domingo, 4 de octubre de 2020

NICARAGUA, EL TRASFONDO ÉTNICO, EL DESCUBRIMIENTO, CONQUISTA Y COLONIZACIÓN, LA REPÚBLICA, GUERRA NACIONAL, CAUDILLISMO Y, DICTADURAS. Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle. 1974.

───── Ω Ω Ω ───── 


Dr. Felipe Rodríguez Serrano (1920); Dr. Emilio Álvarez Montalván (1919- †2014); Lic. Ignacio Briones Torres (1928- †2009); Dr.  Eduardo Pérez-Valle (1924- †1998)

───── Ω Ω Ω ───── 

EL TRASFONDO ÉTNICO

EL DESCUBRIMIENTO

CONQUISTA Y COLONIZACIÓN

ESTAMPA DE LA COLONIA

LA REPÚBLICA

GUERRA NACIONAL

GOLPES MILITARES - CAUDILLOS Y DICTADURAS

───── Ω ─────

EL TRASFONDO ÉTNICO

Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle

         Las tribus indígenas que habitaban Nicaragua a la llegada de los europeos pueden dividirse en tres categorías lingüísticas: de afinidad septentrional, de afinidad meridional y de afinidad incierta.

         La principal lengua de procedencia norteña era el náhuatl, cuyos dialectos alguna vez se hablaron desde los Estados Unidos hasta Panamá, siendo el azteca el mejor conocido. Los pueblos de lengua náhuatl, casi todos los toltecas, avanzaron desde México hacia el sur, a lo largo de la costa del Pacífico, y llegaron a Nicaragua poco antes de la Conquista.

         En el occidente de Nicaragua se habló la lengua maribia, relacionada a la con la tlapaneca, del Estado de Guerrero, al sur de México; con el grupo hokano, de California, y el coahuilteco, de Texas y el noreste de México.

         Las tribus meridionales hablaban el chibcha, que en alguna ocasión se extendió desde el Ecuador hasta Nicaragua.

         Los vínculos lingüísticos de las tribus centrales y orientales (matagalpas y ulúas) permanecen inciertos, aunque hay tendencia a clasificarlas como de origen chibcha.

         El chorotega era hablado por varias tribus de Nicaragua, Costa Rica y el sur de México, las cuales procedían de muy al norte. Su permanencia en Nicaragua databa de muy antiguo.

   También se hablaba el tacaco, lengua sin relación alguna con las otras del país.

   De acuerdo a este cuadro lingüístico, las tribus de Nicaragua pueden clasificarse de las siguiente manera: 1) De origen septentrional: nahoas (nicaraguas) y maribios (sutiabas). 2) De origen meridional: chibchas (ramas y corobicíes). 3) De origen incierto: ulúas, matagalpas, mískitos, chorotegas (cholutecas y mangues) y tacachos.

         Las distribución geográfica era la siguiente: los nicaraguas ocupaban el istmo de Rivas y la isla de Ometepe; los maribios la porción occidental de los departamentos de León y Chinandega; los ramas la región al sur del río Escondido; los mískitos la región al norte de este río, hasta más allá del río Coco; los matagalpas el escudo montañoso central y parte de Honduras y El Salvador; los ulúas el departamento de Boaco y algo de Jinotega, al margen de los matagalpas; los corobicíes la costa oriental del Gran Lago; los cholutecas el contorno del golfo de Fonseca; los mangues los actuales departamentos de Managua, Masaya, Carazo y Granada; los tacachos eran sólo un núcleo al noroeste de la actual ciudad de León.

EL DESCUBRIMIENTO

         Tras un viaje lleno de contrariedades, en el cuarto y último que realizara, llegó Colón a descubrir las costas orientales de Nicaragua hacia el 12 de Septiembre de 1502. Al doblar el cabo que llamó de Gracias a Dios, vientos favorables le llevaron rápidamente hacia el sur. Fondeó frente a la desembocadura del río grande de Matagalpa, que llamó del Desastre, porque perdió allí una barca y  algunos tripulantes.

         Años más tarde Gil González Dávila, autorizado para utilizar la armada construida por Vasco Núñez de Balboa para explorar las costas del Pacífico, llegó a Castilla del Oro, sometida al gobierno de Pedrarias Dávila, quien puso obstáculos para que González llevase adelante sus proyectos. Éste construyó nuevas embarcaciones, y en compañía del piloto Andrés Niño, que las comandaba, y del tesorero Andrés de Cereceda, se dio a la vela en las Islas de las Perlas el 21 de Enero de 1522. A poco de navegar rumbo al poniente González dispuso continuar por tierra, y ordenó a Niño prosiguiese el descubrimiento por mar. Éste según la relación, navegó cosa de 350 leguas.

         Visitó el golfo de Fonseca. Después regresó al de Nicoya en busca de González.

         Éste había llegado a los dominios del cacique Nicoya. Allí tuvo informes de que algunas lenguas al norte en Cuahucapolcan, residía Nicaragua, jefe de gran prestigio e influencia en toda la región, y allá se dirigió. Fue bien recibido y aposentado por el cacique en el lugar de su residencia, situado junto a una “mar dulce”, cuyas aguas tenían flujo y reflujo; el lago de Nicaragua, que los indios llamaban de Cuauhcapolca o Ayagualo y que algunos cronistas llamaron después de Coabolco o Cocibolca. El cacique hizo a González abundante regalos en oro, tejidos de algodón, alimentos y plumas ricas. Entabló con el capitán español, a través de los intérpretes, un interesante diálogo sobre temas religiosos y filosóficos. Los argumentos del indio causaron el asombro del español por el talento, despejo y sagacidad que denunciaban. Al final el cacique aceptó el cristianismo y la soberanía del rey de España; y con su propia mano ayudó al conquistador a plantar una cruz sobre el altar de sus antiguos dioses. Pasó Gil González rumbo al norte a reconocer el territorio delos seis caciques de Nochari, también pacíficos. Aquí llegó de las mesetas que se extienden al sur de la sierra de Managua el poderoso Diriangen, acompañado de sus principales, con pendones y trompetas, diecisiete mujeres cubiertas de oro y quinientos servidores portando pavas y un total de más de doscientas hachas de oro, en obsequio al explorador. Quería el cacique, según dijo, conocer a los hombres barbados y a las alimañas de cuatro patas que montaban. Conversó con González y aceptó recibir el bautismo en un plazo de tres días, en los cuales armó a su gente y cayó de improviso sobre los españoles. Estos pudieron recobrarse, después de la inicial sorpresa, y emprender la retirada, siempre hostigado por los indios. Pasaron precipitadamente por el asiento del cacique Nicaragua, y a marchas forzadas alcanzaron el golfo de Nicoya, donde los aguardaba Andrés Niño con la armada. Llegaron a Panamá en junio de 1523. Según sus propios informes, en Nicaragua, González había recorrido 224 leguas, bautizado a más de 32,000 indios  y recogido algo más de 112,000 pesos en oro.

         Exacerbada la ambición de Pedrarias, quiso despojar a González del quinto real, con el propósito de remitirlo a España en su propio nombre. Pero González escapó de sus manos y llegó a Santo Domingo, donde comenzó a preparar una expedición para volver a Nicaragua por el Atlántico, en busca del estrecho que se suponía existir entre ambos océanos, a través de las tierras centroamericanas.

CONQUISTA Y COLONIZACIÓN

   Pedrarias Dávila, considerando que los territorios recién descubiertos por González pertenecían a su gobernación, envió al capitán Francisco Hernández de Córdoba, con tropas suficientes, a tomar posesión y efectuar las primeras fundaciones.

   Hernández zarpó de Panamá a fines de 1523, llevando un lucido cuadro de subalternos, entre ellos Hernando de Soto, Francisco la Puente y Gabriel de Rojas. Penetró a Nicaragua por la misma ruta que Gil González. Fundó a orillas del golfo de Nicoya una villa que llamó Bruselas; junto al Mar Dulce la ciudad de Granada, con templo y fortaleza; hizo trasladar en piezas un bergantín del océano al Lago, para reconocerlo, descubriéndose entonces el curso inicial del río Desaguadero (San Juan). También fundó junto al lago de Xolotlán (de Managua) la primera ciudad de León, destinada a ser la capital de la nueva provincia.

         En tierras de Honduras ocurrió el choque entre los conquistadores que avanzaban del norte y los que procedían del sur. Allí desembarcó Gil González con su expedición procedente de Santo Domingo; llegó también Cristóbal de Olid, enviado por Hernán Cortés; y tras él Francisco de las Casas, a reprimir  su rebeldía; también acudió Hernado de Soto, enviado por Hernández de Córdoba; y cercano a la costa del sur, precedido por terrible fama, también avanzaba Pedro de Alvarado, desde Guatemala. La Audiencia de Santo Domingo envió a su fiscal Moreno a establecer concordia entre los conquistadores, ordenándoles en sendas provisiones que se abstuviesen de penetrar en territorio dominado por los contrarios; y que en tanto no resolviesen las autoridades superiores, acatasen tan sólo disposiciones emanadas de la Audiencia. Llegó por fin a Trujillo el propio Hernán Cortés, y entró en relaciones amistosas con Hernández de Córdoba, a quien envió algunos socorros. Tales relaciones no fueron bien vistas por algunos incondicionales de Pedrarias, que acudieron a éste con la noticia. Emprendió el gobernador de Castilla del Oro una expedición punitiva que llegó a Granada y apresó al supuesto rebelde, quien fue juzgado sumariamente y ejecutado en la plaza mayor de León en junio de 1526.

   A la muerte de Hernández ya Pedrarias había depuesto y nombrado para sustituirle Lope de Sosa, quien murió en el camino. Se nombró entonces a Pedro de los Ríos. Éste vino también a Nicaragua a tomar posesión de la provincia; pero la encontró ocupada por otro pretendiente, el gobernador de Honduras, Diego López de Salcedo, quien lo expulsó del territorio. Bruselas que había reconocido de los Ríos, fue mandada a despoblar.

         A pedimento de los vecinos de León el rey instituyó la gobernación de Nicaragua, nombrando por cédula de 16 de mayo de 1527 un primer gobernador que fue Pedrarias Dávila. Éste, viejo de casi noventa años, gobernó el país despóticamente, hasta que murió en León, el 6 de marzo de 1531, y fue sepultado en la iglesia de la Merced.

   Le sucedió interinamente el alcalde mayor, Licenciado Francisco de Castañeda, quien dedicado a negocios de su provecho, a espaldas de la ley continuó el exterminio de los indígenas a base de los trabajos forzados y la trata de esclavos. Salió huyendo del país antes de ser residenciado, dejando el cargo en manos de primer obispo de Nicaragua, Diego Álvarez Osorio, que también desempeñaba el de protector de los indios, con buena voluntad, aunque muy poca eficacia.

         En 1534 estuvo en el Puerto de la Posesión o de El Realejo (en la actual bahía de Corinto) Pedro de Alvarado.

         En 1535 llegó a León el nuevo gobernador, Rodrigo de Contreras. Los capitanes Diego de Machuca de Suazo y Alonso Calero, que organizaban una expedición para descubrir el curso del Desaguadero hasta el mar, hubieron de aceptarlo como asociado. Calero y Machuca lograron su propósito en 1539. En relación con una primera y  fracasada expedición del capitán Machuca al mismo río, Contreras tuvo serias diferencias con el Defensor de los Indios, fray Bartolomé de las Casas, que deseaba poner en práctica sus planes de conquista pacífica. Por fin Contreras fue despojado por la Audiencia de sus encomiendas de indios, a pesar de que había hecho traspaso fraudulento de sus bienes a su mujer, doña María de Peñalosa, hija de Pedrarias, y a sus hijos, Hernando y Pedro. Estos atribuyeron el revés sufrido por la familia a la contraria intervención del tercer obispo de Nicaragua, dominico como Las Casas, fray Antonio de Valdivieso. Alentados por algunos desterrados del Perú, partidarios de Hernando de Pizarro, que a la sazón estaban en Nicaragua; y contando con el apoyo de un poderoso bando, concibieron el propósito de asesinar al obispo, cosa que puso en ejecución Hernando de Contreras, en la ciudad de León, el 26 de Febrero de 1550.

   Luego se trasladaron a Panamá para interceptar allí a La Gasca, que volvía del Perú, vencedor de Pizarro, y arrebatarle el oro que conducía; pero fueron finalmente derrotados en batalla campal por los vecinos de Panamá. De no haber ocurrido tal desenlace, la etapa final de esta aventura hubiese sido el proclamarse Hernando “príncipe del Cuzco”, independiente del monarca español.

   Entre 1544 y 1566 la institución del gobernador de Nicaragua desapareció. La Provincia fue gobernada, primero por los alcaldes ordinarios, después por alcaldes mayores proveídos por la Audiencia (1551-1559), y luego por alcaldes mayores-gobernadores, de provisión real. Se restaura así la institución del gobernador.

   Pedro de los Ríos gobernó en nombre de Contreras. Le sucedió el Licenciado Diego de Herrera, juez de residencia de Contreras y sus oficiales.

   Entre los alcaldes mayores están Alonso Ortiz de Elgueta, Nicolás López de Urraga, Juan de Cavallón, Juan Márquez, Álvaro de Paz, Andrés López Moraga, Francisco de Mendoza, Juan Morán, Juan Vásquez de Coronado y Hernando Bermejo.

   Fueron alcaldes mayores-gobernadores: Alonso Ortiz de Elgueta y Juan de Cavallón. Y gobernadores, en la nueva época de la institución: Alonso de Casaos (1576), Francisco del Valle Marroquín (1575), Diego Artieda Cherinos (1576) Hernando Gasco (1583), Carlos de Arellano (1589), Bartolomé Lence (1592); Bernardino de Ovando (1593), Alonso Lara de Córdoba (1599), Cristóbal de Villagrán (1622), Alonso Lazo (1622), Santiago Figueroa (1623), Lázaro de Albizú (1625), Juan de Agüero (1627), Francisco de Asagra y Vargas (1630), Pedro de Velazco (1634), Juan de Bracamonte (1641), Diego de Castro (1660), Juan de Salinas y Cerda (1665), Antonio de Tremiño y Dávila (1669), Pablo de Loyola (1676-?), Antonio de Coello (1681), Pedro Álvarez Castrillón (1682), Gabriel Rodríguez Bravo de Hoyos (1692), Pedro Jerónimo Luis de Colmenares y Camargo (1693), Miguel Camargo (1705), Sebastián de Arancibia y Sasi (1705), Antonio de Poveda y Rivadeneira (segunda vez, 1727), Pedro Martínez de Uparrio (1727), Tomás Duque de Estrada (segunda vez, 1728), Bartolomé González Fitoria (1730), Antonio de Ortiz (1736), José Antonio Lacayo de Briones (1740), Francisco Antonio de Cáceres Molinedo (1745), Juan de Vera (1745), Alfonso Fernández de Heredia (1746), José González Rancaño (1753), Melchor Vidal de Lorca y Villena (1761), Domingo Cabello (1776), Manuel Quiroga (1776), José de Estechería (1779), Juan de Ayssa (1783).

   De acuerdo a las Ordenanzas de Carlos III, se estableció en Nicaragua el régimen de Intendencias. Se abolía la encomienda y el intendente debía percibir el tributo directamente de los indios.

   El primer gobernador-intendente de Nicaragua, cuya jurisdicción en el ramo de hacienda se extendía también a Costa Rica, fue don Juan de Ayssa, que asumió las nuevas funciones en 1786. Los otros gobernadores intendentes fueron: José Salvador (1793), el obispo Nicolás García Jerez (1811), Juan Bautista Gual (1814), Manuel Beltranena (1816), Miguel González Saravia (1818).

ESTAMPA DE LA COLONIA

   El cuadro general que ofrece la provincia de Nicaragua a través del largo período colonial es a grandes rasgos el siguiente:

   La capital era León, situada originalmente en la costa occidental del lago de Managua, al pie del volcán Momotombo. Otras ciudades de españoles eran Granada, junto al lago de Nicaragua, con salida al Atlántico por el Desaguadero; la Nueva Segovia, en la región montañosa del norte; la villa de El Realejo tenía puerto importante en el Pacífico, y la de la Concepción de Rivas, estaba al sur del país. León, situada originalmente en clima excesivamente cálido, un tanto apartada de la principal ruta comercial (entre El Realejo y Granada) y azotada constantemente por fuerte sismos, hubo de ser trasladada en 1510 al sitio que hoy ocupa. También Segovia sufrió dos traslados sucesivos, y es la ciudad que hoy se conoce como Ocotal. León fue sede episcopal desde 1532, con jurisdicción sobre Nicaragua y Costa Rica. La iglesia estaba a cargo del culto, la educación y la beneficencia. El seminario tridentino que se fundó en León, con el tiempo se transformó en universidad, que ahora es nacional, con régimen autónomo. Junto a los nombres de conquistadores y gobernadores, hay que mencionar los de los misioneros que llevaron la fe cristiana y la civilización a las más apartadas zonas del territorio, entregando algunos su vida en el ejercicio de su ministerio. Son algunos de ellos: el padre Legares, fray Antonio Margil de Jesús (el “Padre Guatemala”) y los padres Vedelete y Monteagudo, martirizados por los indios de la región atlántica. Durante la colonia el comercio conoció algunas épocas de auge y  prosperidad. Los focos principales eran El Realejo, que lo ejercía con Acapulco, Acajutla, Panamá, Guayaquil y El Callao; y Granada, que trataba con Nombre de Dios, Portobelo y Cartagena. El objeto principal de tal comercio eran los frutos de la tierra y los productos de la agricultura y la crianza de animales; también la importación  de mercancías procedentes de España. El primer gobierno del conjunto regional centroamericano fue ejercido por la Audiencia de los Confines, propuesta en las leyes de la Junta de Valladolid y autorizada por Carlos I en 1542. Ésta se estableció en Gracias en 1544, con encargo de juzgar asuntos criminales y civiles y residenciar a los gobernadores y oficiales de las provincias. En 1553 (1548. Gallardo, p. 29., T. I) la Audiencia fue trasladada a Guatemala en 1568.

   Durante el período colonial, como todas las colonias españolas de América, Nicaragua hubo de sufrir repetidos ataques piratas, filibusteros y aun de fuerzas regulares del ejército inglés. Unos y otros se aliaban con los zambos, moscos o mosquitos (mískitos actuales), producto de la mezcla de negros con indios aborígenes, que habitaban las riberas de los ríos atlánticos. Les proporcionaban armas y aguardiente y los lanzaban en incursiones depredatorias contra los pueblos más orientales del dominio español, situados en la región central del país. Casi todas las poblaciones de Nicaragua sufrieron en diversas épocas ataques de una u otra naturaleza, provenientes del Atlántico o del Pacífico. En 1643 fue saqueada y destruida Matagalpa. Granada lo fue en 1665, 1670 y 1685. Este último año también fueron atacadas Masaya y León. En 1749 son atacadas por piratas Boaco y Camoapa. En 1759 Jinotega, Muy-Muy, Lóvago y Acoyapa. Y en 1782 Juigalpa y Lovigüisca. Para contener estos ataques se había fortificado el río San Juan. Cuatro fuertes o “castillos” se levantaron sucesivamente. Los ataques de las fuerzas regulares inglesas fueron dos: el primero en 1762, ocasión en que se inmortalizó Rafaela Herrera, disparando contra el enemigo la artillería del Castillo de la Inmaculada, actitud que le obligó a retirarse. El segundo ataque ocurrió en 1780, y en él intervino el más tarde famoso almirante Horacio Nelson, a la sazón comandante de fragata. Esta vez los ingleses pusieron sitio al castillo, el que se rindió al agotarse sus recursos. Pero una epidemia de disentería que diezmó al ejército inglés  y el temor a un contraataque en tales condiciones de desventaja los indujo a retirarse.

   El descontento general contra el régimen colonial, que se fue incrementando así en Nicaragua como en el resto de Centroamérica, tenía su origen en diversos hechos: primero, los tributos en aumento; después, los abusos de la autoridad contra los naturales; y por el último, la preponderancia de los peninsulares sobre los criollos en todos los aspectos de la vida. En Nicaragua, además, los repetidos choques entre el gobernador y los empleados subalternos, alentaban un espíritu levantisco que cada día se acentuaba. Cuando en vez del bondadoso mariscal Antonio Mollinedo y Saravia asumió las riendas de la Capitanía General el severo y despótico general José Bustamante y Guerra, las cosas se llevaron al extremo.

   El 5 de noviembre de 1811 tuvo lugar el primer gesto libertario en San Salvador. Al ser descubierta una conspiración que preparaba un levantamiento armado para marzo de 1812, se precipitaron los acontecimientos. Depusieron al intendente y se formó una junta gubernativa. El capitán general envió un pacificador.

   En León era manifiesto el deseo de deponer al intendente José Salvador. El estallido ocurrió el 13 d diciembre de 1811, cuando el pueblo en masa, acaudillado por el padre Benito Miguelena, invadió la casa del obispo, donde se celebraba un cabildo abierto, pidiendo cambio de autoridades, rebaja de impuestos, supresión de monopolios, abolición de la esclavitud y libertad de los prisioneros políticos. El intendente renunció. Se formó una junta gubernativa encabezada por el obispo.

   En Granada, mientras el alcalde de primer voto don Roberto Sacasa hacía jurar fidelidad a la autoridad legítima, el alcalde de segundo voto do Juan Argüello y el regido Manuel Antonio de la Cerda, provocaron el 22 de diciembre un plebiscito que depuso a las autoridades españolas.

   En la villa de Rivas, el 23 de diciembre, el pueblo destituyó a las autoridades y proclamó comandante militar al cura.

   El capitán general Bustamante y Guerra procedió a someter  la provincia, enviando tropas desde El Salvador, Honduras y Costa Rica. La junta de Rivas se disolvió. Los granadinos resistieron al batallón de Olancho, pero tuvieron que capitular. Se les prometió amnistía; pero Bustamante apresó a doscientos principales y  los envió al destierro o a las cárceles de ultramar.

   En 1813 fue descubierta por el gobierno la llamada “conspiración de Belén” (del convento franciscano de este nombre, en Guatemala) que se proponía deponer al capitán general. Y en 1814 sucedió en San Salvador un nuevo movimiento que se proponía proclamar la independencia. Los patriotas atacaron el palacio del intendente, pero fueron rechazados y los cabecillas tomados prisioneros.

   En marzo de 1821 la designación de un nuevo capitán general, Gabino Gaínza, voluble y acomodaticio, vino a favorecer el ideal de independencia que ya era general en Centroamérica. Restablecida la Constitución de Cádiz, el diálogo doctrinario entablado a través de los periódicos por Pedro Molina y José Cecilio del Valle, vino a caldear el interés de todas las capas sociales. También se habían restablecido en León y Guatemala las diputaciones provinciales, que representaban efectivamente la voluntad popular.

    Al conocerse en Guatemala la secesión de la provincia de Chiapas y su adhesión al Plan de Iguala, recién proclamado, Gaínza convocó a una junta de notables, para tomar las determinaciones convenientes. El 15 de septiembre de 1821 una multitud llenó el palacio de los capitanes generales. Se inició la sesión con la lectura del acta de Chiapas, y se abrió un debate sobre la conveniencia de proclamar la independencia inmediatamente. Por la presión del pueblo presente, se acordó redactar el acta de la independencia del gobierno español. Se conservó la religión católica; se ordenó jurar la independencia a las autoridades civiles y eclesiásticas; y efectuar en todas las provincias elección de diputados para dar una ley  fundamental a Centroamérica. Al frente del gobierno quedaba Gaínza y una junta consultiva. En Nicaragua el primero en jurar la independencia fue el ayuntamiento de Matagalpa.

   Lo actuado en Guatemala fue acatado en San Salvador y Honduras. En Nicaragua y Costa Rica, Granada y  San José se adhirieron al acta; León y  Cartago se declararon independientes de toda autoridad.

   En octubre del mismo año, Iturbide, que se había proclamado emperador de México, anunciaba a Gaínza el envío de tropas imperiales para favorecer la anexión inmediata de Centroamérica a México. Parece que entre Gaínza e Iturbide ya existía de previo alguna especie de arreglo sobre este negocio. Se pidió el voto de los ayuntamientos a pesar de la desorientación en que se hallaban; y así se consumó la anexión al imperio de Iturbide. Este paso desató la primera guerra civil. San Salvador se pronunció contra la anexión. De Guatemala se enviaron tropas a someterla; pero fueron derrotadas. A poco se presentaba en Guatemala el general del imperio Vicente Filísola, quien tomó posesión del gobierno y marchó sobre San Salvador, que al fin fue sometida. En Nicaragua el pueblo granadino rechazó la anexión, acaudillado por Cleto Ordóñez, quien asaltó el cuartel, depuso al coronel Crisanto Sacasa y se proclamó comandante de armas. Vino de León González Saravia a someterlo, pero fue repelido. Se preparaba un nuevo ataque cuando llegó la noticia del fin del imperio. Saravia fue desconocido por una junta.

   El 24 de junio de 1823 se instauró en Guatemala la Asamblea Nacional Constituyente de Centroamérica, con asistencia de 41 representantes. Presidió el padre José Matías Delgado. En el curso e sus sesiones se declaró  que las Provincias Unidas del Centro de América eran libres e independientes de España, México y cualquier otra nación; se organizó del Estado a base de tres poderes; se adoptó como oficial la religión católica; se abolieron los títulos nobiliarios, se fijaron las características de la bandera y el escudo de armas; y el 17 de abril de 1824 se sancionó la iniciativa del presbítero José Simeón Cañas, declarándose abolida la esclavitud. El ejecutivo federal lo ejercieron inicialmente tres triunviratos provisorios sucesivos, compuestos así: el primero por Pedro Molina, Juan Vicente Villacorta y Antonio Rivera Cabezas (1823); el segundo por Tomás O´Horán, Santiago Milla y otra vez Villacorta (1823);  y el tercero por José Cecilio del Valle, Manuel José Arce y nuevamente Villacorta (1824). Después entraron a fungir los presidentes federales: Manuel José Arce (1825), Francisco Morazán (1829), José Francisco Barrundia (1829), Francisco Morazán (1830-1838).

   La Constitución entró en vigor en noviembre de 1824. Cada uno de los cinco estados federados (Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica) pondría el ejecutivo en manos de un jefe y un vice-jefe, con período de cuatro años.

   En Nicaragua las juntas gubernativas de León y Granada se mantenían en pugna, procurando apropiarse el gobierno exclusivo. El gobierno federal envió como intendente al coronel Justo Milla para que organizara el Estado. Fue expulsado del país. En Managua, se formó otra junta de gobierno, presidida por el cura de la villa, Policarpo Irigoyen, acuerpado por los ricos y principales de Granada, perseguidos por Ordóñez, entre ellos el coronel Sacasa, quien fue asignado al comando de las armas. Se instauró lo que podría llamarse “guerra de las juntas”. Sacasa sorprendió y tomó la plaza de Granada. Ordóñez le puso sitio. León atacó Managua y fue derrotado.  Sacasa abandonó Granada para socorrer a Managua. Se formó otra junta en El Viejo, de los ricos perseguidos de León. Las juntas de Managua y El Viejo convinieron en atacar conjuntamente León. Durante cuatro meses mantuvieron un sitio en que ambos contendores cometieron toda clase de excesos. El ejecutivo federal envió como pacificador al intendente Manuel Arzú. Disolvió la juntas, retiró los ejércitos y logró un acuerdo para que se formara una junta única, con dos vocales por cada una de las anteriores. Pero el comandante por la junta de El Viejo, el prófugo peruano Juan Salas, no cumplió los compromisos y  volvió sobre León, queriendo sorprenderla. El propio pacificador Arzú asumió la defensa. La guerra se prolongó. Sacasa fue muerto en combate. El gobierno federal envió al general Manuel José Arce en apoyo de Arzú. Salas se fugó con la caja del ejército y la junta de El Viejo hubo de disolverse. Al presentarse Arce en León en enero de 1825 la paz era total. Arzú asumió la jefatura interina del Estado, convocando a elección de autoridades supremas. Mientras se desarrollaba la guerra de las juntas un grupo de nicoyanos pidió al Congreso Federal la anexión del partido de Nicoya a Costa Rica “para mientras se establecía el orden en Nicaragua”. Accedió el Congreso, pero el territorio jamás volvió a Nicaragua.

   En 1825 tomaron posesión del poder ejecutivo los electos Manuel Antonio de la Cerda, jefe del Estado, y Juan Argüello, vicejefe. El historiador Jerónimo Pérez dice del primero que fue “mártir de los tiranos liberales”; y del segundo, que fue “mártir de los liberales por tirano”. Al poco tiempo De la Cerda fue acusado por Argüello ante el poder legislativo de cometer irregularidades en el ejercicio de su cargo. De la Cerda fue suspendido por la Asamblea. Se puso en vigor la Constitución del 8 de abril de 1826, primera que se daba Nicaragua. Conforme a ella se convocó a nuevas elecciones. El presidente federal convocó al Congreso en Cojutepeque. Argüello no quiso acatar el decreto y amenazó a los diputados disidentes. La Asamblea salió huyendo y se instaló en Granada, destituyó a Argüello y nombró jefe a Pedro Benito Pineda y ministro general a Miguel de la Cuadra. Argüello mechó sobre Granada en son de guerra. El gobierno y la Asamblea escaparon para Rivas (febrero de 1827). Pero fueron apresados por el puesto. Argüello mandó asesinar en sus prisiones a Pineda y De la Cuadra. Las municipalidades de Managua y Rivas dieron por terminado el período gubernativo de Argüello y nombraron jefe interino a De la Cerda, quien asumió de hecho el poder en Managua y conminó a Argüello para que cesara inmediatamente. Estalló la guerra que trajo grandes calamidades al país. Granada y León apoyaban a Argüello; Managua, Rivas, Juigalpa, Metapa y otros pueblos a De la Cerda. Ésta mandó fusilar, bajo cargo de conspirar por la anexión de Nicaragua a Colombia, al primero y segundo comandantes de su propio ejército, Juan Francisco Casanova, ecuatoriano, y Rafael Ruiz Gutiérrez, venezolano. El hecho causó indignación en el propio bando de De la Cerda. Una conjura organizada por la mujer de Ruiz Gutiérrez apresó a De la Cerda y lo entregó a la venganza de Argüello, quien lo mandó a fusilar sin pérdida de tiempo (noviembre de 1828). Todavía Argüello mandó asesinar en una isleta el Gran Lago, La Pelona, a varios de los amigos de De la Cerda. El gobierno federal envió a Nicaragua en calidad de pacificador a Dionisio Herrera. Se efectuaron elecciones, resultando electo el mismo Herrera. Uno de sus primero actos de gobierno fue deportar a Juan Argüello a Guatemala. Toda su administración estuvo encaminada a cimentar la conciliación. En 1832 era general en Centroamérica el clamor por una reforma de la Constitución federal, considerada laxa por unos, centralista por otros. Herrera depositó el mando en el consejero Benito Morales (marzo de 1834). La asamblea designó jefe interino a José Núñez (diciembre de 1833), quien siguió la prudente línea trazada por Herrera. Núñez combatió eficazmente la insurrección del coronel Cándido Flores, que se levantó en Metapa, apoyado por Granada, y fue derrotado en Managua. En 1835 fueron electos jefe y vicejefe José Zepeda y el doctor José Núñez. Fue el de Zepeda un gobierno benéfico, que introdujo importantes modalidades administrativas. Zepeda fundó el primer periódico en Nicaragua: El Telégrafo Nicaragüense. Pero Bernardo Méndez, El Pavo, y Casto Fonseca asaltaron en enero de 1837 el cuartel de León y soltaron al criminal Braulio Mendiola, quien al frente de tropas regulares capturó a Zepeda y otros notables, asesinándolos el mismo día. El vicejefe José Núñez, acuerpado por el alcalde Vicente Jerez, se presentó en el cuartel y ordenó el inmediato fusilamiento de Mendiola. Núñez terminó el período de Zepeda. En 1838 tomaron posesión del gobierno los electos doctor José Núñez, jefe, y don Joaquín Cosío, vicejefe.

   La inconformidad con el régimen federal iba en aumento. La Asamblea Nacional se reunió en Chinandega el 1 de abril de 1838. Figuraban entre sus miembros el presbítero Pedro Solís, presidente; Hermenegildo Zepeda, Pablo Buitrago, Pío Castellón, Fruto Chamorro. El 30 decretó que Nicaragua era libre, soberana e independiente. El 12 de Noviembre se dio la primera Constitución. Al Consejo Representativo se dio el nombre de Senado; y al jefe del Estado el título de Supremo Director, con período de dos años.

   La etapa del Directorio abarca quince años, y fue un período lamentable, en que Nicaragua sufrió ultrajes ingleses, salvadoreños y hondureños, a más de la anarquía que ensangrentó al país. Fueron supremos directores interinos los senadores: Evaristo Rocha, Patricio Rivas, Hilario Ulloa, Joaquín Cosío, Tomás Valladares. Fueron interinos depositarios: Patricio Rivas, Juan de Dios Orozco, Emiliano Madriz, Miguel R. Morales, Benito Rosales, Justino Abaunza, Fulgencio Vega. Los supremos directores en propiedad fueron Pablo Buitrago (1841), Manuel Pérez (1843), José León Sandoval (1845), José Guerrero (1847), Norberto Ramírez (1849) Laureano Pineda (1851) y Fruto Chamorro (1853).

   Durante el gobierno del licenciado Pablo Buitrago se trató de reconstruir la unión centroamericana, para lograr ese propósito, El Salvador, Honduras  y Nicaragua enviaron sus representantes a Chinandega. Guatemala y Costa Rica se excusaron. En esta época se reavivaron las pretensiones inglesas sobre la costa atlántica de Nicaragua, esta vez bajo la máscara de protección a un inexistente reino de indios mosquitos. Los ingleses apresaron al comandante nicaragüense de San Juan del Norte y le dejaron abandonado en una costa desierta. Después, durante el gobierno de don Manuel Pérez (1843-1845), Inglaterra bloqueó los puertos nicaragüenses para reclamar supuestas deudas del gobierno a súbditos ingleses. El territorio fue invadido por fuerzas de El Salvador y Honduras al mando del déspota Francisco Malespín, quien exigía la expulsión de emigrados salvadoreños opositores a su régimen (Barrios, Cabañas y Saget, principalmente). Pérez renunció. León fue sitiado durante 59 días, por fin tomado y parcialmente incendiado; y los principales miembros del gobierno pasados por las armas. Malespín contó con la colaboración de un gobierno provisorio formado por los granadinos de Masaya. El gobierno de Sandoval (1845-1847), hubo de resistir a las facciones armadas de José María Valle, El Chelón, y Bernabé Somoza, que fueron derrotados en Chinandega y León. Se estableció una Dieta Nacional, primero en Sonsonate, El Salvador (1844-45); después en Nacaome, Honduras (junio de 47) con representantes de Honduras, El Salvador y Nicaragua, con miras a restablecer la federación, pero fracasó. En 1847 se reunión en Managua, elevada el año anterior al rango de ciudad, una Asamblea Constituyente, con el fin de reformar la Constitución de 1838, pero se disolvió prematuramente. En  1848 el titulado “rey mosco”, acuerpado por tropas inglesas, se presentó en San Juan del Norte para nombrar autoridades. Trinidad Muñoz, comandante general de Nicaragua, tomó prisioneros a los nombrados y requisó algunos elementos de guerra. Un barco inglés subió el San Juan, tomó el fuerte de San Caros y amenazó a Granada. En tales circunstancias Estados Unidos, ya concebida la idea de realizar la comunicación interoceánica a través de Nicaragua, concluyó con Gran Bretaña en 1850 el tratado Clayton-Bulwer, por el que ambos gobiernos renunciaban al control exclusivo del canal y a todo tipo de dominio o protección sobre Centroamérica. Al gobierno del licenciado Norberto Ramírez tocó sofocar brotes revoltosos en León, Granada, Nandaime y Rivas; éste último jefeado por Bernabé Somoza, quien, vencido al fin, fue juzgado sumariamente y ajusticiado. En esta época los partidos políticos, si es que así pueden llamárseles, eran dos: el de los “timbucos”, afectos a Granada; y el de los “calandracas”, adictos a León. A fin de parar la rivalidad creciente, el director Pineda hizo de Managua la capital del Estado en 1851. Pineda fue expulsado del país por el jefe de las armas, Trinidad Muñoz, que se sostenía en tal posición desde 1845, habiendo llegado a ser un verdadero “poder detrás del trono”. Pineda volvió con tropas de Honduras, reasumió el gobierno en la ciudad de Granada y se dirigió a León, que se rindió a sus fuerzas. Fue el director interino Fulgencio Vega quien estableció, por decreto del 5 de febrero de 1852, la capital en Managua. El general Fruto Chamorro tomó posesión del cargo de directo en 1853, con intenciones superficialmente conciliatorias, distribuyendo empleos entre ciudadanos prominentes de León y Granada e iniciando obras públicas en la región occidental del país. Por influencias suyas la Representación Nacional convocó a una Asamblea Constituyente, para reformar la Constitución de 1838 y dar al ejecutivo poderes suficientes para garantizar el orden y el adelanto general. Pero no siendo todos los electos del agrado del director, so pretexto de haberse descubierto una conspiración para botal al gobierno, se desató la persecución contra los opositores: uno huyeron, otros fueron apresados y desterrados. La Constituyente  se instaló con los suplentes y se dio la Constitución de 30 de abril de 1854, que adoptaba para el Estado de Nicaragua el nombre de República y prohibía la reelección inmediata del Presidente, nombre que sustituyó al de Supremo Director. La misma Asamblea eligió a Chamorro para el primer período presidencial de cuatro años (1855-1859), inaugurando así una práctica viciada de que tradicionalmente se ha hecho uso y abuso en la política del país.

LA REPÚBLICA

   El doctor Máximo Jerez y el licenciado Francisco Castellón, emigrados de Honduras, a la sombra de Cabañas incubaron la revolución. Jerez desembarcó en El Realejo con cuarenta hombres. Chamorro se trasladó a León para cerrarle el paso. El choque fue en la hacienda El Pozo, a pocas leguas de León, con un total fracaso para Chamorro, que tuvo que regresar a Granada. A poco llegaba el enemigo a poner sitio a la ciudad. Los revolucionarios se llamaron “democráticos” y tomaron el rojo como divisa; los del gobierno adoptaron el mote de “legitimistas” y el blanco como enseña. Chamorro deposito el mando en el licenciado José María Estrada, para asumir la dirección de la guerra. Después de nueve meses Jerez tuvo que levantar el sitio y retirarse a León, tras haber perdido el control de Masaya, granero de la revolución. Chamorro, enfermo, falleció el 12 de marzo de 1855. Fue sustituido en el mando del ejército por Ponciano Corral. También Jerez fue sustituido por el general J. Trinidad Muñoz. En estos días se iniciaron tentativas de paz; pero prevalecieron las opiniones que querían llevar la guerra hasta el fin. Castellón celebró contrato con el aventurero yanque Byron Cole para que trajese doscientos mercenarios de su país en apoyo del ejército democrático. También Jerez había firmado contrato con otro aventurero para traer quinientos norteamericanos. Cole traspasó su contrato a William Walker, oriundo de Nashville, médico, abogado, periodista y filibustero esclavista, quien se presentó en El Realejo con 58 mercenarios en junio de 1855. La primera misión que le encomendaron fue contra Rivas. Debía atacarla con sus hombres y cien nacionales, cosa que efectuó sin éxito: reducido con sus fuerzas a una casa de la ciudad, de donde finalmente fue desalojado por el heroísmo del maestro de escuela Manuel Mongalo, quien dio fuego al reducto.

   Por otra parte Muñoz derrotó en El Sauce al general hondureño Santos Guardiola, que había entrado por la frontera norte para ayudar a los legitimistas. Muñoz murió en la acción y Guardiola pasó a Granada y de allí a Rivas, donde sufrió una nueva derrota en La Virgen, a manos de Walker. Entretanto Castelló moría en León, víctima del cólera. Walker se dirigió a Granada en los vapores del Lago y se apoderó de la ciudad sin mayor resistencia. El presidente legitimista logró huir a Masaya con algunos ministros, pero otros fueron apresados. El de relaciones exteriores, Mateo Mayorga, fue fusilado. Corral  capituló en Granada reconociendo a Walker como comandante general y a Patricio Rivas como presidente provisorio. Estrada protestó y llamó en su auxilio a los gobiernos de Centroamérica. Corral escribió secretamente a sus amigos del exterior para que le ayudasen. Walker interceptó las cartas y mandó fusilarle.

GUERRA NACIONAL

   El presidente de Costa Rica, Juan Rafael Mora se movilizó contra Walker, atacando Rivas. El provisorio se trasladó a León, huyendo de las crecientes exigencias de Walker, que fue declarado traidor. En respuesta se proclamó “presidente de Nicaragua” en julio de 1856 e instauró la esclavitud, declaró al inglés como idioma oficial y fue reconocido por Estados Unidos. Estrada entró procedente de Honduras y estableció su gobierno en Somotillo. Fue asesinado en Ocotal por fanáticos “democráticos”. En medio del peligro común, las rencillas banderizas daban aún sus frutos nefastos. Por fin se conciliaron los dos bandos, celebrándose un convenio en León, el 12 de septiembre de 1856; se disolvía el gobierno legitimista; continuaría de presidente Patricio Rivas, con un gabinete mixto. Cada país de Centroamérica envió un ejército para expulsar al filibustero.

   En la madrugada del 14 de septiembre tuvo lugar la acción de San Jacinto, en la que 120 nicaragüenses, al mando del coronel José Dolores Estrada, derrotaron a 200 filibusteros que comandaba Byron Cole. Este triunfo elevó la moral de los aliados, que desde León avanzaron hacia el sur, buscando al enemigo; éste, de Nagarote, se replegó a Managua, después a Masaya y, finalmente a Granada. Desde aquí volvió dos veces sobre Masaya, pero sin éxito. Asediado en Granada, Walker se embarcó en los vapores del Lago rumbo a San Jorge, dejando a Henningsen, su segundo, cubriendo su retirada. Éste, al final incendió la ciudad y marchó tras su jefe. Un cuerpo expedicionario costarricense, al mando del mayor Máximo Blanco, tomó San Juan del Norte, el Castillo de la Inmaculada y la fortaleza de San Carlos, puntos clave en el río San Juan. También fueron capturados los siete vapores de que Walker se servía para sus movimientos en el río y el Lago. Los aliados avanzaron desde el norte sobre San Jorge (puerto en el Lago) y San Juan del Sur (puerto en el Pacífico). Walker y  sus hombres quedaron confinados en Rivas, entre los dos puntos mencionados, donde se vieron obligados a capitular el 1 de mayo de 1857. Pudieron trasladarse a Panamá. Dos veces intentó Walker volver a poner su planta en Centroamérica. La primera (1857) fue capturado por el Comodoro Paulding y devuelto a los Estados Unidos, cuando ya se había apoderado de El Castillo, en el río San Juan. La segunda fue apresado en el río Tinto por el comandante Salmon, del buque inglés Icarus, que protegía Trujillo,  y entregado a las autoridades hondureñas, que lo juzgaron en consejo de guerra y lo fusilaron el 12 de septiembre de 1860.

   Conjurado el peligro filibustero, Jerez y Martínez representando a los dos sectores que dividían la opinión pública, formaron el llamado Gobierno Binario, que duró desde el 24 de junio hasta el 11 de noviembre de 57, y que gobernó dictatorialmente hasta reorganizar el país. Se convocó a una Constituyente que declaró presidente a Martínez y dio la Constitución vigente desde 1858 hasta 1893. Este documento mantuvo el período de cuatro años y fundió en un mismo titular los cargos de presidente y comandante general, lo que daba gran estabilidad al Gobierno. Los partidos comenzaron a llamarse Liberal y Conservador. Martínez, contra el dictado de la Constitución se hizo reelegir para un segundo período (1863). Jerez y Fernando Chamorro apoyados por liberales y conservadores, lo combatieron, pero logró mantenerse. Le sucedió el general Fernando Guzmán (1867), a quien le correspondió sofocar la insurrección de Jerez y Martínez, en León, 1869. Gobernador después: Vicente Cuadra (1871); Pedro Joaquín Chamorro (1875); en ese período de gobierno los cañones de la escuadra alemana, respaldados por la monarquía británica y el gobierno de los EE.UU., obligaron a Nicaragua a pagar 30,000 dólares por el supuesto ultraje de un nicaragüense a un Cónsul alemán; el general Joaquín Zavala (1879): el doctor Adán Cárdenas (1883), obligado a poner en armas a diez mil hombres para defenderse contra la imposición de Barrios, de Guatemala, que proclamaba haber asumido el mando militar de Centroamérica; el coronel Evaristo Carazo (1887); el doctor Roberto Sacasa (1889), quien terminó el período de Carazo, fallecido en ejercicio del poder, y gobernó en propiedad desde 1891. 

GOLPES MILITARES - CAUDILLOS Y DICTADURAS

En junio de 1893 fue derrocado por un golpe militar de los conservadores. Se formó una Junta de Gobierno.  Un nuevo golpe, esta vez liberal, se originó en León. El general José Santos Zelaya encabezó una Junta de Gobierno y que encaminó sus fuerzas contra Managua. En Mateare y La Cuesta venció a Zavala, que comandaba a los conservadores por disolución de la Junta; Y el 25 de julio entró en Managua. Se firmó un convenio de paz por el que se convocaba a una Constituyente, que se estableció en Managua el 15 de septiembre de 1893. El mismo día Zelaya fue nombrado Presidente, cargo en que duró 16 años. La presencia de emigrados en ambos países hizo estallar la guerra entre Honduras y Nicaragua. Ejércitos nicaragüenses invadieron Honduras, derrocaron al Presidente Vásquez y pusieron en su lugar al doctor Policarpo Bonilla. En Nicaragua se dio la Constitución en 1893, inspirada en los principios de la Revolución Francesa. Se efectuó la Incorporación de la Mosquitia, extensa región atlántica donde la soberanía nicaragüense era burlada por los mosquitos, que solo obedecían consignas de los Gobernadores de Jamaica. El general Rigoberto Cabezas, Inspector General, ocupó militarmente Bluefields, desconoció a las autoridades mosquitas y reorganizó el régimen político y administrativo. Expulsó al Vicecónsul y a otros ingleses agitadores. Bajo el cargo de dictador los mismos liberales quisieron derrocar a Zelaya en 1896, año en que el Congreso lo desconoció. Zelaya dominó la situación con las armas. Este fue el primero de una serie de movimientos subversivos que se continuaron hasta 1903. En 1907 Zelaya quiso cambiar a Bonilla, en Honduras. Hizo invadir el país, pero fue rechazado el intento. Honduras y El Salvador se aliaron contra Nicaragua. Zelaya atacó con tres ejércitos que triunfaron totalmente. Cayó Bonilla y fue instalado Miguel R. Dávila. Presa, de El Salvador, también perdió el poder. Se firmó por los tres países el convenio de paz de Amapala. Intervinieron los Estados Unidos convocando a una conferencia de países centroamericanos en Washington. El 20 de diciembre de 1907 en esa misma ciudad fueron suscritos los “Pactos de Washington”: un Tratado General de Paz y Amistad, una Convención para el establecimiento de una Corte de Justicia Centroamericana; y otra Convención para el establecimiento de una Oficina Internacional Centroamericana, destinada a promover la Unión Pacífica del Istmo.

   El continuismo de Zelaya unido a otras prácticas reñidas con el ideal revolucionario, le fue creando un sostenido ambiente de hostilidad en el que se mantuvo precariamente. Por fin estalló en Bluefields, en 1909, la revuelta que provocaría el fin de su régimen. La encabezaban los generales Juan José Estrada, liberal, y Emiliano Chamorro, conservador. El gobierno envió contra ella fuerzas por el San Juan y hacia El Rama, a través de Chontales. Fueron cogidos infraganti, queriendo volar unos de los vapores del gobierno en el San Juan, los norteamericanos Cannon y Groce, fueron juzgados y fusilados. El gobierno de Estados Unidos rompió relaciones con el de Nicaragua, y el régimen de Zelaya fue advertido y conminado a través de la Nota del Secretario de Estado, Knox, el 1 de diciembre de 1909.

   El ejército gubernamental fue batido desastrosamente en El Recreo. Zelaya renuncio. El doctor José Madriz ocupó la presidencia; nominado por la Asamblea; fueron inútiles sus esfuerzos pacifistas. El ejército revolucionario llegó por fin a Managua el 22 de agosto de 1910.

   Instalado el nuevo gobierno, se desató la persecución de los conservadores contra los liberales, hasta el punto de que fue necesario dictar una ley de garantías. Se inició el proceso de apaciguamiento de los Estados Unidos. Se prometió al Departamento de Estado que se convocaría a una Constituyente; y fue solicitada la concesión de un empréstito, con garantía de las aduanas del país, para rehabilitar la hacienda pública y pagar las indemnizaciones.

   Estados Unidos enviaron un comisionado y fueron firmados los Pactos Dawson, por los cuales prácticamente imponían a Juan José Estrada y Adolfo Díaz como Presidente y Vicepresidente, por un período de dos años; establecían una comisión mixta para atender los reclamos contra la hacienda pública, concedían un empréstito garantizado con las recaudaciones de las Aduanas; obligaban a perseguir y castigar a los comprometidos en la muerte de Cannon y Groce.

   Como la preponderancia del general Luis Mena, Ministro de la Guerra, era excesiva en el gobierno, se quiso anularlo, e incluso se le redujo a prisión bajo el cargo de arbitrariedad. Fue notorio el descontento general. Estrada y Moncada, su Ministro de Gobernación, hubieron de salir del país. Díaz asumió la presidencia y Mena continuó al frente de su ministerio.

   La Asamblea Constituyente había elegido a Mena para presidente en el período de 1913 a 1916. El Ministro Weitzel no sancionó la elección y pidió se convocara a elecciones populares. Mena trasladó parte de las armas a Granada. Díaz ordenó su destitución. Mena se levantó en armas (Julio de 1912), ocupó Masaya y se fortificó en los cerros de La Barranca y Coyotepe, que dominaban la vía férrea. El general Benjamín Zeledón, partidario de Mena, avanzó hasta Managua y bombardeó la ciudad, defendida por Emiliano Chamorro; después se retiró a Masaya. En esta ciudad, Zeledón impedía el libre paso entre Managua y Granada, el Ministro norteamericano pidió a Díaz protección para la vida y los bienes de los ciudadanos de los Estados Unidos residentes en Nicaragua. Díaz confesó que su gobierno no estaba en posición de dársela, y solicitó la intervención armada del gobierno norteamericano. Infantes de marina desembarcaron en Corinto y ocuparon la vía férrea hasta Granada, que representaba la garantía de un empréstito norteamericano. En Masaya bombardearon La Barranca y tomaron por asalto El Coyotepe, mientras las tropas de Chamorro entraban a saco en la ciudad.

   Díaz fue electo para el período de 1913 a 1917. En 1914, Chamorro, Ministro en Washington, y Bryan, Secretario de Estado, firmaron un tratado por el cual Nicaragua cedía a perpetuidad a los Estados Unidos, la opción para construir un canal interoceánico a través de su territorio; arrendaba por noventa y nueve años las Islas Grandes y Pequeñas del Maíz; y también por noventa y nueve años cedía el derecho de construir una base naval en la parte nicaragüense del Golfo de Fonseca; todo a cambio de tres millones de dólares percibidos por el Gobierno de Nicaragua.

   A Emiliano sucedió Diego Manuel Chamorro (1921), quien triunfó sobre el candidato de la llamada “Coalición” de los partidos Liberal, Unionista y Progresista. Se concluyó el pacto del Tacoma (buque de guerra de Estados Unidos) por el que los gobiernos de Nicaragua, El Salvador y Honduras se comprometieron a no permitir en sus territorios la organización de golpes armados contra los otros signatarios. En 1923, fueron celebradas las Conferencias de Washington; fue suscrito un Tratado de Paz de los gobiernos de Centroamérica en el que acordaron no reconocer gobiernos surgidos de golpes de Estado o revoluciones armadas contra un gobierno reconocido.

   Al fallecer don Diego Chamorro, el 12 de Octubre, le sucedió el Vicepresidente Bartolomé Martínez, “don Bartolo”, quien no encontrando apoyo en su propio partido para ser reelecto, fundó el Partido Conservador Republicano, que firmó con el liberal los Pactos de Transacción, concebidos a fin de apoyar a Carlos Solórzano, candidato presidencial determinado que ganó la elección de 1925. En enero de 1926 el Jefe del Partido Conservador Histórico, general Emiliano Chamorro, se apoderó de la fortaleza de la Loma de Tiscapa y obligó a Solórzano a renunciar. El vicepresidente Juan Bautista Sacasa viajó al exilio acompañado de algunos miembros del gabinete. El Congreso había designado a Chamorro. Pero Estados Unidos no lo reconoció de acuerdo con lo establecido en los Pactos de Wáshington, de 1923.

   Con miras conciliatorias hubo conferencias bipartidistas a bordo del Denver (Octubre de 192), que fracasaron. Chamorro hubo de depositar el mando en el Senador Sebastián Uriza, y éste en Adolfo Díaz, quien fue reconocido por Estados Unidos.

   Pero el vicepresidente Sacasa, con la ayuda de México en armas y pertrechos, organizó su gobierno en Puerto Cabezas, en la zona atlántica de Nicaragua (1 de diciembre de 1926).

    El Ejército Constitucionalista al mando del general José María Moncada, derrotó en Laguna de Perlas al ejército de Adolfo Díaz; atravesó Nicaragua de Este a Oeste, rumbo a Managua. En Tipitapa, a 22 kilómetros de Managua, Stimson, representante del Presidente de los Estados Unidos, impuso la paz. Desarmó a ambos ejércitos y convocó a elecciones que dieron el triunfo a Moncada (1928). Pero el general Augusto César Sandino, del ejército de Moncada, no aceptó la imposición y con sus tropas se refugió en las montañas de la Segovia nicaragüense, donde comenzó una lucha tenaz contra la intervención extranjera, hasta morir asesinado en febrero de 1934.

   Fue organizada la Guardia Nacional, cuerpo armado teóricamente apolítico, que asumiría el control del país al retirarse la fuerza de ocupación estadounidense.

   A José María Moncada sucedió Sacasa, cuya candidatura fue impuesta por el Almirante Woodward, supervisor norteamericano del proceso electoral. Fue convenido que el jefe de la Guardia Nacional fuese un miembro del partido en el poder, y fue nombrado el general Anastasio Somoza García. El 1º de enero de 1933 ocurrió la retirada de los infantes de marina de los Estados Unidos. Sandino entró en arreglos de paz con Sacasa, tío político de Somoza García; pero un grupo de oficiales de la Guardia Nacional, obedeciendo las órdenes de Somoza, el 21 de febrero de 1934 capturaron y asesinaron al general Sandino.

   El 31 de mayo de 1936 Somoza se rebeló contra Sacasa, obligándole a renunciar y abandonar Nicaragua. El Congreso Nacional designó a Carlos Brenes Jarquín para culminar el período inconcluso de Sacasa.

   En 1937, ascendió Somoza a la Presidencia, con el apoyo de liberales y conservadores. En 1939, fue designado por una Constituyente para un período que terminaría en 1947. La fuerte oposición encabezada por estudiantes universitarios en 1944, frustró por entonces un nuevo intento reeleccionista de Somoza. Fue designado candidato oficial el doctor Leonardo Argüello, quien ocupó la presidencia en 1947, tras una elección abiertamente fraudulenta. No duró ni un mes en el poder. Somoza, al estimar que Argüello escapaba de su control, hizo que el Congreso lo declarase no apto para el gobierno. Argüello no renunció jamás; y murió en el exilio considerándose aún el presidente legítimo de Nicaragua. Fue designado para sustituirle Benjamín Lacayo Sacasa, y poco después Víctor Manuel Román y Reyes (1948; entonces fue promulgada una nueva Constitución Política. En 1950, el Partido Conservador a través de su jefe Emiliano Chamorro, optó por pactar con Somoza, con miras a retirar algunas ganancias en el  juego de la política. Román murió ese año. Somoza asumió el poder; y resultó electo para iniciar un nuevo período en 1951. Se reformó la Constitución preparando otra reelección; pero Somoza fue atacado a tiros en la Casa del Obrero de León por el joven patriota, artesano y poeta Rigoberto López Pérez; y murió en Panamá el 29 de septiembre de 1956.

   Su hijo, del Somoza difunto, Luis Somoza Debayle fue designado para terminar el período, y electo en 1957. Durante el gobierno de Luis Somoza fue sometido a la Corte Internacional de Justicia de la Haya el antiguo litigio limítrofe entre Honduras y Nicaragua. El fallo fue adverso a Nicaragua, debiendo ponerse en ejecución el Laudo del Rey de España, de 1906.

   A Luis Somoza sucedió René Schick Gutiérrez (1963), preocupado según decía, porque su gobierno correspondiese fielmente a su concepto de un “régimen de derecho”. Murió en ejercicio del poder en agosto de 1966. Su período fue concluido por el designado Lorenzo Guerrero. Desde 1967 gobernó Anastasio Somoza Debayle, hijo segundo de Somoza García.

───── Ω Ω Ω ───── 

  

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario