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Managua, 2 de agosto de 1968
Dr. Fernando Silva
Su Consultorio Managua, D.N.
Querido Fernando:
No pude asistir a la lectura de tu trabajo de incorporación a la Academia Nicaragüense de la Lengua, y he tenido que conformarme con leerlo en Revista Conservadora. No es lo mismo Fernando escrito, que Fernando con el ojo salido, la boca dibujando picardías, la risa, el gesto y el chiflido, y las manos inventando palabras nuevas. Un pájaro dibujado sigue siendo bello pero le falta vuelo y pierde altura. Un escrito sobre nuestra habla, es simple partitura de una música que sólo tú sabes orquestar.
Te escribo porque me has dejado con las ganas de agregar cuatro cosas. Como nica que soy, me gusta opinar, pero tú sabes que lo hago sin presunción porque en esto de la Lengua no llego ni a tartamudo.
Como no pretendías agotar el tema has dejado muchas cosas en el tintero que hay que rescatar. Palabras tan exactas como “pepenar” que consigna todo un proceso de recoger algo del suelo, uno a uno y selectivamente, tan insubstituibles como “machiote” simpáticas como “cañambuco” sonoras como “chiclán”, onomatopéyicas como “jayán” y “bayunco” cuya sola pronunciación es ya grosera. “Chirizo” (pronúnciese poniéndose tieso cuatro dedos de la mano y escondiendo el pulgar) “chonela” (acercando el índice y el pulgar encorvardos) “chinchinear” (sangoloteándose y “cachipuco” cuya pronunciación obliga a ídem, inflando los cachetes. Y muchas otras: Tureca, buchaca, nizayo, motete, soropeta, sisimico, melenca, jipato, nizte, garapacho, chintano, bongo y poronga. Palabras de infinito significado, como tiliche, calache, chereque, virote y chunche. Palabras sonorísimas como cambalache, mucho más sugestiva que “trueque”. Me limito a señalar las más bellas. Como sabes, sólo de lengua náhuatl hemos encontrado más de 400 voces en el habla nicaragüense y no se trata aquí de hacer un diccionario.
Veo que citas “íngrimo”. Me dicen que es una palabra portuguesa. Cualquiera que sea su origen tiene gran afinidad con lágrima. In-grimo: con la grima por dentro. (Grime, en inglés). Lágrima: con la grima por fuera. El íngrimo está triste pero no llora.
Hay dos expresiones preciosas y muy nicaragüenses que han escapado a nuestros lexicólogos. La primera es “Tener cabida” (Tené cabida, niñó, ya no te aguanto!). La segunda tener “proporción”. El niño no tiene cabida, porque no cabe en sí de gozo, de alegría. Como no cabe se desborda. Como la patria es chica, el nica que nunca tiene cabida, emigra siempre. “Tener proporción” o “ser gente de proporción” es algo así como ser gente de posición, pero el término proporción es más exacto. Por un lado sugiere estatura. Por otro el ser comedido y hasta ecuánime.
Siguiendo el orden de tu exposición agrego a tu lista de apodos los siguientes: LA CHEPA GARROTE, LA CHICHA ʻE PIÑA, LA COTA BAYUNCA, LA PUÑO ʻE SAL, LA PESCADO SECO Y LA COCOROCA. Las primeras fueron heroínas de la revolución liberal, las siguientes tuvieron una historia menos gloriosa. Si tuvieron otros nombres, nadie lo sabe.
Entre los nombres de cantinas olvidaste: Mi Oficina, Panchito Melodía, Juan Trompe-chancho y Chico-Picacerote. Y al entrar en el tema alcohólico te vuelves olvidadizo para presumir de abstemio. Tengo mucho que agregar.
Observamos por ejemplo que el nombre
del trago varía según el número. Uno puede echarse Un coriloxis, tomar UNOS
Bolillazos, o echarse sus buenos chimiscoles. Y como es natural, del número de
tragos depende que uno se ponga alegrón, a media hasta, cecereque, o hasta el
virote, hasta la cincha, hasta el culeco, hasta la samagolleta, o hasta “donde
dice Collins” que es lo mismo que decir hasta las cachas. Nada de estas cosas
consigna Ud. haciéndose el inocente.
La frecuencia del trago también es importante. Hay a quienes les gusta el “guásimo” los hay “marañones” y los hay “guarumos”. Llevado al extremo se convierte uno en borracho “consuitinerario”. Es obvio que no es lo mismo coger una papalina que andar en zafra. Del que ha llegado al colmo de la embriaguez se dice que anda “de aradas” y que suele terminar en “Cáido”. Ya se ha olvidado el origen de la palabra caído, en el sentido de bonificación o ingreso marginal. Era el que percibían los cantineros bolseando a los caídos, y que ahora perciben tantos funcionarios públicos. (Dicen).
Das las medidas usuales, pero olvidas que el trago de “a dedo” que como sabe puede ser horizontal o vertical. Debo consignar otras medidas más intangibles como la que responde a la expresión “tu boca es la medida” o servir el trago “a lo quelojodió”. Si el olor a trago es reciente se dice que “anda olor a níspero”, pero si el resultado de una “amanesquera” se le llama Resaca, o la Gran Resaca, que suele ir acompañando a la Gran Goma. Finalmente te recuerdo que el trago se toma con Pecksi, con Boli, con Greyfrú, o simplemente “con ganas”.
Estoy de acuerdo contigo en dejar al Esquiliche fuera del habla nicaragüense, pero no comparto la misma opinión con respecto al Malespín, por cuanto muchas de sus palabras se han incorporado ya irreversiblemente al habla popular. Basten como ejemplo las siguientes: Epofi, que tú escribes Pofi. “Tuani” (como amanecistes? Tuani!) que literalmente significa 'bueno' pero se usa en el sentido de óptimo, de a tronco o de a pipián. Finalmente “suli”, que la gente llama ahora Fulis y las señoritas Fulisnain, y cuya incógnita se despeja substituyendo la S por C y la I por O, conforme las más estrictas normas gramaticales del Malespín.
Me ha encantado el diálogo que recoges entre la joven a pie y la joven a caballo. El caballo está aún vigente en nuestras vidas. El otro día subió una señora en el mismo taxi en que viajaba yo y le dijo al chofer: “A mí lléveme al paso “que no me quiero matar”. Lo mismo le pudo decir que la llevara al trote o que saliera en barajustada.
Para terminar quiero decir algo sobre onomatopeyas, porque ninguno de nuestros autores les han dado la importancia que tienen siendo así que son características del habla nicaragüense. El nica heredó del náhuatl el gusto por la onomatopeya, con la que acompaña sus narraciones en un intento de dar mayor expresión gráfica a sus palabras. Muchos verbos, nombres y adjetivos son verdaderas onomatopeyas:
Paparapan (el que habla mucho y sin seso)
Chachalaca (la mujer que habla mucho y a gritos)
Pipiripí (mete-cuentos, chismosa)
Cecereque (tambaleante)
Tatarata (alocado. El trompo tatarata pronuncia su nombre en la pasa-raya)
Chancletear, Chacualatoso, coroca, Güis, Pijul y mi más.
Cada suceso tiene una onomatopeya exacta e invariable, mucho menos flexible que las palabras mismas:
“El niño andaba “guerén guerén” por toda la casa… pero
El caballo venía ʻguererén guererén̔' por la quebrada”. Porque el niño es bípedo y el caballo cuadrúpedo.
“Se fue a rodar fortuna y andaqueandarás andaqueandarás llegó a una casita “y las olas juaas, reventaban en las peñas…”
“Estos chavalos pasan todo el día “jéquere jéquere” dentro de la casa. Ya no los aguanto.
“…Y aquel hombre ̔jeque jeque᾽ trabajando de sol a sol” “…Y la suegra jodiéndolo todo el día ᾽jiqui jiqui᾽ hasta que se saque su trompada”. El jiqui jiqui lleva el ritmo de vaivén. Ritmo de fregar y restregar.
“Tomáte la sopa trucutús trucutús…”
“…Y el gato ̔chumbulún' se fie entre el pozo”.
Sería cosa de nunca acabar. Algún día debes escribir algo sobre El Pujido. Como sabes va desde el ᾽Ujuuu᾽ (“con que esas tenemos”) hasta el Umenu Exjme! negativo, pasando por advertencias, interrogaciones y rechazos y toda la gama del sentimiento.
…Pero ya eso es otro tema. Por el momento te abraza y felicita,
Tu hermano.
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