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De EPV h., editor y redactor del Blogspot:
Nada más inexacto pudo haber escrito un imprudente y entrometido colaborador de páginas de opinión, sobre asuntos de mucho cuidado histórico: “Presidente
José Madriz digno sucesor del general Zelaya”. En lo que a él concierne sí, digno,
sin resquicios de duda; pero jamás fue relevo de la dictadura encabezada por
José Santos Zelaya, a la cual fustigó y adversó con denuedo.
La presente entrega
histórica está conformada por abundantes páginas de diversos trabajos,
concatenados por el mismo personaje central; expuesto desde diversos momentos de esa singular progenitura política, pero siempre en primera persona y desde muchos
ángulos de la actuación pública.
Debido a la importancia de construir un esbozo orientado
hacia un pretendido cuerpo histórico coherente, en esta “dosis” contra el
diluido histórico, será posible conocer el corpus ideológico de Madriz a través
de dos folletos titulados: POR NICARAGUA, publicados en Santa
Tecla (El Salvador) en Junio de 1904; textos ejemplificantes cuyo antecedente
lo constituye la misiva enviada al hombre del mostachón en 1884.
Fue
incorporado al gobierno de Zelaya, desde diciembre de 1889 ocupó la Subsecretaría
de Gobernación y en octubre del 93, la Secretaría de Relaciones Exteriores e
Instrucción Pública. Tres años después pasó a las armas en contra de Zelaya,
junto a Anastasio Ortiz, Benito
Chavarría, Francisco Baca hijo, Paulino Godoy. La fracasada intentona lo obligó
a exiliarse en El Salvador, donde vivió y trabajó como abogado.
En más de una ocasión hemos visto escrito el nombre del exPresidente
Madriz unido al apellido Cobos por una conjunción copulativa: José Madriz y
Cobos. Así solía escribirlo el periodista José Constantino Hernández B., amigo
generacional de este Presidente que corrió con la misma suerte de otros tantos,
en esta Nicaragua de convulsas definiciones. Hernández escribió un artículo
publicado en 1970, en El Centroamericano, de León.
El apellido Cobos le era adicionado en virtud de estar
ligado por matrimonio con la señora Hortensia Cobos, oriunda de El Salvador. Así lo rememoró Juan
García Castillo, con episodios traídos a la memoria desde el desempeño
periodístico. García Castillo forma parte de esta convocatoria de recuerdos,
con dos artículos publicado en Junio de 1967: Cómo conocí la personalidad de
José Madriz: aquí está un nicaragüense a su lado”; y luego, “Salida de Managua del doctor Madriz.
Debo
advertir sobre el contenido de hechos estremecedores, aportados por García Castillo en la “salida” abrupta rodeada
de actos imponderables. De forma inevitable nos impone examinar, reconocer con
detenimiento; pero estamos impuestos de incluirlo por constituir el único
testimonio de esas carreras en el abandono del poder.
El primer intento por repatriar los restos mortales de Madriz
está expuesto en el artículo:
De la lección que han dado las hijas del
Dr. Madriz, escrito bajo el seudónimo “Juan del Camino, en la revista Repertorio Americano. Semanario de
Cultura Hispánica. Costa Rica. 1937. Ese regreso sólo pudo ocurrir en el
gobierno del doctor René Schick. En aquellos preparativos, las páginas de los
periódicos fueron colmadas por diversos artículos, entre esos hemos incluid el de
Hernán Robleto, publicado en el diario La Noticia, octubre de 1965: José
Madriz, un exPresidente que vuelve.
Y,
no podía faltar el abordaje del Gobierno presidido por Madriz ante las
circunstancias de Rubén Darío investido diplomático; esa aclaración-defensa la
dejamos en la pluma de don Adolfo Calero-Orozco, con el artículo: “La verdad
sobre un desaire al Poeta-Sol”, publicado en Abril de 1958.
Durante el gobierno del doctor Carlos Brenes Jarquín, la
División Política Administrativa de nuestro territorio honró la memoria de José
Madriz, al otorgarle el apellido a un Departamento del norte. Fue decretado por
la Cámara de Diputados y, la del Senado, en agosto de 1936.
Madriz falleció en México; país donde fue honrado en toda la dimensión humana, como estadista y doctrinario liberal.
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PRÓLOGO
Del primer folleto POR NICARAGUA, publicado en Santa Tecla (El Salvador) en 1904.*
Por: José Madriz
Este folleto,
escrito a principios de noviembre próximo pasado, no se publica hasta ahora, por razones que no es del caso
dar a conocer.
Lo he escrito,
para que todos vean en ese cuadro las miserias de Nicaragua. Particularmente lo
recomiendo a la juventud de Centro América, a esa nueva generación educada en
ideas de progreso y sentimientos de libertad, que se encuentra agrupada a las
puertas del templo de la Patria, pidiendo el puesto que le corresponde en el santuario.
Que no ves con indiferencia la suerte de un pueblo hermano: Que fulmine los
rayos de su justicia en ese duelo a muerte entre la libertad y el despotismo.
Recuerde lo que dijo Lamartine: “Un pueblo solo no puede ser ni enteramente
libre ni impunemente esclavo: todo, al fin, tiende a equilibrarse y a
igualarse”… Aquel pantano, formado al pie de la colina de Managua, puede
apestar con sus miasmas la parte sana de Centro América!
La simple
lectura del folleto me librará del cargo que podría dirigírseme por agitar
fuertemente estas cuestiones de política doméstica, cuando tanto interesa
mantener la paz y la unión, para contener los avances de un enemigo que viene a
marchas forzadas sobre nosotros. Precisamente, por la inminencia de ese peligro
he tomado la pluma en la mano. Zelaya está vendiendo a Nicaragua, entregándola
materialmente a los yanquis; y es indispensable que esa traición no se consume
en el silencio.
Por otra
parte, no es la oposición, sino el mal gobierno, lo que debilita a los países y
los pone en peligro de caer en manos extrajeras. El mal gobierno derrocha los
caudales públicos y hunde al pueblo en la miseria, prostituye a los empleados,
degrada a las Asambleas, desorganiza la Administración del Estado, poniéndola
en manos de la ineptitud, hace de la política un oficio propio de espías y
sayones, corrompe los caracteres con la dádiva o por el temor, enseña a los
hombres a quebrantar las leyes con el mal ejemplo de su violación, y mata el
espíritu nacional infundiendo el desaliento en el corazón ciudadano, y haciendo
germinar en él un sentimiento de indiferencia, y quizás de desprecio, por una Patria que no es
madre sino verdugo de sus hijos.
Un pueblo
envilecido por un hombre está bien educado para ser esclavo de otro pueblo más
fuerte. La revolución más cruenta no hace el daño que un gobierno tiránico y
desorganizador. El déspota prepara la humillación de su Patria ante las águilas
conquistadoras: es Dalila que corta traidoramente el cabello de Sansón. Prusia
no tuvo mejor aliado en su guerra contra Francia que Napoleón III, ni los
yanquis encontrarán otro mejor Zelaya en Centro América.
Los hijos de
Nicaragua nunca tendremos verdadera Patria mientras vivamos bajo la presión de
ese despotismo asiático, que nos deshonra y aniquila, que nos agarrota primero,
pera vendernos después en los mercados de la esclavitud… ¡Estamos en Bizancio!
Luego si queremos fundar una nación digna de ese nombre, nuestro primer paso
debe ser crear un buen gobierno, que armonice sus intereses con los de la
sociedad que dirige; hace que nuestra unidad, meramente material y de
territorio, se convierta en unidad moral, en unidad de cultura para todos los
fines humanos; sacar esa nuestra política enrevesada y rutinaria de los moldes
de Maquiavelo; transformar en hombre al que hoy es paria; decirle al pueblo,
decirle a ese Lázaro que duerme en el sepulcro: “levántate y anda;” y encender
en el limbo de nuestra vida política la antorcha de la justicia que reanimará
con su luz nuestras esperanzas casi muertas.
En esa tregua
forzada de la conciencia, no perdamos ni la fe en el porvenir ni la confianza
en nosotros mismos. Sea nuestra consigna la de aquel grande emperador romano: laboremus. Sí, trabajemos sin descanso.
¿Qué importa que la noche nos envuelva, ni que un aire glacial de desaliento
azote nuestras frentes y casi paralice nuestros miembros ateridos? La luz para
alumbrar el camino está en la mente: el fuego de la vida lo llevamos en el corazón…
¡Adelante!
Conclusión
Los verdaderos
liberales de Nicaragua, los que hemos sabido luchar por la causa del derecho y
sellar nuestra profesión de fe política con las penalidades de cerca de ocho
años de expatriación, no podemos aceptar –lo repetimos— que el liberalismo sea
tal como Zelaya y sus seides lo practican; ni queremos ser cómplices, con
nuestro silencio, de los abusos que deshonran cada día más ese gobierno
detestable.
Nuestro
liberalismo es otro. Aspiramos a establecer en Nicaragua –en cuanto sea
compatible con nuestro presente estado social— un gobierno de leyes, de orden y
de justa reparación de las ofensas que han inferido al derecho los que hoy lo
ultrajan y escarnecen. Aspiramos a elevar la dignidad de esa humilde rama de
nuestra raza, para ver si es posible, como lo creemos, fundar con ella una
democracia digna de ese nombre. Sin rechazar las corrientes de progreso que
vienen del mundo civilizado, queremos autonomía, vida propia, cultura nacional,
no conquista ni absorción, sinónimas de esclavitud. En fin, queremos legar a la
posteridad –convertidos en hechos— a costa de los trabajos de esta generación
bastante desgraciada, los que han sido siempre ideales de nuestra vida
política: La Patria, la República, la Libertad.
San Salvador,
noviembre de 1903.
PRÓLOGO
Del segundo folleto
POR NICARAGUA, publicado en Santa Tecla (El Salvador) en 1904
Por: José Madriz
El nº 1270 de El Comercio de Managua trae una palabra que
nos dirige Zelaya. La hemos escuchado y vamos a contestarla.
Con motivo de haber él pagado un
subsidio de $ 10.000 decretado a favor del Hospital de Chinandega por la
Asamblea de 1895, la Junta de Beneficencia de aquella ciudad acordó: Declararle
benefactor del Hospital y ofrecerle una medalla de oro significativa del
reconocimiento de la Junta.
¡Medalla de oro porque cumplió
una ley nueve años después de su fecha! ¡Medalla de oro al que da a los pobres
$ 10.000 de los fondos públicos y en billetes depreciados del Tesoro nacional,
después de haber arrebatado al sudor del pueblo, no en billetes, sino en otro
puro, unos cuantos millones de pesos! Por ese camino, digno sería también la
medalla quien, habiendo usurpado la hacienda de otro hasta dejarle mendigo, le
diera después una limosna para su sustento.
Zelaya, en su respuesta que
publica el periódico, al rendir las gracias a la Junta, le dice que su
reconocimiento es tanto mayor cuanto que aquella muestra de gratitud le viene
en los momentos en que “ciegos opositores” de la Administración que preside “publican folletos injuriosos
negándole todo sentimiento levantado y toda iniciativa filantrópica”.
Uno de los folletos de que él
habla es el mío, Por Nicaragua.
No ocultaré mi satisfacción por
el reproche de “ciego” que me dirige Zelaya. Mis palabras le han tocado el
corazón. Desgraciadamente ha sido para despertar en él rencores y no
arrepentimiento. La semilla del bien no ha podido en germinar en la roca.
Dice Montaigne que la vanidad y
la estupidez humana marchan a la par. ¿Quién podrá, en consecuencia, ser más
“ciego” que el que ha llegado al pináculo de la vanidad, el que suda por todos
los poros la soberbia? Zelaya se cree el
hombre indispensable para Nicaragua, el predestinado para Centro América, el
Reformador, el Regenerador de la República, el que descollará entre los hombres
de la historia patria como el ciprés entre arbustos. De sus labios ha salido en
público la afirmación de que es el primer gobernante de Hispano-América. A cada
instante se goza, como un dios olímpico,
libando el néctar de la adulación que la Vileza le sirve en copa de oro, filtro
ponzoñoso que ha trastornado su mente y oscurecido su conciencia.
Nosotros no estamos en igual
situación. Si la prensa se acuerda de nosotros, casi siempre es para
ofendernos. Somos árbol caído, y no poco trabajo nos ha costado impedir que se
nos haga leña.
Dando otra forma al pensamiento
de Montaine podemos decir: La humildad y el buen juicio marchan a la par. Como nosotros somos los humildes seguramente
estamos más cerca de la razón.
Sí, Zelaya es el que vive en las
tinieblas. La catarata de los ojos de su alma es demasiado espesa para que vea
la luz de la verdad. Tiene ojos y no ve, tiene oídos y no oye, tiene corazón y
no entiende, como dice de los malos la Escritura. Guía ciego, va por el camino
de la perdición arrastrando míseramente a su Patria.
Si no, dígasenos ¿qué representa
Zelaya en Nicaragua?
¿El orden? Lo ha habido, y muy
acentuado, antes de su Gobierno, en virtud de los instintos pacíficos del país;
precisamente en la época en que él era revoltoso de oficio y hasta dinamitero.
A la inversa, el orden que nace de la tranquilidad pública, del bienestar
general, nunca se verá restablecido en Nicaragua, mientras tenga el poder esa
mano que todo lo ha trastornado y revuelto.
¿La legitimidad? Ya hemos
demostrado hasta de sobra que Zelaya se mantiene en el poder por la usurpación.
¿La libertad? ¡Sarcasmo! Una
férrea dictadura militar y el hacha de un despotismo cruel, inverecundo y
sanguinario son las libertades de la República.
¿El homenaje debido a la
justicia? Con escándalo acaba Centro América de ver a los Magistrados de la
Corte Suprema de Justicia marchar como reos políticos a la Penitenciaría, por
orden verbal del Presidente de la República, en castigo de haber fallado un juicio
civil en sentido contrario a los deseos del autócrata.
¿El progreso económico del
Estado? Un déficit enorme en el presupuesto, un billete nacional exageradamente
depreciado y la pobreza general, que es angustiosa, acusan una pésima situación
económica.
¿La honradez administrativa? Ahí
está él con sus seis millones de pesos en oro, fruto del sudor del pueblo,
mientras éste languidece en la miseria; ahí están todos sus paniaguados
eructando riquezas mal habidas.
¿La Unión del partido liberal?
Jamás se verá éste unido mientras esté Zelaya en el poder; él es el único
obstáculo para la reconciliación de los liberales nicaragüenses.
¿El honor del liberalismo? En
manos de Zelaya el liberalismo aparece como sinónimo de concusión, de violencia
brutal y de sórdida impudicia.
¿El progreso moral de nuestra
sociedad? De aquella Caja de Pandora, henchida de inhumanidad, de soberbia, de
codicia, de odio al prójimo a quien ora se mata, ora se prostituye, no pueden
irradiar las luces de la virtud.
¿Cuál es, entonces, el fin
social, moral o político que está cumpliendo Zelaya? Ninguno. Está mandando,
nada más que por mandar y enriquecerse. Su yo, que él ha convertido en
divinidad; lo es todo. La satiriasis del poder, como dijo ha poco un buen
escritor, ha tomado en Zelaya proporciones de locura.
Si ese hombre no estuviera tan
“ciego”, si el patriotismo no fuera un cadáver hecho polvo en el sepulcro de su
corazón, oiría nuestras palabras que, aunque duras, no son inspiradas por el
odio, sino por la justicia; se conformaría con lo que ha mandado, con las
cuantiosas riquezas que ha adquirido, como “empresario de la miseria pública,”
(*) como hacedor de pordioseros, como traficante de hambres y desnudeces y
dejaría lugar a hombres honrados, capaces de trabajar con abnegación y pureza
por la felicidad de su patria. Vería que la oposición a su Gobierno representa
más de las nueve décimas partes del país, movidas por el deseo de la salvación
pública; y que esa oposición no abandonará su actitud mientras él esté en el
poder, por más que su mano atice la hoguera de las persecuciones o derrames
copiosamente la sangre de sus enemigos. Vería, en fin, que en el resto de
Centro América –excepción hecha de los que están pendientes de sus ofertas para
fines no pacíficos— generalmente se le detesta, se la abomina, porque sería
preciso que estos pueblos hubiesen perdido todo sentimiento generoso, toda
nación de altruismo y de honor bien entendido, para que no sintieran dolor y
vergüenza por los infames ultrajes que él ha inferido a la humanidad, con
oprobio del nombre centroamericano.
¡Ah! Si Zelaya no estuviera
incurablemente “ciego”, le pondría término voluntario a tan “horrible
situación”. No seguiría engordándose a expensas de los infelices a quienes
arrebata de la boca, por todos los medios imaginables, las migajas con que se
alimentan. No esperaría arrancar más sangre al corazón de su pueblo, ni más
lágrimas a los ojos de viudas y huérfanos, ni más gemidos de miseria a los
desgraciados que no tienen pan.
Pero no será así.
Hoy en día Zelaya –cacique rapaz,
como llama el argentino Bunge a Guzmán Blanco— no persigue más ideal que
enriquecerse sin medida. El oro es la única divinidad que venera, la imagen
milagrosa ante quien se prosterna reverente.
Y seguirá, como un segador de
vidas, cumpliendo, por negocio, su tarea destructora! Y no hará cuenta de una
libra de sangre humana, con tal que le produzca una libra esterlina!
¡Caín que matas por avaricia!
Algún día te preguntará la voz de Dios ¿qué has hechos de tus hermanos? ¿Qué
has hecho de tu Patria?
LA VENTA DE NICARAGUA
Último capítulo del segundo folleto
88. Acusamos a Zelaya de estar
entregando su país a gentes extrañas. Sordo se ha hecho a nuestras palabras.
Aparenta no comprender la gravedad de su conducta, ni la necesidad en que está
de justificarse plenamente, no sólo ante Centro América, sino ante toda la
América Latina, cuyos intereses de raza y cultura son comunes en las crisis de
la hora presente.
89. Ya publicamos antes la lista
de las concesiones hechas a Deitrick. Tales son:
1º
El derecho exclusivo, durante 99 años, de explotar toda la zona mineral del Río
Coco, privilegio que convierte a su poseedor en dueño del Norte de la
República.
2º
La venta, mediante las condiciones estipuladas en la contrata de 10 de octubre
próximo pasado, de 704,610 hectáreas de tierra en la Costa Atlántica,
equivalentes a más de 15,000 caballerías. Esta concesión permitirá al americano
hacerse dueño de las mejores tierras del litoral y monopolizar sus principales
riquezas.
3º
La entrega de un área muy extensa de territorio comprensiva de la Comarca del
Cabo Gracias a Dios, para fundar en ella una colonia extranjera. Ya dimos la
voz de alarma sobre el peligro que envuelve, no sólo para Nicaragua, sino
también para Centro América la fundación de esa colonia; y mostramos el primer
eslabón de la cadena de dolores que prepara el porvenir a la infortunada
Nicaragua. La esclavitud de nuestro pueblo ha comenzado en Port-Deitrick.
90º Pero el daño no consiste sólo
en eso, que de suyo es gravísimo. Cualquiera diría que Zelaya está poseído de
una especie de fiebre o locura que lo impulsa a repartir inconsideramente el
territorio nacional, como si tuviese
empeño en no dejar a los que le sucedan ni una pulgada de tierra libre para
poner la planta, ni una piedra en que reclinar la cabeza. Vamos a relatar sobre
este punto algunos datos extraídos del Diario Oficial de aquel Gobierno.
91º No es demás hacer presente
que sin duda para no despertar la atención del país sobre ese reparto de la
Costa, se ha adoptado la precaución d no publicar en el Diario Oficial las
contratas que se celebran sobre venta de tierras. He buscado cuidadosamente
muchas de ellas en las colecciones del periódico y no he encontrado más que ligeras
referencias. Todo eso se verifica al amor de la sombra. Es un juego de
concusiones hecho a cencerros tapados. Por lo mismo, resulta difícil analizar
esas concesiones, calcular el área que abarcan en conjunto y descubrir, por
completo, a las miradas del público, el abismo que Zelaya está abriendo a
nuestras plantas. Sin embargo, veamos lo poco que el Diario Oficial no enseña.
92. El número 1208 publica un
decreto legislativo cuyo artículo 1º dice así: “Se aprueban las ventas de
terrenos nacionales hechas por el Ejecutivo en la Costa Oriental de la
República, a varios nicaragüenses, sin el requisito de la licitación y con el
objeto de fomentar el cultivo y población de aquel vasto territorio.” Quiénes
sean los favorecidos y con cuánto no lo sabemos. La cosa no ha de ser de poca
monta, cuando hasta se ha pedido una ley especial para sancionarla.
93. Y desde aquí conviene
advertir que casi todas esas concesiones hechas a nacionales son obsequios con
que Zelaya recompensa a sus servidores; dádivas que, apenas llegan a manos de
los favorecidos, pasan a las de empresarios extranjeros con quienes de antemano
han sido negociadas.
94. El número 1274 del Diario
Oficial dice que por contrata de 28 de abril de 1900, se vendieron a don
Clodomiro de la Rocha 15.000 manzanas de tierras baldías, que el interesado
podía localizar en cualquier punto de la Costa Atlántica.
95. En el número 1275 del mismo
periódico se lee lo siguiente: “El 16 de Marzo último de (1900) se concedió al
señor Frank B. Chapin el derecho exclusivo de cortar, preparar y exportar,
durante 20 años, las maderas de los bosques racionales que se hallen dentro del
lote deslindado así: Por el Oriente, el Meridiano 84.15., log. O. de Greenwich:
Por el Poniente el Meridiano 85.3C: Por el Norte, hasta tres leguas al Sur de
la frontera de Honduras; y por el Sur, el paralelo 12.30 de Latitud Norte”. El
lote descrito es una inmensa zona que abarca la mitad de la Costa. La otra
mitad, excluida de este privilegio, había sido antes concedida al americano H.
C. Emery. De modo que el derecho de cortar maderas en la Costa, negocio de
pingües ganancias, es privilegio de dos extranjeros. Pero no para en eso lo de
Chapín. El mismo diario dice. “Se le darán en propiedad diez mil manzanas de
terrenos baldíos en lotes proporcionados y alternos con otros de iguales
dimensiones que el Gobierno se reserva”.
96. El número 1428 habla del
privilegio concedido a los señores Hans Heiland y S.A. Cockburn “para extraer
la goma de los árboles de hule en una zona determinada de la Costa Atlántica”.
¿Qué dimensiones tendrá esa zona? No lo dice el periódico, pero han de haber
sido grandes y la concesión monstruosa, para que un diputado pudiente se
interesara por la improbación de la contrata, quizá con la esperanza de tomar
el negocio para sí. Lo que resalta en esa contrata es la falta absoluta de
sindéresis en el Ejecutivo. Dice el Ministro de Fomento, en su Memoria de 1901,
que la goma elástica ha llegado a adquirir un elevado precio en los mercados
extranjeros, que es un negocio muy productivo y que será uno de los ramos más
importantes de nuestra exportación. Véase el número 433 del Diario Oficial.
Pues bien. Nada más que por ser un brillante negocio, el Ejecutivo hizo de él
un monopolio para darlos a dos extranjeros.
97. El número 1572 publica una
acta de la Asamblea Nacional Legislativa en que consta que esta comisionó a un
diputado Guzmán para dar dictamen sobre la venta de terrenos nacionales a
varias personas en la Costa Norte.” ¿De cuánto será el reparto? No lo sabemos.
98. El número 1578 habla de la
venta de 100 caballerías de terrenos en las márgenes del Mar Caribe, a cada uno
de los señores Fernando Sánchez, José Santos Ramírez, Fernando Abaunza, Félix
Pedro Zelaya R., Fernando Ramírez M., Juan J. Bodán y Alejandro Bermúdez.
99. Ese mismo número del Diario
expresa que los terrenos vendidos a las mencionadas personas quedan “al Norte o
Sur, o ambos lados de los terrenos vendidos al señor J. D. Gámez, según
contrato de 21 de febrero de 1900”. No aparece en el Diario tal contrato; pero
bueno ha de ser ese lote, cuando Gámez se ha contentado con él.
100. El número 1583 dice: “Se
leyó (en la Asamblea) el proyecto de ley presentado por el Ministro de Fomento,
a fin de aprobar las ventas de terrenos baldíos a favor de varias personas,
pudiendo disponer de ellas, sin otro requisito.” Detalles de este negocio,
ninguno.
101. El número 1744 publica el
siguiente acuerdo gubernativo: “Tener como válida la publicación de los avisos
de denuncias de terrenos situados en la Costa Atlántica, hechos en el periódico
El Atlántico, que se edita en Bluefields, en vez de haber sido publicado en el
Diario Oficial”. Nada de pormenores.
102. Y no me hace fuerza el
argumento de que todas esas medidas tienden a fomentar la inmigración
extranjera y el desarrollo económico del país.
103. La clave de ese problema de
la inmigración, hasta ahora no resuelto completamente ni aun por los países que
lo han tratado con mayor acierto, no está en organizar a los extranjeros en
clase privilegiada, para dejarlos en seguida que formen colonias aparte, con
idiomas, costumbres e intereses diferentes de los nacionales. Está en hacer que
el inmigrante se adapte, lo más posible, al modo de ser y a los usos de su patria adoptiva, que deje de
ser extranjero, para transformarse en ciudadano, que se incorpore plenamente al
grupo social en que se asila, como una planta exótica que una vez aclimatada,
se convierte en indígena. Este resultado se obtiene siempre difícilmente; pero
mucho más en países pequeños y débiles, donde, como es corriente, el que llega
de afuera no quiere naturalizarse, y hasta suele tardar mucho en prescindir del
orgullo que le inspira el poder de su nación o la superioridad que él atribuye
a su raza.
104. Por eso la inmigración que,
por ahora, conviene fomentar, especialmente en estos países, es la que mezcla a
los extranjeros con la población nativa; la que hace nace lazos de simpatía y
hasta vínculos de familia entre unos y otros; la que forma, en fin, de muchas
corrientes distintas un solo caudal que fluye por el mismo cauce.
105. La fundación de colonias
extranjeras distantes del centro de la vida nacional da un resultado contrario.
Crea una especie de Estado en el Estado, una población de carácter propio y
exclusivo, que vive separada, social y moralmente, de la nación de que forma
parte, y que está siempre dispuesta a llamar en su auxilio al extranjero en
toda dificultad que le ocurra con el Gobierno de quien políticamente depende.
Verbigracia: la colonia extranjera de Bluefields fue siempre enemiga de
Nicaragua y la que creó todas nuestras dificultades con el Gobierno británico.
106. Aun con esos inmigrantes que
se mezclan a la masa de la población en las ciudades suelen surgir
complicaciones peligrosas. Por eso, si no se adoptan precauciones que aseguren
al país contra disputas y reclamaciones internacionales, el inmigrante puede
llegar a ser el azote de la nación que le abre sus puertas, y a veces hasta la
causa de su ruina. En las que fueron repúblicas sudafricanas tenemos un
ejemplo; y aquí en el “Salvador”,
Burrell es testigo abonado de mis palabras.
107. La inmigración, para que sea
benéfica, ha de ser proporcionada al poder de asimilación que tenga el país que
la recibe; y, por tanto, gradual y progresiva. Es como el alimento, mayor
cantidad de la necesaria enferma el organismo y lo debilita. Imaginémonos la
honda perturbación social, moral y económica que produciría en Nicaragua y en
el resto de Centro América la llegada repentina de 100.000 inmigrantes, aunque
fuesen de lo mejor y de lo más adaptable para nosotros.
108. Además, el fomento de la
inmigración es una función administrativa altamente científica, que requiere
estudios positivos sobre la materia, preparación social, recursos pecuniarios,
precauciones higiénicas, morales y políticas, organización política
administrativa, justicia pronta y eficaz, instituciones sanitarias y de
beneficencia, sobre todo, fuerza bastante en el Gobierno para mantener la
cohesión y el justo equilibrio de todos los elementos propios y extraños, bajo
el imperio de las leyes patrias y bajo el predominio del carácter nacional.
Este debe transformarse y perfeccionarse gradualmente; pero nunca desaparecer
ahogado por las corrientes de la población exótica, porque cuando tal sucede,
la nacionalidad está muerta.
109. El problema es complejo,
como ninguno. Comprende muchos puntos de vista,
y cada punto tiene fases diferentes. Puede también decirse que es el
problema más delicado de la Administración pública, porque toca de un modo
directo las vitales cuestiones de raza y
nacionalidad, que hoy por hoy son
el alma de la política de los grandes estados; y cualquier error que en su
solución se cometa, puede acarrear perjuicios irreparables.
110. Con todas las prevenciones
que la ciencia de la administración aconseja, yo soy partidario entusiasta de
la inmigración extranjera condición sin
qua non del progreso de estos países. Sin esas precauciones, estoy firme en
la idea de que una inmigración numerosa tiene que ser forzosamente la causa del
nuestro fracaso, de nuestra miseria, de nuestra esclavitud. Me refiero a la
suerte de lo que es hoy el pueblo
nicaragüense. Ese pueblo, sea bueno o malo, culto o bárbaro, hábil o inepto
para el gobierno propio –dejo campo a todas las opiniones, inclusive las
pesimistas y antipatrióticas de Zelaya— no deber ser abandonado al peligro por
los hombres que rigen sus destinos y que se han comprometido a labrar su
felicidad.
111. “Preside al mundo orgánico,
dice Bartrina, una ley fatal, la de la lucha por la vida. Apenas dos organismos
que se sienten iguales en necesidades se encuentran frente a frente en tal
combate, uno de los dos –el menos hábil— ha de ceder el campo al adversario o
sucumbiendo para siempre, ó huyendo a otras regiones vírgenes de toda raza
similar, o adaptándose a más precarias condiciones de existencia. No falta a
esta ley la raza humana, que en nada esencial se distingue de los otros
organismos.
112. Disyuntiva ineludible: la
muerte, la miseria o la emigración para el menos hábil. ¿Quién podrá entonces
dudar de nuestro destino si, inhábiles e inermes como estamos, se nos lanza
inhumanamente a luchar con hombres más hábiles y fuertes? Allí están clamando
misericordia a Centro América esos infelices esclavos de Port-Deitrick.
113- Pero Zelaya, que es
absolutamente ignaro en asuntos de administración pública y que reduce todas
sus aptitudes para el Gobierno a las arterias de una política tinterillesca, ni
remotamente se imagina que la ciencia
tenga nada que hacer con eso de la
inmigración. Sin plan científico, sin legislación a propósito, sin preparación
de ninguna especie, está repartiendo a carga cerrada el territorio del país.
Enemigo de su casa, ha salido a buscar a sus convidados a los caminos, y a
semejanza de Carlos VI el Demente, ha resuelto entregar su corona de cacique al
extranjero. Esos nicaragüenses rebeldes que no quieren reconocerle como el mejor Gobernante de Hispano-América,
no participarán de su herencia. Hijos espurios de la Patria, no tendrán tierra
ni para sus huesos.
114. Pero no estriba tan sólo en
la venta del territorio el empeño tenaz de esa política suicidas, sino también
en comprometer al país con el extranjero, de cualquier modo y a todo trance.
Grandes fueron, ha poco tiempo, los esfuerzos de Zelaya por vender los
ferrocarriles y vapores nacionales a una Compañía norteamericana. No se llevó a
cabo ese negocio debido a que la Compañía puso, como condición precisa del
trato, la amortización del billete circulante del tesoro nacional, compromiso
que Zelaya no pudo aceptar por la enorme cifra a que subía esa deuda. Sin ese
obstáculo, ya serían extranjeros nuestros ferrocarriles y vapores.
115. También ha trabajado con
afán por conseguir en los Estados Unidos un empréstito de cinco millones de
pesos en oro, garantizándolo con las Aduanas de la República; y no hace mucho
que nos anunció un periódico de esa capital que las gestiones para el
empréstito se trasladaban a Europa, y que se enlazaría el negocio con la
concesión que ofrece el Gobierno para la fundación de un nuevo Banco en
Nicaragua.
116. Por último, ayer no más,
hemos leído la contrata celebrada con un Sindicato americano sobre empréstito
de un millón de dólares, con el 25% de
prima; y la noticia de la comisión confiada a Félix Pedro Zelaya R, para
solicitar y negociar otro empréstito en Europa.
117. Ya se ve, nuestro porvenir
no puede ser más sombrío. Estamos a punto de quedarnos sin ferrocarriles, sin
vapores, sin tierras, sin minas, sin aduanas y, por último, sin patria. Si ya
hubiéramos perdido la fe en la virilidad de los nicaragüenses y en su
patriotismo, y si creyéramos dignos de compasión a los pueblos que no saben
redimirse por sí solos, con toda el alma pediríamos al mundo compasión para
Nicaragua, misericordia para esa tierra infeliz azotad por la inclemencia de
los hombres y por la cólera del cielo!
San Salvador, junio de 1904.
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DE LA LECCIÓN QUE HAN DADO LAS HIJAS DEL DR. MADRIZ*
Por Juan del Camino
= Colaboración. Costa
Rica y noviembre de 1937 =
Si nuestras escuelas y colegios no
atravesaran por este período de ruina que quiere convertir a hombres y mujeres
en será apabullados, la protesta de las hijas del doctor José Madriz no habría
caído en el vacío. Habría sido explicada por maestros y profesores, serenamente,
destacándose como pieza digna de figurar esculpida a la entrada de todos los
centros de enseñanza. Pero ahora la improvisación que sólo se acompaña del
miedo, que no tiene rumbo alguno, que vive al acecho de la oportunidad para el
medro político, es la que gobierna escuelas y colegios. Y silencia y apaga el
espíritu cívico. Quiere imponer el cortesanismo que envilece a hombres y
mujeres. Quiere formar rebaños para que sean balidos y no gritos de protesta lo
que el país oiga por todos lados. La consigna es el racero que uniforme y parta
cabezas que sobresalgan. Nada más. Mutilar generaciones para formar una nación
descastada.
Por eso la protesta viva de las hijas
de don José Madriz no pasará del papel que la imprimió, acogida por hombres empeñados
en despertar conciencia. Don José Madriz es nicaragüense de los limpios. Porque
hay también nicaragüense encenagados a los que el imperialismo yanqui usa para
sus fechorías. Las hijas de don José Madriz dicen que ahora Nicaragua está
llena de esa casta y no quieren que los restos de su padre reciban la
profanación entrando a Nicaragua. México los guarda y ellos están ennoblecidos.
La gran nación mexicana es digna de custodiar los restos de este honrado
centroamericano que murió en ella cuando el imperialismo yanqui armó al
nicaragüense para deshacerse del presidente que le estorbaba en sus planes de
conquista. Las hijas han pensado que en México pueden quedar los restos de su
padre y si algún día Nicaragua los reclama, será cuando Nicaragua libre de constabularios,
no sea macilla para el hijo decoroso. Por ahora que descansen en suelo
mexicano, honrados, recibiendo el resplandor de un pueblo que nace a una
civilización grande.
No quieren las hijas del nicaragüense
que fue echado del Gobierno por la intromisión de las milicias del imperialismo
yanqui, que los títeres de ese mismo imperialismo preparen la farsa del regreso
con honores póstumos. Con lo cual afirman el temple de dignidad que animó la
vida de su padre. El doctor Madriz quiso redimir a Nicaragua, quiso limpiarla
de tantos descastados que la pudren y la han vuelto factoría del imperialismo
yanqui. Lo mismo quiso hacer Sandino y
el destino lo cegó para malograrle su obra. El doctor Madriz fue de mejor
estrella y jamás olvidó su puesto de combatiente. Sandino fue arrollado por el
satanismo que ha hecho de Nicaragua nación de tantas desgracias. El doctor
Madriz murió con el resplandor en la
frente.
Por eso sus hijas, que reciben la
iluminación, siguen el rumbo de dignidad No olvidan lo que el padre hizo por
Nicaragua y como todavía está por hacer la obra, lo recuerdan airadas a estos
pueblos mal gobernados. El imperialismo yanqui es en todos el amo descarado o
encubierto. En todos manda con las milicias o sin ellas, pero manda sin
discusiones. Entregan lo que el imperialismo necesita para la expansión
incontrolada. Cuando no quieren entregarlo porque tienen hombres vigilantes que
los defienden y los guían entonces las milicias hacen lo que hicieron con el
doctor Madriz. Y se entronizan las satrapías como sistema de gobierno con el
que el imperialismo se entiende mejor. Hablamos de Centro América y decimos que
en cuatro secciones de ella gobiernan satrapías con las cuales el imperialismo
yanqui trata desde hace años lo que su expansión va necesitando. El doctor
Madriz no podía ser sátrapa y el imperialismo lo adivinó.
Ahora disputan Honduras y Nicaragua por
cuestiones de límites y para que no
fueran a la guerra, se convino en el Departamento de Estado yanqui que mediaran
él, Costa Rica y Venezuela. Ya Nicaragua, olvidándose de que es el imperialismo
yanqui el dueño de sus destinos, había tendido la mano a la Liga de las
Naciones. Acusó a Honduras de nación agresora. La Liga no se dio prisa para
enterarse de qué lado venía la llamada. Entonces el Departamento de Estado
medió y organizó lo que vemos hoy en Costa Rica con el nombre de conferencias
de la Comisión mediadora. Se han dicho muchos discursos, se han libado muchas
copas, se han escrito millares de frases vacías. El escenario debe lucir para
dar la impresión de que los delegados vienen a deliberar. Interesa al
Departamento de Estado lo teatral en todas las conferencias panamericanizadas.
Deja que se hable y se diga con vehemencia o sin ella Los delegados tiene
libertad de hablar sin que trascienda al público el debate. Pero no pasa de
allí el poder resolutivo de los pomposos representantes de nuestros gobiernos.
El Departamento de Estado hizo reunirse
a los delegados de Honduras y Nicaragua en esta conferencia panamericanizada
nada más que para imponer su solución. No va el Departamento de Estado a llegar
a una conferencia sin solución convenida. Honduras y Nicaragua tendrán que
aceptar el plan de arreglo que el Delegado yanqui defina. Y ese plan viene del
Departamento de Estado. Nuestros gobiernos son vasallos del imperialismo
yanqui. De suerte que si riñen y van a la Liga de las Naciones a pedir
justicia, el amo yanqui los trae al redil. Son una cadena de factura yanqui.
Cuando algún centroamericano ha querido
romper esa cadena lo que ha hechos es desatar la persecución yanqui. El
recuerdo del doctor Madriz llega cuando el Departamento de Estado ha preparado
la farsa para arreglar las diferencias limítrofes de dos naciones. Es un
recuerdo provechoso y los que como las hijas del gran nicaragüense, no quieran
dejarse envilecer, por el ambiente corrompido, tienen que hablar claro y tienen
que sacudir duro el látigo. Es decir, tienen que volverse rebeldes. Lo que
nuestros medios piden desde hace mucho tiempo es la sumisión completa. Lo más
terrible es que el estado mental ya ha sido llevado a las escuelas y colegios.
Ahora se honra al que daña al país con
la misma inconsciencia con que se proclama al que lo ha defendido. Los
constabularios de Nicaragua quisieron desenterrar las cenizas del docto Madriz,
que había luchado por libertar a su nación de la conquista del imperialismo
yanqui. Los constabularios son instrumentos ciegos de ese imperialismo. Y
querían apropiarse de las cenizas del nicaragüense que combatió al
conquistador. Las sintieron despojos. Las vieron sin vida. Las juzgaron juguete
de sus infamias Bien podían hacerlas desenterrar de un suelo que honran
gobernantes de honor. Para pasearlas en
medio de las armas sostenidas por constabularios de hechura yanqui. Es pura
inconsciencia. Por eso la lección de las hijas del doctor Madriz es realmente
ejemplar. Ellas pudieron haber guardado silencio. Pudieron también haberse
aprovechado de la farándula y haber medrado. La farándula oficial es siempre
pomposa y atrae a los débiles. Pero estas hijas son fuertes y la sangre de sus
venas les viene de un varón de los grandes. Han vivido sus principios de honor
y no los quebró el afán constabulario empeñado en acabar con el recuerdo limpio
del nicaragüense desaparecido.
Muchos comentarios habrían hecho
maestros y profesores si en colegios y escuelas hubiera sido posible, la
lectura de la protesta de estas dos mujeres valerosas. Pero las cosas van por
rumbos de descrédito. Se honra al que daña al país en sus fuerzas vitales y se
degrada al que muestra rasgos varoniles. El propósito es acobardar, imponer un
racero miserable para todas las generaciones. Necesitan poblaciones uniformes.
Las necesita el imperialismo yanqui y las necesitan los servidores de esa
fuerza de conquista.
No dejemos que el vacío devore la
protesta de las hijas del doctor Madriz. Recojámosla y difundámosla. Los
gobiernos preparan escenarios para conferencias en donde al final tendrá que
acogerse la solución del Departamento de Estado. Los pueblos deben preparar el
ambiente de repudio contra esas farsas. No dejando morir el recuerdo de los
luchadores honrados trabajamos para el futuro. En el futuro está nuestra
redención.
*Repertorio Americano. Semanario de
Cultura Hispánica. Tomo XXXIV. San José, Costa Rica. 1937 Sábado 6 de Noviembre.
Núm. 17. Año XIX. No. 825. Págs. 271 – 272.
Editor: José García Monge.
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CÓMO CONOCÍ LA PERSONALIDAD DE
JOSÉ MADRIZ: AQUÍ ESTÁ UN NICARAGÜENSE A SU LADO”
Por: Juan García Castillo
El
Centroamericano. León, 19 de julio de 1967.
Recuerdo
cómo y cuando vi pro primera vez la
personalidad del Doctor José Madriz, en los últimos años de la administración
del general Zelaya. El eminente estadista, había sido electo Magistrado a la Corte Suprema de Justicia
Centroamericana, con sede en Cartago, Costa Rica y tenía que cumplir con el
requisito de la toma de posesión y ser juramentado ante la Corte Suprema de Justicia de
Nicaragua, junto con su suplente, que si mal no recuerdo era el Doctor Modesto
Barrios, ambos líderes de la revolución del 96 y exilados por muchísimos años,
hasta el retorno a la Patria ,
con motivo de la designación para tan altos cargos.
El alto Tribunal de Justicia
nicaragüense, quedaba cercano a la casa donde yo vivía con mis abuelos, una
casa que todavía existe, frente al
edificio de “La Prensa ”,
en ese entones propiedad y residencia del Magistrado Doctor Tiburcio G.
Bonilla.
Fue un día de la semana por la tarde, que
iba a tener lugar la ceremonia y deseoso de conocer al Doctor Madriz, acudí en
plena juventud, logrando colarme entre la concurrencia. Al Doctor Barrios, ya
lo conocía, pues fui su alumno de Literatura en el Instituto Nacional Central.
Subió a la tribuna el Doctor Madriz, de
baja estatura, pero de presencia personal que imponía respeto y principió a
pronunciar su discurso de aceptación y de satisfacción por el retorno a la Patria. Su personalidad se iba
agrandando ante mi admiración de adolescente, que nunca había oído el verbo
magnífico de un trino de la talla del después Gobernante de Nicaragua.
Su discurso circuló entre la concurrencia
en folleto, que con el correr de los años se me extravió y no recuerdo siquiera
uno o dos de sus pasajes, que aprendí de memoria, por la belleza del concepto.
Así conocí por primera vez al Doctor
Madriz, por ese motivo estuve frente a la eminente figura del después
Presidente de Nicaragua y rememoro, que leí y releí su bello discurso,
aumentando más mi devoción por el eminente hombre público, que volvía a la Patria , emocionado, después
de largo exilio, donde su pluma brillante como su palabra fustigó la actuación
del entonces Presidente, General Zelaya.
AQUÍ
ESTÁ EL NICARAGÜENSE A SU LADO
Escrito lo anterior, mi muy estimado
amigo, el escritor J. Ramón Pineda, me ha relatado un gesto noble y patriótico
del Dr. Madriz, que me apresuro a publicar.
Eran los días de 1907, cuyo régimen había
atacado duramente, como he dicho, el Doctor Madriz envió al entonces Presidente
de Nicaragua el siguiente mensaje:
--“José Madriz es enemigo de José Santos
Zelaya, pero como ahora se trata de defender a Nicaragua, aquí está el
nicaragüense en su lado”.
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SALIDA DE MANAGUA DEL DOCTOR MADRIZ
Por Juan García Castillo
En: El Centroamericano.
León, 17 de junio de 1967.
Cuando en Managua se tuvo la certeza de
que la avanzada del ejército de la revolución, encabezada por el General Juan
José Estrada, estaba en las proximidades de la capital, cundieron el terror y
el desorden entre los amigos del régimen que presidía el doctor Madriz y una
jubilosa y cautelosa alegría entre los simpatizadores de los victoriosos.
Los altos funcionarios del régimen que
bamboleaba, se agolpaban desde las primeras horas de la mañana en las oficinas
de Tesorería General, instalada en ese entonces, en un edificio de un solo
piso, anexo al Palacio Nacional y que estaba situado en la esquina suroeste,
formando diagonal con el hoy inexistente jardín del viejo Gran Hotel. También
había movimiento en el aledaño Banco de Londres, cuya gerencia servía entonces,
el caballero don Albeto J. Martin, de nacionalidad inglesa y casado con una hermana de don Alcibíades
Fuentes hijo, bella dama nicaragüense.
LOS
VISITANTES SE PROVEÍAN DE DÓLARES
Los que llegaban a la Tesorería llevaban en la
mano una “ministerial” y en la otra uno o varios sacos de harina o de bramante.
Poco después salían con esos sacos repletos de billetes. Los carruajes cuya
para habitual, era en el Gran Hotel, no daban abasto a las solicitudes de
transporte. Muchos no esperaban el vehículo y
salían a pie con el saco a cuestas. Había prisa por abandonar Managua.
“SOBRANTITO”
QUE DEJA EL DOCTOR BORJA
Los altos funcionario del régimen que
llegaba a su ocaso, estaban poseídos de una notoria febril actividad y
ansiedad. Acerté a pasar por la residencia de los doctores Enrique Córdoba y
Enrique Borja de nacionalidad salvadoreña. Ambos servían los cargos de
Secretarios Privados del Presidente Doctor Madriz. De la misma nacionalidad era
la esposa del gobernante, doña Hortensia Cobos.
El Doctor Borja, servía además la cátedra
de Literatura en el Instituto Nacional Central, cuyo edificio estaba en un
extenso solar, cercano donde estuvo “Flecha”, y cuyo penúltimo dueño fue o es
el Doctor Guillermo Sevilla Sacasa. Yo era uno de los alumnos del Doctor Borja
en esa asignatura.
Cuando penetró en la plaza de los dos
Enriques, situada al oriente, aledaña a la casa en ese entonces, propiedad de don
Adán Sáenz y que después fue asiento de la Recaudación General
de Aduanas, el Doctor Borja empacaba sus efectos personales. Asombrado me
quedé, cuando, además de la ropa, introducía en varias valijas abiertas,
paquetes y paquetes de billetes, que extraía de dos sacos. Yo ayude a la
operación de acomodarlos. Me temblaban las manos al contacto con semejante
“platatal”. El Doctor Borja sorprendió, en algún gesto mío, además de mí
asombro, el deseo de ser dueño de tanto dinero y cuando varios paquetes no cupieron
en la valija, me dijo:
--“Le regalo eso”.-
Un coche esperaba en la puerta. Yo no
quería creer, pero el Doctor Borja, repitió: Tome eso, se lo regalo.
Entre cinco y media y seis había un
tráfico intenso en las calles que conducían a la estación de ferrocarril y a la Escuela de Artes.
Fugitivos que iban a tomar el tren en que se iba el Presidente José Madriz. El
mandatario tomó el convoy en la propia estación y muchos otros amigos suyos
esperaron el pase del tren por la
Escuela de Aretes, para abordarlo.
En el Parque Central seguían aglomerados
los soldados derrotados por la revolución, casi todos de Occidente. Disparaban
sus armas, que no habían entregado, desesperados porque les pusieran a su orden
un tren, que los llevara a sus hogares. Las armas las entregarían cuando
estuviera listo el convoy ferroviario.
LOS
PRESOS POLÍTICOS
Mientras eso ocurría, en la casa de la
entonces señorita Angélica Martínez hoy esposa de don Gustavo Uriarte, cerca de
la pieza donde habían residido durante su permanencia en Nicaragua, los
doctores Borja y Córdoba, estaban los adversarios del Doctor Madriz, que habían
estado presos por varios meses en la Penitenciaría , edificio de torturas que se
levantaba donde hoy está el Estadio Nacional.
Los prisioneros políticos habían
recobrado su libertad, al saber del inminente triunfo total de la revolución y
ante el desconcierto de los jefes del Penal
y la guarnición, en un momento oportuno y grande fue la sorpresa de las
gentes de la capital, cuando vieron en las calles grupos compactos de hombres
barbados, con sus maletas al hombro, caminando por la vías rumbo a determinadas
casas, sin que nadie los molestara. Eran los reos políticos que volvían a gozar
de libertad.
La mayoría de ellos se alojaron en la
casa de la entonces señorita Martínez. Hablaban en voz alta, jubilosos, con la
euforia de verse libres, mientras los derrotados soldados del Parque Central
seguían disparando sus fusiles. Se oía el silbar de las balas.
DOCTOR
MADRIZ DEJÓ ABANDONADA UNA VALIJA CON DINERO
El Presidente Madriz, su familia y sus
íntimos a eso de las seis de la tarde o un poco antes, salieron del Campo de
Marte, con todo su equipaje, para abordar el tren que debía llevarlos a
Corinto.
El equipaje personal del Doctor Madriz,
lo llevaba en un carruaje el entonces auriga, de apellido Paniagua y apodado
“Rasguete”. Ya en la estación la ansiedad de partir cuanto antes, como porque
llegaban los primeros contingentes de los soldados vencedores, apresuró la
salida del convoy.
En el carruaje de “Rasguete”, quedó una
valija, llena de dinero, según me lo han contado varios de los que estaban
presentes en el momento preciso de decir el adió postrero al gobernante que los
había favorecido. No sé si “Rasguete”, se dio cuenta o no, pero lo cierto es
que cuando todo quedó en silencio, ni había aparecido el dueño de la valija, ni
la valija había desaparecido del coche de “Rasguete”. Años más tarde, este
señor apareció con un próspero negocio, sin que yo me atreva a asegurar nada
contra la honorabilidad del mencionado auriga, pero los comentarios en aquella
época fueron muchos, bastante desfavorables para el aludido.
RUMBO
A CORINTO
Ya oscureciendo, salió el tren que
llevaba al gobernante, a su familia y a sus amigos hacia Corinto, donde
tomarían el barco que los llevaría al exilio. Los disparos de rifle seguían
rubricando la partida.
Muchos jóvenes liberales acompañaron al
Doctor Madriz y muchos de ellos no retornaron a la Patria.
Los viajeros procedieron, en el puerto, a
cambiar los billetes por dólares. El cambio subió vertiginosamente y creo que
llegó hasta el dos mil.
En la capital había muchos rostros
compungidos, pero era mayor el número de caras sonrientes, jubilosas. Era el
final de un régimen que había durado 18 años y el principio de otro, que duró
lo mismo.
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JOSÉ MADRIZ, UN EXPRESIDENTE QUE VUELVE
Por: Hernán Robleto
En: La Noticia, 1 de Octubre de 1965.
El Gobierno de
México rendirá honores a los restos de un ex Presidente de Nicaragua, que serán
repatriados en estos días.
Se trata del Doctor José Madriz, sobre cuya administración cayó el
comienzo de una serie de desventuras para la soberanía de aquella pequeña
nación centroamericana. Se sufrían los tiempos del “big stick”, de la Nota Knox
y de otras tantas demostraciones de violencia de pate del poderoso, en los
albores del Siglo. Lo de Nicargua aconteció en 1910.
José Madriz era una alta figura intelectual en Centroamérica.
Jurisconsulto de nota, patriota insigne, descolló como el primer orador de su
tiempo. Fue Magistrado en Cortes Internacionales. Su verbo no era el de las
arengas, de las barricadas, sino el de los salones con la seda de la reflexión
convincente, de la Justicia que camina con pies alados. ¿Qué iba a poder su
luminosa palabra contra las fuerzas del mal en el alma de los que dirigían la intervención
extranjera y en la de los traidores que sobre las flacas ancas de las migajas
iban con ella?
Años de dolor en la sacrificada Nicaragua y también de los espantados
vecinos fueron esos. Los hermanos mandaron sus representativos de oposición
contra la iniquidad. El Salvador, con quien Madriz estaba ligado familiarmente,
fué el que mayor contribución humana y de luces envió a Nicaragua. Altos
oficiales y políticos salvadoreños combatieron heroica e inútilmente. Honduras
destacó a sus bravos hombres. Costa Rica también dio su contribución de buena
voluntad y heorísmo, como la había dado en el 54 contra la invasión filibustera
de William Walker. Sólo la sórdida tiranía de Estrada Cabrera en Guatemala
apoyó a los interventores; pero héroes guatemaltecos independientes llegaron a
la tierra de José Madriz para ofrendar su sangre por una causa noble y
centroamericana. Entre otros, los salvadoreños eran Perdomo, Claramont y
Cabezas; entre los ticos caían los hermanos Zeledón; Antonio Lara era el rayo
en la lucha, guiando una legión de hondureños; enemigos del torvo Estrada
Cabrera habían salido a hurtadillas de sus hogares y peleaban en las fuerzas
del Doctor Madriz, como el General y Maestro José León Castillo, el General
Salvador Toledo, el del mismo grado Isidro Valdez a quien el que estas líneas
escribe tocó levantar del campo de batalla, atravesado el rostro por una bala
extranjera. Desde luego fue un movimiento a favor de la dignidad
centroamericana unida en las incontrastables horas de peligro, como deberán
unirse pronto en las del razó y la paz.
José Madriz había recibido la Presidencia por mandato del Congreso
Nacional ante la obligada renuncia de José Santos Zelaya. Este fue otro gran nicaragüense
acogido por México en un gesto altísimo que no olvidará la historia. El
depuesto gobernante –depuesto por el gran garrote del Norte—hubiera querido
dejar en México sus restos; pero siguió hacia España en su lamentable exilio.
Murió en New York, después de haber sido reducido a prisión por el poderoso estadounidense
en la célebre cárcel de “Las Tumbas”.
Madriz dejó de existir en México, de dolor de patria, mitigado por el
fraternal ungüento mexicano. También otro ex Presidente nicaragüense está
sepultado en México, esperando el necesario retorno entre laureles cívicos: el
Doctor Leonardo Argüello. Sobre su cadáver pesa el convenencierismo de una
dictadura de familia, que evita ese regreso. Pero será algún día. Por lo que
hace al Doctor Madriz, hoy vuelven sus cenizas, llevándose, desde luego,
partículas de tierras mexicanas que han servido de refugio a tantos
perseguidos. Al cabo, es la misma tierra desde el Bravo hasta las regiones
australes del Continente. Al examinarse cualquier terrón de estas patrias que
no debían tener fronteras, se podrá descubrí la misma naturaleza del material
con que se han han construido veinte
naciones de idéntico idioma, idéntico origen indohispano, idénticas vicisitudes
y una sola esperanza.
Alas metálicas de México, con hombres de México, conducirán los restos
del ex Presidente nicaragüense. Madriz se las merece. Su voz trató de dominar
la tempestad hace más de medio siglo; pero el fusil extranjero y el odio nativo
la apagaron con sus colazos funestos. Aquella era una voz de paz, de
fraternidad, de ofrecimientos generosos para los enemigos que llevaban en su
entraña el aliento de Caín. Detrás de ello estaba el equivocado poder de la
fuerza injusta, de la arrogancia que sólo se sostenía en la masa humana del
número y en el efecto de los cañonazos. A Madriz se le llamó “El Presidente
blanco”, porque era puro, patriota, inteligente, manso. A haber sido en estos
días, pese a las trasgresiones subsistentes, se le hubiera escuchado, porque ya
se anuncian solidaridades en un internacionalismo todavía adolescente. Pero de
todos modos, el grito de José Madriz repercutiría mejor que en aquellos tiempos
de sombra que cubría como un eclipse la soberanía de los pueblos débiles.
Los restos de José Madriz llegarán a Managua por los cielos, desde los
del Anáhuac. Les corresponde la excelsitud. El salió entre ronquidos y rezongos
de la traición y la invasión. Hoy lo espera la apoteosis del reconocimiento,
que no se apaga nunca, aunque resplandezca sobre los muertos.
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JOSÉ MADRIZ Y COBOS
Por: J. Constantino Hernández B.
En: El
Centroamericano, 19 de febrero de 1970.
Allá por el año de 1910. A continuación de la caída de
Zelaya, salía hacia el exilio al amparo de una noche tristemente memorable, al que fuera eximio ciudad
ciudadano y exPresidente de la República, por un cortísimo lapso de tiempo. Me
refiero al doctor José Madriz. En un tren y bajo una lluvia de balas
fratricidas, salió huyendo hacia Corinto este ilustre y connotado hombre
público, que le diera tanto brillo a su patria, dentro y allende las fronteras;
y en el cual se había cebado toda la saña e incomprensión de un pueblo que,
estaba al borde de la anarquía, sacrificando así, las turbas, al ciudadano más
puro y de más prestigio de aquella época. En fin, las masas ingratas de ayer,
de hoy y de siempre… los mismos que allá en la lejana Jerusalén pidieron la
libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.
Le hacía compañía, su esposa, sus hijas Hortensia y Mercedes
y un niño de apenas un año de edad, y algunos amigos fieles y admiradores del
excelso patricio que lo acompañaron, unos hasta el puerto, y otros hasta la
República de Méjico, donde lo condujera un barco que puso a sus órdenes el
Embajador de aquel hospitalario país. El doctor Madriz salió huyendo de los
herodes traidores de su patria, que marcaron sus carnes con el hierro candente
de la más oprobiosa de las ignominias, y que les valiera para siempre el
tristísimo y merecido cognomento de “vende patria”, los judas, que por un plato
de lentejas vendieron en almoneda la soberanía y dignidad de la República.
A los treinta y tres años más o menos de aquél éxodo, y que
le causara casi inmediatamente la muerte a tan ilustre ciudadano, llegó a las
costas patrias por primera vez, su único hijo varón, José Madriz y Cobos. Un
joven en la plenitud de la vida, de mediana estatura, delgado, pero esbelto, de
presencia agradable, de amena y fácil palabra, cultísimo y en grado sumo
educado. Era el infante de aquél entonces, matamorfoseado ya en hombre, y que
era el purísimo ejemplar de su ilustre progenitor, pues tuvo la rara suerte de
heredar de su padre, todas las cualidades físicas, morales e intelectuales que
adornaron al doctor Madriz, es decir su prestancia personal, su brillante
talento, su corazón de oro, sus nobles sentimientos y su admirable don de la
palabra.
Lo trajeron a la patria, dulces anhelos sentimentales.
Quería conocer a su tía Juanita y demás parientes. La casona solariega de
amplio patio, con jardines y frutales que con esmero habían cultivado sus
progenitores, y además tratar de terminar sus estudios de Derecho.
Pero, ¡ay todos aquéllos planes e ilusiones de aquel joven
que recibiera de Dios tan preciosos dones, se fueron marchitando,
desvaneciendo, uno en pos de otro en dolorosa sucesión, como caen los pétalos
de una rosa, como se evapora el perfume de su frasco de cristal, como se
disipan los dorados celajes en el tramonto. Y aquél joven se fue consumiendo
con sus ilusiones y esperanzas en el espejismo de una larga bohemia, que es
quizá la que lo debe haber llevado a la tumba. Después de permanecer en
Nicaragua, como cinco años, sin poder terminar sus estudios, y atendiendo el
llamado de sus hermanas, se regresó a El Salvador. Desde aquel entonces, hasta
la fatal noticia de su muerte, y a pesar
de la amistad que nos ligaba, sólo recibimos de él, una carta de Nueva York,
donde fuera enviado como representante de “El Diario de Hoy”, a una reunión de
periodistas, y la cual la conservamos como una reliquia, por una inmerecida
alusión que nos hace, con motivo de una visita que hizo, al Museo Metropolitano
de Arte Moderno de aquella gran urbe.
Cuando trajeron a León, las cenizas de su padre, pensamos
que él vendría en la comitiva, pero sufrimos una gran desilusión, al saber que
por motivos ajenos a su voluntad, no había podido venir, y el abrazo fraterno y
fuerte que teníamos para él, se lo dimos a su hijo.
Este mi caro amigo José Madriz y Cobos, vino al mundo
capacitado para haber brillado con purísima luz meridiana, como escritor, como
jurista, como orador. Natura fue pródiga con él, y el caudal de talento y demás
cualidades que recibiera, se esfumaron, bajo un designio inexorable y fatal.
Amigo mío: Profundamente adolorido por tu muerte, hago de
los recuerdos de nuestra sincera amistad, un ramo de rosas húmedas, que coloco
desde aquí, en la truncada columna de mármol de nuestra tumba.
León, 14 de febrero de 1970.
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LA VERDAD SOBRE UN
DESAIRE AL POETA – SOL
Por: Adolfo Calero-Orozco
En: La Prensa, Abril de 1958.
En su
“Autobiografía”,… (1912), nos cuenta Rubén Darío que el gobierno del Dr. José
Madriz lo nombró enviado extraordinario y ministro plenipotenciario con misión
especial en México, para representar a Nicaragua en las grandes fiestas del
centenario del Grito de Dolores. Tal nombramiento, desde luego, fue muy del
agrado del poeta, quien aunque nunca había estado en dicho país, tenía ahí muy
buenos amigo e innúmeros admiradores.
Pero, como es
sabido, paso del Dr. Madriz por la presidencia fue muy breve y muy agitado
desde que recibió el poder de manos del Gral. Zelaya el 21 de diciembre de
1909, en plena Revolución de Octubre y bajo el anonamiento (sic) producido por
la Nota Knox hasta su caída el 21 de agosto de 1910. Durante tal período el
país se mantuvo en estado de guerra, sus finanzas en condiciones lamentables, y
en resumen, todo era confusión y temores. Tan efímera fue la Administración
Madriz que habiendo zarpado el 20 de agosto de Saint Nazaire el trasatlántico
“La Chanpagne” (sic) en que viajaba Rubén de Francia a México, ya el día 23,
mientras tocaba La Coruña, puerto español, pudo el Sr. Enviado Extraordinario
leer en los diarios locales las nuevas de la caída del Dr. Madriz y su
presuroso viaje a Corinto, en busca de un vapor que lo sacara del país con todo
y su apreciable familia.
Todo esto
comprometió mucho la posición diplomática del gran poeta, más en las tertulias
de a bordo, otros diplomáticos, algunos miembros de la familia del entonces
gobernante de México, Gral. Porfirio Díaz, y hasta un íntimo amigo del mismo,
que iban también a las fiestas del centenario, opinaban que la misión de Darío
ante el gobierno y pueblo mexicanos era simplemente de cortesía internacional,
“y que mi nombre”, —habla Rubén mismo— “que algo es para la tierra en que me
tocó nacer, estaba fuera de las pasiones políticas que agitaban en ese momento
a Nicaragua”.
En otras palabras
el porta-lira, ingenuo siempre y por mucho tiempo desconcertado del vivir
nicaragüense abrigaba la ilusoria esperanza de que su investidura y su misión
no serían afectadas por el radical cambio habido en el orden de cosas de su
Nicaragua natal. Se frustró esta esperanza, con mucha amargura para Rubén
Darío, quien pocos años después, al comentar el episodio y el cambio, inculpa a
la nueva Administración de haber suprimido por decreto su misión en México y
habla de “la especial incultura de los hombres que acaban de apoderarse del
Gobierno”, dura expresión esta que muchas veces le fue enrostrada a quienes
llegaron al poder con el Gral. Juan J. Estrada sucediendo los lapsos del mando
liberal del Gral. Zelaya –17 años y del Dr. José Madriz, 8 meses—.
En realidad, lo
ocurrido, si bien harto penoso y lamentable, no fue culpa de los hombres que
acababan de apoderarse del Gobierno”, Aparte del estado casi caótico en que los
revolucionarios de octubre encontraron la administración pública tras larga,
cruenta guerra e inevitables cambios fundamentales en todo el engranaje
gubernamental, estado que por sí mismo hubiera bastado para que ninguno de los
nuevos amos, casi todos militares, se hubiese detenido a pensar en la misión
diplomática confiada unos días antes a
Rubén Darío por el gobierno caído; aparte de esto, digo, el poeta mismo en su
“Diario” (Obras Completas – Edición de Aguado, S. A.)., cubre del 15 de julio
al 11 de septiembre las vicisitudes de su estancamiento en Veracruz, y lugres
vecinos, los titubeos y azoramientos de funcionarios del gobierno azteca, el
vivo entusiasmo que su presencia en suelo mexicano despertó entre intelectuales
y estudiantes, y, en fin, su no-pasada a Ciudad México, donde era esperado con
manifestaciones populares, discursos y estandartes. De lo narrado en dicho
diario no se desprende ninguna acusación contra el nuevo gobierno de Nicaragua,
fuera de la no-respuesta a un cablegrama dirigido por el poeta a “Relaciones”
el 2 de septiembre desde la Habana, y el cual textualmente decía: “SALGO MAÑANA
PARA VERACRUZ PRONTO ESPERO ÓRDENES PUNTO DARÍO. Cuando tal llegó al nuevo
ministro de relaciones exteriores ese despacho estaba todavía en proceso de
reorganización. La clave del desaire inferido al Poeta-Sol por el gobierno
dictatorial de Porfirio Díaz, –nunca por el noble pueblo mexicano que esperaba
a Darío como un profeta—, nos la da una CARTA ABIERTA, fechada “septiembre de
1910” y dirigida al poeta desde México por el entonces joven estudiante don
Luis Cabrera, más tarde ministro de hacienda de su país y autor de unas famosas
“Reformas Hacendarias”.
En la mencionada
carta, cuyas primeras palabras de saludo “Egregio Poeta”, Cabrera acusa
abiertamente al dictador Porfirio Díaz de la embarazosa situación en que os
coloca la injusta descortesía de que habéis sido víctima a vuestra llegada” y
explica las causas agregando estas precisas palabras: “Por desgracia habéis
llegado a un país donde la libertad de palabra está muy mermada y donde treinta
años de temor y de sumisión han hecho desaparecer la franqueza social”; y
todavía más expresamente:
“Nuestra
Cancillería ha preferido que la creáis ignorante en derecho internacional,
antes de dejar adivinar la causa de la conducta seguida con vos”. ¿Y a qué
obedecía la conducta seguida con el egregio representante de Nicaragua? El
joven intelectual mexicano “ya que está en el camino de las confesiones no se
detendrá ante el bochorno de las intimidades” y declara que la Cancillería de
Porfirio Díaz, “que nunca se ha distinguido por su entereza de carácter, frente
a la Cancillería yanky, al inmolar (a Darío) en aras de su sumición (sic) a
Washington” ha preferido el sonrojo y ha desafiado el juicio severo de las
cancillerías europeas y sudamericanas “antes de pensar en la mera posibilidad
de desagradar al déspota vecino”. Más aún: los representantes norteamericanos
no han pedido, ni siquiera han insinuado que se mantenga fuera de C. México al
autor de la amonestación a Roosevelt; son los hombres de Porfirio Díaz quienes
espontáneamente “se han creído obligados a anticiparse obsequiosamente a los
probables deseos” de su s poderosos vecinos.
Cabe preguntarse,
¿por qué? – Luis Cabrera, en su Carta Abierta, adelanta la respuesta: —“Sois el
representante de una nación latina que ha tenido la desgracia de encender la
concupiscencia del pueblo anglo-sajón… vuestras credenciales tiene el pecado
original de haber sido extendidas por un hombre que dudó de la desinteresada
protección que el Imperialismo Americano ha querido prestar a vuestra patria…
Vos… por ser el cantor de América, por ser en fin, defensor y guardián de la
hermosa lengua de Garcilaso, sois un gran enemigo de la raza anglo-sajona…
porque el culto a la libertad y a la
independencia… Por eso el imperialismo anglo-sajón odia a los paladines de
nuestra hermosa lengua…”
De la citada
carta he transcrito sólo aquello que me ha parecido más conducente y, desde
luego, toda ella abunda en conceptos muy semejantes, que reflejan el
rojo-blanco del sentimiento hispanoamericano de aquellos tiempos cuando los
chichones del big stick aún eran muy
dolorosos y estaba en boga recitar en toda ocasión aquello de “y alumbrando el
camino de la fácil conquista la Libertad levanta su antorcha en Nueva York”.
Vale la pena consignar que la no-llegada de Rubén a Ciudad México ocasionó
disturbios populares, manifestaciones anti-yankistas y una cuasi asonada que
culminó con el apedreamiento de la residencia de “Don Porfirio”, como era
llamado el decano de los dictadores de su época, una insolencia estudiantil que
por primera vez ocurría durante los largos 30 años que el mencionado Don
Porfirio rigió los destinos de México como señor de horca y cuchillo; después vino la revolución y en
1911 el dictador cayó y salió del país; en 1915 moría en Madrid abatido y sin
haber vuelto a ver nunca más el sol de Moctezuma.
De lo que dejo
narrado, con techas y citas de indiscutible autoridad, se desprende que las
alusiones de Rubén a “los hombres que se apoderaron del Gobierno de Nicaragua,
fueron un tanto ligeras y un mucho emotivas; y que si hubiera existido decreto
alguno suprimiendo la misión, la gente de Chapultepec no se hubiera andado con
tantos ambages.
Y es ahora del
caso observar cómo los tiempos han cambiado. Si Rubén Darío hubiera florecido
en nuestros días, en vez de un desaire en México, motivado por las
características zalamerías de las dictaduras de la América Española, en
solícito obsequio del poderoso a quien temen, Rubén hubiera recibido la
agradable visita del Doctor Thomen, culto Agregado Cultural de la Embajada de los EE. UU., quien tras
hablarle de sus poemas y de sus obras, le hubiera extendido cordial y
generosamente dotada invitación para un prolongado recorrido por los grandes
centros culturales de Norte-América, huésped bien recibido del Departamento de
Estado, y el poeta se habría deleitado visitando la morada de Walt Whitman, el
del “Canto a Mí Mismo”, y lleno de unción hubiera seguido las huellas dudosas
del raro Edgar “Príncipe de los poetas malditos”, y también habría dictado
conferencias en las universidades de Harvard y Notre Dame; y Ferdham y
Georgetown, frente a las cámaras del Pathé News y junto a los micrófonos de la
C. B. S., le entregaran el pergamino de Doctor Honoris Causa, y en el Mayflower
de Washington el Vice-presidente y Mrs. Nixon le ofrecieran suntuosa recepción,
amén de las muy fraternales dadas en honor suyo por las embajadas de España, Chile
y Argentina; y el Embajador Sevilla Sacasa se hubiera retratado con él en el pórtico
de la Pan American Union, y en N. York, (Rubén hubiera sido más feliz que un
niño con un sobresaliente, su alojamiento fuera del Royal Suite del Waldorf
Astoria “celebrando su victoria el dinero y el amor”, como lo cantara él mismo,
con cierto dejo de nostalgia muy fácil de comprender en Rubén Darío.
ADOLFO
CALERO-OROZCO
Abril, 1958.
Nota: Sea
reconocido el debido crédito a mi buen amigo don Humberto Torres Molina quien
siendo poseedor de una copia fotostática.
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