jueves, 28 de enero de 2021

DOS BOTICARIOS CURANDEROS, LOS MEDICAMENTOS DE ANTAÑO - RIGOBERTO CABEZAS, PROPIETARIO DE UNA BOTICA Por Juan García Castillo

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DOS BOTICARIOS CURANDEROS, LOS MEDICAMENTOS DE ANTAÑO. Por Juan García Castillo. En: El Centroamericano. León, 9 de Agosto de 1967.

** Polvito de puerta, precursor de la Penicilina.-

** De boticario a curandero.-

** Rigoberto Cabezas, uno de los primeros dueños de Farmacia en Nicaragua.

En cada managüense de ayer, había un práctico en medicina. Nuestros abuelos preferían el remedio casero, a la farmacología del médico.

Hoy, todavía, en la propia capital, el curandero está sobre el médico en el concepto de las gentes ignorantes.

Por lo menos en mi barrio, antaño, valía más una medicina recomendada por doña Chepita Aragón o por “La Pocha”, que esas “aguas” o pomadas que recetaban el doctor Escobar y demás médicos de aquella época.

Los enfermos y sus familiares “creían” en las medicinas de patente, pero eran pocas: El Cholagogue de Osgood 1, las píldoras rosadas, la emulsión de Scott y otras que no recuerdo.

O los consejos de los curanderos de antes, que todavía algunas familias cumplen al pie de la letra.

En aquellos tiempos de la ciudad aldea, “salirse al aire agitado, segura calentura”, el día que una mujer aplanchaba ropa, no debía de lavarse las manos, ni bañarse al siguiente día, pues se le “pasmaba el cuerpo”; la salida de un barro en la nariz, era motivo para que se le aplicara en dicho barro, esperma en cruz, para que cuando le volviera a salir fuera en la espalda; con los catarros rebeldes había que cuidarse del “aire”; para extraer una “nigua”, o “reventar un divieso” , nada mejor que la espina de zorro, antiséptica y no produce infección. A las heridas para que cicatrizaran, el “polvito de puerta”.

Y en esto del “polvito de puerta”, como que fueron precursores nuestros curanderos de antaño. Cómo reclamarían ahora para sí haber descubierto la penicilina, antes que el médico inglés, hace algunos años y que es uno de los poderosos antibióticos actuales. Y quién lo creyera, que los curanderos más afamados de ayer y de hoy en Managua, se convirtieron en tales y muy acertados en el concepto popular, después de haber sido boticarios de médicos titulados.

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RIGOBERTO CABEZAS, PROPIETARIO DE UNA BOTICA Por Juan García Castillo. En: El Centroamericano. León, 9 de Agosto de 1967.

En una publicación que periódicamente lanza a la circulación el doctor Porfirio Pérez N., propietario de “La Cruz Roja”, encontramos este dato que calza en esta crónica. Dice el Noticiario del Doctor Pérez N.:

Con todo y ser León, ciudad universitaria casi desde el principio de la dominación colonial, no poseyó, sino hasta 1890, establecimientos dedicados al negocio exclusivo de venta de medicamentos. Tampoco se conocen esfuerzos e iniciativas por establecer la escuela que enseñara la ciencia en prepararlos en la Ciencia Farmacéutica. Los médicos muy afamados, manejaban su botiquín y éste lo era por el boticario. Fue en la ciudad de Masaya, la primera y única por mucho tiempo, que mantuvo la iniciativa de tales fundaciones, teniendo entre sus fundadores hasta próceres, pues Rigoberto Cabezas, antes de 1890 tuvo establecimiento farmacéutico, inició venta de preparaciones y fue el primero que anunció que compraba botellas vacías. Del mostrador de ese establecimiento, saltó el Reincorporador de la Mosquitia, honor y gloria para la profesión farmacéutica del país. Por estos tiempos también hubo en Masaya una buena y elegante botica, la del Doctor Julio César. Fallecido éste en 1888, el negocio se canceló, no sin dejar como consecuencia y recuerdo, dos magníficos ciudadanos, fundadores de honorables familias, que absorbiendo gran parte de los conocimientos del famoso médico doctor César, quedaron ejerciendo su profesión con el beneplácito de la sociedad: don Félix Gutiérrez y el seño Juan Pablo Luna. 

1 Para curar el paludismo estaba el Cholagogue indio de OSGOOD (Famoso antipalúdico de fama mundial), el distribuidor de todos estos menjurjes era la droguería Guayaquil, no sé si aún existe.

 

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