domingo, 22 de enero de 2023

NICARAGUA – La Raíz del Arte Americano. Revista Tiempo. Semanario de la Vida y la Verdad. Vol. LXIX. No. 1799. México, 25 de octubre de 1976.

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    Desde hace poco más de dos años, los nicaragüenses han venido familiarizándose con la obra de un artista que ha sabido combinar las atareadas labores de viceministro de Planificación Urbana con su vocación de artista.

    Autor de una deslumbrante colección de tapices, el joven funcionario nicaragüense, Iván Osorio Peters, arquitecto de profesión, está considerado como el mejor diseñador centroamericano y probablemente uno de los mejores dibujantes de América.

    Osorio Peters –40 años de edad, casado, dos hijos— dio un fuerte impulso al movimiento artístico nicaragüense en su anterior posición de secretario de Información y Prensa, cargo que desempeñó a satisfacción de los hombres de prensa, radio y TV por más de seis años.

    Después del terremoto que asoló la capital, el 23 de Dic de 1972, hubo un surgimiento del arte en Nicaragua y la embajada norteamericana en Managua abrió un local donde se montó una exposición de pintores, que recibieron el apoyo de la sección cultural de la oficina diplomática yanqui. Poco tiempo después Osorio exponía ante un público incrédulo que no tenía la menor noticia del trabajo que realizaba.

    El Arq Osorio había realizado ya exposiciones en Wáshington, Managua y otras ciudades nicaragüenses, incluyendo una interesante presentación, que ilustró con diapositivas del proceso de su trabajo, tapice en las paredes, y una amena charla, en el complejo Cultural situado en la periferia de la nueva ciudad, que él mismo se ha encargado de diseñar.

    Entre las personalidades mundiales que tiene en su poder tapices de Iván Osorio, se cuentan algunos jefes de Estado, entr4e ellos el presidente de México Luis Echeverría, coleccionistas privados de los EE.UU., y de Europa, bancos italianos y desde luego el presidente nicaragüense. Muchas corporaciones públicas y privadas del han adquirido las obras del artista.

    El tapiz, en este pequeño país centroamericano, tiene una tradición, si bien interrumpida. Cronistas de Indias, entre ellos el inefable Fray Bernardino de Sahagún y más directamente Oviedo y Valdés, hablan ya del tapiz, sobre todo de pequeñas mantas llamadas en náhuatl cuahlis. El arte textil propiamente dicho no se continuó en Nicaragua, excepción hecha de un telar primitivo instalado en Solentiname que dejó de funcionar hace algunos años.

    Una estupenda pintora primitivista nicaragüense, de fama mundial, doña Asilia Guillén se dedicaba al bordado, para luego volcarse en sus últimos años a la pintura al óleo. Osorio fue, sin embargo, el único en adentrarse al arte del tapiz, con evidente éxito.

    La mayor parte de los temas expresados por Osorio en los tapices, hasta de cinco metros cuadrados, apelan a la común cultura náhuatl. Haciendo hincapié en sus raíces americanistas, Iván Osorio afirma: “Tengo mis pies clavados en el barro”.

    Aunque los tapices del artista no tengan apariencia de códice, no puede desconocerse la herencia del hombre americano en su obra. Tanto la temática como la mitología náhuatl están exaltados armoniosamente en la creación de un artista en quien se conjugan las excepcionales dotes de arquitecto y su manejo del color, en grandes áreas, como exige un tapiz.

Quetzalcóatl, el dios sacerdote de los nahuas, cuyas huellas están presentes en una laguna situada a cinco kilómetros de la ciudad, aparece en varias de las obras del artista, que proyecta, por cierto, una próxima exhibición en San Salvador y otra ciudad en la ciudad de México, en el Museo de Arte Moderno o en el Instituto de Antropología.

    Rico color americano. La última exposición, abierta al público en el fastuoso Teatro Rubén Darío de esta capital, constituyó un éxito sin precedentes. Osorio había tenido otras, pero en esta última destaca la nueva búsqueda de color y el enfoque más genuino de la tradición, tanto por los temas en sí mismos como por el logro en la forma, que él enfoca con un sentido notablemente figurativo.

    De su propia obra, Osorio dice: “Siento los colores subiéndome por las piernas, los muslos, las vísceras y el pecho, derramándose por mis brazos, hasta chorrearse de los dedos”.

    Pablo Antonio Cuadra, refiriéndose a Osorio, dijo en una crítica: “Una de las formas más antiguas de expresión artística, el arte del tapiz, se ha renovado en las manos de Iván Osorio, dando lugar a un curioso mestizaje artístico, en el que se conjugan su vocación de artista, su capacidad de arquitecto y su técnica de dibujante”.

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ESCUELA DE BELLAS ARTES VISITA EN PLENO EXPOSICIÓN DE OSORIO. En: Novedades, sábado, 3 de Diciembre de 1977. Segunda Época, No. 1739.

Un total de aproximadamente setenta estudiantes y el cuerpo de profesores de la Escuela de Bellas Artes, visitó la tarde de ayer la exposición de tapices del Arquitecto Iván Osorio, que permanece abierta en sus últimos días en el Salón Magno del Teatro Rubén Darío.

         Jóvenes estudiantes de pintura, escultura y cerámica compartieron durante varias horas con el artista, quien les ofreció una charla informal sobre las difíciles técnicas del tapiz, cuya producción ha llevado Osorio a las principales galerías del mundo, así como a colecciones públicas y privadas.

         Osorio mostró a los jóvenes estudiantes y a los profesores, las obras expuestas, que dicho sea de paso han sido adquiridas ya en su mayor parte por coleccionistas nicaragüenses, entre ellas dos obras monumentales, “Managua” y “Nicaragua” que entraron a formar parte de la colección del Grupo Banic.

PROFESORES IMPRESIONADOS

         Los profesores Julio Vallejos, de pintura; Noel Flores, de escultura; María Gallo, de la sección infantil; Miriam Anzoátegui, de cerámica; Manuel García, Colaborador y el Director Sergio Dávila, sostuvieron una animado diálogo con el Arquitecto Iván Osorio, en relación a la valiosa muestra exhibida, que fue calificada por un profesor de Bellas Artes como “una de las más hermosas exposiciones artísticas abiertas jamás en el país”.

         Los maestros de Bellas Artes, así como los más destacados alumnos de las varias secciones de la Escuela, coincidieron en afirmar que Osorio debe considerarse ya como uno de los más destacados valores del arte nicaragüense.

         En medio de los deslumbrantes flashes de los fotógrafos y de los reflectores de televisión, llamaron poderosamente la atención de los visitantes los tapices del Grupo Banic, que serán exhibidos en forma permanente para el público, en el edificio bancario que será inaugurado próximamente en la carretera a Masaya.

         Estudiantes y maestros hicieron una crítica positiva sobre la muestra de Osorio, indicando que el tratamiento que da el artista a los colores, en el difícil arte de “pintar con lana”, refleja “una gran madurez y la inagotable imaginación de Osorio, que ha sabido explotar en beneficio de la belleza de su obra, numerosos recursos, algunos realmente ancestrales, que hacen del tapiz una de las más viejas artes del hombre”.

         “Osorio dijo un maestro, es definitivamente un valor nacional a nivel mundial y su obra desde ahora, debe considerarse como inmortal”.

APOYARÁ GALERÍA DE BELLAS ARTES

         Por otra parte, el Director de la Escuela, Maestro Sergio Dávila, dio a conocer que el Arquitecto Iván Osorio había ofrecido su apoyo a la Galería de la Escuela, que será dirigida por la reconocida artista Magda Doña, que también se dedica a la pintura y a la escultura.

         Osorio ofreció a los profesores dictar algunas charlas en la Escuela y apoyar una obra de la importancia de la Galería, que tiende a proyectar la labor del centro de estudios.

         Después de largo tiempo de compartir con los maestros y estudiantes ofreció un refrigero a los asistentes a la exposición, que permanecerá abierta al público hasta el 4 de Diciembre.

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Manuel García, Noel Flores, Sergio Dávila, Julio Vallejo, detrás, María Gallo
3 de Diciembre de 1977

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sábado, 21 de enero de 2023

REVISTA "LA PATRIA" - Número - Homenaje / Dedicado a la Memoria del Presbítero Doctor Remigio Casco. León, 11 de Junio de 1909.

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PALABRAS DE DUELO

Ayer a los 6 y 10 minutos de la tarde ha muerto el esclarecido escritor,

Presbítero Doctor Remigio Casco

         Tan inesperado acontecimiento ha conmovido hondamente a esta sociedad y, por lo prematuro, ha causado la más dolorosa impresión en los que tuvimos a honra contarnos en el número de sus amigos.

         Joven, fuerte, lleno de esperanzas que procuraba compartir con todos, su desaparición conturba el ánimo y hace surgir en la mente las nubes sombrías que envuelven al espíritu en los momentos más dolorosos de la vida.

         Se distinguió el extinto como uno de los mejores oradores sagrados del clero nicaragüense; como uno de los primeros y más brillantes escritores, como amigo consecuente; como solícito maestro de la juventud, y como ciudadano integérrimo y noble. Por eso, la muerte del Doctor Casco la consideramos como un acontecimiento luctuoso para Nicaragua, que se siente profundamente herida con el desaparecimiento de uno de sus más preclaros hijos.

León, 11 de Junio de 1909

Alfonso Ayón, Mariano Barreto, Félix Quiñones, Bruno H. Buitrago, Santiago Argüello, Francisco Paniagua Prado, Luis H. Debayle, Máximo H. Zepeda, Pompilio Peña, Isidoro Carrillo, Alejandro González, Nicolás Tijerino, J. Ramón Sevilla, Nicolás Paniagua Prado, Escolástico Lara, Juan de Dios Vanegas, Cornelio Sosa, Edmond H. Pallais, Antonio Medrano, J.M. Paniagua Prado, Manuel Tijerino, Juan Carrillo Salazar.

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            EL PADRE CASCO

    No recuerdo con motivo de la fiesta de qué santo, fue llamado de la metrópoli para decir el sermón el Padre Casco; no olvido sí que, atraído por la fama del orador, público había invadido completamente la iglesia de la Merced. A la hora oportuna salió de la sacristía el Padre Casco, y con pasos humildes subió las gradas del pulpito. Comenzó diciendo unas palabras de San Juan Crisóstomo respecto a la vanidad. (La prensa del día hablaba del cierre del asilo de pobres por falta de dinero).

    El cura, después de un corto exordio, levantando hermosamente la voz y haciendo un gallardo gesto interrogativo, dijo: —¿Sabéis que la Caridad es la única Virtud que no se cubre con las alas, deslumbrada, delante de Dios? Leed el Sermón de la Montaña, ese monumento de elocuencia y sencillez, y veréis que, como dijo el dulce Fenelón, cuando Dios está ausente, la Caridad hace sus veces”. Oíd lo que dice la limosna, cuando pasa de la mano de rosa y seda, de la mano de marfil de una dama caritativa a la andrajosa mano, a la mugre mano de un pobre: soy para ti, hambriento, un pedazo de pan, y  para la dama generosa una flor; vengo a  fortalecer esta tu mano temblorosa; pero antes he dejado perfumada la mano que me puso en la tuya. Nadie supone el beso de gratitud que da el alma de un mendigo a la mano que le alarga una moneda, y nadie se imagina —apenas Francisco de Asís— el temblor de alegría que sobrecoge al alma dueña de una acción fraternal. Amad a este grande y humilde Francisco de Asís, porque era un tizón de caridad y porque, sobre su aureola de humilde, está su resplandor de caridad.

    “Me contó en Europa, hace años un escultor suramericano, que él había visto en un asilo a un hombre, a un leproso, que era la perfecta imagen de Jesús, de aquel Jesús de 29 años que tan admirablemente pintaron Lwidge  y Rubens. ¿Qué sabéis vosotros sí entre los pobres que vais a echar del asilo está tal vez el dulce y buen Jesús, disfrazado de mendigo; para ver de qué es vuestro corazón? Cerrad tanta puerta abierta a menesteres innecesarios, y haced que permanezcan, de par en par, abiertas las puertas del Asilo”.

    Y como fervoroso artista danunziano, el Padre Casco hacía elocuentemente el elogio de la perfumada y exquisita mano que ofrece un alivio, y decía, como Turgneneff, que cuando no haya dinero en el bolsillo, se dé al mendigo una palabra de hermano, que vale por un buen pan y dio los versos de Darío:

    “A las manos bondadosas

    Desde el cielo Dios envía

    el perfume de las rosas

    de la eterna Alejandría. “

            CARLOS A. BRAVO

            Granada, Junio de 1909

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            RECUERDOS

Vagas reminiscencias de sabrosa lectura me hicieron perdurar en la simpatía que inspiraba como escritor el Padre Casco.

¿Quién era ese escritor que deleitaba apasionadamente a sus lectores? Hace unos diez años que lo ignoraba. No sabía existiera en el patrio cielo literario, esa estrella de primera magnitud, --Así se explica el error que padecí por largo tiempo. — Un día llegó a mis manos la Revista Literaria de Quiñones; y dí con un artículo firmado por R. Casco. El primer párrafo me entusiasmó, y el siguiente me sedujo, para continuar saboreando hasta el fin aquella deliciosa producción.

         Volvió la Revista leonesa, y vuelta a saborear las producciones de R. Casco, que tanto me placía apreciarlas por su donosura y atildamiento.

         ¿Y a quién creía yo saborear?  —Me imaginaba que, a un escritor de la patria de Caldas, o de Juan Montalvo, o de Bolívar; porque en la novedad del pensamiento, la frase castiza, el estilo moderno, creía descubrir a uno de los muchos grandilocuentes sudamericanos.

         ¡Cual sería mi despertar, cuando un grupo de amigos leoneses a quienes comunicaba mis impresiones, me dijeron que R. Casco, escritor tan celebrado por mí; como extracción exótica, ¡era purísimo compatriota de los que tomaban inspiración en las fuentes cristalinas del Pochote!

         Si la ilusión se evaporó de mi mente; si la ficción desapareció con la realidad; en cambió abrigue el vehemente deseo de conocer luego al gallardo escritor, que imaginaba fuese gallarda su personalidad. –No duró mucho tiempo esa aspiración. –Un día de San Juan Bautista felicitaba a una dama leonesa, tan bella como inteligente, en el día de su onomástico; y a poco rato acertó llegar al mismo cumplimiento una persona amable, sencilla, modesta y de seductora conversación. –“Doctor Somoza dijo doña Juanita, Ud. ¿No se conoce con el Doctor y sacerdote don Remigio Casco?  Deseo sean buenos amigos. —  Simultáneamente nos levantamos y estrechamos nuestras manos con protestas de sincera amistad.

         Mi vehemente deseo estaba colmado; sólo una nueva desilusión quedó en mi espíritu para la estética. —  El caballero gallardo, gentil, donairoso, el Narciso imaginado, era apenas un tipo ideal de nuestra raza autóctona, de pequeña estatura, color cobrizo, aspecto humilde, aunque los ojos brillantísimos, reveladores del pensamiento que reverbera en las concavidades del cerebro.

         Cualquiera sufría engaño al ver en aquel físico lo expresivo de la sencillez que, a primer examen, no descubría ser el insigne escritor que cautivaba con sus brillantes producciones.

         Ya después, después de aquella presentación social, fuimos amigos y yo profesé al hombre de letras sincera admiración; y la desgarradora noticia de súbita muerte me llegó, ¡cuando embelesado leía su prólogo en Laurel Solariego!

         La desilusión final me ha consternado héchome partícipe del duelo patrio. – ¡Como era joven el Padre Casco, le consideraba poseedor por luengos años del mísero terrón en que giramos, alumbrando y dirigiendo a la juventud que se levanta, y llevando a todos el verbo elocuente que se escapaba del fondo de su alma!

         Columna truncada, viajero sorprendido en mitad del desierto: tu desaparecer ha herido todas las fibras del sentimiento, porque el templo del Arte ha perdido a su Levita, y el espíritu excelso de tu alma pura, se ha escapado ante el ataque aleve de feroz guadaña.

         JESÚS HERNÁNDEZ

        Managua, 28 de Junio de 1909

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            CABALLERO Y APÓSTOL

(El Padre Casco)

         Así le conocí y así lo recuerdo.

         Una sola vez le vi: incidentalmente me introdujeron a sus relaciones.

         Fue en León, hace pocos años.

         Celebrábase en la hermosa población, verdadera ciudad, el matrimonio de distinguida pareja perteneciente a las principales familias de aquella cultísima sociedad. La ceremonia religiosa verificábase, con notable concurrencia e inusitada solemnidad, en la capilla de la Catedral, frente al Seminario, los dos sitios que puede decirse fueron el mejor teatro donde se elevó la personalidad del Padre Casco.

         En medio de la muchedumbre, agrupados a las puertas del templo, presenciando el acto, nos encontramos el Padre Casco y yo, y fue entonces que nos presentaron. Era el momento en que los desposados se daban las manos y en que la orquesta ejecutaba, magistralmente, el Tedeum de rigor, por cuyas circunstancias el joven sacerdote se extendió en consideraciones sobre la influencia espiritual de la música en las funciones de la vida real, y sobre las ventajas del matrimonio, para el progreso social.

         Así se me reveló el Padre Casco: por el arte y en el trato amigable pude darme cuenta, desde aquella época, de sus tendencias civilizadoras, de su temperamento artístico, de sus maneras caballerosas, de su misión eminentemente apostólica.

         Verlo y observarlo era imposible que dejara de ocurrir. De tamaño de niño y de fisonomía infantil, con sus faldas negras, parecía, entre el alegre bullicio, algo así como pájaro en la arboleda, algo así como una palpitación de luz en la inmensa y agitada mar de las pasiones humanas.

         Su reducida estatura, sus pocos años, su índole jovial, sus ademanes vivarachos, su habitual locuacidad, instintivamente me trajeron a la memoria uno de aquellos estudiantes de la universidad de Cambridge, que atesoran en su imaginación un cúmulo de conocimientos, y en su corazón un ansia de nobles ideales.

         Luego, ya en los salones de la aristocrática fiesta, se completó mi simpatía por el buen sacerdote, que amaba sus prácticas evangélicas, revelándose por su porte, por su aire, por sus producciones, un segundo San Juan; aunaba, repito, el exquisito trato y las finas maneras del caballero, acostumbrado al don de genes, análogos a los imborrables que, en el ánimo de los granadinos, dejara el inolvidable Padre Sáenz Llaría, de procedencia íbera.

         Reminiscencia es esta en que yo encuentro puntos de contacto, entre el clérigo español y el lamentado compatriota de la hora presente. Ambos ejerciendo, cual otro Livingstone en las remotas regiones del África, con el libro redentor y con la caridad de la palabra, civilizadora misión evangélica. La cátedra, es decir, la luz; el arte que es la gracia, combinados en una propaganda silenciosa pero activa, edificante, eficacísima, fueron la lucha diaria y los triunfos inmarcesibles de estos abnegados y valerosos protagonistas del pensamiento libre y regenerador.

         Esos triunfos tiempo es ya de perpetuarlos; pero con hechos que, a la vez que sean una enseñanza, inmortalicen la obra del pensamiento humano del que ellos fueron fervoroso adeptos.

         Hay un deber, obligación ineludible del patriotismo nicaragüense: llevar esa luz y esa gracia a las fértiles e ignotas comarcas de donde procedía el Padre Casco. Con él y Pedro Ortiz, ingenios privilegiados, Samuel Meza, brillante estilista; Salvador Calderón, inspirado narrador; Carmen Cantarero, investigador de nervio; el Padre Arnesto, razonador convencido, y muchos otros que se escapan a nuestra pluma, se ha demostrado, de modo incontrovertible, hasta dónde puede extenderse el horizonte moral e intelectual de nuestras Segovias el día en que allá se levante un centro, un instituto que responda y satisfaga las justas necesidades y compromisos del patriotismo nacional.

         ¿Amamos de veras el bien? ¿Queremos inmortalizar la memoria de quienes por él se sacrificaron heroicamente?  — Pues respondamos al sentimiento público con lo práctico, con lo tangible, con lo esencialmente civilizador: erigir un establecimiento de primer orden en las Segovias, que lleve el nombre del Padre Casco.

         Los pueblos se hacen grandes, no sólo por sus virtudes, sino también por sus procedimientos.

         Llorar, lamentar a sus muertos, es una virtud. Para engrandecer ésta, hay que recoger los frutos que aquellos cosecharon. Llevemos a plantar y cultivar en su tierra nativa, que también es nuestra, los invaluables que la patria legara el noble espíritu de Remigio Casco.

                GENARO LUGO

                Managua, 24 de Junio de 1909

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      ÉXODO

         Aquella voluntad no podía ceder más que a la irrupción de la muerte.

         Hecho para la dignidad sólo debía tener una caída: la del sepulcro.

         Y cayó en él, en plena jornada, sin debilidades mundiales, provocando la consternación de todo un pueblo.

         Esa consternación es la mejor corona para sus sienes de pensador.

         Casco ha muerto, esto es, a desaparecido para nacer en el mármol.

         En torno de aquella existencia luminosa, consagrada al bien, se hizo la gran noche del misterio, en la hora póstuma del día, cuando se dibujaba por el dedo del tiempo, en el ocaso ensangrentado, la línea indecisa que separa la claridad de las sombras.

         Y fueron tinieblas del dolor, como las tinieblas del Parasceve de la crucifixión, las que presidieron el eclipse de aquella vida hecha para la Suprema Belleza.

         Arriba, la negrura de los cielos donde moría la luz; abajo, la tristeza tormentosa de los seres en quienes hacía erupción el sentimiento. Y, en esa dualidad de sombras y duelo, el dolor y la muerte, lo imprescindible y lo inexorable, frente a frente ante aquel sacrifico de las almas, lacerante como las piedras del Gólgota.

         Procesión de sombras y misterios intensamente dolorosa y fatal.

         Y en medio de tanta confusión, destácase, como en un duelo de crepúsculo, la tumba que es, para los inmortales, es decir, para los dioses de ahora, el último descanso de esa ascensión gloriosa que se realiza por sobre las pasiones mezquinas que saben de la envidia y dicen de la calumnia.

         En la muerte, la celebridad encuentra alas para subir, porque la celebridad es el águila que en la Iconografía representa el triunfo y la dignidad del triunfo, que es el compañero del éxito, y la dignidad, que es la resultante del carácter.

         La alabanza a la mediocridad no traspasa nunca el dintel del cementerio, porque allí no crece la anagálida, la flor de la adulación.

         Seca la rosa, queda únicamente la espina: perfume y colores todo desaparece, porque la vanidad no perdura.

         Y lo que ha engrandecido la lisonja –si la lisonja pudiera engrandecer— desciende para morir, como el fuego de San Telmo. Sólo lo que ha glorificado el elogio, esto es, el mérito, subsiste al través de las edades.

         Los actos de reparación y de justicia que enaltecen la memoria de los inmortales, han contestado, con el bronce de sus estatuas y el mármol de sus bustos, la frase amarga y dura de Madame de Staël que suena como una reconvención a la humana ingratitud: cuanto más trato a los hombres, más afecto le tengo a los perros.

         Plus je connais les hommes, plus j̓̕ aime les chiens. No; no es posible admitirlo, sería preciso creer antes, que vivimos en medio de la depravación y la falacia, y que la deslealtad y la perfidia han reemplazado al honor y la nobleza.

         La ingratitud individual se trasmite a la colectividad, y del seno de las multitudes agradecidas surge la celebridad que se eleva por sobre lo vulgar y lo pequeño.

         Y a pesar de las liviandades que hicieron exclamar a Rabelais, en un arranque de hondo desconsuelo: el estómago es el cerebro, el carácter, ese gran rebelde, asciende la escarpada cima de la dignidad y escribe sobre ella, como una protesta, la palabra: VIRTUD.

         El DOCTOR REMIGIO CASCO subió, como un convencido, esa altura, sin necesidad de recoger bajo el brazo su sotana de clérigo.

         Allí en esa altura, de pie, desafiando las tempestades, brotaba la idea de su cerebro, armada y luminosa, como Minerva de la cabeza de Júpiter.

         Y se hacía para la vida del pensamiento en aquella negrura de tiniebla que se llama ignorancia. Y brillaba como una constelación de astro iluminando los corazones aptos para el bien.

         Liberales y neocatólicos, librepensadores y racionalistas, clerófagos y radicales, conservadores y ultramontanos, todos le apreciaban con la alta estimación de los católicos. Y era porque él nunca conoció la impostura ni supo de la falsía.

         El sacerdocio en él no era una incidencia, sino una vocación.

         Y, como lo dije ya en otra vez, fue un reivindicador del sacerdote católico.

         Hacía todo el bien posible, pero, su humildad característica, siempre lo mantuvo muy lejos de las confesiones egotistas.

         Para aquel ser que tenía la arrogancia del quetzal —el ave libertaria— no había cautiverios posibles.

          Vivía en el Seminario, como se anida el cóndor en la roca.

         Y, como el águila con las tempestades, él se encontraba en contacto con la juventud a la que amaba entrañablemente, porque sabía que la honda de David hace portentos en la vida de los pueblos.

         Ofició, como sacerdote, ante el Cristo, el Dios de la mansedumbre y del dolor; y ofició como escritor, ante el Arte potente y majestuoso.

         Y se vio siempre, sin decaimientos de ninguna clase, cerca del Jordán y del Hipocrene –perdón e inspiración, dos grandes Quimeras.

         Comprendió a Homero y a Virgilio sin necesidad de buscarlos traducidos en el habla de Cervantes. Y leyó cerca del Támesis a Milton, y del Sena, a Víctor Hugo. Y el Tíber le vio pasar, peregrino del Arte, y subir al Janículo en donde recordó a Tasso, hijo de Bérgamo, con su Amadis de Gaula eclipsado por Tasso, hijo de Sorrento, con su Jerusalén libertada. El Folk-Lore, esa nueva ciencia de las supervivencias, tenía en él a un insigne cultivador.

         Admiró la sublimidad del poema de Job y el alto lirismo de Isaías, y comprendió cómo se llora por la patria en los Trinos de Jeremías.

         Y fue su pensamiento potente para crear. Sus concepciones hacer sentir en el alma inefables dulzuras, como los cantos de Bellini, o deslumbran por su grandiosidad, como las sinfonías de Rossini.

         Sabía que el azul es ciencia, el blanco, inocencia; y conocía que la reunión de esos dos colores significa sabiduría: por eso amaba con vehemencia el emblema sacrosanto de la Patria, por cuya integridad, en su patriotismo, hubiera llegado a recogerse la sotana para morir al pie de una trinchera.

         Y se acercó a las multitudes para ilustrarlas, no para defraudarlas. De allí el inmenso cariño que se le tenía: cariño que, muerto él, supo cubrir de rosas, como en una floración primaveral su féretro, conducido al cementerio en un desfile glorioso, sobre los hombros de sus admiradores, en medio de los funerales de la luz.

         Y moría en los cielos la claridad de la tarde, y el ocaso se hacía tinieblas, como acompañando al duelo de las almas en aquella crucifixión del sentimiento en la que se apuran todos los martirios.

         En esa procesión de sombras y tristezas; y cuando la oquedad del sepulcro recibía el cuerpo de aquel muerto ilustre, la consternación espontánea de la muchedumbre, que presenciaba tan fúnebre descenso, enunciaba que hay muertes que son resurrecciones gloriosas.

         Y mientras la claridad de la tarde desaparecía en el duelo de los cielos, la admiración de todo un pueblo quedaba en vela, como los acemetas, cerca de aquella tumba que se cerraba con flores.

                    MAX JEREZ

                    León, 11 de Julio de 1909

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Breve Semblanza del Presbítero y Doctor Remigio Casco 

Remigio Casco (Comunidad “El Rosario”, Pueblo Nuevo, Departamento de Segovia, 13 de noviembre de 1869 – 10 de junio de 1909​) fue sacerdote jesuita, prosista y ensayista nicaragüense. En su tiempo se le consideró como el mayor orador y su renombre fue a nivel centroamericano.

Fue redactor de la revista literaria El Ateneo Nicaragüense​ de tiraje mensual de la ciudad de León. Por las protestas contra el gobierno del Presiente General José Santos Zelaya fue arrestado y desterrado junto al Obispo Simeón Pereira y Castellón y otros sacerdotes en 1899.

Demostrando gran audacia intelectual fue inducido por el Obispo Ulloa y Larios a estudiar la carrera eclesiástica quien le envió a la Universidad Gregoriana de Roma. En octubre de 1893 recibió el Doctorado en Filosofía, posteriormente recibió el doctorado en Derecho Canónico en la misma universidad.

Se desempeñó en las cátedras de Filosofía y Derecho Canónico en el Seminario San Ramón de León, fue maestro del poeta Azarías H. Pallais en ese entonces seminarista,3​ y en la Capellanía de la parroquia El Calvario de la misma ciudad.​

Introdujo a Nicaragua la primera imprenta del país, además de haber fungido funciones diplomáticas, siendo nombrado como embajador de Nicaragua en Chile.​

Murió joven debido a un problema en sus riñones. En el Parque "La Merced" de León se erigió un busto en su memoria.

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viernes, 20 de enero de 2023

AFONÍA. En: Revista "La Patria". Número Dedicado a la Memoria de Rubén Darío. Por: Fernando Buitrago Morales. León, 7 de Mayo de 1916.

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Rubén Darío -  Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle 
Para la edición filatélica  conmemorativa de 1967

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AFONÍA

Motivada por la reciente muerte de Rubén Darío

             Y está triste la lira,

         El poeta del numen más grande y formidable

         Se acaba de marchar…

         Y está triste la lira,

         Y están tristes los lirios

         Y tristes están los cirios

         ¡Que vigilan el altar!

 

             Todo está silencioso. Se oye el grito

         De la voz misteriosa, para Tamo;

         Es la voz de Egeo,

         Es la voz del reclamo

         Y es el suspiro azul del infinito;

         Es el grito de amor que dan los prados,

         Es el grito de amor que dan las rosas,

         Suspiros de mariposas

         Que van en el aire alados,

         Son lamentos de amor que lleva el viento,

         Son tristezas y penas

         Y suspiros de queja en un gemido;

         Se halla viudo, por fin, el pensamiento

         Y le ha dado su pésame el olvido.

 

             El hermano de Hipnos

         No respetó al herir, la cima erguida,

         No respetó la cumbre,

         ¡No respetó la vida!

         Y al herir al gigante,

         De aquella herida resaltó una lumbre,

         Tembló la tierra, se paró la luna,

         ¡Y el sol vaciló un instante!

 

             Y el hermano de Hipnos,

         Al ver el mal que ocasionó su herida,

         Al ver, por fin, concluida

         La vida del pensador,

         Lloró a solas, lloró a solas,

         Lloró a solas con su obra,

         ¡Y se sintió con dolor!

 

             Tristes están las Camenas,

         Llorando están los rosales,

         Se quejan las azucenas

         Y quéjanse los turpiales;

         Los funerales en Piero,

         En Pindo y en Helicón,

         Las musas los van rigiendo,

         Las Piérides van gimiendo,

         ¡Y gimen de corazón!

         Apolo preside el duelo,

         Pan camina silencioso,

         El Pegaso vaporoso

         ¡Ya no remonta su vuelo…!

         En la inmensidad del cielo

         A Osiris se mira orar…

         Van una misa a decir,

         Apolo la oficiará,

         Virgilio el paje será

         ¡Y Cristo la habrá de oír!

 

             Ya no tiene cantor la primavera,

         Ya no tiene responso su agonía,

         Está enferma la lira de afonía…

         Y la mente parlera

         ¡Está yerta, por fin, está fría!

 

         En el espacio de la mente humana,

         Ese espacio de luz y refulgencia,

         Cielo sin noche, perennal mañana,

         Donde es astro de luz la gaya ciencia,

         Donde estrella alada el pensamiento,

         Donde forma la idea su elemento

         Y vive el pensador:

         Un sol se ha puesto entre las rojas luces,

         Un sol se ha puesto de la mente humana.

         Un sol que como humano tuvo cruces

         Y fue rayo de luz en la mañana.

 

            Puede morir el soplo de los vientos,

         El alma del jardín, que es el perfume,

         Las luces con que alumbra el firmamento,

         El poner de los reyes,

         Pueden morir las leyes,

         ¡Pero no ha de morir el pensamiento!

 

             Pueden morir los visos del ocaso,

         De Adán la raza suspenderse puede,

         Puede morir el raso

         De una tarde de amor y de cariño,

         Puede pecar el niño;

         Pero no ha de morir la idea alada,

         Pero no ha de morir lo que produce

         El genio en su pasión,

         Puede morir la estrofa perfumada,

         Puede morir el genio

         ¡Al herirle su corazón!

         Pero si muere la persona suya,

         Pero si muere la materia humana,

         No se puede matar lo que él ha escrito.

 

             No se puede matar la mente alada;

         Que es libro el infinito

         Que el tiempo carcome,

         Y es la obra del genio un infinito

 

             Que el cielo la dispone

         Y en la mano de Dios está grabada.

 

             Es por eso que el alma del poeta

         No se puede terminar,

         Y el alma del poeta más grande y formidable       

         Jamás se ha de acabar.

         Y si está triste la lira,

         Es porque no halla cantor

         Que sepa como él cantar;

         Y tiene razón la lira,

         Y tienen razón los lirios

         Y razón tienen los cirios

         Que vigilan el altar.

 

FERNANDO BUITRAGO MORALES / 1916

Revista La Patria. Publicación Quincenal: Letras, Ciencias y Artes. Director: Félix Quiñónez. Año XXI. León, 7 de Mayo de 1916. Tomo VIII. Número dedicado a la memoria de Rubén Darío.