domingo, 29 de septiembre de 2019

DOCE SUCESOS BÉLICOS DE NUESTRA HISTORIA PATRIA, DESDE 1522 HASTA LA GUERRA NACIONAL EN 1856. Investigación, textos y diseños del Dr. Eduardo Pérez-Valle. 1976.


First National City Bank: Calendario 1976: Acciones de Guerra de Nicaragua 

Por: Jorge Eduardo Arellano

  First National City Bank: (Calendario 1976: Acciones de Guerra de Nicaragua).  Cartografía y notas: Eduardo Pérez-Valle. Diseño y producción: Gurdián S.A. (Managua, 1975). 13 hojas.

   Al Dr. Eduardo Pérez-Valle le debemos, entre otras cosas, serios estudios sobre nuestra arquitectura colonial, civil, militar y religiosa, los pasos que condujeron al redescubrimiento de León Viejo y las más escrupulosa acerca de su vida cotidiana desde que se fundó hasta 1550, la mejor biografía de Larreynaga y una concienzuda defensa de la soberanía nacional en sus artículos —algunos reunidos en libro— sobre nuestras fronteras, las mayores investigaciones sobre el río San Juan y el puerto de El Realejo, la ubicación exacta de los “desaguaderos”  —una rama náhuatl de las tribus prehispánicas— y un resumen estupendo de la cerámica nicaragüense, como también la iluminación de muchos puntos oscuros de nuestra historia.

     A esas tareas debe sumarse otra que une sus dotes de cartógrafo y dibujante, aparte de sus experimentados conocimientos de geografía histórica, materia de la que ha sido pionero en el país; nos referimos a este calendario del Firts National City Bank, sucursal Managua, institución que lleva cuatro aciertos al dar a conocer, con excelencia tipográfica e historiográfica, nuestro patrimonio cultural y nuestro pasado histórico.

   Esta vez, sin embargo, supera a las anteriores. El Dr. Pérez-Valle eligió doce acontecimientos bélicos —desde la resistencia del cacique Nicaragua al conquistador González Dávila en abril de 1523 hasta el incendio de Granada ordenado pior Walker en noviembre de 1856— para ilustrar cada mes del año; pero no sólo dibuja los planos respectivos de cada acción, sino que les da vida con adecuados colores, refiere sus circunstancia en prosa amena, concisa y los ubica en unos pequeños y anexos mapas de Nicaragua. 

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Investigación, textos y dibujos elaborados por el Dr. Eduardo Pérez-Valle 

1522. GIL GONZÁLEZ ENFRENTA RESISTENCIA EN NICARAGUA

1539. DESCUBRIMIENTO DEL DESAGÜADERO DE LA MAR DULCE

1554. DEFENSA DE LEÓN VIEJO CONTRA JUAN GAITÁN

1670. TOMA DEL CASTILLO DE SAN CARLOS POR GALLARDILLO

1762. DEFENSA DEL CASTILLO DE LA INMACULADA, RAFAELA HERRERA

1780. SITIO Y TOMA DEL CASTILLO POR LOS INGLESES

1812. DEFENSA DE GRANADA CONTRA LOS PARDO Y CARIBES DE OLANCHO

1823. RECHAZO DE LAS FUERZAS IMPERIALES EN GRANADA

1845. TOMA DE LEÓN POR MALESPÍN

1856. GUERRA NACIONAL: COMBATE DE SAN JACINTO

1856. GUERRA NACIONAL: SITIO E INCENDIO DE GRANADA

1865. GUERRA NACIONAL: HAZAÑA DE MONGALO


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1522. GIL GONZÁLEZ ENFRENTA RESISTENCIA EN NICARAGUA



          El capitán Gil González Dávila, descubridor de Nicaragua por el Pacífico, llegó a nuestro país en 1522. Visitó en su capital al gran cacique Nicaragua, quien lo recibió de paz, le dio en presente quince mil pesos en oro,  y con su pueblo recibió el bautismo. Su asiento, llamado Cuauhcapolca, estaba situado inmediatamente al sur de San Jorge actual (departamento de Rivas), a orillas del Gran Lago de Nicaragua, que a su vez recibía el nombre de Ayagualo. Seis leguas hacia el norte González encontró  una provincia con seis pueblos a distancia de una y media o dos leguas el uno del otro, y con población de unos dos mil vecinos cada uno. Allí vino a visitarlo Diriangén, con gran ostentación de riqueza y poderío. Vino a ver a los españoles  y a saber qué querían. No aceptó el bautismo inmediato, y prometió volver con su gente a los tres días. En efecto, “sábado, diez y siete días de abril —dice González—, a medio día, con la mayor siesta del mundo, dan sobre nosotros tres o cuatro mil indios de guerra, armados a su manera”. Diriangén fue derrotado, pero González tuvo que emprender la retirada. Al pasar por Cuauhcapolca, González formó con los infantes un escuadrón, metió en él a los porteadores con el oro, y puso en la en las esquinas a los cuatro de a caballo y cuatro espingarderos. Los del pueblo venían inermes hasta el escuadrón a decir a los que llevan las cargas que las soltasen o huyesen con ellas. González ordenó a los ballesteros hacer algunos disparos, de que salió algún indio herido. Entonces empezaron a salir del pueblo innumerables guerreros que se lanzaron contra los españoles en medio de alaridos, arrojando lanzas y flechas. El escuadrón tuvo que adelantarse precipitadamente, comandado por el tesorero Cereceda, tratando de poner a salvo las cargas con el oro. González se situó a retaguardia, para contener a los indios con los de a caballo y los cuatro espingarderos y nueve peones ballesteros y rodeleros. Cesaron los ataques y los españoles pudieron abandonar el territorio. Quedaba demostrado que no era sincera la sumisión de los indios; pero que su resistencia estaba destinada a ser quebrada siempre por la superioridad de las armas europeas, por muy corto que fuese el número de éstas. González, siguiendo instrucciones, tenía que retirarse; pero la conquista de Nicaragua era inminente y podía darse por segura.

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1539. DESCUBRIMIENTO DEL DESAGUADERO DE LA “MAR DULCE”


          La existencia de un río o brazo de mar por medio del cual el gran Lago de Nicaragua (“Mar Dulce”) vertiese sus aguas en el Atlántico, fue apenas sospechada por el descubridor Gil González Dávila. No fue sino hasta en 1539 que el capitán Alonso Calero efectuó el descubrimiento de dicho río hasta el mar. El 7 de abril de ese año salió de las Isletas de Granada la expedición descubridora, formada por unos ciento cincuenta españoles al mando de Calero y Diego Machuca de Suazo, a bordo de una fusta, un bergantín, una barca grande y cuatro canoas. Atravesaron el Lago hasta alcanzar la costa chontaleña, y el 1º d marzo iniciaron la navegación del Desaguadero (río San Juan). Machuca con cuarenta hombres a caballo y veinte a pie se separó de la expedición en busca del pueblo de Abito, aguas arriba del río de Sábalos, y continuó después hacia Yari, “que era pueblo grande” en tierra “muy harta de maíz y yuca y de ají”; pero después retorno a Granada. En tanto Calero continuó Desaguadero abajo, hacia los pueblos aborígenes de Pocozol y Tori. Tuvo noticias del belicoso pueblo de Voto, situado en el curo alto del río Pocozol (actual río San Carlos), hacia la meseta costarricense; y de la existencia de Zaquiribí, aguas arriba de otro río grande que afluye en el San Juan procedente del sur. Ya los expedicionarios eran presa del hambre cuando por fin salieron al mar a principio de julio, a una gran bahía protegida de las olas y los vientos. Algunos intentaron navegar hacia el norte en busca de alimentos, pero naufragaron. Volvieron desfallecientes al punto de partida, y encontraron a muchos compañeros Volvieron desfallecientes al punto de partida, y encontraron a muchos compañeros ya cadáveres. A principios de septiembre embarcaron los sobrevivientes en la fusta, se encomendaron a Dios y se abandonaron a los vientos, con ánimo de llegar a Nombre de Dios, único punto de aquella costa donde podían recibir auxilio. Descubierto el Desaguadero se abrían ampliamente las posibilidades de una comunicación interoceánica, tan necesaria para el comercio de la Especiería y la empresa del Perú; la Gobernación de Nicaragua quedaba en comunicación directa con los puertos atlánticos de América y con España; y el puerto de Granada veía realizado su destino de ser puerto de mar, abierto a las grandes rutas del comercio. 

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1554. DEFENSA DE LEÓN VIEJO CONTRA JUAN GAITÁN



          “La prohibición del servicio personal del los indios, produjo en 1553 el gran levantamiento que el Capitán Francisco Hernández Girón promovió en el Perú”…

“Esas revueltas del Perú dieron alientos para hacer iguales cosas a muchos facinerosos que se hallaban en las provincias de Guatemala y Honduras”… “Se convinieron en elegir por caudillo a Juan Gaitán, y reuniéndose cuarenta castellanos y algunos negros, bien armados, se dirigieron a las minas de Choluteca, en donde encontraron buena resistencia.

No habiendo obtenido ventaja ninguna en aquellos pueblos, se dirigieron a esta provincia de Nicaragua, de la que era Gobernador el Lic. Caballón. Este puso en orden la gente que tenía; pidió auxilios a la ciudad de Granada y al puerto del Realejo donde hizo los navíos, porque entendía que los sublevados se proponían tomarlos y dirigirse en ellos al Perú, a juntarse con Francisco Hernández. Se armó la gente y se colocó en la plaza el escuadrón para resistir.

“A poco tiempo apareció Juan Gaitán y embistió animosamente a los leoneses: pero éstos, mostrándose superiores en valor, pelearon con gran constancia, hasta vencer a los rebeldes hondureños, a quienes se hizo aun más difícil la resistencia, por habérseles mojado la pólvora.

“Cuando el jefe revolucionario vio dispersa su gente y perdió la esperanza de continuar la lucha, se refugió en el monasterio de la Merced, en donde tenía un hermano religioso, y en que también se hallaba alojado un Lic. Sotomayor, que poco antes había venido de esta provincia, desterrado de Nueva España.

“Las tropas de la plaza persiguieron en su asilo a Juan Gaitán. Sotomayor lo capturó y lo entregó a sus enemigos: al siguiente día le cortaron la cabeza”… También ahorcaron a otros y desterraron al resto de los invasores.

En esta acción triunfaron la eficacia y la prudencia de  un experimentado servidor real auxiliado por la lealtad y la determinación de los vecinos contra la indisciplina e impopularidad de los facciosos.  Se puso de manifiesto la importancia de la plaza mayor, a la cual daban frente los principales edificios de la ciudad colonial, en la defensa de la misma. El hecho apuntado cerró en Nicaragua el capítulo, abierto por los hermanos Contreras, de las sublevaciones contra la autoridad real por causa de las leyes protectoras de los indios.

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1670. TOMA DEL CASTILLO DE SAN CARLOS POR “GALLARDILLO”

        El Castillo de San Carlos de Austria fue construido por el General don Juan Fernández de Salinas y de la Cerda, Adelantado de Costa Rica y Gobernador interino de la ciudad de Granada y su Provincia.

El Castillo fue construido de fajina y tierra en la margen izquierda del río San Juan, casi frente a la confluencia del actual río San Carlos, antiguamente llamado Pocosol.

Su estructura y disposición no eran muy ortodoxas; al poco tiempo de construido se señalan defectos en la obra; y no se ocultaba la posibilidad de que la fortaleza sucumbiera ante un ataque. En octubre de 1668, escasamente dos años después de construido, el Castillo “está ya derrumbado casi a la mitad, por ser de estacas hincadas en la tierra y haberse podrido”; además, “no tiene defensa alguna”.

Muy malo era el estado de defensa y conservación del Castillo cuando dos años más tarde, en 1670, aparece por el río San Juan una fuerza consistente de 360 tropas de línea procedentes de Jamaica, conducida por el indio nicaragüense Juan Gallardo, alias “Gallardillo”. Situándose en una colina a espaldas de la fortaleza, que siempre había sido señalada como el más temible padrastro de la misma, inician el ataque. Desde esa posición dominan hasta el más elevado baluarte; y es imposible situar la artillería contra ellos o atacar con otras armas de manera eficaz. Al cabo de una hora la fortaleza estaba rendida. En consecuencia, Granda sufrió un nuevo asalto, con importante pérdida de vidas y hacienda.

Se quiso responsabilizar de la desgracia al castellano Gonzalo Noguera Rebolledo, quien ha pasado a la historia con el dictado de traidor, afirmándose que había entregado la fortaleza sin disparar un tiro, cosa definitivamente falsa. Y hasta se dieron instrucciones en la Corte para que se le hiciese juicio y se le castigara en consecuencia. Y a don Juan Fernández de Salina y de la Cerda se le instruyó un largo y complicado proceso por lo mal situado  y mal construido del Castillo, y por lo excesivo de los gastos.

Granada estaba al descubierto; y era preciso construir una nueva defensa. 

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1762. DEFENSA DEL CASTILLO DE LA INMACULADA, RAFAELA HERRERA



           En 1762 España estaba en guerra con la nación inglesa, como inmediata consecuencia del “Pacto de Familia” firmado entre Carlos III y Luis XV. El reflejo de la guerra no se hizo esperar en las colonias.

El río San Juan, Desaguadero del Gran Lago y llave de la Provincia de Nicaragua, se hallaba defendido por el Castillo de la Inmaculada, construido sobre una eminencia, en la margen derecha, junto al mayor raudal.

Su objeto era cerrar la puerta del San Juan a los ataques de piratas, zambos e ingleses contra las comunidades del interior, principalmente Granada. Desde finales del siglo XVI existían establecimientos ingleses en Bluefields y Laguna de Perlas, que funcionaban como centros de contrabando y de constante amenaza contra los dominios españoles. Por su parte los piratas podían presentarse en cualquier momento a destruir y depredar: en 1665 el holandés Juan David efectuó un sorpresivo ataque y saqueó Granada.

El 17 de julio había muerto repentinamente su comandante, el capitán don José de Herrera y Sotomayor. Asumió la comandancia el alférez don Juan Aguilar y Santa Cruz, de toda la confianza del capitán general y del gobernador.

El 29 de julio, cerca de medio día, se presentaron los ingleses frente al astillo en siete piraguas grandes  multitud de cayucos. Hicieron algunos disparos y desembarcaron en ambas márgenes. A las tres de la tarde estaban dispuestos en cordón, así río arriba como río abajo. Fue entonces que se produjo una memorable acción de la joven Rafaela Herrera, de diecinueve años, hija del castellano muerto. Dice la crónica: Se retiraban del Castillo “dos caribes mansos para un rancho en que habían dejado sus mujeres, distante un tiro de fusil de esta fortaleza; al llegar en su cayuco los dichos caribes cerca del rancho se juntaron en él gran cantidad de zambos e ingleses; y pidiendo licencia al teniente la hija del difunto castellano para dispararles un cañonazo, concedida, lo apuntó y disparó con tanto acierto, que de los muchos enemigos que estaban juntos se vieron salir corriendo pocos”… En la confusión fugóse hacia el Castillo uno de los caribes, quien aseguró “que entre los muertos uno había sido un inglés de los principales”, a quien le dio un perdigón en el pecho. Se rompieron los fuegos. Se acercó después un inglés a pedir las llaves de la fortaleza en nombre de Su Majestad Británica, mas Santa Cruz respondió que no entregaba la fortaleza y que resistiría a cuanto intentasen. El sitio se mantuvo, con alternativas de calma y fuego intenso por algo más de cuatro días. Pero el 3 de agosto el enemigo había abandonado  sus posiciones de río arriba. Sólo quedaban algunas guardias en los puestos de río abajo, mientras patrullas  en cayucos se dedicaban a talar los platanares de las márgenes. Indudablemente se disponían a retirarse. Una descarga cerrada en la montaña fue la señal para que las últimas guardias se reconcentrasen, y pronto la campaña se vio libre de enemigos. Es indudable que la expedición había sido concedida contando con la inmediata rendición de la fortaleza, los invasores no venían preparados para afrontar una larga resistencia, lejos de sus bases y casi incomunicados con ellas. De modo que la resistencia opuesta por el alférez Aguilar rindió los mejores frutos. La conquista de Nicaragua por los británicos debía relegarse a mejor ocasión y realizarse bajo un plan más complejo y eficiente. 

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1780. SITIO Y TOMA DEL CASTILLO POR LOS INGLESES


          La expedición inglesa que llevó a cabo la toma del Castillo de la Inmaculada en 1780 contó con la aprobación al gobierno británico presidido por lord North. Su objeto era ocupar el río San Juan y el Castillo de la Inmaculada, el Lago de Nicaragua, las ciudades de Granada y León y el puerto de El Realejo, en el Pacífico, cortando así los territorios españoles de norte y del sur de América; y apoderarse de toda la región con miras a la apertura de un canal interoceánico. El brigadier general Stephen Kemble fue nominado jefe.

La primera operación debía ser apoderarse del Río y su fortaleza y establecer una posición en el Lago. Se encomendó esta operación al coronel John Polson, y  la dirección naval al capitán Horacio Nelson de la fragata Hinchinbroke, quien a los 22 años de edad comandaba por primera vez un barco como post captain.

La expedición salió de Jamaica el 4 de marzo de 1780.

Llegó al Castillo el 11 de abril y fue establecido el sitio.

Las baterías más eficaces fueron las del cerro Padrastro de las Cruces, que les permitieron acercarse hasta poder apoyar escalas  en el caballero. No obstante la capitulación fue determinada por la carencia absoluta de agua por los del fuerte, desde que los enemigos se atrincheraron en las mismas laderas del propio cerro del Castillo, impidiendo la aguada que antes se hacía furtivamente durante la noche. Nelson, “el primero en todos los servicios, de día o de noche”, enfermó gravemente de paludismo y disentería poco antes de rendirse el Castillo y tuvo que ser enviado a San Juan del Norte. El Castillo, valientemente defendido por su comandante don Juan de Ayssa, se rindió el 29 de abril.

En atención a la gallarda defensa hecha por el comandante se permitió a la guarnición salir con banderas desplegadas, tambor batiente, mosquetes, mechas encendidas, y armas al cinto.

Repetidamente se había señalado la necesidad de “descabezar”  el padrastro de Las Cruces y dotar al Castillo de un pozo interior. También fue decisiva en la pérdida de la fortaleza la escasez de pertrechos de guerra y de boca. Pero los ingleses habían perdido un tiempo precioso, durante el cual el diligente capitán general don Matías de Gálvez se fortificó en la embocadura del Río en el lago de Nicaragua. Terminó con esto la posibilidad de continuar adelante con los planes trazados. El paludismo y la disentería dieron buena cuenta de gran número de invasores, y los sobrevivientes se vieron precisados a retirarse río abajo, rumbo a Jamaica. Este fracaso cierra la etapa de los intentos ingleses de apoderarse de Nicaragua penetrando por el San Juan.

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1812.  DEFENSA DE GRANADA CONTRA LOS PARDOS Y CARIBES DE OLANCHO



            La noche del 12 de diciembre de 1811 el pueblo de León depuso a las autoridades españolas. Se formó una Junta Provincial Gubernativa; y fray Nicolás García Jerez, obispo de Nicaragua y Costa Rica, fue reconocido como nuevo Gobernador-Intendente. El 18 del mismo mes el Ayuntamiento de Granada desconoció la autoridad de la junta de León, y se reservó el derecho de gobernarse  por sí. El 33 el pueblo granadino pidió la deposición de los empleados españoles, que renunciaron y se refugiaron en Masaya. Además, el 8 de enero de 1812 los granadinos se apoderaron del fuerte de San Carlos, poniendo en prisión a los jefes militares europeos. El Capitán General Bustamante y Guerra ordenó la movilización hacia Nicaragua de numerosas tropas reales: el Batallón de San Miguel (600 hombres) debía operar sobre León; el Batallón de Cartago (100 hombres) sobre Rivas; y el Batallón y Caribes de Olancho con la Segunda División (1.000 hombres), sobre Granada y Masaya. Los granadinos  se aprestaron a defenderse. El Comandante de Armas, coronel don Miguel Lacayo, ordenó se abrieran trincheras y se emplazaran los cañones.

El 10 de abril de 1812 entró en Masaya con todas sus fuerzas el Comandante de las “Tropas de Pacificación”, Sargento Mayor Pedro Gutiérrez. Acalorado por el licor, el 20 ordena a los capitanes Palomar y Argüelles “que a las 11 de la noche del mismo día 20, con 200 negros caribes gentiles y doscientos pardos soldados de su batallón, pasen a atacar a Granada, entre tres y cuatro de la madrugada”. Sorprenden a la guarnición de la Casa de la Pólvora y matan a un centinela. Se apoderan del barrio de Jalteva, casi abandonado, y lo someten al saqueo, llega noticia al cabo artillero Gregorio Roblero de que su casa la saquean los caribes y quieren violar a su mujer. Roblero, acompañado de algunos del pueblo, toma un cañón y lo adelanta por la Calle Real hasta el convento de La Merced, desde donde hace fuego. La tropa blanca y oficiales se puso en fuga hacia Masaya al oír el retumbar de un cañón de grueso calibre en la plaza. Pero la negrada se apresta para el asalto: Palomar manda tocar a degüello; se lanzan sobre Roblero, que se retira hacia la plaza; pero es cubierto a tiempo con el fuego de una culebrina. Los negros se desparraman por la ciudad a continuar sus excesos y robos, hasta que el comandante Lacayo, ante la proximidad de la noche, envía una columna a evacuarlos. Sólo escaparon veinticinco.

Esta acción se origina en la inconformidad creciente del pueblo con las autoridades peninsulares. A los agentes del gobierno español se los miraba  ya como extraños, si no como enemigos indeseables. El pueblo granadino defendió horondamente su ciudad contra una horda vandálica. La ciudad fue ocupada después alevosamente por Gutiérrez; y los principales fueron hechos prisioneros y enviados en cadenas perpetuas a las mazmorras de ultramar. Con ello se incrementó el odio a los peninsulares y el deseo de independencia. 

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1823. RECHAZO DE LAS FUERZAS IMPERIALES EN GRANADA


          Fue duran la anexión de Centroamérica, recientemente independizada del imperio español, al efímero imperio mexicano de Agustín de Iturbide. El coronel Cleto Ordóñez hijo del pueblo, resolvió ponerse al frente de la revolución, apoderándose del cuartel de Granada y haciéndose proclamar Comandante de las Armas de dicha ciudad. Luego que en León se supo lo acontecido, el Gobernador Intendente Miguel González Saravia alistó una expedición de 2.000 hombres contra Granada. Ordóñez sólo tenía unos 600 hombres. El 13 de febrero a las diez de la mañana tomó Saravia posición a ambos lados de la plaza de Jalteva. Según dice, “contaban los sediciosos con 14 cañones de grueso calibre transportados del Fuerte de S. Carlos, trincheras dobles, fosos y bastante fusilería”. Envió fuerzas por el Arroyo de la Aduana, con el Sargento Mayor Ignacio Sediles; y por la derecha avanzó otra división al mando del Sargento Mayor Juan Blanco. Por la Calle Real lo imperiales avanzaron trabajosamente, “por el respeto del cañón, y más por la defensa de las casas inmediatas aspilladas”. Los negros olanchanos y de otras procedencias del ejército imperial “ocuparon un espacio que mediaba entre la Iglesia de San Juan de Dios y la casa particular que seguía sobre la línea sur en la Calle Real para Jalteva”… Los defensores “resolvieron subir una pequeña pieza de artillería a la casa de alto situada al frente, para desalojar a los morenos; y como la cureña fuese más ancha que las escaleras, desmontaron la pieza y, puesta en una claraboya y sostenida por el cabo Francisco Morales, de Masaya, la disparaban sobre los morenos”.

Los negros fueron así desalojados; y en ocho horas de vivo combate Saravia fue derrotado  y tuvo que retroceder a Masaya. Triunfó limpiamente el ardor de un pueblo ansioso de libertad contra la imposición foránea. Por su parte González Saravia no podía albergar gran entusiasmo por una causa más que sospechosa, francamente impopular. Trató de presentar su fracaso como prudente retirada, para no poner en práctica los últimos recursos de la guerra. Pero desde Masaya solicitó y esperaba refuerzos de la “División Protectora” del general Filísola. Refuerzos que no pudieron llegarle, por el temprano fin del imperio de Iturbide. 

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1845. TOMA DE LEÓN POR MALESPÍN



          Habían llegado a Nicaragua en calidad de refugiados los militares morazanistas llamados coquimbos (Gral. Cabañas, Cnel. Barrios, etc.) que fueron bien acogidos por el gobierno de don Manuel Pérez. Ello disgustó al general Francisco Malespín, de El Salvador, que se dispuso a invadir Nicaragua, contando para esto con la ayuda del gobernante hondureño Ferrera. El 26 de noviembre de 1844 los invasores estaban frente a León disparando las primeras descargas. Establecieron su campamento en la plaza de San Juan. “El fuerte de la defensa de los sitiados consistía en los recursos que de toda clase recibían por el lado de Subtiava”… “defendida por una fortificación, de un cuadrilátero dotado de cañones hábilmente manejados por buenos artilleros”. Guardiola encontró un punto débil en dicha fortificación: en una casa esquinera, una doble puerta dividida por el típico pilar; una puerta quedaba dentro, pero la otra daba al campo abierto y por ella entraban y salían. Malespín se dispuso a atacar: llamaría la atención por el sur, para dar el asalto por el norte en el punto vulnerable. “El General Guardiola, hondureño, comandando seiscientos hombres, salió en la madrugada del 19 de enero de 1845 del cantón de San Juan, con los generales Belloso, Quijano y Bracamonte”. Ya en la plaza de Subtiava, el 24 ordenó a Bracamonte que atacase al cuadrilátero por el sur. Quijano atacaría por el norte. Malespín ocupaba  la Casa Cural, cubierta por la iglesia parroquial de los fuegos del cuadrilátero. Cuatro partidas de indios matagalpas, machete en mano y con hachones encendidos  fueron poniendo fuego a las casas del pueblo. “Atónitos los sitiados vieron que los defensores del cuadro de Subtiava lo abandonaban, por acudir a ver si salvaban a sus familias”… “Aquél era el momento del asalto, según el plan convenido; y el General Quijano penetró por el punto vulnerable”… La ciudad se veía desierta y era preciso aprovechar el pánico. Mandó abrir calles por derecha e izquierda, y avanzó a la sordina sobre la Calle Real, a paso acelerado, hasta entrar en la plaza, que había resistido 59 días. La invasión de Malespín a Nicaragua fue fruto de la reacción contra el ideal morazánico. En la caída de León intervinieron fallos de los defensores, como el no haber reforzado el punto vulnerable del cuadro de Subtiava, y el no haber dispuesto una segunda línea de defensa en la Calle Real. De parte de Malespín fue decisivo  el recurso bárbaro de incendiar el pueblo indefenso. El vencedor instauró en León el terror, que después quiso extender al reto del país. Ordenó el saqueo; y menudearon los fusilamientos, entre ellos los de veinticuatro notables. Pero en El Salvador su dictadura fue sustituida por la de Eufracio Guzmán. Malespín marchó precipitadamente a tratar de recuperar el poder, pero fue vencido. Murió a manos de un campesino en el pueblo de San Fernando.

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1855. GUERRA NACIONAL: HAZAÑA DE MONGALO


         La ciudad de Rivas, su núcleo central, ocupaba un cuadrilátero irregular, con extensión de unas 600 varas de oriente a poniente, y unas 500 de norte a sur. Limitaban ese cuadrilátero: por el oriente, la hacienda de Mongalo, por occidente la de Indalecio Maliaño, llamada Guadalupe; y por el norte, la hacienda Santa Úrsula. Sólo por el sur le quedaba campo abierto, con fincas rústicas pequeñas. Pero aun quedaban muchos solares en las bocacalles siempre había dos o tres esquinas vacías. El 27 de junio, a la puesta del sol, Walker desembarcó en El Gigante para iniciar su primera operación militar en Nicaragua: posesionarse de Rivas y del Departamento Meridional. Sus fuerzas las componían 55 norteamericanos y 110 nicaragüenses. Lo acompañaba don Máximo Espinosa, destinado por el gobierno de León, si la expedición tenía éxito, a ocupar el cargo de prefecto del Departamento Meridional y delegado fiscal.-

“Al saber que Walker había salido embarcado de El Realejo, Corral despachó al coronel Bosque con una fuerza a Rivas”… Walker con sus aventureros penetró  en línea recta por la Calle de Ronda y se encerró en la casa de Espinosa, donde se hizo fuerte. “Su retaguardia estaba asegurada  al occidente con una pared de adobe de la misma casa, que dividía con don Paulino Reina”… “Los filibusteros, vestidos de negro y azul y armados de Mississippi, hacían fuego desde el interior de las oscuras piezas que ocupaban, con una hoja de la puerta cerrada y la otra a medio abrir”. Sobre la Calle Real y junto a la casa de don Pilar Cubero había una eminencia de cascajo llamada El Tolondrón. El memorable 29 de febrero de 1855 el coronel Bosque y los patriotas ocupaban El Tolondrón y la casa de Cubero, a corta distancia del Mesón de Espinosa, refugio de los filibusteros. “Se dispuso prender fuego a la casa que ellos ocupaban, por el lado de la de don Joaquín Reina. El joven Enmanuel Mongalo se ofreció espontáneamente a ejecutar esta arriesgada operación”. Mongalo salió de El Tolondrón con una lanza en cuyo extremo iba encendida una manta empapada en petróleo. “Entrando por dentro del corredor de la casa vecina de la que ocupan los aventureros”… “incendió las soleras y  las cañas del techo, pasándose las llamas a la casa de Espinosa, que pronto quedó toda ardiendo, y los filibusteros la abandonaron”… Dando un rodeo cerca de la costa del Lago, Walker y los suyos pudieron llegar a San Juan del Sur y embarcarse para El Realejo. De esta manera Walker había fracasado desde el principio  en su propósito de apoderarse del Departamento Meridional, con lo cual quería proporcionar dinero al gobierno (que recargaba los impuestos en occidente), y ocupar la vía del Tránsito, para aumentar la falange filibustera con viajeros que por allí pasasen, y tener comunicación rápida  y fácil con los Estados Unidos. Walker atribuyó su fracaso a la enorme superioridad numérica  de sus oponentes, unos quinientos, que habían podido reunirse gracias a los informes de Muñoz sobre los movimientos de los filibusteros. 

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1856. GUERRA NACIONAL: COMBATE DE SAN JACINTO



          De las cuatro compañías que de patriotas se formaron en Somotillo para combatir a los filibusteros, la tercera, comandada por el coronel José Dolores Estrada  y los capitanes Carlos Alegría y Bartolo Sandoval, estaba destinada a encontrarse con las primeras avanzadas de Walker. Llegó a San Jacinto el 29 de agosto de 1856, a las cinco de la tarde. Eran 160 hombres. “La casa de la hacienda era grande, de teja y con dos corredores; estaba ubicada en el centro de un extensísimo llano, y solamente a retaguardia de la casa, como a 100 varas, había un bosquecillo. Inmediatamante se puso la casa en estado de defensa, claraboyando las paredes del lado de los corredores; y con la madera de dos corrales que se desbarataron formamos un círculo de defensa”. Empezamos a formar barricadas en el corredor sur de la casa, que mira al a abra al lado de Tipitapa”. El 11 llegó una división de 60 indios flecheros al mando del mayor Francisco Sacasa. El 13 Estrada recibió las municiones de que disponía. La presencia de los patriotas en San Jacinto era un serio inconveniente para el abasto de víveres de los filibusteros. El estado de los caminos hacía a éstos imposible enviar artillería contra la casa-hacienda. Walker destacó un cuerpo de “voluntarios”, en número de 300, al mando del teniente-coronel Byron Cole. Se presentaron frente a la casa en la mañana del 14 de septiembre “y se destacaron en tres columnas, paralelas de 100 hombres”… una columna atacó de frente, otra por la izquierda y la última por la derecha”. Rechazados por tres veces, en el cuarto asalto loran apoderarse de las defensas por el lado izquierdo. El sargento Andrés Castro, sin tiempo para cargar el fusil, los detiene un momento derribando de una pedrada a un enemigo cuando saltaba el parapeto. Jarquín  y toda la escuadra que defendía ese punto habían muerto heroicamente.  Eva recibe orden de defender aquel puesto hasta morir. Los filibusteros juntan sus tres columnas y se lanzan con ímpetu sobre el punto disputado. Se traba una lucha terrible, cuero a cuerpo; y ya los patriotas desesperan de alcanzar la victoria, cuando en medio del fragor de la pelea resuena un atronador ¡Viva Martínez! a espaldas de los intrusos. Era que Estrada había destacado a Cisne, Siero y Fonseca con 17 hombres, por detrás de la casa, para atacar sorpresivamente por el Este. “La retirada de los voluntarios de San Jacinto –dice Walker— fue irregular  y desordenada”. Un rumor de galope, el de las bestias de servicio, que también escucharon a retaguardia, aumentó el pavor de los filibusteros, que en su huida fueron perseguidos y aniquilados. “El pánico fue tan grande –confiesa Walker—, que destruyeron el puente /de Tipitapa/ para impedir que sirviese  al enemigo que esperaban a cada instante”. En esta acción los filibusteros pusieron en práctica un ataque de penetración, sin tratar de envolver ni rebasar al contrario: primero de tanteo, por las tres columnas, luego de esfuerzo sobre el punto vulnerable. La defensa se organizó en tres grupos de resistencia, aprovechando las características del sitio. El movimiento envolvente de los patriotas fue oportuno y eficaz. En este combate la superioridad del número y de las armas fue desvirtuada  por el ardor patriótico y la habilidad táctica de los nicaragüenses. En San Jacinto “al invasor se le arrebató para siempre la fe en la victoria”. La  estrella de Walker comenzó a declinar, la victoria alentó a los patriotas “y les dio el convencimiento de que los filibusteros no eran invencibles”.

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 1856. GUERRA NACIONAL: SITIO E INCENDIO DE GRANADA


          Tras inútiles esfuerzos por tomar Masaya, Walker se retiró a Granada; y convocando a sus principales subalternos resolvió la evacuación de la ciudad y su total incendio y destrucción, ya que “conforme a las leyes de la guerra la ciudad había perdido el derecho de existir, pues sus habitantes se unieron a los enemigos que batallaban por expulsar de Centro América a sus protectores”. Martínez y Paredes decidieron marchar sobre Granada y atacar a Henningsen, que se había quedado a cargo de loa obra destructora, mientas Walker se retiraba hacia Ometepe. Martínez apareció el 24 de noviembre por la Otra Banda y destacó fuerzas contra Guadalupe y San Francisco. Guadalupe fue tomada tras incendiarla; no así San Francisco, donde los patriotas fueron puestos en retirada. Paredes, dando un rodeo, había llegado por el sur a la finca de Sandoval, cerca del Lago. El 27 las fuerzas de Martínez avanzadas en torno a la plaza atacaron con ímpetu. El cuartel Principal y la Parroquia fueron abandonados, pero en llamas. Los de Henningsen se alojaron en La Sirena, casa de alto contigua a la última, de donde poco después fueron echados a viva fuerza por Bartolo Sandoval. Así quedaron encerrados en la calle de Guadalupe, entre La Sirena y las ruinas de la iglesia, estrechados por el norte por los nicaragüenses, por el sur por los guatemaltecos. El 28 se ejecutó el plan de evacuar Guadalupe, para provocar a los filibusteros a marchar hacia el Lago y entonces exterminarlos. Pero Henningsen ocupó la iglesia ay la finca de doña Sabina, situada al sur, con agua y platanares. Henningsen no tenía ya más que 150 hombres de los 419 con que contaba al principio. Walker se dispuso a liberar a sus hombres. El 11 de diciembre desembarcó en Tepetate 150 rifleros al mando de Waters, que avanzaron resueltamente hacia el sur, contra toda resistencia; subieron por Santa Lucía, y por la Calle del Ganado fueron a reunirse con los sitiados. El Fuertecito fue abandonado a los filibusteros, quienes de inmediato lo ocuparon y procedieron a embarcarse en el vapor La Virgen, atracado en el muelle. Antes de zarpar a las dos de la madrugada del 14, Henningsen fijó una lanza, con un cartel que decía: “Aquí fue Granada”. El incendio de la ciudad se llevó a cabo sin estorbo alguno de parte de los aliados que atacaban a Henningsen. Cuando Martínez y Paredes llegaron a la ciudad todo estaba consumado. Se pretendía sólo cortar la retirada a los ejecutores y exterminarlos. Pero fue imposible, por varias causas, entre ellas: el error de Martínez de evacuar Guadalupe, la escasez de la artillería disponible para atacar doña Sabina, la corta e ineficaz resistencia opuesta al avance de Waters, y el final abandono precipitado de todas las posiciones, incluso El Fuertecito. La consecuencia inmediata fue la impunidad en que se retiraron los autores del hecho más vandálico de toda la guerra. 

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