domingo, 29 de octubre de 2023

COLUMNA DARIANA - EL SENTIMIENTO RELIGIOSO EN SU POESÍA. Por: Luis Alberto Cabrales. En: La Noticia, 5 Octubre de 1967.

──── Ω ─────



──── Ω   ─────

EL SENTIMIENTO RELIGIOSO EN SU POESÍA. Por: Luis Alberto Cabrales. En: La Noticia, 5 Octubre de 1967.

Escritor, poeta e historiador. Autor de varios libros de recopilación. Técnico en educación.

    Darío suelta su vena lírica, y sería largo exponer, aun extractado, todo lo que se le ocurre con respecto al Libro. Basten estas breves citas:

                    El libro… Celeste lumbre

                    de la humanidad amparo,

                    Radioso, divino faro

                    que guía a la muchedumbre,

                    El Libro… elevada cumbre

                    de la verdad. Más, qué digo!

                    El Libro, que yo bendigo

                    con entusiasmo profundo

                    tiene ante la faz del mundo

                    un implacable enemigo.



                    ¿Sabéis quién es? Allá está.

                    Su trono se bambolea

                    porque el soplo de la Idea

                     su trono derribará.

                    ¿Sabéis quién es? Vedle allá

                    sobre el alto Vaticano.

                    Contempladle. Genio insano

                    apaga todo destello

                    con una estola en el cuello

                    y el Syllabus en la mano

Y prosigue por otro lado:

                    Mira las humanas listas:

                    En ella haya millares

                    nihilistas para los Zares,

                    para los Papas, nihilistas.

    Cansado de recitar 990 versos por ese estilo, exclama por concluir:

                    Basta ya, Musa querida,

                    ya bastante me alentaste

                    y unida a mi voz cantaste

                    la humanidad redimida.

                    Redimida con la vida

                    no con Gólgota ni Cruz,

                    ni martirios de Jesús…

                    sino con la fuerza inmensa,

                    con el Libro, que es la Luz.

    Y dice la crónica de “El Centroamericano”: “Esa composición, que es un poema sobre las excelencias del libro, arrancó entusiastas aplausos de toda la concurrencia”.

    ¡De tal modo andaba la poesía, el buen gusto, y el pensamiento de nuestro país en la época bendita de los llamados Treinta Años!

    En el poema a La Razón –otra Diosa— dice:

                    Cayó la fe con sus terribles fueros,

                    ya con tu voz por doquiera se derrama,

                    se hunden Vichnú, Cristo, Buda y Brahama,

                    y las naciones van por tu sendero.

    En otros versos exclama, complacido y orgulloso: “Por fin el dogma expira ante la Ciencia”.

    Naturalmente, los jesuitas tendrían también su buena parte de inventivas. ¿No acababan de expulsarlos del país como malhechores? ¿Los expulsantes no eran hombres pensantes y graves, desde el Excelentísimo Señor Presidente de la República hasta los Honorables Senadores? ¿No respiraba ya Nicaragua aires de luz, aventadas hacia el mar las tinieblas de las sotanas jesuíticas? ¿Qué podría sentir el adolescente poeta sino sentimiento de incomprensión y de odio?

                    Bien, ahora hablaré yo,

                    Juzga después, lector, tú.

                    El jesuita es Belcebú

                    que del Averno salió.

                    ¿Vencerá al Progreso? ¡No!

                    ¿Su poder caerá? ¡Si!

                    Ódieme el que quiera a mí;

                    Pero nunca tendrá vida

                    la sotana carcomida

                    de estos endriagos aquí

    Aunque genio en brote, Darío no podía sustraerse a la influencia avasalladora del llamado pensamiento de la época. Si los honrados hombres y gobernantes de entonces, si los literatos o más o menos pasables de ese tiempo, así pensaban y sentían, ¿qué otra cosa podía pensar y sentir un adolescente que apenas abandonaba los años de la niñez?

    Por esa época se creía en las latitudes centroamericanas que un literato no podía en manera alguna ser católico. Esa creencia extravagante para la juventud del siglo XX está estereotipada en este, que quiso ser irónico, terceto de Darío:

                    ¡Qué cosa tan singular,

                    ese joven literato

                    aún se sabe persignar!

    Por otra parte, no se crea que la influencia ancestral católica había desaparecido por completo de aquel espíritu. Desde el fondo de los siglos y de la sangre hacia sus llamadas secretas y le arrancaba estas nostálgicas expresiones

                    ¿Mi fe de niño do está?

                    Me hace falta, la deseo:

                    batió las alas y creo

                    que ya nunca volverá.

    Todavía adolescente Darío abandona Nicaragua. Deja este rincón rezagado, rincón de rencillas políticas locales y de ardientes y disparatadas polémicas religiosas. Llega a Chile, país por entonces ordenado y severo, en donde las libertades, la cultura y el progreso no se antojan enemigos de la Iglesia Católica. Encuentra una juventud que desdeña la política partidista y es completamente indiferente a la cuestión religiosa. Juventud que se entrega de lleno al cultivo del arte y al goce de la vida. Juventud, si queréis indiferente, pero por culta, más cercana a nuestras actuales juventudes. Allí Darío se olvida de sus rencores librescos y de sus ideas librescas antirreligiosas. En sus libros de entonces, en los poemas escritos en esa época, no se encuentra el rastro de una preocupación sectaria. Ya no ataca a los Dogmas ni al Papa, ni se entusiasma artificialmente en debates filosóficos versificados en décimas.

    Un egoísmo juvenil, una gran despreocupación pagana, un deleite exclusivo de los goces terrenos, circulan en la sangre íntima de sus poemas. Canta desengaños amorosos de los que pronto se curará, las bellas cosas terrenales: las sedas, los perfumes, las flores, “las bocas húmedas y tibias”, “las noches cálidas”. La cumbre de su ideal es la mujer, concreción de todas las bellezas de la tierra. “Mujer, eterno estío, primavera inmortal”, exclama en el pequeño gran libro Azul, con el que inicia el gran movimiento que tomó el nombre de modernista.

    ¿Perdido en el ancho campo del goce sensual y sensorial se alejará más Darío del seno de la Iglesia Católica?

    Dios tiene ocultos designios y atrae a los hombres por caminos insospechados. Nos acercamos al momento en que Dios y su Iglesia atraen a Darío por el camino de la belleza de las criaturas.

    Darío, ya célebre y en plena juventud –alrededor de los veinticinco años— hace otros viajes. Llega a Europa, y siempre estudioso y laborioso, se asimila la esencia de las más variadas culturas; su espíritu se acicala, su alma estremecida se empapa en una más alta y noble jerarquía de sentimientos, emociones y pensamientos, y por el camino de lo bello emocional y sentimental comprende, admira y canta lo bello emocional y sentimental de la Iglesia Católica. El impúber que denostó a la Iglesia por lo que él llamaba “lujo eclesiástico”, se acerca a los umbrales de la verdad religiosa atraído por la belleza externa, por los ritos misteriosos y magníficos de la Desposada de Cristo.

    En Prosas Profanas usa palabras de eclesiástica belleza para saludar al lirio:

                    Lirio real y lírico

                    que naces con la albura de las hostias sublimes

                    de las cándidas perlas

                    y del lino sin mácula de las sobrepellices.








 

COLUMNA DARIANA. EL SENTIMIENTO RELIGIOSO EN SU POESÍA. Por: Luis Alberto Cabrales. En: La Noticia, 5 Octubre de 1967.

 

I


II


III


EL SENTIMIENTO RELIGIOSO EN SU POESÍA. Por: Luis Alberto Cabrales. En: La Noticia, 5 Octubre de 1967.

Escritor, poeta e historiador. Autor de varios libros de recopilación. Técnico en educación.

     Darío suelta su vena lírica, y sería largo exponer, aun extractado, todo lo que se le ocurre con respecto al Libro. Basten estas breves citas:

                   El libro… Celeste lumbre

                   de la humanidad amparo,

                   Radioso, divino faro

                   que guía a la muchedumbre,

                   El Libro… elevada cumbre

                   de la verdad. Más, qué digo!

                   El Libro, que yo bendigo

                   con entusiasmo profundo

                   tiene ante la faz del mundo

                   un implacable enemigo.

 

                   ¿Sabéis quién es? Allá está.

                   Su trono se bambolea

                   porque el soplo de la Idea

                   su trono derribará.

                   ¿Sabéis quién es? Vedle allá

                   sobre el alto Vaticano.

                   Contempladle. Genio insano

                   apaga todo destello

                   con una estola en el cuello

                   y el Syllabus en la mano

Y prosigue por otro lado:

                   Mira las humanas listas:

                   En ella haya millares

                   nihilistas para los Zares,

                   para los Papas, nihilistas.

 

Cansado de recitar 990 versos por ese estilo, exclama por concluir:

                   Basta ya, Musa querida,

                   ya bastante me alentaste

                   y unida a mi voz cantaste

                   la humanidad redimida.

                   Redimida con la vida

                   no con Gólgota ni Cruz,

                   ni martirios de Jesús…

                   sino con la fuerza inmensa,

                   con el Libro, que es la Luz.

 

     Y dice la crónica de “El Centroamericano”: “Esa composición, que es un poema sobre las excelencias del libro, arrancó entusiastas aplausos de toda la concurrencia”.

     ¡De tal modo andaba la poesía, el buen gusto, y el pensamiento de nuestro país en la época bendita de los llamados Treinta Años!

     En el poema a La Razón –otra Diosa— dice:

                   Cayó la fe con sus terribles fueros,

                   ya con tu voz por doquiera se derrama,

                   se hunden Vichnú, Cristo, Buda y Brahama,

                   y las naciones van por tu sendero.

    En otros versos exclama, complacido y orgulloso: “Por fin el dogma expira ante la Ciencia”.

     Naturalmente, los jesuitas tendrían también su buena parte de inventivas. ¿No acababan de expulsarlos del país como malhechores? ¿Los expulsantes no eran hombres pensantes y graves, desde el Excelentísimo Señor Presidente de la República hasta los Honorables Senadores? ¿No respiraba ya Nicaragua aires de luz, aventadas hacia el mar las tinieblas de las sotanas jesuíticas? ¿Qué podría sentir el adolescente poeta sino sentimiento de incomprensión y de odio?

                   Bien, ahora hablaré yo,

                   Juzga después, lector, tú.

                   El jesuita es Belcebú

                   que del Averno salió.

                   ¿Vencerá al Progreso? ¡No!

                   ¿Su poder caerá? ¡Si!

                   Ódieme el que quiera a mí;

                   Pero nunca tendrá vida

                   la sotana carcomida

                   de estos endriagos aquí

      Aunque genio en brote, Darío no podía sustraerse a la influencia avasalladora del llamado pensamiento de la época. Si los honrados hombres y gobernantes de entonces, si los literatos o más o menos pasables de ese tiempo, así pensaban y sentían, ¿qué otra cosa podía pensar y sentir un adolescente que apenas abandonaba los años de la niñez?

     Por esa época se creía en las latitudes centroamericanas que un literato no podía en manera alguna ser católico. Esa creencia extravagante para la juventud del siglo XX está estereotipada en este, que quiso ser irónico, terceto de Darío:

                   ¡Qué cosa tan singular,

                   ese joven literato

                   aún se sabe persignar!

     Por otra parte, no se crea que la influencia ancestral católica había desaparecido por completo de aquel espíritu. Desde el fondo de los siglos y de la sangre hacia sus llamadas secretas y le arrancaba estas nostálgicas expresiones

                   ¿Mi fe de niño do está?

                   Me hace falta, la deseo:

                   batió las alas y creo

                   que ya nunca volverá.

 

     Todavía adolescente Darío abandona Nicaragua. Deja este rincón rezagado, rincón de rencillas políticas locales y de ardientes y disparatadas polémicas religiosas. Llega a Chile, país por entonces ordenado y severo, en donde las libertades, la cultura y el progreso no se antojan enemigos de la Iglesia Católica. Encuentra una juventud que desdeña la política partidista y es completamente indiferente a la cuestión religiosa. Juventud que se entrega de lleno al cultivo del arte y al goce de la vida. Juventud, si queréis indiferente, pero por culta, más cercana a nuestras actuales juventudes. Allí Darío se olvida de sus rencores librescos y de sus ideas librescas antirreligiosas. En sus libros de entonces, en los poemas escritos en esa época, no se encuentra el rastro de una preocupación sectaria. Ya no ataca a los Dogmas ni al Papa, ni se entusiasma artificialmente en debates filosóficos versificados en décimas.

     Un egoísmo juvenil, una gran despreocupación pagana, un deleite exclusivo de los goces terrenos, circulan en la sangre íntima de sus poemas. Canta desengaños amorosos de los que pronto se curará, las bellas cosas terrenales: las sedas, los perfumes, las flores, “las bocas húmedas y tibias”, “las noches cálidas”. La cumbre de su ideal es la mujer, concreción de todas las bellezas de la tierra. “Mujer, eterno estío, primavera inmortal”, exclama en el pequeño gran libro Azul, con el que inicia el gran movimiento que tomó el nombre de modernista.

     ¿Perdido en el ancho campo del goce sensual y sensorial se alejará más Darío del seno de la Iglesia Católica?

     Dios tiene ocultos designios y atrae a los hombres por caminos insospechados. Nos acercamos al momento en que Dios y su Iglesia atraen a Darío por el camino de la belleza de las criaturas.

     Darío, ya célebre y en plena juventud –alrededor de los veinticinco años— hace otros viajes. Llega a Europa, y siempre estudioso y laborioso, se asimila la esencia de las más variadas culturas; su espíritu se acicala, su alma estremecida se empapa en una más alta y noble jerarquía de sentimientos, emociones y pensamientos, y por el camino de lo bello emocional y sentimental comprende, admira y canta lo bello emocional y sentimental de la Iglesia Católica. El impúber que denostó a la Iglesia por lo que él llamaba “lujo eclesiástico”, se acerca a los umbrales de la verdad religiosa atraído por la belleza externa, por los ritos misteriosos y magníficos de la Desposada de Cristo.

     En Prosas Profanas usa palabras de eclesiástica belleza para saludar al lirio:

                   Lirio real y lírico

                   que naces con la albura de las hostias sublimes

                   de las cándidas perlas

                   y del lino sin mácula de las sobrepellices.

 

 

 


Coscorrones / LOS ARCHIVOS DESAPARECEN. Por: Jerónimo Aguilar Cortés. En: El Centroamericano. 17 de Junio de 1967. / PARA QUE LOS ARCHIVOS NO DESAPAREZCAN. – En: El Centroamericano. 29 de Junio de 1967. Por: Roberto Terán G., y Miguel Salvado.-

 ───── Ω ─────

I


 ───── Ω   ─────

II 


 ───── Ω   ─────

Coscorrones

LOS ARCHIVOS DESAPARECEN. Por: Jerónimo Aguilar Cortés. En: El Centroamericano. 17 de Junio de 1967.

    De todas las fuentes históricas, los archivos son la excelente. Es en los archivos donde se encuentra lo más cercano a la verdad. Si sabemos algos de los sumerios, pueblos que desaparecidos, se pierden en las brumas del tiempo, este conocimiento llega por sus bibliotecas de ladrillos cocidos.

    Del Egipto milenario, no se tendrían noticias de sus instituciones y vida en general, si no fuesen por sus jeroglíficos, donde escribía sus anales; y qué decir del legado de historia que hemos recibido de los hebreos con la Biblia, suma de sus escrituras; y de los griegos, y de los romanos…

    Con sus escritos y con los otros monumentos de piedra, se forma la historia d cada pueblo.

    Nuestros pueblos indígenas, van emergiendo de la obscuridad del tiempo, a medida que de la selva salen los viejos templos, sus estelas y sus dioses de piedra.

    Los que no dejan su palabra escrita, los que no dejan esculpida su civilización en piedra, es como sí no hubiese existido: palabra y piedra son certificado de nacimiento y permanencia en la Historia.

    Nosotros, los nicaragüenses, estamos renunciando a esa permanencia.

    El empuje del descubridor y del colonizador, barrió la mayor parte de lo que fue nuestra vida de la civilización indígena; y después, a través de los años, ha existido como política servir para dejar a las generaciones que se suceden, el conocimiento de lo que ha quedado atrás, lo que ha acontecido a sus espaldas.

    Nuestra historia escrita, es en gran parte tradición, tradición que se va convirtiendo en leyenda y la leyenda en mito.

    La mayoría de nuestros próceres, son el producto de la simpatía, del fervor partidario, de la imaginación más o menos calenturienta de algún historiador; y todo debido a que se carecen de documentos en que asentarla; documentos qué han ido desapareciendo a vista y paciencia nuestra.

    Más si es imposible reconstruir lo perdido, podemos conservar lo que el azar, que nuestro cuidado, nos ha deparado; pero nuestro descuido, nuestra incuria, nos ha llevado a destruir ese legado; y así, hemos sabido que el Archivo Municipal de León, se ha mantenido en un ocal abierto del Mercado de Occidente, con sus documentos en el piso, a la orden de quienes necesiten un papel para cualquier uso.

    Un amigo nuestro al comprar unas frutas, las recibió envueltas en un pliego de papel San Lorenzo, desprendido de un expediente de medidas de tierras de principio del siglo XIX, que formaba parte el mencionado archivo:

    Nosotros hemos visto el archivo de la Curia Eclesiástica, total abandono, con sus documentos revueltos, en viejos estantes, de donde caían para servir de alfombra. Este archivo, el más valioso de la ciudad y quizá de Nicaragua, fue objeto de un verdadero saqueo por los buscadores de marcas de correo, sellos postales y documentos históricos. No sería extraño que de ese archivo hayan salido los documentos que un nicaragüense, pretendió vender o vendió, en una reunión de bibliotecarios a coleccionistas extranjeros, según me lo contó quien fue mi querido amigo, el profesor y director de la Biblioteca Nacional de Guatemala don Joaquín Pardo. Un crimen de lesa Patria, como él lo calificó.

    Y para fin y remate de estas líneas, diremos: que no existe colección alguna de los diarios que se han editado en este nuestro amado pueblo. Se han perdido las de “El Independiente”, que se editó por cerca de cincuenta años; y todos los demás.

    La colección de diarios que encontramos y dejamos en la biblioteca del Club de León, cuando fuimos su secretario, fue vendido como papel para envolver en el Mercado Central. Que el diablo se lleve a los que tal cosa hicieron y a todos los demás que han dejado perder nuestros documentos; los documentos que testifican nuestro abolengo de pueblo ilustre, eminente, con profundas raíces en la Historia.

    Que el diablo se los lleve; y que así sea.

───── Ω Ω Ω ─────

PARA QUE LOS ARCHIVOS NO DESAPAREZCAN. – En: El Centroamericano. 29 de Junio de 1967.

    Hacemos referencia al artículo editorial que publicó “El Centroamericano”, con fecha 17 de Junio corriente. “Los Archivos desaparecen”, escrita por el Doctor Jerónimo Aguilar Cortés, en el que hace una exposición muy realista y un llamado de atención a la ciudadanía para que no se dejen perder valiosos documentos históricos.

    Deseamos hace de su conocimiento, cómo se han resuelto estos mismos problemas en muchos países, dando protección y organizando los archivos históricos con los equipos Recordav de Microfilmación.

    El Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, por ejemplo, ha microfilmado más de ocho millones de documentos históricos localizados en iglesias y casas consistoriales por todo el país. Los rollos de película se catalogan y archivan en las oficinas del Instituto en la ciudad de México. Allí, por primera vez, los historiadores pueden estudiar sistemáticamente los documentos que constituyen parte del tesoro del país.

    Más de 800 volúmenes de preciosos documentos hebreos de la Biblioteca Vaticana en Roma, están ahora en microfilm, al fácil alcance de los investigadores. La Biblioteca Pío XII también contiene copias microfilmadas de más de once millones de página de otros manuscritos vaticanos.

    La Biblioteca del Congreso, en Washington, tiene todos los periódicos editados en Nicaragua y vende colecciones usando el microfilm.

    Después de citar algunos ejemplos de cómo Kodak protege Archivos Históricos en el extranjero, pasemos ahora a hacer mención muy especial de la labor desarrollada en Nicaragua. En el mes de Julio de 1964, el Gobierno de Nicaragua adquirió un Equipo de Microfilmación Recordak, para el Archivo General de la Nación. Desde esa fecha, el eminente historiador Don Alberto Bendaña, Director del Archivo General de la Nación, ha microfilmado para darle mayor protección y ponerlos en un futuro al alcance de los eruditos, los siguientes periódicos de Nicaragua:

    Diario de Nicaragua, Año 1884; El Porvenir de Nicaragua, 1884 a 1885; El Republicano, 1884; La Voz del Pueblo, 1884 a 1886; El Diario Nicaragüense, 1885 a 1891; Estandarte Nacional, 1886, El País, 1887 a 1888; El Independiente, 1887; la Estrella de Nicaragua, 1889 a 1890; El Centella, 1890; La Opinión Nacional, 1890; Diario de la Capital, 1892; El Siglo XX, 1892.

    En la actualidad se siguen microfilmando los citados periódicos, hasta completar en cuanto sea posible las colecciones. También el señor Director del Archivo General de la Nación tiene el propósito de microfilmar gran cantidad documentos que ha traído de los Archivos de Centroamérica, relacionados con la historia de Nicaragua.

    Con la presente información, deseamos ofrece4r una posible solución al problema expuesto por el prestigiado Doctor Jerónimo Aguilar Cortés, para que en Nicaragua no desaparezcan los Archivos. A los esfuerzos del Gobierno deben sumarse también las organizaciones privadas, culturales y sociales para que los documentos que constituyen parte del tesoro del país no desaparezcan.

Managua, D.N. Junio, 1967.

ROBERTO TERÁN G. División Fotográfica

MIGUEL SALVADO.- Técnico en Microfilmación

───── Ω ─────

 

 




sábado, 28 de octubre de 2023

Crónica de Avilés Ramírez / RUBÉN DARÍO, FEDERICO MISTRAL Y LA TIMIDEZ. Por: Eduardo Avilés Ramírez. En: El Centroamericano. 16 de Julio de 1967.

───── Ω ───── 



───── Ω   ───── 

Crónica de Avilés Ramírez

RUBÉN DARÍO, FEDERICO MISTRAL Y LA TIMIDEZ. Por: Eduardo Avilés Ramírez. En: El Centroamericano. 16 de Julio de 1967.

    Rubén Darío fue un gran tímido. Podría llenar una página entera señalando las pruebas de aquella completa e inexplicable timidez que le cortaba los impulsos. Era un hombre que caminaba en la vida como desarmado, un hombre-niño. Su generación no tenía nada que ver con esa tremenda deficiencia. Y yo estoy convencido de que su incomunicación con Federico Mistral se debió exclusivamente a su timidez.

    Mistraliano y dariano, y hasta medio provenzal, yo he realizado investigaciones minuciosas sobre aquella incomunicación. Hace más de cuarenta años enseñaba yo, en Maillene, a la viuda de Mistral, el poema que Rubén dedicó al autor de “Mireille”. Ella no sólo no lo conocía, sino que tenía la casi seguridad de que Mistral tampoco lo conoció.

    Por mucho que se ha investigado en la Provenza me ha sido imposible saber cuáles fueron los nexos de amista literaria que pudieron existir entre el gran felibre y Rubén Darío. Con mi amigo Federico Mistral (“neveu”), creador y director de la revista “Langue Dʼ Oc”, de la cual yo fui su corresponsal para la lengua española, investigamos en sus archivos y en el copioso volumen de la “Correspondencia General de Mistral”, en donde están consignados hasta los mensajes más insignificantes, de las gentes más humildes de Francia y del mundo, que le escribían, ¡el nombre de Rubén Darío no figura en ninguna parte! Si amistad existió, o sólo nexo epistolar, entre el gran poeta de la Hispanidad y el glorioso poeta de la Provenza, alguna huella habría quedado. Ahora bien, la Correspondencia General de Mistral y el Archivo de Rubén Darío de Madrid son mudos. Todo indica que Mistral no se enteró siquiera de que en uno de sus libros el poeta máximo de la lengua castellana le dedicaba un poema.

    En caliad de diplomático –no en calidad de poeta—, Darío fue invitado a asistir a las fiestas del Jubileo de Mistral en Arlés, las cuales se efectuaron los 29, 30 y 31 de mayo de 1909. El primero de ellos consagrado a la inauguración del Museo Arlatán (museo logrado gracias a que Mistral le dedicó todo el dinero de su Premio Nóbel); el segundo a la inauguración de la estatua de Mistral en Arlés, en su presencia; el tercero a la representación de “Mireille” en las ruinas grandiosas del teatro romano de Arlés.

    Rubén pidió permiso al gobierno de Nicaragua para ausentarse de Madrid, a fin de asistir a las fiestas mistralianas de Arlés. El gobierno de Nicaragua se lo concedió. Pero Rubén no fue a las fiestas, a pesar de que en ellas hubiera podido conocer a Mistral. Y, sin embargo, Rubén escribe su “Oda”… en 1909 como si la hubiera compuesto exprofeso para las festividades de Arlés, a las cuales, repetimos, estaba invitado. Yo tenía esperanzas de encontrar el nombre de Rubén Darío en la lista de los personajes extranjeros que intervinieron en esas festividades.

    Contribuyeron con dinero para la fundición y erección de la estatua de Mistral, entre otros personajes extranjeros: Carmen Sylva, reina de Rumania, una princesa griega, el príncipe de Mónaco, profesores y poetas alemanes, suecos, luxemburgueses, holandeses, irlandeses, austríacos, catalanes, españoles, italianos, belgas. En Chicago y en Nueva York funcionaron los Comités Pro-Estatua a Mistral. El mismo Presidente Teodoro Roosevelt envió su contribución; William Chapman escribió un poema especial y Mistral se lo agradeció en carta pública; Murray-Butler, en fin, pronunció un discurso el 22 de mayo de 1909 en Fullerton-Hall. ¡Sólo Rubén Darío no figura en estas listas!

Todo el mundo se sabe de memoria aquellos versos que comienzan:

           “Mistral, la Copa Santa llena
            de santo vino
            alza el mundo por ti,
            y lleva nueva sangre el corazón latino
            su límpido rubí”.

Y la terminación es la siguiente:

           “Y que sobre los mares lleven los vientos libres
            la divina verdad”

    Luego no resuelve el Archivo de Madrid. Uno supone que entre Mistral y Darío existieron nexos, aunque sólo hayan sido de carácter epistolar y lírico. Pero no quedan rastros materiales, y es allí que debieran hablar tanto la Correspondencia General de Mistral como el Archivo de Madrid, que siguen mudos. ¿A qué debemos atribuir esa mudez? ¿Y por qué habiendo recibido Darío permiso del gobierno de Nicaragua para ir a Arlés, a última hora no fue? ¿Y por qué su nombre no figura en la Correspondencia General de Mistral? ¿Por qué su viuda me declaró en 1926, que aquellos versos ella no los conocía y que posiblemente tampoco los conoció Mistral?

    Después de investigar durante muchos años y sobre el terreno, habiendo tenido entre mis manos todos los documentos, llego a la conclusión de que la timidez invencible de Rubén le impidió hasta enviar a Mistral su propio elogio y homenaje. Increíble, pero real, Mistral era sensible al panegírico y, hombre del Mediodía mediterráneo, gran amigo de Cataluña y de Castilla, era expansivo, comunicativo y a veces hasta eufórico. ¿Cómo no rendirle las gracias al poeta de la Hispanidad por aquel homenaje lírico, incluido inclusive en uno de sus libros?

    Yo consulté el caso con la misma Gabriela Mistral –admiradora de Mistral, al extremo de que usó el seudónimo “Mistral” precisamente en su honor, y quien además fue Cónsul de Chile en Aviñón y hablaba el provenzal mejor que el francés—, y ambos llegamos a la conclusión de que su invencible timidez hizo que Mistral desconociera su homenaje. Es éste, creo, el caso más espectacular que se conozca en la historia de la poesía universal, entre gentes del mismo ejercicio apolíneo. En el fondo de Rubén, repito, había un niño. Era como un hoplita griego, desarmado en plena batalla. O como un ángel asilado en el cielo por ausencia completa de nervios, en las alas.

París, 1967.

───── Ω   ───── 













viernes, 27 de octubre de 2023

DE LA HISTORIA DE AYER NICARAGUA, ASILO DE PROMINENTES PERSONAJES. -- LAS EXPEDICIONES QUE ORGANIZÓ EL GRAL. ZELAYA. CONFERENCIAS DE PRESIDENTES. Por: Juan García Castillo. En: El Centroamericano. 8 de Agosto de 1967.

 ───── Ω ─────




───── Ω   ─────

DE LA HISTORIA DE AYER

NICARAGUA, ASILO DE PROMINENTES PERSONAJES. -- LAS EXPEDICIONES QUE ORGANIZÓ EL GRAL. ZELAYA. CONFERENCIAS DE PRESIDENTES. 

Por: Juan García Castillo

    Estoy leyendo en la revista Nicaragua Informativa, que dirigiera en su juventud en esta capital, el Director de FLECHA, en el exilio, Hernán Robleto, que Carlos Ezeta vivió en Managua. Lo afirma en un artículo Lázaro Naivama, seudónimo del escritor don Mariano Zavala, cuyo fallecimiento ocurrió hace muchos años.

    Refiere el señor Zavala que Carlos Ezeta, residía en un cuartucho, donde fabricaba puros y cigarrillos, que después él mismo salía a vender a las calles. No señala si, el extinto don Mariano, la ubicación exacta en el Managua de aquel tiempo, del cuarto que ocupó, el después general Ezeta.

    En la administración del general Zelaya, afluyeron a Managua y León prominentes personajes políticos y escritores de América, los que encontraban un espléndido asilo.

    Por las arenosas calles del Managua de ayer, transitaron los personajes, hicieron amistades, gozaron de la estimación general. Don Santos no escatimaba atenciones para ellos y en la primera oportunidad organizó expediciones integradas por nicaragüenses, en su mayoría, que ofrendaron su sangre en tierras extrañas, sólo para llevar a la cumbre del poder a esos amigos del entonces todopoderoso Presidente de Nicaragua.

    Y así fue como el general Eloy Alfaro, encabezó una expedición con contingente nicaragüense, para ascender al poder en Ecuador; también el general Leónidas Plaza, que fuera Presidente del mencionado país suramericano vivió en Managua y de aquí salió para su patria, donde estuvo dos veces como gobernante.

    El general Eloy Alfaro fue huésped en León, donde residió la mayor parte del tiempo de su permanencia en Nicaragua, primero de don Norberto Salinas y después del doctor Fernando Sánchez político liberal nicaragüense, consejero omnipotente del régimen en aquel entonces. Había una estrecha amistad entre el general Alfaro y el doctor Sánchez, a tal extremo que éste como un homenaje al prominente ecuatoriano, bautizó con el nombre de Eloy a un hijo suyo. Este fue Eloy Sánchez Salinas, muerto hace varios años.

JUAN PUERTORRIQUEÑO Y JUAN COLOMBIANO

    Dos intelectuales, Juan Coronel y Juan de Dios Uribe también supieron de la hostilidad del general Zelaya.

    El primero era puertorriqueño, no colombiano como se ha afirmado. Orador, se destacó en el funeral de Máximo Jerez pronunciando un discurso de corte netamente liberal. Coronel, dicen los que lo conocieron, era de color moreno, estatura baja.

    Juan de Dios Uribe, sí era nativo de Colombia. Ganó la simpatía y la admiración de los nicaragüenses de entonces, con el discurso que dijo también en los mismos funerales del León del Istmo, ungiéndole con la famosa frase: El Partido Liberal no cree en la resurrección de los muertos…

    Esos dos discursos fueron impresos en los talleres nacionales, distribuyéndose profusamente. Hoy constituyen una joya de la bibliografía nicaragüense, pues existen muy pocos ejemplares.

    Imperaba en Colombia un régimen conservador y el gobernante nicaragüense, que tenía obsesión por implantar regímenes liberales donde pudiera, dio su apoyo o mejor dicho organizó una expedición contra el entonces gobierno colombiano. Soldados nicaragüenses iban junto con los emigrados colombianos. Entre estos últimos, Juan de Dios Ortiz, Cabo Pichinga, muy conocido en el Managua de ayer. Cabo Pichinga casó con una tía mía, Mercedes Cortés. La expedición fracasó pues apenas intentó desembarcar, fue aniquilada por el ejército. Cabo Pichinga jamás volvió a Nicaragua. Fue unos de los muertos en el primero y único combate que hubo.

AMBICIOSOS PROYECTOS DE DOMINIO

    Esta audacia del general Zelaya de enviar expediciones hasta tan lejanos países despertó desde luego desconfianza entre los gobiernos de Centro América.

    Pero la desconfianza aumentó, cuando el gobernante nicaragüense no ocultó su propósito de colocar en las demás repúblicas hermanas, gobiernos que facilitaran sus ambiciones. Con ese propósito envió a El Salvador, la llamada expedición de Sonsonate, que al mando del general Julián Irías e integrada en su mayoría por reos condenados en la Penitenciaría, fracasó espectacularmente.

    Con excepción del Presidente de Guatemala los demás gobiernos del Istmo, auques hostiles a los proyectos del general Zelaya, aparentaban indiferencia.

    El Licenciado Estrada Cabrera, francamente repudió los movimientos del mandatario nicaragüense y por ello se creó una situación tensa entre los dos gobiernos.

    Para tratar de rebajar la tensión, hubo una conferencia de Presidentes en el puerto de Corinto, al que concurrieron los mandatarios de Costa Rica, don Rafael Iglesia; el de Honduras, general Terencio Sierra, y el de El Salvador, general Tomás Regalado; Estrada Cabrera se excusó de asistir personalmente y envió dos delegados.

    El general Regalado, dipsómano, audaz, valiente, pintoresco, fue la figura central en esas conferencias por sus excentricidades, muchas veces rayanas en la grosería. Se recuerda cuando montado en el carro de Monseñor Rafael Jerez, con revólver en mano y haciendo veces de cochero, se introdujo al mar con el anciano sacerdote, Regalado, experto tirador, más de una vez colocó una naranja en la cabeza de miembros de la comitiva del general Zelaya y disparaba con certera puntería sobre el blanco.

    La conferencia de Presidentes no tuvo éxito, desde luego que no concurrió Estrada Cabrera y la tensión entre los dos gobernantes siguió, hasta la caída del general Zelaya. Estrada Cabrera, fue uno de los principales contribuyentes con armas y dinero, para que estallara la revolución de 1909, que derrocó a don Santos.

JUAN GARCÍA CASTILLO

        

 



jueves, 26 de octubre de 2023

NOCHEBUENA EN LA VIDA ALDEANA DE LA CIUDAD. Por: Juan García Castillo. El Centroamericano. 7 de septiembre de 1967.

 ───── Ω ─────

 ───── Ω   ─────

 ───── Ω   ─────


NOCHEBUENA EN LA VIDA ALDEANA DE LA CIUDAD. Por: Juan García Castillo. El Centroamericano. 7 de septiembre de 1967.

    Cuando se desconocían el Aguinaldo y las flamantes cenas. –Gallina con vinito para los acomodados. Los pobres su Nacatamal y a la Misa del Gallo

    La Noche Buena en la ciudad de antaño era humilde, como humildes eran sus pobladores, sus costumbres, sus casas, todo.

    Cómo se asustarían nuestros abuelos de presenciar las celebraciones pascuales de hoy.

    En la sencilla vida de la ciudad aldea, la clásica comida para la Noche Buena era el típico nacatamal. Apenas en alguna que otra casa acomodada, se cenaba con gallina y su botella de vino.

    La “cena”, era en las primeras horas de la noche. Había que estar listo y hecha la digestión para la Misa del Gallo.

    Eran las celebraciones religiosas las que interesaban a los pobladores de la ciudad. Los maitines (1) con su clara y alegre música, bullanguera, que pone la nota de alegría desde las primeras horas de la madrugada. Los “nacimientos”, otro de los atractivos de la Pascua, pero indudablemente el más admirado era el don Ramón Sáenz, un caballero que residía donde hoy es la zona de la Escuela de Artes. Hasta allí llegaba la gente a admirar las reproducciones de Belén, los Reyes Magos, el Río Jordán, el establo y otros aspectos más de la venida de Cristo. Sobresalían San José y la Virgen. Cómo golpeaban en nuestras mentes infantiles esas escenas del suceso bíblico. Había otros nacimientos notables en Managua de aquella época, igualmente atractivos, pero se llevaba la palma el de don Ramón Sáenz.

    Humilde Noche Buena de la ciudad aldea, con alegría sana y sencilla de recogimiento espiritual, de descanso y satisfacción para la mente y el cuerpo.

    El Padre Saturnino en San Sebastián o el Padre Obregón en La Parroquia, oficiando la misa del gallo y el primero de los sacerdotes mencionados, pronunciando uno de sus típicos sermones, sin rebuscamiento.


ESCONDIENDO EL DINERO EN PAREDES

    El Padre Saturnino, otro sacerdote del Managua de antaño, parece que gustaba atesorar. Era la época de los diezmos y primicias. Yo conocía la casa en ruinas del Padre Saturnino. Estaba en el mismo sitio en que hoy está el flamante edificio del Hotel Panamericano. Muchachos llegábamos, hurgábamos las paredes y salían los “macacos”. Muchas gentes de edad, excavaban en el piso y dicen que encontraron algunos dineritos.


DESCONOCÍASE EL AGUINALDO

    Comido su “nacatamalito” los pobres y su gallina con vinito los acomodados, después de la misa del gallo, los pacíficos habitantes se iban a dormir. Ese día se habían desvelado. No se levantaban con el canto del gallo, sino hasta que el sol “ya estaba bien alto”.

    Aguinaldo, Christmas, palabras modernas que no conocieron nuestros antecesores de la ciudad aldea. Alelados quedarían ahora, con la ruidosa y esplendorosa celebración de la Noche Buena. Cómo se les irían los ojos y cómo se relamerían la boca con los pavos y demás viandas en las cenas de la Noche Buena de hoy. Tampoco había esa ansiedad infantil, por saber lo que le traería el Niño Dios, ni algarabía de la muchachada, el 25, atronado el ambiente matinal con los juguetes obsequiados por Santa Claus.

    Los muchachos de antaño, cuando más teníamos un pito de carrizo de bambú, para ejecutar o acompañar la dulce música de los villancicos de la Pascua.

    Y quizás por eso porque la Noche Buena, como las demás festividades, no tenían como hoy, el esplendor y lujo, no eran motivo de ansiedad para conseguir para los estrenos y los regalos y las cenas, por todo eso, es que nuestros antepasados, tenían larga vida.

    Costumbres frugales, vida sin las intrigas de nuestra época, ayuna de ambiciones, así era la existencia en esta ciudad, antaño la Noche Buena era como cualquier día del año, con la excepción de que ese día los pobres cenaban con su nacatamalito y su “tibio” y los acomodados, con su gallina y su vinito, que alegraba sus espíritus por un momento para continuar después la vida vegetativa de la aldea.

1 - maitines
  1. nombre masculino plural
    Oficio religioso nocturno que se celebra entre la medianoche y el amanecer, antes que laudes, y que constituye una de las horas canónicas.

───── Ω   ─────