sábado, 10 de febrero de 2018

JOSÉ MADRIZ: UN DEMÓCRATA POR NICARAGUA - 1904


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De EPV h., editor y redactor del Blogspot:

Nada más inexacto pudo haber escrito un imprudente y entrometido colaborador de páginas de opinión, sobre asuntos de mucho cuidado histórico: “Presidente José Madriz digno sucesor del general Zelaya”. En lo que a él concierne sí, digno, sin resquicios de duda; pero jamás fue relevo de la dictadura encabezada por José Santos Zelaya, a la cual fustigó y adversó con denuedo.

La presente entrega  histórica está conformada por abundantes páginas de diversos trabajos, concatenados por el mismo personaje central; expuesto desde diversos momentos de esa singular progenitura política, pero siempre en primera persona y desde muchos ángulos de la actuación pública.  

Debido a la importancia de construir un esbozo orientado hacia un pretendido cuerpo histórico coherente, en esta “dosis” contra el diluido histórico, será posible conocer el corpus ideológico de Madriz a través  de dos folletos titulados: POR NICARAGUA, publicados en Santa Tecla (El Salvador) en Junio de 1904; textos ejemplificantes cuyo antecedente lo constituye la misiva enviada al hombre del mostachón en 1884.  

Fue incorporado al gobierno de Zelaya, desde diciembre de 1889 ocupó la Subsecretaría de Gobernación y en octubre del 93, la Secretaría de Relaciones Exteriores e Instrucción Pública. Tres años después pasó a las armas en contra de Zelaya, junto a  Anastasio Ortiz, Benito Chavarría, Francisco Baca hijo, Paulino Godoy. La fracasada intentona lo obligó a exiliarse en El Salvador, donde vivió y trabajó como abogado.

En más de una ocasión hemos visto escrito el nombre del exPresidente Madriz unido al apellido Cobos por una conjunción copulativa: José Madriz y Cobos. Así solía escribirlo el periodista José Constantino Hernández B., amigo generacional de este Presidente que corrió con la misma suerte de otros tantos, en esta Nicaragua de convulsas definiciones. Hernández escribió un artículo publicado en 1970, en El Centroamericano, de León.

El apellido Cobos le era adicionado en virtud de estar ligado por matrimonio con la señora Hortensia Cobos, oriunda de El Salvador. Así lo rememoró Juan García Castillo, con episodios traídos a la memoria desde el desempeño periodístico. García Castillo forma parte de esta convocatoria de recuerdos, con dos artículos publicado en Junio de 1967: Cómo conocí la personalidad de José Madriz: aquí está un nicaragüense a su lado”; y  luego, “Salida de Managua del doctor Madriz. 

Debo advertir sobre el contenido de hechos estremecedores, aportados por  García Castillo en la “salida” abrupta rodeada de actos imponderables. De forma inevitable nos impone examinar, reconocer con detenimiento; pero estamos impuestos de incluirlo por constituir el único testimonio de esas carreras en el abandono del poder.

El primer intento por repatriar los restos mortales de Madriz está expuesto en el artículo: De la lección que han dado las hijas del Dr. Madriz, escrito bajo el seudónimo “Juan del Camino, en la revista Repertorio Americano. Semanario de Cultura Hispánica. Costa Rica. 1937. Ese regreso sólo pudo ocurrir en el gobierno del doctor René Schick. En aquellos preparativos, las páginas de los periódicos fueron colmadas por diversos artículos, entre esos hemos incluid el de Hernán Robleto, publicado en el diario La Noticia, octubre de 1965: José Madriz, un exPresidente que vuelve. 

Y, no podía faltar el abordaje del Gobierno presidido por Madriz ante las circunstancias de Rubén Darío investido diplomático; esa aclaración-defensa la dejamos en la pluma de don Adolfo Calero-Orozco, con el artículo: “La verdad sobre un desaire al Poeta-Sol”, publicado en Abril de 1958.

Durante el gobierno del doctor Carlos Brenes Jarquín, la División Política Administrativa de nuestro territorio honró la memoria de José Madriz, al otorgarle el apellido a un Departamento del norte. Fue decretado por la Cámara de Diputados y, la del Senado, en agosto de 1936.

Madriz falleció en México; país donde fue honrado en toda la dimensión humana, como estadista y doctrinario liberal. 

Retomemos la historia:

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PRÓLOGO

Del primer folleto POR NICARAGUA, publicado en Santa Tecla (El Salvador) en 1904.*


Por: José Madriz

         Este folleto, escrito a principios de noviembre próximo pasado, no se publica  hasta ahora, por razones que no es del caso dar a conocer.

         Lo he escrito, para que todos vean en ese cuadro las miserias de Nicaragua. Particularmente lo recomiendo a la juventud de Centro América, a esa nueva generación educada en ideas de progreso y sentimientos de libertad, que se encuentra agrupada a las puertas del templo de la Patria, pidiendo el puesto que le corresponde en el santuario. Que no ves con indiferencia la suerte de un pueblo hermano: Que fulmine los rayos de su justicia en ese duelo a muerte entre la libertad y el despotismo. Recuerde lo que dijo Lamartine: “Un pueblo solo no puede ser ni enteramente libre ni impunemente esclavo: todo, al fin, tiende a equilibrarse y a igualarse”… Aquel pantano, formado al pie de la colina de Managua, puede apestar con sus miasmas la parte sana de Centro América!

         La simple lectura del folleto me librará del cargo que podría dirigírseme por agitar fuertemente estas cuestiones de política doméstica, cuando tanto interesa mantener la paz y la unión, para contener los avances de un enemigo que viene a marchas forzadas sobre nosotros. Precisamente, por la inminencia de ese peligro he tomado la pluma en la mano. Zelaya está vendiendo a Nicaragua, entregándola materialmente a los yanquis; y es indispensable que esa traición no se consume en el silencio.

         Por otra parte, no es la oposición, sino el mal gobierno, lo que debilita a los países y los pone en peligro de caer en manos extrajeras. El mal gobierno derrocha los caudales públicos y hunde al pueblo en la miseria, prostituye a los empleados, degrada a las Asambleas, desorganiza la Administración del Estado, poniéndola en manos de la ineptitud, hace de la política un oficio propio de espías y sayones, corrompe los caracteres con la dádiva o por el temor, enseña a los hombres a quebrantar las leyes con el mal ejemplo de su violación, y mata el espíritu nacional infundiendo el desaliento en el corazón ciudadano, y haciendo germinar en él un sentimiento de indiferencia, y  quizás de desprecio, por una Patria que no es madre sino verdugo de sus hijos.

         Un pueblo envilecido por un hombre está bien educado para ser esclavo de otro pueblo más fuerte. La revolución más cruenta no hace el daño que un gobierno tiránico y desorganizador. El déspota prepara la humillación de su Patria ante las águilas conquistadoras: es Dalila que corta traidoramente el cabello de Sansón. Prusia no tuvo mejor aliado en su guerra contra Francia que Napoleón III, ni los yanquis encontrarán otro mejor Zelaya en Centro América.

         Los hijos de Nicaragua nunca tendremos verdadera Patria mientras vivamos bajo la presión de ese despotismo asiático, que nos deshonra y aniquila, que nos agarrota primero, pera vendernos después en los mercados de la esclavitud… ¡Estamos en Bizancio! Luego si queremos fundar una nación digna de ese nombre, nuestro primer paso debe ser crear un buen gobierno, que armonice sus intereses con los de la sociedad que dirige; hace que nuestra unidad, meramente material y de territorio, se convierta en unidad moral, en unidad de cultura para todos los fines humanos; sacar esa nuestra política enrevesada y rutinaria de los moldes de Maquiavelo; transformar en hombre al que hoy es paria; decirle al pueblo, decirle a ese Lázaro que duerme en el sepulcro: “levántate y anda;” y encender en el limbo de nuestra vida política la antorcha de la justicia que reanimará con su luz nuestras esperanzas casi muertas.

         En esa tregua forzada de la conciencia, no perdamos ni la fe en el porvenir ni la confianza en nosotros mismos. Sea nuestra consigna la de aquel grande emperador romano: laboremus. Sí, trabajemos sin descanso. ¿Qué importa que la noche nos envuelva, ni que un aire glacial de desaliento azote nuestras frentes y casi paralice nuestros miembros ateridos? La luz para alumbrar el camino está en la mente: el fuego de la vida lo llevamos en el corazón… ¡Adelante!

Conclusión

         Los verdaderos liberales de Nicaragua, los que hemos sabido luchar por la causa del derecho y sellar nuestra profesión de fe política con las penalidades de cerca de ocho años de expatriación, no podemos aceptar –lo repetimos— que el liberalismo sea tal como Zelaya y sus seides lo practican; ni queremos ser cómplices, con nuestro silencio, de los abusos que deshonran cada día más ese gobierno detestable.

         Nuestro liberalismo es otro. Aspiramos a establecer en Nicaragua –en cuanto sea compatible con nuestro presente estado social— un gobierno de leyes, de orden y de justa reparación de las ofensas que han inferido al derecho los que hoy lo ultrajan y escarnecen. Aspiramos a elevar la dignidad de esa humilde rama de nuestra raza, para ver si es posible, como lo creemos, fundar con ella una democracia digna de ese nombre. Sin rechazar las corrientes de progreso que vienen del mundo civilizado, queremos autonomía, vida propia, cultura nacional, no conquista ni absorción, sinónimas de esclavitud. En fin, queremos legar a la posteridad –convertidos en hechos— a costa de los trabajos de esta generación bastante desgraciada, los que han sido siempre ideales de nuestra vida política: La Patria, la República, la Libertad.

         San Salvador, noviembre de 1903.

PRÓLOGO

Del segundo folleto POR NICARAGUA, publicado en Santa Tecla (El Salvador) en 1904

Por: José Madriz

El nº 1270 de El Comercio de Managua trae una palabra que nos dirige Zelaya. La hemos escuchado y vamos a contestarla.

Con motivo de haber él pagado un subsidio de $ 10.000 decretado a favor del Hospital de Chinandega por la Asamblea de 1895, la Junta de Beneficencia de aquella ciudad acordó: Declararle benefactor del Hospital y ofrecerle una medalla de oro significativa del reconocimiento de la Junta.

¡Medalla de oro porque cumplió una ley nueve años después de su fecha! ¡Medalla de oro al que da a los pobres $ 10.000 de los fondos públicos y en billetes depreciados del Tesoro nacional, después de haber arrebatado al sudor del pueblo, no en billetes, sino en otro puro, unos cuantos millones de pesos! Por ese camino, digno sería también la medalla quien, habiendo usurpado la hacienda de otro hasta dejarle mendigo, le diera después una limosna para su sustento.

Zelaya, en su respuesta que publica el periódico, al rendir las gracias a la Junta, le dice que su reconocimiento es tanto mayor cuanto que aquella muestra de gratitud le viene en los momentos en que “ciegos opositores” de la Administración  que preside “publican folletos injuriosos negándole todo sentimiento levantado y toda iniciativa filantrópica”.

Uno de los folletos de que él habla es el mío, Por Nicaragua.

No ocultaré mi satisfacción por el reproche de “ciego” que me dirige Zelaya. Mis palabras le han tocado el corazón. Desgraciadamente ha sido para despertar en él rencores y no arrepentimiento. La semilla del bien no ha podido en germinar en la roca.

Dice Montaigne que la vanidad y la estupidez humana marchan a la par. ¿Quién podrá, en consecuencia, ser más “ciego” que el que ha llegado al pináculo de la vanidad, el que suda por todos los poros la soberbia?  Zelaya se cree el hombre indispensable para Nicaragua, el predestinado para Centro América, el Reformador, el Regenerador de la República, el que descollará entre los hombres de la historia patria como el ciprés entre arbustos. De sus labios ha salido en público la afirmación de que es el primer gobernante de Hispano-América. A cada instante se goza,  como un dios olímpico, libando el néctar de la adulación que la Vileza le sirve en copa de oro, filtro ponzoñoso que ha trastornado su mente y oscurecido su conciencia.

Nosotros no estamos en igual situación. Si la prensa se acuerda de nosotros, casi siempre es para ofendernos. Somos árbol caído, y no poco trabajo nos ha costado impedir que se nos haga leña.

Dando otra forma al pensamiento de Montaine podemos decir: La humildad y el buen juicio marchan a la par.  Como nosotros somos los humildes seguramente estamos más cerca de la razón.

Sí, Zelaya es el que vive en las tinieblas. La catarata de los ojos de su alma es demasiado espesa para que vea la luz de la verdad. Tiene ojos y no ve, tiene oídos y no oye, tiene corazón y no entiende, como dice de los malos la Escritura. Guía ciego, va por el camino de la perdición arrastrando míseramente a su Patria.

Si no, dígasenos ¿qué representa Zelaya en Nicaragua?

¿El orden? Lo ha habido, y muy acentuado, antes de su Gobierno, en virtud de los instintos pacíficos del país; precisamente en la época en que él era revoltoso de oficio y hasta dinamitero. A la inversa, el orden que nace de la tranquilidad pública, del bienestar general, nunca se verá restablecido en Nicaragua, mientras tenga el poder esa mano que todo lo ha trastornado y revuelto.

¿La legitimidad? Ya hemos demostrado hasta de sobra que Zelaya se mantiene en el poder por la usurpación.

¿La libertad? ¡Sarcasmo! Una férrea dictadura militar y el hacha de un despotismo cruel, inverecundo y sanguinario son las libertades de la República.

¿El homenaje debido a la justicia? Con escándalo acaba Centro América de ver a los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia marchar como reos políticos a la Penitenciaría, por orden verbal del Presidente de la República, en castigo de haber fallado un juicio civil en sentido contrario a los deseos del autócrata.

¿El progreso económico del Estado? Un déficit enorme en el presupuesto, un billete nacional exageradamente depreciado y la pobreza general, que es angustiosa, acusan una pésima situación económica.

¿La honradez administrativa? Ahí está él con sus seis millones de pesos en oro, fruto del sudor del pueblo, mientras éste languidece en la miseria; ahí están todos sus paniaguados eructando riquezas mal habidas.

¿La Unión del partido liberal? Jamás se verá éste unido mientras esté Zelaya en el poder; él es el único obstáculo para la reconciliación de los liberales nicaragüenses.

¿El honor del liberalismo? En manos de Zelaya el liberalismo aparece como sinónimo de concusión, de violencia brutal y de sórdida impudicia.

¿El progreso moral de nuestra sociedad? De aquella Caja de Pandora, henchida de inhumanidad, de soberbia, de codicia, de odio al prójimo a quien ora se mata, ora se prostituye, no pueden irradiar las luces de la virtud.

¿Cuál es, entonces, el fin social, moral o político que está cumpliendo Zelaya? Ninguno. Está mandando, nada más que por mandar y enriquecerse. Su yo, que él ha convertido en divinidad; lo es todo. La satiriasis del poder, como dijo ha poco un buen escritor, ha tomado en Zelaya proporciones de locura.

Si ese hombre no estuviera tan “ciego”, si el patriotismo no fuera un cadáver hecho polvo en el sepulcro de su corazón, oiría nuestras palabras que, aunque duras, no son inspiradas por el odio, sino por la justicia; se conformaría con lo que ha mandado, con las cuantiosas riquezas que ha adquirido, como “empresario de la miseria pública,” (*) como hacedor de pordioseros, como traficante de hambres y desnudeces y dejaría lugar a hombres honrados, capaces de trabajar con abnegación y pureza por la felicidad de su patria. Vería que la oposición a su Gobierno representa más de las nueve décimas partes del país, movidas por el deseo de la salvación pública; y que esa oposición no abandonará su actitud mientras él esté en el poder, por más que su mano atice la hoguera de las persecuciones o derrames copiosamente la sangre de sus enemigos. Vería, en fin, que en el resto de Centro América –excepción hecha de los que están pendientes de sus ofertas para fines no pacíficos— generalmente se le detesta, se la abomina, porque sería preciso que estos pueblos hubiesen perdido todo sentimiento generoso, toda nación de altruismo y de honor bien entendido, para que no sintieran dolor y vergüenza por los infames ultrajes que él ha inferido a la humanidad, con oprobio del nombre centroamericano.

¡Ah! Si Zelaya no estuviera incurablemente “ciego”, le pondría término voluntario a tan “horrible situación”. No seguiría engordándose a expensas de los infelices a quienes arrebata de la boca, por todos los medios imaginables, las migajas con que se alimentan. No esperaría arrancar más sangre al corazón de su pueblo, ni más lágrimas a los ojos de viudas y huérfanos, ni más gemidos de miseria a los desgraciados que no tienen pan.

Pero no será así.

Hoy en día Zelaya –cacique rapaz, como llama el argentino Bunge a Guzmán Blanco— no persigue más ideal que enriquecerse sin medida. El oro es la única divinidad que venera, la imagen milagrosa ante quien se prosterna reverente.

Y seguirá, como un segador de vidas, cumpliendo, por negocio, su tarea destructora! Y no hará cuenta de una libra de sangre humana, con tal que le produzca una libra esterlina!

¡Caín que matas por avaricia! Algún día te preguntará la voz de Dios ¿qué has hechos de tus hermanos? ¿Qué has hecho de tu Patria?
LA VENTA DE NICARAGUA

Último capítulo del segundo folleto

88. Acusamos a Zelaya de estar entregando su país a gentes extrañas. Sordo se ha hecho a nuestras palabras. Aparenta no comprender la gravedad de su conducta, ni la necesidad en que está de justificarse plenamente, no sólo ante Centro América, sino ante toda la América Latina, cuyos intereses de raza y cultura son comunes en las crisis de la hora presente.

89. Ya publicamos antes la lista de las concesiones hechas a Deitrick. Tales son:

         1º El derecho exclusivo, durante 99 años, de explotar toda la zona mineral del Río Coco, privilegio que convierte a su poseedor en dueño del Norte de la República.

         2º La venta, mediante las condiciones estipuladas en la contrata de 10 de octubre próximo pasado, de 704,610 hectáreas de tierra en la Costa Atlántica, equivalentes a más de 15,000 caballerías. Esta concesión permitirá al americano hacerse dueño de las mejores tierras del litoral y monopolizar sus principales riquezas.

         3º La entrega de un área muy extensa de territorio comprensiva de la Comarca del Cabo Gracias a Dios, para fundar en ella una colonia extranjera. Ya dimos la voz de alarma sobre el peligro que envuelve, no sólo para Nicaragua, sino también para Centro América la fundación de esa colonia; y mostramos el primer eslabón de la cadena de dolores que prepara el porvenir a la infortunada Nicaragua. La esclavitud de nuestro pueblo ha comenzado en Port-Deitrick.

90º Pero el daño no consiste sólo en eso, que de suyo es gravísimo. Cualquiera diría que Zelaya está poseído de una especie de fiebre o locura que lo impulsa a repartir inconsideramente el territorio nacional,  como si tuviese empeño en no dejar a los que le sucedan ni una pulgada de tierra libre para poner la planta, ni una piedra en que reclinar la cabeza. Vamos a relatar sobre este punto algunos datos extraídos del Diario Oficial de aquel Gobierno.

91º No es demás hacer presente que sin duda para no despertar la atención del país sobre ese reparto de la Costa, se ha adoptado la precaución d no publicar en el Diario Oficial las contratas que se celebran sobre venta de tierras. He buscado cuidadosamente muchas de ellas en las colecciones del periódico  y no he encontrado más que ligeras referencias. Todo eso se verifica al amor de la sombra. Es un juego de concusiones hecho a cencerros tapados. Por lo mismo, resulta difícil analizar esas concesiones, calcular el área que abarcan en conjunto y descubrir, por completo, a las miradas del público, el abismo que Zelaya está abriendo a nuestras plantas. Sin embargo, veamos lo poco que el Diario Oficial no enseña.

92. El número 1208 publica un decreto legislativo cuyo artículo 1º dice así: “Se aprueban las ventas de terrenos nacionales hechas por el Ejecutivo en la Costa Oriental de la República, a varios nicaragüenses, sin el requisito de la licitación y con el objeto de fomentar el cultivo y población de aquel vasto territorio.” Quiénes sean los favorecidos y con cuánto no lo sabemos. La cosa no ha de ser de poca monta, cuando hasta se ha pedido una ley especial para sancionarla.

93. Y desde aquí conviene advertir que casi todas esas concesiones hechas a nacionales son obsequios con que Zelaya recompensa a sus servidores; dádivas que, apenas llegan a manos de los favorecidos, pasan a las de empresarios extranjeros con quienes de antemano han sido negociadas.

94. El número 1274 del Diario Oficial dice que por contrata de 28 de abril de 1900, se vendieron a don Clodomiro de la Rocha 15.000 manzanas de tierras baldías, que el interesado podía localizar en cualquier punto de la Costa Atlántica.

95. En el número 1275 del mismo periódico se lee lo siguiente: “El 16 de Marzo último de (1900) se concedió al señor Frank B. Chapin el derecho exclusivo de cortar, preparar y exportar, durante 20 años, las maderas de los bosques racionales que se hallen dentro del lote deslindado así: Por el Oriente, el Meridiano 84.15., log. O. de Greenwich: Por el Poniente el Meridiano 85.3C: Por el Norte, hasta tres leguas al Sur de la frontera de Honduras; y por el Sur, el paralelo 12.30 de Latitud Norte”. El lote descrito es una inmensa zona que abarca la mitad de la Costa. La otra mitad, excluida de este privilegio, había sido antes concedida al americano H. C. Emery. De modo que el derecho de cortar maderas en la Costa, negocio de pingües ganancias, es privilegio de dos extranjeros. Pero no para en eso lo de Chapín. El mismo diario dice. “Se le darán en propiedad diez mil manzanas de terrenos baldíos en lotes proporcionados y alternos con otros de iguales dimensiones que el Gobierno se reserva”.

96. El número 1428 habla del privilegio concedido a los señores Hans Heiland y S.A. Cockburn “para extraer la goma de los árboles de hule en una zona determinada de la Costa Atlántica”. ¿Qué dimensiones tendrá esa zona? No lo dice el periódico, pero han de haber sido grandes y la concesión monstruosa, para que un diputado pudiente se interesara por la improbación de la contrata, quizá con la esperanza de tomar el negocio para sí. Lo que resalta en esa contrata es la falta absoluta de sindéresis en el Ejecutivo. Dice el Ministro de Fomento, en su Memoria de 1901, que la goma elástica ha llegado a adquirir un elevado precio en los mercados extranjeros, que es un negocio muy productivo y que será uno de los ramos más importantes de nuestra exportación. Véase el número 433 del Diario Oficial. Pues bien. Nada más que por ser un brillante negocio, el Ejecutivo hizo de él un monopolio para darlos a dos extranjeros.

97. El número 1572 publica una acta de la Asamblea Nacional Legislativa en que consta que esta comisionó a un diputado Guzmán para dar dictamen sobre la venta de terrenos nacionales a varias personas en la Costa Norte.” ¿De cuánto será el reparto? No lo sabemos.

98. El número 1578 habla de la venta de 100 caballerías de terrenos en las márgenes del Mar Caribe, a cada uno de los señores Fernando Sánchez, José Santos Ramírez, Fernando Abaunza, Félix Pedro Zelaya R., Fernando Ramírez M., Juan J. Bodán y Alejandro Bermúdez.

99. Ese mismo número del Diario expresa que los terrenos vendidos a las mencionadas personas quedan “al Norte o Sur, o ambos lados de los terrenos vendidos al señor J. D. Gámez, según contrato de 21 de febrero de 1900”. No aparece en el Diario tal contrato; pero bueno ha de ser ese lote, cuando Gámez se ha contentado con él.

100. El número 1583 dice: “Se leyó (en la Asamblea) el proyecto de ley presentado por el Ministro de Fomento, a fin de aprobar las ventas de terrenos baldíos a favor de varias personas, pudiendo disponer de ellas, sin otro requisito.” Detalles de este negocio, ninguno.

101. El número 1744 publica el siguiente acuerdo gubernativo: “Tener como válida la publicación de los avisos de denuncias de terrenos situados en la Costa Atlántica, hechos en el periódico El Atlántico, que se edita en Bluefields, en vez de haber sido publicado en el Diario Oficial”. Nada de pormenores.

102. Y no me hace fuerza el argumento de que todas esas medidas tienden a fomentar la inmigración extranjera y el desarrollo económico del país.

103. La clave de ese problema de la inmigración, hasta ahora no resuelto completamente ni aun por los países que lo han tratado con mayor acierto, no está en organizar a los extranjeros en clase privilegiada, para dejarlos en seguida que formen colonias aparte, con idiomas, costumbres e intereses diferentes de los nacionales. Está en hacer que el inmigrante se adapte, lo más posible, al modo de ser y  a los usos de su patria adoptiva, que deje de ser extranjero, para transformarse en ciudadano, que se incorpore plenamente al grupo social en que se asila, como una planta exótica que una vez aclimatada, se convierte en indígena. Este resultado se obtiene siempre difícilmente; pero mucho más en países pequeños y débiles, donde, como es corriente, el que llega de afuera no quiere naturalizarse, y hasta suele tardar mucho en prescindir del orgullo que le inspira el poder de su nación o la superioridad que él atribuye a su raza.

104. Por eso la inmigración que, por ahora, conviene fomentar, especialmente en estos países, es la que mezcla a los extranjeros con la población nativa; la que hace nace lazos de simpatía y hasta vínculos de familia entre unos y otros; la que forma, en fin, de muchas corrientes distintas un solo caudal que fluye por el mismo cauce.

105. La fundación de colonias extranjeras distantes del centro de la vida nacional da un resultado contrario. Crea una especie de Estado en el Estado, una población de carácter propio y exclusivo, que vive separada, social y moralmente, de la nación de que forma parte, y que está siempre dispuesta a llamar en su auxilio al extranjero en toda dificultad que le ocurra con el Gobierno de quien políticamente depende. Verbigracia: la colonia extranjera de Bluefields fue siempre enemiga de Nicaragua y la que creó todas nuestras dificultades con el Gobierno británico.

106. Aun con esos inmigrantes que se mezclan a la masa de la población en las ciudades suelen surgir complicaciones peligrosas. Por eso, si no se adoptan precauciones que aseguren al país contra disputas y reclamaciones internacionales, el inmigrante puede llegar a ser el azote de la nación que le abre sus puertas, y a veces hasta la causa de su ruina. En las que fueron repúblicas sudafricanas tenemos un ejemplo; y  aquí en el “Salvador”, Burrell es testigo abonado de mis palabras.

107. La inmigración, para que sea benéfica, ha de ser proporcionada al poder de asimilación que tenga el país que la recibe; y, por tanto, gradual y progresiva. Es como el alimento, mayor cantidad de la necesaria enferma el organismo y lo debilita. Imaginémonos la honda perturbación social, moral y económica que produciría en Nicaragua y en el resto de Centro América la llegada repentina de 100.000 inmigrantes, aunque fuesen de lo mejor y de lo más adaptable para nosotros.

108. Además, el fomento de la inmigración es una función administrativa altamente científica, que requiere estudios positivos sobre la materia, preparación social, recursos pecuniarios, precauciones higiénicas, morales y políticas, organización política administrativa, justicia pronta y eficaz, instituciones sanitarias y de beneficencia, sobre todo, fuerza bastante en el Gobierno para mantener la cohesión y el justo equilibrio de todos los elementos propios y extraños, bajo el imperio de las leyes patrias y bajo el predominio del carácter nacional. Este debe transformarse y perfeccionarse gradualmente; pero nunca desaparecer ahogado por las corrientes de la población exótica, porque cuando tal sucede, la nacionalidad está muerta.

109. El problema es complejo, como ninguno. Comprende muchos puntos de vista,  y cada punto tiene fases diferentes. Puede también decirse que es el problema más delicado de la Administración pública, porque toca de un modo directo las vitales cuestiones de raza y  nacionalidad, que hoy  por hoy son el alma de la política de los grandes estados; y cualquier error que en su solución se cometa, puede acarrear perjuicios irreparables.

110. Con todas las prevenciones que la ciencia de la administración aconseja, yo soy partidario entusiasta de la inmigración extranjera condición sin qua non del progreso de estos países. Sin esas precauciones, estoy firme en la idea de que una inmigración numerosa tiene que ser forzosamente la causa del nuestro fracaso, de nuestra miseria, de nuestra esclavitud. Me refiero a la suerte de lo que es hoy  el pueblo nicaragüense. Ese pueblo, sea bueno o malo, culto o bárbaro, hábil o inepto para el gobierno propio –dejo campo a todas las opiniones, inclusive las pesimistas y antipatrióticas de Zelaya— no deber ser abandonado al peligro por los hombres que rigen sus destinos y que se han comprometido a labrar su felicidad.

111. “Preside al mundo orgánico, dice Bartrina, una ley fatal, la de la lucha por la vida. Apenas dos organismos que se sienten iguales en necesidades se encuentran frente a frente en tal combate, uno de los dos –el menos hábil— ha de ceder el campo al adversario o sucumbiendo para siempre, ó huyendo a otras regiones vírgenes de toda raza similar, o adaptándose a más precarias condiciones de existencia. No falta a esta ley la raza humana, que en nada esencial se distingue de los otros organismos.

112. Disyuntiva ineludible: la muerte, la miseria o la emigración para el menos hábil. ¿Quién podrá entonces dudar de nuestro destino si, inhábiles e inermes como estamos, se nos lanza inhumanamente a luchar con hombres más hábiles y fuertes? Allí están clamando misericordia a Centro América esos infelices esclavos de Port-Deitrick.

113- Pero Zelaya, que es absolutamente ignaro en asuntos de administración pública y que reduce todas sus aptitudes para el Gobierno a las arterias de una política tinterillesca, ni remotamente  se imagina que la ciencia tenga  nada que hacer con eso de la inmigración. Sin plan científico, sin legislación a propósito, sin preparación de ninguna especie, está repartiendo a carga cerrada el territorio del país. Enemigo de su casa, ha salido a buscar a sus convidados a los caminos, y a semejanza de Carlos VI el Demente, ha resuelto entregar su corona de cacique al extranjero. Esos nicaragüenses rebeldes que no quieren reconocerle  como el mejor Gobernante de Hispano-América, no participarán de su herencia. Hijos espurios de la Patria, no tendrán tierra ni para sus huesos.

114. Pero no estriba tan sólo en la venta del territorio el empeño tenaz de esa política suicidas, sino también en comprometer al país con el extranjero, de cualquier modo y a todo trance. Grandes fueron, ha poco tiempo, los esfuerzos de Zelaya por vender los ferrocarriles y vapores nacionales a una Compañía norteamericana. No se llevó a cabo ese negocio debido a que la Compañía puso, como condición precisa del trato, la amortización del billete circulante del tesoro nacional, compromiso que Zelaya no pudo aceptar por la enorme cifra a que subía esa deuda. Sin ese obstáculo, ya serían extranjeros nuestros ferrocarriles y vapores.

115. También ha trabajado con afán por conseguir en los Estados Unidos un empréstito de cinco millones de pesos en oro, garantizándolo con las Aduanas de la República; y no hace mucho que nos anunció un periódico de esa capital que las gestiones para el empréstito se trasladaban a Europa, y que se enlazaría el negocio con la concesión que ofrece el Gobierno para la fundación de un nuevo Banco en Nicaragua.

116. Por último, ayer no más, hemos leído la contrata celebrada con un Sindicato americano sobre empréstito de  un millón de dólares, con el 25% de prima; y la noticia de la comisión confiada a Félix Pedro Zelaya R, para solicitar y negociar otro empréstito en Europa.

117. Ya se ve, nuestro porvenir no puede ser más sombrío. Estamos a punto de quedarnos sin ferrocarriles, sin vapores, sin tierras, sin minas, sin aduanas y, por último, sin patria. Si ya hubiéramos perdido la fe en la virilidad de los nicaragüenses y en su patriotismo, y si creyéramos dignos de compasión a los pueblos que no saben redimirse por sí solos, con toda el alma pediríamos al mundo compasión para Nicaragua, misericordia para esa tierra infeliz azotad por la inclemencia de los hombres y por la cólera del cielo!

San Salvador, junio de 1904.

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DE LA LECCIÓN QUE HAN DADO LAS HIJAS DEL DR. MADRIZ*

Por Juan del Camino

= Colaboración. Costa Rica y noviembre de 1937 =

         Si nuestras escuelas y colegios no atravesaran por este período de ruina que quiere convertir a hombres y mujeres en será apabullados, la protesta de las hijas del doctor José Madriz no habría caído en el vacío. Habría sido explicada por maestros y profesores, serenamente, destacándose como pieza digna de figurar esculpida a la entrada de todos los centros de enseñanza. Pero ahora la improvisación que sólo se acompaña del miedo, que no tiene rumbo alguno, que vive al acecho de la oportunidad para el medro político, es la que gobierna escuelas y colegios. Y silencia y apaga el espíritu cívico. Quiere imponer el cortesanismo que envilece a hombres y mujeres. Quiere formar rebaños para que sean balidos y no gritos de protesta lo que el país oiga por todos lados. La consigna es el racero que uniforme y parta cabezas que sobresalgan. Nada más. Mutilar generaciones para formar una nación descastada.

         Por eso la protesta viva de las hijas de don José Madriz no pasará del papel que la imprimió, acogida por hombres empeñados en despertar conciencia. Don José Madriz es nicaragüense de los limpios. Porque hay también nicaragüense encenagados a los que el imperialismo yanqui usa para sus fechorías. Las hijas de don José Madriz dicen que ahora Nicaragua está llena de esa casta y no quieren que los restos de su padre reciban la profanación entrando a Nicaragua. México los guarda y ellos están ennoblecidos. La gran nación mexicana es digna de custodiar los restos de este honrado centroamericano que murió en ella cuando el imperialismo yanqui armó al nicaragüense para deshacerse del presidente que le estorbaba en sus planes de conquista. Las hijas han pensado que en México pueden quedar los restos de su padre y si algún día Nicaragua los reclama, será cuando Nicaragua libre de constabularios, no sea macilla para el hijo decoroso. Por ahora que descansen en suelo mexicano, honrados, recibiendo el resplandor de un pueblo que nace a una civilización grande.

         No quieren las hijas del nicaragüense que fue echado del Gobierno por la intromisión de las milicias del imperialismo yanqui, que los títeres de ese mismo imperialismo preparen la farsa del regreso con honores póstumos. Con lo cual afirman el temple de dignidad que animó la vida de su padre. El doctor Madriz quiso redimir a Nicaragua, quiso limpiarla de tantos descastados que la pudren y la han vuelto factoría del imperialismo yanqui. Lo mismo quiso hacer Sandino  y el destino lo cegó para malograrle su obra. El doctor Madriz fue de mejor estrella y jamás olvidó su puesto de combatiente. Sandino fue arrollado por el satanismo que ha hecho de Nicaragua nación de tantas desgracias. El doctor Madriz  murió con el resplandor en la frente.

         Por eso sus hijas, que reciben la iluminación, siguen el rumbo de dignidad No olvidan lo que el padre hizo por Nicaragua y como todavía está por hacer la obra, lo recuerdan airadas a estos pueblos mal gobernados. El imperialismo yanqui es en todos el amo descarado o encubierto. En todos manda con las milicias o sin ellas, pero manda sin discusiones. Entregan lo que el imperialismo necesita para la expansión incontrolada. Cuando no quieren entregarlo porque tienen hombres vigilantes que los defienden y los guían entonces las milicias hacen lo que hicieron con el doctor Madriz. Y se entronizan las satrapías como sistema de gobierno con el que el imperialismo se entiende mejor. Hablamos de Centro América y decimos que en cuatro secciones de ella gobiernan satrapías con las cuales el imperialismo yanqui trata desde hace años lo que su expansión va necesitando. El doctor Madriz no podía ser sátrapa y el imperialismo lo adivinó.

         Ahora disputan Honduras y Nicaragua por cuestiones de límites  y para que no fueran a la guerra, se convino en el Departamento de Estado yanqui que mediaran él, Costa Rica y Venezuela. Ya Nicaragua, olvidándose de que es el imperialismo yanqui el dueño de sus destinos, había tendido la mano a la Liga de las Naciones. Acusó a Honduras de nación agresora. La Liga no se dio prisa para enterarse de qué lado venía la llamada. Entonces el Departamento de Estado medió y organizó lo que vemos hoy en Costa Rica con el nombre de conferencias de la Comisión mediadora. Se han dicho muchos discursos, se han libado muchas copas, se han escrito millares de frases vacías. El escenario debe lucir para dar la impresión de que los delegados vienen a deliberar. Interesa al Departamento de Estado lo teatral en todas las conferencias panamericanizadas. Deja que se hable y se diga con vehemencia o sin ella Los delegados tiene libertad de hablar sin que trascienda al público el debate. Pero no pasa de allí el poder resolutivo de los pomposos representantes de nuestros gobiernos.

         El Departamento de Estado hizo reunirse a los delegados de Honduras y Nicaragua en esta conferencia panamericanizada nada más que para imponer su solución. No va el Departamento de Estado a llegar a una conferencia sin solución convenida. Honduras y Nicaragua tendrán que aceptar el plan de arreglo que el Delegado yanqui defina. Y ese plan viene del Departamento de Estado. Nuestros gobiernos son vasallos del imperialismo yanqui. De suerte que si riñen y van a la Liga de las Naciones a pedir justicia, el amo yanqui los trae al redil. Son una cadena de factura yanqui.

         Cuando algún centroamericano ha querido romper esa cadena lo que ha hechos es desatar la persecución yanqui. El recuerdo del doctor Madriz llega cuando el Departamento de Estado ha preparado la farsa para arreglar las diferencias limítrofes de dos naciones. Es un recuerdo provechoso y los que como las hijas del gran nicaragüense, no quieran dejarse envilecer, por el ambiente corrompido, tienen que hablar claro y tienen que sacudir duro el látigo. Es decir, tienen que volverse rebeldes. Lo que nuestros medios piden desde hace mucho tiempo es la sumisión completa. Lo más terrible es que el estado mental ya ha sido llevado a las escuelas y colegios.

         Ahora se honra al que daña al país con la misma inconsciencia con que se proclama al que lo ha defendido. Los constabularios de Nicaragua quisieron desenterrar las cenizas del docto Madriz, que había luchado por libertar a su nación de la conquista del imperialismo yanqui. Los constabularios son instrumentos ciegos de ese imperialismo. Y querían apropiarse de las cenizas del nicaragüense que combatió al conquistador. Las sintieron despojos. Las vieron sin vida. Las juzgaron juguete de sus infamias Bien podían hacerlas desenterrar de un suelo que honran gobernantes de honor.  Para pasearlas en medio de las armas sostenidas por constabularios de hechura yanqui. Es pura inconsciencia. Por eso la lección de las hijas del doctor Madriz es realmente ejemplar. Ellas pudieron haber guardado silencio. Pudieron también haberse aprovechado de la farándula y haber medrado. La farándula oficial es siempre pomposa y atrae a los débiles. Pero estas hijas son fuertes y la sangre de sus venas les viene de un varón de los grandes. Han vivido sus principios de honor y no los quebró el afán constabulario empeñado en acabar con el recuerdo limpio del nicaragüense desaparecido.

         Muchos comentarios habrían hecho maestros y profesores si en colegios y escuelas hubiera sido posible, la lectura de la protesta de estas dos mujeres valerosas. Pero las cosas van por rumbos de descrédito. Se honra al que daña al país en sus fuerzas vitales y se degrada al que muestra rasgos varoniles. El propósito es acobardar, imponer un racero miserable para todas las generaciones. Necesitan poblaciones uniformes. Las necesita el imperialismo yanqui y las necesitan los servidores de esa fuerza de conquista.

         No dejemos que el vacío devore la protesta de las hijas del doctor Madriz. Recojámosla y difundámosla. Los gobiernos preparan escenarios para conferencias en donde al final tendrá que acogerse la solución del Departamento de Estado. Los pueblos deben preparar el ambiente de repudio contra esas farsas. No dejando morir el recuerdo de los luchadores honrados trabajamos para el futuro. En el futuro está nuestra redención.

*Repertorio Americano. Semanario de Cultura Hispánica. Tomo XXXIV. San José, Costa Rica. 1937 Sábado 6 de Noviembre. Núm. 17. Año XIX. No. 825. Págs. 271 – 272.  Editor: José García Monge.

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CÓMO CONOCÍ LA PERSONALIDAD DE JOSÉ MADRIZ: AQUÍ ESTÁ UN NICARAGÜENSE A SU LADO”
Por: Juan García Castillo
El Centroamericano. León, 19 de julio de 1967.
Recuerdo cómo y  cuando vi pro primera vez la personalidad del Doctor José Madriz, en los últimos años de la administración del general Zelaya. El eminente estadista, había sido electo Magistrado a la Corte Suprema de Justicia Centroamericana, con sede en Cartago, Costa Rica y tenía que cumplir con el requisito de la toma de posesión y ser juramentado ante la Corte Suprema de Justicia de Nicaragua, junto con su suplente, que si mal no recuerdo era el Doctor Modesto Barrios, ambos líderes de la revolución del 96 y exilados por muchísimos años, hasta el retorno a la Patria, con motivo de la designación para tan altos cargos.
El alto Tribunal de Justicia nicaragüense, quedaba cercano a la casa donde yo vivía con mis abuelos, una casa que todavía existe, frente al  edificio de “La Prensa”, en ese entones propiedad y residencia del Magistrado Doctor Tiburcio G. Bonilla.
Fue un día de la semana por la tarde, que iba a tener lugar la ceremonia y deseoso de conocer al Doctor Madriz, acudí en plena juventud, logrando colarme entre la concurrencia. Al Doctor Barrios, ya lo conocía, pues fui su alumno de Literatura en el Instituto Nacional Central.
Subió a la tribuna el Doctor Madriz, de baja estatura, pero de presencia personal que imponía respeto y principió a pronunciar su discurso de aceptación y de satisfacción por el retorno a la Patria. Su personalidad se iba agrandando ante mi admiración de adolescente, que nunca había oído el verbo magnífico de un trino de la talla del después Gobernante de Nicaragua.
Su discurso circuló entre la concurrencia en folleto, que con el correr de los años se me extravió y no recuerdo siquiera uno o dos de sus pasajes, que aprendí de memoria, por la belleza del concepto.
Así conocí por primera vez al Doctor Madriz, por ese motivo estuve frente a la eminente figura del después Presidente de Nicaragua y rememoro, que leí y releí su bello discurso, aumentando más mi devoción por el eminente hombre público, que volvía a la Patria, emocionado, después de largo exilio, donde su pluma brillante como su palabra fustigó la actuación del entonces Presidente, General Zelaya.
AQUÍ ESTÁ EL NICARAGÜENSE A SU LADO
Escrito lo anterior, mi muy estimado amigo, el escritor J. Ramón Pineda, me ha relatado un gesto noble y patriótico del Dr. Madriz, que me apresuro a publicar.
Eran los días de 1907, cuyo régimen había atacado duramente, como he dicho, el Doctor Madriz envió al entonces Presidente de Nicaragua el siguiente mensaje:
--“José Madriz es enemigo de José Santos Zelaya, pero como ahora se trata de defender a Nicaragua, aquí está el nicaragüense en su lado”.
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SALIDA DE MANAGUA DEL DOCTOR MADRIZ
Por Juan García Castillo
En: El Centroamericano. León, 17 de junio de 1967.
Cuando en Managua se tuvo la certeza de que la avanzada del ejército de la revolución, encabezada por el General Juan José Estrada, estaba en las proximidades de la capital, cundieron el terror y el desorden entre los amigos del régimen que presidía el doctor Madriz y una jubilosa y cautelosa alegría entre los simpatizadores de los victoriosos.
Los altos funcionarios del régimen que bamboleaba, se agolpaban desde las primeras horas de la mañana en las oficinas de Tesorería General, instalada en ese entonces, en un edificio de un solo piso, anexo al Palacio Nacional y que estaba situado en la esquina suroeste, formando diagonal con el hoy inexistente jardín del viejo Gran Hotel. También había movimiento en el aledaño Banco de Londres, cuya gerencia servía entonces, el caballero don Albeto J. Martin, de nacionalidad inglesa y  casado con una hermana de don Alcibíades Fuentes hijo, bella dama nicaragüense.
LOS VISITANTES SE PROVEÍAN DE DÓLARES
Los que llegaban a la Tesorería llevaban en la mano una “ministerial” y en la otra uno o varios sacos de harina o de bramante. Poco después salían con esos sacos repletos de billetes. Los carruajes cuya para habitual, era en el Gran Hotel, no daban abasto a las solicitudes de transporte. Muchos no esperaban el vehículo y  salían a pie con el saco a cuestas. Había prisa por abandonar Managua.
“SOBRANTITO” QUE DEJA EL DOCTOR BORJA
Los altos funcionario del régimen que llegaba a su ocaso, estaban poseídos de una notoria febril actividad y ansiedad. Acerté a pasar por la residencia de los doctores Enrique Córdoba y Enrique Borja de nacionalidad salvadoreña. Ambos servían los cargos de Secretarios Privados del Presidente Doctor Madriz. De la misma nacionalidad era la esposa del gobernante, doña Hortensia Cobos.
El Doctor Borja, servía además la cátedra de Literatura en el Instituto Nacional Central, cuyo edificio estaba en un extenso solar, cercano donde estuvo “Flecha”, y cuyo penúltimo dueño fue o es el Doctor Guillermo Sevilla Sacasa. Yo era uno de los alumnos del Doctor Borja en esa asignatura.
Cuando penetró en la plaza de los dos Enriques, situada al oriente, aledaña a la casa en ese entonces, propiedad de don Adán Sáenz y que después fue asiento de la Recaudación General de Aduanas, el Doctor Borja empacaba sus efectos personales. Asombrado me quedé, cuando, además de la ropa, introducía en varias valijas abiertas, paquetes y paquetes de billetes, que extraía de dos sacos. Yo ayude a la operación de acomodarlos. Me temblaban las manos al contacto con semejante “platatal”. El Doctor Borja sorprendió, en algún gesto mío, además de mí asombro, el deseo de ser dueño de tanto dinero y cuando varios paquetes no cupieron en la valija, me dijo:
--“Le regalo eso”.-
Un coche esperaba en la puerta. Yo no quería creer, pero el Doctor Borja, repitió: Tome eso, se lo regalo.
Entre cinco y media y seis había un tráfico intenso en las calles que conducían a la estación de ferrocarril y a la Escuela de Artes. Fugitivos que iban a tomar el tren en que se iba el Presidente José Madriz. El mandatario tomó el convoy en la propia estación y muchos otros amigos suyos esperaron el pase del tren por la Escuela de Aretes, para abordarlo.
En el Parque Central seguían aglomerados los soldados derrotados por la revolución, casi todos de Occidente. Disparaban sus armas, que no habían entregado, desesperados porque les pusieran a su orden un tren, que los llevara a sus hogares. Las armas las entregarían cuando estuviera listo el convoy ferroviario.
LOS PRESOS POLÍTICOS
Mientras eso ocurría, en la casa de la entonces señorita Angélica Martínez hoy esposa de don Gustavo Uriarte, cerca de la pieza donde habían residido durante su permanencia en Nicaragua, los doctores Borja y Córdoba, estaban los adversarios del Doctor Madriz, que habían estado presos por varios meses en la Penitenciaría, edificio de torturas que se levantaba donde hoy está el Estadio Nacional.
Los prisioneros políticos habían recobrado su libertad, al saber del inminente triunfo total de la revolución y ante el desconcierto de los jefes del Penal  y la guarnición, en un momento oportuno y grande fue la sorpresa de las gentes de la capital, cuando vieron en las calles grupos compactos de hombres barbados, con sus maletas al hombro, caminando por la vías rumbo a determinadas casas, sin que nadie los molestara. Eran los reos políticos que volvían a gozar de libertad.
La mayoría de ellos se alojaron en la casa de la entonces señorita Martínez. Hablaban en voz alta, jubilosos, con la euforia de verse libres, mientras los derrotados soldados del Parque Central seguían disparando sus fusiles. Se oía el silbar de las balas.
DOCTOR MADRIZ DEJÓ ABANDONADA UNA VALIJA CON DINERO
El Presidente Madriz, su familia y sus íntimos a eso de las seis de la tarde o un poco antes, salieron del Campo de Marte, con todo su equipaje, para abordar el tren que debía llevarlos a Corinto.
El equipaje personal del Doctor Madriz, lo llevaba en un carruaje el entonces auriga, de apellido Paniagua y apodado “Rasguete”. Ya en la estación la ansiedad de partir cuanto antes, como porque llegaban los primeros contingentes de los soldados vencedores, apresuró la salida del convoy.
En el carruaje de “Rasguete”, quedó una valija, llena de dinero, según me lo han contado varios de los que estaban presentes en el momento preciso de decir el adió postrero al gobernante que los había favorecido. No sé si “Rasguete”, se dio cuenta o no, pero lo cierto es que cuando todo quedó en silencio, ni había aparecido el dueño de la valija, ni la valija había desaparecido del coche de “Rasguete”. Años más tarde, este señor apareció con un próspero negocio, sin que yo me atreva a asegurar nada contra la honorabilidad del mencionado auriga, pero los comentarios en aquella época fueron muchos, bastante desfavorables para el aludido.
RUMBO A CORINTO
Ya oscureciendo, salió el tren que llevaba al gobernante, a su familia y a sus amigos hacia Corinto, donde tomarían el barco que los llevaría al exilio. Los disparos de rifle seguían rubricando la partida.
Muchos jóvenes liberales acompañaron al Doctor Madriz y muchos de ellos no retornaron a la Patria.
Los viajeros procedieron, en el puerto, a cambiar los billetes por dólares. El cambio subió vertiginosamente y creo que llegó hasta el dos mil.
En la capital había muchos rostros compungidos, pero era mayor el número de caras sonrientes, jubilosas. Era el final de un régimen que había durado 18 años y el principio de otro, que duró lo mismo.
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JOSÉ MADRIZ, UN EXPRESIDENTE QUE VUELVE
Por: Hernán Robleto
En: La Noticia, 1 de Octubre de 1965.
El Gobierno de México rendirá honores a los restos de un ex Presidente de Nicaragua, que serán repatriados en estos días.
Se trata del Doctor José Madriz, sobre cuya administración cayó el comienzo de una serie de desventuras para la soberanía de aquella pequeña nación centroamericana. Se sufrían los tiempos del “big stick”, de la Nota Knox y de otras tantas demostraciones de violencia de pate del poderoso, en los albores del Siglo. Lo de Nicargua aconteció en 1910.
José Madriz era una alta figura intelectual en Centroamérica. Jurisconsulto de nota, patriota insigne, descolló como el primer orador de su tiempo. Fue Magistrado en Cortes Internacionales. Su verbo no era el de las arengas, de las barricadas, sino el de los salones con la seda de la reflexión convincente, de la Justicia que camina con pies alados. ¿Qué iba a poder su luminosa palabra contra las fuerzas del mal en el alma de los que dirigían la intervención extranjera y en la de los traidores que sobre las flacas ancas de las migajas iban con ella?
Años de dolor en la sacrificada Nicaragua y también de los espantados vecinos fueron esos. Los hermanos mandaron sus representativos de oposición contra la iniquidad. El Salvador, con quien Madriz estaba ligado familiarmente, fué el que mayor contribución humana y de luces envió a Nicaragua. Altos oficiales y políticos salvadoreños combatieron heroica e inútilmente. Honduras destacó a sus bravos hombres. Costa Rica también dio su contribución de buena voluntad y heorísmo, como la había dado en el 54 contra la invasión filibustera de William Walker. Sólo la sórdida tiranía de Estrada Cabrera en Guatemala apoyó a los interventores; pero héroes guatemaltecos independientes llegaron a la tierra de José Madriz para ofrendar su sangre por una causa noble y centroamericana. Entre otros, los salvadoreños eran Perdomo, Claramont y Cabezas; entre los ticos caían los hermanos Zeledón; Antonio Lara era el rayo en la lucha, guiando una legión de hondureños; enemigos del torvo Estrada Cabrera habían salido a hurtadillas de sus hogares y peleaban en las fuerzas del Doctor Madriz, como el General y Maestro José León Castillo, el General Salvador Toledo, el del mismo grado Isidro Valdez a quien el que estas líneas escribe tocó levantar del campo de batalla, atravesado el rostro por una bala extranjera. Desde luego fue un movimiento a favor de la dignidad centroamericana unida en las incontrastables horas de peligro, como deberán unirse pronto en las del razó y la paz.
José Madriz había recibido la Presidencia por mandato del Congreso Nacional ante la obligada renuncia de José Santos  Zelaya. Este fue otro gran nicaragüense acogido por México en un gesto altísimo que no olvidará la historia. El depuesto gobernante –depuesto por el gran garrote del Norte—hubiera querido dejar en México sus restos; pero siguió hacia España en su lamentable exilio. Murió en New York, después de haber sido reducido a prisión por el poderoso estadounidense en la célebre cárcel de “Las Tumbas”.
Madriz dejó de existir en México, de dolor de patria, mitigado por el fraternal ungüento mexicano. También otro ex Presidente nicaragüense está sepultado en México, esperando el necesario retorno entre laureles cívicos: el Doctor Leonardo Argüello. Sobre su cadáver pesa el convenencierismo de una dictadura de familia, que evita ese regreso. Pero será algún día. Por lo que hace al Doctor Madriz, hoy vuelven sus cenizas, llevándose, desde luego, partículas de tierras mexicanas que han servido de refugio a tantos perseguidos. Al cabo, es la misma tierra desde el Bravo hasta las regiones australes del Continente. Al examinarse cualquier terrón de estas patrias que no debían tener fronteras, se podrá descubrí la misma naturaleza del material con  que se han han construido veinte naciones de idéntico idioma, idéntico origen indohispano, idénticas vicisitudes y una sola esperanza.
Alas metálicas de México, con hombres de México, conducirán los restos del ex Presidente nicaragüense. Madriz se las merece. Su voz trató de dominar la tempestad hace más de medio siglo; pero el fusil extranjero y el odio nativo la apagaron con sus colazos funestos. Aquella era una voz de paz, de fraternidad, de ofrecimientos generosos para los enemigos que llevaban en su entraña el aliento de Caín. Detrás de ello estaba el equivocado poder de la fuerza injusta, de la arrogancia que sólo se sostenía en la masa humana del número y en el efecto de los cañonazos. A Madriz se le llamó “El Presidente blanco”, porque era puro, patriota, inteligente, manso. A haber sido en estos días, pese a las trasgresiones subsistentes, se le hubiera escuchado, porque ya se anuncian solidaridades en un internacionalismo todavía adolescente. Pero de todos modos, el grito de José Madriz repercutiría mejor que en aquellos tiempos de sombra que cubría como un eclipse la soberanía de los pueblos débiles.
Los restos de José Madriz llegarán a Managua por los cielos, desde los del Anáhuac. Les corresponde la excelsitud. El salió entre ronquidos y rezongos de la traición y la invasión. Hoy lo espera la apoteosis del reconocimiento, que no se apaga nunca, aunque resplandezca sobre los muertos.
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JOSÉ MADRIZ Y COBOS

Por: J. Constantino Hernández B. 

En: El Centroamericano, 19 de febrero de 1970.

Allá por el año de 1910. A continuación de la caída de Zelaya, salía hacia el exilio al amparo de una noche tristemente  memorable, al que fuera eximio ciudad ciudadano y exPresidente de la República, por un cortísimo lapso de tiempo. Me refiero al doctor José Madriz. En un tren y bajo una lluvia de balas fratricidas, salió huyendo hacia Corinto este ilustre y connotado hombre público, que le diera tanto brillo a su patria, dentro y allende las fronteras; y en el cual se había cebado toda la saña e incomprensión de un pueblo que, estaba al borde de la anarquía, sacrificando así, las turbas, al ciudadano más puro y de más prestigio de aquella época. En fin, las masas ingratas de ayer, de hoy y de siempre… los mismos que allá en la lejana Jerusalén pidieron la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.

Le hacía compañía, su esposa, sus hijas Hortensia y Mercedes y un niño de apenas un año de edad, y algunos amigos fieles y admiradores del excelso patricio que lo acompañaron, unos hasta el puerto, y otros hasta la República de Méjico, donde lo condujera un barco que puso a sus órdenes el Embajador de aquel hospitalario país. El doctor Madriz salió huyendo de los herodes traidores de su patria, que marcaron sus carnes con el hierro candente de la más oprobiosa de las ignominias, y que les valiera para siempre el tristísimo y merecido cognomento de “vende patria”, los judas, que por un plato de lentejas vendieron en almoneda la soberanía y dignidad de la República.

A los treinta y tres años más o menos de aquél éxodo, y que le causara casi inmediatamente la muerte a tan ilustre ciudadano, llegó a las costas patrias por primera vez, su único hijo varón, José Madriz y Cobos. Un joven en la plenitud de la vida, de mediana estatura, delgado, pero esbelto, de presencia agradable, de amena y fácil palabra, cultísimo y en grado sumo educado. Era el infante de aquél entonces, matamorfoseado ya en hombre, y que era el purísimo ejemplar de su ilustre progenitor, pues tuvo la rara suerte de heredar de su padre, todas las cualidades físicas, morales e intelectuales que adornaron al doctor Madriz, es decir su prestancia personal, su brillante talento, su corazón de oro, sus nobles sentimientos y su admirable don de la palabra.

Lo trajeron a la patria, dulces anhelos sentimentales. Quería conocer a su tía Juanita y demás parientes. La casona solariega de amplio patio, con jardines y frutales que con esmero habían cultivado sus progenitores, y además tratar de terminar sus estudios de Derecho.

Pero, ¡ay todos aquéllos planes e ilusiones de aquel joven que recibiera de Dios tan preciosos dones, se fueron marchitando, desvaneciendo, uno en pos de otro en dolorosa sucesión, como caen los pétalos de una rosa, como se evapora el perfume de su frasco de cristal, como se disipan los dorados celajes en el tramonto. Y aquél joven se fue consumiendo con sus ilusiones y esperanzas en el espejismo de una larga bohemia, que es quizá la que lo debe haber llevado a la tumba. Después de permanecer en Nicaragua, como cinco años, sin poder terminar sus estudios, y atendiendo el llamado de sus hermanas, se regresó a El Salvador. Desde aquel entonces, hasta la fatal noticia  de su muerte, y a pesar de la amistad que nos ligaba, sólo recibimos de él, una carta de Nueva York, donde fuera enviado como representante de “El Diario de Hoy”, a una reunión de periodistas, y la cual la conservamos como una reliquia, por una inmerecida alusión que nos hace, con motivo de una visita que hizo, al Museo Metropolitano de Arte Moderno de aquella gran urbe.

Cuando trajeron a León, las cenizas de su padre, pensamos que él vendría en la comitiva, pero sufrimos una gran desilusión, al saber que por motivos ajenos a su voluntad, no había podido venir, y el abrazo fraterno y fuerte que teníamos para él, se lo dimos a su hijo.
Este mi caro amigo José Madriz y Cobos, vino al mundo capacitado para haber brillado con purísima luz meridiana, como escritor, como jurista, como orador. Natura fue pródiga con él, y el caudal de talento y demás cualidades que recibiera, se esfumaron, bajo un designio inexorable y fatal.

Amigo mío: Profundamente adolorido por tu muerte, hago de los recuerdos de nuestra sincera amistad, un ramo de rosas húmedas, que coloco desde aquí, en la truncada columna de mármol de nuestra tumba.

León, 14 de febrero de 1970.
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LA VERDAD SOBRE UN DESAIRE AL POETA – SOL

Por: Adolfo Calero-Orozco

En: La Prensa, Abril de 1958.

     En su “Autobiografía”,… (1912), nos cuenta Rubén Darío que el gobierno del Dr. José Madriz lo nombró enviado extraordinario y ministro plenipotenciario con misión especial en México, para representar a Nicaragua en las grandes fiestas del centenario del Grito de Dolores. Tal nombramiento, desde luego, fue muy del agrado del poeta, quien aunque nunca había estado en dicho país, tenía ahí muy buenos amigo e innúmeros admiradores.

     Pero, como es sabido, paso del Dr. Madriz por la presidencia fue muy breve y muy agitado desde que recibió el poder de manos del Gral. Zelaya el 21 de diciembre de 1909, en plena Revolución de Octubre y bajo el anonamiento (sic) producido por la Nota Knox hasta su caída el 21 de agosto de 1910. Durante tal período el país se mantuvo en estado de guerra, sus finanzas en condiciones lamentables, y en resumen, todo era confusión y temores. Tan efímera fue la Administración Madriz que habiendo zarpado el 20 de agosto de Saint Nazaire el trasatlántico “La Chanpagne” (sic) en que viajaba Rubén de Francia a México, ya el día 23, mientras tocaba La Coruña, puerto español, pudo el Sr. Enviado Extraordinario leer en los diarios locales las nuevas de la caída del Dr. Madriz y su presuroso viaje a Corinto, en busca de un vapor que lo sacara del país con todo y su apreciable familia.

     Todo esto comprometió mucho la posición diplomática del gran poeta, más en las tertulias de a bordo, otros diplomáticos, algunos miembros de la familia del entonces gobernante de México, Gral. Porfirio Díaz, y hasta un íntimo amigo del mismo, que iban también a las fiestas del centenario, opinaban que la misión de Darío ante el gobierno y pueblo mexicanos era simplemente de cortesía internacional, “y que mi nombre”, —habla Rubén mismo— “que algo es para la tierra en que me tocó nacer, estaba fuera de las pasiones políticas que agitaban en ese momento a Nicaragua”.

     En otras palabras el porta-lira, ingenuo siempre y por mucho tiempo desconcertado del vivir nicaragüense abrigaba la ilusoria esperanza de que su investidura y su misión no serían afectadas por el radical cambio habido en el orden de cosas de su Nicaragua natal. Se frustró esta esperanza, con mucha amargura para Rubén Darío, quien pocos años después, al comentar el episodio y el cambio, inculpa a la nueva Administración de haber suprimido por decreto su misión en México y habla de “la especial incultura de los hombres que acaban de apoderarse del Gobierno”, dura expresión esta que muchas veces le fue enrostrada a quienes llegaron al poder con el Gral. Juan J. Estrada sucediendo los lapsos del mando liberal del Gral. Zelaya –17 años y del Dr. José Madriz, 8 meses—.

     En realidad, lo ocurrido, si bien harto penoso y lamentable, no fue culpa de los hombres que acababan de apoderarse del Gobierno”, Aparte del estado casi caótico en que los revolucionarios de octubre encontraron la administración pública tras larga, cruenta guerra e inevitables cambios fundamentales en todo el engranaje gubernamental, estado que por sí mismo hubiera bastado para que ninguno de los nuevos amos, casi todos militares, se hubiese detenido a pensar en la misión diplomática confiada  unos días antes a Rubén Darío por el gobierno caído; aparte de esto, digo, el poeta mismo en su “Diario” (Obras Completas – Edición de Aguado, S. A.)., cubre del 15 de julio al 11 de septiembre las vicisitudes de su estancamiento en Veracruz, y lugres vecinos, los titubeos y azoramientos de funcionarios del gobierno azteca, el vivo entusiasmo que su presencia en suelo mexicano despertó entre intelectuales y estudiantes, y, en fin, su no-pasada a Ciudad México, donde era esperado con manifestaciones populares, discursos y estandartes. De lo narrado en dicho diario no se desprende ninguna acusación contra el nuevo gobierno de Nicaragua, fuera de la no-respuesta a un cablegrama dirigido por el poeta a “Relaciones” el 2 de septiembre desde la Habana, y el cual textualmente decía: “SALGO MAÑANA PARA VERACRUZ PRONTO ESPERO ÓRDENES PUNTO DARÍO. Cuando tal llegó al nuevo ministro de relaciones exteriores ese despacho estaba todavía en proceso de reorganización. La clave del desaire inferido al Poeta-Sol por el gobierno dictatorial de Porfirio Díaz, –nunca por el noble pueblo mexicano que esperaba a Darío como un profeta—, nos la da una CARTA ABIERTA, fechada “septiembre de 1910” y dirigida al poeta desde México por el entonces joven estudiante don Luis Cabrera, más tarde ministro de hacienda de su país y autor de unas famosas “Reformas Hacendarias”.

     En la mencionada carta, cuyas primeras palabras de saludo “Egregio Poeta”, Cabrera acusa abiertamente al dictador Porfirio Díaz de la embarazosa situación en que os coloca la injusta descortesía de que habéis sido víctima a vuestra llegada” y explica las causas agregando estas precisas palabras: “Por desgracia habéis llegado a un país donde la libertad de palabra está muy mermada y donde treinta años de temor y de sumisión han hecho desaparecer la franqueza social”; y todavía más expresamente:

    “Nuestra Cancillería ha preferido que la creáis ignorante en derecho internacional, antes de dejar adivinar la causa de la conducta seguida con vos”. ¿Y a qué obedecía la conducta seguida con el egregio representante de Nicaragua? El joven intelectual mexicano “ya que está en el camino de las confesiones no se detendrá ante el bochorno de las intimidades” y declara que la Cancillería de Porfirio Díaz, “que nunca se ha distinguido por su entereza de carácter, frente a la Cancillería yanky, al inmolar (a Darío) en aras de su sumición (sic) a Washington” ha preferido el sonrojo y ha desafiado el juicio severo de las cancillerías europeas y sudamericanas “antes de pensar en la mera posibilidad de desagradar al déspota vecino”. Más aún: los representantes norteamericanos no han pedido, ni siquiera han insinuado que se mantenga fuera de C. México al autor de la amonestación a Roosevelt; son los hombres de Porfirio Díaz quienes espontáneamente “se han creído obligados a anticiparse obsequiosamente a los probables deseos” de su s poderosos vecinos.

     Cabe preguntarse, ¿por qué? – Luis Cabrera, en su Carta Abierta, adelanta la respuesta: —“Sois el representante de una nación latina que ha tenido la desgracia de encender la concupiscencia del pueblo anglo-sajón… vuestras credenciales tiene el pecado original de haber sido extendidas por un hombre que dudó de la desinteresada protección que el Imperialismo Americano ha querido prestar a vuestra patria… Vos… por ser el cantor de América, por ser en fin, defensor y guardián de la hermosa lengua de Garcilaso, sois un gran enemigo de la raza anglo-sajona… porque el culto a la libertad y a  la independencia… Por eso el imperialismo anglo-sajón odia a los paladines de nuestra hermosa lengua…”

     De la citada carta he transcrito sólo aquello que me ha parecido más conducente y, desde luego, toda ella abunda en conceptos muy semejantes, que reflejan el rojo-blanco del sentimiento hispanoamericano de aquellos tiempos cuando los chichones del big stick aún eran muy dolorosos y estaba en boga recitar en toda ocasión aquello de “y alumbrando el camino de la fácil conquista la Libertad levanta su antorcha en Nueva York”. Vale la pena consignar que la no-llegada de Rubén a Ciudad México ocasionó disturbios populares, manifestaciones anti-yankistas y una cuasi asonada que culminó con el apedreamiento de la residencia de “Don Porfirio”, como era llamado el decano de los dictadores de su época, una insolencia estudiantil que por primera vez ocurría durante los largos 30 años que el mencionado Don Porfirio rigió los destinos de México como señor de horca y  cuchillo; después vino la revolución y en 1911 el dictador cayó y salió del país; en 1915 moría en Madrid abatido y sin haber vuelto a ver nunca más el sol de Moctezuma.

     De lo que dejo narrado, con techas y citas de indiscutible autoridad, se desprende que las alusiones de Rubén a “los hombres que se apoderaron del Gobierno de Nicaragua, fueron un tanto ligeras y un mucho emotivas; y que si hubiera existido decreto alguno suprimiendo la misión, la gente de Chapultepec no se hubiera andado con tantos ambages.

     Y es ahora del caso observar cómo los tiempos han cambiado. Si Rubén Darío hubiera florecido en nuestros días, en vez de un desaire en México, motivado por las características zalamerías de las dictaduras de la América Española, en solícito obsequio del poderoso a quien temen, Rubén hubiera recibido la agradable visita del Doctor Thomen, culto Agregado Cultural  de la Embajada de los EE. UU., quien tras hablarle de sus poemas y de sus obras, le hubiera extendido cordial y generosamente dotada invitación para un prolongado recorrido por los grandes centros culturales de Norte-América, huésped bien recibido del Departamento de Estado, y el poeta se habría deleitado visitando la morada de Walt Whitman, el del “Canto a Mí Mismo”, y lleno de unción hubiera seguido las huellas dudosas del raro Edgar “Príncipe de los poetas malditos”, y también habría dictado conferencias en las universidades de Harvard y Notre Dame; y Ferdham y Georgetown, frente a las cámaras del Pathé News y junto a los micrófonos de la C. B. S., le entregaran el pergamino de Doctor Honoris Causa, y en el Mayflower de Washington el Vice-presidente y Mrs. Nixon le ofrecieran suntuosa recepción, amén de las muy fraternales dadas en honor suyo por las embajadas de España, Chile y Argentina; y el Embajador Sevilla Sacasa se hubiera retratado con él en el pórtico de la Pan American Union, y en N. York, (Rubén hubiera sido más feliz que un niño con un sobresaliente, su alojamiento fuera del Royal Suite del Waldorf Astoria “celebrando su victoria el dinero y el amor”, como lo cantara él mismo, con cierto dejo de nostalgia muy fácil de comprender en Rubén Darío.

                                          ADOLFO CALERO-OROZCO
                                                           Abril, 1958.
Nota: Sea reconocido el debido crédito a mi buen amigo don Humberto Torres Molina quien siendo poseedor de una copia fotostática.

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