viernes, 24 de febrero de 2017

CARLOS MEJÍA GODOY: SU PRIMERA INCURSIÓN AL TEATRO

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CARLOS MEJÍA GODOY (25 AÑOS / 1969).- Su primera incursión al Teatro habla elocuentemente de un futuro promisorio. MEJÍA-GODOY, personificó al señor Frank y es el primer actor de la Compañía CORPORACIÓN TEATRAL. 

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ÉXITO TEATRAL: EL DIARIO DE ANA FRANK*

         Un éxito arrollador ha constituido la obra dramática basada en el DIARIO de una chica judía, que absorbe en su contenido toda una gama de emociones de toda especie durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. JOSÉ CASTILLO (Güegüense de Oro) y conocido director teatral se impuso la labor de montar esta difícil pieza ya famosa en el mundo entero y traducida a siete idiomas. Contando con un selecto grupo de actores y  actrices  de nuestro ambiente, Castillo Osejo logró su cometido, dando al público una imagen tangible de los horrores vividos por la raza semita en el apogeo del Nazismo. Es de mencionar especialmente la actuación del veterano MAMERTO MARTÍNEZ, que una vez más juega con el drama y la comedia en sus momentos más agudos. CARLOS MEJÍA GODOY mostró a la concurrencia un Señor Frank pleno de equilibrio, madurez  y carácter. Carlos tiene apenas 25 años; sin embargo –honestamente— nos entrega el personaje en su edad necesaria. IVEETE H. LEVIN, a pesar de su juventud imprime toda la vivencia de su personaje (Ana Frank); sus piruetas y sus momentos emotivos llegan al público. Su compañero EDWIN HERNÁNDEZ, que desempeña el complejo papel de Peter se desenvuelve con soltura y  encaja felizmente. MARÍA TERESA ESPINOZA (Sra. Van Daan) proyecta simpatía en el público. GLORIA BENAVIDES como la Sra. Frank tiene la sobriedad precisa y BERNARDO A. GALO como el nervioso Señor Dusel, nos hace reír dolorosamente al posesionarse de su personaje. No podemos dejar de mencionar asimismo la actuación de MARLENE ARÉVALO, RÓGER MIRANDA y MARÍA LUISA QUIRÓZ, tres elementos que prometen mucho al arte escénico de nuestro país. Ojalá este supremo esfuerzo de JOSÉ CASTILLO OSEJO, coronado con un éxito de proporciones definidas continué para que el público amante del teatro pueda otra vez gozar de una buena obra hecha con dignidad y temperamento.
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*Publicado en:  En: Novedades Cultural. A cargo de Rodolfo Romero Meza. Domingo, 22 de Junio de 1969. 
Archivo Histórico Vertical: Dr. Eduardo Pérez-Valle.- 

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lunes, 20 de febrero de 2017

UN RIFLE. Por Manolo Cuadra Vega. Octubre de 1934.

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Manolo Cuadra Vega e Idelfonso Solórzano (Ildo-Sol)
Guerra de Las Segovias (1933-1934).

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Liminar de Eduardo Pérez-Valle h.


     La última publicación en este Blogspot la dedicamos al Poeta Manolo Cuadra Vega; en la entrega respetamos y por lo tanto, agrupamos o concatenamos de manera íntegra, los párrafos de tres testimoniantes; uno de ellos, el Dr. Fernando Centeno Zapata, al referirse a la muerte de "Tacho" le apropió el calificativo de "asesinato", distinta opinión tuvo Miguel Ángel Borgen (MABO) y distinto juicio rodea nuestro veredicto ante la Historia. El propio Manolo fue víctima de ese victimario. En el ritual ante los muertos suele decirse: Requiescat in pace! Es, en toda justicia al caso de Manolo, pero en otros abundantes hechores, en razón del oprobio, crueldad y comportamiento draconiano que acumularon, el decir cabal desprende un unísono Non quiescit in pace

        Decidimos ampliar un poco más sobre esa trascendental heredad de Cuadra Vega, con esta entrega sumada a la de ayer, que titulamos con una sentencia del Poeta:: "La Historia es prostituta y la Crónica proxeneta", un adagio de fuerza  y alcance arrollador que parece no disminuir en este país. Manolo fue testigo de primera línea en las acciones militares que propició y mantuvo la  Intervención Norteamericana en Nicaragua. Combatió contra la fuerzas del General Sandino y, después, en corto tiempo, luego de abandonarla, fue uno de los primeros escritores en relatar con pluma vibrante esos episodios, dotándolos de un balance apegado a la guerra que sobrevivió.  

          Manolo siempre estuvo distante de los apólogos; desentrañó ante la mirada ajena el drama propio y colectivo, de esas vivencias  proviene el relato: UN RIFLE- Un aspecto de la tragedia de Las Segovias, que formaría parte de los relatos en el libro "Contra Sandino en los infiernos". UN RIFLE fue publicado por primera vez, en Nicaragua, Revista Mensual Ilustrada. Vol. 1. No. 2. Octubre de 1934. Dirigida por: Alberto Ordóñez Argüello. Gerente Administrador: Gustavo Kattengell h. Editada en los Talleres Gráficos Pérez, en Managua, Nicaragua. 

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UN ASPECTO DE LA TRAGEDIA DE LAS SEGOVIAS

UN RIFLE

Por: Manolo Cuadra

¡FRANCO, LUIS!

¡Firme!

¡León, Aurelio!

¡Aquí!

¡Alvarado, Santos!

Presente…

¡Cuadra, Manuel!

¡Jaloó!...


¡Leiva, Isidro!...

     ¿Dónde está Leiva Isidro?

     El Sargento García dio media vuelta, se perdió en la oscuridad y al poco rato vimos luz en el excusado. Isidro se presentó con los pantalones en la mano.

     Usted encabeza la formación en días de pago; pero en tratándose de patrullas, ésta… dijo el Sargento en un gesto demasiado crudo que consiste en pasar el pulgar de la mano entre el índice y el dedo del corazón.

    Guardias – continuó— ¡listos todos! De frente, en orden de guerrillas. Dirección…

     A los infiernos —cantó una voz disfrazada en la punta.

     Uno a uno fuimos resbalando por el lomo de la minúscula colina que corona el cuartel de Quilalí, guardando la distancia reglamentaria de cinco pasos, orden que, en las patrullas de combate viene a ser un nuevo elemento agregado al instinto de conservación. Nuestra imaginación y  los mortíferos tarros que nos lanzan tan a menudo, constituyen en la vida de guerrilla dos factores nerviosos inseparables. Cuando debido a la oscuridad nos apelotonamos en un solo sitio, recurrimos entonces a la medida del rifle, procedimiento que consiste en tirar del arma hacia atrás para que un extremo sirva de límite al avance del que nos sucede. Alguien pensará si no fuera mejor el hacernos verbalmente esta observación.

     Le concedo la palabra a tres mil muchachos que, diseminados por la República, han pasado por el infierno de las Segovias. El peligro de hablar en las misiones nocturnas. ¿Os acordáis del Capitán Puller y de su apocalíptico Devil᾽s Dogs? Apenas cuatro meses que el Capitán, un irlandés de cabellos verticales y cuadratura púgil, practicó una batida por las montañas del Chipote y La Bujona.

    No sé cómo llegó a nuestro conocimiento. Talvez por una corriente  de onda corta telepática. El caso es que procurábamos acentuar las precauciones, reducir el silencio a sus extremos inverosímiles, cuando alcanzamos la zona que comprendía los campamentos nómadas de Rafael Reyes, reportado por nuestro servicio de inteligencia, ante el Cuartel General, como el más famoso tirador del Área. Treinta hombres invadimos durante quince días, la terrífica mudez de la selva virgínea.

     Recuerden, nos había repetido el Capitán, que en patrulla nadie habla… a no ser con la boca de los rifles –añadió riendo—. En caso de emergencia, esperar órdenes.

     No había necesidad de oírlo. Hubiéramos querido tener zapatos de sombra. Cuando debido a la oscuridad uno de nosotros caía, el silencio en que entrábamos aumentaba las proporciones del ruido y ya estábamos todos pegados a la tierra, fijos los ojos en la mole de carbón de la noche. Y el oído, del que por algo se ha dicho que es el órgano más pícaro del organismo, aliándose al corazón, corcel en miedo, nos daba la impresión de un estallar de bombas simultáneas:

     Bom… bom… bom…

     A veces un simple objeto, una cerilla por el caso, basta para determinar el tópico culminante en la vida de un hombre. A Puller sus treinta años se le escaparon por el agujero de su silbato. ¡Qué contraste tan grande cuando al toque del silbato de Puller corríamos apresuradamente sudorosos y enérgicos a formar en escuadras! La marcialidad teutónica de la fila, el giro uniforme a la voz de mando, daban al cuadro un sentido cabal de vida, en el análisis físico del vocablo. Y después, ese mismo silbato, como un puente tendido entre las actividades de las células y  el anonadamiento de la materia que palpita y siente.

     Fue así:

     Corría la octava noche de la expedición y el terreno en peligrosa pendiente oponía mil obstáculos a la marcha. Necesitábamos descanso. Esto lo comprendía Puller, puesto que por ello hizo lo que hizo: Un movimiento para llevar el silbato a sus labios y emitir un breve y apagado sonido que significaba:

     Acostarse en sus puestos, descansen…

     Rebotaba todavía el sonido en la montaña, cuando otro, pero seco y detonante, se encaramó sobre el primero, venciéndolo, maniatándolo. Silencio. Y estábamos en tierra como esparadrapos, machihembrando con nuestros cuerpos las pequeñas cavaduras naturales y buscando el gatillo de los fusiles en aquella tiniebla tan espesa que casi rechazaba las experiencias del tacto.

     Así permanecimos durante algunos minutos bajo la amenaza de ojos feroces que perforaban las sombras. Silencio. Un silencio sobrecargado de responsabilidades que nos retenían juntos, casi oyéndonos la respiración, os unos a los otros y, no obstante, lejanos, y como separados por una pared de sombras y de miedo.

     Hacía frío y el viento se desmenuzaba contra los ocotes; Puller debía estar con nosotros en posición castigada y de seguro que no quería exponerse por una insignificancia. Estábamos bien entrenados bajo su comando y a estas horas él gozaba lo indecible por nuestra prudente inmovilidad. El miedo, visto fisiológicamente, es la secreción glandular de cierta cantidad de adrenalina; pero en aquellos momentos se traducía para nosotros en una franca contracción del recto. Porque, ¿qué hacía Puller, qué hacían los camaradas? El silencio afirmaba la seguridad de una respuesta neta: Esperaban. Aclararía dentro de cuatro, o acaso dentro de tres horas.

     Y aclaró. Vencía el sol la resistencia pasiva de la mañana nebulosa. Revivíamos al ritmo de la claridad albeante que bajaba de lo alto, siguiendo los pasos magnéticos de la mañana que llegaba a levantarnos de aquel sopor de sombras y de pánico. ¡Por fin! Despojada de sus arneses luctuosos la selva recobraba la esencia de su ser, y botaba de los pinos la égloga de su poesía libre. Desperezábamonos tardíamente, uno a uno, como si en realidad hubiéramos dormido, avergonzados por tantas horas de desvelo inútil.

     Alvarado, todavía encañonaba cuidadosamente su arma automática, abanicando los ásperos breñales del frente. ¿Qué hay? Desvió el Browning hacia un punto neutral. Nada. Nada. Un poco delante de los demás descubrimos a Puller durmiendo en insólita posición. ¡Gallarda flema británica la del Capitán!

     ¡Capitán!

     Era el caporal que lo llamaba para reportarse no sé de qué.

     ¡Capitán!

     Fue entonces a él, sacudiéndolo por las ropas. Volvió los ojos espantados:

     ¡Muerto! ¡Muerto!

     Se había desprendido de sus manos el silbato. Aquel silbato con el que nos había ordenado:

     Acostarse en sus puestos, descansen…

     El que descansó fue él. Descansó para siempre, el pobre Puller. El rifle de Reyes, rastreando en la oscuridad la sonora huella imprudente, hizo blanco con exactitud impecable.

     Debimos de confirmar que el silencio del capitán, después del disparo, no fue la obra de una resolución deliberada. Los hectogramos de plomo que le habían hecho ingerir le huyeron el “chance” como para que iluminara el segundo de una inspiración heroica. Talvez  si hubiera tenido tiempo… pero no lo tuvo.

     Es que estos hombres ven el ruido— comentó el cabo.

     Nos volvimos para mirar la selva con impresión de pánico. Pero ella, como ajena al drama, verdeante y diáfana, recogía el piropo de sus veneros cristalinos.

     Yo quisiera que Aurelio conociera este incidente de la vida militar.

     No puedo referírselo ahora que precisamente tenemos el silencio como la más delicada consigna. Me precede a una distancia de cinco pasos, según deduzco por el brillo de su fusil. Él ignora la forma en que mataron al capitán y quizá por eso va silbando, a sotto voce, la melodía de un disco que hacemos girar en el fonógrafo de la estación:

     Let me have my dreams, madame…

     Vamos volteando una trocha en breves y sucesivas curvas. El brillo del arma piérdese a ratos y vuelve, suspendido en la oscuridad, obedeciendo al ritmo de quien la lleva, como si valsara:

     Let me have my dreams, madame…

     Aurelio me ha contado muchas veces que en Granada fue vocal de la Liga Nacional de Tipógrafos, puesto que dejó para “engancharse”. A estas horas debe seis pesos por concepto de cuotas. No podrá pagarlos todavía, pues su sueldo, de una docena de pesos, lo ha repartido en una asignación para su madre.

     La viejita vendía vigorón en el field de “Las Majulias”, me ha explicado. Pero hace meses que el Municipio celebró un monopolio de ventas con el empresario ¡Pobre madre! Él le ayudaría mientras viviera.

     En los trechos en que se divide su relación, me ha gustado bordar el comentario de su vida: Un buen muchacho, sobrio, evidentemente un poco sentimentalote. Transcurría en los días de fiesta por las soleada calle de la Sultana; pertenecía también a algún círculo de obreros de esos que invariablemente se llaman: “Esfuerzo”, “Acción Obrera”, “Renovación Social”, etc.; iría temprano a la cama para volver, abierta la página de la nueva jornada, a orientar sus inquietudes dentro del área mediocre de sus aspiraciones. Un día la necesidad le arrancó de la vida civil y sentó plaza en la Guardia bajo el número 3496.

     Let me have my dreams, madame…

     Lo van a matar. ¡Lo van a matar! Esos hombres ven el ruido. Y al recuerdo de la frase que parece denunciar un nuevo sentido de adaptación ganado por el hombre nativo, el cadáver de Puller baila ante mis ojos.

     Me agacho, cojo una puñada de barro, aprieto la marcha a riesgo de dar un volquetazo y pongo en sus manos lo que yo he cogido en los míos, sin una palabra. La chispa se produce, dichosamente. El debió de comprender esta trata elemental de ocultamiento en las guerrillas, pues y a su rifle deja de cabrillear en la noche.

     He tirado buena parte del lastre que entorpecía la conciencia de mis responsabilidades y, no obstante, continúo molesto, atacado por una especie de dispepsia anímica:

     Let me have my dreams, madame…

     Le melodía se elastiza y llega, hecha presentimientos, a agazapárseme en los bajos relieves del cráneo:

     Permítame soñar, señora…

     Millones de agujitas de hielo empiezan a caer de la altura. Vibramos de pies a cabeza sacudidos por un “shock” epiléptico. Garúa. No es siquiera un aguacero de esos que por su violencia pronto hacen reaccionar la temperatura animal. La naturaleza siente placer en introducirnos sus agujitas hipodérmicas, inoculándonos una sustancia capaz de oxidar los músculos mejor lubricados.

     Otra vez el mismo reflejo delante de mí.

     La leve garúa ha quitado el barro con que Aurelio sobó el pavón luminoso de su rifle hasta volverlo invisible.

     Voy a repetir la maniobra y me inclino pero solo me revela el tacto una superficie pétrea. No importa. Tengo que avisarle el peligro que ocurre. Mis pies se aligeran siguiendo el ritmo del corazón que marcha atropelladamente. Distingo a retaguardia el paso desigual de Luis Franco que se ganó un escopetazo en Las Puertas. Aurelio va adelante. Un paso más y lo toco…

     Dos disparos, casi simultáneos, abrieron la noche en un breve parpadeo de oro.

     Aurelio León, vocal de la Liga de Tipógrafos en Granada, cae envuelto en el responso de su propio gemido:

     Let me have my dreams, madame…

     Y su rifle, que ha servido de blanco a los ojos felinos de Rafael Reyes, al caer oculta sus reflejos en el lodo, inútilmente, tardíamente.



viernes, 17 de febrero de 2017

MANOLO CUADRA: "...LA HISTORIA ES PROSTITUTA Y LA CRÓNICA PROXENETA"

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MANOLO CUADRA, 1935
28 años de edad

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Liminar, de Eduardo Pérez-Valle h., Director y Editor del Blogspot:

Otro inextinguible de nuestra historia nacional es Manolo Cuadra Vega, el que ha sido transfigurado o quizás aproximado en ese ambiente festivo, poético-literario del XIII Festival Internacional de Poesía que acontece en la ciudad de Granada, Nicaragua; digo esto porque a Manolo no debemos encontrarlo o conocerlo solo por intermedio de su poesía y prosa; en ese medio existe el riesgo inevitable que sobre el poeta recaiga cierto desdoble, es decir, que siempre hará falta el calibrado testimonial de terceros contemporáneos, donde no hay cuota válida del  presente sino del ayer distante.

Al reencontrarlo es necesario ascender a la dimensión humana del “Poeta de los descamisados”, trascender, ir más lejos de lo que expuso o dejó al descubierto con su poesía y prosa. Manolo advertía: “La Historia es prostituta y la Crónica proxeneta”.

Al ingresar en busca de recuerdos, frente a esa barrera del tiempo escurrido, que  impide escuchar de viva voz a los que en algún momento fueron sus amigos en la suerte favorable o el infortunio del devenir incierto, conviene compartir esta entrega conmemorativa auxiliada de algunas memorias precisas de aquellos que lo conocieron. La reunión de esos tributos, de descripción hiperrealista, siempre permite retrotraerlo desde esa inclinación natural hacia el bien común, que le era propia.  

MANOLO CUADRA Y EDUARDO PÉREZ-VALLE, 1947
En nuestro propósito prefiero no hacer párrafos con citas parciales de lo que fue dicho acerca de nuestro inefable Manolo, por lo tanto es apropiado dejarlo expuesto a través de los textos completos (olvidados o poco conocidos) que fueron elaborados por aquellos que compartieron alguna de las etapas de su vida y, con propiedad lo trajeron a la memoria.  

Siempre asocié episodios en la vida de Manolo Cuadra por intermedio de mi padre, el Dr. Eduardo Pérez-Valle, pero además, una de mis tías, doña  Sara Arana Valle era la esposa del Dr. Gilberto Cuadra Vega, hermano de Manolo. Precisamente, cuando el pueblo acompañó a Manolo hasta su última morada, el cortejo fúnebre detuvo la marcha en la famosa Radio Mundial, propiedad de mi tío, Don Manuel Arana Valle, allí le tributaron un homenaje con micrófono abierto.

Entre las diversas e incesantes batallas político-ideológicas de este personaje, no faltó su recia presencia intelectual en el escenario de la Universidad Central, de Managua,  liderada por los estudiantes de la Generación del 44; Manolo siempre mantuvo estrecha relación con los encargados de los periódicos: “El Universitario”, “Avanzada” y al final, un número de “Patria Libre”; los tres periódicos fueron órganos oficiales del Centro Universitario que casi logró poner al borde del colapso al régimen dictatorial de Somoza García. 

MANOLO CUADRA Y AGUSTÍN FUENTES (1947)

En especial, entre mi padre y Manolo hubo una relación ideológica, de notoria y amplia propensión intelectual. De esa época es una de las fotografías, en  donde se observa a Manolo Cuadra y Eduardo Pérez-Valle caminar con pasos apresurados por las antiguas aceras de la vieja Managua de 1947. Otro documento de los 40s., extraído  de nuestra Fototeca, muestra a Manolo en compañía del veterano periodista Agustín Fuentes (“Fuentito”).

Lo antedicho viene a propósito de presentar, primero, los obituarios publicados al día siguiente de su muerte; a continuación hemos seleccionado tres semblanzas, a saber: Segundo Aniversario de Manolo Cuadra: Boceto de un hombre. Por Rolando Steiner (15/11/59); Recordando a Manolo Cuadra. Por Miguel Ángel Borgen (Mabo) (1/3/81); Manolo y su encuentro con la muerte. Por: Fernando Centeno Zapata. (18/11/62).

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TENGO MIEDO

                   Ya había pensado algún día morir olímpicamente ante un pelotón de soldados, frente a un público numeroso donde hubiera diplomáticos, vendedores de lotería, fotógrafos y señoritas de la buena sociedad aficionadas a los fusilamientos. Hasta llegué a elegir para el evento, algún epigrama feliz, destinado al mármol conmemorativo. No se logra cuanto se quiere. Estaré solo en esta hora suprema. Nadie acogerá la ocurrencia de mi verbo lapidario. Ni la gallardía de mi perfil heroico. Sin embargo, busco una frase que me haga inmortal, una palabra llena de tremenda potencia y secular resonancia.

            MANOLO CUADRA

OBITUARIOS -  1957



EL GRAN DIARIO
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Ayer se enterró el poeta y escritor Manolo Cuadra

         Antier tarde dejó de existir en esta ciudad el exquisito poeta vanguardista don Manolo Cuadra.

         En la Sala de Actos de Radio Mundial tuvo lugar ayer en la mañana un acto de solemne  y sentimental como homenaje póstumo a su memoria. Desfilaron ante el micrófono los mejores recordatorios de su poesía y de su prosa.

         Manolo Cuadra experimentó a su paso por este mundo las amarguras de la ingratitud  y la incomprensión, que no lograron doblegarle su carácter de indomable hombría. Supo de las horas del vivac en las montañas segovianas, organizado en el ejército; mas, la realidad de un patriotismo bien sentido en su corazón de nicaragüense lo enfiló por los rumbos del honor y el sacrificio, buscando la grandeza de su patria en los más altos y claros cielos del pensamiento.

         Largo padecimiento le doblegó a la postre, para seguir viviendo en el recuerdo a través de su exquisita prosa y  de su poesía vibrante  y valiente.

         EL GRAN DIARIO deplora la muerte de Manolo y cumple con el deber muy sentido de expresar su dolor a sus familiares que hoy lloran su deceso.

         En el Cementerio de esta capital fueron sepultados sus restos en medio de numeroso acompañamiento de amigos e intelectuales.

NOVEDADES
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Falleció ayer el gran poeta Manolo Cuadra

         A las cuatro y 20 minutos de la tarde de ayer falleció en esta capital, el Poeta Manolo Cuadra, después de prolongada enfermedad que logró –por fin— doblegar la rebeldía de su enorme resistencia física.

         Muere Manolo Cuadra a la edad de 50 años, cuando estaba considerado como uno de los más grandes poetas nicaragüenses de los últimos años. Cuadra es la figura máxima del movimiento poético nicaragüense de los últimos años y legítimo exponente del intelecto de avanzada en prosa y verso.

         Manolo Cuadra deja numerosas obras escritas y centenares de poemas dispersos en diarios y revistas. Entre sus mejores libros se destacan: “Contra Sandino en los Infiernos”, “Itinerario de Little Corn Island” y “Almidón”.

         Los funerales de Manolo Cuadra se efectuarán en la tarde de hoy, saliendo el cortejo fúnebre de su casa de habitación situada del Cine Alameda, media cuadra al lago.

LA PRENSA
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         Después de una larga enfermedad que sufrió con admirable entereza y de la cual extrajo, con su fina espiritualidad, todo el provecho para su gran alma cristiana, ayer al cerrar nuestra edición –cuatro y quince minutos de la tarde— entregó su alma al Creador: Manolo Cuadra.

         Al golpe de la noticia, no por esperada menos dolorosa, sentimos como un vasto silencio en todo lo que él amó en nuestra tierra. Como un gran vacío para la belleza, para el canto y para las normas altas de hombría que él estableció en su vida de luchador y de poesía.

         Muere un poeta no solitario, sino poeta de amigos. Si su canto tuvo, como ningún otro, lectores;  su persona tuvo, como pocos, el don de la amistad. Su muerte es un luto que se extiende amplísimamente por toda una larga teoría de amigos que lo lloran. Apenas minutos después de su muerte sonó el teléfono incesantemente,  y sigue sonando mientras escribimos, trayendo, entre lágrimas, la fatal noticia por todos lamentada.

         Su último, mejor y Gran amigo que conquistó con una muerte ejemplar fue Dios. Se entregó a él con una lucidez y una pronunciada poesía de quien vivió del pensamiento y de la belleza.¡Que su alma goce de la Verdad , del Bien y de la Belleza Infinita en nuestra oración en este instante triste para los que le quisimos y admiramos con fervor!

         Y nuestro más sentido pésame para su padre, esposa y hermanos que lloran inconsolables el gran poeta desaparecido.

FLECHA
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MURIÓ AYER MANOLO CUADRA

         Sus funerales será esta tarde. Duelo literario.

         Pocos momentos antes de cerrar esta edición nos llega la dolorosa noticia de la muerte de uno de los grandes poetas y escritores de Nicaragua: Manolo Cuadra.

         Murió un poco después de la cuatro de la tarde, víctima de terrible dolencia y sobre la cual el pronóstico médico era fatal.

         Manolo Cuadra fue colaborador de FLECHA. Al retorno de Costa Rica, donde estuvo exilado por varios años, iba a trabajar en el diario, pero su estado de salud no se lo permitió.

         Sea esta breve nota en que anunciamos con dolor la muerte de Manolo Cuadra, un anticipo del homenaje póstumo que le tributaremos mañana en nuestras columnas. Mientras tanto reciba la familia doliente nuestro pésame.

         Sus funerales serán hoy por la tarde y el cortejo fúnebre saldrá de su residencia por el Cine Alameda.

LA NOTICIA
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         El poeta Manolo Cuadra murió ayer tarde

         Ayer a las 4 y 15 minutos de la tarde entregó su alma a Dios el gran poeta nicaragüense Manolo Cuadra, en esta capital.

         Las letras nacionales están de duelo.

         Presentamos nuestro pésame a su viuda doña Edda Ayala, a sus hijos Manolo, Pablo y Antonio; a su padre don Manuel Antonio Cuadra y a sus hermanos don Luciano Cuadra, don Ramiro Cuadra y señora, don José Cuadra y señora, Dr. Gilberto Cuadra y señora, doña Merceditas  y doña Julia Cuadra y a sus sobrinos Mario Cajina Vega, Chéster Noguera y demás familia doliente.

         Dos horas antes de su muerte habíamos escrito las siguientes líneas:
LA AGONÍA DE MANOLO

         Lo fatal que venía cerniéndose sobre la vida del más raro de los poetas contemporáneos de Nicaragua, Manolo Cuadra, comenzó a consumarse ayer a las 10 de la mañana, hora en que Manolo, como cariñosamente se le llamaba en todo el país, entró en agonía, en su hogar de esta capital.

         Desde su regreso, hace algunas semanas, procedente de Costa Rica donde estuvo desterrado por el gobierno de Nicaragua durante dos años, durante los cuales el emigrado Manolo halló trabajo en la Redacción del diario “La República”, el poeta nicaragüense puede decirse que ha estado en constante gravedad, mitigadas por el cariño de su familia y amigos.

         En Costa Rica le fue practicada una operación muy atrevida por el eminente cancerólogo doctor Otto Chacón, quien le extrajo un cáncer de un riñón, a raíz de la cual el cirujano operante estimó que el paciente tendría alrededor de unos 8 meses más de vida. El plazo se ha cumplido y el desenlace inexorable era ayer cuestión de horas. Le aparecieron nuevos cánceres en un pulmón y en el estómago, con dos cráters (sic).

         Manolo Cuadra, de más o menos 50 años de edad, después de Lino Argüello ha sido el más raro entre los poetas contemporáneos nicaragüenses. De mentalidad genial, creador de imágenes nuevas, de giros atrevidos, en los cuales la belleza a veces se contagia de cierto cinismo para producir un conjunto de poderosa originalidad lírico-literaria. Manolo tenía una manera muy personal, netamente suya, de escribir. Tenía dentro de lo relativo, afinidades con Paúl Verlaine, Arturo Rimbaud, entre los franceses, y con ciertos aletazos de águila en las estrofas como las de Porfirio Barba Jacob.

         Fue raso, “cuque”, radioperador y hasta Sargento de la Guardia Nacional de Nicaragua. Peleó contra Augusto Sandino. Pero la disciplina militar no la pudo soportar su carácter bravío. Por último dejó el rifle y se dedicó a escribir versos y prosas geniales y a pelear algunas veces como un cacique indomable.

         Recordamos sus libros, siguientes: “Contra Sandino en la Montaña”, (antes se llamó Contra Sandino en los Infiernos”), “Almidón”, “Itinerario de Little Corn Island” y “Tres Amores”. Este fue el último impreso.

         Quedan inéditos sus libros “Días de Hospital”, escrito después de ser operado en San José de Costa Rica y una “Biografía de Sandino”, el cual parece que la dejó guardada en Costa Rica.

         En su libro “Biografía de Sandino”, persona que leyó dice que Manolo dejó escritas estas palabras: “El único error que creo cometí en mi vida fue haber empuñado el rifle para pelear contra Sandino”.

         Deja pues Manolo Cuadra unos tantos libros de prosa y de versos, fruto de su temperamento inquieto, de su corazón valiente, desprendido y generoso, de su mentalidad genial, de su espíritu despreocupado, rebelde como el Quetzal indio.

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SEGUNDO ANIVERSARIO DE MANOLO CUADRA: BOCETO DE UN HOMBRE

Por: Rolando Steiner*

“LA MUERTE ES LO ABSOLUTO PUNTUAL”, escribió un día Manolo Cuadra sobre una descuidada pared de cal. Y la Muerte es la única que puede presentarnos, íntegramente, la vida de un hombre. Veremos a través de ella, como en un raro brillante, fallas, luminosidades, ángulos y aristas.

...Y,  ¿de la vida de Manolo Cuadra, qué...? ¿Existe alguien que pueda definirla en un simple epitafio? Difícilmente. Y sin embargo, pocas biografías nicaragüenses resultarían tan fascinantes como la suya. Porque Manolo Cuadra no es únicamente el poeta, el político, el amigo, el tímido, el intransigente, el hipocondríaco, el atleta seudo-exhibicionista, el héroe; ni solamente el comunista, el católico; el santo o el diablo en suma. Ningún hombre es absolutamente algo. Y en el caso particular de Manolo Cuadra, esta verdad se cumple cabalmente.

Pero entonces, ¿cómo obtener un concepto global de su personalidad?, ¿qué hay de común en cada una de sus actitudes tan diversas?

Creo que es su vigencia ante cada situación histórica del país, sea ésta literaria, política, social o deportiva. Porque ningún otro hombre en Nicaragua, como Manolo Cuadra, ha vivido más de acuerdo con su tiempo: Luchará contra Sandino en los infiernos de Las Segovias; luego, en larga guerra cívica luchará contra Somoza. Será de los primeros idealistas enamorados de las ideas sociales que agitan al país en 1936 y también uno de los primeros confinados por esa misma causa. Antes, inscribe su nombre en el Manifiesto de la revolución literaria de 1928, llamada  ahora de “VANGUARDIA”, y sus poemas llenos de sorprendentes metáforas inspiradas en la mecánica de su época, lograrán conocer una prematura popularidad. Será después, el mejor cronista deportivo que haya conocido Nicaragua, adicto permanente del boxeo.

Pero es de sus columnas “CON DDT” y “SANTO Y SEÑA” donde el sentimiento de protesta popular alcanzará su más sensible expresión, hasta convertir el nombre del escritor en símbolo de resistencia cívica permanente. Actitud que será sometida siempre a continuas prisiones, confinamientos y destierros, que irán, poco a poco, debilitando su resistencia física, pero no su espíritu.

Desterrado en Costa Rica, y enfermo de cáncer, en 1957, Manolo Cuadra se enfrentará con la urgencia de su hora y tomará, una vez más, la actitud lógica: morir cristianamente. El mismo poeta lo declara en una de sus últimas cartas: 5 de Mayo de 1957:

...“Sé cuál es mi situación. Hoy en la tarde me confesaré. Yo soy católico. Profundamente religioso, en una palabra y aunque no haya utilizado, para demostrarlo, las actitudes escultóricas, del culto, --arrodillarse, santiguarse--- prefiero, a la árida frugalidad artística de otras religiones, los símbolos católicos. Dios es inevitable. He sentido la religión, no como una superestructura, sino como mi propia realidad biológica. Y la ciencia será inferior a la religión mientras no contenga esa poesía que se desprende del misterio...”

Y el 14 de Noviembre del mismo año, en Nicaragua, morirá Manolo Cuadra, confortado por la solemne Liturgia Católica, que tanto le conmoviera siempre. “La muerte es lo absoluto puntual”.

Si un día alguien escribiera la biografía de Manolo Cuadra, descubrirá en ella, no únicamente la historia de un hombre, sino también, parte esencial de la historia de un pueblo, Nicaragua, en sus más diversas y apasionantes actitudes. Porque ningún otro hombre ha vivido más de acuerdo con su tiempo y con la urgencia de su tiempo, que Manolo Cuadra. Y vivir es manifestarse. Dar fe del tiempo.

Noviembre de 1959.
 * Publicado en La Prensa, 15 de Noviembre de 1959.     

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- II -

RECORDANDO A MANOLO CUADRA

Por Miguel Ángel Borgen*

Los periodistas revolucionarios de ayer y de hoy, no debemos olvidar las luchas y sacrificios de colegas de antaño, ya desaparecido, muchos de los cuales dejaron una honda huella de patriotismo y fueron víctimas de privaciones y sufrimientos durante la larga dictadura de los Somoza.

Manolo Cuadra fue uno de estos hombres de letras a quien los que lo conocimos no podemos olvidar; y los que no lo conocieran, por lo menos debieran de conocer algo de u vida y de los que significó dentro del marco de la extensa lucha que libró el pueblo de Nicaragua hasta sacudirse el yugo del somocismo y todo lo que ello representaba. Manolo Cuadra consagro lo mejor de su juventud a combatir el somocismo en una lucha desigual donde casi siempre resultaba el perdedor.

No fue sino hasta que el patriota Rigoberto López Pérez ajustició al tirano que se sintió vengado, y su venganza fue también muy propia de su carácter y de su dignidad humana.

Cuando estaba en Costa Rica, padeciendo de uno de sus muchos destierros, le llegó la noticia del ajusticiamiento del dictador. Sus amigos le pidieron que escribiera sobre la vida dictatorial de Somoza, por el daño que le había causado y él respondió: “Yo no le pego a los muertos. Somoza me golpeó muy duro, pero yo también los golpeé cada vez que me fue posible”.

Manolo Cuadra en su largo recorrido de periodista y columnista, --su mejor arma, fue amigo de los pobres, de los desvalidos, al extremo que se llegó a conocer como el “poeta de los descamisados”. Sus amigos fueron los vendedores de lotería, los lustradores, los cocheros y taxeros, las verduleras del mercado, los habitantes del barrio “Los Pescadores”, los reporteros explotados y los picados que visitaban la cantina de Panchito Melodía o el Petit-Café, frente al Parque de Candelaria.

Su columna “Santo y Seña, Suceda lo que suceda, la dictadura caerá”, fue su mejor trinchera para golpear al dictador  ya todo lo que representaba.

Manolo empleaba una prosa sabrosa, de fácil digestión para todos los sectores; y en ella imprimía los más virulentos ataques al régimen, lo que le valió innumerables encarceladas, destierros, culata y hasta confinamiento, pues fue uno de los primeros confinados a Corn Island, por “comunista”, allá por los años 1937 y 39. A Manolo llegó a considerársele como el preso profesional pues cuando no estaba encerrado, estaba desterrado por algunos de sus “santos y señas”.

En los destierros que sufría Manolo, como pobre que era, siempre lo sacaban del país a pie, y no en avión, como hacían los políticos opositores de su tiempo. Las veces que la Guardia lo puso en las fronteras, por órdenes del tirano, lo hacían con lujo de violencia. Un tal capitán Acevedo, fue un jefe de patrulla que lo dejaba en las fronteras sur o norte, siempre a base de culatazos en la espalda y en los riñones. Estos culatazos –que fueron la receta diaria del somocismo, le produjeron el desgarramiento de un riñón, llegando a vivir sus últimos años con sólo uno, hasta que finalmente esa enfermedad lo llevó a la tumba.

Recuerdo bien su último destierro. De él regresó dos años después cuando ya había otro Somoza en el poder, y la vida se le escapaba rápidamente.

A Manolo no lo inhumaron los políticos. Acompañaron sus restos, el pueblo, compuesto por vendedores de lotería, lustradores, zapateros, albañiles, cofres, reporteros explotados y grupo de intelectuales que siempre le reconocieron su valía.

Un año después, cuando un grupo de amigos proletarios y periodistas le  hicieron un homenaje poético en su tumba del cementerio general, después del acto, su hermano José (Chepito Cuadra), dijo: “Vámonos, muchachos, al poeta no le gustaban estas babosadas”. Y era cierto: a Manolo nunca le gustaron estos actos, que eran comunes en esos tiempos de adulación y servilismo.

Escribo este recuerdo de Manolo, a propósito del Día Nacional del Periodista, pues él fue uno de los fundadores del primer Sindicato de Intelectuales de Prensa que existió hace más de 25 años…

*Publicado en El Nuevo Diario, domingo 1º de marzo de 1981.

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- III -

MANOLO Y SU ENCUENTRO CON LA MUERTE 

Por Fernando Centeno Zapata* 

En ocasión de este V aniversario de la muerte de Manolo Cuadra, quiero recordar una de las anécdotas del poeta que lo elevan por sobre todas las miserias humana. Estando Manolo exiliado en San José, se produjo el asesinato al General Anastasio Somoza García, el hombre a quien había adversado por toda la vida. Los políticos turistas de San José de Costa Rica le pidieron a Manolo que escribiera sobre los daños, dolores y pesares que le había causado el régimen.

Manolo, en una carta a su padre, fechada en San José 5 de Octubre de 1956, le dice entre otras cosas:

No quiero comentar si está bien muerto o no. Lo que me repugna es la cobardía humana: La de esos enemigos anónimos que sólo muerto se atreven a levantar la voz, y la de esos amigos, que sólo muerto él, tienen valor de volverle la espalda. Mucha gente vino a decirme que debía escribir contra Somoza. Le contesté que suficiente lo había hecho en mi vida, cuando su mano podía descargarse sobre mí, pero que a mí siempre me producía placer, por la heroicidad del esfuerzo. Yo no debo olvidar que ataqué al General Somoza sin interrupción durante veinte años. Debo considerar su condición de hombre atacado, y en consecuencia humano que me aporreara. Ahora entra de pie en la historia para no salir más. Sus contemporáneos lo encontrarán un sin fin de defectos. La historia sabrá hacer su propia contabilidad. Seguramente algunas cosas notables tendrá que ameritarle…”

Quien con tal nobleza se expresa, tenía que llevar bien puesto el corazón.

Casi un año después de este suceso. Manolo era internado en el Hospital del Seguro Social de Costa Rica. Fue entonces cuando comenzó a tomar en serio “la cosa” de la vida. Ya tenía hijos a quien hacerle falta. Ya le tenía amor a la vida.

Su diario de aquellos días en el hospital antes de ser sometido a los exámenes  y a la operación que revelara su mortal enfermedad es patético, terriblemente patético y frío como el alma de un cuchillo de acero.

5 de marzo de 1957: “Las precauciones que no tuve antes se me agolpan ahora, produciéndome tremendo desconcierto, pero me veo en la necesidad de separar lo emotivo de lo intelectual. Es necesario establecer que el hecho, el instante de morir, no es lo que provoca el temor. Porque en la condición de cadáver hemos dejado de sentir”.

Jueves 7. (Ha llegado a visitarle el Dr. Mario Flores Ortiz) Manolo escribe: “Que su visita me produzca una confusión, una mezcla de recuerdos que ya no podrán reactualizarse”.

Y  como el Dr. Flores Ortiz le dijera que todo iba a salir bien, Manolo escribe:

“Tanta gratuita insistencia me anuncia que estoy  mal”.

8 de Marzo: Intenta confesarse pero no puede lograrlo.

10 de Marzo: “La enfermera me ha permitido salir a la planta baja para ver a Hiro y  a Scarlet que Ruth traerá a las 2  y media.

Espero esta visita todo lleno de ternura y de ilusión. Pero apenas ha aparecido y yo he besado a las chavalas, una empleada nos dice “que está prohibido”. Vuelvo a mi cama No. 24 muy deprimido”.

Aquí inicia Manolo otra lucha desigual. Es la lucha con la muerte, con lo desconocido, con lo que no tiene forma. La lucha contra un enemigo invisible poderoso y cruel, y Manolo, también en esta ocasión, acepta el reto y lo acepta a sabiendas que será un combate desigual, pero vale la pena porque aquello le producirá un placer, por la heroicidad del esfuerzo…

Marzo, Abril, Mayo, Junio. Julio, Agosto, Septiembre, Octubre y  Noviembre: nueve meses de combate cuerpo a cuerpo con la muerte, pero en estos nueve meses jamás se le vio  flaquear.

Hasta el último momento, la muerte lo trató con respeto. Ahora asomémonos un poco a los últimos minutos de su agonía:

Junto a lecho del enfermo está su esposa Ruth, sus hermanos y algunos amigos.

Los apuntes de su hermano José son elocuentes:

“Manolo conservó su elevado y fino sentido del humor hasta sus últimos días”.

“Con su rostro ya anguloso y afilado su nariz como proa de barco que enrumba hacia el misterio, me dijo un día sorpresivamente:

“Este terrible encuentro con Dios”.

Y en otra ocasión:

“Tanta medicina para un cuerpo que se muere”.

Horas antes –muy pocas horas antes—de la hora, llegó el padre Pinedo S. J., Manolo le dijo:

“Vamos a conversar como amigos”.

Su último gesto de protesta fue, que viendo la casa llena de “curiosos” exclamó incorporándose penosamente:

--¡Qué gran espectáculo!—

Y ahora ya casi al fin. Su principio…

El hermano José adivinando un insólito deseo suyo, hecho con gestos, le puso un cigarrillo en los labios y luego otro, que el enfermo aspiró con avidez. Luego llamó con gran vos a su hermano José, pensando que se había separado de su lado. Lo tomó de la mano derecha, una ligera contracción, sugiriendo un adiós y un hondo suspiro. Manolo había muerto. El reloj marcaba las 4 y 15 minutos de la tarde del día 14 de noviembre de 1957.

Los últimos días y los últimos minutos de Manolo los dedicó a morir. A su hermano Luciano le dictó sus últimas disposiciones.

“Un ataúd triangular estilo catafalco, como el de los hospitales pobres o el de los soldados que mueren peleando. De madera fresca, cepillada y lisa, y un crucifijo negro en el fondo; nada de maque, le repugnaba; pidió ser enterrado en Managua, sin invitación de nadie”.

Para el pueblo ¡ESE GRAN ESPECTÁCULO!—que lo velará todos los días, lo acompañó hasta su última morada.

Managua, 14 de noviembre de 1962.

 *Publicado enLa Noticia 18 de noviembre de 1962.

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El paraíso de nuestras izquierdas

Por: Manolo Cuadra


Hablando en buena ley, cualquier actitud ideológica asumida frente a la vida nos capacita para representar un lance dramático que ha de ser el que nosotros escojamos. También, toda actitud es un drama. Nuestro gesto, nuestro modo vital, enfrentado a multitud de modos, ha de provocar conflictos violentos con el sumo antagónico de otros modos, sea por su sensibilidad estética, orientación filosófica o bien algún menester industrial horriblemente bursátil. La verdad es ésa, presentada un poco frugalmente en el hueco de nuestra premisa.

Pero, es el caso, lo que por antonomasia debería significar incomodidad, desasosiego, accidencia –a la izquierda, la izquierda política-, no tiene nada de esto y solamente se usa en la línea de conseguir esa fácil popularidad que es todo lo contrario de la terrible gloria del anonimato: ¡Izquierda auténtica, prensada en la angustia de sentirse impopular por excepcional!

Atribuyo miedo e hipocresía a semejante conducta. Miedo de llegar a las manos con la masa; miedo de decirle la verdad; miedo de negarle virtud directriz y legación autárquica.

Decirse izquierdista y proceder, sin embargo, corriente­mente; embobarse con las películas de Tom Keene, hacer alarde de oratoria revolucionaria y acomodarse sanchezcamente con lo establecido es ponerle cuernos a la masa y contribuir a la estabilización de lo liberal y lo conservador típicos. ¿Quedarán las cosas como antes, así gritemos en las cantinas y en los andenes del ferrocarril: ¡Vivan las izquierdas! ¿Qué más da? La fijación ideológica no es cuestión de pulmones.

Pero ciertamente algo ganan cuantos gritan: ¡Vivan las izquierdas! Esa explotación sentimental, que parejamente es un merodeo llevado a cabo contra la sensibilidad gregaria, los convertirá pronto en líderes populares. De ahí abordarán el barco burocrático en el Parlamento, en la Diplomacia, en la Encomienda, en el insignificante empleo donde se cobra mucho por trabajar nada.

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