Una "ventana" hacia el pasado y una "puerta" hacia el futuro. Historias de ayer y de siempre...
lunes, 27 de noviembre de 2023
MEMORABLE CEREMONIA OFICIAL EN UNA REFRESQUERÍA. Por: Leonardo Lacayo Ocampo. El Centroamericano, León Nicaragua. C.A. 22 de enero de 1970.
LA PURÍSIMA. Por: Adolfo Calero Orozco. En: El Centroamericano. 6 de Diciembre de 1962.
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¿CUÁL PURÍSIMA ES LA MÁS ANTIGUA? ¿La de la Chabela Lezama? En: La Prensa. 8 de diciembre de 1969.
domingo, 19 de noviembre de 2023
SÓLO LAGARTIJAS HABITAN AHORA EL PALACIO PRESIDENCIAL DE MONCADA. En Semana. 12 de agosto de 1971.
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jueves, 16 de noviembre de 2023
LA EXPLOSIVA Y LUMINOSA MUERTE DE "LA CAIMANA". En: Semana. 22 de Agosto de 1971.
martes, 14 de noviembre de 2023
CRÓNICAS DE AVILÉS RAMÍREZ: RUBÉN DARÍO Y CENTROAMÉRICA. En: El Centroamericano. 30 Septiembre de 1967.
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Es con retardo (a causa de estar yo
viajando por Sicilia y Córcega, partiendo de la Costa Azul) que llega a mis
manos una tarjeta de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, anunciando
que el Consejo Superior Universitario Centroamericano rendía, en la ciudad de
León, un homenaje a Rubén Darío. Lo del homenaje no me llamó la atención,
porque todavía están allá celebrando el centenario del poeta de “Azul”, y
resulta así solo un homenaje más. Pero sí me interesó particularmente el que
estuvieran reunidos en León los cinco Rectores de las Universidades de
Centroamérica, a los cuales se agregó el Rector de la Universidad de Panamá.
Más que la política, el comercio a las finanzas, es la poesía la que los reúne,
y ese solo hecho es digno de ser comentado en letra de imprenta.
Pero hay más; la persona que tan
bondadosamente me envía la tarjeta, me anuncia que “para mediados de septiembre
se reunirán profesores e intelectuales de las Universidades centroamericanas,
en Mesa Redonda, en la que serán comentados los más importantes estudios
darianos publicados después de la celebración de los festejos del Centenario”.
Es decir que no solo en Nicaragua, sino las cinco repúblicas centroamericanas
unidas, las que injertan la savia de sus mejores ingenios para confeccionar
este ramo de rosas que expone, para que todo el mundo las vea y las huela, en
un jarrón colocado en mitad de una mesa redonda. La unión se hace por la poesía
y no por los intereses materiales, y este solo detalle merece un alegre repique
de campanas.
De lejos pienso en que varias sombras
heroicas se despertarán con el sonido de estas campanas, entre otras la de
Morazán, la de Rufino Barrios, la de Máximo Jerez, la del mismo Darío, las de
los primeros padres de la Primera Patria centroamericana, cuando las
estampillas del correo mostraban cinco simbólicos volcanes dentro del mismo
pequeño rectángulo y la bandera era una sola. Todos esos Rectores y todos los
participantes de esa Mesa Redonda de 1967, son una esperanza viva y ejemplo,
considerados en la distancia y en el tiempo. El vaso está rajado desde hace
tiempo, pero ellos son la goma untada en las rajaduras. Así al menos dan la impresión
de lejos.
De esos Rectores tengo el honor de
conocer, epistolarmente, solo al Dr. Carlos Tünnerman Bernheim, de la
Universidad Autónoma de Nicaragua, alto intelectual, si los hubo, en el
universo letrado de aquel Alma Mater, espíritu al día en esas disciplinas, oído
atento a todas las innovaciones mundiales de la enseñanza superior. Y no dudo
que sus otros ilustres compañeros centroamericanos de rectoría tienen el mismo
diamantino valor que él, y que todos juntos, no solo se reúnen para celebrar al
Aeda de Nicaragua, sino que se comunican, se consultan y cimentan proyectos
universitarios para el futuro de la gran patria centroamericana.
El destino de las Universidades es,
moral y espiritualmente, de una importancia capital. Es bajo sus techos que se
organizan las generaciones del futuro, que se forjan los ciudadanos y se
cristaliza y se eleva el alma de cada uno. No solo los Rectores deben tener
conciencia de esa realidad, sino las familias, los alumnos y los mismos
gobiernos, para que todo el mundo coopere en las victorias universitarias, que
en el fondo significan la victoria del futuro de las patrias. Los Rectores
medioevales de la primera Universidad de Bolonia, en Italia, ya pensaban así, y
messire Robert de Sorbón también, cuando fundó su Colegio. Y el Rector de los
Rectores de la España contemporánea, Dr. Miguel de Unamuno, iba lejos aún, y
recuerdo que vislumbraba, por lo menos en su charla visionaria, y menos utópica
que la República de Platón, una Universidad regentadora y gubernativa del país,
cuyos funcionarios fueron los alumnos más inminentes y especializados en cada
materia.
Rubén Darío, pues, sigue uniendo a los
desunidos, con el cemento mágico de su poesía. Si alguien se lo hubiera dicho
en vida, no lo hubiera creído, le habría parecido demasiado bello. A veces más
que manejando una espada, se es héroe manejando una lira. Y en esas reuniones
de Rectores y de alumnos eminentes centroamericanos, el poeta está probando su
heroicidad unionista. Nadie como él sufrió el duelo de las pequeñas y
miserables patrias desunidas, gobernadas por los tiranos sombríos que ignoraban
a las Universidades balbucientes de la época. Por culpa de los levantamientos
nocturnos tuvo a veces que huir despavorido entre fogonazos de rifles dementes,
a refugiarse en otra republiquita arrodillada y maniatada también por otro
tirano, y expuesta a otras tragedias nocturnas y sangrientas.
El general unionista nicaragüense
Máximo Jerez decía que con el cañón había preguntado a Centroamérica “que hora
era”. La había consultado también en el cuadrante de la cordura de sus
ciudadanos. Y agregaba que Centroamérica le había contestado categórica: “Es
media noche todavía”, LASCIATE OGNI SPERANZA. Eso pasaba en la segunda mitad
del siglo pasado, cuando Rubén Darío estaba naciendo. Esta reunión de Rectores,
de escritores y de alumnos jóvenes, que motiva esta esperanza crónica, no
hubiera sido pensable. Lo que quiero decir que aquellos pasecitos se están
alejando de la medianoche jereziana y que en ellas está apuntado el alba ¡Quién
se lo hubiera dicho a Jerez y a Rubén Darío!
Costa Azul, 1967.
CARRERAS DE CINTA EN 1926: CUATRO PAREJAS TERMINARON CASÁNDOSE. En: Semana. 8 de agosto de 1971.
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Aquella tarde del 7 de agosto de 1926, el Parque de San Sebastián se hallaba completamente lleno. Numeroso público se había congregado bajo los árboles, mientras los jinetes lucían sus espléndidas cabalgaduras, sobre todo al pasar frente a la tarima donde jóvenes y bellas señoritas aguardaban la competencia de la cual saldría la reina de las carreras de cintas.
Las fiestas de Santo Domingo, estaban muy alegres. La imagen ya había hecho su tradicional entrada por el camino de las Sierritas y los toros se lidiaban en la plaza del Caimito, sitio donde años más tarde sería construido el Instituto Ramírez Goyena.
Los diferentes barrios de Managua, participaban de las festividades y el de San Sebastián, no era una excepción. Aunque peque la iglesia y construida sobre todo de madera, bastantes casas comenzaban a levantarse donde hacía pocos años estaban cubiertos de montosos potreros.
El restaurante La Dinamarca, lugar donde se servían frías cervezas con sabrosas bocas, hasta era punto de referencia en la ciudad capital.
En el costado sur del grande y hermoso parque estaba instalada la enorme tarima. Sobre ella las más bellas jovencitas conversaban animadamente, saludando a los jinetes, cuyas cabalgaduras levantaban pequeñas nubes de polvo en la calle sin pavimentar, lo que, en vez de molestar, daba al ambiente sabor a campo.
Las pequeñas argollas atadas a cintas multicolores, colgaban al frente de la tarima, en espera que en veloz carrera, los jóvenes jinetes trataran de ensartarlas para luego, el que más argollas tuviera, eligiera entre las candidatas a la reina de las carreras de cintas.
CANDIDATAS Y CORREDORES
Las candidatas, escogidas entre las más bellas señoritas de entonces, observaron con emoción la salida del primer jinete. El caballo pasó velozmente, hubo movimiento en la cuerda donde colgaban las argollas, pero todas quedaron en su sitio.
Y no era para menos la emoción. Algunas de las candidatas eran cortejadas por varios de los corredores, sentimientos que con el tiempo serían correspondidos, formando años después honorables y distinguidos hogares de la sociedad de Managua.
Adornaban aquella tarde la tarima, las señoritas Emilia Caligaris, Blanca E. Castillo, Anita Aguirre, Emigdia Bernheim, María Hurtado, Adela Espinoza, Amanda López, Elena Castellón, Olga Leetz, Berta Solórzano, Sofía Bárcenas, Merceditas Ruiz y Carmen Reñazco. Es posible que otras apreciables señoritas hayan sido candidatas, pero ésta fue la lista que logró confirmar SEMANA.
Entre los corredores estaban los jóvenes Humberto Fonseca y Mendoza, Capitán Humberto Ré, Salvador Castrillo h., Enrique Arturo Genie, Esteban Mc Craf, Juan Aguerri, Ramón Enríquez, Horacio Wheelock, Jesús Castillo, Pablo Aguerri, Guillermo Manzanares, Alfonso Arana, Jorge Huezo, Edmundo Leets y otros.
Algunas personas de las mencionadas han fallecido, pero en su mayoría permanecen vivos, recordando, tal vez, al mirar a sus hijos y nietos la época de su juventud. Los enviados de SEMANA, tuvieron oportunidad de conversar con varios de ellos, ahora que se cumple el 45 aniversario0 de aquella carrera de cintas.
LOS TIEMPOS DEL VALSE Y FOX TROX
Las carreras de cintas finalizaron ya casi al anochecer. La gente invadió la ancha calle y las señoritas y corredores partieron a sus casas para prepararse y asistir al tradicional baile que precedía las carreras de cintas.
Quedaba entonces el Club Managua en el sitio donde ahora está el restaurante El Eskimo. Los bailes de moda eran los valses y el fox trox. Las notas evocadoras de los bosques vieneses llenaban de romanticismo a nuestra juventud de entonces y la inspiración de los compositores europeos, sin faltar el mejicano Juventino Rosas, despertaban los sentimientos.
No falta la música alegre, al finalizar la fiesta, casi a los de la mañana, cuando la orquesta variando completamente ejecutaba entre la algarabía de los jóvenes la popular pieza “Tinita se ha perdido”, con la que generalmente terminaba el baile.
No faltaban también los clásicos “chaperones” o “chaperonas”, o sea, aquellas personas de mayor edad a las cuales se encomendaba la compañía de las jóvenes que iban a la fiesta, casi siempre un familiar cercano.
SEMANA con motivo de las festividades de Santo Domingo ha hecho lo posible para obtener los datos de aquellas carreras de cintas del 7 de agosto de 1926, las que fueran organizadas bajo el auspicio de la Junta Femenina y a beneficio del Socorro Infantil.
Fueron, sin lugar a dudas, tiempos de la más sana alegría. Una época inolvidable y que tal vez, hasta ignoren los hijos y nietos de aquellos cuyas manos halaron con firmeza la rienda del brioso alazán y que lucieron en sus cuerpos la cinta que significaba belleza y simpatía.
viernes, 3 de noviembre de 2023
LA PROCESIÓN NOCTURNA. Por: Santiago Argüello. Publicado en: La Semana. Año I., Número 1. León, Nicaragua, C.A. 10 de Agosto de 1919.
La calle está pringada de cera. Los chiquillos
cuando asoma el sudario y entre hileras de brillo
¡Oh pito melancólico que con tristeza alegra
las infantiles torres que repicando van!...
y ríe de gozo
de estreno el rebozo.
que toca la mano
del indio ritual.
como dos inválidos que se dan la mano.
Miradas que rezan, miradas que abrasan…
la que baja el párpado como la humildad,
y la que a los lados los ojos entornan
con un sesgo oblicuo de curiosidad.
mientras ritma el son
de la sacra marcha de la procesión.
fingen los violines.
con su andar de palo, con su cantoneo
todo de una pieza, sin articular.
crespos, de pestañas, en su angustia bellas;
en panoplia el pecho, con sus siete filos;
Lejos, como onda que rueda,
mientras esta calle queda
y el dolor,
ya en otra parte asoma el pito
y el tambor.
y en la cabeza un lienzo tostado de almidón,
dice en su pito lento, con gesto de misterio,
¡que viene ya la procesión!...
Publicado en: La Semana. Año I., Número 1.
Director: C. Arturo Aguilar
Gerente: H. Ramírez V.
Redactor: Federico Schneegans.
Editada en la Tipografía G. Alaniz.
LA ÚLTIMA PESADILLA DE RUBÉN DARÍO. Por: Santiago Argüello. En: El Gráfico. Octubre 20, de 1929.
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LA
ÚLTIMA PESADILLA DE RUBÉN DARÍO.
Por: Santiago Argüello. En: El Gráfico. Octubre 20, de 1929.
ACUÉRDATE
de un día tristísimo. Era un día gris, pluvioso: uno de esos días que cuelgan
telarañas de melancolía sobre las cosas y las almas. En un vasto aposento,
destartalado, vacío de muebles, oliente a drogas, extendíase un lecho sin
cortinas. Sobre el lecho, inmovilizado por un sueño casi comatoso, el cuerpo
humano y moribundo de un divino mortal: el de Rubén Darío. Un reloj de pared
punteaba en fúnebre sobre el silencio. El enfermo dormía con la boca
entreabierta, por la que asomaba, y a ratos se movía convulsivamente, la cresta
pastosa de la lengua. Yo, a la vera del lecho, miraba con inquietud al
agonizante. De pronto, un sobresalto de Darío…
—Qué te pasa, Rubén?
—Nada, nada… es que…
Sus ojos se salían, perforadores, del
enigma. Era como el retorno de aquel temblor de espanto que ante la idea de la
muerte le había acongojado siempre, de la idea que había sido de continuo el
pavor de su existencia. Hubo un momento en que a mí mismo me contagiaba el miedo.
E insistí:
—¿Es que sientes dolor?
—No,
no… ¡Ah”, sí… Fue una pesadilla horrenda… ¡Por Dios, no me dejes solo!
Temblaba. Sus ojos movíanse ahora de un
lado para otro, como buscando en el vacío. Ojos horrendamente inquietos,
inquisidores, ansiosos de una temida solución. Y un instante después:
—Oye (apretándose fuertemente la mano),
quiero que tú me ayudes a comprender, a saber, qué era.
Y me contó su sueño:
—Esto es algo dantesco. ¿Sabes? Cosa de trasgos
y empusas… Y que yo era la víctima… ¡Fígurate!... ¡Qué me arrancaban la cabeza,
Santiago!... Era mi cabeza y, sin embargo, yo mismo estaba viendo que me la
arrancaban. Y eran dos hombres estrábicos de rabia, quienes estaban forcejando
por poseerla, frente a mis ojos espantados... Y yo los veía, luchando,
pegándose por arrebatársela. Y mi cabeza pasaba de unas manos a otras… ¡Figúrate!
Mi cabeza arrancada, asida por los dedos furiosos, pelota coagulada, horrible…
con rostro que era el mío… Y era mi cabeza, por la que dos hombres se peleaban…
¡Espantoso, espantoso, espantoso!
Después de tal escena, cayó profundamente
fatigado en el letargo de antes. Y
pasaron tres días de incesante agonía. Y, al cabo, se paró el reloj de aquella
vida que marchaba arrastrándose. ¡Y cosa estupenda! En la misma noche de su muerte,
practicaron autopsia. Le aserraron el cráneo. Le extrajeron el cerebro. Y el
notable cirujano que trepanó los santos huesos, que había sido compañero de
infancia del muerto, y que tenía suficiente talento para apreciar el valor de
esa reliquia, y suficiente amor para guardarla con veneración, quiso llevarla.
Mas, un hermano de la viuda abrigaba propósitos iguales a los del galeno. Y así
fue cómo dos hombres pelearon por una cabeza cercenada, frente al propio
cadáver.
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