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jueves, 16 de noviembre de 2023

LA EXPLOSIVA Y LUMINOSA MUERTE DE "LA CAIMANA". En: Semana. 22 de Agosto de 1971.

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        Hacía estallar los Cielos de Managua

    Pocas veces se ha comentado tanto la muerte de un personaje popular como la muerte de Carmen Aguirre, la gran pirotécnica conocida por todo Managua, y todo el país, como “La Caimana”.

    Nacida y crecida en medio de la pólvora, Carmen Aguirre vivió y murió de modo fantásticamente pintoresco.

    Era parte folklórica de la ciudad, que mantenía la explosión luminosa en los cielos, los días de fiesta, aún por encima de los rascacielos que empiezan a aplastar la aldea antigua de Managua.

    La vida privada de doña Carmen, era otro punto de comentario chispeante y simpático.

    Una fuerza policial fue necesaria para controlar la multitud de unas 5,000 personas que llegaron a la vela.

    Debido a que ella planeó un entierro atronador, con la explosión de bombas, cohetes y morteros que ella fabricaba, este personaje popular, sin duda, tuvo el entierro más ruidos de que haya memoria en la ciudad de Managua.

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"La Caimana" durante un acto político.
    Era afiliada al partido de gobierno.

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"La Caimana" luce su temible 45, que sabía manejar muy bien.

"La Caimana" se llamaba Carmen Aguirre Ocampo, pero 
gustaba ser llamada "Camelo" por sus íntimos.
Aquí viste el traje típico durante una de las fiestas 
populares de Managua.

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El padre Echaverri canta el responso a "La Caimana"

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"La Caimana", vestida de saco y corbata, baila con una amiga en una fiesta popular. La famosa mujer hacía girar a su alrededor a todo un mundillo lleno de rarezas de Managua.





domingo, 15 de noviembre de 2015

REUNIÓN DE TÍOS. Por: Juan de Dios Vanegas.


DR. JUAN DE DIOS VANEGAS
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REUNIÓN DE TÍOS. Por: Juan de Dios Vanegas. En: “Caminos”, Revista quincenal de Arte y Comercio. León, Nicaragua, Julio de 1922. Número 8. Año I. Páginas 2 y 3. Director y Redactor: Agenor Argüello. Administrador: A. García Espinosa.

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         Quizás en todas partes exista la costumbre de llamar tío a cualquier viejecito distinguido del pueblo, como signo de popularidad; distinguido por su figura o sus extravagancias u originalidades. Dicen que en España, se llama así a las personas de edad y de respeto.

         Entre nosotros es una de tantas costumbres que van desapareciendo. También hemos tenido originales ridículos, o locos a quienes no se les decía tío, porque tenían otro cognomento más propio: Un capitán Vílchez, de exquisita irregularidad, pequeñito, contrahecho, arrugado como pasa, con cara y cabeza como semilla de marañón chinchina, corto de piernas, ceremonioso y siempre soñando con la investidura sacerdotal. Gran predicador (en armonía con su figura) como signo de vocación eclesiástica. Le veíamos cruzar las amplias naves de la Catedral con una manifestación de dominio en el semblante, mayor que la de los sacristanes viejos y seguido del coro terrible de muchachos ingeniosos y perversos. Vimos un Doctor Monene, que era anunciado desde lejos por la gritería escandalosa de los pilletes. Un Porongo, que avanzaba precedido o seguido del agudo puú, puú, de los granujas callejeros. Un don Gallo, siempre trajeado, con su huacal en la mano, sus señas al aire, yendo y viniendo sobre el atrio de la Catedral y recitando con precipitación frases inconexas, como: una dos tres, corre, cultiva, contempla.

         Pero la especie de tíos es legión. Mucho llegaron a nuestros días infantiles en el retablo de la leyenda, pintados y descritos de tal modo que, andando los días, no podemos decir con clara conciencia si los conocimos o no. ¿Existió Telica? Podemos afirmarlo y aun venerar la relativa inmortalidad de aquel risueño ancianito. ¿Hay alguien que recuerde haber conocido el llano de Telica? Pues en ese llano se encontró ese tío una guayaba tan hermosa que cuando le dio el mordisco gritó una lora adentro. Más de un gallero había ensayado la receta de tío Telica para obtener gallos de mordida terrible. ¿Cómo? Cruzó las gallinas con los gatos y nacieron y emplumaron los pollitos y empezaron cantando quiquirimiau…¿Quién no ha creído sentir de lejos, sobre la cumbre del monte, los imperceptibles pasos del zompopo, sin que pueda la vista distinguir su diminuta figura? En las noches de luna, en los corros de los campesinos, encontráis al discípulo del leyendario fantasista que sabe dar vida a andalujadas estupendas. Iba yo, dice uno, tras un novillo en el campo. Una rama me saca los ojos en la carrera. Caen al suelo, me inclino, los tomo, me los pongo y sigo tras la bestia en fuga, pero ¡bruto! me los puse al revés y en vez de ver el novillo me veía los sesos. Si buscáis la madre de esta anécdota inverosímil, tío Telica la refirió: “Era en los días del asedio del bárbaro Malespín a la ciudad rebelde. Aún no había permitido la entrada por el Cuadro, Bernabé Contreras; y Cabañas en su yegüita baya y Jerardo Barrios (sic) en su tordillo brioso se revolvían invencibles. Hay que enviar un espía al campamento enemigo. ¿Quién va? Tío Telica es el único. Al instante se coloca sobre la boca de un cañón de 24 que estaba en la torre del Calvario. Sale proyectil, se monta y  parte. Mira los cuarteles de Malespín, aquello es un horror de lanzas y bayonetas”. Cobra miedo. En ese momento el enemigo, dispara un cañonazo sobre la ciudad. Los proyectiles se encuentran y el tío ¡zas! trasborda al proyectil enemigo y vuelve a caer entre los suyos a contar la especie.

         Y por ese estilo los acaecidos raros e increíbles que algún día han de formar un libro, para que no se pierdan tantas cosas bellas a fuerza de ser autóctonas.

         Viene en seguida tío Vallellito. – Era este un vejete andarín, pequeñito, hablantín, nervioso, un poco chisgarabís, que vivía en el vecindario, en la calle, y no cumplía en la forma ni el fondo sus deberes matrimoniales. — Su mujer era una Jántipa corpulenta, de paso hombrano (sic) y violento, de ojos encendidos y de imperioso ademán. – En su casa era absoluta, dominadora. Mandaba a todos, y, el primero, a su marido, a quien hacía girar como si fuera un molinillo. Tío Vallellito le guardaba hondo temor, aunque refiriendo y queriendo hacer creer lo contrario. — De pronto suspendía su charla y se iba lijero (sic), murmurando “que fuerte que viene, más fuerte es mi Dios, etc.” Entraba a su casa silencioso. Luego se oía el estruendo: aquella tigra tomaba al tío, le oprimía la cabeza entre los muslos y lo aporreaba sin medida. El viejecito queda apenado. El vecindario había oído los porrazos y había que despistarlo. Salía él sacudiéndose con ambas manos y diciendo en voz alta y con aire satisfecho: “así quieren estas tales”. Y  este tío Vallellito aun tiene imitadores.

         ¿Quién era tío Cartita? Un hombrecito vivaracho; mequetrefe, que siempre andaba entre los músicos teniendo los papeles. ¿Por qué lo llamaban así? Porque siempre iba de prisa, con una carta que había recibido de la mujer más bella de León. Era un hombre feliz. Tenía que huir de las mujeres hermosas, porque lo perseguían, lo asediaban. Dichoso tío con sus sueños sonrosados. Tuvo su segunda edición en un antiguo portero de la Corte, que procuraba vestir correctamente, para corresponder al amor de las encopetadas señoritas. ¡Qué feliz cuando, advirtiendo que la sala estaba sola, se inclinaba para hacer como que recogía un perfumado billete amoroso, el que se guardaba mirando a todos lados, diciendo para sí ¡vean cuán dichoso soy! Iba a dejar los expedientes a casa de los Magistrados y decía, parado frente a una de las puertas de sus preferidas: Quien me ve con tantos papeles, pensará que soy Magistrado, y no soy más que escribiente! ¡Y era portero!

         A veces, por el Mercado, en la calle de Marcoleta, se miraban las curvas de una lluvia de piedras y se escuchaban los remolinos de gritos y algazara. En las interrupciones, percibíase la voz aguda de un chicuelo que decía: ¡tío José vaina de cobre! Ese tío era asediado por las turbas escolares, que hacían de él un blanco para sus travesuras. Él avanzaba con su mirada torva, siniestra, con una piedra en la mano, vestido con un saco de casimir luengo y raído y con una cara de hombre bravo, que pudo haber sido sargento de veteranos. Y ese tío tan perseguido de la chiquillería, es el inevitable en todos los viáticos religiosos, yendo a la cabeza, dando el agudo repique de la terrible campanilla.

         ¿De dónde vino tío Gallito? Un día lo vimos en nuestras calles, con su rostro risueño y achispado, el violín lamentable bajo el brazo y cantando coplas jocosas y algo subidas de color. Improvisaba con su flaco instrumento aires alegres que atraían a los muchachos y aún a los viejos. A la distancia se anunciaba con sus exclamaciones y las notas atropelladas de su violín agudo. Tenía facha singular y mostraba ingenio. En un corro de chuscos se quisieron divertir a su costa. Él se negó y uno de los chuscos le lanzó despechado un “váyase a la m…”. El tío volvió el rostro con ademán atento y, rindiéndole el sombrero, le repuso: “Allá nos vemos, hijo”. Atrevido como él solo con las mujeres, pero para el piropo encendido y el geste revelador; nada de abusos campechanos.

         Nuestro gran pintor Juan Cuadra, lo copió al óleo y fue el cuadro a la H. Asamblea Legislativa, para obtener una pensión en el extranjero. Era de ver al tío Gallito, con su vestido andrajoso, su rostro amable y expresivo, como de vinagre risueño, sus zapatos viejos, su violín, compañero, abogando por el joven pintor en una tela que palpitaba con la elocuencia más animada y convincente. ¿Qué se hizo tío Gallito? Desapareció como vino. Un día dejamos de ver al último de los tíos pintorescos que nos dieron nota singular en los días de nuestra vida sencilla y suave.


         Esta época ya no da esos tíos amables decoradores de los días de abundancia, sombreados de patriarcalidad. – Todos ellos han fundido y cristalizado en un tío temible, que usa tacón de hierro y que espanta a los pueblos, como aquellos espantaban niños. 

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lunes, 18 de agosto de 2014

"LA CAIMANA", POR FIN, REVELA SU SECRETO. Por: Filadelfo Alemán. La Prensa, 20 de diciembre de 1969.

“LA CAIMANA”, POR FIN, REVELA SU SECRETO. Por: Filadelfo Alemán. En: La Prensa, 20 de diciembre de 1969. 

El día menos pensado ¡Pum!:


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Tan peligrosos como estar en plena guerra de Vietnam, las fábricas de pólvora no dan para comer ni muchos menos para vivir. Son una industria a fin de cuentas, pero… ¡Qué industria!

La mayoría de sus dueños que se han metido al negocio, tomaron esa profesión porque sí… ¡Vaya! Porque mi padre también era pirotécnico, dicen.

Como en los comienzos de la artesanía en la Edad Media, padres, madres, hijos y si hay tíos, también, etc., están en el trabajo.

“LA CAIMANA”

Carmen Aguirre Ocampo, la dueña de la fábrica “La Caimana”, es el colmo de empresaria. Su habilidad para construir cohetes, bombas, morteros, triquitraques, etc., data de cuatro generaciones.

Seis explosiones han destruido su fábrica, pero, sin embargo, dice que no es tan peligrosa la chamba como la pintan. Ni mucho menos como la guerra de Viet Nam, exclama. Sólo las manos se ha quemado después de salir de los escombros ahumada hasta las plantas de los pies.

Las fábricas, son una lástima. Se les llama fábricas porque no hay otro nombre que ponerles. Son semitalleres.

Cuentan con elementos sencillos, todos de fácil consecución: carrizos, mecates, papel kraft de bolsas de cemento, alambres, páginas de pasquines, etc.

Otros elementos más vitales son: salitre, azufre y carbón (de “ceibo” o de “guarumo”), los cuales sirven directamente para la fabricación de la pólvora.

Cuando desean que ésta sea de colores, a esos elementos químicos, de fácil consecución en las farmacias y droguerías, les agregan hierro, potasio, aluminio, clorato de bario, etc. Una verdadera química.

La señora Aguirre Ocampo, expresó ayer que cada quien se dedica a un trabajo diferente y así es que los miembros de la familia pirotécnica y los empleados, se distribuyen en un patio y diferentes lugares de la habitación y se dedican a su respectiva especialidad.

¡PUM!

Dicen que esa forma de trabajo disminuye el peligro, pero la verdad es que existe tanto desorden y las medidas de prevención son tan confusas e inseguras que uno a uno podrán volar como en una carga cerrada.

“Cuando uno siente es que ¡PUM”, dijo una vez un pirotécnico entrevistado después de un percance.

En la fábrica hay gente, como la que se ve en una zapatería de viejo caño, o como los de una fábrica de bloques de concreto: sucios, raídos, y los chavalos juegan con la pólvora como jugar con tierra, la andan en las ropas, en la cara, en las manos, en los pies descalzos, en todas partes.

José Manuel Estrada, un pirotécnico cuyo padre también le enseñó el negocio después de cuarenta años de laborar en él, dijo que en realidad no se gana gran cosa. Y es cierto.

No se gana mucho en relación a los peligros. Y, ni aun cuando fuera tan fácil como pintar muñecos a carbón.

DICIEMBRE GRAN MES

Tengo dos hijos varones y una mujer, expresó Estrada.

--Para diciembre es que nos desquitamos, dijo. La Purísima, el 24, el 31, todo mundo compra pólvora.

Estrada fabricaba una estrella cuyo valor al cliente es de cien córdobas. Distribuía uno a uno los cartuchos de pólvora de colores, y utilizaba además de las manos, la boca para hacer nudos con los mecates llenos de cera o de pólvora. El bigote lo tenía contiloso de tanto repetir la operación.

La ganancia neta por la estrella, en cuyo vientre colocaría la Virgen María, era de cincuenta córdobas. Algo es algo.

--Con una libra de pólvora se hacen cinco docenas de bombas de a peso, comentó, mientras un grupo de chavalos del barrio, amigos de sus hijos, contemplaban admirados su habilidad. Un chiquillo hasta llegó a decir que le gustaría aprender.

Confeccionar una libra de pólvora le cuesta alrededor de 16 córdobas y cinco docenas de bombas de a peso son sesenta córdobas.

--Regular ganancia, pero no todo el año, aunque se trabaja diario, expresó.

Siguió diciendo que no es cierto que la bomba que salió retratada en La Prensa fuese de cinco libras.

--Apenas llevaba unas oncitas, dijo. Cinco libras de pólvora nos vuelan a todos y de un camión sólo dejaría la placa, agregó.

PRECAUCIONES

Sobre las medidas de prevención para evitar accidentes, dijo que éstas se limitaban a que cada quien realice su pare y a que la pólvora, antes de ser elaborada, se encuentre húmeda.

A veces fabrican hasta seis libras de pólvora y con la mayor naturalidad… cocinan en casa.

--Pero la pólvora la dejamos lejos, se excusó.

Expresó no haber tenido nunca un accidente.

Ser pirotécnico es pirotécnico. Nada del otro mundo para ellos, aunque algunos guardan celosamente una serie de secretos.

Carmen Aguirre Ocampo, la dueña de “La Caimana”, dio una fórmula de hacer bombas a este redactor que si se dedica a seguirla al pie de la letra hubiese volado con todo y barrio.

--Si yo le cuento todo, es como que me quedara en la calle, dijo.


EL GRAN SECRETO

Para evitar accidente han utilizado un sistema novedoso. “Sólo ellos lo ocupan”, aunque el dárnoslo a conocer nos heló la sangre.

--Es muy fácil, dijo, pero nos ha dado óptimos resultados. Se trata del horóscopo.

--Bueno, a ver díganos, ¿y cómo es eso?

--Pues que cada quien tiene su horóscopo y cuando éste nos señala algo malo, no trabajamos.

--Ah, ¿Sí?

-- Sí.

Por ejemplo, mi signo es Géminis, y cuando me señal mal agüero, doblo carpeta y no trabajo.

Acercándose a este redactor asombrado mostró el horóscopo y dijo:

-- El 13 de febrero del año pasado, mi horóscopo decía lo siguiente:
“Es un día muy propenso para cometer errores, por lo tanto no trabaje en asuntos de importancia. Una conducta errada y sucesos inesperados perturban sus asuntos. Será difícil concentrarse en varias cosas a la vez”.

-- ¿Y no trabajaron, verdad?

-- Claro.

-- Todos tenemos horóscopo, prosiguió. (Horóscopo Internacional, Día por Día). Hilda Rosa Scot, lo tiene. Ella es del signo Tauro; Concepción Aguirre, el de Aries; Saida Carolina Scot, el de Sagitario; y José Dolores Aguirre, el de Libra.

Según expresó lo llevan al pie de la letra. Si Tauro, le indica a Hilda Rosa que ese día es peligros, no trabaja, pero los otros sí. Total, que en el año trabajan menos de doscientos días. ¡Muy buenas vacaciones!

Este redactor y su fotógrafo salimos con recelo, bastante despacio.
A la mente se nos vino esta frase:


-- Esto es la pirotecnia. El día menos pensado… ¡PUM!

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‘La Caimana’, un popular personaje de Campo Bruce. En: La Prensa, 3 de Julio de 2006.

Se llamaba en realidad Petronila del Carmen Aguirre, nacida en el barrio El Infierno, de Managua, cerca de la Plaza del Caimito, donde se construyó el Instituto Ramírez Goyena, destruido por el terremoto de 1972. Ese era su nombre, pero se le identificaba más por el apodo “La Caimana”, en especial en el barrio Campo Bruce.

Resulta que su padre, José Dolores Aguirre, el popular Tata Lolo, dueño de una conocida cantina en la Carretera Norte, en su juventud comenzó trabajando como cochero en la vieja Managua. La gente decía que era muy tapudo y le pusieron “Lolo Caimán”, cuando creció su hija Carmen, le comenzaron a decir “La Caimana”, por ser semejante a la boca con su padre.

Desde niña, Carmen Aguirre se inició en las labores de la pirotecnia, pues su abuelo tenía un taller. Antes de cumplir los veinte años montó su propio negocio, que se hizo conocido con el nombre de “La Caimana”. Pronto sus cohetes, morteros, cargacerradas, toritos encohetados, peinetas, buscapiés, se hicieron famosos en toda Nicaragua, su taller es todavía punto de referencia en el barrio Campo Bruce.

UN SER ESPECIAL

Desde joven, Carmen se vestía con ropa de hombre, cabello corto y adoptando poses masculinas, con acentuado machismo, al extremo de decirse que era “muy enamorado”, solía hacerse acompañar de agraciadas jovencitas. Para las festividades de Santo Domingo organizaba bailes, siempre vestida como hombre bailaba al son de la marimba. Una de sus parejas fue conocida como Blanca Magnolia.

Durante muchos años convivió con Ilda Scott, ahora al frente del taller. Era una guapa jovencita, enfermera del Hospital Bautista, con apenas veintidós años, descendiente de don Chale Scott, un inglés que perforó e instaló el primer pozo artesiano que hubo en Diriamba. Cuando se unió a Carmen fue tremendo escándalo. Convivieron once años, desde 1960 hasta la muerte de Carmen, el 16 de agosto de 1971, a los cuarenta años de edad.

La pareja adoptó a varios niños y niñas, nacidos de humildes mujeres que se los llegaban a dejar, en total dos mujeres y cinco varones, a los cuales les dieron educación a nivel universitario. Uno de ellos es pastor de la Iglesia Pentecostal. Ilda se refiere a ellos con mucho orgullo, cuenta que cuando estaban pequeños acostumbraban a decirles: “mama Carmen y mama Ilda”. Luego de la muerte de Carmen, Ilda adoptó a Ilda Rosa, también profesional, ella procreó una hija, Zaida Catalina, con un conocido comerciante capitalino.

La muerte de Carmen en 1971 fue un tremendo acontecimiento. La calle que pasa frente al taller fue cerrada. Antes de salir el entierro, llegó una humilde familia a quien se le había muerto un niñito, a pedir permiso para que el pequeño ataúd fuera junto con el que contenía los restos de Carmen, para ser sepultados en el Cementerio Oriental. Hasta en su muerte el escándalo rodeó a este curioso personaje, pues la gente que acudió por miles especulaba sobre el contenido del pequeño ataúd.

Pueden haber criterios y comentarios contradictorios sobre la vida y conducta de Carmen Aguirre. En lo que no hay duda es que fue un personaje del barrio Campo Bruce, una persona entregada al trabajo, capaz de educar y dar profesión a varios niños y niñas, artista en el campo de la pirotecnia, mezclando sonidos y colores, todavía el fuerte estallido de un cohete anuncia la presencia de “La Caimana”.

miércoles, 25 de junio de 2014

MELICO MALDONADO, EL SANTA CLAUS QUE ASOMBRÓ Y REPARTIÓ FELICIDAD A LOS NIÑOS DE LA VIEJA MANAGUA

Santa Claus Nicaragüense habla:

“LOS NIÑOS SON RETAZOS DE AURORA”. Por: Filadelfo Martínez. En: Novedades, viernes 23 de diciembre de 1966.

*Yo los quiero mucho y espero que ellos también me quieran…”

Don Melico Maldonado, el anciano que se gana la vida como el Santa Claus “vivo” trabaja intensamente durante todo el mes de diciembre y se pasa los otros meses del año recluido en la Biblioteca que tiene en su casa en Masaya.

Nació hace 67 años en esta ciudad, donde actualmente se encuentra el edificio del Banco de América.

Eran sus padres el Dr. Manuel Maldonado, ilustre poeta consagrado por Rubén Darío, y la señora Carlota Bermúdez de Maldonado.

Refiriéndose a Managua dice: “Aquí están mis primeros amores y cariños de la infancia”. Aludiendo a Masaya  la llama “mi pueblo adoptivo”.

En Masaya le dicen “El Bonachon Melico”, pero la niñez nicaragüense ya lo ha consagrado como Santa Claus.

--“Deseo que llegue a mis manos lo que voy a ocupar en todo el año para vivir decentemente y con honradez”, dice.

Don Melico Maldonado ha vivido fuera del país durante 25 años.

Recordando su salida de Nicaragua, expresa: “Cuando todo estaba horrible allá por el año 20, crucé el Mar Pacífico, como en un sueño, podríamos decir como Marcos Polo.

Y así llegó a los Estados Unidos en donde trabajó de todo –dice— pero siempre honradamente. “Gran parte de mi juventud permanecí en la América del Norte, agrega, hasta que retorné a mi Patria cargado de años y de canas”.

SU BARBA Y SANTA CLAUS

Recuerda el Bonachón Melico que en ningún instante de su vida se la había ocurrido que podía llegar a representar a Santa Claus.
Sin embargo –no hace mucho—una amiga suya  de Masaya quedó observando su barba y repentinamente le dijo que perfectamente podía representar a Santa Claus.

--“Fue Alma Gutiérrez la que bondadosamente me hizo Santa Claus”, dice.

Añade: Ella me regaló un traje escarlata y me obsequió un cheque para unos cuantos días y de pronto me convertí en Santa Claus.

--“Mi pelo es largo y mi barba también y además blanca, de ermitaño de cinco años en la montaña”, afirma adoptando una pose solemne.

Con mi vestido, con mi barba, mi bastón y mi campana me sentí valiente y este año di el salto al comercio de Managua, donde en realidad “la catarata de plata es sonante y sonora”.

--“Mi barba es larga y legítima”, repite para aplastar cualquier duda o rumor.

--“El éxito de mi trabajo se lo debo también al comercio de la capital que me ha abierto sus puertas”, agradece.

NUEVO TRAJE

Mientras el periodista tomaba los apuntes necesarios para su reportaje don Melico soltó la primicia. Está preparando un nuevo traje. Será de seda, con más escarlata y más armiño. Con luces brillantes, podríamos decir, intermitentes.

Lo usará el último día. “El día que termina todo –dice—. Porque cuando comienza la vida prosaica, se acabó la fantasía”.

--“Le doy las gracias a doña Alma Gutiérrez, a quien he dicho que ella me embrocó en esta aventura artística, pero también monetaria, puesto que me ha servido de mucho, ya que las casas comerciales han sido clientes bondadosos pagándome bien”, afirma.

Después de advertir que él representa a Santa Claus, considerando esto como un deber, afirma que el Bonachón Santa Claus, significa el símbolo del amor.

Dirige un mensaje de amor y cariño a los niños de Nicaragua. Dice que ha visto a tantos niños por todos lados. En la Colonia 14 de Septiembre, en otros barrios de la ciudad, en el salón lujoso, en las calles de Managua y en fin por todas partes.

--Mi satisfacción es que los niños vean a Santa Claus vivo que como en un sueño, les da abrazos, besos y regalos”.

A los niños, Santa Claus “vivo” los llama “retazos de aurora, y la única candidez que existe”, porque el resto es de “hipocresía y nulidad”.

Agrega, “porque la vida, sólo se concreta al vil metal y la niñez tiene la candidez de la pureza”.


“Adoro a todos los niños y espero que ellos me quieran a mi sinceramente”, termina diciendo. 

“SANTA CLAUS” NICA: EL PERSONAJE Y EL HOMBRE. En: Extra semanal, No. 68. 23 de noviembre de  1969.

Se llama Manuel Maldonado y es hijo del famoso poeta de su mismo nombre y, salvando la distancia poética entre ambos, siente también la vocación de la poesía.

Desde hace cinco años ha hecho famoso el personaje “vivo” de
Santa Claus en las calles de Managua y ha convertido su especial habilidad para caracterizar al santo de los regalos y la felicidad infantiles, no sólo en un atractivo más de las fiestas navideñas en la ciudad, sino que en un método propagandístico efectivo que utilizan numerosas casas comerciales, así como en una especie de promoción anual de sus ingresos, ganados con una bonhomía que hace evocar, con nostalgia, la vieja Managua de los personajes pintorescos, y la vida apacible y rural.

En Masaya 1969, ya ha firmado su primer contrato de trabajo.

El propio 20 de noviembre, Melico Maldonado deja su vestimenta de ciudadano común y corriente y se convierte en el adorado Santa Claus de los niños. Es entonces cuando vive intensamente la caracterización que al final de una vida agitada lo ha venido a hacerse sentir un hombre alegre y dichoso, bonachón y sencillo.

Añadir leyenda
Antes de que Melico Maldonado se encontrara con Santa Claus, por muchos rumbos lo había conducido la rosa náutica de los vientos barredor en trasatlánticos norteamericanos: office boy en hoteles de USA, capataz de marinos… Fue allá por 1909 cuando el viento duro de la política criolla hizo caer del poder a Zelaya y la caída política de aquel dictador afectó la vida familiar de los Maldonado, pues el poeta era uno de los partidarios más fieles del viejo gobernante liberal… Los Maldonado tuvieron que marcharse a los Estados Unidos. En Estados Unidos, Melico casó con Haydée D᾽Arbelles y procreó su familia; pero a la muerte de su padre, la nostalgia de la Patria, el dolor de la soledad lo hizo volver… Fundó una biblioteca en Masaya, biblioteca que posteriormente fue cerrada por órdenes militares. La casa (que sólo ocupaban los libros) se volvió sospechosa de quién sabe qué cosa. Cinco mil volúmenes fueron tirados a la calle y se perdieron y con ellos el esfuerzo de “Santa Claus” para dotar a su ciudad de un centro en donde fueran a leer, gratuitamente los que quisieran…

Hace cinco años, doña Alma Gutiérrez de Padilla, de Masaya, tuvo la idea de aprovechar el aspecto de por sí parecido de Melico con Santa Claus para personificar a éste y animar un negocio de Supermercado.

Desde entonces, Melico Maldonado se convirtió nada menos, como él dice en el “representante del Niño Dios” ante los ojos y en la imaginación de los niños nicaragüenses.

Desde entonces también las principales casas comerciales de Managua requieren sus servicios. Entre sus clientes se cuentan Carlos Cardenal, Dreyfus, la Kodak, la Cristalería de don Alberto Sánchez, el Festival del Calzado, El Colonial, Discolandia, la Casa de Modas de doña Lola Vigil de Argüello (Q.E.P.D.).


A partir del 20 noviembre, Melico Maldonado, o Santa Claus, comienza una intensa actividad que se inicia a las 7 de la mañana en un restaurante y concluye a las 10 de la noche en un almacén. Durante todas esas horas, el “Santa Claus” criollo anima, estimula, alegra y hace sentir el ambiente navideño con su imagen, sus palabras y sus gestos. Mantiene la vieja tradición managüense que siempre contó con figuras que se convirtieron en algo así como parte del ambiente mismo de nuestra ciudad.

A estas horas Melico Maldonado tiene ya varios contratos.

A partir de hoy se le verá nuevamente con su clásica indumentaria de Santa Claus, su bastón, su gorro rojo y sus barbas naturalmente blancas… Y será una figura más de esta época de especial alegría y entusiasmo.

martes, 1 de abril de 2014

FRAY MARTÍN DE PORRES Y PEYEYEQUE UNIDOS POR LA ESCOBA. Por: Joaquín Absalón Pastora. 19 de Octubre de 1969.

FRAY MARTÍN DE PORRES  Y  PEYEYEQUE UNIDOS POR LA ESCOBA. Por Joaquín  Absalón  Pastora. En: Extra, No. 63, 19 de Octubre de 1969.


Fray Marín de Porres, hacía las tareas más humildes de su Convento en Lima. Portero y barredor. Le daba de comer a los hermanos ratones y a los hermanos gatos, logrando la amistad en ambos animales.

Siempre se le vio barriendo, y ahora es ampliamente conocido como “Fray Escoba”. La Iglesia ha santificado al mulato humilde, y su nombre está en la boca del pueblo.

EL BARRENDERO

Si a usted le preguntan si conoce a Raulito Martínez de la familia de los “Chicharrones”, seguramente lo ignora, pero si oye decir PEYEYEQUE, inmediatamente lo asocia con el personaje de la escoba del Distrito.

Peyeyeque… ¿qué hiciste la manguera que te robaste…?

--Comé mieyda hijé ya gan puuta, comunista, cachuyeco…Así contesta Raulito Martínez a la muchada que le recuerda el chiste que le hicieron en el Hormiguero en tiempos de Montiel…

SU HOBBY

Es un “autóctono” Managua. Podría aspirar al Ministerio del Distrito, monopolio que ya debe desaparecer, los resultados nos dan la razón…

Peyeyeque, es de estatura pequeña, narigón, moreno lavado y enemigo del baño, de pelo ensortijado, el peine jamás ha ganado una batalla. Sus ojos negros mira con desvelo, semidormidos con aires de pausados giros… reacio a ponerse zapatos. Habla “en chiquito”.

SU TRABAJO

Desde pequeñito le gustaba jugar al caballito montado en una escoba y le encantaban los cuentos de brujas. Tenía pesadilla por la escoba. Por eso, Raulito es gran devoto de San Martín.

--El neyito peyuano es mi coyega, por ehco lo quieyo, gan bayeyoy el joyiyo, peyo no me la gaña…

SU COLECCIÓN

La “escoba” ha sido la razón de su vida, su trabajo inolvidable. Tiene una colección de ellas:

--Eita es en tiempo del joyiyo de Muyiyo, eita ota de Gutavo, eyta dey Chato y eta de Humbeyto.

Lo han ascendido recientemente a Jefe de Barredores, pero como no se le quita “su fueyte”, siempre le echa una manito a sus colegas.
El necesita tener una escoba en la mano, y su actual puesto no se le ha subido a la cabeza. Gran ejemplo que muchos debieran imitar…

SU GRAN ANÉCDOTA

Donde está retratado de cuerpo entero es ésta: Alguien, para jugarle una broma se consiguió una falsa orden de captura contra Raulito, la acusación era por el robo de una manguera. Montiel era Director de Policía. Este es el diálogo.

--Bueno Peyeyeque, decime por qué te robaste la manguera, le dice muy serio el actual Ministro de Hacienda.

--Vos me viste hijué putá… qué vayoy de joyiyo..
Más respeto le grata un agente.

--Comé mieyda vos también… qué vayoy de joyiyo.
Dicen que Montiel hacía verdaderos esfuerzos para no reír.

--Pero hombre Raulito, decí dónde la empeñaste y te vas libre…

--Yo no he yobado nada joyiyo… calumniados joyiyo… le voy a dechiy a Luchito (El Presidente). Yo choy chomochista joyiyo.

--Vea cabo, dice el General Montiel, dirigiéndose a un subalterno, póngame a barrer a Peyeyeque en castigo, no quiere decir dónde está la manguera… y le cerraba un ojo a los periodistas.

De pronto se oyó un grito de alegría que sorprendió a todos… No… joyás… y vos que yigistes, ya lo joyí, si eche es mi fueyte pendejo… no joyás… Y en lo que menos canta un gallo Raulito Martínez se había barrido todo el Hormiguero. Al rato Montiel lo soltó muerto de risa.

SU DESGRACIA

Una desgracia política le arrancó de cuajo una mano. La propaganda de Luis Somoza estaba en lo fino, y Peyeyeque andaba metido en ella junto a los demás barrenderos. Al llegar a un cantón le regalaron un hermoso retrato del Candidato. Tomó una bomba de mecate y la encendió al mismo tiempo que miraba la foto y  decía: ¡Qué eymocho mi Luichito! La mecha se consumió y la mano del pobre Peyeyeque fue la que explotó…

--Ay mamita yinda, ya me llevó la mieyda… Luichito… Luichito lindo, ya me joyi por vos joyiyo… ay, ay, ay juéputa, ay mamahita…

Llegó la ambulancia y se lo llevó… Desde ese día la tristeza de sus ojos se ha acentuado y se ha hecho más devoto de su “colega”.—
La ESCOBA… ¡ha hecho el milagro!

"PEYEYEQUE"

Desde California

UNA SEMBLANZA DE “PEPEYEQUE”. Por: Tomás A. Tijerino. En: La Prensa, 17 de Octubre de 1976.

Fue como un “laberinto en la soledad”, cuando leí en los diarios de Nicaragua, la noticia del fallecimiento del recordado personaje callejero: RAÚL MARTÍNEZ (Alias) “Peyeyeque”.

Como doblando la última “foja” del libro Antigua Managua, escrito por Gratus Halftermeyer, se cierra un último capítulo de una generación completa de personajes callejeros.

Era a un casual “honk” que, se miraba al doblar una esquina, un Fotingo aparecer, o el “ja-buey viejo” del carretonero, el chuzo a la mano, y el paciente buey uncido al yugo, marca “Vicentón” y Wenceslao Morales”, penosamente escalaban las rampas empedradas, en las calles de la cadenciosa Managua, que aún tenía sabor Colonial. Era ahí donde deambulaban esos personajes, cuyas tristezas y ditirambos causaban risa.

Este grupo era encabezado por el gran Melisandro, figura legendaria de la comicidad callejera; Campainana, el loco Elizondo, Santirilio, Granuemay, Colevaca, Eudoro, Peyeyeque, la Rosamelia y su fluido, quien en el Estadio Nacional, con su fanatismo pregonaba las hazañas del más grande beisbolero de Nicaragua: José Ángel (Chino) Meléndez. Y, aunque no era callejero, con su violín, en lo melódico, el Profesor Pizarrín.

RAÚL PEYEYEQUE NO DAGOBERTO

Esto viene a proyectar en la luminosa pantalla de mis recuerdos, los sueños ya vividos de mi infancia feliz, en mi Managua, donde al canto de los pájaros del Alba, yo vi la primera luz; donde mi impúber corazón, en un latido sintió su primer palpitar de amor, y el viejo árbol de chilamate recordado, que su sombra daba a una banca en el Parque San Sebastián, donde robé un beso, que se convirtió en mi amor eterno.

En las estadísticas dicen, que, el desaparecido “Peyeyeque” se llamaba Dagoberto Martínez, pero en el monumento de cariño, que se erige en nuestros corazones, está inscrito: “Raúl Peyeyeque”, a “sus oydenes mi coyoney”; expresión que lo hizo tan famoso.

Con nostalgia y hondo pesar, vengo a recordar los encunetados de las calles ya pavimentadas, que, él pacientemente barría, pues la escoba “ella su fueyte”.

¡Oh! ¡Mi Managua! Yo escucho en la noche, el rítmico Clas, Clas, Clas, Clas, y las ruedas del coche y llevo en mi pecho sirviendo de broche; una Nicaragüense Flor de Sacuanjoche.

Ahora que Raulito, en el Jardín de Paz descansa, donde todos nos elevamos al nivel de la igualdad, y su espíritu en los campos siderales ha emprendido el viaje sin retorno, por la interminable trayectoria que recorre el alma, dando el primer paso en la sepultura”.
Que Dios reciba su alma, y al alejarse nos deje la risa en los recuerdos  y se lleve consigo nuestro cariño y una oración.

Daly, City, California.


El día del fallecimiento de Raúl Martínez, conocido popularmente como “Peyeyeque”, el locutor nicaragüense Julio Páiz radicado en San Francisco por muchos años, honrando su memoria, le dedicó en The Pablo Saavedra Show que trasmitió la Radio K. O. F. Y. el disco “La Manguella de Peyeyeque” cuyo autor es el “Gato” Aguilar.  

CÓMO SURGIÓ "PEYEYEQUE": RECUERDOS DEL GATO A1GUILAR. En: El Nuevo Diario, 21 de Octubre de 1987

El repertorio del compositor conocido como Gato Aguilar es muy grande y las que se hallan grabadas son un total de 16 canciones, entre ellas: Raúl Peyeyeque.

Fue así, yo siempre anduve en mi carro para hacer las diligencias que tenía que efectuar para mantener la ferretería que establecí en el barrio Monseñor Lezcano y siempre que encotraba a Peyeyeque, escuchaba algunas veces que había gente que le gritaba: "¿Qué hiciste la manguera que te robastes?”.

Peyeyeque haciendo una seña picaresca contestaba: Aquí la tengo. Total que como era un personaje muy querido y popular de Managua me propuse hacerle una canción.

Entonces todo el mundo en Nicaragua conocieron no sólo a Raúl Martínez, sino también al Gato Aguilar y el disco se vendió como no lo imaginé.

ANÉCDOTA

En la Sala de Arte de Julio Cardenal, el disco voló y tuvimos que volver a grabarlo, para abastecer a la demanda.

Pero un día un abogado de aquellos vivianes me llevó un papel a mi casa de Monseñor Lezcano y me dijo: se va a presentar a responder, ¿por qué usted acusa en su canción a Peyeyeque de haberse robado una manguera?

La cita iba en serio, y yo, no tuve más que ir a buscar a Peyeyeque en el mercado San Miguel donde se mantenía y le entregué 500 córdobas en billetes de a peso, que entonces realmente valían (era un poco de reales) y luego lo invité a La Prensa, en la calle El Triunfo donde conté como era el cuento y me tomé una foto con él, para demostrar que yo tenía amistad con él y que de ninguna manera me esta demandando en los juzgados cómo pretendía el mañoso abogado”.

Para confirmar lo anterior el Gato Aguilar saca de su archivo la foto que entonces le tomaron en La Prensa y que fue publicada.

Fui al juzgado luego y lo único que me dijeron que rectificara la canción que Gato Aguilar le hizo a Peyeyeque con otra canción similar y entonces escribí:

“Al juzgado se presentó Peyeyeque a denunciar que Alberto “Gato” Aguilar una canción le sacó, este caso señor juez es grave porque yo no soy ladrón, ni manguera yo me robé, como dice la canción”...

Gato Aguilar se queda un momento pensativo, y dice que Peyeyeque era unos de los personajes más típicos y populares de Managua, que trabajaba como barredor en el Distrito, que se ponía furioso cuando le decían: Y la manguera...

Alberto Aguilar García, no obstante que tiene temas de canciones divertidas como la dedicada a Peyeyeque, se le echa de ver en sus expresiones que él es un hombre muy serio, durante la plática que sostuvimos con él también se nota que se cultivó durante su juventud pesa a sus facetas.

Hoy guarda sus álbumes de inspiraciones y entre estos tiene una serie de pensamientos poéticos que no los ha dado a conocer. Nos manifestó que se siente abandonado, por sus hijos, la mayoría en los Estados Unidos, cada quien con su profesión, lo mismo que de sus amigos otrora faranduleros y serenateros.

Pero mire como es la vida, mi primera novia fue mi última mujer. Margarita Silva Quintanilla, de Diriamba. Ella llegaba a la ferretería que yo tenía en Monseñor Lezcano y un día me dijo que no era feliz con el que se había casado y yo le dije, vamos a ver que sale de dos torcidos.

Ahora estoy aquí desde el pasado terremoto, y a esta localidad se le llama Ciudad Sandino, porque yo preparé una manta y la puse precisamente el 19 de julio.

Estoy enfermo, para curarme y poder vivir vendí mi finquita que tenía en El Aguacate, Jinotepe, y estoy en la calle, yo necesito hablar con el Comandante Wheelock, para ver si me conceden una tierrita para trabajarla y pasar mis últimos días activo y procurando producir.


Nota del Editor del BlogSpot:

Por los bien merecidos méritos de don Orlando Ortega Reyes, al insertarse con buen suceso entre los constructores de la crónica de nuestra Vieja Managua, el editor de este Blogspot, decidió agregar después de los dos anteriores "rescates" dedicados a la memoria del popular Peyeyeque, el siguiente artículo de nuestro citado documentalista de la memoria.  Consideramos que al estar "conjugados" los tres artículos, brindan respuestas a las interrogantes que estaban pendientes. 

RAÚL CRUZ MARTÍNEZ EL POPULAR PEYEYEQUE Por Orlando Ortega Reyes (Blogspot) 11 de Enero de 2010.

Pareciera un vicio recurrente que en la mayoría de las crónicas de la vieja Managua se catalogue indiscriminadamente a una serie de personajes como “locos”. Así observamos capítulos enteros en dichos documentos dedicados a los “locos de la vieja Managua” o bien “orates de la novia del Xolotlán” y en dichas clasificaciones ingresa un variopinto de caracteres que van desde los verdaderamente privados de la razón hasta excéntricos, sinvergüenzas, borrachos, indigentes, mal bozaleados, es decir, todos aquellos que no calzaban dentro de los cánones de comportamiento normal de la época.

Uno de los personajes tratados injustamente por los cronistas es Raúl Cruz Martínez, que a mediados del siglo pasado recorría Managua con una escoba en la mano y se le conocía en con el apodo de “Peyeyeque”. La historia de este famoso personaje se va perdiendo entre la realidad y la leyenda. Algunos dicen incluso que era de una familia de recursos y que sus parientes se valieron de su “locura” para despojarlo de lo que le pertenecía. No obstante, no existen evidencias de que Raúl hubiera padecido alguna enfermedad mental. Es posible que Raúl pudo haber padecido de un trastorno del lenguaje, alguna dislalia y en lo particular un rotacismo, que le impedía pronunciar correctamente la consonante “R”, tal vez por motivos anatómicos, tal vez por motivos funcionales y al no existir en aquellos tiempos ningún logopeda en el país, ni darse la conciencia del problema de parte de sus padres, lo más que pudieron hacer fue resignarse. El caso es que es probable que tampoco tuviera Raúl, debido entre otras cosas a su problema de lenguaje, acceso a una educación básica y por lo tanto sus posibilidades de supervivencia se hicieron todavía más difíciles. El oficio al que llegó a tener acceso fue el de barrendero en las cuadrillas del Distrito Nacional, que era el equivalente a la Alcaldía en esa época y ese fue el trabajo que tuvo por mucho tiempo.

De esa forma los capitalinos se encontraban a Raúl barriendo las calles, ya sea en las inmediaciones de la esquina de los bancos, en la iglesia del Perpetuo Socorro, cerca del Palacio Nacional, por el lado de la Casa Pellas o en el Estadio Nacional, en donde también se le miraba en los juegos del Boer, su equipo favorito a quien llegaba a apoyar. También acudía al Cuerpo de Bomberos en donde siempre mostró su ambición de llegar a ser un día voluntario de esa institución.

En aquella época era más común que cualquier ciudadano se atreviera a gritarle a otro, a todo pulmón, su apodo o remoquete, a sabiendas de que el otro se la regresaría al doble, ya fuera con su apodo o bien con una mentada de madre con todas las de ley. Ahora es muy difícil que ocurran estas familiaridades, cualquiera sabe que a la menor provocación, le puede salir la venada careta, así que optan por seguir los sabios consejos de Benito Juárez de que el respeto al derecho ajeno es la paz y la conservación de las muelas. Así pues en esos tiempos era muy frecuente que cualquiera le gritara a Raúl: Peyeyeque, a lo que él le respondía con los más gloriosos epítetos hacia su respectiva progenitora. Así mismo, Peyeyeque era muy dicharachero y empleaba sus retahílas muy oportunamente.

A comienzos de la década de los sesenta, ocurrió el robo de una manguera y como dicen por ahí, al perro más flaco se le pegan las pulgas y el pobre Raúl de pronto se vio acusado anta la Policía Nacional de haberse robado el implemento. Cuando le tocó comparecer ante la autoridad y habiéndosele leído los cargos de los cuales se le acusaba, Raúl no vaciló en descargarle la más amarga de sus retahílas, agregando sustantivos que según el barrendero constituían verdaderos insultos: conservador, cachureco, matamama, comunista. Al final del proceso, no se encontraron las evidencias del robo de la manguera, sin embargo, por irrespeto a la autoridad fue condenado a barrer las calles, que era una de las penas comunes en ese tiempo, a lo que Raúl con una carcajada contestó: Vos si que ya me joyiste, no joyás, si ese es mi fueyte baboso.

El caso se hizo famoso en toda Managua, a tal punto que el cantante y compositor Humberto “El Gato” Aguilar, compuso “La manguera de Peyeyeque” en donde narra este famoso episodio. La citada canción fue grabada por el célebre Trío Xolotlán que dirigía el gran músico Carlos Adán Berríos, acompañado de Tomás Urroz y de Humberto Goussen, habiendo logrado que el tema se convirtiera en un éxito a nivel nacional y convirtiendo en un verdadero ícono de la ciudad capital a Raúl Cruz Martínez “Peyeyeque”.

El problema es que el Gato Aguilar, autor de “La carreta nahua” y “El Sorbetero”, también cayó en el mismo error que los cronistas al catalogar a Raúl como orate, iniciando su canción de la siguiente manera: “Hay un loco popular, que trabaja con la escoba, cuando quiere vacilar, una manguera se roba”.

Algunos cronistas aseguran que Raúl entabló una demanda por la utilización de su nombre y su apodo en la canción, sin su consentimiento, sin especificar a quiénes demandó, si a la empresa disquera, al Trío Xolotlán o a Humberto “El Gato” Aguilar; el caso es que según estos, Peyeyeque ganó la demanda logrando una indemnización. Tal vez pueda haber algo de cierto en lo anterior y esto confirma que Raúl podría hablar mal pero no tenía ni un pelo de tonto, además que según algunos historiadores, un hermano de él era abogado. Lo cierto es que Raúl después de vivir mucho tiempo en el Barrio San Antonio, llegó a comprarse una casa en el barrio Monseñor Lezcano, específicamente de la Estatua unas cuadras hacia el oeste, cerca de la Iglesia Evangélica El Calvario. Después de vivir algunos años en ese lugar, vendió la casa para trasladarse a Ciudad Jardín, en donde pasó sus últimos días.

Por muchos años, la anécdota de Peyeyeque estuvo vigente en la vida de los nicaragüenses y no era extraño escuchar cuando alguien deseaba expresar su especialidad en algún oficio o destreza: Si ese es mi fueyte. También en términos generales la figura de Peyeyeque vino a representar una versión moderna, aunque sin la extrema profundidad de El Guegüense.


En estas fechas, ya casi no se recuerda a Raúl Peyeyeque, salvo los sobrevivientes de la vieja Managua. También desapareció aquella ligereza en clasificar a los caracteres de las personas, pues tienden a ser más selectivas y no a cualquiera lo tachan de loco, más bien tratan de llevarlos por los suaves caminos de lo políticamente correcto y encontramos a bipolares, propensos a la depresión, soñadores bolivarianos, no como antes que bastaba un poco para que a alguien le pasara lo que a Javier Solís: Y me llaman el loco, porque el mundo es así.