Cuando por fin decidí asomarme a través
de aquel retrovisor de sucesos artísticos, localizados por la divertida
incontinencia verbal de un buen amigo que estuvo dedicado en Nicaragua a la
promoción de espectáculos con famosos cantantes internacionales, nunca he
podido hacerlo sin aprisionar la risa.
En cada relato de aquel personaje, era
imposible separar los rasgos agravados de su rostro encajado en una testa semejante
a un polígono rectangular, de rostro blanquecino y regordete, rematado por una frente
espaciosa disimulada por un abundante pelo lacio y negro, entre los cuales sobresalían
dos ojos centelleantes desdibujados por gruesos lentes.
Esos inquietantes y particulares
episodios que abatían aquella administración artística, podrían llenar cualquier
libreto teatral de comedia. Forman parte de lo inesperado y asombroso del
comportamiento humano, en donde no dejan de surgir actos insospechados que
alteran el orden del protocolo o quebrantan las reglas de la probidad.
La primera plana de la prensa nacional
siempre me permitía anticiparme al telefonazo de este amigo del espectáculo
musical, quien era medio o pariente completo del recordado Víctor de La Traba.
Conversar con él resultaba divertidísimo.
Devoto de San Joaquín y Santa Ana, los santos de los abuelos, porque según
decía, en ellos encomendaba el éxito de cada espectáculo con la esperanza de
lograr asistencia masiva de viejos y de jóvenes.
Siempre apechugado ante cada divertido o
preocupante traspiés, los circunstanciaba con la mención de un conjunto de
reflexiones, la infaltable era: Soy promotor de espectáculos porque aprendí
que la empresa del ideal debe tomarse muy en serio. Aquellas palabras de siempre,
alejadas de la realidad, me movían a más risas.
Eran pláticas endomingadas, en círculo de
amigos. Mientras el tiempo discurría en aquel espacio, siempre escuchábamos las
canciones del invitado internacional al que le había correspondido atender,
antes, durante y después del espectáculo.
Entre aquellos relatos a la llana, había tres
de asombrosa pasmosidad: el primero, relacionado a la permanencia del cantante
puertorriqueño Elmer Figueroa (Chayanne); el otro, al bachatero dominicano que
al pisar Nicaragua por poco no “le llueve café” y por un buen rato quedó “Frío
frío” por no decir congelado, y el tercer chichón le creció al amigo desde el
mismo inicio de un acto protocolario celebrado entre cubanos y nicaragüenses,
en el Auditorio 12 de la UNAN, Managua. Pero, al saber cuántos más tenía
guardados.
Si de algo hemos aprendido en este país
de imprevistos es, que los diecisiete músculos de la lengua no sirven para darle
buen uso, no hay manera de lengüetear tantos entuertos, de los cuales sólo nos
queda reírnos; tanto así que, si en Namibia hubo un hijo de pila bautismal con
el nombre de Adolf Hitler, que en 2020 ganó una elección regional, en la
primera visita a Nicaragua de Juan Luis Guerra, éste quedó atrapado en una
burbuja de asombro cuando supo que el Disco Máster (el disco original) de sus
famoso álbum Burbujas Amor había desparecido del interior de su maletín
personal, colocado en uno de los asientos del microbús en el cual fueron
transportados los integrantes del Grupo
440, desde el aeropuerto al hotel. Era el original del famoso éxito de
Juan Luis Guerra que se estrenó en 1990. Valga decir que un disco máster es la
grabación sonora original de la que se hacen las copias editadas.
Mientras escuchábamos la canción con mi
entrañable amigo confidente, me sustanciaba cómo resolvió aquella catástrofe
que jamás salió a luz pública. Alguien, sin saber la importancia de aquel disco
“extraviado”, con la pecera intentó tocarle la nariz al embajador de la paz y
el amor, alejado de la Guerra.
Según hilvanaba, lo primero fue, no dejar
partir al personal del microbús propiedad del hotel, seguido de ofrecer una
atractiva suma de dinero a quien encontrara o diera aviso sobre el valioso
objeto, y para rematar la situación vergonzosa, propia y ajena, el dinero lo
ofreció Guerra para alcanzar la paz.
Mi amigo, el promotor de espectáculos, puso
un plazo de advertencia para continuar con otras medidas, fue lo primero y
único que se le ocurrió, mientras imploraba y cruzaba dedos para que lo
sucedido no traspasara los linderos de aquel hotel; que no se convirtiese en noticia
mundial. Estaba abatido. Aquello era un total desprestigio. El interior del
transporte fue revisado y no hubo resultados. Juan Luis Guerra, sin más
alternativa que la paciencia, entró al hotel y subió a la habitación en donde
probablemente no concilió el sueño. Nadie se explicaba cómo y en qué momento
había desparecido el inestimable objeto.
Al día siguiente, por la noche, estaba
prevista la presentación del bachatero y su grupo 440. Me preocupaba, --dijo--
que con semejante clavo atravesado podía apagársele el canto o el que iba a
terminar sin voz, era yo.
Yo decidí acelerar aquel relato e inquirí
¿no me digas que te fuiste por la famosa frase de Mafalda?: Lo urgente no
deja tiempo para lo importante.
--¡Nooo! ¡Qué va! — Todo era para ya,
porque aquel desastre me tenía churreteado.
-- Reunió a los del microbús; a los
Botones de equipaje, encargados de transportarlos hasta las habitaciones; a los
porteros de la entrada principal, en fin, a todo el que estuvo en el
entorno. Les hizo saber sobre la recompensa en papel moneda. Todos parecían
estar cubiertos con la máscara del Güegüense.
Después de todo aquello, -- me decía -- siempre
voy a gritar a todo pulmón. ¡Vaya susto el que me llevé! Porque al día
siguiente todo cambió. Me encontraba sentado y abatido, a pocos metros de las
puertas de los ascensores, a la espera de Juan Luis Guerra y los demás
integrantes de la agrupación 440. Divisé al chofer cuando entraba por la puerta
principal del hotel, era un radar, volvía la mirada hacia todos los lados. Apenas
me miró desde el lobby, caminó presuroso hacía mí y en voz alta soltó la
noticia del “milagroso hallazgo”.
--¡Jefazo, no me va a creer! – Apenas
llegué al estacionamiento me dediqué a revisar todos los rincones del microbús,
y entre un asiento y la carrocería encontré un paquete. Sin dejar de hablar, abrió
un bolso de tela que colgaba al hombro y lo extrajo. Yo creo que es el disco, --dijo--,
con una cara de máscara, propia de la comparsa popular chancera del Toro
Venado. Me pidió que lo tomara, lo revisara y le dijera que no estaba equivocado.
Aunque lo afirmado era contrario a la
verdad, lo demás no le importaba al Productor de Espectáculos. No era momento
para discrepancias. Antes que le sobreviniesen más desventuras, decidió correr en
busca del poeta de aquellas metáforas musicalizadas. ¡Un segundo acto de magia
había confirmado que Juan Luis Guerra y 440 estaban en Nicaragua!
Sin faltar a lo acordado y,
correspondiendo a la milagrosa aparición, hubo recompensa para el conductor del
microbús. De por medio no existió un documento justificante que hiciera constar
aquel asombroso final.
Mi amigo, el Promotor de Espectáculos aseguraba que al recordar todo lo vivido, siempre seca sudor de su frente. “Después permanecí atento a las noticias internacionales, a las novedades de Juan Luis Guerra, siempre temí encontrar una nueva composición, musicalización y arreglo titulado Entre lagos y volcanes se me perdió el Demo.
DOS BALDES DE AGUA PARA CHAYANNE
A mitad de la década de los 90, aconteció
la primera presentación de otro famoso cantante internacional. En aquella
época, nuestro país continuaba en un ambiente de los cíclicos conflictos
políticos, por lo general fatigantes para la población en general. La capital,
Managua, era el escenario de los enfrentamientos entre fuerzas policiales y manifestantes.
La escasa infraestructura hotelera pasaba por grandes limitaciones de servicio.
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CHAYANNE NO CANTÓ BAJO LA REGADERA
Siempre con la espalda contra la pared, nuestro
amigo, el obstinado Promotor de Espectáculos, decidió aceptar otro reto, en esa
vez, preparar todo lo concerniente a la presentación de otro famoso cantante, Elmer
Figueroa Arce conocido en el mundo artístico con el nombre de Chayanne.
La mayor parte de los hoteles y pensiones
de Managua, desde aquellos de mala fama, hasta los de cuatro y cinco estrellas,
tenían rentadas todas las habitaciones a turistas, corresponsales de agencias de
prensa, representantes de organismos internacionales, porque durante la semana en
la cual estaba fijada la presentación de Chayanne, además de las protestas
callejeras, acontecería un importante acto gubernamental.
Aquella situación era inenarrable;
entonces, tras previas explicaciones, hubo acuerdo con el cantante para sacarlo
de Managua y alojarlo temporalmente en el Hotel Jinotepe, localizado en la
ciudad de su nombre y cabecera del departamento de Carazo.
Según lo convenido, en ese mismo día entró
la comitiva a la vieja y amplia casona de dos plantas, en donde el Ministerio
de Turismo de Nicaragua administraba el mejor hotel de aquella ciudad. La
llegada estuvo antecedida por una conversación telefónica con el gerente del
hotel, que lo puso sobre aviso del arribo del famoso cantante y las atenciones
requeridas.
Con una enorme sonrisa de satisfacción,
en la creencia de tener todo resuelto, nuestro amigo de inesperadas soluciones para
la Producción de Espectáculos, extendió la mano a Chayanne, quien en señal de
conformidad y agradecimiento la estrechó con fuerza. El nica le dijo al
puertorriqueño que estaría en otro hotel cercano, pero siempre pendiente de
todo. Indicándole que ante cualquier eventualidad el Administrador de Turno del
hotel Jinotepe sabía dónde localizarlo.
Pero, en menos de una hora, la situación
de Chayanne se tornó literal al título de la canción Daría cualquier cosa,
pero no por amor a una mujer sino por conseguir un poco de agua potable para bañarse.
En aquel entonces, la población de Managua y otras ciudades del interior, sufrían
por las interrupciones en el suministro de agua potable y energía eléctrica. Jinotepe
no era la excepción.
Por suerte, el aviso del problema
higiénico llegó antes de que la luz del día se rindiera. El encargado de
limpieza pegaba gritos frente a la casa en donde el Promotor, a pocas cuadras
del hotel había alquilado un cuarto. Una vez explicado el problema y de haberle
confesado que los tanques estaban vacíos, caminaron presurosos rumbo al afamado
hotel para buscar solución y explicarle a Chayanne lo que acontecía.
Mi bien ponderado amigo pidió hablar con
Chayanne, quien pronto estuvo en la planta baja. El asustado y avergonzado
anfitrión, en aquellas disculpas ponía todas sus habilidades, mientras le decía:
en Nicaragua no hay problema sin solución, quien se mete a ese tipo de
empresa, siempre permanece alerta. Dirigiéndose hacia el encargado de la recepción
le preguntó cómo hacían cuando tenían este tipo de problema. Ni corto y sin
cancaneos, el empleado les dijo en voz alta: -- A tres cuadras hacia el Sur,
frente a un árbol de chilamate, vive una señora que suele vender agua por balde.
Con todas las señas indicadas, el
encargado de las habitaciones salió en busca de los baldes. En todo ese tiempo,
Chayanne estuvo atento, sin moverse del mismo lugar. Apenas estuvo de regreso
con los baldes y, para asombro de todos los presentes, el corpulento cantante
avanzó y le pidió los dos recipientes. Con cara de asustado los pasó a manos de
Chayanne, quien volvió la mirada hacia el famoso Productor de Espectáculos y le
dijo: ˗˗
De salida, usted me guía, vamos por el agua ˗˗.
Al
verlo tan resuelto, nadie intentó oponerse. En Jinotepe, Chayanne cargó uno de
los baldes. El otro recipiente regresó en manos del Promotor de agua potable. Cuando
caminaban, algunos jinotepinos lograron identificarlo, sorprendidos, lo
acompañaban con las miradas. La vende agua lo reconoció desde el primer
instante, a tal punto que no cobró. Ese día Chayanne no cantó bajo la regadera,
lo hizo tras cada panada de agua. Este relato también estuvo acompañado con
música ambiental de fondo.
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˗˗ ˗˗ ˗˗ ˗˗ ˗˗ ˗˗ ˗˗
LA GUAJIRA GUANTANAMERA Y EL HIMNO DE CUBA
A la razón calculadora de este Sancho sin Quijote y a la divulgación interesada de sus propósitos, se le sumaban los entusiastas colaboradores subcontratados para cada espectáculo. Aquel día, el reto estaba en empezar y culminar el respaldo técnico de un acto protocolario, entre funcionarios del gobierno de Cuba y Nicaragua, relacionado a la Educación Superior.
El ceremonioso evento
se efectuaría en el Auditorio 12 de la UNAN de Managua. Una ancha
cretona de blanco inmaculado cubría el fondo de aquel local. Esa vez no hubo músico,
compositor y cantante de fama internacional. La responsabilidad del contratado
era exclusiva al sonido y el sonidista. Con respectivas pistas de sonido. El
auditorio estaba lleno de bote en bote, adelante las guayaberas de color
blanco, atrás los invitados especiales, y más atrás, el estudiantado universitario.
Estaba claro que el sonidista tenía largo
recorrido en el oficio, en la transmisión de sonido. Bajo su responsabilidad
estaba cada micrófono, activar y apagar el reproductor de música.
Cada vez que el Maestro de Ceremonia
anunciaba, el sonidista debía proceder conforme al plan trazado. El sonidista
había sido advertido por el Promotor de Espectáculos: -- Empezaremos con el Himno
de Nicaragua y una vez finalizado le das entrada al Himno de Cuba, le dijo.
-- ¿Ya los tienes listos? – ¿Sabes cuál
es el himno de Cuba? --
-- ¡Claro que sí! ¡No se preocupe, todo
lo tengo bajo control! --
A solicitud del Maestro de Ceremonia, los
funcionarios que presidían el acto y todos los asistentes se pusieron de pie.
En ese instante empezó a escucharse el
Himno de Nicaragua. A continuación, el encargado del Protocolo anunció el Himno
de Cuba. El silencio era absoluto.
Era asunto de pocos minutos para que mi
ocurrente amigo sumara otra impensada y súbita turbación. El famoso controlista
de sonido lo volvió a ver y levantó el pulgar; mientras el maestro de ceremonia
repitió: -- a continuación, escucharemos el Himno de la República de Cuba—
Las ondas sonoras bien ecualizadas eran agradables
a los oídos de los presentes, pero, lo inesperado volvió a suceder, en el
auditorio empezó a escucharse:
Guantanamera
Guajira
Guantanamera
Yo soy un
hombre sincero
De donde crecen las palmas
Aquel día hubo ojos sobresaltados y disimuladas risas placenteras. Mientras continuó la Guajira Guantanamera, nadie abandonó la posición de firme. Ese día se escucharon tres composiciones… los Himnos de cada país, y el Himno del Sonidista. ¡Así es Nicaragua!
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