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miércoles, 9 de febrero de 2022

LAS HUELLAS DE ACAHUALINCA. Por Francisco. B. Richardson del Instituto Carnegie. Managua, Nicaragua, C.A. 1958.


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Del Director y Editor del Blogspot: Este Plegable de divulgación en arqueología científica, del año 1958, fue el primero y tuvo el propósito de promover el turismo nacional y extranjero: Visit Nicaragua and see the famous footprints of Acahualinca. Fue editado en idioma inglés y español; elaborado en un folio u hoja de cuatro partes en pliegue de acordeón. El concepto, edición y la supervisión en la imprenta, estuvo a cargo del Dr. Eduardo Pérez-Valle por encargo de la Junta Nacional de Turismo. El trabajo litográfico fue hecho en la Litografía y Fotograbados Pérez, de Don Carmen de Jesús Pérez Cano, y la impresión en el Taller San Lucas. 

Al final del último pliegue, el Dr. Pérez-Valle incluyó una Nota aclaratoria: “La escala de corte transversal aproximada que dibujó para este trabajo Francis B. Richardson, no se nos entregó con el original, ni pudimos luego conseguirla. La que aquí presentamos ha sido elaborada en el Taller San Lucas sobre los datos del señor Richardson y teniendo a la vista los estratos de la excavación, pero su valor, como ya se indica arriba, es solamente aproximado.”

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LAS HUELLAS DE ACAHUALINCA

Los más antiguos restos humanos descubiertos hasta la fecha en Latinoamérica

Las ruinas de Acahualinca están situadas en las afueras de al occidente de la actual ciudad de Managua, Nicaragua, a sólo unos cuantos cienes de metros al sur de la costa del lago de Managua y junto a la vía férrea que conduce a Corinto, puerto del Pacífico de Nicaragua. En todo tiempo del año se puede llegar a ellas en automóvil en unos 10 o 15 minutos desde el centro de la ciudad. La mejor ruta es seguir la calle de El Triunfo hacia el oeste, hasta la fábrica de telas Gadala María. Pasando directamente por el lado oeste de esta fábrica, pronto se da con la vía férrea que conduce a Corinto. Inmediatamente después de cruzar la vía férrea, dando vuelta hacia la derecha y siguiendo dicha vía paralelamente por unos 200 metros, llegará uno a las ruinas.

DESCUBRIMIENTO E HISTORIA MODERNA DE LAS RUINAS

Estos antiguos restos humanos, que consisten en huellas de hombres y de animales solidificadas en lodo volcánico y enterradas profundamente bajo varios metros de depósitos subsiguientes volcánicos, aluviales y de humus, fueron primeramente denunciados al mundo por el Dr. Earl Flint, un médico de los Estados Unidos que residió en Nicaragua durante la última mitad del siglo XIX. Su anuncio sobre el descubrimiento circuló por primera vez en 1878, y produjo considerable revuelo en el mundo científico de entonces, apareciendo numerosos artículos concernientes a su descubrimiento en diarios europeos y americanos. Por una veintena de años se siguió acalorada controversia. La atribución de una enorme edad a las huellas por el Dr. Flint, fue recibida con bastante escepticismo, no se hizo ningún intento de seguir hasta el fin el descubrimiento, y, por consiguiente, al alborear el siglo 20, todo lo acaecido fue prácticamente olvidado. El Dr. Samuel K. Lothrop revivió algún interés en 1926 por la publicación de “Cerámica de Costa Rica y Nicaragua”, pero no fue hasta 1941, 63 años después de que las huellas fueron primeramente anunciadas, que se llevó a cabo un serio esfuerzo para redescubrir el sitio. El redescubrimiento puede ser atribuido a una revisión de la correspondencia original del DR. Flint archivada en el Museo Peabody de la Universidad de Harvard y también a mucha buena suerte. El corte de piedra en la vecindad de El Cauce y Cahualinca a veces dejaba a la vista el estrato volcánico en el que están impresas las huellas. Durante la búsqueda del sitio, por la Institución Carnegie de Washington en 1941, un grupo de picapedreros dejaron a la vista en ese entonces algunas huellas. Excavaciones extensas subsiguientes conducidas en 1941 y 1942 expusieron una gran parte de las huellas, tanto humanas como de animales. El Presidente Somoza ordenó que uno de los principales cauces del desagüe de Managua, que amenazaba las huellas, fuera desviado para que el sitio pudiera ser conservado en su estado original para beneficio del público en gran parte y para futuras investigaciones científicas. Al terminar las excavaciones actuales, la Institución Carnegie de Washington construyó un edificio protector que ahora cubre las huellas expuestas, mientras que el gobierno nicaragüense adquirió algún terreno circundante, sobre el que el Ministerio de Fomento construyó una casa para el cuidador, cercó el área e hizo mejoras generales del terreno.

CONDICIONES DURANTE EL PERÍODO EN QUE LAS HUELLAS FUERON IMPRESAS

Hace algunos miles de años vivió en las llanuras que circundan Managua un pueblo que subsistió por medio de la caza, la pesca y la recolección de alimentos silvestres, pues la agricultura fue probablemente desconocida para dicho pueblo. Sencilles y privación espartana caracterizó sus necesidades, comparadas con lo que nosotros llamaríamos necesidades vitales. Es dudoso que ellos hayan desarrollado el arte del tejido textil o siquiera la cerámica, y, hablando de una manera general, se presume que dicha gente era algo nómada. No se sabe lo suficiente sobre el hombre antiguo en el Hemisferio Occidental para poder contestar preguntas como qué tipo de habitación estaba en uso, qué forma de organización social se había desarrollado, y otras numerosas dudas sobre su vida diaria y costumbres. Se ha descubierto, sin embargo, que aquí en Managua hombres primitivos ocuparon esta área al mismo tiempo que el bisonte, un animal extinguido en esta área hoy día. En realidad, antes de 1942, se creyó que el bisonte nunca había bajado más al sur que el norte de México. Si fuera posible dar una descripción detallada, en lugar de generalidades vagas, con respecto al hombre primitivo en esta área, se incluiría aquí. Lo anterior, sin embargo, resume lo que sabemos y suponemos con respecto a esta gente que imprimió las huellas. Excavaciones futuras y detalladas en Acahualinca, quizá puedan arrojar mucha luz sobre esos problemas elementales de la existencia diaria del hombre primitivo en esta parte del mundo.

         No obstante, retrocedamos unos cuantos miles de años hasta unas pocas horas antes de que las huellas fueran impresas. Los hombres, mujeres y niños de Managua en esa época remota, estaban siguiendo su vida diaria, nocturna o diurna. En la memoria de aquellos que entonces vivían, los volcanes cercanos de Nejapa, Tiscapa y Asososca pueden haber estado levemente activos, pero tal actividad no había roto sus vidas normales. De momento, posiblemente con algún aviso, uno de estos tres volcanes hizo erupción y arrojó afuera una gran cantidad de ceniza (capa No. 2 en el diagrama adjunto). No hay ninguna duda que estas cenizas cayeron como lluvia desde el aire y que cubrieron un área considerable al oeste y norte de Managua. Siguiéndole los talones a esta erupción de ceniza, una corriente de lodo (técnicamente conocido con el nombre de “Lahar”) corrió por las llanuras alrededor de Managua, inundando una ancha región y echándose al lago. Cuando las cenizas cayeron del aire y los lahars corrieron sobre la tierra, ambos estaban ya bastante fríos, pues ramitas, hojas y otras materias vegetales que se encuentran con ellos, no tienen ninguna señal de haber sido carbonizados. Poco después de que el lodo dejó de moverse, la gente y los animales comenzaron a caminar a través de él e imprimieron sus huellas en el material que rápidamente se solidificaba. Se dice “poco después”, porque los depósitos dejados por lahars tienden a endurecerse rápidamente. Depósitos algo similares cayeron sobre las laderas de Lassen Peak en California en 1915 y después de pocas horas era muy difícil imprimir una huella en ellos con los pies. Lahars que caen desde los volcanes de Java, se sabe que se comportan de la misma manera. A propósito, los depósitos de lahars de Managua, son sumamente parecidos a los que enterraron a Herculano en 79 D.C.

         Cuando se echaron hacia fuera la ceniza y corriente de lodo, se debe presumir que la gente de la vecindad esta aterrada en diversos grados, pues esta erupción señaló el comienzo de un nuevo ciclo volcánico de relativa quietud. Sin embargo, juzgando por huellas vistas en una ancha área, la confusión de que fuera presa la gente, había terminado cuando ellos caminaban en la corriente de lodo. No iban corriendo, sus pasos eran cortos, y notablemente regulares en distancia y dirección. Comentarios anteriores publicados concernientes a las huellas, lo mismo que la creencia popular, afirmaban con énfasis que la gente iba “huyendo” del volcán. No existe tal evidencia, sino que por el contrario, se han observado huellas yendo, no sólo en dirección de los volcanes, sino hacia todos los otros puntos cardinales también. En realidad, si nosotros hoy en día nos enfrentáramos al problema de huir de una erupción tal, nos encaminaríamos rápidamente hacia un punto alto del terreno o hacia el lago. Ciertamente, no hubiera habido mejor lugar para buscar refugio que bastante adentro del lago; sin embargo, muchas huellas preservadas a lo largo de la costa del lago apuntan alejándose del lago hacia los volcanes. Uno puede ver por las huellas conservadas en Acahualinca, que la gente se hundía en el lodo a diversas profundidades.  Esto puede significar que algunos individuos pesaban considerablemente más que otros, pues es posible que algunos fueran llevando cargas pesadas, según lo indican los pasos cortos. Indudablemente, sin embargo, un elemento de tiempo está presente en las huellas expuestas y conservadas en el sitio. Mediante un examen minucioso, uno puede ver que las huellas más profundas, que efectivamente atraviesan la corriente de lodo hasta la ceniza subyacente, fueron impresas antes de que dejara de correr el lodo depositado. La situación, entonces, en esta área expuesta, es que se ven numerosas huellas de gente yendo en la misma dirección, es verdad, pero los que hicieron estas huellas no pasaron por este lugar en particular al mismo tiempo. Una d las observaciones más interesantes de todas, señala una población relativamente densa de estos primitivos habitantes en el distrito de Managua, pues se han contado más de 40 individuos, mientras que sólo una diminuta fracción de 1% del total de la superficie de la corriente de lodo ha sido examinada o expuesta. Si ha habido tal concentración de población, como está indicado, es posible quizás deshacer algunas concepciones aceptadas del hombre primitivo en esta parte del mundo. Además de huellas humanas y de bisontes, concurren huellas del venado cola blanca, nutria, lagartijas y un pájaro llamado guan (Penolope purpurascens) en el miso estrato de las huellas humanas. Las cuatro especies mencionadas anteriormente son naturales del distrito de Managua actual, lo mismo que a alturas considerablemente mayores que Managua. Uno puede ver claramente las huellas del venado en el extremo sur del área expuesta, cruzando las huellas humanas, mientas que las huellas de guan están en el extremo norte de la pista. Las huellas de lagartijas y nutrias, encontradas a unas cuantas docenas de metros del sitio actual, no han sido conservadas. Un ejemplar de las huellas de bisonte fue encontrado a una milla y media al sur de Acahualinca en una corriente de lodo idéntica o por lo menos contemporánea a la de Acahualinca. Finalmente, impresiones de hojas arrastradas y cubiertas no sólo por el estrato de las huellas, sino por todos los depósitos superiores de corrientes de lodo y piedra pómez, fueron recuperadas. Por tanto se puede hacer una buena verificación de las condiciones climatológicas en el tiempo en que se imprimieron las huellas, lo mismo que en todos los períodos subsiguientes.

         En resumen, pues, lo que se ve en Acahualinca son vestigios de los más antiguos rastros de la ocupación humana en Latinoamérica. Se supones a estas gentes como existiendo a un nivel cultural primitivo. Ellos subsistieron durante la época que, el bisonte lo mismo que otras especies que se sabe habitan esta área general hoy día, vagaba por las planicies de Managua. Solamente investigaciones futuras echarán más luz sobre su vida diaria y costumbres. En realidad, Managua y su vecindad ofrecen el campo más propicio conocido hasta la fecha en Hispanoamérica para un estudio del hombre primitivo.

¿QUÉ EDAD TIENEN LAS HUELLAS?

         No se puede hacer ninguna afirmación definitiva por ahora con respecto a la edad de las huellas. Se puede ver fácilmente, por la acumulación de depósitos volcánicos, aluviales y de humus sobre las huellas, que un período considerable debe haber transcurrido para una formación tal. Futuras investigaciones detalladas por numerosas ciencias, iluminarán este problema que es de la mayor importancia. Sin embargo, una breve reseña de lo que ahora se sabe con respecto a los depósitos situados encima de las huellas, nos dará alguna idea de la edad.

         Poco después de haber sido hechas las huellas –posiblemente aun cuando estaban siendo impresas— fueron cubiertas por un pequeño revestimiento de cenizas negras que caían desde el aire. (Capa 4 en el diagrama adjunto). Entonces siguió una pequeña corriente de lodo (Capa 5) otra erupción de ceniza negra (Capa 6), luego una sucesión rápida de espesas corrientes de lodo (Capa 7). La capa 7 representa el grueso estrato de piedra explotada y ahora usada como material de construcción en Managua. Si no fuera por el delgado revestimiento de ceniza negra que cayó directamente sobre las huellas y actuó como un cojín entre las huellas y los depósitos subsiguientes de lahars, pudo haber sido imposible exponer las huellas, pues las corrientes de lodo tienden a fusionarse unas con otras. Todos los depósitos de lahars y cenizas mencionadas hasta ahora, (Capa 2 hasta la 7), fueron arrojados durante un solo ciclo volcánico que pudo haber durado solamente algunos pocos meses o años. Después de este ciclo, siguió un corto período de inactividad volcánica que puede ser medido en décadas en lugar de siglos. Este período está demostrado por pequeños parches de tierra (Capa 8) hasta 7.5 cm. de espesor, y por cauces de ríos extintos. Uno de tales cauces cortó un canal de 30 metros de ancho y 4.7 metros de profundidad, no solamente a través del lecho de las huellas y profundamente adentro de la tierra subyacente. Siguiendo a este corto período de quietud, un volcán distante, quizá en la vecindad de Masaya o Granada, arrojó lluvias de pómez blanco (Capa 9). Este estrato puede ser fácilmente reconocido en Acahualinca por su color. Una vez más siguió la quietud, como está representado por un depósito de tierra (Capa 10), que llega a un metro de espesor. Renovadas erupciones cubrieron esta última capa de tierra con una corriente de lodo de color verde-aceituna (Capa 11). Otro depósito parchoso de tierra se acumuló (Capa 12), luego éste fue enterrado por las últimas corrientes de lodo (Capa 13), y finalmente, el superior y más grueso de los depósitos de tierra fue puesto (Capa 14). Hay poca duda de que el tiempo representado por esta acumulación superior de tierra excede grandemente a aquel de todos los otros depósitos juntos.

         Mediante un examen minucioso, se puede ver piedras de cerámica quebrada, en esta tierra superior. Están en la sección transversal que deja a la vista las huellas de Acahualinca. Dentro de un radio de 300 metros del sitio, The Carnegie Institution of Washington, desenterró durante 1942 más de 100,000 ejemplares de esta cerámica, de las que solamente unas pocas estaban completas. Dentro de este mismo radio, y hacia el sureste, se descubrió un antiguo cementerio. Un examen preliminar de la cerámica revela que contenía menos de 10 piezas de un tipo conocido en Guatemala y El Salvador a la fecha, o sea más o menos al nacimiento de Cristo. Este tipo de cerámica ha sido identificado como uno de los más antiguos aislados hasta la fecha en Centroamérica, a pesar de lo cual se encuentra en tierra superior. Además, 40 piezas más o menos, de Cerámica Maya, que sin ninguna duda fueron hechas al noreste de Honduras, llegaron hasta Managua, probablemente por medio del comercio. Esta cerámica de tipo Maya se encontró en cantidades tan ínfimas que se debe deducir que los Maya no ejercieron prácticamente influencia alguna sobre los pueblos de esta localidad. Finalmente, unas veinte piezas más o menos, son idénticas en tipo a cerámica común en el sur de Nicaragua y que han sido encontradas enterradas cono objetos de manufactura europea tales como vidrio y hierro.

         En resumen, la gente que hizo y usó esta cerámica hace 2,000 años, durante o poco después de los tiempos del Viejo Imperio Maya, y en los siglos XV y XVI, vivieron exactamente en la misma localidad que aquellos que imprimieron las huellas. Así, pues, Managua ha sido ocupada por miles de años, pero o puede afirmarse todavía que esta ocupación haya sido continua. (1)

(1 – Este artículo es una tentativa de explicación del significado de las ruinas de Acahualinca. Investigaciones futuras, deberán aclarar, y hasta modificar las observaciones del autor incluidas aquí.

Karl Ruppert, miembro del personal de la Institución Carnegie de Washington, condujo el estudio de la cerámica, mientras el Dr. Homel Williams, del Departamento de Geología de la Universidad de California hizo los estudios vulcanológicos preliminares. Numerosos pasajes que se han incluido en este artículo aparecen, no sólo en el informe no publicado aún del Dr. Williams, sino en el material publicado escrito por el Dr. A. V. Kidder, Jefe de la División de Investigación de la Institución Carnegie de Washington.     

                                            FRANCIS B. RICHARDSON

                                               Managua, 1942

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domingo, 21 de junio de 2020

HALLAZGOS DE ARQUITECTURA PRECOLOMBINA EN NICARAGUA. Por: Eduardo Pérez-Valle h. Nuevo Amanecer Cultural, 7 de marzo de 1997.


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HALLAZGOS DE ARQUITECTURA PRECOLOMBINA EN NICARAGUA

En: Nuevo Amanecer Cultural, Año XVIII, No. 911, 7 de marzo de 1997.

Al eminente arqueólogo nicaragüense Dr. César Sáenz, en reconocimiento a su extensa labor científica.

Los vacíos en la evidencia y los no siempre identificables errores de las crónicas explican  por qué nadie que trate de describir los primeros años de la dominación española en América puede librarse de la sensación “como un sordo pero persistente dolor de muelas” de que algún día pueda surgir el descubrimiento de una verdad desconocida o de un error o un descuido en su trabajo. También se explica por ellos la pasión, casi viciosa, que estimula a los sabuesos de la Historia; en último análisis, nunca existe una historia definitiva”

KATHLEE ROMOLI. “Vasco Núñez de Balboa”


EL ENGRANAJE HUMANO DE UNA VERDADERA EXCAVACIÓN CIENTÍFICA

      
     Eran las cinco de la madrugada cuando una voz me despertó, nos avisaba que en diez minutos nos pondríamos en marcha hacia el sitio arqueológico. Un viento helado había consumido los casi 35 grados de temperatura que el día anterior nos había mantenido empapados en sudor. Pronto, nuevamente, estuvimos en el camino hacia El Apante, marchábamos conversando. La composición profesional del grupo de arqueólogos y de in fieri, tres directores de la excavación y trece alumnos, incluyendo a dos estudiantes de arqueología de Barcelona, las jóvenes a quienes sólo recuerdo por Mónica y Sandra. Aquella jornada era otra perteneciente a la segunda temporada de campo, que se desarrolla por parte de la UNAN-Managua y la Universidad Autónoma de Barcelona en el municipio de Telica, departamento de León.


Al amanecer, sobre el camino hacia el sitio de la excavación arqueológica.
En la fotografía: De izq. a derecha: De espalda con un bolso blanco colgado al hombro: Sagrario Balladares; Malibev Salas (Peruana, estudiante de arqueología UNAN-Managua); Bayardo Gámez Montenegro, gorra blanca; y Manuel Palma Córdoba, de chaleco. Fotografía de EPV h.

   Desde el 17 de enero los trabajos habían empezado, son la continuación de nuestra primera temporada de excavaciones que realizamos en el año de 1997, y que se sostendrán hasta que se concluya toda la excavación del montículo en campañas sucesivas en los próximos años. 

    Tras caminar aproximadamente un kilómetro sobre un camino veranero, en donde las botas se hunden en un polvo muy fino, ya el sol, apenas asomándose, calienta el ambiente; a lo lejos, en un campo sembrado de sorgo, se divisa el techo que cubre el nada pequeño “cerrito”, que técnicamente  la arqueología denomina “montículo”, creado intencionalmente por los primitivos habitantes de esa región del occidente nicaragüense.  Muy pronto estuvimos en el sitio. La importancia de la preservación del lugar es indispensable. El solo hecho de encontrarse totalmente techado, nos sugiere que el resguardo del sitio se está dando con especial atención (sólo el sitio arqueológico El Bosque, en Estelí, ha sido techado). Aquí, en El Apante, el Instituto de Cultura ha aportado todos los materiales, y la alcaldía de Telica la mano de obra  La comunidad aledaña es celosa en el cuido del montículo,  según pude constatar, viven pendientes de toda la actividad arqueológica que allí se realiza. Al momento de arribar, nos encontramos con dos campesinos de la comunidad que habían alistado con palos rollizos una excelente escalera para la trinchera más profunda a cargo de la Dra. Asunción Toledo.  El regalo se recibió con alegría.


Parte superior del muro de contención de la plataforma. El Muro lo forman alineamientos escalonados de bolones de basalto compactados con barro. Su función fue, además, de sustentar elevada la plataforma, así como delimitar el recinto edificado.

     EL ENGRANAJE HUMANO DE UNA VERDADERA EXCAVACIÓN CIENTÍFICA

    Uno a uno, los directores y demás compañeros se sitúan en sus respectivas áreas de trabajo. Quien se imagine una piocha o una gran pala para extraer carretillas de tierra está totalmente equivocado. Pequeñísimas piquetas, espátulas, delicados pinceles y brochas, niveles de burbujas, metros, plomadas, miles de pequeñas bolsas plásticas codificadas, para distintos fines, componen una pequeña porción de todo el utillaje técnico de los arqueólogos. El silencio es total. Alguien sube al punto más alto del montículo y orienta el Teodolito a fin de indicarle a otro compañero la profundidad de un bifax (punta de flecha tallada en piedra) que ha quedado al descubierto luego de una minuciosa pincelada.


En primer plano: De pie:  Ivan Briz Godino, de nacionalidad argentina; estudiante arqueología, UNAN-Managua. Pueden verse las cuadrículas delimitadas con manilas. La excavación apenas empezaba. En la parte superior derecha del montículo, sentados a la par, los doctores Ermengol Gassiot Balbé y Beatriz Palomar Puebla. 

    Observo detenidamente  el trabajo de cada uno de ellos. Aquello es una disección minuciosa. Realmente nada se escapa, todo queda registrado, dibujado, fotografiado, coordenado matemáticamente, muestreado por tipos de sedimento y formaciones rocosas; se contabilizan los volúmenes de tierra que se extraen de las diversas demarcaciones de la cuadrícula. Repentinamente una voz le indica a un colega que observe el cambio en el color del piso que excava, más lento, se le pide. La arqueóloga y profesora Beatriz Palomar dirige en la parte suroeste. El profesor Ermengol Gassiot Balbé febrilmente coordina a todo el equipo. Anota, rectifica, despeja cualquier duda.

         A la Dra. Asunción Toledo, por estar cubierta por la altura de la trinchera, a cargo de una de las secciones más delicadas de la excavación, casi no se le ve. Los nicaragüenses dirían: una profesora de lujo. Esta mujer de estatura media, “se tomó sus vacaciones en Nicaragua”. Realmente está apermisada por las autoridades francesas. Con más de veinte años de excavaciones arqueológicas, y con especialidad en “arqueología de rescate”, en importantes proyectos de Europa, la Dra. Toledo fue invitada por la Universidad Autónoma de Barcelona para participar en las excavaciones de El Apante. En Francia tiene la alta distinción profesional de ser Ingeniur, Responsable de Operación en la Association pour les Fosilles Archéologiques Natureles (AFAN).


En la excavación. En primer plano: A la izq. Eduardo Pérez-Valle h., Manuel Palma Córdoba; Bayardo Gámez Montenegro e Iván Briz Godino (sin camisa)

         En ella se advierte una fuerte personalidad; dos bisoños arqueólogos in fieri le asisten en la zona en donde, bajo su responsabilidad, se puede ver el sorprendente muro puesto al descubierto, la primera muestra nicaragüense de la hasta ahora desconocida arquitectura precolombina documentada. Sergio Curi y Leonardo Lechado con una poca disimulada expresión de alegría celebran junto a la Dra. los resultados en su área de trabajo que empezaron para todo el equipo el 17 de enero de 1997. Cuando la presente campaña de 1988 finalice, la Dra. Toledo regresa a Francia, en donde desde 1997 es la Asistente del Director de Investigaciones del Centre Archéologique de Mont-Beuvray.

IMPORTANTES CIENTÍFICOS PARTICIPAN EN EL APANTE

         Sin lugar a dudas, nunca antes,  alguna excavación tuvo la asistencia de  un numeroso y prestigiado cuerpo arqueólogos en su mayoría doctores y profesores, como ha sucedido en El Apante; este artículo no estaría completo si no los nombramos: Dra. Raquel Piqué, investigadora del Servei d´Análisis Arqueológiques de la UAB-Secció Restes Orgániques; Dr. Joan Antón Barceló Alvares, Director de Informática en el Servicio de Análisis Arqueológicos de la UAB. Dra. María Saña Seguí, División  de Prehistoria y miembro del Servicio de Análisis Arqueológicos de la Universidad Autónoma de Barcelona. Lic. Iván Briz Godino, investigador del Laboratorio de Arqueología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España; Lic. Patricia Di Cossimo, arqueóloga italiana de la Universistá Di Bologne. El arqueólogo M.S.C., Óscar M. Fonseca Zamora, Director  del Instituto de Investigaciones Sociales  de la Universidad de Costa Rica. Dra. Asunción Toledo de quien hice referencia. Lic. Ermengol Gassiot Balbé y Licda. Beatriz Palomar Puebla, arqueólogos Directores de las excavaciones  en El Apante y representantes de la UAB ante la UNAN y el Instituto Nicaragüense de Cultura. Los eminentes arqueólogos Jordi Estévez y Assumpció I Mitjá, entre otros.

         Los arqueólogos in fieri de la UNAN-Managua que ayudan eficazmente en estas labores son: Crisálida Cordero, María Lily Calero, Malibev Salazar, Carolina Acuña, Luvy Pichardo, Sagrario Balladares, José C. Bonino, Manuel Palma C., Chéster E. Flores, Ramiro García Vásquez, Bayardo Gámez, Sergio Curi, Leonardo Lechado,  Jorge Zambrana y, Eduardo Pérez-Valle h., autor de las presentes líneas.


En primer plano: Bayardo Gámez Montenegro, en labores dentro de la cuadrícula asignada.

LA ARQUITECTURA PRECOLOMBINA DE "EL APANTE"  TRAZA UN NUEVO RUMBO

         Con todas las implicaciones que supone dar algún adelanto fehaciente, la Dirección Técnica de la Campaña, ha proporcionado para esta entrega cultural de carácter científico, primigenios adelantos que íntegros anexo a líneas.

         “Las excavaciones arqueológicas efectuadas en el montículo ubicado en la comunidad El Apante, localizado en un campo totalmente plano, es un producto de las actividades constructivas realizadas por los antiguos pobladores de la región hace más de 450 años. Durante los meses de febrero y marzo de 1997 se logró detectar la causa de la formación de dicho montículo. Tras dos meses de excavaciones arqueológicas detalladas se logró identificar una plataforma escalonada y el piso embarrado de la edificación. Se halló también una estructura circular  de basalto y barro de más de 60 c m. de altura. Todo ello conformó  la mayor edificación precolombina documentada científicamente, en Nicaragua, con paredes de piedra y barro y restos del fogón donde presumiblemente se cocinó. No muy lejos del fogón se encontraron huesos quemados de venado, conejo y garrobo.

         Las excavaciones  del presente año están confirmando los datos de 1997. Resultados preliminares apuntan que la plataforma sobre la cual se construyó la casa, medía más de 1.5 metros de alto, alcanzando probablemente los 250 cm. de altura. El perímetro interno del muro de contención, que permitió sostener la plataforma elevada, es una destacada obra de construcción que combina la piedra con el barro.


Estructura circular de basalto. Posible horcón. Se observa un repello de barro

         El alojamiento de la base de un horcón nos indica que el techo de la edificación, de palma o zacate, estaba sustentado por un gran poste de madera. La forma de los círculos de piedras que ejercieron como cuñas de este poste, ubicados de forma totalmente premeditada, sugiere también la habilidad  constructiva  de los prehistóricos habitantes de la zona. Hallazgos recientemente de muros de piedra en la parte suroeste del montículo y de nuevas estructuras circulares de piedra hacen suponer que la edificación era mucho más compleja de lo que inicialmente se creía. La construcción de este edificio conllevó muchas horas y días de trabajo y, probablemente, la participación de mucha gente. En muchos lugares este hecho se vincula a la existencia de caciques con cierto poder que pudieron incitar a sus allegados a realizar un trabajo para ellos o para cierta institución pública o religiosa del grupo.


Sector SE. Detalle del agujero de poste y  clastos (Bolones) de cuña alrededor del horcón identificado y excavado en 1997. Se observa también el parámetro interno del muro de contención de la plataforma, en sección, la tierra de relleno de la misma, sobre la cual se formó un piso de barro y se realizaron actividades domésticas. 

         Los objetos hallados se encuentran bastante fragmentados. La mayoría  de ellos son de uso doméstico, tanto los restos de cerámica como las herramientas líticas y los restos de comida. Ello permite inferir que la construcción pudo funcionar como vivienda (aunque habría que confirmar tal hipótesis). Entre los restos de comida se encuentran huesos de un venado de corta edad, de conejo de monte y de garrobo. El estado carbonizado de una gran parte de los huesos y su situación en un único rincón indica una cuidadosa actividad de limpieza de basura. La limpieza del piso sugiere frecuentes actividades para eliminar los desperdicios. Una parte de los objetos encontrados (tiestos cerámicos y fragmentos  de instrumentos de piedra) fueron reaprovechados  como elementos constructivos, como parte del embarrado para armar las piedras de los muros.

         Los datos aportados por la cerámica polícroma encontrada en el sitio apuntan de forma preliminar que la construcción  tiene entre 750 y 450 años de antigüedad. Durante la actual campaña de excavaciones se espera encontrar suficientes cantidades de carbón que permitan una datación más exacta mediante el método del Carbono 14. No se han encontrado hasta la fecha objetos de la época colonial. Se desconocen  las causas del abandono del lugar, pero por la limpieza del piso de habitación encontrado, se supone que éste fue ordenado y planificado.


El autor de este artículo. Eduardo Pérez-Valle h. 

     Los montículos constituyen un fenómeno arqueológico difundido en gran parte de América. Sus funciones fueron diversas, según el período en que fueron construidos y el lugar. Algunos fueron templos, cementerios, fortificaciones y viviendas. Aparentemente este último es el caso de El Apante. La importancia del sitio El Apante, además de los datos científicos sobre la Prehistoria de Nicaragua, radica también en su arquitectura. Es la primera evidencia firme de construcción prehistórica no perecedera en Nicaragua”.

         Hoy 6 de febrero mis compañeros y otros arqueólogos que llegan desde Europa habrán reanudado las jornadas.  Hemos divulgado preliminarmente los alcances de nuestra actividad y los logros obtenidos. Es indudable que la Arqueología Científica necesita de todo el apoyo de la sociedad nicaragüense. Invitamos a todos los interesados en mantener vínculos con el Centro Arqueológico de Documentación e Investigación, CADI,  a visitarnos en el campus universitario de la UNAN-Managua.

6 de febrero de 1998.

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Otra perspectiva del área de excavaciones. En primer plano: Eduardo Pérez-Valle h. 

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A la izq. Leonardo Lechado; uno de los precursores del CADI, alumno de arqueología y, posteriormente, viajó becado a España donde obtuvo Maestría por la U.A.B. Eduardo Pérez-Valle h., atrás, Manuel Palma Córdoba y Malibev Salas. 
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Formación de arqueólogos/as en la UNAN-Managua. DIVULGACIÓN UAB

En los primeros días del mes de mayo de 1996 iniciaron las clases del primer curso de la Licenciatura de Arqueología de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua). De esta forma, se ponía en funcionamiento una iniciativa producto de varios años de contactos y conversaciones entre la UAB y la UNAN-Managua y que, a partir de 1995, incluyeron también al Instituto Nicaragüense de Cultura (INC). Esta iniciativa, pionera en Nicaragua, tenía como objetivo la formación rápida de profesionales en Arqueología, con un nivel académico y científico homologable al de la mayoría de países europeos y norteamericanos. De esta forma, la universidad pública nicaragüense asumía la necesidad de participar, a medio plazo, en la investigación y gestión del Patrimonio Arqueológico del país.

La formación y capacitación de la primera promoción de arqueólogos/as nicaragüenses se realizó mediante un plan de estudios de cinco cursos, en los que se combinaban asignaturas específicas de la disciplina con propias de las ciencias históricas y de carácter general comunes a las diferentes licenciaturas de la UNAN-Managua. Entre 1996 y 2000 la docencia de la mayoría de las asignaturas de la especialidad fue asumida por profesorado e investigadores/as de la Universitat Autònoma de Barcelona. Se contó también con la participación de un destacado grupo de profesionales de otras instituciones científicas y académicas europeas y americanas.

Además de la U.A.B., del estado español colaboraron profesores/as de las siguientes universidades y centros de investigación: Universidad de Cantabria, Universidad de Granada, Universidad Complutense de Madrid, Universitat de Girona, Museu Etnològic del Muntseny, de Arbúcies, Eco-Museu d'Esterri d'Àneu, Museu del Suro, de Palafrugell, Museu del Montgrí i del Baix Ter, de Torroella de Montgrí y Consejo Superior de Investigaciones Científicas

Del resto de Europa, participaron miembros de las siguientes instituciones: Association pour les Fouilles Archéologiques Nationales, de Francia, Göteborgs Universitet, de Suecia, el Rinksantikvarieämbetet, de Suecia y la Università degli studi di Bologna. Finalmente, han completado el esfuerzo docente profesores de las siguientes instituciones y universidades latinoamericanas: Instituto Nicaragüense de Cultura, Universidad Central de Venezuela, Universidad Nacional Autónoma de México y Universidad de Costa Rica.

El financiamiento de esta docencia compartida ha sido posible, en primer lugar, por recursos propios del Departament d'Antropologia Social y i Prehistòria de la UAB y el Departamento de Historia de la UNAN-Managua. Adicionalmente, se han contado con subvenciones concedidas por el Fons Català de Cooperació al Desenvolupament, la ONG Sant Quirze Solidari, de Sant Quirze del Vallès, y el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España mediante la concesión de una Red Inter-Universitaria España - Iberoamérica para los años 1998 a 2000.

Durante estos años, un total de 7 estudiantes de la Licenciatura de Historia de la UNAN-Managua han realizado estadías de capacitación y formación en diversas instituciones del Estado Español (UAB, Universidad de Cantabria, Universidad Internacional de Andalucía y los museos comarcales de Catalunya arriba mencionados). Estas estancias han facilitado el intercambio con otros/as estudiantes de la misma disciplina, la capacitación en temas que actualmente no son asumibles desde Nicaragua y un complemento a los contenidos vistos durante los cursos ordinarios de la carrera.

En 2001 y en 2002 se defendieron un total de 10 monografías de Licenciatura en el Departamento de Historia de la UNAN-Managua. Con ellas se ha cerrado la primera promoción de arqueólogos y arqueólogas con titulación universitaria en Nicaragua. En la actualidad, la mayoría de los egresados y egresadas desempeñan actividades laborales directamente vinculadas con su formación académica en instituciones nacionales, fundamentalmente la UNAN-Managua y el Instituto Nicaragüense de Cultura.


En la actualidad, los estudios de Arqueología en la UNAN-Managua han pasado a ser una especialidad de la Carrera de Historia. Su docencia se realiza fundamentalmente con personal de la propia universidad, formado en el marco de la Licenciatura desarrollada conjuntamente por la UAB y la UNAN-Managua. En este proceso, la UAB sigue colaborando mediante seminarios, asesorías y en los programas de investigación. Así mismo, ambas instituciones están apoyando a estudiantes y profesores/as para que puedan viajar a fuera del país en el marco de programas de capacitación, de postgrado en el caso de los segundos/as.


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A la izq. Leonardo Lechado, Bayardo Gámez Montenegro (Artista plástico, antropólogo y, estudiante de arqueología), detrás: Manuel Palma Córdoba y Malibev Salas. Todos estudiantes de la Primera Licenciatura en Arqueología Social por la UNAN-Managua- Universidad Autónoma de Barcelona.

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Estudiantes de Arqueología en el proceso de cribado. Separan la tierra para identificar pequeñas piezas arqueológicas. En segundo plano, los estudiantes de Arqueología Social: María Lily Calero y Leonardo Lechado. 

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Después de las intensas y agotadoras  jornadas de excavación, esa fotografía de 1997 captó el momento de descanso en el Campamento. En primer plano: El Antropólogo, reconocido Artista Plástico y Arqueólogo Bayardo Gámez Montengro; en la hamaca, el Arqueólogo Manuel Palma Córdoba.

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sábado, 15 de marzo de 2014

LOS CIEN AÑOS DEL MUSEO NACIONAL DE NICARAGUA. Por: Eduardo Pérez-Valle hijo. En: El Nuevo Diario, viernes 28 de febrero de 1997.

Ennigaldi-Nanna, hija de Nabón Nabónido, último rey de Babilonia, creó hace 2,500 años el primer museo de que se tenga noticias, ubicado en la ciudad de Ur, cerca del Éufrates.

Diocleciano Chaves, hijo de Segundo Chaves y de Crisanta López, no es un personaje babilónico de la ciudad de Ur, nació en un villorio a la orilla del lago de Managua y del río Tipitapa. Nació en la primera mitad del siglo XIX. Fundó el primer Museo, que el 21 de agosto del presente año arriba al centenario. Su heredera fue su propia hija, Crisanta Chaves. Ambos ya fallecidos, trasladaron desde hace cincuenta años su bandera cultural a manos de los dos únicos continuadores que sobreviven a esa época, doña Leonor Martínez de Rocha y Don Roberto Martínez R., a quienes Doña Crisanta en su “Historia del Museo Nacional”, les rindió un merecido homenaje, que al paso de todos estos años se ha ratificado con el oro del reconocimiento ciudadano.

Esos cuatro baluartes se hicieron cinco con el Hermano de las Escuelas Cristianas, Hildeberto María, cuyo nombre de pila era Joaquín Matilló Vila. En los actos de estos personajes, encontraron su mejor aplicación aquellas palabras de William Faulkner: “Un optimista es alguien que ve luz donde no hay más que oscuridad, un pesimista es el que trata de apagar esa luz”. En la luz de su gestión, se cuentan las más denodadas batallas, que han logrado que nuestro Museo alcance los cien años de existencia.

El Museo Nacional de Nicaragua es uno de los más pequeños del continente. Durante años ha despertado asombro, no por lo que al recorrerlo se puede observar y aprender, sino por todo aquello con lo que no cuenta, incluida una ubicación apropiada.

¿A quién culpar por tal estado de cosas? Los gobiernos y la indiferencia social, desfilan de la mano en el trágico escenario del relegado Museo Nacional. Desde los tiempos de Zelaya, época en que se fundó el Museo, hasta el penúltimo régimen de este milenio, el cual metió en su proyecto político al Palacio de la Cultura, incluyendo al Museo Nacional; fue presupuestado, recibió el dinero, y al final no pudo rendir cuentas claras. El Viceministro de Cultura del actual Gobierno, informa a la población que faltan 80 millones de córdobas para finalizar las obras. Al menos ya sabemos el sitio que algún día alojará el Museo Nacional.

La historia registra en sus páginas solamente a un grupo de personas de la sociedad nicaragüense, que de manera organizada y animadas por el auge de los descubrimientos arqueológicos en Mesoamérica y México, fundaron el 26 de Mayo de 1964 lo que denominaron “Instituto Arqueológico Nicaragüense”. Años más tarde obtendrían su Personería Jurídica, por Decreto publicado en La Gaceta, Diario Oficial del 14 de Abril de 1969.

En ese Instituto, entidad privada y de duración indefinida, se adoptaron como fines: “...cooperar con el Departamento de Arqueología del Museo Nacional y proponer al Gobierno leyes que resguarden nuestra riqueza arqueológica. Fomentar el interés por la ciencia arqueológica y disciplinas afines. Promover entre sus miembros actividades de campo, conectadas con la Arqueología”.

El Museo siguió estando allí, las actividades del Instituto cobraron más notoriedad que las del mismo Museo en la década de los 60. Como entidad privada desarrollaron más actividades que el empobrecido y maltratado museo.

Con fondos proveídos por sus “miembros correspondientes”, se dedicaron a auspiciar sobre todo, conferencias de temas relacionados con Arqueología, Etnología, Toponimias indígenas, etc.

A excepción del Hermano Hildeberto María, en aquella asociación no hubo arqueólogos, sólo empíricos entusiastas, con excepción de 13 prominentes científicos del mundo que fueron declarados miembros honorarios, entre los que figuraban Takashi Okada; Gordon Willey; Franz Termer; Ángel María Garybay; Alejandro Lipschutz; H. Pollock; Albert Norwetb; Miguel León-Portilla; Manuel Ignacio Pérez-Alonso; Luis Claramaunt; Doris Stone y Wolfgang Haberland, todos relacionados a la arqueología de Nicaragua y Centroamérica. Los periódicos referían a los miembros locales más entusiastas, como “elementos de vanguardia en la arqueología nicaragüense”.

Un buen número de sus “miembros correspondientes” eran propietarios de grande haciendas en diferentes puntos de Nicaragua, y tenían grandes colecciones de piezas arqueológicas: Miguel Gómez y Maruca de Gómez; Enrique Marín; Carlos Schutze, Juan Caligaris, etc.

Siendo la arqueología una ciencia integral, “que analiza cualquier vestigio del pasado con el propósito de reconstruir tanto como sea posible”, aquellas colecciones, como las de hoy, no representaban más allá que simples muestras de la mejor Escuela de Bellas Artes que, en la Historia de Nicaragua, haya existido, la escuela del arte indígena.

Aquella década del 60 tomó a los nicaragüenses en la efervescencia de los trabajos arqueológicos en Tikal iniciados por la universidad de Pensilvania en 1950. Diríase que John Lloyd Stepehens y Frederick Carter primeros exploradores, en la primera mitad del siglo XIX, de las virtualmente desconocidas ciudades de Copán, Quiriguá, Palenque, Uxmal y Chichen-Itzá, fueron los espíritus que inspiraron a nuestro círculo de encuentros sociales interesados en la Arqueología.

¿Quién, de aquella época, no recuerda al Lic. Lázló Pataki, hablando, escribiendo historias y planificando expediciones en busca la “Ciudad Perdida” en la selva de Nicaragua? Al Dr. Emilio Álvarez Montalván exponiendo un resumen de la obra de Sylvanus Morley “Introducción a la civilización Maya”. Al Lic. Carlos Mántica resumiendo a Lottrohp. A Don Luciano Cuadra en conversaciones sobre Ephraím Squier en Nicaragua. Al doctor Alejandro Dávila Bolaños con su conferencia sobre “Toponimias nicaragüenses de origen nahoa”.

En septiembre de 1964 apareció en la prensa nacional, la noticia sobre un encuentro de sociedades arqueológicas centroamericanas, a realizarse en las ruinas de Copán, para fundar, bajo el auspicio de la Organización de Estados Centroamericanos (ODECA), una “Federación Arqueológica Centroamericana”, la cual jamás tuvo vida.

A propósito de “ciudades perdidas en la selva nicaragüense” ¿Serán ellas las hasta ahora divulgada ruinas de Garrobo Grande, en el departamento de Chontales? O serán las del relato que en su lecho de muerte, confiara a mí  padre, el virtuoso titiritero Reginaldo B. Montcrieffe, hijo de ingeniero del Gobierno de Nicaragua, R. B. Montcrieffe, quien al recorrer los extremos del territorio nacional había acumulado interesante información geográfica. Mi padre acudió al urgente llamado de Montcrieffe, le escuchó atentamente; y el titiritero le confió que, entre sus pertenencias había unos mapas que su padre había realizado, y en cuyo contenido, dentro de la región de zona selvática de la Costa Atlántica, había localizado las ruinas de una ciudad perdida. Aquella confidencia y la promesa de Montcrieffe de entregarle los documentos de la “Ciudad Perdida” a quien consideraba su mejor depositario, no pudo ser cumplida, la muerte no lo permitió.

Como parte de aquellas actividades emprendidas por el Instituto Arqueológico, llegó a nuestro país el arqueólogo Edwin Martín Shook, quien formó parte del equipo que bajo los auspicios de la Fundación Carnegie, realizó trabajos de exploración y restauración en Tikal. En el año de 1965, en el desaparecido Club Universitario, dictó conferencia sobre las “Exploraciones e Investigaciones en las ruinas de Tikal”.

Pero, ¿qué fue de nuestro Museo? En el mismo año, el 15 de junio de 1965, un grupo de destacados intelectuales, entre los que se incluían: Emilio Álvarez M., René Sandino Argüello, el padre Federico Argüello, Luis Cuadra Cea, Juan Caligaris, le enviaron una carta al Presidente de la República, Dr. René Schick Gutiérrez, en la que pedían, en vista del enriquecimiento del Museo en piezas de óptima calidad, la atención inmediata de elementales necesidades, comenzando con apropiado edificio, mobiliario y personal adecuado.

“Los museos nacionales –decían— como instrumento de cultura popular, sano esparcimiento y fuente de estudios para los especialistas, nos obliga a enfocar la función de los museos bajo más amplias perspectivas. No obstante, creemos que la iniciativa privada pudiera completar los esfuerzos que el Gobierno estuviera en condiciones de efectuar para empezar a solucionar las apremiantes necesidades del Museo Nacional. La iniciativa privada, a través del Instituto Nicaragüense de Arqueología, sabría contribuir sustancialmente al equipamiento y asesoría del Museo Nacional en su nuevo edificio.”

A más de 30 años de distancia, la actividad y los enérgicos planteamientos de los años 60 nos resultan buenos, magníficos, pero desgraciadamente no obtuvieron resultados concretos. Ahí está nuestro Museo, medio vivo. Ojalá que en la presente década resurja el interés social por el museo, significa educación, cultura, identidad nacional, promoción del turismo, sitio de resguardo de las evidencias del registro arqueológico.

Mientras tanto, la UNAN-Managua y la Universidad Autónoma de Barcelona se perfilan en estos momentos como el más sólido apoyo científico del Museo Nacional. Muy pronto la UNAN, gracias al Gobierno y pueblo de Italia y su representación diplomática en nuestro país, contará con el primer laboratorio universitario de Arqueología, dotado con equipos, libros, cooperación científica extranjera y, sobre todo, manejado por los próximos licenciados en Arqueología, quienes serán los primeros en formarse y graduarse en nuestro país.


Ya veremos qué sucede en este país en donde mucho se dice y poco se hace. Donde todo está en posición de salida pero no arranca, incluido nuestro abatido MUSEO NACIONAL, el que aguarda por edificio propio, y en donde el visitante camina a través de un “discurso contemplativo”, sin que la sociedad aborigen extinta, tenga voz museográfica y pueda ceder su legado