martes, 30 de junio de 2020

UNA VISlTA A ALFONSO CORTÉS. Por: Juan Aburto. Novedades Cultural. Domingo 9 de Febrero de 1969.


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La celda de Cortés en el Hospital Psiquiátrico se convirtió durante sus años de reclusión en centro de peregrinaje para estudiantes e intelectuales. 
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La camioneta vuela como obsedida y raspando el paisaje veloz produce una sensación de locura verde. Vamos hacia ALFONSO CORTÉS.

Para llegar hasta Alfonso se atraviesa un paisaje horrendo. Primero, la cinta de la carretera, que hipnotiza; el cadáver azul del lago cercano, un espantoso diente de piedra quemada surgiendo del suelo junto a la carretera, deteniendo todo el sol bútrico de Occidente, los nubarrones indecisos, era ya noviembre, el portal frío y negro del asilo, las primeras caras de extravío.

Se va llegando a Alfonso Cortés. Son: Luis Rocha, Yllescas, Sergio Ramírez, Octavio Robleto  y un amigo. Entramos en fila india, con recogimiento. Alguien nos conduce: allá es, en aquella celda. Solo vemos una ventana a lo lejos. Otra adorable ventana

Aquí se asomó Alfonso Cortés, diremos 100 años más tarde. Allí se asomó Rubén Darío, venimos diciendo desde hace 100 años. Desde aquella torre se asomó Joaquín Pasos, diremos 1000 años después.

Antes de Alfonso Cortés, están: un joven que conozco y ojalá sea visitante. Laboramos un tiempo en aquel lindo manicomio áureo que es el Banco. El joven lee su novela policial, me mira, retorcidos lo ojos, por debajo del libro; me ignora enseguida. Se echa encima del rostro las páginas que lee, mira pensar qué, Dios mío, mira las copas de los árboles azulosos, medita, se distiende en un sillón, con los ojos, vuelve a mirar la luz, vuelve a pensar a pensar qué,  ¡Dios mío! Mira las copas de los árboles azulosos, medita, se distiende en un sillón, con lasitud; mira a lo lejos, mira atentamente el aire, es feliz. Y yo desfallezco de envidia.

Después, otra fase de lo espantoso. Es ahora un niño, escasos diez años. Un niño a quien los padres quizás, abortaron y se deshicieron de él. Es como un ternero maneado, empiyamadito. Y maneado, atado de pies y manos, derribado en el suelo por la tara que lo acorrala por todas partes. Emite uno como “chist, chist” constante, como de chicharra desalada. Se golpea de cabeza, de pies, de manos, tremendamente contra los ladrillos helados; se dijera invadido de pronto por un  “ataque” y que se va a destrozar contra el suelo. Se vuelve repentinamente y muestra la naricita fina, los pómulos núbiles, la miradita remota, anhelante, y el labio espantosamente hendido, con pequeñas granulaciones repelentes. Echa espuma, vomita, juega con su espuma, se revuelca y creo que está contento. Va golpeando el suelo con cada porción de su cuerpo, otra vez, otra vez…

De repente las voces, las grandes voces de mis compañeros hablando con Alfonso Cortés. La voz de Alfonso Cortés desconcierta un poco. Es más bien baja, suavemente aguda y su vida no está a tono con el gran corpachón de Alfonso. No percibo lo que dicen los jóvenes poetas y el poeta loco. Presentaciones insulsas que el gran viejo no oye. ¿Y usted, que tal está, poetá? Alfonso Cortés se retrae y mira atentamente, agazapando en su interior toda su locura esplendente. Hablan. Sabe, poetá, mañana viene Ernesto Cardenal, el poeta, amigo suyo ¿recuerda? Alfonso medita un momento. Ah, sí Cardenal, el poeta, ya sé, sí. Pero dígame, y el otro Cardenal, poeta, el otro, ¿sí el otro? No, no es cardenal, es poeta, digo, o cosa así, el otro, vive en León. ¿Cuál otro? preguntamos ¿el Padre Pallais, poetá? Ah sí, ése, él, el Padre Pallais, vive en León, pero viene aquí a Managua y lo conozco, somos amigos. ¿Saben? Dicen, uno dijo que somos iguales. Tal vez cuando yo use la tonsura o cosa así, verdad? Porque yo no soy igual, yo no soy… Alfonso baja la cabeza anciana, medita un poco y vuelve a nosotros. Yo siempre creí que él era un poeta detestable, siempre lo creí, pero ustedes saben, el respeto religioso, se trataba de un sacerdote o cosa así, así me recomendó mi amigo Félix Pedro López. Yo soy otra cosa, yo soy apóstol de las letras, como San Pablo, como San Andrés; no, como San Andrés, no. San Andrés es el de la pornografía, es pornográfico. Yo soy buen tipo, yo soy hombre regular, sí, yo, pero yo estoy aquí desde el tiempo del doctor Sacasa, preso, yo estoy aquí, y quiero irme para Costa Rica o aunque sea a León. Sí. Yo soy apóstol, como Núñez de Arce, que es apóstol, pero el poeta más grande de España es Quevedo. Sí, muchachos. ¿Cómo te llamas tú? ¿Rocha? Ah, sí, Rocha; ¿no eres Solórzano? Yo maté a Solórzano. Lo maté porque soy apóstol o cosa así, pero eso era política o cosa así; muchas gracias, muchachos, cuando ustedes me dicen eso, es política.

Alfonso Cortés no admite diálogo Le preguntan los visitantes, le repreguntan, pero quizá sus voces son muy tímidas, respetuosas y temerosas, porque saben que ellos están ante Alfonso Cortés, así, loco, sucio y de saco, amable y  amado, verboso de locura, sonrosado, anciano, blanco, apostólico, puro, seguro de sí mismo, saber de su propia altitud en medio de las sombras, dramático, enternecedor y sollozante, pues Alfonso Cortés sabe que habla con poetas y llega hasta las lágrimas cuando “ebrio de azur” nos confiesa algo.

Ahora se ase a los conceptos, formula cuidadosamente la frase que se le derrumba después en el abismo de su mente en derrota. Sin embargo, prepara nuevamente, y la ensaya. Yo maté a un hombre, no, fue a dos hombres o cosa así, a Félix Pedro López, mi amigo, él me dijo que no, que Argüello y al otro. Quisieron sacar pistola y yo sin moverme los maté. Pero soy  hombre regular, casi no hay hombre regular, sólo alguien, buen intelectual, puede llegar a ser hombre regular. Sólo Quevedo. ¿Y Cervantes, poetá? le preguntan. Ah sí, le he estado leyendo, pero es místico, es de iglesia y yo no tengo compromiso con nadie, menos con el clero. Yo soy grande.  ¡Yo me echo con ese hijueputa de Rubén Darío! (Alfonso grita esto y se exalta). La familia Martínez  ya ha dicho que soy más grande que Darío. Se aplaca un tanto, apenado.  – Perdón, existe allá arriba un Jesucristo y yo no debo decir cosa mala, por respeto, pero me echo con ese, me echo, ¡porque soy más grande!

La voz de Alfonso Cortés suena ahora exaltada y profunda, ha adquirido gravedades de tonos que él no usa normalmente. Yo miro la arboleda verdioscura que circunda su celda, en esta hora santa de la tarde,  y noto una bruma blanquecina que se mezcla y destaca entre las cosas, se adentra en el ramaje elevado, persistiendo, lucha entre todo aquello, y me agrada mucho porque es neblina, rara en Managua, este noviembre, y ya voy sintiendo el frío de la helada próxima. Pero no es niebla, es humo blanco de los desechos de ramas secas que queman los otros locos afuera, entre los árboles; así lo avisa la nariz y enseguida lo compruebo.

Varias “salta piñuelas” entre tanto bajan chillando con grititos que suenan como besos rápidos, chupados, de amantes de mal gusto o de padres de familia exagerados. Y hay, rodeando la celda de Alfonso, una tapia enana con tejas, como en un cortijo, y unos rosales pálidos, casi junto a la ventana de Alfonso, que una mujer repelente (¿será enfermera cuerda o enemiga de lo bello?) va arrancando y acomodando violentamente.

Un anciano abrazando tiernamente un bote grande, la mirada fija y perdida, seguro, inevitable, va bajando interminablemente una grada, y subiendo, y retrocediendo y volviendo a bajar, y volviendo a subir, con la mirada pobre y  senil en alto, cansado y decidido y quizá feliz. El poeta Robleto me da un codazo y señalando ingenuamente, pregunta:

    — ¿Y  a ese pobre señor, qué le pasa?
   — Pues que es loco, poetá; estás loco?

La voz de Alfonso Cortés vuelve a subir por encima de todos. Ha estado hablando toda la tarde con nosotros, sin dialogar; no admite diálogo. Como su propia poesía es él, no admite diálogo, ni mensura, ni referencia alguna. Habla y habla. Le piden opiniones que diga lo que piensa sobre ciertos poetas nuestros. Se vuelve a exaltar. ¡A ese hijueputa un billón de veces de Darío Sarmiento, yo lo voy a derribar! Ya me han dicho. Perdonen. Ahí está Cristo Jesús. Es pecado, pero ya van a ver. Estoy escribiendo una comedia social o cosa así y ya van a ver. Después va decir la gente si yo o él. Hay poetas, pero no conductores. Sólo José Martí es más grande que Darío. Núñez de Arce es grande en España, pero respeta a Quevedo, que es el señor, así me dice mi amigo Félix Pedro López, o cosa así. Y  si no, oigan. (Lee un libro que lleva bajo el brazo un presunto elogio de Núñez de Arce para Quevedo y mis amigos me aseguran que no lee nada, recita de memoria algo).

Mis amigos le ofrecen una libreta para que escriba, y lápices. Los rehúsa. Le piden poemas. Pregunta por los que dio otro día y promete dar nuevos cuando vea publicados aquellos. Pide que le ayuden a salir de allí, para ir a fundamentar su literatura aunque sea a León o Costa Rica. Yllescas lo acosa a preguntas, quiere saber, es primera vez que ve al enorme Alfonso Cortés y quiere asombrarse aún más. Alfonso se retrae, alerta, acechante, escamado. Y tú, ¿está enfermo? ¿Yo, poetá?, es la camisa amarilla, tal vez, y la penumbra de la t arde, contesta Edwin. No, tú está enfermo,  yo lo veo, me has atacado toda la tarde, cuatro veces me has atacado. Estás enfermo…

Ramírez insiste en darle la libreta que compramos para él. Es para que escriba, poeta, papel limpio. No, —rehúye Alfonso— aquí tengo papel, pero si insistes, yo podría robártelo, digo, yo podría hurtártelo o cosa así, en mi provecho, pero no quiero. Entonces, dice Yllescas, quisiéramos alzar (sic) la libreta aquí en su cuarto, para la semana próxima que vengamos… Pues yo no soy cofre de ustedes, ¿verdad?, exclama olímpicamente Alfonso, y nos señala la puerta de su celda. Nosotros reímos alegres, reímos mucho y él también. Está contento. Nos alegramos todos. Yo miro los barrotes tristes. Miro la tarde azul. Me aparto. Los oigo ya de lejos a mis amigos.

Un hombre va y viene muy serio, acomodando ropa limpia de locos un buen rato. Lo toco en el brazo: Eh, oiga, aquel joven que está allá, ¿también es enfermo? El hombre me contesta con un silbido, se aleja cantandito y retorciendo los ojos. Un tipejo extraño, con la camisa roja salida y sin calcetines, toda la tarde ha estado jode que jode con un radio que le cuelga del pescuezo. Se acuesta, se levanta, nos escucha un rato, cambia la estación, la vuelve a cambiar, camina, vuelve, se va. Por fin, después de dos horas, se decide —¡es el loquero de Alfonso!— y nos notifica. Les voy a sacar el loco allí afuera, porque aquí es prohibido. Alfonso no le hace caso, se resiste, dice no sé qué cosas confusas acerca de León y la poesía;  y nos recomienda que no seamos abogados; no puede ser hombre de letras ni poeta un abogado, afirma. Nos agregó otras declaraciones de esteta que me recuerdan su verso admonitivo:

          “Soñad, soñad, entre la vida diaria”.

Otro hombrecito, con sombrero absurdo, de bluyín arrollado y de cara empolvada, pretende retirar al anciano que baja y sube. El enfermero. El anciano muge y quiere llorar, pero no habla. Muestra con gestos desolados que en alguna parte hiede mucho por ahí y que no quiere ir. El hombre lo guiña y retuerce los ojos, pide ayuda al tipo del radio; éste se cansa del forcejeo y vuelve a cambiar la estación. Yo miro la tarde que nos reclama urgentemente desde afuera. Hay un muchacho que hace malabarismos obsesionados con un cigarrillo que no fuma nunca; y varios hombres impasibles como estatuas, idos.

La tensión del encuentro que hemos tenido y el paisaje angustiosos nos va ascendiendo y girando como una gran temperatura dentro del cráneo: La tarde, esta tarde, estos locos, los poetas, los amigos, los locos, tapias, voces, rosales pálidos, Alfonso Cortés, humo, voces, la voz de Alfonso Cortés resonando todavía.

Una mujer aniquilada sonríe anhelante a nuestro paso. Quiere decir adiós, alza su brazo y se me prenden sus ojos abismados para siempre.            
                                   JUAN ABURTO



domingo, 28 de junio de 2020

A LOS DIEZ AÑOS DE SALOMÓN MUERE ALFONSO. Por el Lic. Máximo H. Salinas Zepeda. Novedades, miércoles 5 de Febrero de 1969.


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A LOS DIEZ AÑOS DE SALOMÓN MUERE ALFONSO. Por el Lic. Máximo H. Salinas Zepeda. Novedades, miércoles 5 de Febrero de 1969. Año XXXII. No. 10497. 

Febrero, el benjamín de los meses, tiene especial trascendencia para Nicaragua, en 1916, Febrero se nos llevó a Rubén Darío. En 1959, el 5 de Febrero, se nos fue Salomón de la Selva. Y este Febrero de 1969 se nos está llevando a Alfonso Cortés. Entre los grandes que Nicaragua le ha dado al mundo de las letras, sólo Azarías H. Pallais se escapó de Febrero. Como en las cordilleras cada cumbre tiene su individualidad y forma parte, sin embargo, de las sierras; como en la concatenación  de las ideas cada una tiene su propia importancia y contribuye, sin embargo, a la mayor importancia de la frase; como en la Trinidad Divina, el Padre, el Hijo y el Espíritu tienen, cada cual, su identidad personal y, sin embargo constituyen un solo Dios, así, sin pretenciosas y desautorizadas comparaciones, cada uno de ellos en su dimensión propia, no personalísima menos universal, Rubén, Salomón, Azarías y Alfonso, son, en conjunto la contribución de Nicaragua al patrimonio cultural de la humanidad. Por ellos puede decirse que Nicaragua no es un país al que debe medirse por kilómetros cuadrados, sino por la trascendencia del pensamiento de sus hombres. Sólo en la sólida unidad de nuestro reconocimiento hacia las cuatro manifestaciones de una misma grandeza, hallaremos la madurez de un justo orgullo nacional.

Por Alfonso, desaparecido apenas hace dos días, recordaré una oración que Salomón escribiera para Aquiles Aqueo: “…otros, mejor que yo, puedan cantarte ahora –que antes no te cantaron— otros mejor que yo puedan cantarte aunque no vivas y cuando ya no seas sino historia…”. 

Rubén tendrá su torrente anual de panegíricos: de quienes, en recogimiento, veneran su memoria, y de los entusiastas enamorados de ocasión. 

Azarías no es de Febrero y cuando llegue la fecha de su aniversario, recibirá, estoy seguro, el justo tributo que merece la alcurnia de su genialidad poética.

Pero de Salomón poco y pocos nos hemos acordado y no es justo para él ni para Nicaragua ni para las letras, que no nos acordemos.

Pedro Henríquez Ureña, gloria de las letras dominicanas, escribió de Salomón que: “Si es verdad que su obra es extraordinaria más extraordinaria aún es personalidad”. Hoy, al cumplirse diez años de su muerte no voy a recordar los detalles de la obra de Salomón de la Selva. Voy sólo a compartir con mis lectores algunos retazos de su vida. Tal vez así los comprendamos mejor y nos interesemos más por conocerlo.

Desde luego, yo había oído hablar de Salomón de la Selva, pero no lo conocí personalmente sino hasta en 1957. Yo había llegado a México –donde él tenía ya más de veinte años de residir— en gira de negocios, y aunque ya había estado en Yucatán, aquel era mi primer viaje a la capital mexicana. Era mi primera oportunidad para buscar al legendario personajes que, por sí y ante sí, se mantenía exiliado de una patria –Nicaragua— a la que amaba entrañablemente, y había encontrado en otra –México— el calor humano del reconocimiento, de la fortuna y de la fama.

Alguien, en Nicaragua, me había dado su dirección. Era en las calles de Moya de Contreras, en las aristocráticas Lomas de Chapultepec. Un palacete digno de un príncipe que, después lo supe, le había regalado su hermano don Rogelio. A la puerta de la verja del jardín ladraba furiosamente un perro. Una sirvienta de uniforme me respondió el timbre y, sin hacerme pasar, me informó que quien vivía allí era el Ingeniero Salomón de la Selva. Su padre, el Poeta, se había trasladado a la mucho menos aristocrática Avenida Chapultepec, a media cuadra de la triple esquina con Insurgentes y Oaxaca. El mediano Edificio de Apartamentos no era feo, pero estaba muy lejos de ser principesco. El portero –entre conserje y policía— amablemente y sin ladrar me condujo hasta la puerta del primer apartamiento de la planta baja. No me abrió una sirvienta uniformada ni sin uniforme. Me abrió un hombre de mediana estatura, con más que carne que hueso; el cabello sedoso, color de plata limpia, peinada hacia atrás; las cejas pobladas, espesas, las puntas hacia arriba, y del mismo color;  y, debajo de las cejas, los ojos más azules y penetrantes que me habían visto en mi vida. No le pregunté nada porque no lo dudé ni un momento. “Usted es Salomón de la Selva” –le dije— “Yo soy Máximo Salinas Zepeda”. Por una atracción infinitecimal (sic) de tiempo se hicieron más azules los ojos. Luego me abrió los brazos y pronunció el nombre de mi madre, Mercedes, su prima hermana a quien por los veinte años de su exilio semivoluntario, no había visto. Esa noche la pasamos en vela. No paramos de hablar hasta en la madrugada.

Al día siguiente no quiso oír razones. Me hizo acompañar por su hijo Juan y juntos, trasladamos mis maletas del Hotel Regis al pequeño apartamento de la Avenida Chapultepec.

Así empezaron los primeros seis meses de mi asombroso aprendizaje con Salomón de la Selva. En la pequeña sala, amoblada con un sofá y dos viejos sillones estilo provencial (sic) francés, polvorientos y cubiertos de libros, estudió los cálculos ingenieriles y económicos que él había preparado como anteproyecto de la presa Falcón, que se construyera durante la gestión presidencial del Licenciado Miguel Alemán y le diera a México una inmensa extensión de tierras labrantías. El Poeta había expresado sus sueños en números y con habilidad de estadista, los había convertido en realidad. Allí vi la exposición al Pdte. en que se exaltaba la necesidad de un gran centro que fuera refugio y norte para la juventud estudiosa de habla hispana en América, y vi el movimiento de los hilos financieros que habían hecho posible la construcción de la Ciudad Universitaria de México.

Otros sueños del Poeta, esta vez realizados en cemento, belleza artística y continuado esfuerzo colectivo de la superación intelectual y moral.

Allí, en la pequeña sala del Poeta, junto a él, leí con impaciencia y avidez, su obra monumental “Ilustre Familia”, esa maravillosa amalgama de erudición y soltura literaria que fuera exaltada por Jawaharial Nehrú, entonces Primer Ministro de la India y heredero de Ghandi, como la más importante obra política de nuestro siglo. El Poeta en su función más elevada: consejero y gobernantes para bien de los pueblos. 

Allí lo vi recoger los delicados aromas de maravillosos poemas líricos, inéditos, para mandarlos luego, con la mayor modestia, bajo un pseudónimo  gracioso y significativo y con el título de “Versos y Versiones Nobles y Sentimentales, al concurso literario que, en esos días, patrocinaba el gobierno de Venezuela en conmemoración de la muerte de Andrés Eloy Blanco.

El original se perdió con el caso subsiguiente al derrocamiento de Pérez Jiménez y, con él, se han perdido, hasta le fecha, algunos de los sueños más íntimos y delicados del Poeta.

Y allí me contó el último de sus sueños; el que había de convertirse en su gran sinfonía inconclusa: el libro y el monumento. Una obra histórica basada en documentación que había encontrado en el Archivo Secreto del Vaticano, la moderna democracia. Un emperador absolutista que detiene proyectos papales. Un humilde sacerdote, evangelizador de Nicaragua, que es la inspiración del Papa. Y la reivindicación del honor de una bella mujer, hermana del Pontífice. 

Paulo III y la Bula “Veritas ipsa”; Carlos V y de Alemania y I de España; Fray Bernardino de Minaya y Giulia Farnese. Era necesario que Salomón volviera a Europa y escribiera la obra.

Fue así que llevé a su casa a mi buen amigo el entonces Capitán José Agurto, Agregado Militar a la Embajada de Nicaragua (ahora Coronel) y entre ambos, lo convencimos para que hiciera una vista a Nicaragua.

De esa visita nació, por pedimento del Presidente Luis A. Somoza Debayle, su nombramiento de Embajador sin Sede en Europa, el cual le permitió completar las investigaciones necesarias para la gran obra que había ya comenzado bajo el título de “Cartas al Presidente de Nicaragua” cuando lo sorprendió la muerte en el Hotel Montana Tulleries en París, hoy hace diez años, mientras íbamos rumbo a Madrid para recordar a Darío en su aniversario.

Más de un volumen necesitaría para relatar en detalle el año y medio que compartí con Salomón en Europa. La intimidad de anécdotas vividas, en Italia, en Francia, en Alemania, y la intimidad de anécdotas que él me contara. Pero éste, naturalmente tiene que ser un brevísimo perfil con el que sólo me propongo que, cuando llegue el próximo Febrero, no nos volvamos a olvidar de Salomón de la Selva y hagamos de los tres febreristas: Rubén, Salomón y Alfonso, la unidad nacional que, con Azarías, proyecte la dimensión de Nicaragua al mundo, no como cumbre aislada, sino como sierra; no como idea suelta, sino como una frase que, en el transcurso de los siglos, lleve a cuatro voces el mensaje trascendente de una Nicaraguanidad Universal.

YO SECUESTRÉ A ALFONSO. Por: Guillermo Obando Reyes. En: Novedades, viernes 7 de Febrero de 1969.


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Caricatura de A. Cortés Por Leo Gurdián. En Extra. 5-2-69.

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YO SECUESTRÉ A ALFONSO. Por Guillermo Obando Reyes. 

Fui a León, precario de dinero y entusiasmo; iba a comenzar mi carrera de leyes. Todavía la vieja ciudad anidaba por ratos al Padre Pallais, y cobijaba siempre a Fiallos Gil, Juan de Dios Vanegas, Cornelio Soza, al otro Vanegas, Alí, y al más arrimado a mis tristezas, Antenor Sandino Hernández, que aún vive desgraciadamente lleno de alcohol y ruidos extraños.

Para entonces, el Parque Jerez, estaba sembrado de altos almendros, en donde a veces un zanate se espantaba cuando al Comando de la Guardia llegaba en carreta un asesinado. Llegué, no recuerdo por qué, a casa de María Luisa, “hermana perfumada de las estrellas castas”, yo conocía al hermano “orate” que a fuerza de tiempo, espacio y sufrimiento quizo descifrar las normas y gestos de las cosas.

La buena María Luisa, enseñaba la fraternidad y admiración hacia Alfonso y con mística conventual recogía los sucios papelitos que con letra supermínima (sic) estaban alborotados de poesía, ella agrandando sus ojos con una lupa también descifraba armonía.

Vine a Managua y fui a ver al poeta, lo encontré en su prisión, en el Manicomio; donde vivía era impersonal, una cama, una silla, una leva deshilachada y el pobre Alfonso con una corbata desgarbada. Por la indolencia de los loqueros, pude llegar a su cuarto, y  le dije que era amigo de María Luisa, y él contestó: —Estoy aquí porque Juan Bautista Sacasa me tiene preso. ¿Y Ud. conoció a Rubén Darío?— No, sólo al García Sarmiento. 

Sus ojos pequeños y terriblemente azules, casi chisporroteaban, me dijo que lo llevara a León; imprudentemente obedecí al poeta y sigilosamente lo saqué del Manicomio, eran como las tres de la tarde, en Abril, la ciudad sofocaba sólo daba aires de alquitrán; lo invité a tomar un tiste en casa de mi hermana Emelina, y él agitado me decía: “Lléveme al Malinche, donde la Ramona, quiero un trago de guaro”. Comprendí que el poeta quería huir, y él adivinó mi preocupación. Mansamente regresó a su prisión.

Por la noche, a cincuenta metros de la casa en donde se tomó el tiste Alfonso, un incendio devoró media manzana de comercio en el mercado San Miguel. Creo que fue en el año sesenta y uno de este siglo.

ALFONSO, EL HEREDERO. Por Constantino Láscaris. En: La Prensa, 23 de Febrero de 1969.





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ALFONSO CORTÉS. "Cuando, en el túmo de la Tierra, sientan los seres su soledad, dará una tregua eterna la guerra del Ruido; hundirá en la antigüedad sus pasos el Hombre y la Mujer, surcarán la arruga de la frente de Dios...". De su poema PASOS, tomado de la edición de la Librería Cardenal. 

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Un artículo sobre Alfonso en “La Nación” de C. Rica. 


ALFONSO, EL HEREDERO. Por Constantino Láscaris. En: La Prensa, 23 de Febrero de 1969.

La muerte de un poeta es ocasión para repensarlo. En el caso de Alfonso Cortés, no hace falta descubrirlo. Es, aparte Rubén, el poeta nicaragüense de mayor talla, lo cual es mucho afirmar.

Alfonso Cortés nació en León en 1893. Publicó media docena de libros de poesía y muchas poesías sueltas. Sobre él se ha escrito mucho. La afirmación de los críticos habitual es la de que se trata de un gran poeta, pero con una producción muy desigual en calidad. Y todos los críticos aluden a su tragedia vital; la locura. Los años que pasó incluso encadenado, los tratamientos psiquiátricos, etc. Según los gustos, se habla de él con condolencia, cierta lástima caritativa, o se lo compara con Holderlin: los genios están por encima de las coordenadas del hombre corriente. 

Lo que yo quiero destacar ahora de Alfonso Cortés es que se trata del único poeta nicaragüense “no comprometido”. Desde Rubén, el gran poeta del compromiso político radical, hasta los más jóvenes como Ernesto Cardenal o Ernesto Mejía, toda la poesía nicaragüense es tremante tema de posición política. Lo que para los griegos fue la “teoría”, para los nicaragüenses es la poesía. Y ahí, Alfonso Cortés es la excepción. No hace ni dice queja política.

Entre los eternos temas del poeta universal, Alfonso Cortés cantó todos, menos el político:

Nada hicieron los viejos
pensadores y nada
harán nunca los nuevos
que tendrá el porvenir,
la palabra absoluta
permanece callada,
sólo sabe la vida que es preciso morir…

Por estilo, Cortés es modernista. Con esto pretendo decir, no que siguiera una escuela, sino que versificaba bien. Esa eufonía que tiene el castellano bien medido, Cortés la logra cuando quiere, pues tiene mucho de vertsolari. 

Para Dios no hay Oriente,
ni Adelante ni Arriba
y por causas que sólo puede
saber la Muerte,
lo que se mueve, en el 
infinito se halla inerte.

En realidad, era un hombre sensitivo, con los ojos abiertos a las cosas y el pecho lleno de palabra; armoniosas para contar lo que veía. La ventana de su cuarto, el buey, un monumento, una mujer. Pero siempre con una preocupación cósmica: el mundo, la creación, la protesta de los hombres ante el dolor y un enorme negarse Cortés a echarle la culpa a Dios, por nada. 

Quizá su formulación más ceñida sea “El policírculo”, o “teoría de lo infinito”. Al menos, son tres tercetos que, por su dificultad, consagran a un escritor: 

Yo vi un círculo. Y era un agitado
círculo que en sí mismo se movía
como el primer presente del pasado…
Y en el círculo aquel se repetía
una acción circular a la manera
que se repita diariamente el día?
Y cual columna vertebral la hilera
formada, fue tomando poco a poco
la dirección del punto en que partiera. 
Aquel hombre alto, de frente redonda y ojos hundidos, amante de la conversación, enfermo del cuerpo y de la mente, era realmente un rapsoda. 

miércoles, 24 de junio de 2020

PERSONALES DETALLES EN LA VIDA DE ALFONSO CORTÉS. Por Juan Felipe Toruño. 13 de Julio de 1969.


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"Yo tuve un órgano de Berbería / y manubrié sus acentos lejanos / viendo, con ojos de can, que moría/ un día azul, tras los robles ancianos". 

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PERSONALES DETALLES EN LA VIDA DE ALFONSO CORTÉS

En: El Centroamericano. León, Nicaragua, domingo 13 de Julio de 1969.

“Aquí en nuestro amado León éramos cinco fraternos en el grupo soñador: Mariano se ha convertido en un práctico señor, Toruño sigue triunfando, Carlos Marín ya murió”. (De “El Abrazo”, por Joaquín Sacasa, para Alfonso Cortés).

         Otro más en el desfile de los que integramos el movimiento innovador ─de la poesía─ que en León, Nicaragua se afianza en el 1920, precediendo a la Vanguardia que aparecer aglutinándose en el Taller San Lucas, Granada, 1927.

         ¡Alfonso Cortés!

         Estaba acumulando mayores agonías desde que se le trastornó la mente en un febrero de 1927, hasta morir físicamente el 3 de febrero de este año, 1969.

         ¡Alfonso Cortés! Hermano mayor. Hermano en el Arte, en el empuje para llegar al dominio de nuevos contenidos poéticos. Hermano en nuestra bulliciosa y gloriosa bohemia que principia en las tertulias vespertinas del “El Eco Nacional” y se afirma en la revista “Darío”, que fundé en 1º de septiembre, 1919 – primer homenaje con su apellido, a Rubén Darío, escapado éste a la eternidad en 6 de febrero, 1916. Hermano en nuestras irrespetuosas actitudes a los manejadores de la “cosa pública” y ante cierto clero; burlones delos políticos engolados, al designar nosotros candidatos presidenciales, a un buen hombre de negocios que se llamó Félix Pedro López y a un general, valiente pero medio ignaro, Vicente Lobo; activos revolucionarios fracasados en el intento para –en 1922— tratar de deponer al presidente Diego Manuel Chamorro. Hermano, sobre todo, en la franqueza y sinceridad de nuestros afectos.

         Hombre mentalmente superior, Alfonso: hasta –como Teófilo Gautier—en su musculatura para triunfos  en los Juegos Sagrados de la Helade cantados por Píndaro. Pero si fuerte y hercúleo físicamente, débil ante las durezas de la vida y tímido ante el femenino sexo. Nunca le conocimos visibles amoríos  y noviazgos menos. Huraño y callado; más cuando hablaba su pronunciación –que siempre fue igual— era con frases atropelladas entrecortadas, reticencia natural. Su mirada penetrante, fija en los ojos celeste-verdosos. Frente amplísima, algo manchada; nariz recta. El labio inferior un poco saliente. Alto porte y sereno. Al caminar, dejaba en oblicuo el pie derecho. Desaliñado el traje, gustando “poses” con ademanes de gran señor, que lo era; y poocas veces dejaba de fumar los apagosos (camananceros) “chilcagres”.

         En nuestros paseos al campo, saltaba sobre un potro, y corría cual centauro persiguiendo distancias. Sus gritos fortísimos se prolongaban sacudiendo los montes. En lucha con los novillos los doblegaba. Nadaba como un delfín. Le agradaba la guitarra y con ella repetía la canción que comienza, aire de danza en mayor: “Dicen que no se siente, la despedida, dile al que te lo dije, que se despida; que se despida ingrata,” etc. Al recitar, prefería, de Rubén Darío, “Eco y yo”:

                            Eco divino y desnudo
                            como diamante en el agua
                            mi rima éstos versos fragua
                            y necesita tu ayuda,
                            pues sólo peligros teme,
                                                                  eme…”

De Whitman:
                            ¡“Oh, Capitán! Mi Capitán”
                            Terminó nuestro espantoso viaje”

De Emilio Carrere:

                            “Pasábamos tristemente
                            las calles llenas de luna
                            y el hambre bailaba una
                            sarabanda en nuestra mente.
                            Al verla triste y dolia
                            yo la besaba en la boca;
                            ¡Alma mía, risa loca!
                            ¿por qué aborreces la vida?

                            Y un espíritu burlón

                            que entre las sombras había,
                            al escuchar mi canción,
                            se reían… se reía…” etc.

Y de él, su “Ritornelo”, que concluye:

                            “Quedaré para siempre, esta tarde divina
                            viendo temblar, desnuda, tras las hojas, la luna”.

         ¡Amigo, hermano! –Ya estás en los ámbitos del éter y de lo oculto en los que penetraste para resumirlos en tu poesía, integrándola con esos elementos que sólo sienten y ven y oyen los poetas, como tú. Ya saturas con tu espíritu el Enigma, formando parte de él. Y a –como Roerdenlin, Moresas o Nietzche, Epifanio, Mejía, de Colombia, y Napoleón Lara, salvadoreño— con tu muerte física, abandonaste la trepidación dislocada de tu mente. Eres nota en la música que oías y palpabas, y que venía a “lamer la epidermis de seda de las flores”.

         De los 21 que fuimos, estando en éstos también una poetisa que nació a las letras en el número 33, páginas 6 y 7 de la revista “Darío”—21 de Julio, 1921— y que fue descubierta por el hoy doctor José Trinidad Sacasa, alto lírico y caballero de las letras. Esa poetisa fue María Selva, que firmó con el pseudónimo Aura Rostand. Pues de esos 21 quedamos sólo: Mariano Barreto Portocarrero, Joaquín  Sacasa, León Aguilera –que vive en Guatemala— Antenor Sandino, Federicho Shennegans y yo.

         ¡Alfonso Cortés! Inerme para enfrentarse a la vida. Y la vida lo maltrataba, lo hería. Inepto para otra labor que no fuera poesía y con la poesía no se vive, menos en nuestros países incomprensivos en los que el dolo, la intriga y el servilismo, son aptos para regodearse en los festines gubernamentales o para sinecuras.

         No podía liberarse de las fuerzas que lanzaban a infiernos báquicos. Le fallaba la voluntad Hacía impulsos, levantábase y caía. Salió rumbo a México, a un congreso de periodistas para el que invitó el senador Rafael Martínez, pero ese congreso no se efectuó. Y  él, que iba eufórico, pleno de propósitos, cálculos, ilusiones y esperanzas, hubo de quedarse en Guatemala, junto con su compañero Mariano Barreto Portocarrero, que llevaban representación del “Eco Nacional” y de la revista “Darío”. Allí Alfonso dirigió temporalmente “El Unionista” y Mariano Barreto “El Perú”, órgano del consulado peruano.

         Cuando en 15 de septiembre, 1921, toma parte en los Juegos Florales centroamericanos de Quezaltenango, obtiene el primer premio con ODISEA DEL ITSMO; le dedica al Licenciado Adrián Recinos, al editarse. El Licenciado Recinos lo estimulaba. Decir lo demás, sobra. y sale de Guatemala de regreso, a fines de junio, llamado por su familia, por la grave enfermedad de su madre. Y el hombre que, con voluntad y esfuerzo –porque estaba equipado con talentos superiores—  no pudo vivir como decía en su poema “Inquietud”: “sólo en el horizonte puede estar nuestra casa”. ¡No pudo! Lo arrastró la corriente cruel de un sino adverso sin que tuviera fuerzas volitivas para oponérsele. Y, aquí, como en su “Fuga de Otoño”, por el recuerdo, se me sale el alma, situándose allá, en ese allá juvenil; y desde él, veo lo que siento en estos momentos, recordando y apreciando su situación.

         ¡Que dios egoísta, envidioso y fatal le taladraba su voluntad, su ánimo, sus propósitos, sus ilusiones? Sí como él proclamara en Guatemala, al dedicarle a Mariano Barreto Portocarrero el poema, citado ya:

“Vela azul es nuestra alma y el corazón es viento que empuja nuestros ímpetus mucho más que a los otros”.

¿Por qué, cumplido su deber para con su madre, esa alma y  ese corazón que eran vela y viento, no lo impulsaron en busca de los horizontes entrevistos? ¡Ah! Si alto, fuerte y potente corporalmente, débil, completamente débil para la lucha cotidiana; para anular los NO que están escritos para el ser humano en cada calle y  en cada camino de la vida, transformándolos en SI.

         Jamás censuramos a Alfonso. Lo admirábamos con afecto fraternal y teníamos esperanzas en que se elevaría sobre los obstáculos que a cada paso se colocan en nuestras senda; pero se le clavó la maldita conminación de Kratos, a que viviera saturado de perennes amarguras, por las que no protestaba, achacándolo a la muere, como lo dice en su “Carta a Modesto Salmerón”, amigo y compañero de aula, así:

         “Dios dispones en nosotros movimientos y  juegos; nos alaza la vida, nos conduce la suerte, nos levanta la gloria, y nos mata la muerte”.

         Me refiere a época anterior a su desquiciamiento mental.

         Cuando deliberábamos los dos sobre autores y letras, al mencionar a los franceses, el amante de Mallarmé y Prudhon, entre otros y yo de Banville Laforque y de Francis James, del que había traducido algo y que le enseñé, abría más los ojos al considerar mis conocimientos rudimentarios de tal idioma como el latín, por lo que un día, con el seudónimo Carlos Bostón, publicó en “El Eco Nacional” y que yo republiqué en el número 13 de “Darío” –marzo, 1920—, un artículo acerca de mi labor diciendo entre otros conceptos: “He de decir poca cosa de su obra realizada, aún es muy joven y es un talento en pie, valga decir… no tiene embotadores prejuicios.

         Si Juan Felipe no desespera, yo le auguro un porvenir brillantísimo; su personalidad es ya atrayente y sugestiva cuando uno trata de literatos y en todo caso, debemos creer que seres así nos prueban lo que puede realizar una energía sedienta de belleza y activa para laborar”.

         En 1918, intentó publicar una colección de sus poemas con el título MÚSICAS DE LA VIDA y hasta trazó el esquema. Lo alentaban varios amigos que le ofrecieron contribución económica, entre ellos Pedro Cardenal, don Alfonso Saravia y algunos parientes. Escribió el preámbulo “Avant Propos”, inserto en el tomo POESÍAS, que le editó su padre don Salvador Cortés; mas sus intentos quedáronse en eso y MÚSICA DE LA VIDA, no se publicó. Le llegó el “desaliento” y los originales quedaron entre múltiples papeles hasta que su padre –dicho ya— hizo, con algunos recortes e inéditos, que le editaran en la Imprenta Nacional, 1931.

         Imparcial como soy , reconozco que, a pesar de lo que se ha hecho con la producción de Alfonso, aunque sea para el debate –que éste es importante para cualquier libro— debe comprenderse y apreciar la admiración que para el poeta y su poesía, encienden las generaciones de Vanguardia y post-Vanguardia. Sí, para no errar, antes de hacer afirmaciones, es de rigor que se conozca la trayectoria del Aeda, desde sus comienzos, sin mistificaciones y sin equívocos voluntarios o involuntarios.

         En 1924, yo estando ya en San Salvador, llegué a Nicaragua. Lo vi, tres años antes de su enfermedad, magullado, pálido en su penosa  frustración. ¡Cuánta grandeza sometida a los pungentes contrastes entre su voluntad y su cuerpo! Creía él que le faltaba suerte y que por el ambiente no avanzaba. Le insinué viaje para acá, que aquí sería diferente. Yo, estaba entonces en condiciones de encontrarle algún lugar donde podría salvarse e ir después a países que él soñara. A mi insinuación se quedó viéndome con sus grandes ojos fulgurantes. Agustín Sánchez Salinas ofreció ayudarlo para el viaje. Estaba presente Federico Shennegans, que tal vez se acordará de ello y Agenor Argüello que, a la postre, él se vino para El Salvador.

         Son cosas estas de evocación de lo que fue vivo, bullente en nuestras inquietudes y afiebradas bohemias en la amada ciudad. Y lo escribo porque al evocar eso, me duele  y pienso que sí, por una parte, se hundió su mente en abismos; por otra, lo salvó. Sí. Lo salvó de esa corriente más arrasadora y túrbida, causando amarguras a los suyos y destruyéndose él en lo que era personalmente. y si su familia, su padre y hermanas, tal demencia les laceraba en lo más profundo del ser, ¿qué hubiera sido si hubiese continuado como iba en ese otro derrumbe? Quizá, por su lamentable estado mental, se hizo lo que Alfonso no podría hacer ni lo hubiese hecho en aquella otra situación. Y por ello el reconocimiento, la admiración y lo que se efectuó en honores y veneración, porque así es lo humano.

         Repito mi honda lamentación por lo que le ocurrió, al no poder enfrentarse a la vida sin realizar lo que él soñó.

(Alfonso en el Paraninfo de la UNAN hace dos años)... "Por eso mis palabras son silencio hablado..."

         La última vez que nos abrazamos fue el día viernes 20 de enero de 1967, durante el almuerzo en el simposio de la Universidad en la Semana Centenaria de Darío. Estaba yo frente a una mesa, junto con el doctor Nicolás Buitrago Matus. Este me dice: “Viene Alfonso”; torné a ver y él se acercaba, lento, callado, con los brazos hacia adelante. Fui hacia él, nos abrazamos. Cambiamos unas cuantas cariñosas frases, preguntándome si regresaba a El Salvador.

         “Ya no fumo –terminó— me hace mal.

         Ahora, a más de un mes de su nacimiento en lo eterno, evoco nuestros años de juventud, en la lucha constante por la vida y en nuestra bohemia, en la que repetidas veces hacíamos días de las noches leonesas, solemnes, silenciosas y  únicas.

         Hermanos en la promoción, estamos quedando solos. ¿A quién corresponderá cumplir con los mandatos de la Suprema Ley? Que ya Alfonso cayó.

                   “como un punto, negro y vago,
                   en la onda tímida del lago
                   para siempre jamás”.

San Salvador 10 de abril, 1969.



domingo, 21 de junio de 2020

HALLAZGOS DE ARQUITECTURA PRECOLOMBINA EN NICARAGUA. Por: Eduardo Pérez-Valle h. Nuevo Amanecer Cultural, 7 de marzo de 1997.


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HALLAZGOS DE ARQUITECTURA PRECOLOMBINA EN NICARAGUA

En: Nuevo Amanecer Cultural, Año XVIII, No. 911, 7 de marzo de 1997.

Al eminente arqueólogo nicaragüense Dr. César Sáenz, en reconocimiento a su extensa labor científica.

Los vacíos en la evidencia y los no siempre identificables errores de las crónicas explican  por qué nadie que trate de describir los primeros años de la dominación española en América puede librarse de la sensación “como un sordo pero persistente dolor de muelas” de que algún día pueda surgir el descubrimiento de una verdad desconocida o de un error o un descuido en su trabajo. También se explica por ellos la pasión, casi viciosa, que estimula a los sabuesos de la Historia; en último análisis, nunca existe una historia definitiva”

KATHLEE ROMOLI. “Vasco Núñez de Balboa”


EL ENGRANAJE HUMANO DE UNA VERDADERA EXCAVACIÓN CIENTÍFICA

      
     Eran las cinco de la madrugada cuando una voz me despertó, nos avisaba que en diez minutos nos pondríamos en marcha hacia el sitio arqueológico. Un viento helado había consumido los casi 35 grados de temperatura que el día anterior nos había mantenido empapados en sudor. Pronto, nuevamente, estuvimos en el camino hacia El Apante, marchábamos conversando. La composición profesional del grupo de arqueólogos y de in fieri, tres directores de la excavación y trece alumnos, incluyendo a dos estudiantes de arqueología de Barcelona, las jóvenes a quienes sólo recuerdo por Mónica y Sandra. Aquella jornada era otra perteneciente a la segunda temporada de campo, que se desarrolla por parte de la UNAN-Managua y la Universidad Autónoma de Barcelona en el municipio de Telica, departamento de León.


Al amanecer, sobre el camino hacia el sitio de la excavación arqueológica.
En la fotografía: De izq. a derecha: De espalda con un bolso blanco colgado al hombro: Sagrario Balladares; Malibev Salas (Peruana, estudiante de arqueología UNAN-Managua); Bayardo Gámez Montenegro, gorra blanca; y Manuel Palma Córdoba, de chaleco. Fotografía de EPV h.

   Desde el 17 de enero los trabajos habían empezado, son la continuación de nuestra primera temporada de excavaciones que realizamos en el año de 1997, y que se sostendrán hasta que se concluya toda la excavación del montículo en campañas sucesivas en los próximos años. 

    Tras caminar aproximadamente un kilómetro sobre un camino veranero, en donde las botas se hunden en un polvo muy fino, ya el sol, apenas asomándose, calienta el ambiente; a lo lejos, en un campo sembrado de sorgo, se divisa el techo que cubre el nada pequeño “cerrito”, que técnicamente  la arqueología denomina “montículo”, creado intencionalmente por los primitivos habitantes de esa región del occidente nicaragüense.  Muy pronto estuvimos en el sitio. La importancia de la preservación del lugar es indispensable. El solo hecho de encontrarse totalmente techado, nos sugiere que el resguardo del sitio se está dando con especial atención (sólo el sitio arqueológico El Bosque, en Estelí, ha sido techado). Aquí, en El Apante, el Instituto de Cultura ha aportado todos los materiales, y la alcaldía de Telica la mano de obra  La comunidad aledaña es celosa en el cuido del montículo,  según pude constatar, viven pendientes de toda la actividad arqueológica que allí se realiza. Al momento de arribar, nos encontramos con dos campesinos de la comunidad que habían alistado con palos rollizos una excelente escalera para la trinchera más profunda a cargo de la Dra. Asunción Toledo.  El regalo se recibió con alegría.


Parte superior del muro de contención de la plataforma. El Muro lo forman alineamientos escalonados de bolones de basalto compactados con barro. Su función fue, además, de sustentar elevada la plataforma, así como delimitar el recinto edificado.

     EL ENGRANAJE HUMANO DE UNA VERDADERA EXCAVACIÓN CIENTÍFICA

    Uno a uno, los directores y demás compañeros se sitúan en sus respectivas áreas de trabajo. Quien se imagine una piocha o una gran pala para extraer carretillas de tierra está totalmente equivocado. Pequeñísimas piquetas, espátulas, delicados pinceles y brochas, niveles de burbujas, metros, plomadas, miles de pequeñas bolsas plásticas codificadas, para distintos fines, componen una pequeña porción de todo el utillaje técnico de los arqueólogos. El silencio es total. Alguien sube al punto más alto del montículo y orienta el Teodolito a fin de indicarle a otro compañero la profundidad de un bifax (punta de flecha tallada en piedra) que ha quedado al descubierto luego de una minuciosa pincelada.


En primer plano: De pie:  Ivan Briz Godino, de nacionalidad argentina; estudiante arqueología, UNAN-Managua. Pueden verse las cuadrículas delimitadas con manilas. La excavación apenas empezaba. En la parte superior derecha del montículo, sentados a la par, los doctores Ermengol Gassiot Balbé y Beatriz Palomar Puebla. 

    Observo detenidamente  el trabajo de cada uno de ellos. Aquello es una disección minuciosa. Realmente nada se escapa, todo queda registrado, dibujado, fotografiado, coordenado matemáticamente, muestreado por tipos de sedimento y formaciones rocosas; se contabilizan los volúmenes de tierra que se extraen de las diversas demarcaciones de la cuadrícula. Repentinamente una voz le indica a un colega que observe el cambio en el color del piso que excava, más lento, se le pide. La arqueóloga y profesora Beatriz Palomar dirige en la parte suroeste. El profesor Ermengol Gassiot Balbé febrilmente coordina a todo el equipo. Anota, rectifica, despeja cualquier duda.

         A la Dra. Asunción Toledo, por estar cubierta por la altura de la trinchera, a cargo de una de las secciones más delicadas de la excavación, casi no se le ve. Los nicaragüenses dirían: una profesora de lujo. Esta mujer de estatura media, “se tomó sus vacaciones en Nicaragua”. Realmente está apermisada por las autoridades francesas. Con más de veinte años de excavaciones arqueológicas, y con especialidad en “arqueología de rescate”, en importantes proyectos de Europa, la Dra. Toledo fue invitada por la Universidad Autónoma de Barcelona para participar en las excavaciones de El Apante. En Francia tiene la alta distinción profesional de ser Ingeniur, Responsable de Operación en la Association pour les Fosilles Archéologiques Natureles (AFAN).


En la excavación. En primer plano: A la izq. Eduardo Pérez-Valle h., Manuel Palma Córdoba; Bayardo Gámez Montenegro e Iván Briz Godino (sin camisa)

         En ella se advierte una fuerte personalidad; dos bisoños arqueólogos in fieri le asisten en la zona en donde, bajo su responsabilidad, se puede ver el sorprendente muro puesto al descubierto, la primera muestra nicaragüense de la hasta ahora desconocida arquitectura precolombina documentada. Sergio Curi y Leonardo Lechado con una poca disimulada expresión de alegría celebran junto a la Dra. los resultados en su área de trabajo que empezaron para todo el equipo el 17 de enero de 1997. Cuando la presente campaña de 1988 finalice, la Dra. Toledo regresa a Francia, en donde desde 1997 es la Asistente del Director de Investigaciones del Centre Archéologique de Mont-Beuvray.

IMPORTANTES CIENTÍFICOS PARTICIPAN EN EL APANTE

         Sin lugar a dudas, nunca antes,  alguna excavación tuvo la asistencia de  un numeroso y prestigiado cuerpo arqueólogos en su mayoría doctores y profesores, como ha sucedido en El Apante; este artículo no estaría completo si no los nombramos: Dra. Raquel Piqué, investigadora del Servei d´Análisis Arqueológiques de la UAB-Secció Restes Orgániques; Dr. Joan Antón Barceló Alvares, Director de Informática en el Servicio de Análisis Arqueológicos de la UAB. Dra. María Saña Seguí, División  de Prehistoria y miembro del Servicio de Análisis Arqueológicos de la Universidad Autónoma de Barcelona. Lic. Iván Briz Godino, investigador del Laboratorio de Arqueología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España; Lic. Patricia Di Cossimo, arqueóloga italiana de la Universistá Di Bologne. El arqueólogo M.S.C., Óscar M. Fonseca Zamora, Director  del Instituto de Investigaciones Sociales  de la Universidad de Costa Rica. Dra. Asunción Toledo de quien hice referencia. Lic. Ermengol Gassiot Balbé y Licda. Beatriz Palomar Puebla, arqueólogos Directores de las excavaciones  en El Apante y representantes de la UAB ante la UNAN y el Instituto Nicaragüense de Cultura. Los eminentes arqueólogos Jordi Estévez y Asunción Vilá, entre otros.

         Los arqueólogos in fieri de la UNAN-Managua que ayudan eficazmente en estas labores son: Crisálida Cordero, María Lily Calero, Malibev Salazar, Carolina Acuña, Luvy Pichardo, Sagrario Balladares, José C. Bonino, Manuel Palma C., Chéster E. Flores, Ramiro García Vásquez, Bayardo Gámez, Sergio Curi, Leonardo Lechado,  Jorge Zambrana y, Eduardo Pérez-Valle h., autor de las presentes líneas.


En primer plano: Bayardo Gámez Montenegro, en labores dentro de la cuadrícula asignada.

LA ARQUITECTURA PRECOLOMBINA DE "EL APANTE"  TRAZA UN NUEVO RUMBO

         Con todas las implicaciones que supone dar algún adelanto fehaciente, la Dirección Técnica de la Campaña, ha proporcionado para esta entrega cultural de carácter científico, primigenios adelantos que íntegros anexo a líneas.

         “Las excavaciones arqueológicas efectuadas en el montículo ubicado en la comunidad El Apante, localizado en un campo totalmente plano, es un producto de las actividades constructivas realizadas por los antiguos pobladores de la región hace más de 450 años. Durante los meses de febrero y marzo de 1997 se logró detectar la causa de la formación de dicho montículo. Tras dos meses de excavaciones arqueológicas detalladas se logró identificar una plataforma escalonada y el piso embarrado de la edificación. Se halló también una estructura circular  de basalto y barro de más de 60 c m. de altura. Todo ello conformó  la mayor edificación precolombina documentada científicamente, en Nicaragua, con paredes de piedra y barro y restos del fogón donde presumiblemente se cocinó. No muy lejos del fogón se encontraron huesos quemados de venado, conejo y garrobo.

         Las excavaciones  del presente año están confirmando los datos de 1997. Resultados preliminares apuntan que la plataforma sobre la cual se construyó la casa, medía más de 1.5 metros de alto, alcanzando probablemente los 250 cm. de altura. El perímetro interno del muro de contención, que permitió sostener la plataforma elevada, es una destacada obra de construcción que combina la piedra con el barro.


Estructura circular de basalto. Posible horcón. Se observa un repello de barro

         El alojamiento de la base de un horcón nos indica que el techo de la edificación, de palma o zacate, estaba sustentado por un gran poste de madera. La forma de los círculos de piedras que ejercieron como cuñas de este poste, ubicados de forma totalmente premeditada, sugiere también la habilidad  constructiva  de los prehistóricos habitantes de la zona. Hallazgos recientemente de muros de piedra en la parte suroeste del montículo y de nuevas estructuras circulares de piedra hacen suponer que la edificación era mucho más compleja de lo que inicialmente se creía. La construcción de este edificio conllevó muchas horas y días de trabajo y, probablemente, la participación de mucha gente. En muchos lugares este hecho se vincula a la existencia de caciques con cierto poder que pudieron incitar a sus allegados a realizar un trabajo para ellos o para cierta institución pública o religiosa del grupo.


Sector SE. Detalle del agujero de poste y  clastos (Bolones) de cuña alrededor del horcón identificado y excavado en 1997. Se observa también el parámetro interno del muro de contención de la plataforma, en sección, la tierra de relleno de la misma, sobre la cual se formó un piso de barro y se realizaron actividades domésticas. 

         Los objetos hallados se encuentran bastante fragmentados. La mayoría  de ellos son de uso doméstico, tanto los restos de cerámica como las herramientas líticas y los restos de comida. Ello permite inferir que la construcción pudo funcionar como vivienda (aunque habría que confirmar tal hipótesis). Entre los restos de comida se encuentran huesos de un venado de corta edad, de conejo de monte y de garrobo. El estado carbonizado de una gran parte de los huesos y su situación en un único rincón indica una cuidadosa actividad de limpieza de basura. La limpieza del piso sugiere frecuentes actividades para eliminar los desperdicios. Una parte de los objetos encontrados (tiestos cerámicos y fragmentos  de instrumentos de piedra) fueron reaprovechados  como elementos constructivos, como parte del embarrado para armar las piedras de los muros.

         Los datos aportados por la cerámica polícroma encontrada en el sitio apuntan de forma preliminar que la construcción  tiene entre 750 y 450 años de antigüedad. Durante la actual campaña de excavaciones se espera encontrar suficientes cantidades de carbón que permitan una datación más exacta mediante el método del Carbono 14. No se han encontrado hasta la fecha objetos de la época colonial. Se desconocen  las causas del abandono del lugar, pero por la limpieza del piso de habitación encontrado, se supone que éste fue ordenado y planificado.


El autor de este artículo. Eduardo Pérez-Valle h. 

     Los montículos constituyen un fenómeno arqueológico difundido en gran parte de América. Sus funciones fueron diversas, según el período en que fueron construidos y el lugar. Algunos fueron templos, cementerios, fortificaciones y viviendas. Aparentemente este último es el caso de El Apante. La importancia del sitio El Apante, además de los datos científicos sobre la Prehistoria de Nicaragua, radica también en su arquitectura. Es la primera evidencia firme de construcción prehistórica no perecedera en Nicaragua”.

         Hoy 6 de febrero mis compañeros y otros arqueólogos que llegan desde Europa habrán reanudado las jornadas.  Hemos divulgado preliminarmente los alcances de nuestra actividad y los logros obtenidos. Es indudable que la Arqueología Científica necesita de todo el apoyo de la sociedad nicaragüense. Invitamos a todos los interesados en mantener vínculos con el Centro Arqueológico de Documentación e Investigación, CADI,  a visitarnos en el campus universitario de la UNAN-Managua.

6 de febrero de 1998.

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Otra perspectiva del área de excavaciones. En primer plano: Eduardo Pérez-Valle h. 

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A la izq. Leonardo Lechado; uno de los precursores del CADI, alumno de arqueología y, posteriormente, viajó becado a España donde obtuvo Maestría por la U.A.B. Eduardo Pérez-Valle h., atrás, Manuel Palma Córdoba y Malibev Salas. 
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Formación de arqueólogos/as en la UNAN-Managua. DIVULGACIÓN UAB

En los primeros días del mes de mayo de 1996 iniciaron las clases del primer curso de la Licenciatura de Arqueología de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua). De esta forma, se ponía en funcionamiento una iniciativa producto de varios años de contactos y conversaciones entre la UAB y la UNAN-Managua y que, a partir de 1995, incluyeron también al Instituto Nicaragüense de Cultura (INC). Esta iniciativa, pionera en Nicaragua, tenía como objetivo la formación rápida de profesionales en Arqueología, con un nivel académico y científico homologable al de la mayoría de países europeos y norteamericanos. De esta forma, la universidad pública nicaragüense asumía la necesidad de participar, a medio plazo, en la investigación y gestión del Patrimonio Arqueológico del país.

La formación y capacitación de la primera promoción de arqueólogos/as nicaragüenses se realizó mediante un plan de estudios de cinco cursos, en los que se combinaban asignaturas específicas de la disciplina con propias de las ciencias históricas y de carácter general comunes a las diferentes licenciaturas de la UNAN-Managua. Entre 1996 y 2000 la docencia de la mayoría de las asignaturas de la especialidad fue asumida por profesorado e investigadores/as de la Universitat Autònoma de Barcelona. Se contó también con la participación de un destacado grupo de profesionales de otras instituciones científicas y académicas europeas y americanas.

Además de la U.A.B., del estado español colaboraron profesores/as de las siguientes universidades y centros de investigación: Universidad de Cantabria, Universidad de Granada, Universidad Complutense de Madrid, Universitat de Girona, Museu Etnològic del Muntseny, de Arbúcies, Eco-Museu d'Esterri d'Àneu, Museu del Suro, de Palafrugell, Museu del Montgrí i del Baix Ter, de Torroella de Montgrí y Consejo Superior de Investigaciones Científicas

Del resto de Europa, participaron miembros de las siguientes instituciones: Association pour les Fouilles Archéologiques Nationales, de Francia, Göteborgs Universitet, de Suecia, el Rinksantikvarieämbetet, de Suecia y la Università degli studi di Bologna. Finalmente, han completado el esfuerzo docente profesores de las siguientes instituciones y universidades latinoamericanas: Instituto Nicaragüense de Cultura, Universidad Central de Venezuela, Universidad Nacional Autónoma de México y Universidad de Costa Rica.

El financiamiento de esta docencia compartida ha sido posible, en primer lugar, por recursos propios del Departament d'Antropologia Social y i Prehistòria de la UAB y el Departamento de Historia de la UNAN-Managua. Adicionalmente, se han contado con subvenciones concedidas por el Fons Català de Cooperació al Desenvolupament, la ONG Sant Quirze Solidari, de Sant Quirze del Vallès, y el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España mediante la concesión de una Red Inter-Universitaria España - Iberoamérica para los años 1998 a 2000.

Durante estos años, un total de 7 estudiantes de la Licenciatura de Historia de la UNAN-Managua han realizado estadías de capacitación y formación en diversas instituciones del Estado Español (UAB, Universidad de Cantabria, Universidad Internacional de Andalucía y los museos comarcales de Catalunya arriba mencionados). Estas estancias han facilitado el intercambio con otros/as estudiantes de la misma disciplina, la capacitación en temas que actualmente no son asumibles desde Nicaragua y un complemento a los contenidos vistos durante los cursos ordinarios de la carrera.

En 2001 y en 2002 se defendieron un total de 10 monografías de Licenciatura en el Departamento de Historia de la UNAN-Managua. Con ellas se ha cerrado la primera promoción de arqueólogos y arqueólogas con titulación universitaria en Nicaragua. En la actualidad, la mayoría de los egresados y egresadas desempeñan actividades laborales directamente vinculadas con su formación académica en instituciones nacionales, fundamentalmente la UNAN-Managua y el Instituto Nicaragüense de Cultura.


En la actualidad, los estudios de Arqueología en la UNAN-Managua han pasado a ser una especialidad de la Carrera de Historia. Su docencia se realiza fundamentalmente con personal de la propia universidad, formado en el marco de la Licenciatura desarrollada conjuntamente por la UAB y la UNAN-Managua. En este proceso, la UAB sigue colaborando mediante seminarios, asesorías y en los programas de investigación. Así mismo, ambas instituciones están apoyando a estudiantes y profesores/as para que puedan viajar a fuera del país en el marco de programas de capacitación, de postgrado en el caso de los segundos/as.


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A la izq. Leonardo Lechado, Bayardo Gámez Montenegro (Artista plástico, antropólogo y, estudiante de arqueología), detrás: Manuel Palma Córdoba y Malibev Salas. Todos estudiantes de la Primera Licenciatura en Arqueología Social por la UNAN-Managua- Universidad Autónoma de Barcelona.

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Estudiantes de Arqueología en el proceso de cribado. Separan la tierra para identificar pequeñas piezas arqueológicas. En segundo plano, los estudiantes de Arqueología Social: María Lily Calero y Leonardo Lechado. 

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Después de las intensas y agotadoras  jornadas de excavación, esa fotografía de 1997 captó el momento de descanso en el Campamento. En primer plano: El Antropólogo, reconocido Artista Plástico y Arqueólogo Bayardo Gámez Montengro; en la hamaca, el Arqueólogo Manuel Palma Córdoba.

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