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END recorre la tienda de un anticuario
Antigüedades "La Botija"
Un reloj de bolsillo Hamilton, una victrola de 1903 con megáfono en flor, que suena un vals italiano, una pintura en vidrio de 1931, la cama donde durmieron parejas de toro siglo: todo forma un mundo que no quiere ser sepultado por el olvido. O mejor, por la comodidad de apretar un botón y accionar el rayo láser.
Lilibeth Morales hace sonar una victrola de consola. Ahí escuchará a Víctor M. Leiva con sus primeras grabaciones. (Molina).
El anticuario Eduardo Pérez-Valle disfruta de este mundo aparte, sumergido casi en una pompa de jabón Camay. Aquí, en el Centro Cultural Managua, hay una parte de la Managua vieja, en fotos postales, en imágenes que tratan de alimentar la vacía memoria de las nuevas generaciones.
¿Se imagina usted mirar a un grupo de bañistas disfrutando de las playas de Poneloya, pero allá cuando la historia no sabía nada de Sandino, en 1922?
Aún en esos tiempos, había su gente que buscaba con desesperación el mar aprovechando la Semana Santa, aunque dicen que antes ni siquiera se podía escupir.
En el álbum de la historia no contada nos asomamos al Xolotlán, a lo que era entonces el parque Rubén Darío, a los viajes en el tren, muerto en los 90 por pura desidia oficial; y rostros, rostros de comienzos del siglo, sobrios, difíciles, como si supieran, en el inmortal instante en que fueron registrado por el obturador, que iban a ser posteriormente exhibidos en estas tiendas de la eternidad.
Tienda de eternidades
Esta victrola tiene de sonar nada menos que un siglo. Y la música surge nítida de su parlante en flor. Pero la tienda de antigüedades de don Eduardo Pérez Valle y Lilibeth Morales también tiene camas (de bronce) donde durmieron parejas del siglo pasado, y otros objetos que desafían al tiempo.
Poco a poco, esa moda de adquirir un fonógrafo con los discos de Juan Pulido y su orquesta argentina que toca Besos y Cerezas, un fox trot, crece. La tente parece no conformarse con los Discos Compactos: desea tener esos discos realmente duros, casi irrompibles y a prueba de fechas.
En un hermoso mueble de la época, está una riquísima colección de los primeros acetatos que la Víctor Talkin Machine lanzara al mundo. Miren ustedes por ejemplo a José Baros con su ¿Qu trajo Pachita?; el Rigoletto: É il sol dellʼ anima duetto Duca e Gilta, atto 1 (de Verdi), grabado nada menos tres años después que arrancara el más raro y peligroso de todos los siglos, exactamente el 22 de septiembre.
Buscando y buscando en los rescoldos del tiempo, hallamos al “Otello Brindisi” con la Orchestra de Ernesto Badini, y claro, entre los pioneros de la música grabada nos encontramos con don Víctor M. Leiva y su canción “Cara de León”, tocada por José Robleto y su Trío Pinolero.
LOS COMPACTOS DE LOS AÑOS 20
Hay otra composición, “Noche de verano”, con Champú Musical. Es interesante notar detalles como al que los discos “Columbia” son discos con un nuevo procedimiento eléctrico vivo-tonal, que representan la más alta realización en la fabricación de discos, estando completamente libres de ruidos de superficie. Estos son os únicos discos sin ruidos”. Así afirma la compañía.
En la casa del anticuario vemos un retrato de don José Esteban González, hecho el 16 de diciembre de 1931, otras fotos de 1925, y un reclinatorio que Lilibeth Morales Montiel muestra como una de las piezas de gran valor.
Según Lilibeth, su tienda es la única especializada en antigüedades, pero el trabajo no es estrictamente lucrativo.
Eduardo Pérez Valle dice que una vez alguien llegó a ofrecer 600 dólares por una victrola, pero él le dijo que mejor buscar un equipo de sonido con Disco Compacto. Realmente hay que valorar ese invento del perrito asomándose al megáfono.
En estos tiempos de hacer cualquier cosa mediante un botón, resulta muy raro ver uno de estos aparatos. Usted tiene que darle 16 vueltas a la manigueta para que suene un disco de unos cuatro o cinco minutos. Sin duda, para animar una fiesta, el encargado debe calentar como un lanzador.
Los que se dedican a este tipo de negocio secular tienen que tiempo al tiempo: revelar el inventario, ingeniárselas para tener a disposición piezas realmente de colección como los relojes de leontina que Sacasa regalaba a los gerentes del Ferrocarril del Pacífico de Nicaragua.
Aquí se encuentran además pinturas religiosas, imágenes, monedas y muebles con un acabado que ya es imposible lograrlo en esta época.
Se ha perdido el arte del tallador, lamenta Eduardo. La estirpe de los maestros de la madera parece que se extinguió con el tiempo.
Sobre las imágenes, Eduardo dice que hay que actuar con sumo cuidado. Se debe conocer qué imagen es para los milagros y cuáles para la venta.
Si a usted alguien le llega a vender una estatuilla de más de 45 centímetros ni siquiera se acerque en broma. Estas son de iglesia y usted podría verse en problemas, no con el Cielo, sino con la policía.
Experto en esto de saber seleccionar al santo, Eduardo cuenta con imágenes el siglo XVIII, pero parece que no le atrae nada relacionado con la iconografía: prefiere, mejor, candelabros de plata de Granada del siglo XVII o monedas de esos años.
De una vitrina saca una monedad de Felipe V, acuñada en 1734. Pero si puede negociar algún objeto español, se detiene cuando se trata de la cerámica prehispánica. “Estoy contra eso”, le oirá usted decir.
Lilibeth y Eduardo hicieron suyas estas palabras con música de lema: Lo antiguo es bello. Y se sienten rodeados de lo que el calendario les dejó.
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