miseria, ignorancia y opresión”.
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VAIVENES DE LA EMIGRACIÓN A LOS EE.UU.
El Dr. Julián Samora, sociólogo y otros tres colegas, formularon una tabla teórica sobre la emigración mexicana a los EE.UU. durante un siglo, en relación con otras emigraciones y otros acontecimientos relevantes. Este es un sumario de dicha tabla:
1850 – 1889 La emigración europea y oriental restringe la de México.
1900 – 1909 Se restringe la emigración de orientales y se registra un aumento moderado de la emigración mexicana.
1920 – 1929 La emigración mexicana alcanza su máximo en 1924 al restringirse las emigraciones europeas y orientales, pero para 1929 empieza a disminuir por las restricciones que se le imponen.
1930 – 1939 Este lapso comienza con la gran repatriación y termina con un aumento creciente de la emigración legal e ilegal.
1940 -1942 La Segunda Guerra Mundial produce el Programa Braceros y un aumento en la emigración ilegal.
1948 – 1951 Los “ilegales” se convierten en braceros y aumenta la salida de braceros, así como el número de emigrantes que pasan como residentes legales.
1952 – 1959 Guerra de Corea. Aumenta dramáticamente la emigración de “ilegales” y la de residentes legales mientras que se inicia la gran campaña para expulsar a los braceros-
1960 – 1970 Desaparece el bracero. Aumenta la emigración legal e ilegal hasta Julio de 1968, cuando surgen nuevas leyes restrictivas.
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Según los observadores, una riqueza administrada equitativamente, mediante un nuevo orden económico internacional, cesaría de producir la necesidad que empuja a la emigración y la oportunidad que febrilmente la atrae. De otra manera habrá que seguir conviviendo entre dos mundos en tensión, cuya, comunicación suprema parecer consistir en el intercambio de invasiones destructivas.
Así lo entendió el ilegal mexicano que mostraba recientemente a sus compañeros deportados, en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez, una traducción de la invitación que se hace al emigrante desde la estatua de la Libertad en la bahía de Nueva York: “Dadme vuestros fatigados, vuestros, vuestras glebas ansiosas de aspirar el aire de la liberta, vuestros desechados…” Y así lo entendió también, sin duda, aquel tendero anónimo de una de las tantas urbes norteamericanas invadidas por el idioma español, que desafiante clavó este letrero en su escaparate: “Aquí se habla inglés”.
Acuerdos. El problema de los trabajadores agrícolas mexicanos indocumentados en los EE.UU., afecta tanto a este país como a México, por lo que corresponde a ambos buscar la solución efectiva y mutuamente satisfactoria.
El gobierno mexicano no favorece ni alienta la emigración de braceros; por el contrario, ha realizado y realiza esfuerzos para contrarrestar las causas que originan dicha corriente migratoria hacia los EE.UU. “Este problema –ha dicho la Sría. de RR. EE. de México— económico-social y humano no puede ser resuelto mediante la aplicación de medidas represivas, ya que la experiencia ha demostrado que esas medidas no producen resultados satisfactorios sino, antes bien, dan origen a efectos colaterales nocivos y perjudiciales.”
Como resultado de las juntas que se efectuaron en Wáshington, D.C. en Junio de 1972, se establecieron en México y los EE.UU., grupos encargados de estudiar detalladamente este problema. Más tarde, del 16 al 17 de Jul de 1973, representantes de los dos gobiernos se reunieron nuevamente en Wáshington par un franco intercambio de puntos de vista.
Sin embargo, hasta ahora, la única decisión que prevalece al respecto es el fallo de la Suprema Corte de los EE.UU., del 25 de Nov de 1974, que no restableció el llamado Programa de Braceros, ni tampoco significó mayores facilidades a las personas que deseen trabajar en aquel país.
“La decisión de la Corte –dice un comunicado oficial— reafirma la política seguida por el Servicio de Migración y Naturalización de los EE.UU. en los últimos 40 años, en el sentido de permitir que los extranjeros originarios de Canadá y México –admitidos a los EE.UU., como inmigrantes legales— puedan trabajar en este país y residir en sus respectivos países de origen. Esto se refiere únicamente a los extranjeros que hayan recibido una visa de residente y a quienes se les haya dado su tarjeta que los identifica como residentes legales, llamada Forma I-151 o Tarjeta Verde.”
Y el comunicado termina lacónicamente con estas palabras: “La Ley de Migración de los EE.UU., seguirá en vigor y todas las personas que la violen internándose ilegalmente en territorio estadounidense será regresadas a sus países de origen”.