Rubenianas
EL CORREO DE LA
TARDE, DIARIO QUE DIRIGIÓ DARÍO EN GUATEMALA. En: El Centroamericano, 15 de Enero de 1967.
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Cuando Darío vio a Guatemala en 1890, se entrevistó con el
presidente de la República general Manuel Lisandro Barillas, y éste lo dirigió
hacia el ministro Anguiano, el doctor Salazar, “literato notable, de educación
alemana”, dice Darío en sus apuntes autobiográficos; agrega: “De mí entrevista
con el ministro de relaciones exteriores y con el de hacienda, resultó que por
disposición presidencial se me hizo como en San Salvador, director y
propietario de un diario de carácter semioficial.
“A los pocos días salía el primer número de El Correo de la
Tarde. Tenía varios colaboradores literatos para mi periódico, entre los cuales
un jovencito de ojos brillantes y cara sensual, dorada de sol de trópico, que
hizo entonces sus primeras armas. Se llamaba Enrique Gómez Carrillo. Otro joven
José Tible Machado, que escribía páginas a los Bourget, el Bourget bueno de entonces,
y que después sería conocido diplomático y actualmente redactor de Le Gaulosi,
de Paría, y otros”.
Pocos días después de aparecer el diario –según Darío— el
favor de la generalidad, en parte explicable porque “el público guatemalteco,
gracias al Diario de Centro-América, está acostumbrado ya a esotra (sic)
necesidad cotidiana el diario. Su curiosidad quiere ser alimentada au jour le jour, de diversas maneras; y
para ello el periodista tiene que satisfacer todos los gustos, todas las
aficiones, todos, todos los caprichos del enorme cuerpo de innumerables cabezas”.
En vista de que “El Correo de la Tarde” es solicitado cada día más, expresaba
Darío su gratitud y ofrecía corresponder con trabajo.
Aprovechó la ocasión para exponer un programa, a modo de
prospecto: “Son nuestros propósitos servir al país en lo que está al alcance de
nuestras fuerzas. Asimismo lograr ser útiles para este gran caprichoso: el público.
Para lo primero pondremos especial interés en todo aquello que se relaciones
con el progreso y engrandecimiento de la república de Guatemala, en particular,
y de Centro-América en general. Conviene a saber: la agricultura bajo todas sus
fases como rica mina que es de esta fecunda tierra; el comercio, engrandecedor
del capital; la industria, que da fuerza y vida al pueblo. Para el logro de
nuestro objetivo, contamos con la cooperación de conocidos escritores
veteranos, de experiencia, ilustración y vigor.
Y también con la legión nueva: con jóvenes decididos, de
talento y de esperanza, los cuales son para la patria elementos de vida y
promesas de gloria”.
Aspiraba a obtener la aprobación pública; para ello, “El Correo
de la Tarde” debía “interesar tanto al hombre de letras, como al comerciante y
al industrial”, explicar de manera clara
y amena un invento útil”; dar noticias de las novedades artísticas, del
movimiento político, de la producción literaria, de todo el mundo”; tener “su
crónica local detallada e interesante”.
No le importaba confesar que eran imitadores: “imitamos
hasta donde nos permiten los elementos con que contamos, a la gran prensa de
los países cultos”, y para merecer el aprecio del público estaban “dispuestos a
ser esclavos suyos; y éste será, y no otro, el secreto de nuestro triunfo”.
Recordando después este período de su vida, no podía Darío, “rememorar por cuál
motivo dejó de publicar mi diario, y tuve que partir a establecerme en Costa
Rica”.
Y, sobre El Correo de la Tarde, una anécdota poco grata: la
colección completa del diario de Rubén se conservaba en Guatemala por el
bibliógrafo Gilberto Valenzuela, quien en doble estado de pobreza –por ser
honrado e intelectual— se vio en el caso de entregar esa joya bibliográfica al
profesor Edelberto Torres, quien escribía la bibliografía de Darío; por ese
regalo, don Gilberto recibió la suma que necesitaba para medicinas.
Pasado poco tiempo, la colección de El Correo de la Tarde
fue a parar a la Biblioteca del Congreso de Washington, institución que en vía
de desagravio, obsequió a nuestra Universidad de San Carlos una copia
fotostática. Sabemos que ahora Torres obsequió a la Biblioteca del Museo de
Darío todos los papeles que poseía, faltando, naturalmente, la colección de ese
periódico editado en Guatemala.
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