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Don José Francisco Borgen (Chepe Chico)
Masaya, 1909 - † Managua , 1982
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Sobre “Una vida a la orilla de la historia”*
Desfiles de Personajes. —Los espectáculos del Variedades. —Las fiestas de don Diego y los paseos de don
Carlos. —La primer calle pavimentada. —Una frase de don Bartolito. —El triángulo: Cuadra Pasos, Víquez y
Solórzano. —Triunfo del Dr. Corea en
Managua. —“Ahora la juventud es semilla
de martirio, espiga de muerte”.
Querido Chepe
Chico:
He leído tu libro “Una Vida a la Orilla
de la Historia”, el cual me ha hecho recordar gratas épocas, imborrables y que
tú has revivido con los magníficos relatos.
Tú y yo somos de los pocos que aún quedan, que hemos
vivido lo que yo llamaría las Tres Managuas.
El Managua
alegre, bullicioso y a veces con la
turbulencia de luchas armadas, pero donde la mayor parte del tiempo transcurría
apacible y se rendía culto extraordinario a la amistad.
El Managua impetuoso
que se inició en los años treinta, cuando la ciudad creció desordenadamente.
Una Managua impulsiva, congestionada y revolucionaria; y el Managua
contemporáneo, caótico, desenfrenado, lleno de alambradas y sacos de arena,
recorrida diariamente por más de 300 unidades
móviles llenos de soldados armados con rifles y metralletas, que le dan
apariencia de una cárcel gigantesca o de un campo de concentración.
Tú y yo
venimos del Managua de la Número Uno, del edificio de La Mascota, de La
Sarracena, del Field de la Momotombo, del Palacete de tu tío Max Borgen, del
Managua del Teatro Variedades, del Hotel Lupone, de los frijolitos de La
Nicolasa, del tiempo de los Papamones, del Negro Pinock, de Paco Soriano, de la
misa de tropa en la vieja Parroquia, de los banqueros del Parque Central, de
las retretas y de la calle de los besos, del famoso “retiro” de la Beatriz
Cárdenas.
¿Quién se
atrevería a rememorar esas épocas con nosotros?
Épocas de oro cuando el Conde Escoto era seminarista y José Coronel Urtecho,
Príncipe del Colegio Centro América de Granada.
¿Te acuerdas
de aquel exclusivo restaurante Rendezvous de la gente bien, donde uno se extasiaba
con las clásicas interpretaciones del bohemio de las telas en un viejo piano,
del insigne Ripley, pinolero con apellido inglés?
Que
interesantes aquellas tertulias de políticos, en la terraza del Hotel Lupone,
frente a la Calle del Campo, donde unos soñaban y otros jugaban a las
adivinanzas.
¿Recuerdas a
don Genaro Buono, aquel respetable caballero italiano de modales sobrios, que
derretía con mirada de fuego a quien osara llegar al comedor del hotel sin saco
y corbata, por muy encopetado que fuera?
Qué alegre
aquella Managua de los años dieces y veintes, calles polvorientas, coches que
cobraban diez centavos por carrera, lustradas de dos centavos y tragos de cinco
centavos.
La Managua de
las carreras de cintas, de los casinos de baile, de las lunadas en la costa del
Lago y comidas de tortas de pepescas, de los topes de toros de Arriba, Centro y
Abajo, de las veladas boxísticas de Tex Ramírez, del campeón Enrique Leal, de
Kid Thomas, Chaparrón y el Turco del Carmen.
Y aquella
época de la cultura, de diletancia y buenos modales, cuando brillaron los poetas
autóctonos Ramonín Sáenz Morales, Salvador Ruiz Morales, Adolfo Calero Orozco,
cuando Salomón de la Selva pronunciaba discursos explosivos contra los yankis
subido sobre una mesa de refresquería, de la época de los pioneros del
periodismo: Chema Castrillo, Juan Ramón Avilés, Gabry Rivas, Hernán Robleto,
Andrés Largaespada, “el Indio Armonioso”, Salvador Buitrago Díaz, Juan Bautista
Prado, Adolfo Ortega Díaz y otros.
Fue una época
inolvidable del teatro con óperas de la Odierno, la Romo Viñas, Lázaro,
zarzuelas como la Ugheti Severeni, bailarinas como Tórtola Valencia y las ondulosas coupletistas y coristas que sacaban
de sus casillas a don Nicho Latero, ayudante de don Diego, que jamás salió de
la primera fila del lunetario del Teatro Variedades.
Y ya que hablamos de don Diego, ¿te acuerdas
cuando se sentaba en la acera de Casa Presidencial, con su familia, en la Casa
Blanca, donde ofrecía fiestones? Allí se confundían jóvenes verdes y rojos
bailando valses y one-steps.
¿Y cuando se
escapaba a cualquier hora para ir a pie
a echarse tragos al Club Managua, a una distancia de dos o tres cuadras de su
mansión presidencial, sin más compañía que un ayudante?
El poeta español Fernando Quiñones y Francisco Borgen Centenario de Rubén Darío, Managua, 1967. |
Y aquel
presidente, don Carlos Solórzano, que se paseaba todas las noches por el Parque
Darío, como cualquier hijo de vecino, acompañado de un par de amigos.
Fue entonces
cuando se pavimentó la primera calle de Managua, entre los dos parques. Managua
se sigue todavía pavimentando más de medio siglo después.
Tú y yo
vivimos. Chepe Chico, los tiempos de don Bartolito, cuando dijo desde un balcón
de la Casa Blanca “La libertad no se conquista con flores”.
Fuimos
testigos de aquel famoso triángulo conservador que se formó para oponerlo a
Emiliano: Víquez, Cuadra Pasos y Carlos Solórzano. Don Carlos se sacó la
lotería por una equivocación, pues lo confundieron con su hermano Federico y
fue Presidente con el respaldo del Partido Liberal y Juan Bautista Sacasa, que
completó la fórmula como Vice de la Transacción.
¡Que batalla aquella
donde debutó Mr. Dodd con su ley electoral! ¡Qué lucha la que dio Emiliano,
enfrentándose a todos, aún a los famosos “cirujanos” que podrían ser una
caricatura de los que se llaman Escuadrones de la Muerte! Y qué sorpresa la que
dio Luis Felipe Corea, liberal disidente, que gano Managua por amplio margen.
¿Te acuerdas
que allí nació el primer Partido Conservador Zancudo, el que formó don Bartolo?
Perdona, Chepe
Chico, que te hable tanto de esa era, pero me apasiona.
Era la época
cuando en nuestras elucubraciones juveniles veíamos como algo esotérico, como
ir a la Luna, llegar al año 1979.
¿Bailaste alguna
vez con la orquesta de Mr. Thumas, de la Soto Carrión? ¡Como ejecutaba en el
teatro aquel muchacho de apellido Otero que triunfó en Estados Unidos! ¡Y cómo
triunfó Rafael Huezo, notable flautista, que llegó a ser Gerente del Banco
Nacional y Ministro de Hacienda! Pertenecía a una familia de grandes artistas,
incluyendo a nuestro “brother” el Negro Huezo. No podemos dejar de mencionar a
Tomasito Urroz, con su violín mágico y a Tino del Castillo, virtuosos del
violoncelo.
¿Y qué me dice
de la “Rosa del Paraíso”, de Hernán Robleto, la primera obra teatral de un nica
que se presentó en Managua?
Recuerdo
siempre la maravillosa frase de nuestro Rubén: “Juventud, divino tesoro”.
Ahora veo con
horror y tristeza que la juventud es semilla de martirio, espiga de muerte.
Fraternalmente,
Chepe Chico, de nuevo mis más cálidas felicitaciones.
* Publicado en "La Prensa", 12 de Febrero de 1979.
Del Director-Editor del Blogspto: Hemos respetado el texto original, es decir, sin correcciones de ninguna índole.
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