domingo, 18 de enero de 2015

LA FALANGE ORGANIZADA POR EL GRAL. ZAVALA Y COMANDADA POR LISÍMACO LACAYO

LA FALANGE ORGANIZADA POR EL GRAL. ZAVALA Y COMANDADA POR LISÍMACO LACAYO. Por: Juan García Castillo. En: El Centroamericano, 19 de Noviembre de 1967.

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General Joaquín Zavala Solís, creador de "La Falange". 

Corría el año de 1885. El general Zavala (1) era el Presidente y había dispuesto expulsar a los jesuitas, pero tenía temores de que los leoneses provocaran desórdenes al cumplir el decreto de expulsión y dispuso organizar en Managua cuerpos de caballería, que bautizó con el nombre de “La Falange”, integrado por elementos jóvenes, distinguidos y amigos suyos. Era una especie de cívica. Nombró como Jefe de ella, a don Lisímaco Lacayo, que ostentaba el grado de Coronel.

“La Falange”, principió a entrenarse, como decimos ahora, en la ciencia militar. Los ejercicios los realizaban en la plazoleta, donde hoy es el Parque Central.

Enfrente vivía don Daniel Frixione (2), casado con una hija de don Francisco de Dios Avilés “Chico del Palo”. Tipo festivo, amigo de la broma elegante, se reía de los que acostumbraban poses, de los engreídos, de los pedantes, etc.

Pequeño de estatura, con un fuerte capital formado a fuerza de trabajo, de criterio independiente tomaba la vida por el lado de la broma y no desperdiciaba la oportunidad para hacer jugarretas a sus amigos y a sus enemigos, que tenía muy pocos de estos últimos, pues era don Daniel un hombre bueno y hacía muchas caridades.

MANIOBRAS MILITARES

Don Daniel sentado en la puerta de su casa observaba las maniobras de los petimetres, y dispuso jugarles una mala pasada.

Tenía un criado de confianza, que se llamaba Zacarías Corea, hombre fiel, callado, serio y obediente.

─ Zacarías, le dijo una mañana, tomá las alforjas y estos diez soles, y te vas al mercado. Te comprás varias docenas de bombas y cohetes y las traes. Bastantes, oyes.

Zacarías cumplió el encargo prontamente y a poco regresaba con las bombas y los cohetes.

A continuación don Daniel le ordenó: Vete a tu cuarto y allí me aguardas, todo eso, sin decir media palabra a nadie.

Fue Zacarías y cumplió. Cuando regresó ante don Daniel, el sirviente, que había tomado parte en varias de nuestras montoneras como clarín, recibió un tercer encargo.

─ Te vas a conseguir un clarín, sin decirle a nadie para que lo quieres y lo guardas también en tu cuarto.

Ni corto, ni perezoso, Zacarías consiguió el clarín y quedó esperando órdenes.

─ Para qué querrá todo esto mi patrón, decía el fiel sirviente, pero no podía desentrañar el objetivo de todo aquello.

Pasaron los días. Los de “La Falange” seguían entrenándose, montaban elegantes bestias caballares, elegantes monturas, frenos con guilladrujes de plata y oro, vistosos uniformes, rifles Winchester, brillantes y como banderola las fajas de tiros, flamantes uniformes.

Don Daniel, imperturbable, seguía presenciando los ejercicios desde la puerta de su casa. De vez en cuando una risita burlona, muy peculiar suya, aparecía en sus labios, pero imperceptible.

RUMBO A LA CUESTA

Interrogaba con discreción a don Chico de Dios, que era hombre de gobierno, cuando salían las tropas de “La Falange” para León, pero no se sabía. Más, un día de tantos, don Daniel supo que los flamantes militares partirían al día siguiente.

Llamó a su fiel Zacarías y le dijo: Mañana a las tres de la mañana, debes tener listas dos buenas bestias y el encargo, es decir las alforjas con lo que tienen y el clarín. No le digas a nadie. Vamos de viaje.

A las tres de la mañana en punto, don Daniel y Zacarías, montados en buenas cabalgaduras y con los “aliños” tomaron rumbo a la Cuesta sobre el camino a León. Bajaron en una montaña aledaña y don Daniel ordenó a Zacarías que tendiera la carga cerrada de las bombas; tuviera a mano los cohetes y después se colocara en lo alto de un monte, para que en cuanto viera a los falangistas a alguna distancia, le avisara inmediatamente. Pasaron las horas. Zacarías en acecho y don Daniel jubiloso, ansioso de jugarles la mala pasada a los militares de Don Lisímaco.

Serían las seis y media de la mañana, cuando aparecieron. Zacarías hizo a don Daniel la señal, de que venían, montados en briosos corceles, llenos de polvo, marciales. Iban ascendiendo la cuesta. Don Daniel cuando estuvieron cerca, desde su escondite, hizo seña a Zacarías que diera fuego a la carga cerrada de bombas y él mismo principió a disparar los cohetes.

Zacarías, dijo por lo bajo don Daniel, toca atención con el clarín.

Y el eco del toque marcial, causó asombro a los jóvenes que comandaba el coronel Lacayo.

A los primeros disparos de las bombas, los falangistas, en briosos corceles, flamantes monturas, elegantes uniformes, el rifle colgado del brazo y como banderolas las fajas de cartuchos, se detuvieron, retratándose en sus rostros el terror.

Don Daniel que los observaba, mientras las detonaciones seguían, ordenó a Zacarías: Toque Degüello.

Y el clásico toque de degüello atronó la inquietud de la montaña. Los de “La Falange” volvieron grupas. En carrera desenfrenada no pararon hasta no llegar a Managua.

La noticia cundió. Habían derrotado a los falangistas y la ciudad se puso en pie de guerra. Se tocó la generala. Los hombres aptos fueron obligados a cavar trincheras, entre ellos don Zacarías Guerra, que entonces era joven.

Don Daniel y Zacarías Corea salieron por veredas y llegaron a “El Encanto” en la sierra de Managua, mientras no se sabe cómo se averiguó la jugarreta del señor Frixione. Los falangistas indignados, pedían que declararan a don Daniel extranjero pernicioso y que lo expulsaran. La cosa se estaba poniendo seria para don Daniel y entonces ocurrió donde su suegro Chico del Palo, hombre de influencia, quien consiguió que solo aplicaran a su bromista yerno, una multa de quinientos soles.

Durante mucho tiempo, don Lisímaco Lacayo y sus subalternos, fueron objeto de burla de la gente. Furiosos, muchos, hasta no salían de sus casas, tal las chicotas de la gente.


Don Daniel gustoso pagó la multa. Cómo no la iba a pagar, si además de tener plata, había jugado a los orgullosos falangistas una broma de la que se acordarían toda su vida.

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Notas: 

(1) El General Joaquín Zavala Solís sucedió en la Presidencia de la República a don Pedro Joaquín Chamorro, tomó posesión el primero de Marzo de 1879. Nació en Managua, el 30 de Noviembre de 1824. Fue Edecán del General Fruto Chamorro. El 2 de junio de 1881, el General Zavala acordó la expulsión de los Jesuitas de Nicaragua, con el pretexto de que los indios de Matagalpa se habían rebelado por ellos y que la agitación de León, por la fundación de un Instituto que lo iban a regentar herejes, era también obra de los miembros de la Compañía de Jesús. El siete del mismo mes salieron los Jesuitas de Nicaragua, uno por Corinto, otros por San Juan del Sur y otros por San Juan del Norte. 

(2) Daniel Frixione Beccaria, nació en 1851, hijo de Andrea Frixione y Providencia Beccaria, murió 18 Nov 1921. Matrimonió con doña Ignacia Avilés Santamaría (1867-1908) , hija del General Francisco de Dios Avilés Reñazco, héroe de la batalla de San Jacinto y conocido en la capital con el apodo de “Chico del Palo”, porque en el cargo de Prefecto de la capital, recorría la ciudad armado de un garrote para golpear a los infractores del orden público. Don Daniel, inmigrante italiano, llegó a Nicaragua a fines del siglo XIX y se dedicó al lucrativo negocio del café, así como al de la explotación forestal.  Fue propietario de la Hacienda "El Encanto" localizada en las Sierras de Managua. 

 

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