miércoles, 9 de febrero de 2022

LAS HUELLAS DE ACAHUALINCA. Por Francisco. B. Richardson del Instituto Carnegie. Managua, Nicaragua, C.A. 1958.


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Del Director y Editor del Blogspot: Este Plegable de divulgación en arqueología científica, del año 1958, fue el primero y tuvo el propósito de promover el turismo nacional y extranjero: Visit Nicaragua and see the famous footprints of Acahualinca. Fue editado en idioma inglés y español; elaborado en un folio u hoja de cuatro partes en pliegue de acordeón. El concepto, edición y la supervisión en la imprenta, estuvo a cargo del Dr. Eduardo Pérez-Valle por encargo de la Junta Nacional de Turismo. El trabajo litográfico fue hecho en la Litografía y Fotograbados Pérez, de Don Carmen de Jesús Pérez Cano, y la impresión en el Taller San Lucas. 

Al final del último pliegue, el Dr. Pérez-Valle incluyó una Nota aclaratoria: “La escala de corte transversal aproximada que dibujó para este trabajo Francis B. Richardson, no se nos entregó con el original, ni pudimos luego conseguirla. La que aquí presentamos ha sido elaborada en el Taller San Lucas sobre los datos del señor Richardson y teniendo a la vista los estratos de la excavación, pero su valor, como ya se indica arriba, es solamente aproximado.”

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LAS HUELLAS DE ACAHUALINCA

Los más antiguos restos humanos descubiertos hasta la fecha en Latinoamérica

Las ruinas de Acahualinca están situadas en las afueras de al occidente de la actual ciudad de Managua, Nicaragua, a sólo unos cuantos cienes de metros al sur de la costa del lago de Managua y junto a la vía férrea que conduce a Corinto, puerto del Pacífico de Nicaragua. En todo tiempo del año se puede llegar a ellas en automóvil en unos 10 o 15 minutos desde el centro de la ciudad. La mejor ruta es seguir la calle de El Triunfo hacia el oeste, hasta la fábrica de telas Gadala María. Pasando directamente por el lado oeste de esta fábrica, pronto se da con la vía férrea que conduce a Corinto. Inmediatamente después de cruzar la vía férrea, dando vuelta hacia la derecha y siguiendo dicha vía paralelamente por unos 200 metros, llegará uno a las ruinas.

DESCUBRIMIENTO E HISTORIA MODERNA DE LAS RUINAS

Estos antiguos restos humanos, que consisten en huellas de hombres y de animales solidificadas en lodo volcánico y enterradas profundamente bajo varios metros de depósitos subsiguientes volcánicos, aluviales y de humus, fueron primeramente denunciados al mundo por el Dr. Earl Flint, un médico de los Estados Unidos que residió en Nicaragua durante la última mitad del siglo XIX. Su anuncio sobre el descubrimiento circuló por primera vez en 1878, y produjo considerable revuelo en el mundo científico de entonces, apareciendo numerosos artículos concernientes a su descubrimiento en diarios europeos y americanos. Por una veintena de años se siguió acalorada controversia. La atribución de una enorme edad a las huellas por el Dr. Flint, fue recibida con bastante escepticismo, no se hizo ningún intento de seguir hasta el fin el descubrimiento, y, por consiguiente, al alborear el siglo 20, todo lo acaecido fue prácticamente olvidado. El Dr. Samuel K. Lothrop revivió algún interés en 1926 por la publicación de “Cerámica de Costa Rica y Nicaragua”, pero no fue hasta 1941, 63 años después de que las huellas fueron primeramente anunciadas, que se llevó a cabo un serio esfuerzo para redescubrir el sitio. El redescubrimiento puede ser atribuido a una revisión de la correspondencia original del DR. Flint archivada en el Museo Peabody de la Universidad de Harvard y también a mucha buena suerte. El corte de piedra en la vecindad de El Cauce y Cahualinca a veces dejaba a la vista el estrato volcánico en el que están impresas las huellas. Durante la búsqueda del sitio, por la Institución Carnegie de Washington en 1941, un grupo de picapedreros dejaron a la vista en ese entonces algunas huellas. Excavaciones extensas subsiguientes conducidas en 1941 y 1942 expusieron una gran parte de las huellas, tanto humanas como de animales. El Presidente Somoza ordenó que uno de los principales cauces del desagüe de Managua, que amenazaba las huellas, fuera desviado para que el sitio pudiera ser conservado en su estado original para beneficio del público en gran parte y para futuras investigaciones científicas. Al terminar las excavaciones actuales, la Institución Carnegie de Washington construyó un edificio protector que ahora cubre las huellas expuestas, mientras que el gobierno nicaragüense adquirió algún terreno circundante, sobre el que el Ministerio de Fomento construyó una casa para el cuidador, cercó el área e hizo mejoras generales del terreno.

CONDICIONES DURANTE EL PERÍODO EN QUE LAS HUELLAS FUERON IMPRESAS

Hace algunos miles de años vivió en las llanuras que circundan Managua un pueblo que subsistió por medio de la caza, la pesca y la recolección de alimentos silvestres, pues la agricultura fue probablemente desconocida para dicho pueblo. Sencilles y privación espartana caracterizó sus necesidades, comparadas con lo que nosotros llamaríamos necesidades vitales. Es dudoso que ellos hayan desarrollado el arte del tejido textil o siquiera la cerámica, y, hablando de una manera general, se presume que dicha gente era algo nómada. No se sabe lo suficiente sobre el hombre antiguo en el Hemisferio Occidental para poder contestar preguntas como qué tipo de habitación estaba en uso, qué forma de organización social se había desarrollado, y otras numerosas dudas sobre su vida diaria y costumbres. Se ha descubierto, sin embargo, que aquí en Managua hombres primitivos ocuparon esta área al mismo tiempo que el bisonte, un animal extinguido en esta área hoy día. En realidad, antes de 1942, se creyó que el bisonte nunca había bajado más al sur que el norte de México. Si fuera posible dar una descripción detallada, en lugar de generalidades vagas, con respecto al hombre primitivo en esta área, se incluiría aquí. Lo anterior, sin embargo, resume lo que sabemos y suponemos con respecto a esta gente que imprimió las huellas. Excavaciones futuras y detalladas en Acahualinca, quizá puedan arrojar mucha luz sobre esos problemas elementales de la existencia diaria del hombre primitivo en esta parte del mundo.

         No obstante, retrocedamos unos cuantos miles de años hasta unas pocas horas antes de que las huellas fueran impresas. Los hombres, mujeres y niños de Managua en esa época remota, estaban siguiendo su vida diaria, nocturna o diurna. En la memoria de aquellos que entonces vivían, los volcanes cercanos de Nejapa, Tiscapa y Asososca pueden haber estado levemente activos, pero tal actividad no había roto sus vidas normales. De momento, posiblemente con algún aviso, uno de estos tres volcanes hizo erupción y arrojó afuera una gran cantidad de ceniza (capa No. 2 en el diagrama adjunto). No hay ninguna duda que estas cenizas cayeron como lluvia desde el aire y que cubrieron un área considerable al oeste y norte de Managua. Siguiéndole los talones a esta erupción de ceniza, una corriente de lodo (técnicamente conocido con el nombre de “Lahar”) corrió por las llanuras alrededor de Managua, inundando una ancha región y echándose al lago. Cuando las cenizas cayeron del aire y los lahars corrieron sobre la tierra, ambos estaban ya bastante fríos, pues ramitas, hojas y otras materias vegetales que se encuentran con ellos, no tienen ninguna señal de haber sido carbonizados. Poco después de que el lodo dejó de moverse, la gente y los animales comenzaron a caminar a través de él e imprimieron sus huellas en el material que rápidamente se solidificaba. Se dice “poco después”, porque los depósitos dejados por lahars tienden a endurecerse rápidamente. Depósitos algo similares cayeron sobre las laderas de Lassen Peak en California en 1915 y después de pocas horas era muy difícil imprimir una huella en ellos con los pies. Lahars que caen desde los volcanes de Java, se sabe que se comportan de la misma manera. A propósito, los depósitos de lahars de Managua, son sumamente parecidos a los que enterraron a Herculano en 79 D.C.

         Cuando se echaron hacia fuera la ceniza y corriente de lodo, se debe presumir que la gente de la vecindad esta aterrada en diversos grados, pues esta erupción señaló el comienzo de un nuevo ciclo volcánico de relativa quietud. Sin embargo, juzgando por huellas vistas en una ancha área, la confusión de que fuera presa la gente, había terminado cuando ellos caminaban en la corriente de lodo. No iban corriendo, sus pasos eran cortos, y notablemente regulares en distancia y dirección. Comentarios anteriores publicados concernientes a las huellas, lo mismo que la creencia popular, afirmaban con énfasis que la gente iba “huyendo” del volcán. No existe tal evidencia, sino que por el contrario, se han observado huellas yendo, no sólo en dirección de los volcanes, sino hacia todos los otros puntos cardinales también. En realidad, si nosotros hoy en día nos enfrentáramos al problema de huir de una erupción tal, nos encaminaríamos rápidamente hacia un punto alto del terreno o hacia el lago. Ciertamente, no hubiera habido mejor lugar para buscar refugio que bastante adentro del lago; sin embargo, muchas huellas preservadas a lo largo de la costa del lago apuntan alejándose del lago hacia los volcanes. Uno puede ver por las huellas conservadas en Acahualinca, que la gente se hundía en el lodo a diversas profundidades.  Esto puede significar que algunos individuos pesaban considerablemente más que otros, pues es posible que algunos fueran llevando cargas pesadas, según lo indican los pasos cortos. Indudablemente, sin embargo, un elemento de tiempo está presente en las huellas expuestas y conservadas en el sitio. Mediante un examen minucioso, uno puede ver que las huellas más profundas, que efectivamente atraviesan la corriente de lodo hasta la ceniza subyacente, fueron impresas antes de que dejara de correr el lodo depositado. La situación, entonces, en esta área expuesta, es que se ven numerosas huellas de gente yendo en la misma dirección, es verdad, pero los que hicieron estas huellas no pasaron por este lugar en particular al mismo tiempo. Una d las observaciones más interesantes de todas, señala una población relativamente densa de estos primitivos habitantes en el distrito de Managua, pues se han contado más de 40 individuos, mientras que sólo una diminuta fracción de 1% del total de la superficie de la corriente de lodo ha sido examinada o expuesta. Si ha habido tal concentración de población, como está indicado, es posible quizás deshacer algunas concepciones aceptadas del hombre primitivo en esta parte del mundo. Además de huellas humanas y de bisontes, concurren huellas del venado cola blanca, nutria, lagartijas y un pájaro llamado guan (Penolope purpurascens) en el miso estrato de las huellas humanas. Las cuatro especies mencionadas anteriormente son naturales del distrito de Managua actual, lo mismo que a alturas considerablemente mayores que Managua. Uno puede ver claramente las huellas del venado en el extremo sur del área expuesta, cruzando las huellas humanas, mientas que las huellas de guan están en el extremo norte de la pista. Las huellas de lagartijas y nutrias, encontradas a unas cuantas docenas de metros del sitio actual, no han sido conservadas. Un ejemplar de las huellas de bisonte fue encontrado a una milla y media al sur de Acahualinca en una corriente de lodo idéntica o por lo menos contemporánea a la de Acahualinca. Finalmente, impresiones de hojas arrastradas y cubiertas no sólo por el estrato de las huellas, sino por todos los depósitos superiores de corrientes de lodo y piedra pómez, fueron recuperadas. Por tanto se puede hacer una buena verificación de las condiciones climatológicas en el tiempo en que se imprimieron las huellas, lo mismo que en todos los períodos subsiguientes.

         En resumen, pues, lo que se ve en Acahualinca son vestigios de los más antiguos rastros de la ocupación humana en Latinoamérica. Se supones a estas gentes como existiendo a un nivel cultural primitivo. Ellos subsistieron durante la época que, el bisonte lo mismo que otras especies que se sabe habitan esta área general hoy día, vagaba por las planicies de Managua. Solamente investigaciones futuras echarán más luz sobre su vida diaria y costumbres. En realidad, Managua y su vecindad ofrecen el campo más propicio conocido hasta la fecha en Hispanoamérica para un estudio del hombre primitivo.

¿QUÉ EDAD TIENEN LAS HUELLAS?

         No se puede hacer ninguna afirmación definitiva por ahora con respecto a la edad de las huellas. Se puede ver fácilmente, por la acumulación de depósitos volcánicos, aluviales y de humus sobre las huellas, que un período considerable debe haber transcurrido para una formación tal. Futuras investigaciones detalladas por numerosas ciencias, iluminarán este problema que es de la mayor importancia. Sin embargo, una breve reseña de lo que ahora se sabe con respecto a los depósitos situados encima de las huellas, nos dará alguna idea de la edad.

         Poco después de haber sido hechas las huellas –posiblemente aun cuando estaban siendo impresas— fueron cubiertas por un pequeño revestimiento de cenizas negras que caían desde el aire. (Capa 4 en el diagrama adjunto). Entonces siguió una pequeña corriente de lodo (Capa 5) otra erupción de ceniza negra (Capa 6), luego una sucesión rápida de espesas corrientes de lodo (Capa 7). La capa 7 representa el grueso estrato de piedra explotada y ahora usada como material de construcción en Managua. Si no fuera por el delgado revestimiento de ceniza negra que cayó directamente sobre las huellas y actuó como un cojín entre las huellas y los depósitos subsiguientes de lahars, pudo haber sido imposible exponer las huellas, pues las corrientes de lodo tienden a fusionarse unas con otras. Todos los depósitos de lahars y cenizas mencionadas hasta ahora, (Capa 2 hasta la 7), fueron arrojados durante un solo ciclo volcánico que pudo haber durado solamente algunos pocos meses o años. Después de este ciclo, siguió un corto período de inactividad volcánica que puede ser medido en décadas en lugar de siglos. Este período está demostrado por pequeños parches de tierra (Capa 8) hasta 7.5 cm. de espesor, y por cauces de ríos extintos. Uno de tales cauces cortó un canal de 30 metros de ancho y 4.7 metros de profundidad, no solamente a través del lecho de las huellas y profundamente adentro de la tierra subyacente. Siguiendo a este corto período de quietud, un volcán distante, quizá en la vecindad de Masaya o Granada, arrojó lluvias de pómez blanco (Capa 9). Este estrato puede ser fácilmente reconocido en Acahualinca por su color. Una vez más siguió la quietud, como está representado por un depósito de tierra (Capa 10), que llega a un metro de espesor. Renovadas erupciones cubrieron esta última capa de tierra con una corriente de lodo de color verde-aceituna (Capa 11). Otro depósito parchoso de tierra se acumuló (Capa 12), luego éste fue enterrado por las últimas corrientes de lodo (Capa 13), y finalmente, el superior y más grueso de los depósitos de tierra fue puesto (Capa 14). Hay poca duda de que el tiempo representado por esta acumulación superior de tierra excede grandemente a aquel de todos los otros depósitos juntos.

         Mediante un examen minucioso, se puede ver piedras de cerámica quebrada, en esta tierra superior. Están en la sección transversal que deja a la vista las huellas de Acahualinca. Dentro de un radio de 300 metros del sitio, The Carnegie Institution of Washington, desenterró durante 1942 más de 100,000 ejemplares de esta cerámica, de las que solamente unas pocas estaban completas. Dentro de este mismo radio, y hacia el sureste, se descubrió un antiguo cementerio. Un examen preliminar de la cerámica revela que contenía menos de 10 piezas de un tipo conocido en Guatemala y El Salvador a la fecha, o sea más o menos al nacimiento de Cristo. Este tipo de cerámica ha sido identificado como uno de los más antiguos aislados hasta la fecha en Centroamérica, a pesar de lo cual se encuentra en tierra superior. Además, 40 piezas más o menos, de Cerámica Maya, que sin ninguna duda fueron hechas al noreste de Honduras, llegaron hasta Managua, probablemente por medio del comercio. Esta cerámica de tipo Maya se encontró en cantidades tan ínfimas que se debe deducir que los Maya no ejercieron prácticamente influencia alguna sobre los pueblos de esta localidad. Finalmente, unas veinte piezas más o menos, son idénticas en tipo a cerámica común en el sur de Nicaragua y que han sido encontradas enterradas cono objetos de manufactura europea tales como vidrio y hierro.

         En resumen, la gente que hizo y usó esta cerámica hace 2,000 años, durante o poco después de los tiempos del Viejo Imperio Maya, y en los siglos XV y XVI, vivieron exactamente en la misma localidad que aquellos que imprimieron las huellas. Así, pues, Managua ha sido ocupada por miles de años, pero o puede afirmarse todavía que esta ocupación haya sido continua. (1)

(1 – Este artículo es una tentativa de explicación del significado de las ruinas de Acahualinca. Investigaciones futuras, deberán aclarar, y hasta modificar las observaciones del autor incluidas aquí.

Karl Ruppert, miembro del personal de la Institución Carnegie de Washington, condujo el estudio de la cerámica, mientras el Dr. Homel Williams, del Departamento de Geología de la Universidad de California hizo los estudios vulcanológicos preliminares. Numerosos pasajes que se han incluido en este artículo aparecen, no sólo en el informe no publicado aún del Dr. Williams, sino en el material publicado escrito por el Dr. A. V. Kidder, Jefe de la División de Investigación de la Institución Carnegie de Washington.     

                                            FRANCIS B. RICHARDSON

                                               Managua, 1942

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