viernes, 16 de octubre de 2020

EL DR. GUSTAVO TABLADA ZELAYA Y LA CLÍNICA PÁVLOV, EN UN ARTÍCULO DEL DIARIO LA PRENSA / 20 de Agosto de 1973. Pág. 10.


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Los integrantes de la Policlínica I. P. Pávlov, doctores Julio César Borge, Gustavo Tablada, José Luis Medina y Juliio C. Briceño, quienes junto con su colega Ena Briceño (que no aparece en la gráfica), han fundado en esta ciudad un centro asistencial privado de grandes alcances y motivaciones sociales. 
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Liminar de EPV h.:

Estimé que este artículo sobre la “Clínica Pávlov” fundada por el Dr. Tablada Zelaya y otros colegas, en la Managua de los años setenta, no podía  compartirlo sin que, al menos hubiera un recordatorio del contexto en el cual conocimos al inolvidable médico chontaleño que en esa época rondaba los treinta y tres años de edad.

Todos los vecinos lo tenían en alto concepto, como persona y  profesional de la medicina. Tampoco era desconocida la participación política del Dr. Tablada en las filas del Partido Socialista Nicaragüense.

En aquel contexto de mi juventud tuve más de un excelente amigo de vecindad, uno de ellos era peculiar, caracterizado por poseer un picaresco y fino sentido del humor. A este singular acompañante de mis andanzas juveniles, siempre le asomaba la tozudez del que todo lo sabe,  y por ese motivo, los amigos menos tolerantes lo apodaban “El Burro”, aunque él solía acompañar toda ocurrencia con risas persistentes y grandes. Estudiaba en el Instituto Nacional Maestro Gabriel; de cuerpo tonelero y un rostro donde destacaban grandes ojos saltones, contradictor de voz grave, quien solía otorgarse la razón con la locución “Donde digo, dijo Diego”.

Este amigo era parte de aquel vecindario, caracterizado por familias no adocenadas, porque en esas calles y avenidas podía localizarse gente muy peculiar en cuanto a educación universitaria y académica. En nuestro entorno que tendría un hueco en la película “Aquellos años maravillosos” de Kevin Arnold, vivió el Dr. Gustavo Tablada y familia, ocupaba una casa esquinera a media cuadra del extenso parque del Residencial que, a mi juicio, en esos años fue Dorado y, al pasar del tiempo, por diversas razones dejó de serlo.

A donde fuéramos por aquellas aceras, la referencia cartesiana te ponía frente a las casas de numerosos médicos, químicos-farmacéuticos, ingenieros, abogados, arquitectos, profesores universitarios, en fin, en la convivencia del conocimiento. Cercano al domicilio de la familia Tablada, no había manera de esquivar las especialidades médicas, porque a poca distancia vivían otros galenos, que recordarlos pone el alma de cántaro.

Aquel calendario existencial deshojaba el año 1975. Sin extravíos, en ese trocito urbano de Managua era fácil localizar un numeroso grupo de hermanados en la ética del juramento hipocrático. A través de esos recuerdos distantes hasta la cercanía del presente, y en particular, durante los tres últimos años, sobrevino la pena recóndita en los hogares de otros entrañables médicos.

Próximos a la casa de la familia Tablada vivían otros portadores del báculo de Esculapio, quienes por otras causas y en años recientes, fueron convocados a la inexorable cita de tierra y cielo. Humanistas que dedicaron su vida a socorrer y curar a muchos ciudadanos, en donde nunca faltaban los aquejados indoctos, de esos  mismos que en el presente pandémico tampoco atienden la obligación de usar mascarillas para prevenir contagios y muertes.

En estos gratos recuerdos de aquella vecindad establecida a mitad de los años 70, están las familias de los inolvidables médicos: Dr. Néstor Castillo Balladares, Dr, Ángel Axel Sobalvarro Orozco (1951-†2019), Dr., Rafael Pérez Fonseca (†11/10/2020). En un corto trayecto vecinal, también habitaban los médicos: Sergio Prado Arnuero, Luis Rigoberto Wilson Juárez, Ronni Avilés y Sandra Aráuz de Avilés, entre muchos otros.

A  las pocas calles  y avenidas de nuestro residencial, tres en rumbo norte-sur y siete de este-oeste, la urbanizadora que la trazó decidió bautizarlas con los nombres de “metales”, ese peculiar detalle no fue intrascendente porque estuvo incorporado al lenguaje disimulado y corrosivo de mis amigos, en donde no faltaba “El Burro Baltodano” y, Reynaldo, el hermano intermedio, que por su extrema delgadez le decíamos “Papel”.

Precisamente, la Avenida del Oro era ruta hacia la casa del Dr. Tablada Zelaya. En las inmediaciones de esa misma avenida aurea también residían  varias encantadoras muchachas que provocaban ensoñaciones y hondos suspiros. Mis amigos del círculo, solían hablar de sus encaminamientos domingueros y sabatinos con sólo mencionar alguno de aquellos nombres de metales. Cuando alguien preguntaba por los planes, ¿A dónde se dirigen?  Vamos donde los kilates resplandecen, decían.

Yo vivía en otra avenida paralela a los linderos del Oro, pero la nuestra no tenía el nombre de otro metal precioso, era la Ave. “El Cobalto”, la cual sugería emisiones vecinales radioactivas.. Entre aquel otro grupo convecino, había mucha emisión de ideas y acciones de lucha antisomocista. Cada quien en lo suyo. Además de las profesiones, ese detalle ideológico fue parte interesante y peculiar de aquella vecindad.

A propósito de lo anterior, traigo a la memoria, al ingeniero Dionisio Marenco y la poeta Daysi Zamora. En ese tiempo, Dionisio Marenco trabajaba para el Ingenio Montelimar. A Doña Ruth Aragón Dávila, cuñada del Dr. Danilo Aguirre Solís, reconocido abogado y sobre todo, combativo periodista. El Dr. Sergio Prado Arnuero, un profesional consagrado, principalmente, a la atención de familias de escasos recursos económicos,  muy activo en la lucha contra la dictadura somocista. Creó y dirigió un programa radial para hablar de medicina preventiva, atender consultas con micrófono abierto y,  obsequiaba medicamentos a la gente enferma. Después del 19 de julio de 1979, por planteamientos ideológicos considerados disensos, sufrió terribles asedios, y junto a su familia fue empujado al exilio.   

Esas avenidas y calles tenían la placidez provocada por frondosas arboledas y el silencio de las rutas poco transitadas. Frente a la casa del notable médico chontaleño, vivía el poeta Beltrán Morales, con su inseparable boina y bastón, acompañado de  su esposa Marcia Ramírez Mercado, y un poco más al norte, Dña. Gladys Bonilla Muñoz, fundadora y dueña de la Escuela Politécnica de Comercio, en cuya casa siempre hacía parada el autobús colegial en donde viajábamos alumnos del Instituto Pedagógico de Managua.

Ahí, durante cinco días a la semana descendía el hijo de doña Gladys, que cursaba la educación primaria. En ese breve lapso, desde la ventana del bus, en ocasiones divisábamos al Dr. Tablada en el portal de su casa, acompañado de una señora, cuyo genotipo racial era marcadamente distinto al de nuestras féminas del terruño local.

La incógnita sobre aquella persona quedó despejada cuando Alejandro Prado,  otro inolvidable de aquel grupo de inquietos ánimos juveniles, con predilección por el levantamiento de pesas y hermano menor del médico Hermógenes Prado recordado deportista del boxeo nacional, apareció donde solíamos reunirnos, llevaba el directorio telefónico debajo del brazo, lo abrió y leyó: “casa 133, teléfono 94933 a nombre de doña Tatiana Marinkins de Tablada.

Cuando Alejandro aún no terminaba de decir la última palabra, fue interrumpido por Sandro Paniagua (Paniaguita), quien en tono de burla hacia todos los presentes exclamó: ¡un día estoy con despistados y desinformados, y ahora resulta que no saben dónde queda el Kremlin! Todos nos volvimos a ver, sin entender la insinuación de Sandrito. Quien de forma corrosiva prosiguió: — ¡Pues sepan que esa señora es rusa! ¿Acaso no es la esposa del Dr. Tablada? —

Cuando llegaron los años más aciagos, cercanos a la derrota de la dictadura somocista, hubo importantes alianzas entre agrupaciones de diferente naturaleza ideológica, en una de aquellas participaba el personaje en la línea de mis laberínticos recuerdos.

Sobre las opciones políticas de aquel momento, eran interesantes las opiniones incisivas de mis amigos, entre los cuales había uno, de apellidos Morales O., que integraba el Movimiento de Acción Popular M-L., y, a la vez, militaba en el “jáibol”, y siempre, aunque no asestara ni de largo ni de cerca, no desistía en cargar el arco de cupido al hombro, al final adjuró del credo estalinista y  terminó adherido a la IV Internacional. Otro, era fervoroso activista del Frente Obrero, y el resto de amigos participaba en lo que tuviera forma de cuadrilátero antisomocista.

En nuestras ocurrentes probanzas de las adherencias, cierto día del año 77 fuimos a participar en la celebración del Primero de Mayo en la sede de la Central de General de Trabajadores Independientes, alojada en una casucha a la orilla del baipás cercano al barrio San Cristóbal.



Apenas iniciaba la actividad cuando enfrente del sitio fueron estacionados dos jeep militares de la Guardia Nacional. En ese momento, un dirigente sindical de apellido Solórzano caminó hacia donde estábamos sentados y nos pidió que nos retiráramos, “porque la reunión poseía identidad, pertenecía a la clase obrera”, insistió dos veces. Parece que en nuestros rostros miró mucho aire juvenil, y no éramos candidatos al presídium y a cantar la Internacional. Con el riesgo del momento salimos a la calle, en donde por fortuna logramos distanciarnos del peligro.  

La población estaba atenta a la reciente conformación de dos importantes agrupaciones, el Frente Amplio Opositor (FAO) donde participaban muchos ciudadanos de larga trayectoria antisomocista, y en bando paralelo surgió el Movimiento Pueblo Unido (MPU) atenazado por militantes y simpatizantes públicos de la organización guerrillera Frente Sandinista.   

En aquel Frente Amplio Opositor participaba el Dr. Gustavo Tablada junto al Dr. Julio Briceño, eran colegas fundadores de la Clínica Pávlov localizada en la raya divisora o límite norte del popular barrio San José Oriental y del otro lado, el residencial Ciudad Jardín. Por esa calle también pasaba el mismo autobús colegial del IPM., que nos llevaba de regreso a nuestros domicilios.

En Ciudad Jardín descendían mis inolvidables compañeros de colegio, Henry Villavicencio, Erick Rodríguez Rossoto y sus dos hermanos menores, Horacio Peña Jr.

Los alumnos de secundaria teníamos la costumbre de ocupar los últimos asientos en la parte trasera del bus, cuando pasábamos frente a la Clínica Pávlov por lo general volvíamos la vista hacia el rótulo de aquella clínica porque había un compañero de recorrido, hijo de un político del Partido Liberal Nacionalista que, mientras se levantaba para ir hacia la puerta de salida, solía decir en voz alta: --¿Quiénes bajan en Moscú?

Ambos médicos eran representantes del Partido Socialista Nicaragüense en el Frente Amplio Opositor. Ese Partido terminó dividido en dos bandos irreconciliables.  que de haber  existido hasta al presente continuarían con el mentón sostenido ante los hilachos teóricos de la fracasada y extinta URSS.

Sin embargo, me viene en gusto decir, que por lo conocido sobre la trayectoria política del doctor Tablada, este no abrazó vicios de ideología. Al contrario, la ciudadanía lo recuerda asido al recto concepto de  justicia y honradez, motivado en resolver problemas cotidianos de la vida nacional.  

En cuanto a los contactos ocasionales con el doctor Tablada, recuerdo una vez que encontrándonos el grupo de amigos en el jardín exterior de la casa contigua a la de él, descendió de su vehículo y caminó hacia nosotros para saludarnos. Y con amplia sonrisa, de quien encuentra a los muchachos de la vecindad en bulliciosa conversación, nos preguntó: — ¿Acaso esta es alguna reunión antimperialista?—  A todos nos motivó a risa la ocurrencia del  memorable psiquiatra y militante socialista.

Nadie de mis inseparables se dio por sorprendido, al contrario, el ocurrente Mario, “El Burro” Baltodano, dijo: — Apenas recitábamos los primeros versos de la “Oda a Roosevelt” — Respuesta que el doctor Tablada encontró empática y divertida. ¡Aaahh! ¡Qué bien! Exclamó.  —Compruebo que conocen el primer poema antimperialista de nuestra América— A continuación, yo agregué algunas palabras para retornar y asentir el contenido de aquel saludo rodeado de aire político: —Dr. Tablada, —dije— si decide acompañarnos por un rato, también escuchará “El Grito hacia Roma” de García Lorca. Entre nuestras infaltables risas y las de él, el doctor dijo: —quisiera quedarme pero el reclamo de mi esposa serían los versos más sonoros ----.   

Así recuerdo al Dr. Tablada; y estoy seguro que pasará el tiempo y nadie encontrará manera de  introducir ideas contrarias sobre este ciudadano de incuestionables méritos, que fue capaz de retar al régimen somocista desde la atención médica y la militancia política. Y que durante toda su vida no abandonó la búsqueda por encontrar democracia, justicia y paz, en la Nicaragua de todos.  

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MUCHO OJO CON LAS COMIDAS TRADICIONALES

En: La Prensa, 20 de Agosto de 1973. Pág. 10.

         Verdad, estimable lectores, que es sabroso recetarse un buen lomo de cerdo asado, un humeante nacatamal, una sopa de mondongo con bastante chile, o una fritanga de esas que venden en el Mercado Oriental…?

         Sin embargo, si usted abusa de esos alimentos que conforman nuestra dieta popular, puede dar origen con el tiempo a graves enfermedades, no sólo penosas, sino hasta fatales.

         Tal es el criterio científico del grupo de especialistas responsables de la “Policlínica I.P. Pavlov” quienes incluyen dentro de esa línea de comidas peligrosas, si se abusa de ellas, a los chicharrones, los picantes, los encurtidos, las salsas, pastas de todo género, y en general todos los alimentos excesivamente fritos o refritos, al igual que las comidas demasiadamente condimentadas.


         Indican seguidamente los especialistas mencionados, en entrevista que le hiciéramos que igualmente figuran dentro del campo de lo nocivo el comer irregularmente, comer a cualquier hora, ingerir cualquier cosa para saciar el apetito, o detenerse a comer en lugares antihigiénicos donde pululan las moscas y pésimas condiciones ambientales en general.

         Aclarando que ellos nos son vegetarianos y que todos podemos hacer uso de esas comidas en términos moderados, dichos especialistas sugieren que padeciéndose de alguna enfermedad de cuidad, el paciente debe dar toda la importancia que se merece al uso de productos naturales, esto es, vegetales y frutas que el organismo asimila más eficazmente ayudando a eliminar las secreciones y a desintoxicar el cuerpo.

         La Policlínica Pavlov constituye algo trascendente y singular en nuestra historia médica, no sólo porque por primera vez en el mundo (excepto en la URSS) se bautiza una institución de este tipo con el nombre del más insigne galeno ruso, Iván Petrovich Pavlov, Premio Nobel descubridor de los reflejos condicionados como el método de investigación científica más avanzado en la medicina, sino porque con su fundación se junta profesionalmente por primera vez en América Latina varios egresados de la Universidad de los Pueblos Patricio Lumumba.

         Integran la Policlínica Pavlov los doctores Julio César Borge, pediatra, Ena Briceño, ginecóloga, ambos de la UNAN, y Gustavo Tablada, psiquiatra, Julio C. Briceño, medicina interna y José Luis Medina cirugía general y medicina, los tres egresados de la Universidad de los Pueblos de la URSS.

CÓMO NACIÓ

         La policlínica nació, según nos refieren durante la mayor agudización de la asistencia médico-hospitalaria en la capital, poco después del terremoto del 23 de diciembre de pasado (1972). Ellos señalan que lo que persiguen fundamentalmente es plasmar en la práctica la adecuada combinación de la escuela médica de la Europa Oriental, más concretamente de la escuela rusa, con las normas y métodos científicos del mundo occidental, mediante la conjugación de conocimientos de dos egresados de nuestra alma mater con tres profesionales que conquistaron sus títulos en la URSS.

         Nuestro criterio científico, puntualizan, aborda de la manera más integral a cada paciente tomando en consideración en forma básica las condiciones ambientales en que vivimos, la situación económica de nuestro pueblo, sus condiciones culturales y de alimentación dado nuestro retraso cultural.

         Este es, una novedad que por primera vez se estila y ejecuta en nuestro medio. Independientemente de que cada uno de los médicos de la Policlínica Pavlov atiende en forma individual a cada paciente, cuando se presenta un caso raro o complicado, es objeto de una atención colectiva de los cinco galenos, sin que ello signifique un recargo adicional para el enfermo.

         De esta manera, expresan los entrevistados, se manifiesta la materialización de nuestros principales objetivos, o sea la de unificar las dos escuelas médicas que se ubican en el mundo occidental y en el hemisferio oriental.

         La unión de profesionales de dos escuelas distintas, indican, pretende sentar procedimientos sobre una nueva concepción de la medicina mediante una atención calificada al paciente, desde un punto de vista social, económico y científico.

         Al padecer de alguna enfermedad de cuidado, el paciente debe dar toda la importancia que se merece al uso de productos naturales, esto es, vegetales y frutas que el organismo asimila más eficazmente ayudando a eliminar las secreciones y a desintoxicar el cuerpo.

         En definidas cuentas, agregan, la tendencia es que nuestra policlínica preste atención a todas las clases y capas sociales del país, procurando intensamente que ningún paciente salga de nuestra institución sin que no se le atienda por asuntos económicos, aunque reciba el mismo tratamiento de otros sectores más pudientes.

PROGRAMA CON DROGADICTOS

         Indicando que ellos utilizan los métodos científicos de curación que actualmente se usan en el mundo occidental y en la URSS, nos informan que en estos días tienen a su cargo un tratamiento colectivo de sicoterapia, con un grupo de doce jóvenes drogadictos de nuestra sociedad.

         A pesar de todas estas novedades, la policlínica no pretende ser una isla, y por el contrario, mantiene magníficas relaciones con otros organismos calificados del país como el Instituto de Cardiología, las asociaciones de oftalmología, neurocirugía, etc., aparte de que cuentan con la colaboración del Laboratorio Clínica Nicaragüense del doctor Eleázar Galo, que también forma parte de la mística y de la práctica del centro asistencial privado Pavlov.

 


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