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domingo, 14 de diciembre de 2014

REMODELACIÓN O RESTAURACIÓN DE LA TORRE DE LA IGLESIA LA MERCED: POLÉMICA ENTRE ENRIQUE GUZMÁN B. Y PABLO ANTONIO CUADRA



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UNA TEMPESTAD EN UN VASO DE AGUA. Por: Enrique Guzmán. En: La Noticia, 14 de Noviembre de 1963.

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Fotografía del 2001. Tomada de Internet.
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La mayor parte de los que critican el trabajo de restauración hecho por Monseñor Mejía Vilches en el pináculo de la torre de la Merced, lo hacen por los siguientes motivos: Porque cada cabeza es un mundo y se hace difícil juntar una docena de criterios que estén acordes. Porque no fueron consultados de previo. Porque lo dijo “La Prensa”, y si La Prensa lo dijo…

Por el prurito de criticarlo todo; por ese espíritu de rebeldía que nos distingue, fielmente caracterizado por don MEOPONGO, tipo clásico del nicaragüense testarudo, inconforme y obstruccionista.

Por aquello de que si gustos no hubiera… no se casarían las feas. Porque no sabe la mayor parte que la antigua torre colonial que fue derribada hasta su mitad en la guerra civil del 54, tenía algo parecido al pie del cimborio; y que la actual que fue hecha a imitación de la antigua, también tenía igual adorno alrededor de la base cilíndrica de la cúpula que por la acción de los años se vino destruyendo.

Nadie había pensado antes que ese lugar vacío había que llenarlo con algo; nadie se había dado cuenta que en ese lugar hay un vuelo de más de media vara, y que ningún balcón deja de tener barandilla, ni hay cornisa sin su correspondiente ático.

El parque de Jalteva llamado de Roosevelt es rústico, de estilo colonial, y las pilastras o columnas asentadas en los muros que sostienen el emparrado para formar cubierta y hacer sombra, están hechas de ladrillos de barro cocido sin estar siquiera revestidas de una capa de mezcla, y nadie he dicho que eso desentona, porque de esa arcilla que llamamos barro, que se endurece al fuego, es de la que está hechas esas piezas de cerámica, que fabricaban los aborígenes de las tierras descubiertas por Colón, tan apreciadas por los arqueólogos y coleccionistas de antigüedades.

Es lástima que los que ahora se lamentan por lo que según ellos es “un atentado contra el arte”, no se hayan acercado a Monseñor Mejía Vilches cuando estaba haciéndose el trabajo para hacerle la observaciones que les parecieran pertinentes, como la de quitar una hilera de los bloques ornamentales Chiltepe, o dos, o los que fueren conveniente, o no ponerlos del todo, ya que suficiente tiempo hubo para ello; y no esperar a que la obra estuviera terminada para criticarla cuando ya no tiene composición.

Digo mal, si hay manera de enmendar lo mal hecho y es armar de nuevo los andamios, y encargar a un obrero que haga las reparaciones que juzguen conveniente en el entendido de que este trabajo deber correr a cargo de los quejosos inconformes. Monseñor Mejía Vilches está anuente a que se hagan las modificaciones que se quieran hacer a lo ya ejecutado, como hubiera estado accesible a las observaciones que se le hubieran hecho a tiempo.
Granada, Noviembre 1963.

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Fotografía del 2001. Tomada de Internet.
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SOBRE LA TORRE DE LA MERCED: Que se boten los pegostes y se deje tal como estaba. Por: Pablo Antonio Cuadra. En: La Prensa, 17 de Noviembre de 1963.

A don Enrique Guzmán y Monseñor Mejía Vílchez.

Ya nos había llegado, siquiera como rumor, la noticia de que eran don Enrique Guzmán el inspirador de los pegostes que se le están poniendo a la venerable Torre de la Merced de Granda. En “La Noticia” de antier nos viene la confirmación de tal especie en una columna que aparece bajo la firma de don Enrique y con el título de “Una tempestad en un vaso de agua”.

Pasando por alto la hojarasca introductiva del escrito, queremos responder a la parte medular, si es que existe, de esa cuartilla:

1) – No es verdad que la torre demolida por la partida de Jerez, tuviese baranda chica ni grande, y menos de cerámica Chiltepe. Lo más que llegó a tener, según se aprecia en el notable dibujo de Squier que aquí tantas veces hemos reproducido, fue, entre los pináculos angulares, una serie de pequeños pináculos que en nada ocultaban la base del “cimborio” a que se refiere don Enrique.

2) – Al reconstruirse la torre en 1869, se dejó constancia en una inscripción que aparece en el lado oriental de que se había reconstruido MEJORANDOLA. Mal podríamos, a casi cien años de distancia, venir a terminar de “mejorarla” con pegotes de cerámica Chiltepe.

3) – Es inadmisible que al reconstruirse la torre se le haya puesto baranda sobre la cornisa, baranda que el tiempo habría destruido y borrado por completo, pues se conservan a despecho del tiempo y los “mejoradores” contemporáneos, elementos más delicados y frágiles que una baranda.

4) – Es inexplicable el horror al vacío que demuestra don Enrique al decir que sobre la cornisa queda “un vuelo de media vara… y que ese lugar había que llenarlo con algo”. Esos vacíos que don Enrique no acepta ni comprende, son los que vienen a dar proporción y dignidad a una obra arquitectónica; son característicos del estilo colonial español y del estilo tradicional que de él se derivó.

5) – Es absurdo que don Enrique hable de que no puede haber balcón sin su correspondiente barandilla, pues es visible a simple vista que esa parte de la torre no fue concebida para balcón o mirador y nunca ha tenido funciones de tal. Basta con decir que nunca ha habido escalera “chica ni grande, mala ni buena, para subir hasta allí. Las ventanas que aparecen al pie de la cubierta son de ventilación, ornamentales y, si se quiere, de interés acústico; pero no puertas de escape. (A no ser que exista el proyecto de construir escalare usable para salir allá: en tal caso cuiden los “mejoradores” actuales de diseñarla bien para no tener que subir en cuatro pies, como pasa en el trozo ya construido para llegar al campanario).

6) – La mención del parque de Jalteva, con ladrillos de barro, no viene al caso. Aquí no se protesta por los ladrillos, ni por el barro, sino por el abuso y falta de respeto de venir a manosear un monumento que nuestros antepasados erigieron con todo amor, cuidado e inspiración, y que nos legaron como una herencia y una muestra permanente de su sensibilidad artística, de su espíritu público y su fervor religioso. Si alguien quisiere emularlos en la actualidad, que emprenda obras como las que ellos erigieron, pero sin tocar su herencia que para todos debe ser sagrada.

7) – Don Enrique se lamenta de que la cosa ya no tenga remedio, cuando los referidos bloques Chiltepe pueden ser removidos con tanta facilidad como están siendo puestos en lugar tan inadecuado; y el costo de la reparación debe correr, naturalmente, no a cargo de los celosos guardianes de la tradición, sino de los autores del desaguisado.

8) – ¡Nos acusa don Enrique que de no haber adivinado al tiempo sus secretos propósitos “arquitectónicos” y de no haber protestado con la debida anticipación! A decir verdad, conocemos muy pocos casos en Nicaragua, en que se haya guardado el debido respeto a los monumentos nacionales al tratar de su reconstrucción o conservación. La torre Norte  de la Catedral de León fue debidamente reforzada con cemento armado sin tocarse nada de sus líneas originales. La torre de la iglesia de Subtiava, también fue reforzada y reconstruida su cubierta, de concreto, siguiendo fielmente el maravilloso dibujo dejado por Squier. El cura párroco, Padre Ordóñez, digno de todo aprecio, publicó con anticipación los planos de la obra que pensaba efectuar, pidiendo el consejo y asentimiento de toda la ciudadanía. Allí sí, nadie tiene derecho a protestar, ni hay por qué hacerlo. Actualmente la torre de la iglesia de la Recolección está resquebrajada de arriba abajo. Se requiere proceder a su reforzamiento; pero lejos de proceder a tontas y a locas, el problema se ha llevado a consulta de ingenieros idóneos, que aconsejaran lo más conveniente, y, por supuesto, sin tocar en nada, el aspecto exterior de la joya arquitectónica leonesa. Pero de esto a venir casi en secreto a sumar pegotes a una obra que desde hace un siglo está completa e inmejorable en su hermosa sencillez, hay una enorme diferencia que nosotros estamos en el deber patriótico y en la obligación artística de hacer notar.

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LA TORRE, DON ENRIQUE Y PUNTO FINAL… En: La Prensa, 20 de Noviembre de 1963.

Contestación de don Enrique Guzmán y una nota de La Prensa

Vengo a contestar, punto por punto, el largo escrito de exposición de agravios que aparece publicado en La Prensa del domingo 17, sin firma responsable, lo que me hace suponer que su autor pertenece al cuerpo de redacción del citado diario.

1) – No he dicho que la torre colonial derribada en la guerra del 54 tuviese baranda; dije que era superior a la actual, y terminaba con dibujos arabescos que dejaban sepultada la cúpula hasta su mitad: La base del cimborio ni siquiera se le veía. Puede el que guste llegar a ver la copia de esta torre a la oficina dental del doctor Manuel Granizo.

2) – Al reconstruirse la torre –no en 69 sino en 62— se puso una inscripción al pie de ella en la que se dice “que ha sido reparada y MEJORADA” pero eso no es más que aquello de “alabate mandinga”…

3) – Las huellas de los cimientos que dejaron el barandal, o como quiera llamársele, que había en esa parte de la torre, fueron encontrados por los obreros que ejecutaron el trabajo de colocar los bloques de cerámica; fuera de que los propios restos de los tales adornos, fueron vistos y tocados, cuando era muchacho, por el suscrito.

4) – El vacío que se ha llenado ha venido a dar a conocer el papel que estaban haciendo las cuatro perillas angulares que hay en ese lugar. Ahora sí se comprende para qué fueron puestas allí: para que sirvieran de soporte al listón de la barandilla. Quisiéramos cuatro perillas más para los intermedios.

5) – “Que nunca ha habido escalera chica ni grande para subir hasta el cimborio”. Sí señor, la hay y en muy mal estado. El Cura Monseñor Mejía Vílchez tiene en proyecto hacerla de concreto para poder subir sin dificultad, y contemplar desde lo más alto de la torre, el paisaje de las isletas, y alrededores de Granada, ofreciendo al turismo ese atractivo más, mediante un tiquet que se comprará para escalar la cima por un módico precio.

Ítem más, la única ventana  abierta del lado de occidente fue para darle ventilación y luz al interior del cimborio; las otras fueron abiertas dos años después, cuando llegó el reloj en 64., para expandir el sonido de la campana del reloj, y son verdaderos agujeros, sin gracia ninguna, que es conveniente que no se vean. El trozo ya concluido en el bautisterio de la escalera de caracol que conduce al campanario, será ampliado a fin de que se pueda cómodamente trepar por ella; las proporciones de la actual escalera están equivocadas y tienen razón el agraviado en decir que hay que subir en cuatro pies para llegar al campanario.

6) – Los ladrillos de barro del parque de Jalteva fueron citados como muestra de que cuando se quiere imitar algo colonial, algo nativo o de estilo rústico, se apela a la Cerámica: el barro es lo más nuestro ya lo encontró Colón cuando vino a América.

7) – No me he lamentado, he dicho simplemente que es lástima que habiendo durado el trabajo de colocar los Chiltepes varias semanas, nadie haya dicho nada en todo ese tiempo; hubo una semana que se paró el trabajo por estar haciéndose una escalera de mico para subir a las carátulas del reloj. Ni los Leones, que han contribuido a la compra del reloj, ni vecino alguno se acercó a Monseñor Mejía para hacerle las indicaciones pertinentes. Nada se ha hecho a la sombra sino a la luz del día. Ahora lo que hay que esperar es la venida del señor Obispo para que él decida. Pudiera ser que Monseñor les dé con el martillo en la cabeza por cabecitas de clavo a los “reclamantes”.

8) – Los ejemplos que el expositor de agravios pone de lo que ha pasado en León con los monumentos nacionales, no tienen razón de ser en Granada donde se rompen todas las reglas establecidas por la naturaleza. ¿Dónde se ha visto un lago de agua dulce donde halla tiburones? No es cierto que la torre desde hace un siglo esté completa e inmejorable. A los 30 años de haber sido reedificada, ya le hacían falta las líneas de pináculos que estaban al pie del cimborio y eso es lo que se le ha repuesto.

                                    ENRIQUE GUZMÁN BERMÚDEZ

NOTA DE “LA PRENSA”:   – Un monumento de la calidad artística de la Torre de la Merced –que tiene su propio estilo, su unidad e incluso su propia personalidad en la estampa de una ciudad— no puede ser tocado por nadie, y si por algún motivo muy especial tiene que ser reparado esto sólo se puede hacer previo un estudio de entendidos y con el mayor respeto a la originalidad y características de la obra. Este es un principio de todo el mundo civilizado para tratar sus obras artísticas que, repetimos no se tocan, como nadie corrige un verso de Rubén o un cuadro de un pintor famoso.

Preguntamos al señor Guzmán, únicamente, si él es artista o arquitecto. Y como sabemos su respuesta eso nos basta. Y que no nos salga que Granada tiene tiburones en su lago, porque eso ya lo sabemos. Ya vimos los tiburones desbaratar la iglesia de Guadalupe y muchas otras cosas. Nosotros lo único que pedimos es RESPETO, RESPETO para las obras artísticas y para los pocos monumentos nacionales que nos quedan. El artículo del señor Guzmán nos comprueba su irrespeto absoluto y hasta su desprecio por la bella torre, de cuya lograda belleza se burla por escrito, como se está burlando de hecho adhiriéndose unos pegostes horribles con la misma incultura conque los chavalos rayan las paredes o pintan bigotes a los cuadros célebres.

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EL “FUERTECITO” DE GRANADA Y EL CASTILLO DE SAN PABLO EN LAS ISLETAS. Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle. Octubre de 1963.

Arquitectura Colonial

EL “FUERTECITO” DE GRANADA Y EL CASTILLO DE SAN PABLO EN LAS ISLETAS. Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle. Octubre de 1963.

Defensas de la Ciudad durante La Colonia.

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El "Fuertecito" de Granada, según el dibujo de E. G. Squier.
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En los meses de Agosto a Diciembre de 1783 se dio inicio a la construcción de El Fuertecito de Granada.

La cosa no tiene vueltas. Y aunque se ha dicho y se sigue repitiendo que el histórico reducto de la costa del Lago era la misma fortaleza construida por Hernández de Córdoba, la verdad quedó firmemente establecida y suficientemente divulgada cuando don Pedo Torres Lanzas, jefe del Archivo de Indias publicó en 1903 su “Relación descriptiva de los mapas, planos, etc., de la Audiencia y Capitanía General de Granada”. En ella aparece catalogado bajo el No. 252 el “Plano en que se procura manifestar el estado en que se halla en el día de la fecha el Reducto-Batería que de orden del Muy Ilustre Señor Brigadier de los Reales Ejércitos, Presidente Gobernador y Capitán General de este Reino de Guatemala don Josef Estachería SE ESTA ERIGIENDO EN ESTA CIUDAD DE GRANADA A ORILLAS DEL GRAN LAGO DE NICARAGUA”.

Así, pues, El Fuertecito no tuvo relación alguna con la fortaleza construida por el fundador de la ciudad (1523-1526), a no ser que tal vez ambas fueron  erigidas en el mismo sitio.

La ubicación de la primitiva fortaleza granadina está determinada por Oviedo y Valdéz en su “Historia General”, cuando dice: Hernández, “fundó las ciudades de León e Granada, con sendas fortalezas en la costa de la Gran Laguna”. (Lib. XXIX, Cap. XXXIII). (Oviedo consideraba que los lagos de Managua y Nicaragua eran uno solo).

Puede decirse que desde el momento de su construcción ambas fortalezas sirvieron también como cárceles. Y en la de Granada estuvo preso nada menos que Hernando de Soto (futuro conquistador del Perú, adelantado de la Florida y descubridor del Mississippi) en el conocido episodio de las diferencias entre Córdoba y sus subalternos pedraristas.

La vida de la fortaleza de Córdoba fue muy corta y apenas si alcanzó alrededor de los veinte años. Se fueron deteriorando rápidamente hasta el extremo de que los alcaides-alguaciles no podían tener en ellas a los presos y habían de llevarlos consigo a su posada. No fue sino hasta en tiempos de Contreras que se construyó una cárcel en León. (Vega Bolaños, Col. De Documentos, t.IX. pp. 644, 661, 726).

En 1545 las fortalezas de Granada y León se encuentran caídas y “no tienen de fortalezas más del nombre”. Se consideran innecesarias y sin provecho por haber muchos españoles y quedar pocos indios, y ser la tierra llana. Al conde de Puñoenrostro don Arias Gonzalo, hijo de Pedrarias, se había hecho merced del Alguacilazgo Mayor de Nicaragua. Como permanecía en España, había delegado en Contreras, éste nombraba a los alguaciles (de León y de Granada) y los cabildos aprobaban. Por esta época el alguacil de León hallábase en España y Contreras cobraba el salario de la tendencia (Id., t.XI. 498, XII, 438: XV, 242, 460).

Indudablemente las fortalezas de Córdoba fueron de muy mala construcción, pues sólo así podían arruinarse en tan corto tiempo.
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Desde que el pirata Davis asalta por primera vez la ciudad en 1865, el vivir granadino se convierte en una larga cadena de ataques y amagos, extendida a lo largo de todo el período colonial.

El ataque de Davis trajo como consecuencia la construcción del castillo de San Carlos de Austria en el sitio en que confluyen los ríos San Carlos (antiguo Pocosol) y San Juan. Más la presencia de la fortaleza no coarta la intentona del “general Francisco” de pasar adelante guiado por el indo Coba, en 1668.

En 1670 el indio nicaragüense Juan Gallardo (“Gallardillo”) auxiliado por tropas jamaicanas se apodera del Castillo y Granada es asaltada y saqueada por segunda vez. La construcción del castillo de la Inmaculada en los años de 1673-1675 es la respuesta a la segunda invasión. Pero  la confianza de los granadinos ya no se recobrará jamás, pues la codicia extranjera y sus aliados los zambos y mosquitos de la costa atlántica siempre hallarán vías expeditas para infiltrarse hasta el Lago a espaldas de la nueva fortaleza.

En 1685 Granda sufre un tercer ataque pirático, esta vez a través del río Escalante. En 1709 el enemigo captura el barco del rey en el Lago, hasta donde se introdujo bajando por los ríos tributarios. En 1724 los zambos entran por Matina hasta la embocadura del San Juan. En 1728  hay filibusteros explorando el Rió aguas arriba del Castillo. En 1740 hay amagos de invasión por el San Juan. En 1762 es el primer ataque formal de los ingleses al Castillo, defendido por el alférez don Juan Aguilar y Santa Cruz, produciéndose en esta ocasión la memorable acción de Rafaela Herrera.

El año de 1777 esbózase en Inglaterra el “plan Hodgson” para atacar Nicaragua por el San Juan y extender la conquista a todo Centroamérica. En 1780, puesto en ejecución este plan, aunque imperfectamente, motivo por que fracasó, los ingleses se apoderan del Castillo; pero tiene que retirarse vencidos por las inclemencias del clima y las enfermedades, y más que todo por la heroica resistencia del comandante don Juan de Ayssa y la valiente actividad del Capitán General don  Matías de Gálvez.

A raíz de estos sucesos llegó a negársele por algunos toda utilidad al castillo de la Inmaculada. El propio Gálvez llegó a proponer su demolición en 1781, siendo así que si la fortaleza había sucumbido, no fue por otra causa que por no haberse efectuado a su debido tiempo las reformas y mejoras aconsejadas casi desde su construcción.

Para defender la entrada al Lago y tener un punto de apoyo para la reconquista del Castillo el Capitán General habíase fortificado en la embocadura con una batería provisional que más tarde llegaría a convertirse en la fortaleza de San Carlos, cuyos terraplenes aún se conservan en el puerto lacustre y cabecera departamental de ese mismo nombre.

Pero aun cuando esta fortificación vino a cerrar eficazmente el río San Juan para futuras invasiones, la experiencia indicaba que en cualquier momento fuerzas enemigas podían presentarse en Lago y en la costa de Granada mediante el uso combinado de otros ríos atlánticos para internarse hasta Chontales, y de tributarios del Gran Lago para descender a él.

Aprovechando la paz promovida por la firma del Tratado de Versalles en 1783, el presidente Estachería puso en ejecución el plan de fortificación de Nicaragua trazado por él mismo (como gobernador que fue de Nicaragua) de acuerdo con su ilustre antecesor en la Capitanía General, a la sazón virrey de Nueva España, don Matías de Gálvez. Aunque el plan comprendía cuatro etapas, a iniciarse con la demolición del Castillo de la Inmaculada y la alteración del curso del río Frío, dejáronse de lado estas fases para proceder a la ejecución inmediata de las dos últimas, a saber: la construcción de una fortaleza formal sobre la base del fuerte provisional de San Carlos; y la construcción de dos reductos-baterías en los alrededores de Granada, con miras a la defensa de su puerto.

En relación con este último proyecto, que es el que ahora nos interesa, conocemos un primer plano, de ubicación, fechado en Granada el 9 de Agosto de 1783, por el Ingeniero José María Alejandre. Su título es el siguiente:

“Diseño en que se procura dar una idea del puerto y terreno adyacente a la ciudad de Granada (sita en la Provincia de León de Nicaragua, Reino de Guatemala) puesta a orilla del Gran Lago de Nicaragua, como asimismo de la situación de los dos reducto-baterías que para la defensa de una y otro se proyectan”.

El plano es a colores de 47 x 29 centímetros, orientado por una rosa de dieciséis vientos con media lis, y en él aparecen el Lago, la ciudad de Granada y las Isletas. Y en una de éstas, así como en la costa de Granada, en el punto de la actual bodega del muelle, los proyectados “reducto-baterías”, es decir, El Fuertecito y el castillito de San Pablo. S. 6) LM-8ª—2ª. –a— 136).

Acompaña a este plano otro algo más pequeño (37 x 24 centímetros), también a colores, el cual fija en detalle el tipo de construcción que se proyectaba. El título dice así:

“Plano en que se manifiesta el proyecto de dos reducto-baterías que de orden del Muy Ilustre Señor Presidente Gobernador y Capitán General de este Reino don Josef Estachería ha ejecutado el Ingeniero Ordinario José María Alejandre para precaver a esta ciudad de Granada de un golpe demano, y defensa del puerto que a orillas del Gran Lago de Nicaragua goza: cuyos costos ascenderán de tres a cuatro mil pesos cada uno, no pudiéndose hacer cálculo más ajustado a causa de la suma variación que en estos países tienen, así los costos de materiales, trabajos, etc., como la conducción y demás. Granada. 9 de Agosto de 1783 Jof. María Alejandre”. (S.G., LM. –8ª.— 2ª. –a— 135).

El presidente Estachería no pierde tiempo. Obtenida autorización del gobierno central, se inicia la construcción de El Fuertecito en la costa del Lago. Del mes de diciembre del mismo año es el plano del catálogo de Torres Lanzas que mencionamos al principio. Fue remitido por el presidente de Guatemala con carta de 6 de Enero de 1784, informando a don José de Gálvez que en la obra ya se han invertido 2.600 pesos; y llegando a la suma disponible a sól 3.985, pide se le autorice para “continuar y perfeccionar esta obra de las caudales de Real Hacienda”. (A. G. I., Guatemala. 467). (Copia de esta carta nos fue enviada recientemente desde Sevilla por el notable investigador nicaragüense Carlos Molina Argüello. Envío que agradecemos en todo cuanto vale).

Managua, Octubre de 1963.

EDUARDO PÉREZ-VALLE 

PLACA CONMEMORATIVA - COMITÉ DE RECONSTRUCCIÓN DEL "REDUCTO-BATERÍA DE SAN PABLO". 1524 -  1974

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Nota de Eduardo Pérez-Valle h., Director y redactor del Blogspot:

En el Sitio Web de la revista Atrévete y Explora, edición que corresponde a Noviembre de 2013., fue publicado el artículo Los fuertes militares del Río San Juan, lazos de unión con nuestro pasado, del incansable investigador cultural y folclorista, Wilmor López. Si bien, debemos lamentar la ausencia de las fuentes históricas consultadas, el trabajo en mención tiene el mérito de reunir importante información; asimismo, el apreciado amigo y autor del referido artículo, destaca por primera vez y en mucho tiempo, el resultado obtenido por Pérez-Valle a través de la investigación histórica, inédita, en ese tiempo. Wilmor anota: 

A raíz de la Independencia  de España en 1821, y el cese de los ataques Piratas, el Fuerte San Pablo fue abandonado y olvidado, convirtiéndose poco a poco a en ruinas, pero en 1974, gracias a una iniciativa patriótica del Dr. Eduardo Pérez- Valle, producto de sus visitas al lugar desde 1962, fue presentada su solicitud de reconstrucción del Fuerte, con toda la documentación necesaria, ante el Dr. Roberto Incer Barquero, Presidente en ese tiempo del Banco Central de Nicaragua, dándole una calurosa acogida, fue rehecho en 1974, para los 450 años de la Fundación de Granada, los trabajos de reconstrucción los dirigió el Arquitecto granadino Lorenzo Guerrero y se inauguró el 3 de diciembre de ese mismo año.

Consúltese: http://revistaatreveteyexplora.blogspot.com/2013/11/los-fuertes-militares-del-rio-san-juan.html

viernes, 5 de diciembre de 2014

LA IGLESIA PARROQUIAL DE JINOTEPE. Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle. Julio de 1962.

LA IGLESIA PARROQUIAL DE JINOTEPE. Por: Dr. Eduardo PÉREZ-VALLE. Julio de 1962.


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“En lugares mediterráneos no se fabrique el Templo en la plaza, sino algo distante de ella, donde esté separado de otro cualquier edificio que no pertenezca a su comodidad y ornato; y porque de todas partes sea visto y mejor venerado, está algo levantado del suelo, de forma que se haya de entrar por gradas”.               
                            (Leyes de Indias: Libro IV, Título VII, Ley)

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    La historia de la iglesia parroquial de Jinotepe ofrece lamentablemente algunas lagunas difíciles de llenar.

         A mediados del siglo XVIII eran de tejas únicamente la capilla mayor y la sacristía. El cuerpo de la iglesia era de paja hasta la mitad, la otra mitad permanecía descubierta. Las paredes se habían caído a consecuencia de la gran sacudida sísmica de 1739, que descendió como un estremecimiento de horro por el lomo rugoso del Mombacho, dañando también considerablemente las humildes iglesias de Diriá y Diriomo. Para la época a que nos referimos las 280 personas ladinos e indios, que componían el pueblo de Jinotepe eran tan pobres que no se veía cómo ni cuándo pudieran reedificar el templo.

En “La Prensa” del 9 de Noviembre de 1941 se registran los siguientes datos que, aunque aparecen sin firma es preciso atribuir al espíritu investigador y acucioso de su director de entonces, el Dr. Pedro Joaquín Chamorro Z.:

“No se conserva memoria ni documento alguno sobre la fundación del templo parroquial de Jinotepe”…

“En los archivos de la familia Rodríguez-Mayorga se conserva un documento autenticado por el Presbítero Mateo Espinosa, como Secretario y firmado por el Obispo de Nicaragua Doctor Bernardo Piñol y Aycinena, el 13 de Marzo de 1861, por el cual se nombra Mayordomo Ecónomo de la iglesia de Jinotepe al padre del Licenciado Rodríguez, don Felipe Rodríguez Mora, con el objeto de que se haga cargo de la construcción de las torres y  frontispicio de la Parroquia. Era cura entonces el presbítero Julián García. El constructor de dicha edificación fue don Felipe Granera, originario de León, quien influenciado por la arquitectura de la catedral de la Metrópoli, hizo del frente de la iglesia de Jinotepe una réplica en pequeño de aquella, terminando la construcción en 1864. El plano de los trabajos con una magnífica perspectiva de las torres, todavía lo conserva la misma familia Rodríguez-Mayorga”.

En relación con estos datos sobre la puerta de la torre Sur hay un recuadro con esta leyenda en argamasa:

Leyenda sobre la puerta de la torre Sur: "ESTAS TORRES FUERON TRABAJADAS POR EL SR. CURA PRO. JULIAN GARCIA EL AÑO DE 1865". Fotografía: E. Pérez-Valle, 1962.

ESTAS TORRES FUERON TRABAJADAS POR EL SR. CURA PBRO. JULIAN GARCÍA EL AÑO DE 1865.

         Sería arbitrario suponer que la fábrica de la iglesia se inició durante el régimen colonial, es decir, más de 44 años atrás. Pero también resulta increíble que el pueblo permaneciera prácticamente sin iglesia por más de 70 años, que es el extremo sustentado por quienes niegan el origen colonial del edificio.

      Mucho se ha repetido lo del parecimiento con la catedral de León. Observando con atención es fácil darse cuenta de que la similitud reside únicamente en la cubierta de las torres y en la forma y disposición de los pináculos. En los demás no existe ninguna semejanza, y las esbeltas torres jinotepinas están muy lejos del aplastado conjunto de la catedral leonesa. En líneas generales está más cerca de ésta la parroquial de Rivas, con sus torres de sólo dos cuerpos y su portada que trata de copiar la de la gran catedral. Pero aquí es otra la nota dominante de los pináculos y la silueta de la cubierta recortada en el cielo, lo cual parece normar el ojo del vulgo para establecer sus relaciones de afinidad.

Las esbeltas torres de la Iglesia Parroquial. El conjunto de la fachada fue concebido con gusto exquisito y proporciones admirables. Son obra del maestro leonés Felipe Granera.  Fotografía: E. Pérez-Valle, 1962. 

    Según lo anunció “La Prensa, en días pasados se está procediendo a edificar la casa cural en el atrio posterior de la iglesia parroquial. Un grupo de personas se opone, porque se restará elegancia dicen, al “edificio colonial”, que, dicho sea de paso, es lo mejor que existe en materia arquitectónica en muchas leguas a la redonda. El corresponsal Zambrana, aduce el testimonio de la Srita. Feliciana Bendaña, recién fallecida  a la edad de 102 años, para demostrar que la iglesia “no es ni centenaria”. La Srita. Bendaña “ayudó –según decía— a la construcción acarreando agua desde el río en compañía de un centenar de gentes de Jinotepe, que ya querían ver terminada la iglesia”. Es indudable que este dato se refiere a la construcción del frontispicio y las torres por el maestro Granera, bajo el curato del Padre García. Pero el cuerpo del edificio debe haberse construido con bastante anticipación, no sabemos exactamente cuándo.

Este hermoso aspecto de la Nave de Cristo ya no podrá admirarse cuando se interpongan las nuevas edificaciones de la casa cural.
       Aparte de esto, si nuestra preocupación sólo se fijara en cuidar lo colonial, ciertamente tendríamos muy poco que atender y respetar. Pero también estamos en la obligación ineludible de conservar y valorizar LO TRADICIONAL. Monumentos arquitectónicos, que aunque no sean de la época colonial fueron concebidos por nuestros olvidados y a veces grandes arquitectos dentro de los cánones y el gusto propios de aquel estilo. Dentro de este grupo caben en sitio de honor obras tan exquisitas como la iglesia parroquial de Nandaime y esta que nos preocupa, de Jinotepe. Además del innegable valor histórico que las enriquece, estas iglesias tienen a su favor el ser producto de una tradición constructiva mucho más nicaragüense que el amaneramiento modernista de que tanto se abusa actualmente, y que el seudo-funcionalismo decorativista que se vive importando en forma tan servil e irracional.

La Iglesia Parroquial de Jinotepe ubicada en la manzana que le corresponde:

1 - Atrio primitivo.
2 - Zona de jardines y 
3 - Aceras obtenidas al pavimentarse las calles circundantes.
(Dibujo del Dr. E. Pérez-Valle)
     Es pues un paso muy serio y de mucha responsabilidad el que se quiere dar al construir la casa cural junto a la iglesia, en el atrio. Lejos de mejorar el buen aspecto del monumento, que por sus bellas proporciones difícilmente puede ser incrementado, se menoscaba su preeminencia y principalidad en el conjunto urbano; se planteará un contraste chocante entre la arquitectura tradicional y las nuevas construcciones, si es que se levantan de acuerdo al amaneramiento actual; se bastardeará la belleza del conjunto tal a como ahora se presenta, y también su significación histórica, si el nuevo edificio pretende construirse conforme a las normas tradicionales. Por último,
Plano esquemático de Jinotepe, 1962. Por: EPV.
Obsérvese  que fuera del Parque Central y de los
atrios de la Iglesia Parroquial no existen "espacios
libres" en el centro de la ciudad.
 
hay razones urbanísticas de mucho peso que se oponen al proyecto, entre otras la contraindicación del sacrificio del “espacio libre”, a que tanta importancia se concede en los modernos planeamientos en los alrededores de los edificios públicos, y mucho más cuando se trata de joyas arquitectónicas de la importancia de la que nos ocupa. Cuando en todos los países en el remodelamiento de las viejas ciudades se busca la creación de nuevos espacios libres que descongestionen, ventilen y saneen los “volúmenes sociales” y favorezcan y valoricen ciertos edificios y monumentos importantes, de significación espiritual aquí se requiere crear aquella aglomeración y desvalorizar lo más notable de una ciudad, mejor dijéramos, de toda una región, con el aditamento de construcciones utilitarias que jamás podrán estar a la altura del edificio a cuya sombra medrarían. 

El interesante conjunto de las bóvedas y cúpulas de la cabecera, junto al cual quiere construirse la nueva casa cural. Fotografía del Dr. Eduardo Pérez-Valle, 1962. 


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domingo, 30 de noviembre de 2014

LA MERCED DE GRANADA Y SU FAMOSA TORRE. Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle.

LA MERCED DE GRANADA Y SU FAMOSA TORRE. Por: Eduardo PÉREZ-VALLE.

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Aunque los frailes de la Merced fundaron su convento de León Viejo en Marzo de 1528, con cuatro religiosos, transcurrió un largo período antes de que se establecieran en Granada. En 1586, al visitar el Comisario franciscano Fr. Alonso Ponce la ciudad del Gran Lago, no existía en ella sino la iglesia parroquial (de Santiago), que algún documento mal enderezado llama “fastuoso templo” que construyó Hernández de Córdoba, y que el cronista de Fray  Alonso, Fran Antonio de Ciudad Real, llama con su ejemplar objetividad “bonita iglesia, en la cual a la sazón residían dos clérigos”.

El único convento existente era el de los franciscanos, en una casita prestada, con cinco frailes que celebraban en la parroquial (I, 363). Pero ya tenían sacada de cimientos su iglesia propia, la cual pensaban terminar pronto, junto con el convento, “porque hay por allí cal, teja  y ladrillos, y los vecinos es gente devota y acuden bien a la obra”. He aquí, pues, que San Francisco, cuya factura algunos han atribuido también a Hernández de Córdoba (por Francisco nada más), se estaba sacando de cimientos sesenta años después que su cabeza rodara bajo el hacha de Pedrarias.

Veintisiete años después que Fray Alonso, en 1613, estuvo en Nicaragua Fray Antonio Vázquez de Espinosa. Ya la Merced había surgido en Granada, pues el maravilloso “Compendio y Descripción de las Indias” sitúa en Granada una iglesia mayor y conventos de San Francisco, La Merced, La Compañía, un hospital y varias ermitas  de devoción (pp. 230, 231; I, Cap. 25. No. 713).

Al cabo de 138 años, en 1751, cuando el obispo Morel visita Granada, en el convento de La Merced “trabájase en las celdas, claustros, oficinas y cercas que estaban muy deterioradas” (pp. 33, 34). Dice el obispo que la iglesia posee un cañón más amplio que los demás; y que “tiene su órgano y coro alto SOBRE EL CUAL ESTÁN LAS CAMPANAS”. No existía aún la torre, y las campanas deber haber estado en los vanos hoy cegados que se abrían en lo alto del frontispicio.

La vieja iglesia de La Merced de Granada, con su torre tal como era antes de su destrucción en la Guerra Nacional. El dibujo está tomado del libro de Squier.

No fue sino 30 años después de la visita de Morel que se pusieron los cimientos de la torre como reza en la leyenda superior de las dos que aparecen en la cara Este del cuerpo bajo:

SE EMPEZO ESTA OBRA EL 6 DE AGOSTO DE 17891 Y SE ACABO A 25 DE ENERO DE 83. Vs. SIN LA CRUZ.

Los dos historiadores masayenses Ortega Arancibia y Jerónimo Pérez cuentan lo sucedido a la gallarda torre de la iglesia de la Merced durante la desastrosa contienda de 1854, encerrado don Fruto en la ciudad y puesto sitio por las tropas de Jerez.

Dice Ortega: En la torre de la Iglesia de la Merced se situó un cazador con la única arma de precisión que un extranjero puso al servicio del gobierno, y desde esa altura blanqueaba a las fuerzas que ocupaban la Iglesia de Jalteva como cuartel general; Pineda y el General Jerez fueron puestos fuera de combate por la bala del cazador que estaba en la torre de la Merced; Pineda pasado por una bala en la región torácica, y Jerez rota la rótula, que le obligó a hacer cama por mucho tiempo en la Sacristía de la Iglesia de Jalteva”. (p. 181).

Dice Pérez:

“Recibieron aviso en Granada que venía de León para Jalteva una pieza de artillería de grueso calibre, traída con el objeto de destruir la torre de La Merced , que, dominando a todo Jalteva hacían de allí los rifleros constante daño a los democráticos” (principios de Julio: (¿3?). (p. 51).
Ortega continúa:

“Procedente de Yuscarán había llegado al Cantón de Jalteva un señor Radicati, de origen italiano, recomendado por el General Cabañas como buen artillero, el cual escogió la mejor pieza y en la noche la emplazó con todas las condiciones del arte en el atrio de la Iglesia de Jalteva y al amanecer despertó a los granadinos con el estampido del primer tiro de su cañón, acertando con precisión matemática contra la torre de la Merced que servía de atalaya a los tiradores del ejército que defendía la plaza, desde su altura dominada el perímetro que ocupaba el enemigo, haciéndoles muchos daño.

Con  insistencia por algunos días no cesó el cañón de Radicati de poner una vida fuera de combate, redondeando la atalaya y el baluarte por la mitad de su altura hasta que dio en tierra con la esbelta torre de la Merced, justo orgullo del granadino”. (p. 192).

Y Pérez concluye:

“Un espantoso cañoneo se dirigió ese mismo día /24 de Diciembre, 1854/ a la torre de la Merced, hasta que a las cinco de la tarde cayó el cuerpo superior y el cimborrio haciendo un estruendo terrible. Mil gritos acompañados de la música marcial felicitaron en Jalteva el derribo de la torre. ¡Triste efecto de la guerra civil! Los nicaragüenses celebraban como un triunfo, y como un paso de mucha utilidad la destrucción de un edificio nacional construido por sus mismos padres y consagrado al culto de Dios”. (p. 90).

Sólo resta agregar que según el Dr. Pedro Joaquín Chamorro Zelaya, en su Biografía de don Fruto, el cañón de grueso calibre empleado por Radicati contra la torre de la Merced era una culebrina (cañón largo) que apellidaban “El San Pedro” (p. 309).

Uno de estos días nos trajo LA PRENSA una fotografía de la torre de La Merced cubierta de andamios en su parte alta. Al pie de la foto, esta leyenda: “La Iglesia de la Merced, que al ser reconstruida en el año 1862 perdió su pristina belleza. Actualmente Monseñor Mejia Vílchez ha concebido la idea de restaurarla tal como lucía antes”.

No dejó de preocuparnos la idea “concebida” por Monseñor Mejía, pues recordábamos algo de la segunda inscripción que se conserva intacta en la fachada oriental del preciado monumento granadino:

FUE DEMOLIDA HASTA SU MITAD EN LA GUERRA CIVIL DE 1854, Y RESTAURADA Y MEJORADA EL AÑO DE 1862, BAJO LA DIRECCIÓN DEL MAESTRO ESTEBAN SANDINO. CONTRIBUYO MUCHO A ESTA OBRA EL FERVOROSO ZELO DEL PRESBYTERO D. J. ANTONIO CASTILLO.

Es decir, que la parte más nueva de la torre de la Merced acaba de cumplir los cien años de existencia.

Y es verdad. Al reconstruirse la torre en 1862, mejoraron sus líneas en varios aspectos, habiéndosele dado más gracia y  ligereza que la que ofrece la primitiva construcción en ciertos dibujos que de ella se han conservado. (Squier, 1849-50). La parte nueva va desde la mitad de la claraboya del segundo cuerpo hasta el remate de la torre. El número de cuerpos se conservó el mismo, aunque haciéndolos probablemente más elevados que lo eran originalmente. Entre el segundo y el tercero se situó una interesante cornisa o cuerpo voladizo con su barandal corrido por los cuatro costados de la torre. El tercer cuerpo es el campanario propiamente dicho. En él se construyeron en vez de los exiguos ventanos que existían antes para colgar las campanas, amplios arcos de caprichosa figura, que aligeran y dan una nota de esbeltez a la obra toda. El cuarto cuerpo (el del reloj) que antes era ciego y aplastante, ofrece mucha gracia y ligereza mediante los hábiles y sencillos recursos de las columnillas angulares y el losangeado del paramento. Sigue la gran cornisa terminal, y sobre ella cuatro pináculos en los ángulos (conforme a las buenas reglas del arte, a plomo con las columnillas de abajo) y la cubierta, que también mejoró con la restauración, pues de vulgar media-naranja repartida en seis por otras tantas nervaduras, pasó a ser un interesante cuerpo redondeado de planta octogonal, formado por dos bóvedas claustrales cuyas cañones se cortan en ángulos de 135. Sobre él descansa el pináculo central, en el que se apoyan cuatro volutas verticales orientadas conforme a los puntos cardinales.

Atendidas las anteriores razones, conclúyese en dos cosas:

Primera, que la torre es más bella y posee mayor mérito arquitectónico ahora que antes del 54.

Segunda, que mal podría Monseñor, en esta circunstancia, tratar de devolverla “a su pristina belleza”.

Dichosamente no se trata de eso. Nos hemos informado mejor, y hemos sabido que lo que se propone el Sr. cura párroco de la Merced, es cubrir las paredes con una fina capa cementada, mejorando su aspecto de una manera perdurable.

Hemos visto en los corredores de la Casa Cural de la Merced el magnífico reloj eléctrico que el diligente Monseñor Mejía Vílchez hizo venir de Italia. Pronto estará dando las horas a los granadinos con la misma voz familiar de la vieja campana actualmente en uso. Y aquí nos asalta una duda que nos llena de ansiedad. ¿Qué será del venerable reloj que según dicen el próximo año de 64 cumplirá cien de contar los minutos de la vida de la ciudad? Este artefacto, aun cuando no fuera tanta su antigüedad forma parte de la historia de Granada y no debe desaparecer. Hemos visto ya desmontados sus viejos punteros de donde ha colgado por tantos años el vivir granadino, sus grandes esferas de blanca cerámica vidriada perforadas por las balas de la anti-civilización en algunas de nuestras vergonzosas montoneras. Por muchas y muy buenas razones este reloj abuelo debe conservarse en un sitio de honor, quizás en alguna de las otras iglesias de la ciudad.

Managua, 11 de Septiembre de 1963.

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martes, 25 de noviembre de 2014

ARQUITECTURA COLONIAL: LA IGLESITA DE SAN JUAN DE ORIENTE. Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle. En: La Prensa, 1 de Julio de 1962.

ARQUITECTURA COLONIAL: LA IGLESITA DE SAN JUAN DE ORIENTE.  Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle. En: La Prensa, 1 de Julio de 1962.

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Este es el triste aspecto que presenta al visitante la iglesia de San Juan de Oriente, "Monumento Nacional". El caballo pastando tranquilamente en la plaza acentúa la nota de abandono y desolación.
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   El año pasado (1961) la iglesia de San Juan de Oriente fue declarada por el Congreso “Monumento Nacional”. Esto implica una obligación del Gobierno de atender a su conservación. Sin embargo, cuando estuve en el pueblo en julio, la indispensable viga sobre la puerta principal aún no había sido repuesta. Escribí al Sr. Cura para informarle que aquí se podía conseguir de personas generosas algún material para las obras. No contestó. Creí que los trabajos ya se estarían efectuando con el dinero de la Nación. Ahora, casi un año después, aparece en LA PRENSA del 26 un S. O. S. del Sr. José Aníbal Gallegos G.., suplicando porque se haga algo en pro del templo, que por puro milagro aún no se ha derrumbado. Parece, pues, que entre la incuria del cura y la incuria de los de arriba, la iglesia se vendrá abajo. Sirvan esta líneas, si no como pie de, al menos como recordatorio anticipado.

   En julio del año pasado visité la última vez la iglesita colonial de San Juan de Oriente, en el Departamento de Masaya. El pueblecito es famoso por su cerámica nativa, de uso en otros tiempos tan extendido en todo el país. Está situado a la derecha de la carretera que parte de Las Esquinas y pasando por San Marcos, Masatepe, Diriá y Diriomo, va a juntarse con la que va de Granada a Nandaime. Junto a San Juan, carretera de por medio, está la villa hermana de Catarina, casi al borde de la laguna de Apoyo. Durante la colonia ambos se llamaron NAMOTIVA, palabra chorotega de oscuro significado, que los más prestigiados intérpretes de nuestras lenguas indígenas no han podido esclarecer. Las dos Namotivas formaban un todo armónico con Niquinohomo, del cual Morel de Santa Cruz llega a considerarlos “sus anexos”. A este respecto, dice así el Obispo en su famosa “Visita Apostólica” (1752):

“…Continue mi marcha hacia los otros más inmediatos. Estos son Niquinohomo y otros dos, sus anexos: ambos tienen el mismo nombre, es a saber: Namotiva. Son de indios con sus respectivos alcaldes, alguaciles mayores, regidores y fiscales. Adminístralos un eclesiástico de vida ejemplar y acertada conducta. Mantiénelos bajo una perfecta subordinación política y cristiana: para la consecución de tan loable fin, ha practicado siempre la máxima de no permitir que ladino alguno se establezca sobre su territorio”.

   Y he aquí la estampa que nos da Morel de los que era San Juan de Oriente en aquellos remotos días, cuando ni siquiera tenía nombre propio:

“El otro Namotiva tiene por titular a San Juan: iglesia pequeña, de una nave, con sacristía de teja, altar mayor, retablo y frontal dorado. Sesenta y una casas de paja, incluyéndose en éstas las del cura, componen la plaza con dos calles: una de Oriente a Poniente, con tres cuadras y la otra de Norte a Sur, con una y media, notándose la misma imperfección que en las de los dos anteriores. Familias 58, y personas, 229. Pagan de tributo ciento cuarenta y dos pesos, un real y cuatro maravedises”. Tal era San Juan promediando el siglo XVIII. Dos siglos después la población casi se ha triplicado y también las viviendas; las calles que atraviesan el pueblo ahora son siete; también la iglesia evolucionó consecuentemente, quizás bajo el sabio rigor de aquel eclesiástico de que nos habla Morel: desapareció la pobre iglesita de una sola nave con techo de paja, y en su lugar levantóse otra mayor, de tres naves, techo de tejas y elegante frontispicio inacabado, de sobrio estilo colonial, labrado en piedra.

Las grandes zapatas y los tirantes dobles, organización estructural típicamente colonial. 

   La cubierta de la nave central se encuentra sostenida por grandes pilares de madera asentados sobre bases de piedra, y reunidos dos a dos por tirantes transversales dobles, organización que sólo persiste en muy pocos templos de indudable origen colonial, como el de Sutiaba y el de Buenos Aires, en el Departamento de Rivas.

BASE DE PILAR Y PILETA DE AGUA BENDITA



   
   













Parece ser que el proyecto fue más ambicioso que la realidad actual y el frontispicio estaba destinado a poseer tres puertas en vez de la única que actualmente tiene.

   Sobre el arco de esta puerta, por la parte de adentro una gran viga o dintel de madera sostenía casi todo el peso del muro subyacente. Esta viga se encuentra ahora totalmente destruida el comején y el tiempo, y es urgente su reposición si no se quiere que a la menor trepidación se venga al suelo toda la parte alta y central de la fachada.

Plano (provisional) de la iglesia, elaborado por el Dr. Eduardo Pérez-Valle. Es urgente la revisión y reposición de todo el maderamen dañado y asimismo el reparo del atrio (al Norte) y los pretiles (Este y Sur).

   El cuerpo elevado ofrece dos elegantes cortes curvos laterales (“aletas” típicas de la escuela jesuítica). En él se continúan las cuatro columnas centrales de abajo por medias-pilastras de ladrillo, coronadas por un entablamento igual al del cuerpo inferior, y el cual estaba sin duda destinado a recibir  sobre sí las líneas de algún clásico frontón triangular o arqueado, o el menos ortodoxo de la iglesia de San Pedro en Teustepe, o el conjunto caprichoso de una espadaña tipo iglesia de Ujarrás. Con ambos templos que acabo de citar ofrece la fachada de San Juan de Oriente notable parecimiento.

PILA BAUTISMAL, LABRADA EN PIEDRA. IGLESIA DE SAN JUAN DE ORIENTE.
Dibujo elaborado por el Dr. Eduardo Pérez-Valle (1962).

   Aunque el frontal dorado que menciona Morel de Santa Cruz ha desaparecido, el importante monumento a punto de venirse al suelo, aún conserva un retablo y efigies de santos elaborados por manos indígenas y una pila bautismal monolítica, de rasgos tan sobrios y bien proporcionados que más pareciera uno de esos raros y exquisitos frutos del más acrisolado arte moderno

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