jueves, 5 de julio de 2018

HECHOS OCURRIDOS EL 22 DE ENERO DE 1967, DENTRO DEL GRAN HOTEL. Por: Ingeniero Jacinto Vélez Bárcenas



───── Ω Ω Ω ─────



Publicado en: El Centroamericano, 16 de Marzo de 1968.

─────Ω Ω Ω ─────

-I-

         Con respecto a las narraciones hechas por el Doctor Hernán Arostegui en su libro “La Guerra de Managua”, y que se han publicado sistemáticamente en diarios de este país,  he llegado a la conclusión de que en vista de mi cercana participación en los sucesos del 22 de Enero de 1967, es mi obligación dejar testimonio de los hechos acaecidos en aquella fecha, en los cuales tuve personal conocimiento y participación.

         El objeto de dejar testimonio sobre los hechos del 22 de Enero y muy especialmente sobre lo sucedido dentro del Gran Hotel, es con el fin de dejar una constancia de la verdad objetiva, para que ésta en el futuro no sea tergiversada.

         Al escribir sobre algo histórico, no pretendo herir susceptibilidades, ni mucho menos provocar rencores, así como tampoco pretendo aparecer ante los posibles lectores de estas líneas, como absoluto conocedor de lo ocurrido.

         Después de haberse firmado el pacto con la Unión Nacional Opositora, se desarrolló una intensa campaña electoral para ambos bandos, en los cuales sucedieron desenlaces sangrientos, como la muerte violenta de mi grande e inolvidable amigo Silvio Parodi Basset, el señor Potosme, así como otros apreciables ciudadanos opositores al Somocismo.

         El clímax de la campaña llegó el día 22 de Enero, fecha en que debía llevarse a cabo la manifestación de la Unión Nacional Opositora, en la ciudad de Managua.

         Eran aproximadamente las 10 de la mañana del 22 de Enero, cuando el Doctor Fernando Agüero salió de su casa en el carro de Carlos Estrada Vélez, acompañado por el Doctor Luis Pasos Argüello, Armando, Ronaldo y William Estrada Vélez, Roberto Vélez Bárcenas y yo.

         Arribamos al Club Managua, y entramos por la parte trasera. Después de su discurso el Doctor Agüero se lanzó a la Plaza de la República, en su histórica marcha, acompañado  por los arriba mencionados, más Francisco (Chico) Reyes.

         La gente parecía estrujarnos, en un loco afán por estar cerca del máximo líder. Nos detuvimos  frente a Carlos Cardenal, y allí permanecimos, ya que según instrucciones del Doctor Agüero permaneceríamos sentados por unos o dos días. Los manifestantes se encontraban entusiasmados y llenos de valor cívico, dispuestos a permanecer en la Avenida Roosevelt, hasta que el Estado Mayor, instándolos a buscar una solución pacífica y patriota del Problema Nacional. Momentos después comenzaron a oírse disparos y se entabló una lucha armada ente el pueblo, (en su mayor parte desarmado), y el ejército. Algunos caían segados por las balas, y otros combatían valientemente en una forma desigual.

         Los manifestantes pidieron al Doctor Agüero que no se retirara, más bien que se enfrentaran a las fuerzas del Gobierno, a lo cual el Doctor Agüero accedió desenfundando una pistola de corto calibre, y avanzando sobre la Avenida Rooselvelt, con dirección a la Loma de Tiscapa. Los que acompañábamos al Doctor Agüero y Luis Venerio Plazaola, coincidimos en considerar la actitud del Doctor Agüero demasiada temeraria y sin ninguna posibilidad del menor éxito, ya que avanzábamos por el centro de la calle, sin ninguna protección, enfrentándonos a un ejército completo, entrenado, disciplinado y careciendo del armamento necesarios para dicha operación.

         Tratamos inútilmente de convencerlo, a que desistiera de sus propósitos de avance, pero siendo imposible persuadirlo en una forma lógica, optamos los presentes: Ronaldo, William, Armando Estrada Vélez, Chico Reyes, Luis Venerio Plazaola y yo, emplear la fuerza, ya que el Doctor Agüero dispuesto a morir por su pueblo, continuaba avanzando. Prácticamente lo secuestramos, logrando llevarlo en una forma obligada hasta las puertas del Gran Hotel, en donde lo introdujimos.

         En el recinto del Gran Hotel,  ya se encontraban refugiados, una enorme cantidad de manifestantes, entre los cuales había gente de todo sexo, edad y condición social. Pasamos al balcón del Gran Hotel, y estando allí, recibimos una fuerte descarga de parte de la Guardia Nacional, la cual enfocaba su ofensiva contra dicho recinto, habiendo caído casi en las puertas  muchos muertos y heridos, entre los cuales se encontraba el líder estudiantil René Saldaña; habiéndose iniciado por parte el ejército el sitio del Gran Hotel.



────── Ω Ω ─────

-II-

         Sugerí al Doctor Agüero la captura de los extranjeros como medida de protección  para ambos, y alguien se expresó diciendo que nos tildarían de comunistas, a lo cual respondí que la verdad se sabría después. Luciano Cuadra, Chico Reyes, otros  y yo, procedimos a eso, cuando Luis Venerio Plazaola, en una forma independiente ya se encontraba en la misma operación.

         Algunos norteamericanos, suramericanos y Don Hernán Robleto, el cual lucía muy nervioso, y desconcertado, fueron colocados en las piezas, las cuales creímos les brindarían la máxima protección. El tiroteo era intenso, percibiéndose sonidos de armas de todo tipo. Los Doctores Fernando Agüero, Luis Pasos Argüello, Pedro Joaquín Chamorro, se encontraban en las habitaciones de los extranjeros, en cuyas puertas  había puesto gente de confianza, para que no se permitiera la entra ni salida de los extranjeros, sin nuestra previa autorización.

         En esos momentos de confusión, algunos de los que se encontraban en la planta baja, ingirieron licor, tomándolo del bar y se encontraban fuera de control. Algunos se dedicaron al pillaje, ya que Chico Reyes me llevó a uno de ellos, con dos sacos y pantalones ajenos, al cual castigamos severamente. Asimismo algunas mujeres, se apropiaron de las prendas interiores de los huéspedes.

         El teléfono fue cortado y habiéndome pedido William Estrada, me comunicara con su casa, explicándoles que todo marchaba bien, bajé y  me encontré con la grave y desagradable sorpresa, de que un norteamericano de apellido OBrian, que decía ser ejecutivo del Infonac, Ifagan y amigo personal del General Anastasio Somoza, estaba a punto de ser muerto por un grupo tomado y bien armado, que no estaba dispuesto a dejarlo salir del Hotel. Tuve un fuerte diálogo con el mencionado norteamericano, ya que no quería desistir a sus intenciones, hasta que afortunadamente, logré convencerlo, antes que nos dieran muerte a los dos.

         Después de ese incidente, se envió gente a resguardar todas las puertas del Hotel, y como a las nueve de la noche, teníamos la situación interna bajo absoluto control, combatiendo así contra las fuerzas del Gobierno.

         Se ordenó levantar un censo de la población interna y fue sorpresivo tener conocimiento de que habían dentro aproximadamente unas 1,800 personas, de las cuales un 90 por ciento estaban desarmadas, y el resto combatía con todo de tipo de arma, incluyendo pistolas de todo calibre.

         Nos estaban disparando con los cañones de 30 mm., de las tanquetas, todo tipo de ametralladoras,  y garands, los cuales abrieron sendos orificios en las paredes, habiendo herido levemente en una ocasión a un funcionario de la Embajada Americana, cuyo nombre era Walter Kadett, a quien yo trasladé a una habitación, el cual fue atendido clínicamente por el Doctor Agüero, quien reconoció las lesiones recibidas por el señor Kadett.

         Durante el resto de la noche, se percibieron tiroteos intermitentes, durante los cuales fueron heridos cerca de 15 ciudadanos, los cuales fueron socorridos por la Cruz Roja, y trasladados al hospital. Otro de los norteamericanos parecía morir del corazón, ya que yacía en el suelo y se incorporaba con la respiración jadeante y pulso alterado.

         A todo esto, la mayor parte de los refugiados, permanecían en una actitud pasiva, buscando como protegerse, y tratando de averiguar cómo se desenvolvían los acontecimientos. Como a las diez y media de la noche, se oyó una voz que se identificó como en el aquel entonces Capitán José Iván Alegrett, quien era jefe que comandaba las fuerzas de la Guardia Nacional, que sitiaban el edificio del Gran Hotel, y el cual hablando por medio de un megáfono portátil, se dirigió a nosotros conminándonos a rendirnos y a desocupar el Gran Hotel, en términos de media hora, bajo el apercibimiento de que si no salíamos durante ese lapso de tiempo, destruiría el edificio con todo y sus ocupantes.

         Alguien me facilitó un megáfono y me dirigí a él: “Capitán Alegrett, aquí habla Jacinto Vélez en representación del Doctor Agüero”, a lo cual contestó Alegrett: “Adelante que lo escucho”. “Voy a salir a parlamentar con Ud., en nombre de la Unión Nacional Opositora”. “Entendido”, respondió. Luego se escuchó a través del magnavoz que el Capitán Alegrett daba orden de cese al fuego. Se abrieron las puertas del Hotel, y salí con una sábana blanca en las manos, iluminado por las luces de tres tanquetas. Una situada en la esquina del Palacio Nacional, otra frente al Súper Viajes de Claudio Fonseca y la tercera en la cual se encontraba el Capitán Alegrett, enfrente a Rappaccioli Saballos.

GUARDIAS NACIONALES TRANSPORTADOS HACIA EL GRAN HOTEL 

───── Ω Ω Ω ─────

- III –

         Me prometió que respetaría nuestras vidas, si nos entregábamos, pero que iríamos en calidad de cautivos, para ser juzgados por los tribunales, a lo cual respondí que mucha gente había muerto ya, y que ninguno de nosotros estábamos dispuestos a rendirnos, haciéndole la advertencia de que teníamos todo tipo de armas, como ametralladoras M-3, Browning, Thompson, Johnson, Rifles Garands, 30-30, calibre 22, escopetas, granadas de mano, cocteles Molotov, y parque, para combatir por 3 o 4 días (por supuesto que todo esto era un ardid ya que yo trataba de que no se supiera cuán débiles nos encontrábamos), habiéndose él referido diciendo: “Que muerto de risa, se metería con los tanques, por la puerta principal, y saldría por el González”, a lo que respondí que podría hacerlo y matar mucha gente, pero que moriría en la culminación de su intento.

         Durante nuestra conversación, el Capitán Alegrett, se mostró muy preocupado por los acontecimientos,  y me pidió le concediera llevarme a mi casa, a lo cual respondía que no sería posible, y a que en el futuro no me perdonaría en calidad e hombre, el haberme marchado y dejado a todos dentro del Gran Hotel, comprendió el Capitán Alegrett, que mis intenciones de permanecer junto al resto era definitiva. Me dijo que me mandaría preso para evitar que fuera yo una víctima más, pero me negué en una forma rotunda, ofreciéndole además que me lanzaría sobre él, y nos liaríamos a golpes, para forzar a la gente sobre su mando, a que me mataran; lo cual lo ablandó un poco y desistió a sus intenciones.

         En honor a la verdad, quiero dejar en claro, que el tanque del Capitán Alegrett, no disparó ni un solo cañonazo, sino el del Teniente Smith, ya que de haberlo hecho así, los dirigentes de la Unión Opositora, no se encontrarían hoy con vida, debido a que la habitación en donde se encontraban estaba ubicada frente a la línea de fuego del tanque del Capitán Alegrett.

         Luego del anterior diálogo, regresé al  Hotel, y el Capitán Alegrett, se fue en un jeep, con rumbo desconocido.

         Un rato después los monseñores Portalupi y Donaldo Chávez Núñez, arribaron con el objeto de mediar en el conflicto, pero el Capitán Alegrett (que ya había regresado), exigió garantía a su libertad, así como a sus vidas, para lo cual me ofrecí como rehén, habiendo permanecido como tal, durante el tiempo que los Monseñores parlamentaban con los dirigentes de la Unión Nacional Opositora.

         Durante el período de permanencia en el recinto del hotel, logré llegar a un acuerdo con el Capitán Alegrett, según el cual nos comprometeríamos, ambas partes del conflicto, a cesar el fuego hasta el amanecer, con el objeto de facilitar las negociaciones iniciadas entre los dos, y posteriormente continuadas con la intervención de los monseñores Portalupi y Chávez Núñez.

───── Ω Ω Ω ─────

- IV -

         Después de la salida de los Monseñores Portalupi y Chávez Núñez, los cuales habían prometido regresar con una respuesta satisfactoria a tan grave problema, los mencionados Monseñores brillaron por su ausencia, ya que no se supo más de ellos. Yo regresé al Hotel, en donde me reuní privadamente en una de las habitaciones de la planta baja, con los Doctores Fernando Agüero, Pedro Joaquín Chamorro, Luis Pasos Argüello y los señores Estrada Vélez, el Nene Chamorro y Don Salvador Cardenal, con el objeto de hacer comentario de lo sucedido anteriormente, pero sin llegar a ninguna conclusión definitiva.

         Con el acuerdo de cese al fuego, entre el Capitán Alegrett, y yo, el resto de la noche transcurrió en relativa tranquilidad, aunque siempre con la tensión que naturalmente reinaba entre los refugiados.

         A eso de las seis de la mañana del día 23 de enero fuimos informados de que muchos de los que se encontraban en la planta baja del hotel, estaban de nuevo ingiriendo licor, razón por lo cual William, Armando, Ronaldo Estrada Vélez, y yo, nos dirigimos al lugar en donde se encuentra ubicado el bar, y procedimos  a decomisar cinco cajas y un cesto de variados licores, los cuales depositamos bajo llave, en un lugar cercano a la cocina.

         Como a las nueve de la mañana, al tenerse conocimiento que en las afueras del Gran Hotel, se encontraban el Coronel Francisco y dos funcionarios de la Embajada de los Estados Unidos, fui comisionado con el objeto de invitarlos a entrar al Hotel, para parlamentar con la dirigencia opositora que allí se encontraba.

         Los funcionarios diplomáticos antes mencionados, aceptaron la invitación y entraron al hotel, en donde se dedicaron inicialmente a inquirir acerca del número, nombre y nacionalidad de los huéspedes extranjeros que se encontraban bajo nuestra custodia.

         Después de haber obtenido los datos que consideraron necesarios, abandonaron el hotel, habiendo regresado cerca de 2 horas más tarde; durante ese lapso de tiempo se le permitió a un norteamericano apellido Gaudet y a dos monjitas, abandonar el recinto del hotel, (dicho norteamericano tildó luego al Doctor Agüero y sus colaboradores de comunistas, en su artículo editado en una revista de New Orleans para Latinoamérica titulada: “Fracaso Rojo en Nicaragua”).
         En esta ocasión los funcionarios diplomáticos, venían en carácter de intermediarios para logar una resolución satisfactoria al conflicto presentado, para lo cual se llevó a cabo una plática en el segundo piso, en la que se encontraban presentes además, de los funcionarios diplomáticos, los Doctores Fernando Agüero, Luis Pasos Argüello, Pedro Joaquín Chamorro, los hermanos Estrada Vélez, el Nene Chamorro y el suscrito, habiendo conferenciado alrededor d 45 minutos, en los cuales el Doctor Agüero presentó a los funcionarios las bases para llegar a un armisticio definitivo; las cuales fueron las siguientes:

         1) Que el Doctor Lorenzo Guerrero, permaneciera por un año más en la presidencia.

         2) Elecciones supervigiladas por la OEA.

         3) Que todos los que nos encontrábamos en el Gran Hotel, no nos rendiríamos, sino que nos marcharíamos a nuestras casas con nuestras respectivas armas.

         4) En caso de que no fuera aceptado, ninguno de los puntos mencionados, se entregaría como holocausto los Doctores Fernando Agüero, Pedro Joaquín Chamorro y Luis Pasos Argüello, a condición de que el resto de los sitiados en el Gran Hotel, fueran puestos en libertad.

         El Coronel Francisco de la Embajada Americana y su comitiva, se marcharon y al rato se le disparó una pistola en una forma involuntaria a uno de los refugiados en el segundo piso del hotel, motivo por el cual la Guardia Nacional abrió fuego nutrido en contra del hotel, entablándose nuevamente otra refriega, entre las fuerzas del Gobierno y los opositores. Después de varios minutos de fuego intermitente se debía a un lamentablemente accidente y no a un hecho voluntario.

         Mientras, aún daba explicaciones a través del megáfono, se oyó un nuevo disparo que aparentemente provenía de un rifle de unos de los ocupantes de una de las habitaciones, iniciando éste disparo una nueva refriega. Después de proteger mi persona, me dirigí a la habitación en la que se encontraban entre otros los Doctores Eduardo Rivas Gasteazoro y Francisco Frixione, quienes impávidamente contemplaban un individuo que en una forma voluntaria había hecho disparar el garand que portaba, dando ocasión a la última refriega que aún continuaba; viendo la pasividad de los que allí se encontraban, me vi obligado a increpar al autor del disparo, para que me entregara su arma, pero habiéndose éste negado, me fue necesario hacer uso del arma que yo portaba para poder despojarlo de su fusil.

───── Ω Ω Ω ─────

- V –

         Después de lo narrado anteriormente, volvió la tranquilidad con un nuevo cese al fuego y ratos más tarde llegaron al hotel nuevamente el Coronel Francisco y los otros dos funcionarios norteamericanos, quienes traían una propuesta de armisticio de parte del Presidente de la República, y la cual consistía en la garantía de la vida y la libertad de todos los refugiados del Gran Hotel, a cambio de la entrega de la armas que poseíamos y la promesa de dirigirnos en forma pacífica a nuestros hogares.

         Después de haber sido discutida la propuesta del Presidente de la República, se acordó aceptarla y se comisionó a los señores Uriel Argüello Pasos y el Nene Chamorro, para que se encargaran de hacer los arreglos necesarios con los empresarios de autobuses locales, para que transportaran a los refugiados del Gran Hotel hasta el lugar del cual provenían.     

         Después de haber llegado el armisticio, varios de los presentes, nos dirigimos a la planta baja del hotel, para comunicar al resto de los ocupantes las bases del arreglo satisfactorio a que se había llegado, pero debido al nerviosismo y la gran cantidad de personas, se llegaron hacer malas interpretaciones, a tal extremo que algunos llegaron a creer que entre las bases del armisticio, estaba la condición de que el Doctor Fernando Agüero, se entregara como prisionero a las fuerzas del gobierno.

         Muchos se opusieron a esta falsa interpretación, alegando como razón principal su solidaridad con el Doctor Agüero, mientras otras consideraban que ésta era una jugada política del Doctor Agüero, para garantizar su integridad personal. Después de acaloradas discusiones y reiteradas explicaciones, logramos los voceros de la dirigencia opositora convencer a la mayoría de los concurrentes teniendo en muchos casos que apelar a nuestras armas para lograr el desarme de los más intransigentes que no querían aceptar las bases del armisticio.

         Aproximadamente a las cuatro de la tarde del día 23 de Enero, se hicieron presentes el Doctor Hernán Arosteguí, algunos camarógrafos, periodistas nacionales y extranjeros, los cuales habían viajado especialmente desde los Estados Unidos, para hacer un reportaje de la situación, entrevistando en esa forma a los Doctores Fernando Agüero, Pedro Joaquín Chamorro, en medio de la multitud de los cuales procedían.

         Los más connotados dirigentes fueron transportados a sus hogares a bordo de vehículos propiedad del gobierno americano, en los cuales ondeaban pequeñas banderas de los Estados Unidos.

         Al comenzar el obscurecer de la tarde, el señor Chico Reyes y el suscrito, abandonamos el refugio, después de haber constatado que éramos los últimos.

         Para poner término a la narración de los hechos, en que participé, así como de los que pude apreciar, quiero hacer público reconocimiento a los ciudadanos de que en una forma decisiva contribuyeron con su actitud valerosa y serena a mantener el orden, la moral y el espíritu de lucha entre los ocupantes del Gran Hotel, el 22 de Enero y quienes propiciaron e hicieron posible que la alta dirigencia opositora encabezada por el Doctor Agüero lograr llegar a un armisticio digno en circunstancias adversas.

         Entre las personas a las cuales hago este público reconocimiento a su valor y serenidad como me es posible recordar los nombres de Francisco (Chico) Reyes, Medardo Martínez, Luis Venerio Plazaola, Rubén Castro, Luciano Cuadra, hermanos Estrada Vélez, René Saldaña, y otros a los cuales por razones del tiempo me es imposible recordar de sus nombres, pero que siempre recordaré su valiente actitud y elevado valor cívico.

JACINTO VÉLEZ BÁRCENAS

───── Ω Ω Ω ─────

No hay comentarios:

Publicar un comentario