lunes, 23 de marzo de 2015

EL CRISTO DEL PADRE MARIANO. Por: Santiago Argüello. Julio de 1922.

Del Editor del Blogspot: 

En estos últimos meses fueron publicados en la prensa nacional tres interesantes artículos de opinión sobre el Padre Dubón, tienen en común aspectos biográficos generales, y los tres autores: Jorge Eduardo Arellano, Francisco Javier Bautista y Alejandro Ayón L., destacan, por sobre todo, conocidas referencias que lo vinculan a gestos de suprema bondad, generosidad, compasión, desprendimiento de las cosas materiales y, apegado a una rigurosa austeridad que lo caracterizó durante toda la vida sacerdotal. Sin culminar sus días de existencia y sin la necesidad de tener ritual declaratorio en El Vaticano, el padre Mariano Dubón roló en el Santoral silencioso de los nicaragüenses. El poeta Santiago Argüello lo testimonia en la prosa vivificante que solía hacer. Leamos, otra vez este inédito de ayer que no deja de ser inédito de hoy. 

Inéditos de Santiago Argüello

EL CRISTO DEL PADRE MARIANO. En: Las Revistas*. Managua, Julio de 1922. Año X. Núm. 3.

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    El Padre Mariano es el alma más pura que anda en cuerpo de hombre. Si el mundo hubiera sido lógico en adaptar el vocablo a la verdad de su concepto, a él habríale llamado Su Santidad. Porque la suya sí que es una verdadera santidad, y por eso todos le dicen EL SANTO. Cuando él pasa, éntranle a uno anhelos místicos y una como ansia férvida de adoración. Hay que contenerse para no besarle la mano a aquel Señor Obispo de la Mansedumbre., con aquel pastor de almas en la Diócesis de la Humildad. Un poeta le puso un buen día de fiesta lírica sobre una peana de rimas, y  lo llamó SAN MARIANO DE NICARAGUA. Y así todo el mundo quedó llamándole también San Mariano. Así, santo sin canonización. Santo, sólo por su santidad. Un santo, vivo aún, inscrito en el calendario de los corazones.

    San Mariano es puro. Puro en el acto, puro en el deseo, puro en el pensamiento. Hostia viva, va pasando por la tierra limosa y áspera, como una bendición sobre el pasado. La luz del alba cruza estanques, tiende su velo sobre el miasma, y queda inmaculada. Así él.
    Pero, sobre todo, su caridad… ¡Era de ver! Él no es él. Él es el mundo. El dolor de Pedro le duele. La angustia de Juan oprime y angustia su pecho. Su amor propio se ha engrandecido, del yo –detalle al yo— conjunto eterizado en caridad. Se ama con todos.

    ¿Qué una pobre mujer seducida y después abandonada hallábase a punto de morir?... Él va, y le cierra los ojos, y le lleva sus propias sábanas para amortajarla. Y después trae al recién nacido, arrullándolo en sus flacos brazos de asceta y lo envuelve en los pañales negros y raídos de su sotana.

    ¿Qué está un paralítico padeciendo dolor de hambre, tendido sobre su carretilla de inválido?... Pues el Santo Padre se pone a arrastrar al mísero, lo conduce por donde pueden socorrerlo, pide para él y lo cobija con su propio prestigio.

    ¿Qué un enfermo extranjero está solo, a causa de que todos huyen del contagio, y no hay quien de él se pueda condoler?... Pues allá San Mariano. Y lo asiste y se contagia. Y cuando, escuálido por la fiebre y por el vómito, o con las huellas que en el rostro le marcó la alfombrilla, deja el lecho, débil y tembloroso, se echa otra vez a la calle, con su sonrisa dulce como la del Nazareno, y va en busca de nuevas llagas que vendar y de nuevos dolores que compadecer.

    Por eso, muchos curas decían de él que estaba loco. Unos lo decían de veras, creyéndolo así, en el asombro de tan estupendo sacrificio. Otros lo afirmaban a tuertas o a derechas, por amargura de desemejanza, como para velar remordimiento de inferioridad. Lo cierto es que era cosa corriente llamarlo de ese modo, in péctore o a la sordina, de oído a oído, en cuchicheo de conmiseración. Porque el Santo no piensa jamás en sí tendrá un bocado de pana para mañana. Porque él no se cuida de crear cofradías de matronas, ni se hace acorralar por grupos virginales en torno de aromosas rejillas de confesionarios. Para él, lo mismo es un curato que otro: por dondequiera hay penas y miserias y hambres. Él ignora que se le bendice. Él no se da cuenta de que le adora. Ni siquiera sabe que es bueno. Por eso, muchos curas decían de él que estaba loco. Quién sabe… Él no es como todos los demás. ¡Quién sabe!...

    ─ Padre Mariano, papá está en la cárcel y  mi hermanita no ha comido… desde ayer…

    ¿Y tú, hijita?

    ─  Yo… tampoco. (La voz queda, las pestañas bajas sobre las pupilas, como dos viseras de pudor). Pero eso no importa, Padre Mariano. Yo estoy más grande, y puedo soportar. Pero ella…

    ─ Bien, bien, ya veremos. No hay que apurarse. Para todos da Dios.
    ─ Y la verdad es que ya me queda poco que vender…

    Ese “tan poco” debía traducirse por “nada”. El bendito padre había a acabado con todo. Hasta con sus libros. Hasta con un viejo incunable de su abuelo, de cantos rojos, pasta de pergamino, letras góticas, agujereado oblicuamente. Acababa el día antes, de vender lo último, el breviario, para socorrer una necesidad.

     ¡Pero no!.. Que algo le restaba: el Crucifijo.

    Más aquello sí que no podía ser. Con Él entre los brazos había muerto su hermano. Con Él entre los brazos quería morir él. ¡Porque aquel Cristo era su Compañero, hacía tantos años!.. ¿Qué iba?... Pues su Cristo con él. ¿Qué tornaba?... Siempre con su Cristo. El Cristo era su Confidente, su Consejero silencioso, su Amigo de su corazón. Teníale dentro de un baldaquino ochavado, de caoba antigua, junto a la vieja tijera de lona. Allí le veía al acostarse, y allí le daba los buenos días con el alba. ¿Qué haría él sin su Cristo? Era como si se le fuera su padre y su madre, como si le arrancaran de momento el hogar.

    Y se pasaba la mano en la cabeza, pensando:

    ─ ¡Qué bien poco me queda!...

   Y entre los dientes:

    ─ Porque mi Crucifijo… ¿Qué haría yo sin mi Crucifijo?
    La niña, siempre cabizbaja, callaba.

    ─ Y dices que no ha comido… desde ayer… ¿Ni tu tampoco?
    Nada. Padre Mariano. Ni ella ni yo.

    El Santo recorría con la vista su cuarto, la miserable buhonera que le habían cedido allá en el fondo del viejo San Francisco, de paredes desconchadas, sin ladrillos, sin más mobiliario que la tijera vieja de dormir, la tosca mesita sin mantel en donde se destacaba el Crucifijo dentro de su baldaquino: al lado el antiguo taburete, de fondo de cuero liso y renegrido: un baúl con tachuelas amarillas, y un clavo en la pared para colgar la remendada sotana.

    Pero él buscaba. Y su vista se paraba sobre el Crucifijo, como una amarga tentación.

    ─ Y tu papá… dices… ¿en la cárcel?

    ─ Desde hace un mes, Padre Mariano.

Él dejó algo para que fuéramos pasando, mientras… Pero ya se acabó todo. Yo procuré gasta lo menos… pero al fin… ¡No era tanto!...

     ─ Sí, sí, no tengas cuidado, hijita.

Vamos a ver. Y ustedes… ¿viven solas?

    ─ Ahora sí, Padre Mariano. Desde hace un mes que a él se lo llevaron. Antes era otra cosa. Aunque él se fuera, quedaba mi mamita. Pero ella se murió…y…

    Le temblaron los labios a la niña, y la frase se diluyó en un sollozo.

    ─Vamos, no llores Todo se va a arreglar, ¿oyes?... Vuelve luego, que todo se va arreglar.

    ─ Bueno, Padre Mariano, no se olvide: vea que estamos solitas, dijo la niña, tristemente, amargamente…

    Y se fue la chica, y el Santo se quedó triste, sentado en el viejo taburete, mirando el Crucifijo.

   Luego, se paró decidido. Iría a ver a la vecina de enfrente. Ella le había comprado su Purísima, cierto día de diarios apuros, la Purísima de manto azul, recamado de estrellas y media luna de plata. Ella le compraría también el Crucifijo adorado.

    La buena vecina habíale propuesto al Santo la venta de su Crucifijo. Hacía tiempo que ya tenía el ojo sobre aquella obra de milagro y piedad. “No quiere, no quiere”, habíase dicho ella: “Pero ya querrá”. A lo mejor, ya no tiene que dar, y entonces…” Bien pensado.

    ─ Señora, usted quería comprarme el Crucifijo. Pues se lo vendo. Hay unos pobrecitos…

    ─ ¿Por cuánto, Padre Mariano?

    ─ No puedo decirle. Usted dirá. Es para socorrer necesitados. Usted dirá señora.

    Y tornó a su casa con el dinero en el bolsillo, acompañado del hombre que había de llevarle el Crucifijo a la otra dueña, a la vecina de enfrente.

    Cuando se llevaron la Imagen, cerró la puerta el Santo Padre, y púsose a temblar. Cayó de rodillas. Esa era su medicina de siempre: la oración. Buscó sobre la mesita vacía, con los ojos, al Buen Cristo ido, y rompió a sollozar.

    Tardó poco el vecindario en enterarse de la desgracia acaecida al Santo Padre. Y una noble señora fue y le dijo:

    ─ ¿Conque es verdad que ya no tiene usted su Crucifijo?... Pues no se apure usted, Padre Mariano. Ya lo tendrá usted.

    Y le envió de su casa un Cristo nuevecito, mejor que el otro. ¡Un regalo príncipe!

    ─ ¡Ya tiene su Cristo el Padre Mariano!

    ─ ¡El Santo estuvo huérfano sólo tres días!   
      
    ─ ¡Que contento debe estar!

     Así hablaban todos. Era una novedad artística el nuevo Crucifijo del Padre Mariano.

    Pero él….

    Volvió ese día muy tarde a su destartalado cuarto. Colgó el hábito verdoso. Cabizbajo, acercóse muy despacio a la mesita. Como siempre, iba a rezarle a Cristo… el Cristo nuevo, al Cristo extraño, que no era aquel… ¡Al Cristo que no era su Cristo!

     Su Amigo, su Confidente, dulcificado por su fe, saturado de sus oraciones…

    ¡Se lo habían llevado!...

    Miró otra vez a aquel Cristo, que era mejor que el otro, y movió la cabeza.

    Y tornó a sollozar.

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*LAS REVISTAS. Publicación mensual ilustrada: Ciencias, Artes, Literatura, Agricultura, Industrias, Sociología, Historia, Jurisprudencia. Director y Redactor: Heliodoro Cuadra. Managua, Julio de 1922. Año X. Núm. 3. (Fundada el 15 de Enero de 1913. Tercera Época). Tip. Nacional.




viernes, 20 de marzo de 2015

A GUISA DE CRÓNICA, ADVENIMIENTO DE LA ENERGÍA ELÉCTRICA EN LA CIUDAD DE LEÓN. Noticia de hace 95 años.

A GUISA DE CRÓNICA, ADVENIMIENTO DE LA ENERGÍA ELÉCTRICA EN LA CIUDAD DE LEÓN.

Noticias de hace 95 años.

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*La primera presa y sistema de generación hidroeléctrico de Nicaragua.

*De qué manera fue inaugurado el alumbrado público en la ciudad de León.

*Ingeniero don Fernando Larios, constructor de la obra.
*Inaugurado en Mayo de 1922

*El Parque Jerez iluminado

*Los mejores músicos de León en la Unión Musical Metropolitana brindaron concierto en la inauguración del alumbrado.
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De Eduardo Pérez-Valle h., Director-Editor del Blogspot:

Entre las postrimería del siglo XIX y las primeras dos décadas del XX., los leoneses deseaban mejorar y expandir el sistema de suministro de energía eléctrica público y domiciliar. Por veinte años, como suelen ser las cosas entre nicaragüenses y, en Nicaragua, el primer intento quedó en mucho deseo. Cuando por fin llegó la oportunidad, los bandos de empresarios locales, interesados en el lucrativo negocio, mantuvieron prolongados pleitos por obtener la concesión de instalar la planta eléctrica que vendería energía a la población del centro urbano de León. El Municipio se declaró incompetente para decidir y el enfrentamiento fue sometido a los tribunales de justicia; después de largo tiempo, fue trasladado a la Corte Suprema de Justicia en donde, como siempre, duró más de dos años más para resolver con sentencia definitiva. Estas crónicas facilitan la localización de nuestras lanzas en ristre en contra de los múltiples molinos de vientos. Divertida y trágica es, nuestra historia, la del presente que no podría existir sin la del pasado. El periodista leonés Juan Felipe Toruño que hizo de la República de El Salvador su Patria por adopción, donde falleció tras dejar un imperecedero legado de creación literaria; publicó en León la revista “Darío”, impresa en la Tipografía “El Eco Nacional”: En esas páginas encontramos el artículo liminar de esta “ventana” al pasado, que estamos seguros los leoneses que en edad ya van con boleto de salida, y los que apenas abordan e inician el tránsito de este siglo XXI., habían olvidado o seguro ni siquiera conocían en los mínimos detalles. Ahora, en el presente, nuestro país produce más de 1.000 Megas,  y por ser como somos, lo más controversial es, que perdemos un tercio de esa producción porque no se invierte en absoluto. Los negocios entre empresarios de la diversa generación eléctrica no han permitido que la producción de energía limpia a través de fuentes renovables incida en los costos de bienes alimentarios, y tampoco afecta de manera favorable el monto de la factura petrolera. Es innegable el aumento de la cobertura de energía eléctrica en zonas rurales, donde miles de hogares tienen el beneficio del servicio; pero eso no desdice la torpeza de las políticas públicas que deberían encaminar al país a la tecnificación, industrialización y el aumento de la producción de alimentos, por consiguiente, a más y mejores empleos, y también, mejoras en los salarios. Pues bien, la “ventana” que hemos abierto deja que lleguen a nuestros oídos las palabras del recordado Juan Felipe Toruño, como “sentencia perpetua” de nuestro destino de hace 95 años, renovados en el 2015 para este  y otros aspectos de nuestra vida cotidiana: “Vergüenza da decir que aquí no hayamos podido todavía cruzar por sobre toda dificultad para llevar a cabo la importante y necesaria obra de que carecemos. Y si así caminamos, sin dar muestras de avance, razón tienen para decir los de afuera que somos un país indolente y rezagado en pleno siglo XX; así nos sorprenderá el centenario de la independencia dormidos sobre nuestra ineptitud y verá que relativamente nada hemos adelantado desde aquella época, y  que vivimos reducidos a una eterna oscuridad”. Nos complace “revivir” y “reconstruir” la Historia leonesa. Todo esto es, una especie de espejo donde seguimos contemplándonos.

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SOBRE LUZ ELÉCTRICA. En: Darío. Revista quincenal de Literatura. León, Nic. 29 de Septiembre de 1920. Año I. No. 12.

Director: Juan F. Toruño.
Editada en la Tip. “El Eco Nacional”.

A pesar de los esfuerzos hechos por algunas personas al parecer emprendedoras, para dotar a León de una buena luz, nada se ha podido llevar a efecto por los estropiezos que de una manera u otra se presentan en el camino; estropiezos que serían vencidos, sino hubiera intrigas que obstaculizaran el paso al carro del progreso. Parece que todo se extiende en la vía de las especulaciones. Decimos así porque los contratistas, fijándose en intereses meramente personales, no (han) toman en cuenta la precaria necesidad de esa obra benéfica que redunda a favor de nuestra localidad.

Los sostenedores de uno de los contratos presentado al Municipio, han pedido recurso de amparo ante la Corte Suprema. ¿Qué espera la Corte para resolver ese asunto de vital importancia para esta Metrópoli? Suponemos que ya es tiempo de que se haya podido estudiar dicho contrato y dar su fallo en pro o en contra, no deteniendo así el ímpetu progresivo que dará más vida y esplendor a nuestra ciudad.

Esa misma Corte, porque creemos que de ella depende, debe ver claramente el estado lamentable en que está el alumbrado público, para que así mismo, guiada por la buena fe, resuelva lo que más convenga a los intereses de esta localidad, quitando de por medio intereses personales.

Ha transcurrido mucho tiempo, se han planteado y presentado proyectos, y sin embargo, nada se ha hecho efectivo. Parece que aquí por dondequiera flota un aire de indiferentismo a toda obra bienhechora; se trata de construir un parque que al par que recuerde la vida de alguno de nuestros hombres ilustres adorne nuestra ciudad, y todo se va en iniciativa. Se quiere erigir un mármol o un bronce para glorificar justamente el nombre de individualidades superiores que han honrado nuestra república y nuestra raza, y todo se reduce a proyectos, a un poco de ruido y nada más.

Hoy se trata nada menos, oídlo bien, de establecer una planta de luz eléctrica para iluminar una población que como la nuestra debiera de tener luz desde hace años, pero todo se ha ido en proyectos y en intrigas.

Jinotega, risueña ciudad Setentrional, tendrá en breve su buena luz eléctrica. Pero es que allí hay hombres que apartándose del camino de las especulaciones ponen su energía y su voluntad al frente de los obras buenas que conducen al adelanto de la ciudad en que viven.

Vergüenza da decir que aquí no hayamos podido todavía cruzar por sobre toda dificultad para llevar a cabo la importante y necesaria obra de que carecemos. Y si así caminamos, sin dar muestras de avance, razón tienen para decir los de afuera que somos un país indolente y rezagado en pleno siglo XX; así nos sorprenderá el centenario de la independencia dormidos sobre nuestra ineptitud y verá que relativamente nada hemos adelantado desde aquella época, y  que vivimos reducidos a una eterna oscuridad.

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En la ciudad de León

LA INAUGURACIÓN DE LA LUZ ELÉCTRICA. En: El Centroamericano. León, 23 de Mayo de 1922.

   Sencillamente, modestamente, parcamente, cual lo permiten las grandes erogaciones que ha tenido que hacer la Compañía de la Luz Eléctrica de León y el estado general de pobreza presente, el cual también afecta y con creces al actual Municipio, empeñado como el que más en dejar a la localidad una mejora de positivo progreso, se verificó la fiesta inaugural de la luz en esta ciudad, el domingo próximo pasado.

   Todo se redujo, puede decirse a dos números; pero en tan reducido programa hubo, sin duda, sobra de entusiasmo.

   El número primero fue el acto inaugural, llevado a efecto en el Kiosko del Parque Jerez. Después de una sesión conjunta del Honorable Ayuntamiento y la Directiva de la Compañía Eléctrica de León, celebrada por circunstancias especiales en la casa de habitación del Sr. Alcalde Navas, como a eso de las siete de la noche ambos Cuerpos pasaron al Kiosko en donde el propio Sr. Alcalde declaró inaugurado el nuevo servicio de luz. Acto continuo apareció la luz en toda la ciudad, y su redentora presencia fue saludada por un clamor general que surgía de todos los pechos, al cual hicieron coro un repique de campanas dado en todos los templos de la ciudad, los acordes de la Banda del Comercio y el estallar de grandes bombas y triquitraques quemados en profusión. Luego el Dr. Dn. Fernando Sánchez, Presidente de la Compañía, dejó oír su autorizada y meritoria palabra en un conceptuoso y justiciero discurso que llenó de emoción a todos los circunstantes. Con esto se cerró el acto inaugural. Después la Banda del Comercio continuó su concierto ordinario.

   A las ocho de la noche comenzó el gran concierto de gala, en el cual consistía el otro número del modesto programa, ejecutado en el Parque Jerez  por treinta y  seis distinguidos profesores, y con el cual se cerró con broche de oro el acto más trascendental que jamás haya visto la Metrópoli.

   Si el primer número fue solemne en su sencillez, el segundo no fue para menos. No se conocía, a la verdad, en ese momento nuestro más frecuentado centro de recreación. El kiosko albamente aderezado como para una recepción de novios, era algo así como un nidal de pájaros canoros cuyos arpegios descendiesen a saturar el ambiente jocundo de enloquecedores armonías; los focos eléctricos, esparcidos acá y allá por las veredas del parque, era cada uno como un planeta cuya luminosidad ofusca a través del objetivo de un reducido telescopio; los árboles mismos, sorprendido en su nocturno sopor, daban al conjunto el aspecto de una visión miliunanochesca. Y aun nos parece que Jerez, el gran visionario, sumido en su sueño de piedra sobre el blanco pedestal, ha de haber sonreído, como bajo el ala de un ensueño heroico, a aquella caricia de la luz material, que venía a hacer algo así como un paréntesis en la ya al parecer eterna noche en que yace su adorada Grande Patria. Todo, en fin, era luz, armonías y femínea belleza; y, por sobre todo esto, el más altivo entusiasmo haciendo revolotear, cual bando de rosas aladas, las mariposas de la Alegría.

    Una gran parte de la Unión Musical Metropolitana no quiso quedarse sin contribuir con su simpático contingente en el modesto festival, y al ofrecimiento espontáneo de ella se debió en máxima parte el gran concierto d esa noche. Verdad es que el Honorable Municipio dio a los señores Profesores una modesta retribución; pero conste que por lo exigua no pagaba el verdadero valor del trabajo, ni menos quitara el mérito de la noble espontaneidad con que se ofreció para el magno festejo el apreciable Cuerpo Musical. Los señores Profesores que tomaron parte en la ejecución, y para quienes el Honorable Ayuntamiento, como representante de la comunidad leonesa, guarda el más puro reconocimiento, son: don Macario Carrillo, que fue el que dirigió el concierto, don Luis Felipe Quintero, don Ismael Ramírez, don Salvador Montalván, don Nicasio Zelaya, don José A. Mayorga, don Fernando Luna, don Justo Amaya, don Ramón Castillo, don Salvador Martínez, don Hernán Fonseca, don Concepción Mercado, don Almanzor Rivera, don Jacinto Soto, don Ricardo Amaya, don Josías Sáenz, don Camilo Rosales, don Samuel Aráuz p., don Alejandro Parrilla, don Nicolás Páez, don Abraham Iglesias, don Manuel Cano, don Salvador Ruiz, don Julio Argüello S., don Leandro Delgado; don Edmundo Dávila, don Miguel Soto, don Tomás Portillo, don José Dávila, don Francisco Soto, don Ramón Rosales, don Pedro Darce, don Carlos Argeñal, don Samuel Aráuz h., y don Francisco Reyes.

   El concierto fue ejecutado con verdadera maestría, y no dejó nada que desear. ¡Ah! Las sublimes  armonías del Tannhäuser repercutieron soberbiamente por todos los ámbitos del Parque, así como las de otras producciones de no escaso mérito. Wagner, Fontenelle y Walteudfel, han de haber hecho flotar sus espíritus grandiosos sobre nuestras cabezas en la forma inexpresable de un lirismo soberano.

   Pero lo más atrayente fue el encanto jovial de nuestras hijas de Eva. ¡Oh, el eterno femenino! ¡Cómo seduce, cómo embriaga y enloquece con su belleza múltiple, donde la gracia menuda del contorno aúnase con la elegancia rítmica ondulada y majestuosa del movimiento! Aquí va una criatura compuesto el cuerpecito delicioso como una sonrisa, luciendo el pie breve con su andar de tímida torcaza; allá otra, que con risica argentina hace resaltar la láctea blancura dental en el subido escarlata de los labios; de los dos líquidos carbones de los ojos de aquella personita, donde se ahogan las almas de tantos adolescentes, irradian mirares que son incendios; ésta delgada, frágil, menudo, casi frívola, parece como que se hubiese espiritualizado en largos y callados acendramientos de amor…

El Concierto, prolongado de propósito; en vista del entusiasmo de la concurrencia, se terminó a eso de las once de la noche, sin que ni un momento decayese la jovialidad de todos los circunstantes.

Muy sinceramente felicitamos a quien corresponde por el éxito del festival, y ojalá este ambiente abrumador de pobreza en que yacemos, no sea, en lo de adelante, un obstáculo insuperable para las nobles expansiones…

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DISCURSO INAUGURAL DEL PRESIDENTE DE LA COMPAÑÍA ELÉCTRICA DE LEÓN, DR. FERNANDO SÁNCHEZ
Señores:

   Ante todo, permítaseme la honra de presentar en nombre de la Compañía Eléctrica y en el mío propio, un respetuoso saludo a la sociedad de León; a los representantes de la prensa que lleva sus palpitaciones hasta a los más apartados lugares de las cinco tolderías en que se tiene dividido lo que el patriotismo unió en 1821; y a todas las apreciables personas aquí congregadas para celebrar con nosotros el advenimiento de la luz eléctrica, en este viejo León, tan combatido, pero siempre vencedor en las lides de la inteligencia, de la democracia, del saber y del trabajo que dignifica y que hace a los pueblos como a los individuos, del todo independientes.

   Rara coincidencia: en el Gobierno presidido por el veterano y nacionalista incondicional  General dn. Ignacio Chávez, fui designado por el Ejecutivo para inaugurar en este mismo sitio, la estatua de Máximo Jerez, obsequiada por el distinguido estadista Marco Aurelio Soto. Jerez, fue máximo entre los máximos del Istmo Centroamericano. Y este acontecimiento que ahora celebramos con justo regocijo, es máximo entre las obras de progreso más grandiosas y trascendentales que ha alcanzado este pueblo para nosotros tan querido, quitándose en lo material, la media noche de Jerez, que nunca ha existido para el patriotismo de esta histórica ciudad.

         Sr. Alcalde de León:

   Cábeme el honor de entregar en nombre de la Compañía Eléctrica, el nuevo sistema de alumbrado que con su esplendorosa luz iluminará de hoy en adelante nuestras calles y plazas y nuestros hogares, utilizando las fuerzas naturales que por millares de años se han perdido ociosas, en espera de la mano inteligente que debía transformarlas a beneficio de la humanidad.

   Acometimos tan importante empresa en la época más álgida de la vida económica de los pueblos de la tierra; y aunque hubo dudas justificables, aun en la parte más sensata de esta ciudad, y se temía que el fracaso no se haría esperar, nosotros no desmayamos nunca, desafiando las dificultades, sin desalentarnos por reveses fortuitos y continuamos nuestro camino con paso firme, siguiendo imperturbables hasta coronar la aspiración general, que era también la nuestra.

   Para orgullo de León, debe recordarse siempre que no se ocurrió al capital extranjero, ni al nacional de otras secciones de la República; y fuera del material que aquí no se fabrica, todo ha sido de León y sólo de León.

   La construcción de la presa fue encomendada a un hijo de León, el experto ingeniero Dn. Fernando Larios, quien desde muchos años atrás ha venido interesándose por dotar de luz a esta ciudad; y la instalación de la maquinaria y de la red que a través de los hilos metálicos lleva la fuerza luminosa hasta los suburbios de la población, al ingeniero Dn. Juan Ignacio González que, con el resultado obtenido y que estáis palpando, tiene derecho a que se le considere como uno de los primeros electricistas con que cuenta nuestra ciudad.

   En fin, desde los técnicos hasta el último trabajador, todos son hijos de este pueblo. Podemos envanecernos de que todo es obra de nuestro propio esfuerzo.

   Respecto a la parte que no ha tocado en la realización de este gran progreso, a los Sres. dn. Salvador Reyes, dn. Mateo Castillo, dn. Julián Tercero, dn. Benjamín Gallo M., y a mí, diremos con entera verdad, que hemos puesto en ella no solamente nuestro capital, con miras de legítimo beneficio, sino también el anhelo de nuestro afecto para dar el alumbrado eléctrico a esta ciudad, donde tenemos nuestros hogares y donde deseamos dejar gratos recuerdos de buenos vecinos, como parte de la herencia que hemos de legar a nuestros hijos.

    Es a León, por medio del Jefe de su Honorable Ayuntamiento, a quien corresponde apreciar nuestra efectuada labor.
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PEQUEÑO RETRASO DE LA LUZ ELÉCTRICA


La pila receptora del agua que va a las turbinas para producir con la fuerza de su caída la luz eléctrica, resultó  con una pequeña rajadura, según nos lo afirmó el Presidente de la Compañía don Benjamín Gallo; pero ya se dictaron las órdenes para su inmediata reparación, que no tiene más importancia que el retrasar, por unos días, la inauguración de ese servicio público de que está pendiente la ciudad.  15 de Septiembre de 1922. 

martes, 17 de marzo de 2015

EL CANAL. Por: Rubén Darío

EL CANAL. Por: Rubén Darío

    
Publicado en La Nación de Buenos Aires, el 23 de Marzo de 1895.*

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    La vieja cuestión del canal interoceánico se renueva de tiempo en tiempo. En estos momentos se agita en los Estados Unidos y tiene naturalmente  gran repercusión en Francia. ¿Se realizará el canal por fin?  ¿Cuál de los canales? ¿El de Nicaragua? ¿El de Panamá? ¿Los dos? Colombia, Nicaragua, Costa Rica están a la espera de las resoluciones definitivas. El proyecto de Nicaragua parece ganar terreno, el cadáver de Panamá, se diría conmovido eléctricamente como la rana de Galvani. M. Buno Barilla  lanzó aquí hace algunos meses un llamamiento a los panamistas, en el buen sentido de la palabra, para interesarlos en favor de una empresa que podría resarcir las antiguas pérdidas, nadie hizo caso. M. Hotin hizo un viaje a los Estados Unidos para tratar de ofrecer al yanqui los restos de Panamá, a un buen precio. Las influencias y los ofrecimientos usuales en los medios políticos americanos, no han escaseado. Nada se ha resuelto todavía. Entretanto, los norteamericanos se posesionan poco a poco de Nicaragua, en donde el Gobierno ha comenzado por hacer concesiones que han sido aminoradas por declaración del presidente Zelaya, pero que, por parte de los Estados Unidos, han sido mantenidas, según las primeras versiones que la prensa hizo conocer; es decir: cesiones territoriales a un lado y otro del futuro canal, con derecho de establecer guarniciones militares y tribunales de justicia. No se podrá alegar, pues, en tal caso, la “soberanía” de la república centroamericana, aunque hay que confiar en el reconocido patriotismo y tacto político del general Zelaya.

    El señor Crisanto Medina, antiguo ministro de varias repúblicas de Centroamérica en Europa, persona de consejo y habilidad, que conoce perfectamente la cuestión del canal, como que ha sido acto en muchos preliminares de ella, ha ido recientemente a Nicaragua, y no es de dudar que sus indicaciones hayan sido escuchadas por el Gobierno. Ha escrito  con oportunidad una interesante historia del canal interoceánico, que reviste de mayor actualidad. No es el señor Medina de los dudosos, él cree probable que llegará, tarde o temprano, la necesidad para el comercio del mundo, de los dos anales, el de Panamá y el de Nicaragua. Por de pronto, y por más que se asegure  que los entusiasmos norteamericanos por el istmo nicaragüense son aparentes y tan sólo manifestados para encontrar más fáciles las ofertas de Panamá, abandonado por la mano francesa, parece extraordinario que se pueda suponer interés en continuar la ruta fracasada de Lessens, (122). Me ha tocado visitar, en compañía de ingenieros desolados ante el espectáculo ciertamente conmovedor, aquel inmenso cementerio de construcciones, aquel colosal osario de máquinas, entre las ruinas, en el lugar fatídico en que la imprudencia por un lado y el delito por otro, enterraron un sinnúmero de vidas y un sinnúmero de ahorros de pobres gentes… Proseguir, animar de nuevo las viejas dragas llenas de herrumbre, volver a turbar con nuevos ruidos el silencio que dejó allí las más formidables de las debacles. (123) una especie de Sedán económico de Francia, sería una locura que no cabe, sobre todo, en cerebros yanquis. Pero todo puede ser.

    Los días pasados, en casa del señor Medina, recorría y o las líneas que ha dedicado a la obra ístmica. El hace primero, y antes de entrar en recuerdos y apreciaciones personales, una reseña ligera de las tentativas que, a través de los siglos, se han iniciado para unir los dos océanos. Tiene el buen gusto de no citar la previsión de Séneca: “aquí está la vasta puerta de dos mares”, demasiado mellada por el uso que de ella han hecho cuanto han tenido que ocuparse en el asunto. Habla de los ingenieros del Renacimiento que fueron a buscar oro de Cipango, y que señalaron varias rutas factibles. Refiriéndose a ellos, cuenta que M. de Lesseps le dijo un día: ¡Ils n᾽étaint pas fixét!...

─Vea usted─ me dice el señor Medina mientras la madera crepita en la chimenea de su bureau de diplomático, en la rue Boccador—; vea usted lo curioso que es ese proyecto de un antiguo español, Diego de Mercado, cuya relación se ha encontrado hace poco en los archivos de Sevilla: “Diego de Mercado no era un ingeniero; tampoco era un geógrafo. Él mismo dice modestamente a su soberano, Felipe III, que es “fabricante de pólvora, y antiguo soldado, a la sazón vecino desta ciudad de Santiago, de la provincia de Goathemala”. No obstante, sus descripciones son de una precisión admirable, y sus proyectos no carecen de buen sentido práctico. Principia Diego de Mercado por diseñar un cuadro muy completo de los puertos de San Juan del Norte y San Juan del Sur de Nicaragua, y explica en seguida la conformación del río San Juan y las muchas, pero no insuperables, dificultades que ofrece para la navegación a causa de sus arenas, sobre todo de sus raudales. Luego indica el trabajo que sería necesario hacer en él. Hace enseguida comparaciones entre los puertos de Panamá, Colón, San Juan del Norte y San Juan del Sur, y después de algunas descripciones prolijas y entusiastas, en las cuales el buen Diego de Mercado revela su alma de flamenco, hablando con más entusiasmo de los cereales que de las selvas vírgenes; después de un largo examen de las riquezas conocidas del suelo costarricense y de las riquezas misteriosas y de la costa de Mosquitia, cuyo nombre primitivo de Sierra del Oro (Saguzgalpa) hace germinar en su imaginación en sueños de fortuna y de conquista, llega a su proyecto del canal y lo expone con sencillez y  claridad en páginas que muestran su gran deseo de ser útil a la humanidad y al rey. Diego de Mercado fue un hombre estudioso y perspicaz, de buena voluntad y de fe entera, que comprendió desde luego las grandes ventajas que la canalización de Nicaragua ofrecía a la navegación universal en cambio de un ligero sacrificio. El rey Don Felipe III, no obstante, debe de haber dado muy crédito a sus palabras, puesto que aun teniendo seguridad de que, según sus propias palabras “los trabajadores llevarían la obra a cabo sin necesidad de pagarles salario alguno”, dejó sin respuesta definitiva la proposición de su leal vasallo.

    Antes habían ya hecho propuestas semejantes al emperador Carlos V, Hernán Cortés y Ángel de Saavedra; el primero señalaba como utilizable el curso del Darién y creía hacedero el canal por Panamá, basado en los estudios hechos por Vasco Núñez de Balboa en 1513; Cortés optaba por Tehuantepec, y encargó hacer los estudios a Gonzalo de Sandoval. Carlos V se encogió de hombros. Tenía otras cosas que intentar. Luego, un aventurero portugués, llamado Antonio Galvao, encontró hacedero el canal por cuatro vías diferentes, Nicaragua, el Istmo de Méjico, Panamá, entre el golfo de Uraba  y el golfo de San Miguel. Felipe II recibió los pedidos de López de Gomara para que llevase a la práctica la obra del  canal. Mucho tiempo pasó sin que ningún paso importante se diese. El fundador del Banco de Inglaterra, William Paterson, hizo que su rey aprobase un plan de colonización del Darién y de un canal por este punto; aunque la expedición se organizó, no pudo efectuarse. Después tenemos la iniciativa de Bolívar, que, naturalmente, encontraba muy factible la obra por el istmo panameño; el libertador se ocupó en el asunto antes y  después de la realización de sus sueños políticos.

    La primera expedición científica fue en tiempos y por orden de Carlos III. “Dos ingenieros eminentes, dice el señor Medina, uno francés y otro español, Martín de la Bastide y Manuel Galistro, fueron a Panamá y a Nicaragua; examinaron el terreno, hicieron minuciosos sondajes y volvieron a Europa con un proyecto favorable a Nicaragua (y no a Panamá, como dicen algunos historiadores), según consta del Abanico Geográfico que Martín de la Bastide depositó en la Biblioteca Nacional de París en 1805, es decir, en el mismo año del nacimiento de Ferdinand de Lesseps”.

    No pudo tener buna acogida el plan de esos dos ingenieros: el tiempo  y el medio no estaban de su parte. Es el tiempo y el medio pintados y evocados magistralmente en ese Enfant d᾽Austerlitz que acaba de producir el genial poder de Paul Adam. Todo lo envolvía el soplo agitado de la Revolución, y luego el estruendo y  la tempestad de las guerras imperiales. En cambio, a comienzos del siglo pasado, fueron legión los proyectos y tentativas. Los grandes países, hace notar el señor Medina, enviaban entonces Comisiones tras Comisiones, y los sabios iban personalmente a América. Es la época del barón de Humboldt, panamista, también en el buen sentido, avant la lettre. Por parte de Nicaragua estaban Crosman, Bailey, Félix Belly, Childs, Tay y otros; y Tehuantepec tenía a varios, sobre todo norteamericanos, por interés de vecindad y, por tanto, de absorción. “El historiador D. Alejandro Marure refiere que un hijo de Nicaragua, el señor Manuel Antonio de la Cerda, jefe que fue después de aquel Estado, tuvo la gloria de ser el primer centroamericano que promoviese (en julio de 1823) el asunto del canal, y explica los motivos que le impidieron legar a un resultado. El señor Cañas, ministro de Centroamérica en Washington, en un oficio dirigido al departamento de Estado en 1825, propuso la cooperación de Centroamérica con los Estados Unidos para abrir el canal por la provincia de Nicaragua. Como consecuencia, el famoso Clay, entonces secretario de Estado, comunicó sus instrucciones a Williams, ministro de la Unión Centroamericana, para hacer las investigaciones necesarias y aun se celebró un contrato para la construcción del canal, que adolecía de defectos consiguientes a la ignorancia en que por falta de estudios exactos se estaba todavía sobre el costo y las necesidades de la obra”. Entonces fue cuando el Gobierno centroamericano recurrió a Holanda. La política europea echó abajo las buenas intenciones de la compañía holandesa que se organizó. Centroamérica intentó de nuevo, esta vez con los Estados Unidos, en tiempo del presidente Jackson. Hace tiempo que se solicita la boca del lobo… Las negociaciones siguieron su curso hasta que, en 1853, el Senado adoptó una resolución excitando al presidente a abrir negociaciones al efecto de proteger por tratados a cualesquiera compañías o individuos que acometiesen la construcción del canal, para los Estados Unidos lo mismo que para las demás naciones. En 1849, los Estados Unidos dieron dos buenos pasos a ambos lados del istmo: obtuvieron una concesión del ferrocarril de Panamá y firmaron un tratado con Nicaragua para la apertura del canal. Inglaterra paró la oreja; y a propósito de los indios de la Mosquitia, celebró el famoso tratado de Clayton Bulwer, tan llevado y traído en estos últimos tiempos.

    En 1880, siendo presidente de Nicaragua el General Zavala, se firmó el contrato Cárdenas Menocal, que quedó en nada. En 1884, firmó en Washington el ministro Zavala un tratado, “en virtud del cual los Estados Unidos se comprometían a construir el canal con acompañamiento de ferrocarriles y telégrafo, concediendo Nicaragua no sólo el territorio al efecto, sino una faja de dos y media millas inglesas de ancho en toda la longitud de la obra. La empresa sería virtualmente administrada por el Gobierno americano, quien entregaría al de Nicaragua una tercera parte de los productos netos”. Este tratado no obtuvo la ratificación del Senado americano: Cleveland lo retiró. Luego hubo otros arreglos y contratos que caducaron sin resultado ninguno.

    Respecto a la tristemente célebre Compañía Universal del Canal de Panamá, el señor Medina es más explícito. “Tendré que tratarla –dice— con más detalles, por haber sido testigo presencial de los acontecimientos desde su origen hasta el fracaso definitivo”. Así, recuerda el primer Congreso científico que haya tratado del canal, en Amberes, el año de 1871, de donde salió muy recomendado el proyecto por el Darién, entre los Tuyra y Atrato, presentado por M. de Gogorza. En 1875 la cuestión fue tratada en el Congreso de Geografía de París. Se trató de la reunión de un Congreso Internacional que decidiría. Ya Lesseps aparece; yl uego el Sindicato que él apoyaría y que tuvo por presidente al general Türr. Conseguidos los capitales, la Comisión de estudio que debía dictaminar fue enviada. La Comisión partió para América en del 76. Iba a bordo del vapor “Lafayette”, y entre sus miembros se contaban el ingeniero Reclus, el oficial italiano Bixio, Víctor Celler y seis ingeniero más, bajo las órdenes de Luciano Napoleón Bonaparte Wyse. Tocóle al señor Medina ir en ese vapor en tal ocasión. Varios de los miembros de la Comisión eran amigos personales suyos y hace memoria de sus impresiones.

    Sabido es que en ese tratado se estipula que las partes contratantes se comprometen a no ejercer un contrato exclusivo sobre el canal, a no alzar fortificaciones en él, a no ejercer dominio alguno sobre Nicaragua, Costa Rica, la Costa Mosquitia ni parte alguna de la América Central, ni directamente ni por medio de alianzas o protectorados. Ya se sabe cómo es la política de los países anglosajones, y cómo saben interpretar, según el caso, sus tratados y  sus doctrinas. El canal no pudo tampoco hacerse entonces. Luego fue la invasión filibustera de Walker. Si Walker triunfa, el canal estaría ya hace tiempo abierto. En el 63 los Estados Unidos, que ya tenían plantado el jalón del ferrocarril en Panamá, propusieron a Colombia la construcción del canal; tales condiciones ponían, que Colombia no aceptó. “Se dice –agrega el señor Medina— que el príncipe Luis Napoleón estuvo en San Juan del Sur y fue uno de los más entusiastas partidarios del canal por Nicaragua, aunque más tarde, dueño ya de un imperio, no hizo nada para llevar a la práctica la realización de sus ensueños juveniles”. En efecto, Napoleón III publicó un estudio sobre el canal de Nicaragua, muy meditado e importante, y del cual, ya en tiempos en que era emperador, se ocupó el Instituto de Francia. Pero la cosa no pasó a más. El señor Medina habría podido investigar y darnos a conocer algo de las relaciones estrechas que ligaron al monarca francés y al ministro nicaragüense Castellón.

    “En nuestras largas conversaciones –cuenta el diplomático centroamericano— los ingenieros, y especialmente Bonaparte Wyse y Bixio, me hicieron ver la importancia decisiva de la misión que ellos llevaban, asegurándome que, una vez sus estudios terminados, la obra se ejecutaría sin demora, gracias al poderío y a la influencia de Lesseps, en quien la Europa toda había depositado una confianza ilimitada después de Suez. Yo lo creía también así, y naturalmente, no dejé pasar una sola de las ocasiones que se me presentaron para influir en sus ánimos, haciéndoles ver las mil ventajas que Nicaragua ofrecía a la empresa; indicándoles la clemencia relativa del clima, la densidad de la población, superior a la de Panamá, la abundancia de maderas y víveres, etc. Tan pronto como terminaran sus estudios en el istmo y firmaran un contrato con el Gobierno colombiano, tenían la idea de pasar a Nicaragua con igual objeto.

    Así pensaban regresar a Europa  con todos los elementos necesarios  para que la resolución del Congreso pudiera darse con entera imparcialidad y perfecto conocimiento del asunto. Pero cuando Bonaparte Wyse regresó de Colombia y Nicaragua, resultó que sólo con el primero había celebrado contrato para la construcción del canal de Panamá. Esta era la situación cuando se reunió el Congreso Internacional que debía resolver definitivamente el punto”. Aquí los recuerdos personales del señor Medina se precisan. “Reunióse el Congreso en París, y celebró sus sesiones en el hotel de la Sociedad de Geografía, en los días 15 a 29 de mayo del año de 1879. El elemento extranjero en dicho Congreso se compone de 62 delegados, representantes de Alemania, Austria, Bélgica, China, España Estados Unidos, Colombia, Gran Bretaña, Hawai, Holanda, Méjico, Noruega, Perú, Portugal, Rusia, Suecia y Suiza. En cuanto a las repúblicas de Centro América, sólo estaban allí representadas: El Salvador, por el ilustrado publicista colombiano don José María Torres Caicedo (con quien el señor Medina tuvo un duelo célebre); Costa Rica, por don Manuel M. Peralta. Yo representaba entonces a Guatemala. Además de estos delegados extranjeros, había en el Congreso más de ochenta representantes franceses, en su mayor parte ingenieros distinguidos y casi todos hombres de verdadero talento y de real sabiduría, pero que, habiendo sido hábilmente escogidos por M. de Lesseps, estaban dispuestos a apoyar sus planes y a formar siempre la mayoría necesaria al triunfo de su inquebrantable voluntad. Para llevar a cabo metódicamente sus labores científicas, dividióse el Congreso en cinco Comisiones especiales, y a mí me tocó en suerte, a pesar de mis escasos méritos, ser el vicepresidente de la primera de ellas y de dirigir sus debates durante las ausencias del ilustre sabio francés M. Levasseur. Tratábase, ante todo, en el seno de esta Comisión de establecer, gracias a datos y cálculos estadísticos, los rendimientos probables del canal, para poder, desde luego, estar seguros de la equitativa relación entre el capital empleado y los dividendos futuros. En este sentido traté siempre de inclinar los ánimos en favor de Nicaragua, basándome en cifras exactas, pues todos o casi todos los proyectos de apertura de la vía interoceánica por el Lago y el San Juan, marcaban la necesidad de un capital menor al que era indispensable para llevar a cabo la obra en el Darién, y, por lo mismo, ofrecían más probabilidades de ganancias para los accionistas. Esta cuestión era, en el fondo, una de las más importantes, y sí mis ideas hubiesen prevalecido entonces, no hay duda de que la opinión pública hubiera ejercido una presión contra Panamá, pero el público no prestó gran interés a ese punto de detalle y dejó obrar a los hombres que, estando encargados de hacer los cálculos estadísticos, con una libertad hasta cierto punto fantástica, debían decidir en última instancia. Dispuesto M. de Leeseps a no aceptar a Nicaragua sino en última caso, pidió los datos fueran calculados con toda la posible largueza, basándolos en el tráfico probable del porvenir, teniendo en cuenta el aumento gradual que habría obtenido el comercio cosmopolita cuando el canal empezase a funcionar; es decir, estableciendo los cálculos según lo que ese aumento estaba llamado a producir en 1866. El tonelaje previsto fue de 7.250.000. A pesar de la elevación en tal cifra fue necesario subir el precio primitivamente fijado como derechos de tránsito del canal, y, aún con todo eso, apenas se llegaba a obtener los rendimientos indispensables para pagar los intereses del capital que se necesitaba invertir en la obra. No así adoptando el proyecto Menocal por Nicaragua, que revelaba una economía de 500.000.000. comparado con el presupuesto hecho para Panamá por el ingeniero Ribourt”.

    Las revelaciones del señor Medina son muchas y muy interesantes. Sería de desear que extendiese sus Memorias, que aumentase los detalles y diese a luz un verdadero libro que, de seguro, contendría datos curiosos, previsiones cumplidas y rasgos pintorescos. Recuerda el informe de Levasseur y los estudios de la cuarta Comisión del Congreso, compuesta de los más sabios ingenieros del universo, y que tenía que ocuparse de la parte técnica de los proyectos, que fueron muchos. Me llama grandemente la atención lo que rememora de una carta de M. Lucien Pydt y que leyó en una sesión de la Comisión. Era un eco anticipado de la catástrofe que debía venir, un anuncio del formidable “Panamá”, que debía minar la base de la gloria del Gran Francés. En esa carta se decía que “M. de Lesseps se ocupa exclusivamente del éxito y del porvenir de la Compañía civil, y que la cuestión de la apertura del canal, desde el punto de vista del interés universal, queda relegada a un plan secundario, y su solución subordinada a la aceptación del proyecto de su protegido”.

    Más, mucho más contienen las apuntaciones y la riquísima Memoria del señor Medina respecto a los entretelones de la cuestión del canal, de asuntos técnicos y pasos diplomáticos tanto en Europa como en los Estados Unidos. No dejaré de citar sus impresiones en las últimas sesiones de ese Congreso con M. de Lesseps. “La opinión extranjera –dice el señor Medina— se había pronunciado casi con unanimidad en favor de Nicaragua. Viendo esa presión desinteresada, M. de Lesseps se dirigió confidencialmente a mí y me dijo textualmente lo que sigue: “El sentimiento de la mayoría del Congreso parece pronunciarse en favor de Nicaragua; yo no tengo ningún interés personal en que se favorezca tal o cual vía, tanto más cuanto que los gastos hechos por el Sindicato de exploración Türr y Wyse pueden ser reembolsados por la Compañía que se forme; pero sería necesario formalizar algunas bases de arreglo con el Gobierno de Nicaragua, porque si el Congreso opta por el canal de Nicaragua y enviamos después un comisionado a tratar con aquel Gobierno, sin arreglo previo de ningún género, las pretensiones serán tales que no habrá modo de hacer un contrato realizable. ¿Hay alguien aquí autorizado para hacer cualquier ofrecimiento en nombre de Nicaragua?”. “Yo sabía desgraciadamente que no, y me limité a asegurar a M. de Lesseps, como amigo de Centro América, que Nicaragua comprendería demasiado sus intereses para demostrar la intransigencia que él temía, y le insté para que dejara que el Congreso se pronunciase libremente; pero mis instancias, como las de otros, se estrellaron contra los temores de M. de Lesseps y contra la presión del Sindicato colombiano que trabajaba porque la decisión fuera enteramente favorable a sus proyectos”. Lesseps se decidió firmemente por Panamá. En la votación general la mayoría de los representantes extranjeros se abstuvo. Entonces resultaron 87 votos por Panamá, y sólo 8 por Nicaragua. El Gran Francés había triunfado…

    Ahora es en los Estados Unidos. Se verá, por fin, cuál será la vía elegida por los yanquis, pues ellos son los que han de hacer práctico tanto proyecto. Por Panamá o por Nicaragua, o por ambas partes, ellos buscan que América sea para los americanos. O para la humanidad… que habla inglés.

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Nota del Editor del Blogspot:

Este artículo, Rubén Darío lo tituló: “El Canal”. En 1965, fue incluido en el libro “Rubén Darío periodista”, editado por la Secretaría de Educación Pública. También fue publicado en el diario La Noticia, de 28 de Febrero de 1965. En 1982, fue incluido en otro libro titulado “Rubén Darío: Prosas Políticas” editado por el Ministerio de Cultura. En 2010, hubo otra edición (ampliada) de “Prosas Políticas” que fue financiada por el Banco Central de Nicaragua. Asistido por el testimonio de Don Crisanto Medina, Darío, con ese magistral dominio de la prosa, enlaza la historia del recurrente deseo de “transformar” Nicaragua mediante la construcción del canal interoceánico, que al final de aquella “primera época” de decisiones, fue "inclinado" hacia Panamá, no sin antes prevalecer una gigantesca conspiración donde los factores de influencia fueron barajados con dólares por debajo de la mesa. En el negocio en ciernes, el Presidente Teodoro Roosevelt favoreció  familiares y amigos para obtener privilegios en la gigantesca obra, situación que fue expuesta a luz pública cuando Roosevelt decidió demandar a dos diarios estadounidenses que habían indicado los nombres de los favorecidos en el negocio del Canal, incluido Douglas Robinson, cuñado de Roosevelt, quien invirtió y ganó dinero en la construcción del Canal. Estos pormenores o hallazgos están en el libro “La historia no revelada de Panamá” (1923) escrito por Earl Harding excorresponsal del “New York World”. 

lunes, 9 de marzo de 2015

ADVERSARIOS RAPADOS. Por: Juan García Castillo. 13 de Julio de 1967.

ADVERSARIOS  RAPADOS. Por Juan García Castillo. En: El Centroamericano. León, 13 de julio de 1967.
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Dijimos que el doctor Marco E. Velásquez, había emigrado a Panamá y no volvió a Nicaragua, siendo sepultados sus restos en tierra panameña.

El doctor gozaba de una magnífica clientela en esa capital, usaba bigote, que era objeto de especial cuidado, de su parte. Se pelaba a lo “broz” y era de modales distinguidos. Como conservador fue enemigo del gobierno del general Zelaya.

En una de tantas conspiraciones contra aquel gobernante, lo llevaron a la cárcel. En lugar de recluirlo en una celda, lo subalternos, quien sabe por orden de quien, aunque se supone que del gobernante, procedieron a raparle la cabeza y a rasurarle totalmente el mostacho.

La afrenta sufrida, causó honda pena en el doctor Velásquez y en cuanto pudo, se fue de Nicaragua. Se estableció en Panamá, donde como magnífico profesional que era, conquistó desde el primer momento una numerosa clientela. Fue casado con una dama granadina, doña Lucrecia Lacayo, de quien no sé, si vive todavía o ya murió.

LA MELENA DE ANTONIO MEDRANO

Desde que era un adolescente, brilló por su talento Antonio Medrano. Soñador, romántico, pero también de valor personal y cívico a toda prueba. Su aspecto físico, era de un joven raquítico. De baja estatura, usaba una enorme cabellera que le daba más allá de los hombros. Llamaba la atención la figura de Antonio Medrano, a quien llamaban el poeta. Estaba orgulloso de su atuendo capilar, pero de carácter independiente, joven rebelde a la tiranía, desde el primer momento hizo público, a principios del siglo, su oposición al régimen. Junto con el doctor Mariano Barreto dirigían un periódico, “Redención”. Atacaban fuertemente la administración del general Zelaya.

Un día de tantos, Antonio Medrano, fue capturado y se ordenó que lo trajeran custodiado a Managua. Se le llevó a la Penitenciaría donde estaba listo un barbero, que cortó la melena del poeta metropolitano. Lo raparon totalmente. Inmediatamente después, Antonio Medrano fue puesto en libertad.

Si el rapado del pelo al doctor Velásquez, fue acremente censurado, el que sufrió el doctor Medrano, entonces bachiller, causó indignación en todo el país. Ese procedimiento avivó la oposición contra el general Zelaya. Era una de las formas como el general castigaba a sus adversarios.


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Dr. Antonio Medrano, a los 30 años de edad. Este retrato fue hecho al crayón hace un cuarto de siglo, por la artista Josefa Pineda.

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JUVENTUDES LEJANAS: LAS MELENAS JUVENILES DE ANTONIO MEDRANO

En: La Noticia Ilustrada. Suplemento del Diario La Noticia. Septiembre 13 de 1927. Año XIV. No. 54 Política.

Hace más o menos veinticinco años, el poeta Antonio Medrano, abanderado de la juventud intelectual de León, ostentaba una gran melena romántica y a la vez altiva, por decirlo así, como un león joven, en sus anhelos de libertad, en tiempos de la presidencial del Gral. Zelaya. Un día, el joven poeta fue hecho reo político e internado a la Penitenciaría, donde estuvo preso por algún tiempo, liberándolo después de haberle, --en extraño castigo—cortado la melena como a un Sansón adolescente. Sin embargo, aquella alma vibrante siguió como un clarín llamando a la libertad, y aquel joven ascendió en la gerarquía (sic) civil, hasta llegar a la candidatura de Vicepresidente de la República por el Partido Liberal. Aun no hace un mes, que Nicaragua enlutó la bandera patria por la muerte del Dr. Medrano.
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