miércoles, 28 de diciembre de 2016

LA CÉLEBRE ERUPCIÓN DEL COSIGÜINA Por: Juan Carrillo Salazar. En: El Mercurio, 1932.

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     Este artículo fue publicado en la Revista "El Mercurio", León, 1932, pág. 8. Tomado de la obra: "Elementos de Geografía Física de Nicaragua", escrito por el Dr. y Profesor Juan Carrillo Salazar, ilustre ciudadano leonés, dedicado al cultivo de las ciencias y las letras (1874-1933).  El Profesor Carrillo fue toda una institución de la investigación y la enseñanza, como indicador memorable del respetable legado y admiración profesada por la sociedad leonesa, en este mismo sitio hemos decidido publicar al final, la hoja suelta del "Programa de los funerales del  eminente Maestro de varias generaciones Dr. Juan Carrillo S.". 

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Volcán Cosigüina
Fotografía del Smithsonian Institution
Global Volcanism Program

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     Antes de la formidable catástrofe del Krakatoa javense, el Cosigüina disputaba al Tambora de Sumbaba la preeminencia entre los volcanes causantes de las más fuertes conmociones de la corteza terrestre. La erupción del Cosigüina que comenzó el 20 de Enero de 1835, (7 de Enero según Galindo), a las 6 y ½ de la mañana y terminó el 23 del mismo mes en que finalizó la lluvia de ceniza, se cita, al efecto entre las más estruendosas de todos los tiempos. En esa erupción la cima del volcán, que hoy no es más que una especie de vasto circo trastornado y de difícil examen, voló convertida en polvo; hízose noche sobre una extensión de varios centenares de kilómetros, el mar se cubrió de una espesa capa de ceniza y escorias, hasta a más de 40 kilómetros del volcán, toda verdura desapareció bajo una capa de 5 metros de espesor y el litoral todo, en fin, introdújose en el mar y el Golfo de Fonseca. Al O., el viento alisio aventó el polvo a más de 2.200 kilómetros; al E el contralisio lo dejó caer sobre Honduras, Yucatán y Jamaica; y corrientes aéreas elevadas lo trasportaron hasta Colombia, sobre las altas mesas en que está situada Bogotá. La detonación de la montaña al romperse se oyó en línea reta, a 1.650 kilómetros. El área sobre la cual cayeron las cenizas, fue calculada en 4 millones de kilómetros cuadrados, y la masa arrojada al espacio en más de 50 kilómetros cúbicos (J. Macpherson).

        La erupción duró 43 horas, al decir de Marure, (4 días, según Squier, 7 días, según Karl Seebach citado por Sapper) desde las 6 y ½  de la mañana del 20 hasta la 1 de la madrugada del 23, en que llegó a su mayor violencia; más desde el principio de la larga noche, todo ser viviente huyó del contorno de la montaña amenazante para escapar a la acción de las cenizas asfixiantes.

       El distinguido vulcanólogo alemán Carlos Sapper, pormenoriza la erupción del Cosigüina del modo que sigue.

        El 20 de Enero de 1835 a las 6 y ½ de la mañana y sin ningún indicio precursor, comenzó el volcán a aventar cenizas. La cantidad de estas fue en aumento del tal modo, que al mediodía, ya había oscuridad en la Unión y por la tarde en San Miguel y Nacaome. Antes del anochecer la oscuridad había llegado a Nueva Segobia  y Tegucigalpa y quizá hasta San Salvador. Después, en  lugar de arena gruesa cayó ceniza fina semejante a polvo. A las 9 de la mañana hubo un temblor violento al cual siguieron por la tarde varias sacudidas. En la noche y días siguientes, continuó la erupción acompañada de relámpagos y truenos espantosos. El 21, que se distinguió por haber habido muchos retumbos y  temblores, la ceniza había llegado ya a Guatemala; pero un viento contrario aclaró el día en la Unión, dirigiendo la lluvia de ceniza hacia el S. E., es decir, en dirección de las ciudades occidentales del país, tales como León y Chinandega. El 23, la erupción llegó a su mayor violencia, con una sacudida horrorosa acompañada de fuertes detonaciones, y con la proyección  de enormes masas de cenizas surcadas por violentísimas descargas eléctricas. La sacudida sintióse desde Costarrica hasta el Petén y los Altos de Guatemala, y las detonaciones se oyeron hasta Yucatán, S E de México, Jamaica y N. de Colombia. Las masas de cenizas, que eran gigantescas y  de carácter asfixiante, extendieron su sombra sobre las grandes áreas de Nicaragua, Honduras y el Salvador, y  los vientos alcanzaron a llevarlas hasta la costa N. de Honduras, los Altos de Guatemala, S. E. de Chiapas  y Jamaica.

        Después del enorme paroxismo, la actividad del volcán fue en descenso hasta el 27 en que terminó la lluvia de cenizas. Asegúrase sin embargo, que la montaña todavía continuó arrojando humo y fuego, hasta el 15 de Febrero. No hubo derrame de lava, tan sólo acompañaron a la erupción aguaceros tremendos en las cercanías del volcán.

        En los Altos de Guatemala cayó tanta ceniza, que los indios ancianos todavía usan el “año de la ceniza” como era cronológica. Júzguese por este dato cual sería la cantidad de cenizas y piedras pómez que arrojó el volcán.

        Después de la erupción el volcán se mantuvo quieto, sin dejar por eso de retumbar de vez en cuando, como al tiempo del temblor de Chinandega en 1897.


        No hay noticias de erupciones anteriores a la que se acaba de referir, pues  los datos correspondientes a los años 1521, 1709 y 1809 carecen de entera veracidad. Cuando Dampier y Wafer pasaron en 1864 y 1685, no consideraron como volcán al Cosigüina. Wafer, sin embargo, habla de un riachuelo de agua caliente, sin duda alguna el que queda como a 3 kilómetros al S. de la hacienda Capulinar, cuyas aguas tenían en 1897 35º centígrado, y que nosotros hemos tenido a la vista. 

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Programa de los funerales del eminente Maestro de generaciones 
Dr. Juan Carrillo Salazar
León - 1933


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