PAGANISMO Y RELIGIOSIDAD EN LAS FIESTAS DE SANTO DOMINGO DE GUZMÁN
Por: Juan García Castillo*
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Hay dos versiones sobre el aparecimiento de la imagen
de Santo Domingo de Guzmán que se venera en La Sierrita y que el martes
pasado, como todos los años, fue traída para permanecer diez días en el templo
en esta capital.
La primera es que en el lugar donde se edificó más
tarde la Ermita, unos operarios estaban cavando un pozo, cuando en uno de los
barretazos saltó la efigie de “bulto” del santo.
La otra es que unos españoles, que iban de Costa Rica
hacia el norte pasaron por el lugar de La Sierrita. Llevaban hambre y sed y
penetraron en una humilde choza, para calmar su apetito. Los dueños del rancho
atendieron magníficamente a los viajeros. Estos preguntaron agradecidos, cuánto
debían. –Nada, señor, dijeron los campesinos nicaragüenses.
Sorpresa de los viajeros, insistencia en pagar y
negativa de recibirla. Los españoles extrajeron entonces del saco que llevaban
una imagen del Santo Inquisidor, diciéndoles:
--Les hacemos este obsequio, pero con el compromiso de
que deben celebrar pomposamente a Santo Domingo en su fecha.
Siguieron su camino los viajeros y las gentes del
campo que habían recibido el obsequio divulgaron la noticia.
Desde esa fecha inmemorial, aunque el patrón oficial
de Managua, señalado por el fallecido Arzobispo Lezcano y Ortega, es San Toribio
de Mogrovejo y la ciudad se llama Santiago de Managua, por la cual debería
celebrarse el día del Apóstol guerrero, el santo de la ciudad es Santo Domingo
de Guzmán. La festividad desde sus inicios fue alegrísima y la devoción de los capitalinos ha sido
entonces para el Inquisidor.
Diez días durante las festividades y según cuenta el
escritor Gratus Halftermeyer en su “Historia de Managua”, el Presidente
Martínez, fue quien dio mayor empuje a la celebración, pues anualmente iba con
su familia a la traída y dejada del Santo.
Otros Presidentes han participado en la fiesta
dominguera, entre otros, el general Zelaya, el general Chamorro, don Diego
Manuel Chamorro, y el extinto general Somoza García, tanto cuando era Jefe de la Guardia Nacional , como en su
época de Presidente.
Fiesta pagana y religiosa a la vez, es ésa de Santo
Domingo de Guzmán. La tarde de la vestida del Santo y por la noche, durante la
vela, en la plazoleta se instalan los chinamos con sus ventas de refresco de
licores y de comida, sin faltar las orgías alcohólicas y amorosas.
Parejas aquí y allá, que en la semioscuridad, en los
potreros aledaños, se entregan a sus delirios, sin importarles la presencia
cercana de otras parejas, otros ven más allá de ellos mismos. A la media noche,
el Coloquio pone la nota pintoresca en la celebración. Aumentan a esa hora los
gritos y aumentan igualmente los borrachos y
las borrachas.
No falta el baile de los diablitos, con sus coplas
pintorescas, muchas veces con intención política o aduladoras, para los que
mandan. Esas coplas tenían sabor, que les daba el autor de la letra, Chico
Vallejos, el “pueta” del barrio del Nisperal. Hay una que cantaba los diablitos
en tiempo del general Zelaya, una fisga certera para aquél gobernante, que
tantos años tuvo en sus manos los destinos de Nicaragua.
Decía la copla:
A mí no me cuenten cuentos,
ni Papas, ni Presidentes
ni Papas, ni Presidentes
ni hombres de mucha altura,
a mí no me hablen de leyes;
que todos van a la
sepultura.
O esta otra:
Las muchachas de este
tiempo,
no se tienen compasión,
apenas les dicen mi alma,
ya piden para el calzón.
Los diablitos de abajo se ensayaban en la casa
solariega de la familia del doctor Inocente Leiva. Había entusiasmo entre la
muchachada por salir de diablito. Pudiera citar nombres de muchos jóvenes de
ayer, hoy personas respetables, que vistieron el típico traje de los diablitos
y en los días de la fiesta de agosto, recorrían las calles bailando y cantando
las coplas intencionadas.
Segundo Doña, alias “Perro Mojado”, músico, jamás
faltaba en las festividades agostinas, con su clarinete, ejecutando con otros
músicos el tradicional son de los diablitos durante todo el día y todos los
días.
La civilización va terminando con eso aspectos típicos
de la celebración y así vemos que cada año, decrece el entusiasmo, menos
diablitos, menos inditas, menos “damas” recorren las calles, acompañadas de
marimbas.
Quizás no esté lejano el día en que el Santo no pueda
venir en procesión ni el primero, ni que se celebre la “dejada” el diez, aunque
la leyenda dice que el Santo voluntarioso, inquisidor en fin el día que no lo
“traigan” viene solo y cuando no vayan a “dejarlo”, emprende el retorno a su
templo de la sierra, también sólo. No permanece más de diez días en su Iglesia
de la capital.
Fuertes cantidades de dinero recoge el Santo durante
su permanencia en Managua, que antes era administrado por los mayordomos
seglares. Hoy la iglesia ha decidido manejar esos fondos y trata de moralizar
un poco la fiesta. Por eso, por ese empeño de terminar con el aspecto pagano,
el entusiasmo y la animación van decayendo cada año y dentro de poco Santo
Domingo tendrá que venir e ir solo a su templo de la Sierrita, como dice la
leyenda. Cada día menos gente lo acompaña en su recorrido.
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* LAS FIESTAS DE AGOSTO DE ANTAÑO LEYENDAS SOBRE LA APARICIÓN DE SANTO DOMINGO fue publicado en el periódico El Centroamericano. León, 11 de agosto de 1967.
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