sábado, 14 de abril de 2018

ROBERTO DE LA SELVA - EL ARTISTA NICARAGÜENSE-MEXICANO



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ROBERTO DE LA SELVA
EL ECO NACIONAL, LEÓN, 1922

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Liminar - Por: Eduardo Pérez-Valle h. Director/Editor del Blogspot:

Roberto de la Selva es otro nicaragüense cuyos méritos le permiten permanecer en las páginas inextinguibles del arte latinoamericano En nuestro país, el legado de este artista fue rememorado en 2016; de él se ocupó el artículo periodístico del escritor Jorge Eduardo Arellano: “Roberto de la Selva y su filosofía del arte”; y por otra parte, lo hizo Letzira Sevilla Bolaños bajo el título: “Roberto de la Selva en el Saint Antonio Museum of Art”.

Ambos artículos fueron concitados por la exposición de una inestimable muestra de obras de arte, principalmente esculturas hechas por este artista nicaragüense que vivió la mayor parte de su vida en México. El evento tuvo lugar en el Museo de Arte de San Antonio, Texas, el Catálogo fue titulado: “Piezas en madera del arte mexicano moderno” (Modern mexican masterpieces in Wood).

Al respecto, Arellano anotó:

“La estadounidense Rebecca Kaye glosó y divulgó el primer aporte teórico en otro ensayo: “The Art Philosphy of Roberto de la Selva”, inserto en el folleto: A Primitive Aztec Handicraft Raised to the Category of a Major Art (Una artesanía primitiva azteca elevada a categoría de arte mayor), editado en 1937 por el Centro de Estudios Pedagógicos e Hispanoamericanos de México.” 

En realidad las primeras noticias y el contenido del primer aporte crítico de la estadounidense Kaye, fueron publicados en El Universal, México, D.F., junio13 de 1937; y fue reproducido en Agosto de ese mismo año en la revista "Repertorio Americano: Semanario de Cultura Hispánica", publicada en San José, Costa Rica. La publicación de Rebeca Kay fue intitulada: "El mexicanismo de Roberto de la Selva".

Otra semblanza vinculada al éxito de Roberto de la Selva, además, poco divulgada, es: “Nicaragüenses que triunfan: Escultor Nicaragüense en Nueva York”. Apareció en “Azul”: Revista Literaria mensual, editada en León, Nicaragua, Septiembre de 1946.

“Raquel Tibol, fallecida el 22 de febrero de 2015, en México; nombrada por la prensa como Decana de la Crítica de Arte Latinoamericana, con los siguientes párrafos abordó el derrotero de Roberto de la Selva: “Arellano señala como el primer artista moderno de Nicaragua al tallista Roberto de la Selva (hermano del poeta Salomón y del político Rogelio), formado en México en la Academia de San Carlos en los años de inicio del muralismo Interesado en la talla indígena, pasó temporadas en Apizaco y Tehuantepec. 

Le atrajo el cubismo (posible contagio de su amigo Diego Rivera), pero debió vivir de la talla de motivos aztecas y mayas que tuvieron gran demanda y le permitieron pasar una temporada en Nueva York En México tuvo varias exposiciones bajo el patrocinio de la Universidad Nacional y la Secretaría de Educación Pública Roberto de la Selva adquirió la nacionalidad mexicana en 1933, seguramente para rubricar su plena identificación con el nacionalismo revolucionario del renacimiento mexicano Su esfuerzo de captación de la vida mexicana en tallas policromadas fue más allá de lo pintoresco, pues logró expresar lo cotidiano en su esencia Tuvo influencias de Rivera, pero la técnica diferente marcó su personal aportación, que hoy deberíamos ver como un antecedente de la esculto-pintura, denominación dada por Siqueiros y aceptada por Rivera para los relieves policromados”.

El catálogo publicado por el Saint Antonio Museum of Art, incluye magníficas e interesantes ilustraciones de las tallas policromadas, no obstante, hay otras obras poco conocidas, las cuales irán en aumento según logremos sumergirnos en nuestros libros  y documentos de viejo. Muchos artículos literarios publicados en abundantes números de la revista “Repertorio Americano: Semanario de Cultura Hispánica”, fueron ilustrados con obras de Roberto de la Selva.

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TEHUANAS - 1937
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EL MEXICANISMO DE ROBERTO DE LA SELVA


Por Rebeca Kaye*

        
Roberto de la Selva nació en León, Nicaragua, hace arriba de treinta años, de ascendencia española, inglesa e india, y es hermano menor de Salomón de la Selva, el poeta. Muy joven aún, en protesta contra la ocupación militar de su patria por nación extranjera, Roberto de la Selva emigró de Nicaragua a México, donde ha vivido desde entonces. Es en México donde Roberto estudió arte, donde descubrió y abrazó su vocación definitiva, donde ha desarrollado su capacidad a un grado de logro que ya le ha establecido una envidiable reputación internacional. Debe considerársele como artista mexicano.


EL BAÑO - 1937
         Ello es lo más natural. Entre México y Nicaragua ha habido desde tiempo inmemorial los nexos más estrechos. Toltecas y aztecas en diversas migraciones se establecieron en Nicaragua mucho antes de arribar los españoles a América, y fundaron allí, en valles como el de Subtiava (sic), y en márgenes de lagos reminiscentes  de Anáhuac, reinos florecientes donde se adoraba a dioses mexicanos y se cultivaban artes de México. Y nicaragüenses, también con prioridad al descubrimiento de América, se dice que emigraron al norte  y fundaron lo que hoy es Chiapas, en México, un reinado que los conquistadores nunca pudieron sojuzgar y gobernar. Más recientemente, México y Nicaragua se han visto ligados en la lucha contra el imperialismo norteamericano que resultó en la guerra de Sandino. Estas vicisitudes obligaron a los De la Selva a desterrarse, México fue para ellos natural refugio. Aquí Roberto no tenía por qué sentir las penas del destierro –el pan amargo, las escaleras empinadas, de que habla Dante. El descubrimiento de sí mismo como artista, fue para él como un segundo nacimiento. Como artista tiene todo derecho a que se le juzgue nacido y criado en México.

CATÁLOGO DE 19

         En justicia se podría reclamar más en su favor. No es exagerado decir que quizá él sea el más genuinamente mexicano de las principales figuras del renacimiento artístico que ha atraído tanta atención hacia ese país. Rivera, O᾽Higgins y los Greenwood, para mencionar sólo a quienes han obtenido mayor renombre, llevaron al arte mexicano técnicas europeas y orientales y han buscado en México, no las raíces de su arte, sino más bien colorido local, entusiasmo ambiente, modelos nativos. Fue Charlot quien le enseñó a Rivera y  a los demás a pintar al fresco buono. Otros artistas mexicanos, notablemente Rufino Tamayo y Federico Cantú, han tenido bastante con el entusiasmo solo, y tienen fijos los ojos en París por lo que toca a los demás, y  en Picasso y Giorgio de Chirico. Roberto de la Selva, en cambio, ha surgido de lo que es más indígena, ha tomado el arte muy humilde y muy menorde los indios de Apizaco, y habiendo dominado sus métodos rudimentarios de tallar y policromar la madera, ha producido evolucionariamente una expresión más alta y un contenido más pleno. Los bastones de Apizaco es fácil ver que se derivan de los bastones tallados  y policromados, símbolo de autoridad, de días precolombinos, de los cuales hay algunos ejemplares en el Museo Nacional de México. Así es que De la Selva habla idioma mexicano, por así decirlo, mientras que sus compañeros artistas, si bien tienen bastante que decir sobre México, mucho de verdadera importancia, lo hacen, empero, en un idioma, una técnica que nada tiene de mexicano, sino que es una excelente continuación de arte europeo y oriental o una combinación de ambos éstos.



El Presidente Cárdenas dando tierras alos
campesinos para cumplir con el Plan Nacional 
         En cierto modo la mayoría de los artistas de México aún consideran a ese país como colonial, teniéndolo por independiente sólo De la Selva –Gaugin, por más que pintara en Tahití paisajes y figuras tahitianas, no dejó de ser un francés cabal; y por más que haya pintado indios con admirable simpatía. Diego Rivera es igualmente un europeo, quizás más italianizante que francés, habiendo estudiado, habiéndose desarrollado y habiendo vivido la mayor parte de sus años formativos en Europa. El más fervoroso y el más erudito elogiador mexicano de Rivera, el profesor Samuel Ramos, encuentra que al pintar vegetación tropical, “el estilo de Diego Rivera recuerda al de los “paisajes mexicanos” de Rousseau el Aduanero”, y atestigua con admiración, que si bien México abundaba en tradiciones artísticas, Rivera no siguió ninguna de ellas siendo en efecto un individuo del grupo cubista que encabezó en Europa Picasso, que en sí mismo halló su propia realización. Todo lo contrario es el caso de De la Selva, pues sigue una tradición completamente mexicana, en la que ha trabajado con un cariño jamás desfalleciente desde hace ya una década, y  a la que ha llevado ya a un eminente plano de excelencia, fundando una escuela con numerosos adherentes. Casi no hay tienda donde se vendan cosas de arte en México, que no exhiba trabajos de los imitadores de De la Selva.

         En el folleto del profesor Ramos, sobre Diego Rivera, que se ha citado arriba, publicado en México  en 1935, se asevera que, “fuera de la ciudad de México, por todo el país, las artes indígenas se practican con fines industriales, bajo procedimientos estancados y  con fórmulas que los artesanos repiten casi mecánicamente”. Es este arte, que él halló verdaderamente reducido a bajísimo nivel, lo que De la Selva ha redimido con éxito en sus tallados policromados. Conscientemente ha escogido De la Selva un arte arraigado en México, antes que hacer arte europeo que no más refleja lo mexicano.


ESTAMPA MEXICANA
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LA FILOSOFÍA DEL ARTE, SEGÚN ROBERTO DE LA SELVA

         En una importante serie de artículos que desde el año pasado ha venido publicando Roberto de la Selva, sobre el tema general de El Arte en México, este artista ha expuesto una novedosa filosofía. Abomina rotundamente de la teoría platónica del arte como producto de la inspiración, y  enuncia, más en consonancia con la conciencia moderna, que el arte es función fisiológica mediante la cual se manifiesta el temperamento del individuo. “El impulso artístico, la iniciativa creadora” –declara De la Selva— es un rasgo humano normal. Pero la vida condiciona y limita al hombre; y  como la vida es lucha constante, este hecho obliga al hombre, en el acto de crear, a tomar una de tres únicas actitudes, no siéndole posible ninguna otra actitud; a saber, una actitud de defensa, una actitud de agresión, o una actitud de fuga. Y si bien –sigue diciendo— puede el individuo asumir ora una, ora otra de estas actitudes, una de ellas predominará en él y le dará carácter definido”. Sobre esta base De la Selva ha postulado tres categorías de arte que él llama La Espada como símbolo de la agresividad, El Escudo como encarnación de la actitud de defensa, y La Cueva de Latmos significativa de escapatoria de la lucha que es la vida. “Haga lo que hiciere –afirma De la Selva— el hombre no hace más que asestar golpes, o pararlos, o huir de la golpiza que es la vida. Considérese que el puñal no es más que una espada diminuta, que la bala no es sino punta de espada cuya larga hoja es invisible fuerza en vez de acero, y que un gesto, o una palabra, pueden ser más potentes que bala o que lanza. Considérese que la ropa que vestimos es en efecto escudo, que escudos son las casas en que vivimos, escudo las ciudades, escudo el vientre de la madre, y su regazo, y la inevitable sepultura. Y considérese finalmente que cuanto no es ni espada ni escudo, se ha salido como por sortilegio del círculo y no tiene calidad de vida, la ha negado y rechazado Situado en el corazón mismo del vivir como en medio de batalla reñida, el hombre por fuerza tiene que blandir arma, o alzar escudo o poner pies en polvorosa. De lo contrario, no vive no responde ni reacciona a la vida”.

"AVANZADA". Talla en Madera. Roberto de la Selva.
         “Las categorías que yo he sido el primero en enunciar” –dice De la Selva (aunque personalmente ha declarado que redacta conclusiones a que ha llegado en conversaciones con su hermano Salomón)— “se hallarán en todo Arte, con meridiana claridad en la literatura. La obra de Homero es paladinamente un escudo glorioso, semejante al de Aquiles que el mismo Homero describe, donde, sobre siete espesores de cuero de res, Hefaestos forjó placa de bronce adornada con escenas de la vida de los griegos y con figuras de dioses y de héroes hechas en oro y plata. Detrás de tan invulnerable escudo Homero conquistó la vida tan por completo, que lo que es a él, podremos vislumbrarlo siquiera. Así también es la obra de Shakespeare, escudo, pero diseñado como el de Perseo para alcanzar victoria sobre la Gorgona, escudo hecho con superficie de espejo: quien a él se acerque se verá reflejado, pero a Shakespeare no lo verá, tan bien escudado está el poeta por el perfecto escudo que se forjó. Muy distinta es la obra de Eurípides, la de Erasmo, la de Voltaire, la de Ibsen, todos quienes dieron potentes mandobles con espadas filosas de gran peso y jamás romas. Bajo esta categoría cortante y punzante, debemos colocar también el Sermón de la Montaña de Jesús, y los escritos combativos de Lenin. Recordemos que Jesús mismo declaró que no traía paz sino espada. Se conocía bien, como se conoce bien a sí mismo todo verdadero hacedor. Finalmente, recordemos la antigua fábula del amor que la Luna le tuvo a Endimión,  amor tan celoso que la diosa no podía tolerar que el joven respirase, ni en el recuerdo, un ambiente que no fuese todo de ella; por lo que lo raptó y lo escondió en cierta cueva en Latmos, donde le abandonaron memoria de toda cosa y  la conciencia de la vida. Esta cueva latmiana es el tercer arquetipo de Arte que tantos buscan, y que logró tan rotundamente Edgar Allan Poe, en lo mejor de su obra donde en efecto se respira un aire “fuera del Tiempo  y fuera del Espacio”, como él mismo asevera. Los líricos son con frecuencia de este tipo, mientras que los trágicos suelen ser agresivos y los épicos defensivos. Y  es así como Diego Rivera es épico, Clemente Orozco trágico, Fermín Revueltas lírico”.

AGRICULTORES PRECORTESANOS
Talla en Caobo Blanco
Roberto de la Selva
Repertorio Americano, San José Costa Rica
         De conformidad con su propia clasificación, la obra de De la Selva resulta lírica en cuanto a expresión, y escudo en cuanto a categoría. Expresa escenas de la vida mexicana, especialmente de la vida del indio, con gran vivacidad, en una manera que es carne y sangre de canción. No hay agresividad en los tallados de De la Selva, sino la representación amorosa y fiel del indio que trabaja, que descansa, que se rebela; que va por los caminos llevando enormes cargas primitivas, que concurre a los mercados donde exhibe su colorida mercancía, sus sabrosas frutas; que en los campos siembra o recoge; que en su hogar trabaja o se solaza, enamora o cría, episodios de cotidiana repetición elevados a planos de significación merced al don inefable del artista: y lo que no es corriente de todos los días, también nos lo reproduce. De la Selva: el indio en sus danzas, levantado en armas, zapatista de anchos sombreros y rifle en mano, seguidos de la soldadera camino a juntarse con su “jefe”, y descansando entre asaltos, o llorando al paladín caído. Todos los tallados policromados de De la Selva en conjunto, son una revelación de los indígenas de México hecha en forma que el artista no cometa intrusión, pues no hay en De la Selva ni un ápice de la egolatría de Diego Rivera, que condujo al gran muralista a retratarse vestido de Cura Morelos en los frescos del Embajador Morrow en Cuernavaca.





FIESTA DE SANTA ANITA
         La inferioridad de los imitadores de De la Selva es evidente para cuantos hayan comparado lo que hacen con su obra. Pero De la Selva, a pesar de esto, se presenta en los artículos que comento como fiero denunciador del “individualismo”. Detesta todo arte cuyo mayor esfuerzo tienda a la originalidad. Su empeño es a favor de un Arte, según él lo manifiesta, que de veras sea social; es decir, no sólo al alcance de toda fortuna, por modesta que sea, sino en el que todos tengan parte creadora. Busca una técnica tan sencilla que no requiere una habilidad demasiado extraordinaria, y  que sea a la vez suficiente para expresar con adecuada claridad cualquier mensaje o idea, cualquier emoción. Un arte así, manifiesta De la Selva, forzosamente caerá bajo la categoría que predomine en una comunidad dada en el período de su creación,  ya que biológicamente la comunidad de ambiente, de herencia,  y de nivel y de modos de vida, producirá unanimidad de temperamento, producción pareja, quedan eliminado así el artista que se proponga ser un individuo aparte, y dejará de producirse todo ese Arte que el egoísmo ha hallado medios de colocar fuera del alcance de todos excepto de las clases privilegiadas.


VENDEDORA DE FLORES
         Durante los últimos tres años viene creciendo el interés que ha despertado la obra de De la Selva, tanto fuera de México como en México. Su exposición en 1934, en la ciudad de México, con que se inauguró la Sala de Exposiciones del suntuoso Palacio de Bellas Artes, fue una revelación para las multitudes que fueron a admirar el trabajo de este artista. Luego llegó a De la Selva invitación de pate del Museo Roerich para la exposición que cautivó a Nueva York en diciembre del 34 y todo enero del 35. En este último año expuso también en diversas ciudades de Estados Unidos y en Panamá. Recientemente ha sido invitado para presentarse en público en París, Londres y Barcelona. Dándole al mundo una jubilosa y fiel visión de México, este artista le brinda hermoso don de gratitud a la nación que le dio refugio en días para él aciagos.

Con R. de la Selva. Tapachula 87. México, D.F.

* Miembro del Comité de Exposiciones de Arte del Civic Club de Nueva York

= De El Universal. México, D. F., junio 13 de 1937  =

Reproducido en Repertorio Americano. Semanario de Cultura Hispánica. Tomo XXXIV. San José, Costa Rica. Sábado 14 de Agosto de 1937. No. 6. Año XIX – No. 814. Págs. 89 – 90.


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Nicaragüenses que triunfan

Escultor Nicaragüense en Nueva York

         Cuanto nos complacen los triunfos de los nicaragüenses esforzados, tenaces, con alma y con talento.

         El gran rotativo español 'La Prensa' de Nueva York, fecha 8 de enero nos trae la grata nueva siguiente, al pie de un fotograbado del busto que aparece en esta página: “Hermoso busto del panida nicaragüense Rubén Darío, 'el padre de la poesía hispanoamericana', soberbia obra esculpida en madera por el joven y notable artista nicaragüense don Roberto de la Selva, que ha sido adquirida por el periodista argentino don Jorge Mitre, director de “La Nación” de Buenos Aires, para ser colocada en la biblioteca de aquel prestigioso rotativo, cuya casa albergó por muchos años al genialísimo e inspirado poeta, y en cuyas páginas publicara muchos de sus preciosos poemas y artículos de elevado valor literario.”

         Roberto de la Selva se marchó hace cinco años a México. Era entonces sólo poeta. Llevaba su espíritu artístico. Contempló unas esculturas y sintió, de súbito, arder en él la llama de la vocación.

         Y se inscribió en la Academia de Bellas Artes, como alumno. Su primer maestro fue el gran escultor azteca, Ignacio Asúnsolo. Pocos meses después, en la primera exposición libre de la Academia, De la Selva presentó varias esculturas cubistas que atrajeron imperativamente, por su novedad atrevida, la atención de la crítica.

         Luego se dedicó también a la escultura en madera, y en esta revista publicamos hace un año fotograbados de bustos modelados por él en yeso y madera.

         Ahora, nos llega la noticia de que está en Nueva York, y que triunfa.

         El señor Mitre, en su reciente visita a Nueva York, al ver el busto, exclamó: ¡Es Rubén!

         Y De la Selva se lo obsequió. Al día siguiente don Jorge Mitre le envió un cheque: mil dólares.

Pie de foto:

Don José Mitre, director de “La Nación” de Buenos Aires, con el escultor De la Selva.

Busto de Rubén Darío, en madera, hecho por el escultor nicaragüense Roberto de la Selva.

ARTISTA, HAY QUE PINTAR…

POR: ROBERTO SELVA

                                      Artista, hay que pintar.
                                      Pintar la melancolía
                                      que tiene ganas de llorar
                                      y de gritar noche y día.

                                      Ponte con tu paleta
                                      en asechanza del Alba,
                                      píntala con la violeta,
                                      y la liana y la malva;

                                      pinta las cosas viejas,
                                      todo lo puede pintar;
                                      caras exangües, bermejas
                                      o con gestos de pesar;

                                      una visión de Antonio,
                                      un verso de Garcilaso,
                                      la lujuria del Demonio,
                                      y el horror del Ocaso;

                                      el Paraíso de Adán,
                                      con la serpiente enroscada;
                                      ó al Divinísimo Pan
                                      en una selva sagrada;

                                      ó del olímpico deseo
                                      con la furia caprípeda,
                                      y el amor de Orfeo
                                      y la hermosura de Leda

                                      Y ponte a soñar, pintor;
                                      ponte a pintar ilusión:
                                      mira que te mira Dios
                                      desde una cumbre de Sión;

                                      ó has como Rusiñol
                                      el paisaje de los Pinos:
                                      de aquellos que baña el sol
                                      en sitios matagalpinos…

                                      Artista, hay que pintar.
                                      Pinta la melancolía
                                      que tiene ganas de llorar
                                      y de gritar noche y día.
                                      Y pinta, para mí, los ojos
                                      los de la inefable Calma:
                                      de ellos tienen antojos
                                      las saudades de mi alma…!




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Publicado en “Azul”. Revista Literaria mensual. Año I. No. 4. León, Nicaragua, C.A. Septiembre de 1946. Director: J. Ramón Pineda. Redactores: Hernán Zelaya R. Henri y Roberto Debayle. Octavio Quintana González. Impreso: Tipografía G. Alaniz.



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