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- I -
COSAS VERDES SANCHO AMIGO
EL CLUB AZOTEA Y OTROS RECUERDOS DE DON “MINCHO” Y PÉREZ
VALLE
Por:
Mario Fulvio Espinosa
Como
decíamos ayer, un grupo de “recordadores irredentos” de la perdida Managua nos
reunimos periódicamente en la “Peña del Viejo Solitario”, lugar paradisíaco que
un Mecenas anónimo ha puesto a nuestra disposición para que ahí, mimados por la
bella Dane, hilvanemos recuerdos y conversemos sobre vivencias que anhelan
salir del alma
SALVAR
LOS RECUERDOS
Desde
hace varios años en cada Luna Llena nos reunimos en la “Peña del Viejo
Solitario para pescar añoranzas. En este lugar mítico los “recordadores
irredentos” damos rienda suelta a la imaginación y las historias, cuentos y
leyendas fluyen como una Fuente Castalia inspiradora.
Sabemos
bien, los parroquianos de ese privilegiado lugar, quelas oportunidades de
evocar cosas del pasado van perdiéndose en la vorágine de un sistema que
pretende sepultar nuestra historia, para convertirnos en simples compradores
compulsivos. Por tanto… urge poner a salvo los recuerdos.
Danae es una mujer alabastrina, los dioses le han
concedido el privilegio de la belleza eterna de Venus y la prudencia y
sabiduría de Minerva. Nosotros la vemos ir y venir por la regia casona caminando
con sus pies alados, y le consultamos cuando es menester tener su opinión a fin
de estrechar aún más nuestros lazos fraternos.
Al grupo original de invitados, entre los que figuran
Ricardo Trejos Maldonado, Salvador Espinoza, Carlos Ocón, Manuel Aragón
Buitrago, Wilfredo López, Alí Benito del Castillo, Luis Rocha y otros, a menudo
agregamos invitados especiales. Esta vez ha llegado el abogado Benjamín Pérez y
el acucioso investigador Eduardo Pérez Valle que desean también pescar
recuerdos.
En esta noche del 13 de febrero la Luna ha decidido despojarse
de todos sus velos, espléndida en su plenilunio con su luz ilumina el bello jardín
donde, debajo de una pérgola de fragantes flores, permanecemos reclinados sobre
suaves divanes, al mejor modo de los dioses del Olimpo.
La conversación de estos amigos es venturosa, cada
quien tiene algo que decir y se respeta, por natural cortesía, a quien habla,
nadie trata de interrumpir o aplastar a los demás con prolongadas intervenciones,
y los otros escuchan atentos, a sabiendas que la mejor virtud del conversador
es saber escuchar, además, todo lo que ahí se dice contiene excelsos valores,
experiencia, sabiduría, tolerancia, buen humor, respeto, sentido de justicia, y
nobleza de sentimientos.
LOS
FASCÍCULOS DE LA PRENSA
Pérez Valle trae a colación la publicación
de fascículos que realiza LA PRENSA con informaciones y fotografías que revelan
la vida cotidiana de los nicaragüenses desde inicios del siglo XX. “En uno de
ellos –dice— apareció una fotografía de la Avenida del Centenario, ese grabado
rescató recuerdos puesto que ahí aparece el edificio Carrión, frente a Ludeca, donde
mi padre arrendaba un segundo piso que fue durante once años nuestro hogar”.
Entrecierra los ojos Pérez Valle para
evocar lejanías. Los años de infancia habitando en el centro de Managua, los
primeros juegos y ensueños. “Siempre procuro, como labor impostergable, conversar
con gente anciana, con esos viejitos octogenarios o nonagenarios que arriban al
ocaso de la vida. Al extinguirse la vida, muere la historia en el encierro de
la memoria”.
“Quiero –agrega—, mencionar a algunos de
estos sabios ancianos que aún viven y con los que debemos conversar cuanto
antes, pues ellos son filón de la historia”. Uno de ellos es don Carmen de
Jesús Pérez Cano, sucesor de la familia de don Horacio E. Pérez, el fundador de
los Fotograbados Pérez. Creo que frisa los 81 años, pero se mantiene fuerte,
centrado y rebosante en anécdotas y acontecimientos históricos.
“Debemos recordar que don Horacio. E.
Pérez fue, junto con don Juan Ramón Avilés, el fundador del diario La Noticia
que por largos años fue el decano de los diarios nacionales. Por otra parte,
don Carmen vivió en el centro de Managua teniendo como vecino al doctor Santos
Jiménez –que también vive—, y fue comandante del Benemérito Cuerpo de Bomberos
de Managua.
Alí Benito del Castillo ha entrado como
en trance, levanta su mano y todos volvemos hacia él la mirada. “La virtud de
estos fascículos es muy simple, con retazos de historia cotidiana han
despertado recuerdos que estaban dormidos y sin posibilidades de despertar. Nadie
había tenido esa idea pues la tendencia general de los hombres es derivar de la
política y la economía todos los acontecimientos de la historia. Por eso, al descubrir
que existen otros valores más humanos que subyacen en los hechos, nuestro
pueblo ha despertado de manera sorprendente, dirigiéndose a ellos con abundancia
de testimonios gráficos”.
LOS
83 HIJOS DE DON ALBERTO SOLÍS
Pérez Valle puntualiza que en el fascículo
130 de LA PRENSA figura un pequeño segmento anecdótico de la vida de don
Alberto Solís Velásquez, el empleado público de más antigüedad laboral en
Nicaragua. Don Alberto nació en Masaya el 3 de junio de 1876, fue hijo de don Miguel
Ángel Solís (español), y de doña María Velásquez. Para el año 1963 don Alberto
tenía 79 años de trabajar como empleado público, también para esa fecha ya
tenía 83 hijos, entre legítimos y naturales, y más de cuatrocientos nietos.
El 9 de noviembre de 1963 recibió una
medalla de reconocimiento como el empleado más viejo al servicio del Gobierno, comenzó
a ejercer el oficio de telegrafista bajo la dirección de don Telémaco Castillo,
director de Comunicaciones duran el gobierno de don Roberto Sacasa, posteriormente
fue subordinado de don Santos Castillo, quien al decir de Solís Velásquez “acostumbró
sancionar a los telegrafistas que se equivocaban en transmitir o descifrar un
mensaje telegráfico, ordenaba capturarlos, raparlos, untarles en la cabeza sebo
serenado y luego los sometía al escarnio público”.
El mismo don Alberto le contaba al
periodista Pedro Rafael Gutiérrez (q.e.p.d.), que al llegar el año nuevo de 1900
muchas personas enviaron mensajes adoloridos de despedida a sus familiares y
amigos, porque corrió la noticia que con el nuevo siglo llegaba el fin del
mundo y se esperaba el desplome del cielo.
Tres años y cuatro meses después del
63, LA PRENSA publicaba la noticia de la muerte del señor Solís, “que impuso récord
en años de servicios y en número de hijos”. En el ocaso de su vida decía: “Estos
momentos son para mí en extremo difíciles de definir. Me siento triste,
enamorado, como he estado de mi viejo telégrafo, me duele verlo tirado en un
rincón como si fuese una vieja guitarra”.
DON
BENJAMÍN Y EL CLUB AZOTEA
Calló Pérez Valle, hubo un momento de
silencio y reflexión entre los habitúes de la Peña, el cual fue roto por Don
Benjamín Pérez Fonseca, el amigo exprocurador de Derechos Humanos. “Yo quisiera
traer al recuerdo el llamado Club Azotea, que después recibió el nombre del
Club Terraza. Me ligan a ese lugar muchas vivencias sentimentales, pues mi
padre, don Benjamín Pérez Aráuz fue administrador de ese local desde 1933 a
1947”.
Se acomoda en su poltrona don “Mincho”,
toma un trago de la jarra de delicioso chocolate que le ofrece Danae y prosigue:
“El Club Terraza eta situado en los
altos de la Casa Pellas, en la Avenida Roosevelt de nuestra amada Managua. Sus
trabajadores eran personas gratas, afables, a las que eternamente agradeceré el
trato cariñoso que siempre nos dispensaron, a mí y a mi hermano José Iván, que
en ese tiempo éramos mocosos creídos, malcriados y pedantes.
“Corrían los años cuarenta, Nicaragua
era sencilla, sanas sus costumbres, honestas las gentes, los que robaban caían
presos y presos quedaban, no hacían mansiones ni vivían en el boato como ahora.
Nunca se pensó que la corrupción se vería como normal y hasta folclórica y
pintoresca.
“Las personas que conocían Estados
Unidos o Europa no creo que llegaran a mil, de modo que llegar a un restaurante
de lujo y pedir un Martín, un Tom Collins, un Manhattan, un Scotch, un Filet
Mignon, un Chateaubriand era para que los encargados del lugar abrieran tamaños
ojos. Sólo en la Azotea se podían pedir esos antojos con la seguridad de ser
servidos al instante y con todas las de ley.
“El pionero en el arte de tomar licores
fue el señor Lupone, quien fue dueño del mejor hotel que tuvo Nicaragua antes
de 1931, pero a la gente que hoy quiero rendir homenaje en esta rueda de amigos
es a aquellas estrellas del bar y la bandeja que tanto nos quisieron. Comienzo
con Ismael Flores López, a quien le encontrábamos un parecido total al actor
italiano Rosano Brazzi, un día levó anclas para Estados Unidos y sólo nos dejó
sus buenos recuerdos.
“Otro fue Rosendo Bonilla de grata y feliz
conversación que nos llamaba “cuates”, también se largó a Norteamérica y ya no
regresó; luego viene el salonero Manuel López, era algo fuera de serie para
halagar a la gente y para sacar propinas a pedernales como Mariano Argüello Vargas,
hombre sabio pero duro y orgulloso igual que el coronel Alfonso Mejía Chamorro,
de quien se decía que tenía cien pares de zapatos, la mitad de ellos “Florsheim”.
Juan Ramón Ponce, el “Barón Ponce”, serio, reposado, le decían “el venerable”,
pero a la hora de los tragos y andando entre lobos, como ni iba a aullar. Otros
fueron Manuel Ortega, Enrique Fonseca y Juan José Guardado, siempre amables y
afables”.
LA
“MESA PAGANA”
“También quiero rendir homenaje a un
inolvidable y selecto grupo de hombres prominentes que eran infaltables del
mediodía del sábado en adelante, en el Club Azotea, conformando lo que
llamábamos la “Mesa Pagana” en la que se libaba con clase y categoría. Me refiero
a los doctores Carlos A. Morales, Vicente Vita, Mariano Argüello Vargas,
Augusto Cantarero, Antonio Barquero, Joaquín Cuadra Z., siendo notorio que
cuando concurría también el general José María Moncada, ellos decían que había
llegado la espada del liberalismo, puesto que Carlos A. Morales representaba la
pluma de su partido. Al integrarse a esta mesa iniciaron brillante carrera política,
entre otros los doctores Julio C. Quintana y Arnoldo Alemán Sandoval.
“En lo que toca al área de restaurante
encabezo mi lista con don Filadelfo Lacayo, un gran cuque –ahora se llaman
cheff—, fue fraterno amigo de mi padre y manejaron juntos los servicios del
Club Social de Jinotepe y del Casino de Casares en los años cincuenta al
cincuenta y cinco. También mi homenaje a Socorrito Merlo y sus hermanos. Para
todos los que he mencionado mi cariño y mi recuerdo y la ratificación de la
frase: “Sólo morimos cuando nos olvidan”.
La conversación prosigue amena en la “Peña
del Viejo Solitario”, otros parroquianos deslían sus recuerdos. Pero para nosotros
el espacio ha terminado.
NOSTALGIAS
Y ALGO MÁS
La publicación de los fascículos Memoria
de ocho décadas de LA PRENSA ha despertado recuerdos que permanecían dormidos y
sin posibilidades de despertar en la memoria de los nicaragüenses y en especial
de los managuas. Ha bastado este pequeño incentivo para que todos deseen
contribuir con sus nostalgias y aportes gráficos e la construcción de esta
historia de la cotidianidad de nuestro pueblo.
- III -
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LA CHISPA UNA
BODA Y EL BAILE DE SOMOZA Por
Mario Fulvio Espinosa. En
¿Recuerdan
Boda de románticos
La boda del doctor Carlos Marín Arcia con la joven
Gloria Argentina Ortega Pérez ante los oficios religiosos del padre Argüello.
Detrás figuran el señor Emilio Espinosa Carnevallini y el doctor Orlando Lacayo
Palma. (15 de mayo de 1947). (
Un visitante distinguido, el doctor Carlos Marín
Arcia, trajo a
Era la “jalencia” una época en que los jóvenes de aquellos tiempos nos trasladábamos a vivir entre nubes, allí venerábamos e idealizábamos a nuestra novia y soñábamos llevarla al altar como culminación a tanta adoración,
Las películas románticas en su mayoría explotaban el tema de la fidelidad a más no poder, así como ahora se sumerge al espectador en un mundo de vidrios rotos, explosiones, choques, bombardeos, tiroteos, lucha cuerpo a cuerpo y en general se muestra como ideal el mundo de la competencia cruel donde, por supuesto, siempre triunfa el más fuerte.
“Mi boda se realizó el 15 de mayo de 1947 —explica el
doctor Marín—, en
Todos quieren hablar y por eso, en aras del orden y la prontitud, dispensamos el protocolo de las presentaciones y el placer sensual, romántico de describir la belleza siempre nueva de Danae, nuestra diosa y musa. Nos sumergimos, pues, en esa urgencia que aumenta nuestra inspiración y el numen de románticos recuerdos. ¡Qué delicia es compartir el pan de la fantasía y la chispa divina que da el vino del buen humor!
Como respirando aromas del recuerdo el ingeniero Oltio
Cajina dice: “La séptima avenida noreste de Managua comenzaba en
“La séptima avenida terminaba al hacer topo con el
cerco de cemento y madera de
RECORDANDO A PANCHITO HERRADORA
Pero… ¿Qué era
Para nosotros, cipotes vagos y callejeros,
¡Qué sabroso era aquello! El aire fresco nos daba en la cara y nosotros tejíamos la ilusión infantil de ir rompiendo la barrera del sonido… Y no nos daba pereza volver a subir la cuesta para iniciar una y cien carreras más.
Claro que en estas pruebas “de alto riesgo” no faltaban los accidentes, como el que tuve cuando una “Semilla de Jocote” brequeó una rueda de la patineta y salí volando de trompa contra el pavimento, por varios días anduve con la bemba inflamada. O cuando al girar la cuesta a mucha velocidad nos dábamos vuelta y salíamos con las patas al aire, a lo mejor golpeados pero muertos de risa.
SOMOZA EN EL CLUB TERRAZA
Calla el ingeniero Cajina, y Danae propone un brindis
con chocolate por los heroicos “Corredores de
Yo también tengo mucho que decir sobre ese club porque
en 1955 entré a trabajar a
Mucha confianza depositaron en mí don César Augusto y el licenciado Carlos Reynaldo Lacayo, a tal punto que me encomendaban a sus hijos para que los llevara al matiné del Cine González a ver las películas de William Boyd, Roy Rogers, Tom Mix y otros, cuando la entrada costaba tres córdobas a palco alto.
Pero hay otro suceso que nunca olvidé. Fue durante las
fiestas agostinas de 1956, cuando llegó a Managua la célebre orquesta cubana
El día sábado 8 de agosto de ese año, llegué como de
costumbre a
AHÍ ESTABA
Fui de mala gana, el Club Terraza estaba situado en
los altos del Edificio Pellas en
Tuve que subir por el ascensor del taller de mecánica
porque en la entrada de
Me puse a buen recaudo. Llegó el general Anastasio Somoza García vestido de frac, acompañado de su hija, los demás hijos y su guardia personal, era la primera vez en mi vida que miraba a Somoza García de cerca.
Entró de inmediato
Comenzaron a sonar los cobres y el primero que se
presentó fue Celio González que cantó
SOMOZA SE FUE “A SEGUIRLA"
Aquellas formidables y acopladas trompetas, el piano
con sus oportunos registros, las rítmicas tumbas pronto llenaron de ritmo musical
el ambiente. Todos los invitados comenzaron a bailar y Somoza fue el primero,
de su calidad como bailarín me reservo la opinión, pero puedo asegurar que no
perdía pieza, estaba a las puertas de otra postulación como candidato a
Presidente de
Dominar la danza era pues, parte del ejercicio de su campaña proselitista que concluyó al mes siguiente cuando Rigoberto López Pérez interrumpió a tiros su baile en los salones del Club de Obreros de León.
Hasta hace poco mi amigo, el ingeniero Francisco
Gutiérrez Barreto, en su libro ¿Qué le pasa a Lupita?, confirma la actuación de
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