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EL TRASFONDO ÉTNICO
EL DESCUBRIMIENTO
CONQUISTA Y COLONIZACIÓN
ESTAMPA DE LA COLONIA
LA REPÚBLICA
GUERRA NACIONAL
GOLPES MILITARES - CAUDILLOS Y DICTADURAS
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EL TRASFONDO ÉTNICO
Por: Dr. Eduardo
Pérez-Valle
Las tribus indígenas que habitaban
Nicaragua a la llegada de los europeos pueden dividirse en tres categorías
lingüísticas: de afinidad septentrional, de afinidad meridional y de afinidad
incierta.
La principal lengua de procedencia norteña
era el náhuatl, cuyos dialectos alguna vez se hablaron desde los Estados Unidos
hasta Panamá, siendo el azteca el mejor conocido. Los pueblos de lengua
náhuatl, casi todos los toltecas, avanzaron desde México hacia el sur, a lo
largo de la costa del Pacífico, y llegaron a Nicaragua poco antes de la
Conquista.
En el occidente de Nicaragua se habló la
lengua maribia, relacionada a la con la tlapaneca, del Estado de Guerrero, al
sur de México; con el grupo hokano, de California, y el coahuilteco, de Texas y
el noreste de México.
Las tribus meridionales hablaban el
chibcha, que en alguna ocasión se extendió desde el Ecuador hasta Nicaragua.
Los vínculos lingüísticos de las tribus
centrales y orientales (matagalpas y ulúas) permanecen inciertos, aunque hay
tendencia a clasificarlas como de origen chibcha.
El chorotega era hablado por varias tribus
de Nicaragua, Costa Rica y el sur de México, las cuales procedían de muy al
norte. Su permanencia en Nicaragua databa de muy antiguo.
También se hablaba
el tacaco, lengua sin relación alguna con las otras del país.
De acuerdo a este
cuadro lingüístico, las tribus de Nicaragua pueden clasificarse de las
siguiente manera: 1) De origen septentrional: nahoas (nicaraguas) y maribios
(sutiabas). 2) De origen meridional: chibchas (ramas y corobicíes). 3) De
origen incierto: ulúas, matagalpas, mískitos, chorotegas (cholutecas y mangues)
y tacachos.
Las distribución geográfica era la
siguiente: los nicaraguas ocupaban el istmo de Rivas y la isla de Ometepe; los
maribios la porción occidental de los departamentos de León y Chinandega; los
ramas la región al sur del río Escondido; los mískitos la región al norte de
este río, hasta más allá del río Coco; los matagalpas el escudo montañoso
central y parte de Honduras y El Salvador; los ulúas el departamento de Boaco y
algo de Jinotega, al margen de los matagalpas; los corobicíes la costa oriental
del Gran Lago; los cholutecas el contorno del golfo de Fonseca; los mangues los
actuales departamentos de Managua, Masaya, Carazo y Granada; los tacachos eran
sólo un núcleo al noroeste de la actual ciudad de León.
EL DESCUBRIMIENTO
Tras un viaje lleno de contrariedades, en
el cuarto y último que realizara, llegó Colón a descubrir las costas orientales
de Nicaragua hacia el 12 de Septiembre de 1502. Al doblar el cabo que llamó de
Gracias a Dios, vientos favorables le llevaron rápidamente hacia el sur. Fondeó
frente a la desembocadura del río grande de Matagalpa, que llamó del Desastre,
porque perdió allí una barca y algunos
tripulantes.
Años más tarde Gil González Dávila,
autorizado para utilizar la armada construida por Vasco Núñez de Balboa para
explorar las costas del Pacífico, llegó a Castilla del Oro, sometida al
gobierno de Pedrarias Dávila, quien puso obstáculos para que González llevase
adelante sus proyectos. Éste construyó nuevas embarcaciones, y en compañía del
piloto Andrés Niño, que las comandaba, y del tesorero Andrés de Cereceda, se
dio a la vela en las Islas de las Perlas el 21 de Enero de 1522. A poco de
navegar rumbo al poniente González dispuso continuar por tierra, y ordenó a
Niño prosiguiese el descubrimiento por mar. Éste según la relación, navegó cosa
de 350 leguas.
Visitó el golfo de Fonseca. Después regresó
al de Nicoya en busca de González.
Éste había llegado a los dominios del
cacique Nicoya. Allí tuvo informes de que algunas lenguas al norte en
Cuahucapolcan, residía Nicaragua, jefe de gran prestigio e influencia en toda
la región, y allá se dirigió. Fue bien recibido y aposentado por el cacique en
el lugar de su residencia, situado junto a una “mar dulce”, cuyas aguas tenían
flujo y reflujo; el lago de Nicaragua, que los indios llamaban de Cuauhcapolca
o Ayagualo y que algunos cronistas llamaron después de Coabolco o Cocibolca. El
cacique hizo a González abundante regalos en oro, tejidos de algodón, alimentos
y plumas ricas. Entabló con el capitán español, a través de los intérpretes, un
interesante diálogo sobre temas religiosos y filosóficos. Los argumentos del
indio causaron el asombro del español por el talento, despejo y sagacidad que
denunciaban. Al final el cacique aceptó el cristianismo y la soberanía del rey
de España; y con su propia mano ayudó al conquistador a plantar una cruz sobre
el altar de sus antiguos dioses. Pasó Gil González rumbo al norte a reconocer
el territorio delos seis caciques de Nochari, también pacíficos. Aquí llegó de
las mesetas que se extienden al sur de la sierra de Managua el poderoso
Diriangen, acompañado de sus principales, con pendones y trompetas, diecisiete
mujeres cubiertas de oro y quinientos servidores portando pavas y un total de
más de doscientas hachas de oro, en obsequio al explorador. Quería el cacique,
según dijo, conocer a los hombres barbados y a las alimañas de cuatro patas que
montaban. Conversó con González y aceptó recibir el bautismo en un plazo de
tres días, en los cuales armó a su gente y cayó de improviso sobre los
españoles. Estos pudieron recobrarse, después de la inicial sorpresa, y emprender
la retirada, siempre hostigado por los indios. Pasaron precipitadamente por el
asiento del cacique Nicaragua, y a marchas forzadas alcanzaron el golfo de
Nicoya, donde los aguardaba Andrés Niño con la armada. Llegaron a Panamá en
junio de 1523. Según sus propios informes, en Nicaragua, González había
recorrido 224 leguas, bautizado a más de 32,000 indios y recogido algo más de 112,000 pesos en oro.
Exacerbada la ambición de Pedrarias, quiso
despojar a González del quinto real, con el propósito de remitirlo a España en
su propio nombre. Pero González escapó de sus manos y llegó a Santo Domingo,
donde comenzó a preparar una expedición para volver a Nicaragua por el
Atlántico, en busca del estrecho que se suponía existir entre ambos océanos, a
través de las tierras centroamericanas.
CONQUISTA Y COLONIZACIÓN
Pedrarias Dávila,
considerando que los territorios recién descubiertos por González pertenecían a
su gobernación, envió al capitán Francisco Hernández de Córdoba, con tropas
suficientes, a tomar posesión y efectuar las primeras fundaciones.
Hernández zarpó de
Panamá a fines de 1523, llevando un lucido cuadro de subalternos, entre ellos
Hernando de Soto, Francisco la Puente y Gabriel de Rojas. Penetró a Nicaragua
por la misma ruta que Gil González. Fundó a orillas del golfo de Nicoya una
villa que llamó Bruselas; junto al Mar Dulce la ciudad de Granada, con templo y
fortaleza; hizo trasladar en piezas un bergantín del océano al Lago, para
reconocerlo, descubriéndose entonces el curso inicial del río Desaguadero (San
Juan). También fundó junto al lago de Xolotlán (de Managua) la primera ciudad
de León, destinada a ser la capital de la nueva provincia.
En tierras de Honduras ocurrió el choque
entre los conquistadores que avanzaban del norte y los que procedían del sur.
Allí desembarcó Gil González con su expedición procedente de Santo Domingo;
llegó también Cristóbal de Olid, enviado por Hernán Cortés; y tras él Francisco
de las Casas, a reprimir su rebeldía; también
acudió Hernado de Soto, enviado por Hernández de Córdoba; y cercano a la costa
del sur, precedido por terrible fama, también avanzaba Pedro de Alvarado, desde
Guatemala. La Audiencia de Santo Domingo envió a su fiscal Moreno a establecer
concordia entre los conquistadores, ordenándoles en sendas provisiones que se
abstuviesen de penetrar en territorio dominado por los contrarios; y que en
tanto no resolviesen las autoridades superiores, acatasen tan sólo
disposiciones emanadas de la Audiencia. Llegó por fin a Trujillo el propio
Hernán Cortés, y entró en relaciones amistosas con Hernández de Córdoba, a
quien envió algunos socorros. Tales relaciones no fueron bien vistas por
algunos incondicionales de Pedrarias, que acudieron a éste con la noticia.
Emprendió el gobernador de Castilla del Oro una expedición punitiva que llegó a
Granada y apresó al supuesto rebelde, quien fue juzgado sumariamente y
ejecutado en la plaza mayor de León en junio de 1526.
A la muerte de
Hernández ya Pedrarias había depuesto y nombrado para sustituirle Lope de Sosa,
quien murió en el camino. Se nombró entonces a Pedro de los Ríos. Éste vino
también a Nicaragua a tomar posesión de la provincia; pero la encontró ocupada
por otro pretendiente, el gobernador de Honduras, Diego López de Salcedo, quien
lo expulsó del territorio. Bruselas que había reconocido de los Ríos, fue
mandada a despoblar.
A pedimento de
los vecinos de León el rey instituyó la gobernación de Nicaragua, nombrando por
cédula de 16 de mayo de 1527 un primer gobernador que fue Pedrarias Dávila.
Éste, viejo de casi noventa años, gobernó el país despóticamente, hasta que
murió en León, el 6 de marzo de 1531, y fue sepultado en la iglesia de la
Merced.
Le sucedió
interinamente el alcalde mayor, Licenciado Francisco de Castañeda, quien
dedicado a negocios de su provecho, a espaldas de la ley continuó el exterminio
de los indígenas a base de los trabajos forzados y la trata de esclavos. Salió
huyendo del país antes de ser residenciado, dejando el cargo en manos de primer
obispo de Nicaragua, Diego Álvarez Osorio, que también desempeñaba el de
protector de los indios, con buena voluntad, aunque muy poca eficacia.
En 1534 estuvo en el Puerto de la Posesión
o de El Realejo (en la actual bahía de Corinto) Pedro de Alvarado.
En 1535 llegó a León el nuevo gobernador,
Rodrigo de Contreras. Los capitanes Diego de Machuca de Suazo y Alonso Calero,
que organizaban una expedición para descubrir el curso del Desaguadero hasta el
mar, hubieron de aceptarlo como asociado. Calero y Machuca lograron su
propósito en 1539. En relación con una primera y fracasada expedición del capitán Machuca al
mismo río, Contreras tuvo serias diferencias con el Defensor de los Indios,
fray Bartolomé de las Casas, que deseaba poner en práctica sus planes de
conquista pacífica. Por fin Contreras fue despojado por la Audiencia de sus
encomiendas de indios, a pesar de que había hecho traspaso fraudulento de sus
bienes a su mujer, doña María de Peñalosa, hija de Pedrarias, y a sus hijos,
Hernando y Pedro. Estos atribuyeron el revés sufrido por la familia a la
contraria intervención del tercer obispo de Nicaragua, dominico como Las Casas,
fray Antonio de Valdivieso. Alentados por algunos desterrados del Perú,
partidarios de Hernando de Pizarro, que a la sazón estaban en Nicaragua; y
contando con el apoyo de un poderoso bando, concibieron el propósito de
asesinar al obispo, cosa que puso en ejecución Hernando de Contreras, en la
ciudad de León, el 26 de Febrero de 1550.
Luego se
trasladaron a Panamá para interceptar allí a La Gasca, que volvía del Perú,
vencedor de Pizarro, y arrebatarle el oro que conducía; pero fueron finalmente
derrotados en batalla campal por los vecinos de Panamá. De no haber ocurrido
tal desenlace, la etapa final de esta aventura hubiese sido el proclamarse
Hernando “príncipe del Cuzco”, independiente del monarca español.
Entre 1544 y 1566
la institución del gobernador de Nicaragua desapareció. La Provincia fue
gobernada, primero por los alcaldes ordinarios, después por alcaldes mayores
proveídos por la Audiencia (1551-1559), y luego por alcaldes
mayores-gobernadores, de provisión real. Se restaura así la institución del
gobernador.
Pedro de los Ríos
gobernó en nombre de Contreras. Le sucedió el Licenciado Diego de Herrera, juez
de residencia de Contreras y sus oficiales.
Entre los alcaldes
mayores están Alonso Ortiz de Elgueta, Nicolás López de Urraga, Juan de
Cavallón, Juan Márquez, Álvaro de Paz, Andrés López Moraga, Francisco de
Mendoza, Juan Morán, Juan Vásquez de Coronado y Hernando Bermejo.
Fueron alcaldes
mayores-gobernadores: Alonso Ortiz de Elgueta y Juan de Cavallón. Y
gobernadores, en la nueva época de la institución: Alonso de Casaos (1576),
Francisco del Valle Marroquín (1575), Diego Artieda Cherinos (1576) Hernando
Gasco (1583), Carlos de Arellano (1589), Bartolomé Lence (1592); Bernardino de
Ovando (1593), Alonso Lara de Córdoba (1599), Cristóbal de Villagrán (1622),
Alonso Lazo (1622), Santiago Figueroa (1623), Lázaro de Albizú (1625), Juan de
Agüero (1627), Francisco de Asagra y Vargas (1630), Pedro de Velazco (1634),
Juan de Bracamonte (1641), Diego de Castro (1660), Juan de Salinas y Cerda
(1665), Antonio de Tremiño y Dávila (1669), Pablo de Loyola (1676-?), Antonio
de Coello (1681), Pedro Álvarez Castrillón (1682), Gabriel Rodríguez Bravo de
Hoyos (1692), Pedro Jerónimo Luis de Colmenares y Camargo (1693), Miguel
Camargo (1705), Sebastián de Arancibia y Sasi (1705), Antonio de Poveda y
Rivadeneira (segunda vez, 1727), Pedro Martínez de Uparrio (1727), Tomás Duque
de Estrada (segunda vez, 1728), Bartolomé González Fitoria (1730), Antonio de
Ortiz (1736), José Antonio Lacayo de Briones (1740), Francisco Antonio de
Cáceres Molinedo (1745), Juan de Vera (1745), Alfonso Fernández de Heredia
(1746), José González Rancaño (1753), Melchor Vidal de Lorca y Villena (1761),
Domingo Cabello (1776), Manuel Quiroga (1776), José de Estechería (1779), Juan
de Ayssa (1783).
De acuerdo a las
Ordenanzas de Carlos III, se estableció en Nicaragua el régimen de
Intendencias. Se abolía la encomienda y el intendente debía percibir el tributo
directamente de los indios.
El primer
gobernador-intendente de Nicaragua, cuya jurisdicción en el ramo de hacienda se
extendía también a Costa Rica, fue don Juan de Ayssa, que asumió las nuevas
funciones en 1786. Los otros gobernadores intendentes fueron: José Salvador
(1793), el obispo Nicolás García Jerez (1811), Juan Bautista Gual (1814),
Manuel Beltranena (1816), Miguel González Saravia (1818).
ESTAMPA DE LA COLONIA
El cuadro general
que ofrece la provincia de Nicaragua a través del largo período colonial es a
grandes rasgos el siguiente:
La capital era
León, situada originalmente en la costa occidental del lago de Managua, al pie
del volcán Momotombo. Otras ciudades de españoles eran Granada, junto al lago
de Nicaragua, con salida al Atlántico por el Desaguadero; la Nueva Segovia, en
la región montañosa del norte; la villa de El Realejo tenía puerto importante
en el Pacífico, y la de la Concepción de Rivas, estaba al sur del país. León,
situada originalmente en clima excesivamente cálido, un tanto apartada de la
principal ruta comercial (entre El Realejo y Granada) y azotada constantemente
por fuerte sismos, hubo de ser trasladada en 1510 al sitio que hoy ocupa.
También Segovia sufrió dos traslados sucesivos, y es la ciudad que hoy se
conoce como Ocotal. León fue sede episcopal desde 1532, con jurisdicción sobre
Nicaragua y Costa Rica. La iglesia estaba a cargo del culto, la educación y la
beneficencia. El seminario tridentino que se fundó en León, con el tiempo se
transformó en universidad, que ahora es nacional, con régimen autónomo. Junto a
los nombres de conquistadores y gobernadores, hay que mencionar los de los
misioneros que llevaron la fe cristiana y la civilización a las más apartadas
zonas del territorio, entregando algunos su vida en el ejercicio de su
ministerio. Son algunos de ellos: el padre Legares, fray Antonio Margil de
Jesús (el “Padre Guatemala”) y los padres Vedelete y Monteagudo, martirizados
por los indios de la región atlántica. Durante la colonia el comercio conoció
algunas épocas de auge y prosperidad.
Los focos principales eran El Realejo, que lo ejercía con Acapulco, Acajutla,
Panamá, Guayaquil y El Callao; y Granada, que trataba con Nombre de Dios,
Portobelo y Cartagena. El objeto principal de tal comercio eran los frutos de
la tierra y los productos de la agricultura y la crianza de animales; también
la importación de mercancías procedentes
de España. El primer gobierno del conjunto regional centroamericano fue
ejercido por la Audiencia de los Confines, propuesta en las leyes de la Junta
de Valladolid y autorizada por Carlos I en 1542. Ésta se estableció en Gracias
en 1544, con encargo de juzgar asuntos criminales y civiles y residenciar a los
gobernadores y oficiales de las provincias. En 1553 (1548. Gallardo, p. 29., T.
I) la Audiencia fue trasladada a Guatemala en 1568.
Durante el período
colonial, como todas las colonias españolas de América, Nicaragua hubo de sufrir
repetidos ataques piratas, filibusteros y aun de fuerzas regulares del ejército
inglés. Unos y otros se aliaban con los zambos, moscos o mosquitos (mískitos
actuales), producto de la mezcla de negros con indios aborígenes, que habitaban
las riberas de los ríos atlánticos. Les proporcionaban armas y aguardiente y
los lanzaban en incursiones depredatorias contra los pueblos más orientales del
dominio español, situados en la región central del país. Casi todas las
poblaciones de Nicaragua sufrieron en diversas épocas ataques de una u otra
naturaleza, provenientes del Atlántico o del Pacífico. En 1643 fue saqueada y
destruida Matagalpa. Granada lo fue en 1665, 1670 y 1685. Este último año
también fueron atacadas Masaya y León. En 1749 son atacadas por piratas Boaco y
Camoapa. En 1759 Jinotega, Muy-Muy, Lóvago y Acoyapa. Y en 1782 Juigalpa y
Lovigüisca. Para contener estos ataques se había fortificado el río San Juan.
Cuatro fuertes o “castillos” se levantaron sucesivamente. Los ataques de las
fuerzas regulares inglesas fueron dos: el primero en 1762, ocasión en que se
inmortalizó Rafaela Herrera, disparando contra el enemigo la artillería del
Castillo de la Inmaculada, actitud que le obligó a retirarse. El segundo ataque
ocurrió en 1780, y en él intervino el más tarde famoso almirante Horacio
Nelson, a la sazón comandante de fragata. Esta vez los ingleses pusieron sitio
al castillo, el que se rindió al agotarse sus recursos. Pero una epidemia de
disentería que diezmó al ejército inglés
y el temor a un contraataque en tales condiciones de desventaja los
indujo a retirarse.
El descontento
general contra el régimen colonial, que se fue incrementando así en Nicaragua
como en el resto de Centroamérica, tenía su origen en diversos hechos: primero,
los tributos en aumento; después, los abusos de la autoridad contra los
naturales; y por el último, la preponderancia de los peninsulares sobre los
criollos en todos los aspectos de la vida. En Nicaragua, además, los repetidos
choques entre el gobernador y los empleados subalternos, alentaban un espíritu
levantisco que cada día se acentuaba. Cuando en vez del bondadoso mariscal
Antonio Mollinedo y Saravia asumió las riendas de la Capitanía General el
severo y despótico general José Bustamante y Guerra, las cosas se llevaron al
extremo.
El 5 de noviembre
de 1811 tuvo lugar el primer gesto libertario en San Salvador. Al ser
descubierta una conspiración que preparaba un levantamiento armado para marzo
de 1812, se precipitaron los acontecimientos. Depusieron al intendente y se
formó una junta gubernativa. El capitán general envió un pacificador.
En León era
manifiesto el deseo de deponer al intendente José Salvador. El estallido
ocurrió el 13 d diciembre de 1811, cuando el pueblo en masa, acaudillado por el
padre Benito Miguelena, invadió la casa del obispo, donde se celebraba un
cabildo abierto, pidiendo cambio de autoridades, rebaja de impuestos, supresión
de monopolios, abolición de la esclavitud y libertad de los prisioneros
políticos. El intendente renunció. Se formó una junta gubernativa encabezada
por el obispo.
En Granada,
mientras el alcalde de primer voto don Roberto Sacasa hacía jurar fidelidad a
la autoridad legítima, el alcalde de segundo voto do Juan Argüello y el regido
Manuel Antonio de la Cerda, provocaron el 22 de diciembre un plebiscito que
depuso a las autoridades españolas.
En la villa de
Rivas, el 23 de diciembre, el pueblo destituyó a las autoridades y proclamó
comandante militar al cura.
El capitán general
Bustamante y Guerra procedió a someter
la provincia, enviando tropas desde El Salvador, Honduras y Costa Rica.
La junta de Rivas se disolvió. Los granadinos resistieron al batallón de
Olancho, pero tuvieron que capitular. Se les prometió amnistía; pero Bustamante
apresó a doscientos principales y los
envió al destierro o a las cárceles de ultramar.
En 1813 fue
descubierta por el gobierno la llamada “conspiración de Belén” (del convento
franciscano de este nombre, en Guatemala) que se proponía deponer al capitán
general. Y en 1814 sucedió en San Salvador un nuevo movimiento que se proponía
proclamar la independencia. Los patriotas atacaron el palacio del intendente,
pero fueron rechazados y los cabecillas tomados prisioneros.
En marzo de 1821 la
designación de un nuevo capitán general, Gabino Gaínza, voluble y acomodaticio,
vino a favorecer el ideal de independencia que ya era general en Centroamérica.
Restablecida la Constitución de Cádiz, el diálogo doctrinario entablado a
través de los periódicos por Pedro Molina y José Cecilio del Valle, vino a
caldear el interés de todas las capas sociales. También se habían restablecido
en León y Guatemala las diputaciones provinciales, que representaban
efectivamente la voluntad popular.
Al conocerse en
Guatemala la secesión de la provincia de Chiapas y su adhesión al Plan de
Iguala, recién proclamado, Gaínza convocó a una junta de notables, para tomar
las determinaciones convenientes. El 15 de septiembre de 1821 una multitud
llenó el palacio de los capitanes generales. Se inició la sesión con la lectura
del acta de Chiapas, y se abrió un debate sobre la conveniencia de proclamar la
independencia inmediatamente. Por la presión del pueblo presente, se acordó
redactar el acta de la independencia del gobierno español. Se conservó la
religión católica; se ordenó jurar la independencia a las autoridades civiles y
eclesiásticas; y efectuar en todas las provincias elección de diputados para
dar una ley fundamental a Centroamérica.
Al frente del gobierno quedaba Gaínza y una junta consultiva. En Nicaragua el
primero en jurar la independencia fue el ayuntamiento de Matagalpa.
Lo actuado en
Guatemala fue acatado en San Salvador y Honduras. En Nicaragua y Costa Rica,
Granada y San José se adhirieron al
acta; León y Cartago se declararon
independientes de toda autoridad.
En octubre del
mismo año, Iturbide, que se había proclamado emperador de México, anunciaba a
Gaínza el envío de tropas imperiales para favorecer la anexión inmediata de
Centroamérica a México. Parece que entre Gaínza e Iturbide ya existía de previo
alguna especie de arreglo sobre este negocio. Se pidió el voto de los
ayuntamientos a pesar de la desorientación en que se hallaban; y así se consumó
la anexión al imperio de Iturbide. Este paso desató la primera guerra civil.
San Salvador se pronunció contra la anexión. De Guatemala se enviaron tropas a
someterla; pero fueron derrotadas. A poco se presentaba en Guatemala el general
del imperio Vicente Filísola, quien tomó posesión del gobierno y marchó sobre
San Salvador, que al fin fue sometida. En Nicaragua el pueblo granadino rechazó
la anexión, acaudillado por Cleto Ordóñez, quien asaltó el cuartel, depuso al
coronel Crisanto Sacasa y se proclamó comandante de armas. Vino de León
González Saravia a someterlo, pero fue repelido. Se preparaba un nuevo ataque
cuando llegó la noticia del fin del imperio. Saravia fue desconocido por una
junta.
El 24 de junio de
1823 se instauró en Guatemala la Asamblea Nacional Constituyente de
Centroamérica, con asistencia de 41 representantes. Presidió el padre José
Matías Delgado. En el curso e sus sesiones se declaró que las Provincias Unidas del Centro de
América eran libres e independientes de España, México y cualquier otra nación;
se organizó del Estado a base de tres poderes; se adoptó como oficial la
religión católica; se abolieron los títulos nobiliarios, se fijaron las
características de la bandera y el escudo de armas; y el 17 de abril de 1824 se
sancionó la iniciativa del presbítero José Simeón Cañas, declarándose abolida
la esclavitud. El ejecutivo federal lo ejercieron inicialmente tres
triunviratos provisorios sucesivos, compuestos así: el primero por Pedro
Molina, Juan Vicente Villacorta y Antonio Rivera Cabezas (1823); el segundo por
Tomás O´Horán, Santiago Milla y otra vez Villacorta (1823); y el tercero por José Cecilio del Valle,
Manuel José Arce y nuevamente Villacorta (1824). Después entraron a fungir los
presidentes federales: Manuel José Arce (1825), Francisco Morazán (1829), José
Francisco Barrundia (1829), Francisco Morazán (1830-1838).
La Constitución
entró en vigor en noviembre de 1824. Cada uno de los cinco estados federados
(Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica) pondría el ejecutivo
en manos de un jefe y un vice-jefe, con período de cuatro años.
En Nicaragua las
juntas gubernativas de León y Granada se mantenían en pugna, procurando
apropiarse el gobierno exclusivo. El gobierno federal envió como intendente al
coronel Justo Milla para que organizara el Estado. Fue expulsado del país. En
Managua, se formó otra junta de gobierno, presidida por el cura de la villa,
Policarpo Irigoyen, acuerpado por los ricos y principales de Granada,
perseguidos por Ordóñez, entre ellos el coronel Sacasa, quien fue asignado al
comando de las armas. Se instauró lo que podría llamarse “guerra de las
juntas”. Sacasa sorprendió y tomó la plaza de Granada. Ordóñez le puso sitio.
León atacó Managua y fue derrotado.
Sacasa abandonó Granada para socorrer a Managua. Se formó otra junta en
El Viejo, de los ricos perseguidos de León. Las juntas de Managua y El Viejo
convinieron en atacar conjuntamente León. Durante cuatro meses mantuvieron un
sitio en que ambos contendores cometieron toda clase de excesos. El ejecutivo
federal envió como pacificador al intendente Manuel Arzú. Disolvió la juntas,
retiró los ejércitos y logró un acuerdo para que se formara una junta única,
con dos vocales por cada una de las anteriores. Pero el comandante por la junta
de El Viejo, el prófugo peruano Juan Salas, no cumplió los compromisos y volvió sobre León, queriendo sorprenderla. El
propio pacificador Arzú asumió la defensa. La guerra se prolongó. Sacasa fue
muerto en combate. El gobierno federal envió al general Manuel José Arce en
apoyo de Arzú. Salas se fugó con la caja del ejército y la junta de El Viejo
hubo de disolverse. Al presentarse Arce en León en enero de 1825 la paz era
total. Arzú asumió la jefatura interina del Estado, convocando a elección de
autoridades supremas. Mientras se desarrollaba la guerra de las juntas un grupo
de nicoyanos pidió al Congreso Federal la anexión del partido de Nicoya a Costa
Rica “para mientras se establecía el orden en Nicaragua”. Accedió el Congreso,
pero el territorio jamás volvió a Nicaragua.
En 1825 tomaron
posesión del poder ejecutivo los electos Manuel Antonio de la Cerda, jefe del
Estado, y Juan Argüello, vicejefe. El historiador Jerónimo Pérez dice del
primero que fue “mártir de los tiranos liberales”; y del segundo, que fue
“mártir de los liberales por tirano”. Al poco tiempo De la Cerda fue acusado
por Argüello ante el poder legislativo de cometer irregularidades en el
ejercicio de su cargo. De la Cerda fue suspendido por la Asamblea. Se puso en
vigor la Constitución del 8 de abril de 1826, primera que se daba Nicaragua.
Conforme a ella se convocó a nuevas elecciones. El presidente federal convocó
al Congreso en Cojutepeque. Argüello no quiso acatar el decreto y amenazó a los
diputados disidentes. La Asamblea salió huyendo y se instaló en Granada,
destituyó a Argüello y nombró jefe a Pedro Benito Pineda y ministro general a
Miguel de la Cuadra. Argüello mechó sobre Granada en son de guerra. El gobierno
y la Asamblea escaparon para Rivas (febrero de 1827). Pero fueron apresados por
el puesto. Argüello mandó asesinar en sus prisiones a Pineda y De la Cuadra.
Las municipalidades de Managua y Rivas dieron por terminado el período
gubernativo de Argüello y nombraron jefe interino a De la Cerda, quien asumió
de hecho el poder en Managua y conminó a Argüello para que cesara
inmediatamente. Estalló la guerra que trajo grandes calamidades al país.
Granada y León apoyaban a Argüello; Managua, Rivas, Juigalpa, Metapa y otros
pueblos a De la Cerda. Ésta mandó fusilar, bajo cargo de conspirar por la
anexión de Nicaragua a Colombia, al primero y segundo comandantes de su propio
ejército, Juan Francisco Casanova, ecuatoriano, y Rafael Ruiz Gutiérrez,
venezolano. El hecho causó indignación en el propio bando de De la Cerda. Una
conjura organizada por la mujer de Ruiz Gutiérrez apresó a De la Cerda y lo
entregó a la venganza de Argüello, quien lo mandó a fusilar sin pérdida de
tiempo (noviembre de 1828). Todavía Argüello mandó asesinar en una isleta el
Gran Lago, La Pelona, a varios de los amigos de De la Cerda. El gobierno
federal envió a Nicaragua en calidad de pacificador a Dionisio Herrera. Se
efectuaron elecciones, resultando electo el mismo Herrera. Uno de sus primero
actos de gobierno fue deportar a Juan Argüello a Guatemala. Toda su
administración estuvo encaminada a cimentar la conciliación. En 1832 era general
en Centroamérica el clamor por una reforma de la Constitución federal,
considerada laxa por unos, centralista por otros. Herrera depositó el mando en
el consejero Benito Morales (marzo de 1834). La asamblea designó jefe interino
a José Núñez (diciembre de 1833), quien siguió la prudente línea trazada por
Herrera. Núñez combatió eficazmente la insurrección del coronel Cándido Flores,
que se levantó en Metapa, apoyado por Granada, y fue derrotado en Managua. En
1835 fueron electos jefe y vicejefe José Zepeda y el doctor José Núñez. Fue el
de Zepeda un gobierno benéfico, que introdujo importantes modalidades
administrativas. Zepeda fundó el primer periódico en Nicaragua: El Telégrafo Nicaragüense. Pero Bernardo
Méndez, El Pavo, y Casto Fonseca asaltaron en enero de 1837 el cuartel
de León y soltaron al criminal Braulio Mendiola, quien al frente de tropas
regulares capturó a Zepeda y otros notables, asesinándolos el mismo día. El
vicejefe José Núñez, acuerpado por el alcalde Vicente Jerez, se presentó en el cuartel
y ordenó el inmediato fusilamiento de Mendiola. Núñez terminó el período de
Zepeda. En 1838 tomaron posesión del gobierno los electos doctor José Núñez,
jefe, y don Joaquín Cosío, vicejefe.
La inconformidad
con el régimen federal iba en aumento. La Asamblea Nacional se reunió en
Chinandega el 1 de abril de 1838. Figuraban entre sus miembros el presbítero
Pedro Solís, presidente; Hermenegildo Zepeda, Pablo Buitrago, Pío Castellón,
Fruto Chamorro. El 30 decretó que Nicaragua era libre, soberana e independiente.
El 12 de Noviembre se dio la primera Constitución. Al Consejo Representativo se
dio el nombre de Senado; y al jefe del Estado el título de Supremo Director,
con período de dos años.
La etapa del
Directorio abarca quince años, y fue un período lamentable, en que Nicaragua
sufrió ultrajes ingleses, salvadoreños y hondureños, a más de la anarquía que
ensangrentó al país. Fueron supremos directores interinos los senadores:
Evaristo Rocha, Patricio Rivas, Hilario Ulloa, Joaquín Cosío, Tomás Valladares.
Fueron interinos depositarios: Patricio Rivas, Juan de Dios Orozco, Emiliano
Madriz, Miguel R. Morales, Benito Rosales, Justino Abaunza, Fulgencio Vega. Los
supremos directores en propiedad fueron Pablo Buitrago (1841), Manuel Pérez
(1843), José León Sandoval (1845), José Guerrero (1847), Norberto Ramírez
(1849) Laureano Pineda (1851) y Fruto Chamorro (1853).
Durante el gobierno
del licenciado Pablo Buitrago se trató de reconstruir la unión centroamericana,
para lograr ese propósito, El Salvador, Honduras y Nicaragua enviaron sus representantes a
Chinandega. Guatemala y Costa Rica se excusaron. En esta época se reavivaron
las pretensiones inglesas sobre la costa atlántica de Nicaragua, esta vez bajo
la máscara de protección a un inexistente reino de indios mosquitos. Los
ingleses apresaron al comandante nicaragüense de San Juan del Norte y le
dejaron abandonado en una costa desierta. Después, durante el gobierno de don
Manuel Pérez (1843-1845), Inglaterra bloqueó los puertos nicaragüenses para reclamar
supuestas deudas del gobierno a súbditos ingleses. El territorio fue invadido
por fuerzas de El Salvador y Honduras al mando del déspota Francisco Malespín,
quien exigía la expulsión de emigrados salvadoreños opositores a su régimen
(Barrios, Cabañas y Saget, principalmente). Pérez renunció. León fue sitiado
durante 59 días, por fin tomado y parcialmente incendiado; y los principales
miembros del gobierno pasados por las armas. Malespín contó con la colaboración
de un gobierno provisorio formado por los granadinos de Masaya. El gobierno de
Sandoval (1845-1847), hubo de resistir a las facciones armadas de José María
Valle, El Chelón, y Bernabé Somoza, que fueron derrotados en Chinandega
y León. Se estableció una Dieta Nacional, primero en Sonsonate, El Salvador
(1844-45); después en Nacaome, Honduras (junio de 47) con representantes de
Honduras, El Salvador y Nicaragua, con miras a restablecer la federación, pero
fracasó. En 1847 se reunión en Managua, elevada el año anterior al rango de
ciudad, una Asamblea Constituyente, con el fin de reformar la Constitución de
1838, pero se disolvió prematuramente. En
1848 el titulado “rey mosco”, acuerpado por tropas inglesas, se presentó
en San Juan del Norte para nombrar autoridades. Trinidad Muñoz, comandante general
de Nicaragua, tomó prisioneros a los nombrados y requisó algunos elementos de
guerra. Un barco inglés subió el San Juan, tomó el fuerte de San Caros y
amenazó a Granada. En tales circunstancias Estados Unidos, ya concebida la idea
de realizar la comunicación interoceánica a través de Nicaragua, concluyó con
Gran Bretaña en 1850 el tratado Clayton-Bulwer, por el que ambos gobiernos
renunciaban al control exclusivo del canal y a todo tipo de dominio o
protección sobre Centroamérica. Al gobierno del licenciado Norberto Ramírez
tocó sofocar brotes revoltosos en León, Granada, Nandaime y Rivas; éste último
jefeado por Bernabé Somoza, quien, vencido al fin, fue juzgado sumariamente y
ajusticiado. En esta época los partidos políticos, si es que así pueden llamárseles,
eran dos: el de los “timbucos”, afectos a Granada; y el de los “calandracas”,
adictos a León. A fin de parar la rivalidad creciente, el director Pineda hizo
de Managua la capital del Estado en 1851. Pineda fue expulsado del país por el
jefe de las armas, Trinidad Muñoz, que se sostenía en tal posición desde 1845,
habiendo llegado a ser un verdadero “poder detrás del trono”. Pineda volvió con
tropas de Honduras, reasumió el gobierno en la ciudad de Granada y se dirigió a
León, que se rindió a sus fuerzas. Fue el director interino Fulgencio Vega
quien estableció, por decreto del 5 de febrero de 1852, la capital en Managua.
El general Fruto Chamorro tomó posesión del cargo de directo en 1853, con
intenciones superficialmente conciliatorias, distribuyendo empleos entre
ciudadanos prominentes de León y Granada e iniciando obras públicas en la
región occidental del país. Por influencias suyas la Representación Nacional
convocó a una Asamblea Constituyente, para reformar la Constitución de 1838 y
dar al ejecutivo poderes suficientes para garantizar el orden y el adelanto
general. Pero no siendo todos los electos del agrado del director, so pretexto
de haberse descubierto una conspiración para botal al gobierno, se desató la
persecución contra los opositores: uno huyeron, otros fueron apresados y
desterrados. La Constituyente se instaló
con los suplentes y se dio la Constitución de 30 de abril de 1854, que adoptaba
para el Estado de Nicaragua el nombre de República y prohibía la reelección
inmediata del Presidente, nombre que sustituyó al de Supremo Director. La misma
Asamblea eligió a Chamorro para el primer período presidencial de cuatro años
(1855-1859), inaugurando así una práctica viciada de que tradicionalmente se ha
hecho uso y abuso en la política del país.
LA REPÚBLICA
El doctor Máximo
Jerez y el licenciado Francisco Castellón, emigrados de Honduras, a la sombra
de Cabañas incubaron la revolución. Jerez desembarcó en El Realejo con cuarenta
hombres. Chamorro se trasladó a León para cerrarle el paso. El choque fue en la
hacienda El Pozo, a pocas leguas de León, con un total fracaso para Chamorro,
que tuvo que regresar a Granada. A poco llegaba el enemigo a poner sitio a la
ciudad. Los revolucionarios se llamaron “democráticos” y tomaron el rojo como
divisa; los del gobierno adoptaron el mote de “legitimistas” y el blanco como
enseña. Chamorro deposito el mando en el licenciado José María Estrada, para
asumir la dirección de la guerra. Después de nueve meses Jerez tuvo que
levantar el sitio y retirarse a León, tras haber perdido el control de Masaya,
granero de la revolución. Chamorro, enfermo, falleció el 12 de marzo de 1855.
Fue sustituido en el mando del ejército por Ponciano Corral. También Jerez fue
sustituido por el general J. Trinidad Muñoz. En estos días se iniciaron
tentativas de paz; pero prevalecieron las opiniones que querían llevar la
guerra hasta el fin. Castellón celebró contrato con el aventurero yanque Byron
Cole para que trajese doscientos mercenarios de su país en apoyo del ejército
democrático. También Jerez había firmado contrato con otro aventurero para
traer quinientos norteamericanos. Cole traspasó su contrato a William Walker,
oriundo de Nashville, médico, abogado, periodista y filibustero esclavista,
quien se presentó en El Realejo con 58 mercenarios en junio de 1855. La primera
misión que le encomendaron fue contra Rivas. Debía atacarla con sus hombres y
cien nacionales, cosa que efectuó sin éxito: reducido con sus fuerzas a una
casa de la ciudad, de donde finalmente fue desalojado por el heroísmo del
maestro de escuela Manuel Mongalo, quien dio fuego al reducto.
Por otra parte
Muñoz derrotó en El Sauce al general hondureño Santos Guardiola, que había
entrado por la frontera norte para ayudar a los legitimistas. Muñoz murió en la
acción y Guardiola pasó a Granada y de allí a Rivas, donde sufrió una nueva
derrota en La Virgen, a manos de Walker. Entretanto Castelló moría en León,
víctima del cólera. Walker se dirigió a Granada en los vapores del Lago y se
apoderó de la ciudad sin mayor resistencia. El presidente legitimista logró
huir a Masaya con algunos ministros, pero otros fueron apresados. El de
relaciones exteriores, Mateo Mayorga, fue fusilado. Corral capituló en Granada reconociendo a Walker
como comandante general y a Patricio Rivas como presidente provisorio. Estrada
protestó y llamó en su auxilio a los gobiernos de Centroamérica. Corral
escribió secretamente a sus amigos del exterior para que le ayudasen. Walker
interceptó las cartas y mandó fusilarle.
GUERRA NACIONAL
El presidente de Costa
Rica, Juan Rafael Mora se movilizó contra Walker, atacando Rivas. El provisorio
se trasladó a León, huyendo de las crecientes exigencias de Walker, que fue
declarado traidor. En respuesta se proclamó “presidente de Nicaragua” en julio
de 1856 e instauró la esclavitud, declaró al inglés como idioma oficial y fue
reconocido por Estados Unidos. Estrada entró procedente de Honduras y
estableció su gobierno en Somotillo. Fue asesinado en Ocotal por fanáticos
“democráticos”. En medio del peligro común, las rencillas banderizas daban aún
sus frutos nefastos. Por fin se conciliaron los dos bandos, celebrándose un
convenio en León, el 12 de septiembre de 1856; se disolvía el gobierno
legitimista; continuaría de presidente Patricio Rivas, con un gabinete mixto. Cada
país de Centroamérica envió un ejército para expulsar al filibustero.
En la madrugada del
14 de septiembre tuvo lugar la acción de San Jacinto, en la que 120
nicaragüenses, al mando del coronel José Dolores Estrada, derrotaron a 200
filibusteros que comandaba Byron Cole. Este triunfo elevó la moral de los
aliados, que desde León avanzaron hacia el sur, buscando al enemigo; éste, de
Nagarote, se replegó a Managua, después a Masaya y, finalmente a Granada. Desde
aquí volvió dos veces sobre Masaya, pero sin éxito. Asediado en Granada, Walker
se embarcó en los vapores del Lago rumbo a San Jorge, dejando a Henningsen, su
segundo, cubriendo su retirada. Éste, al final incendió la ciudad y marchó tras
su jefe. Un cuerpo expedicionario costarricense, al mando del mayor Máximo
Blanco, tomó San Juan del Norte, el Castillo de la Inmaculada y la fortaleza de
San Carlos, puntos clave en el río San Juan. También fueron capturados los
siete vapores de que Walker se servía para sus movimientos en el río y el Lago.
Los aliados avanzaron desde el norte sobre San Jorge (puerto en el Lago) y San
Juan del Sur (puerto en el Pacífico). Walker y
sus hombres quedaron confinados en Rivas, entre los dos puntos
mencionados, donde se vieron obligados a capitular el 1 de mayo de 1857.
Pudieron trasladarse a Panamá. Dos veces intentó Walker volver a poner su
planta en Centroamérica. La primera (1857) fue capturado por el Comodoro
Paulding y devuelto a los Estados Unidos, cuando ya se había apoderado de El
Castillo, en el río San Juan. La segunda fue apresado en el río Tinto por el
comandante Salmon, del buque inglés Icarus, que protegía Trujillo, y entregado a las autoridades hondureñas, que
lo juzgaron en consejo de guerra y lo fusilaron el 12 de septiembre de 1860.
Conjurado el peligro filibustero, Jerez y Martínez representando a los dos sectores que dividían la opinión pública, formaron el llamado Gobierno Binario, que duró desde el 24 de junio hasta el 11 de noviembre de 57, y que gobernó dictatorialmente hasta reorganizar el país. Se convocó a una Constituyente que declaró presidente a Martínez y dio la Constitución vigente desde 1858 hasta 1893. Este documento mantuvo el período de cuatro años y fundió en un mismo titular los cargos de presidente y comandante general, lo que daba gran estabilidad al Gobierno. Los partidos comenzaron a llamarse Liberal y Conservador. Martínez, contra el dictado de la Constitución se hizo reelegir para un segundo período (1863). Jerez y Fernando Chamorro apoyados por liberales y conservadores, lo combatieron, pero logró mantenerse. Le sucedió el general Fernando Guzmán (1867), a quien le correspondió sofocar la insurrección de Jerez y Martínez, en León, 1869. Gobernador después: Vicente Cuadra (1871); Pedro Joaquín Chamorro (1875); en ese período de gobierno los cañones de la escuadra alemana, respaldados por la monarquía británica y el gobierno de los EE.UU., obligaron a Nicaragua a pagar 30,000 dólares por el supuesto ultraje de un nicaragüense a un Cónsul alemán; el general Joaquín Zavala (1879): el doctor Adán Cárdenas (1883), obligado a poner en armas a diez mil hombres para defenderse contra la imposición de Barrios, de Guatemala, que proclamaba haber asumido el mando militar de Centroamérica; el coronel Evaristo Carazo (1887); el doctor Roberto Sacasa (1889), quien terminó el período de Carazo, fallecido en ejercicio del poder, y gobernó en propiedad desde 1891.
GOLPES MILITARES - CAUDILLOS Y DICTADURAS
En junio de 1893 fue derrocado por un golpe militar de los conservadores. Se formó una Junta de Gobierno. Un nuevo golpe, esta vez liberal, se originó en León. El general José Santos Zelaya encabezó una Junta de Gobierno y que encaminó sus fuerzas contra Managua. En Mateare y La Cuesta venció a Zavala, que comandaba a los conservadores por disolución de la Junta; Y el 25 de julio entró en Managua. Se firmó un convenio de paz por el que se convocaba a una Constituyente, que se estableció en Managua el 15 de septiembre de 1893. El mismo día Zelaya fue nombrado Presidente, cargo en que duró 16 años. La presencia de emigrados en ambos países hizo estallar la guerra entre Honduras y Nicaragua. Ejércitos nicaragüenses invadieron Honduras, derrocaron al Presidente Vásquez y pusieron en su lugar al doctor Policarpo Bonilla. En Nicaragua se dio la Constitución en 1893, inspirada en los principios de la Revolución Francesa. Se efectuó la Incorporación de la Mosquitia, extensa región atlántica donde la soberanía nicaragüense era burlada por los mosquitos, que solo obedecían consignas de los Gobernadores de Jamaica. El general Rigoberto Cabezas, Inspector General, ocupó militarmente Bluefields, desconoció a las autoridades mosquitas y reorganizó el régimen político y administrativo. Expulsó al Vicecónsul y a otros ingleses agitadores. Bajo el cargo de dictador los mismos liberales quisieron derrocar a Zelaya en 1896, año en que el Congreso lo desconoció. Zelaya dominó la situación con las armas. Este fue el primero de una serie de movimientos subversivos que se continuaron hasta 1903. En 1907 Zelaya quiso cambiar a Bonilla, en Honduras. Hizo invadir el país, pero fue rechazado el intento. Honduras y El Salvador se aliaron contra Nicaragua. Zelaya atacó con tres ejércitos que triunfaron totalmente. Cayó Bonilla y fue instalado Miguel R. Dávila. Presa, de El Salvador, también perdió el poder. Se firmó por los tres países el convenio de paz de Amapala. Intervinieron los Estados Unidos convocando a una conferencia de países centroamericanos en Washington. El 20 de diciembre de 1907 en esa misma ciudad fueron suscritos los “Pactos de Washington”: un Tratado General de Paz y Amistad, una Convención para el establecimiento de una Corte de Justicia Centroamericana; y otra Convención para el establecimiento de una Oficina Internacional Centroamericana, destinada a promover la Unión Pacífica del Istmo.
El continuismo de
Zelaya unido a otras prácticas reñidas con el ideal revolucionario, le fue
creando un sostenido ambiente de hostilidad en el que se mantuvo precariamente.
Por fin estalló en Bluefields, en 1909, la revuelta que provocaría el fin de su
régimen. La encabezaban los generales Juan José Estrada, liberal, y Emiliano
Chamorro, conservador. El gobierno envió contra ella fuerzas por el San Juan y
hacia El Rama, a través de Chontales. Fueron cogidos infraganti, queriendo
volar unos de los vapores del gobierno en el San Juan, los norteamericanos
Cannon y Groce, fueron juzgados y fusilados. El gobierno de Estados Unidos
rompió relaciones con el de Nicaragua, y el régimen de Zelaya fue advertido y
conminado a través de la Nota del Secretario de Estado, Knox, el 1 de diciembre
de 1909.
El ejército
gubernamental fue batido desastrosamente en El Recreo. Zelaya renuncio. El
doctor José Madriz ocupó la presidencia; nominado por la Asamblea; fueron
inútiles sus esfuerzos pacifistas. El ejército revolucionario llegó por fin a
Managua el 22 de agosto de 1910.
Instalado el nuevo
gobierno, se desató la persecución de los conservadores contra los liberales,
hasta el punto de que fue necesario dictar una ley de garantías. Se inició el
proceso de apaciguamiento de los Estados Unidos. Se prometió al Departamento de
Estado que se convocaría a una Constituyente; y fue solicitada la concesión de
un empréstito, con garantía de las aduanas del país, para rehabilitar la
hacienda pública y pagar las indemnizaciones.
Estados Unidos
enviaron un comisionado y fueron firmados los Pactos Dawson, por los cuales
prácticamente imponían a Juan José Estrada y Adolfo Díaz como Presidente y
Vicepresidente, por un período de dos años; establecían una comisión mixta para
atender los reclamos contra la hacienda pública, concedían un empréstito
garantizado con las recaudaciones de las Aduanas; obligaban a perseguir y
castigar a los comprometidos en la muerte de Cannon y Groce.
Como la
preponderancia del general Luis Mena, Ministro de la Guerra, era excesiva en el
gobierno, se quiso anularlo, e incluso se le redujo a prisión bajo el cargo de
arbitrariedad. Fue notorio el descontento general. Estrada y Moncada, su
Ministro de Gobernación, hubieron de salir del país. Díaz asumió la presidencia
y Mena continuó al frente de su ministerio.
La Asamblea
Constituyente había elegido a Mena para presidente en el período de 1913 a
1916. El Ministro Weitzel no sancionó la elección y pidió se convocara a
elecciones populares. Mena trasladó parte de las armas a Granada. Díaz ordenó
su destitución. Mena se levantó en armas (Julio de 1912), ocupó Masaya y se
fortificó en los cerros de La Barranca y Coyotepe, que dominaban la vía férrea.
El general Benjamín Zeledón, partidario de Mena, avanzó hasta Managua y
bombardeó la ciudad, defendida por Emiliano Chamorro; después se retiró a
Masaya. En esta ciudad, Zeledón impedía el libre paso entre Managua y Granada,
el Ministro norteamericano pidió a Díaz protección para la vida y los bienes de
los ciudadanos de los Estados Unidos residentes en Nicaragua. Díaz confesó que
su gobierno no estaba en posición de dársela, y solicitó la intervención armada
del gobierno norteamericano. Infantes de marina desembarcaron en Corinto y
ocuparon la vía férrea hasta Granada, que representaba la garantía de un
empréstito norteamericano. En Masaya bombardearon La Barranca y tomaron por
asalto El Coyotepe, mientras las tropas de Chamorro entraban a saco en la
ciudad.
Díaz fue electo
para el período de 1913 a 1917. En 1914, Chamorro, Ministro en Washington, y
Bryan, Secretario de Estado, firmaron un tratado por el cual Nicaragua cedía a
perpetuidad a los Estados Unidos, la opción para construir un canal
interoceánico a través de su territorio; arrendaba por noventa y nueve años las
Islas Grandes y Pequeñas del Maíz; y también por noventa y nueve años cedía el
derecho de construir una base naval en la parte nicaragüense del Golfo de
Fonseca; todo a cambio de tres millones de dólares percibidos por el Gobierno
de Nicaragua.
A Emiliano sucedió
Diego Manuel Chamorro (1921), quien triunfó sobre el candidato de la llamada
“Coalición” de los partidos Liberal, Unionista y Progresista. Se concluyó el
pacto del Tacoma (buque de guerra de Estados Unidos) por el que los gobiernos
de Nicaragua, El Salvador y Honduras se comprometieron a no permitir en sus
territorios la organización de golpes armados contra los otros signatarios. En
1923, fueron celebradas las Conferencias de Washington; fue suscrito un Tratado
de Paz de los gobiernos de Centroamérica en el que acordaron no reconocer
gobiernos surgidos de golpes de Estado o revoluciones armadas contra un
gobierno reconocido.
Al fallecer don
Diego Chamorro, el 12 de Octubre, le sucedió el Vicepresidente Bartolomé
Martínez, “don Bartolo”, quien no encontrando apoyo en su propio partido para
ser reelecto, fundó el Partido Conservador Republicano, que firmó con el
liberal los Pactos de Transacción, concebidos a fin de apoyar a Carlos
Solórzano, candidato presidencial determinado que ganó la elección de 1925. En
enero de 1926 el Jefe del Partido Conservador Histórico, general Emiliano
Chamorro, se apoderó de la fortaleza de la Loma de Tiscapa y obligó a Solórzano
a renunciar. El vicepresidente Juan Bautista Sacasa viajó al exilio acompañado
de algunos miembros del gabinete. El Congreso había designado a Chamorro. Pero
Estados Unidos no lo reconoció de acuerdo con lo establecido en los Pactos de
Wáshington, de 1923.
Con miras
conciliatorias hubo conferencias bipartidistas a bordo del Denver
(Octubre de 192), que fracasaron. Chamorro hubo de depositar el mando en el
Senador Sebastián Uriza, y éste en Adolfo Díaz, quien fue reconocido por
Estados Unidos.
Pero el
vicepresidente Sacasa, con la ayuda de México en armas y pertrechos, organizó
su gobierno en Puerto Cabezas, en la zona atlántica de Nicaragua (1 de
diciembre de 1926).
El Ejército
Constitucionalista al mando del general José María Moncada, derrotó en Laguna
de Perlas al ejército de Adolfo Díaz; atravesó Nicaragua de Este a Oeste, rumbo
a Managua. En Tipitapa, a 22 kilómetros de Managua, Stimson, representante del
Presidente de los Estados Unidos, impuso la paz. Desarmó a ambos ejércitos y
convocó a elecciones que dieron el triunfo a Moncada (1928). Pero el general
Augusto César Sandino, del ejército de Moncada, no aceptó la imposición y con
sus tropas se refugió en las montañas de la Segovia nicaragüense, donde comenzó
una lucha tenaz contra la intervención extranjera, hasta morir asesinado en
febrero de 1934.
Fue organizada la
Guardia Nacional, cuerpo armado teóricamente apolítico, que asumiría el control
del país al retirarse la fuerza de ocupación estadounidense.
A José María
Moncada sucedió Sacasa, cuya candidatura fue impuesta por el Almirante
Woodward, supervisor norteamericano del proceso electoral. Fue convenido que el
jefe de la Guardia Nacional fuese un miembro del partido en el poder, y fue
nombrado el general Anastasio Somoza García. El 1º de enero de 1933 ocurrió la
retirada de los infantes de marina de los Estados Unidos. Sandino entró en
arreglos de paz con Sacasa, tío político de Somoza García; pero un grupo de
oficiales de la Guardia Nacional, obedeciendo las órdenes de Somoza, el 21 de
febrero de 1934 capturaron y asesinaron al general Sandino.
El 31 de mayo de 1936 Somoza se rebeló contra
Sacasa, obligándole a renunciar y abandonar Nicaragua. El Congreso Nacional
designó a Carlos Brenes Jarquín para culminar el período inconcluso de Sacasa.
En 1937, ascendió
Somoza a la Presidencia, con el apoyo de liberales y conservadores. En 1939,
fue designado por una Constituyente para un período que terminaría en 1947. La
fuerte oposición encabezada por estudiantes universitarios en 1944, frustró por
entonces un nuevo intento reeleccionista de Somoza. Fue designado candidato
oficial el doctor Leonardo Argüello, quien ocupó la presidencia en 1947, tras
una elección abiertamente fraudulenta. No duró ni un mes en el poder. Somoza,
al estimar que Argüello escapaba de su control, hizo que el Congreso lo declarase
no apto para el gobierno. Argüello no renunció jamás; y murió en el exilio
considerándose aún el presidente legítimo de Nicaragua. Fue designado para
sustituirle Benjamín Lacayo Sacasa, y poco después Víctor Manuel Román y Reyes
(1948; entonces fue promulgada una nueva Constitución Política. En 1950, el
Partido Conservador a través de su jefe Emiliano Chamorro, optó por pactar con
Somoza, con miras a retirar algunas ganancias en el juego de la política. Román murió ese año.
Somoza asumió el poder; y resultó electo para iniciar un nuevo período en 1951.
Se reformó la Constitución preparando otra reelección; pero Somoza fue atacado
a tiros en la Casa del Obrero de León por el joven patriota, artesano y poeta
Rigoberto López Pérez; y murió en Panamá el 29 de septiembre de 1956.
Su hijo, del Somoza
difunto, Luis Somoza Debayle fue designado para terminar el período, y electo
en 1957. Durante el gobierno de Luis Somoza fue sometido a la Corte
Internacional de Justicia de la Haya el antiguo litigio limítrofe entre
Honduras y Nicaragua. El fallo fue adverso a Nicaragua, debiendo ponerse en
ejecución el Laudo del Rey de España, de 1906.
A Luis Somoza
sucedió René Schick Gutiérrez (1963), preocupado según decía, porque su
gobierno correspondiese fielmente a su concepto de un “régimen de derecho”.
Murió en ejercicio del poder en agosto de 1966. Su período fue concluido por el
designado Lorenzo Guerrero. Desde 1967 gobernó Anastasio Somoza Debayle, hijo
segundo de Somoza García.
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