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Del Director y Editor del Blogspot: Este Plegable de divulgación en arqueología científica, del año 1958, fue el primero y tuvo el propósito de promover el turismo nacional y extranjero: Visit Nicaragua and see the famous footprints of Acahualinca. Fue editado en idioma inglés y español; elaborado en un folio u hoja de cuatro partes en pliegue de acordeón. El concepto, edición y la supervisión en la imprenta, estuvo a cargo del Dr. Eduardo Pérez-Valle por encargo de la Junta Nacional de Turismo. El trabajo litográfico fue hecho en la Litografía y Fotograbados Pérez, de Don Carmen de Jesús Pérez Cano, y la impresión en el Taller San Lucas.
Al final del último pliegue, el Dr. Pérez-Valle incluyó una Nota aclaratoria: “La escala de corte transversal aproximada que dibujó para este trabajo Francis B. Richardson, no se nos entregó con el original, ni pudimos luego conseguirla. La que aquí presentamos ha sido elaborada en el Taller San Lucas sobre los datos del señor Richardson y teniendo a la vista los estratos de la excavación, pero su valor, como ya se indica arriba, es solamente aproximado.”
Las ruinas de Acahualinca están situadas en las
afueras de al occidente de la actual ciudad de Managua, Nicaragua, a sólo unos
cuantos cienes de metros al sur de la costa del lago de Managua y junto a la
vía férrea que conduce a Corinto, puerto del Pacífico de Nicaragua. En todo
tiempo del año se puede llegar a ellas en automóvil en unos 10 o 15 minutos
desde el centro de la ciudad. La mejor ruta es seguir la calle de El Triunfo
hacia el oeste, hasta la fábrica de telas Gadala María. Pasando directamente por
el lado oeste de esta fábrica, pronto se da con la vía férrea que conduce a
Corinto. Inmediatamente después de cruzar la vía férrea, dando vuelta hacia la
derecha y siguiendo dicha vía paralelamente por unos 200 metros, llegará uno a
las ruinas.
DESCUBRIMIENTO E HISTORIA MODERNA DE LAS RUINAS
Estos antiguos restos humanos, que consisten en
huellas de hombres y de animales solidificadas en lodo volcánico y enterradas
profundamente bajo varios metros de depósitos subsiguientes volcánicos,
aluviales y de humus, fueron primeramente denunciados al mundo por el Dr. Earl
Flint, un médico de los Estados Unidos que residió en Nicaragua durante la
última mitad del siglo XIX. Su anuncio sobre el descubrimiento circuló por
primera vez en 1878, y produjo considerable revuelo en el mundo científico de
entonces, apareciendo numerosos artículos concernientes a su descubrimiento en
diarios europeos y americanos. Por una veintena de años se siguió acalorada
controversia. La atribución de una enorme edad a las huellas por el Dr. Flint,
fue recibida con bastante escepticismo, no se hizo ningún intento de seguir
hasta el fin el descubrimiento, y, por consiguiente, al alborear el siglo 20,
todo lo acaecido fue prácticamente olvidado. El Dr. Samuel K. Lothrop revivió
algún interés en 1926 por la publicación de “Cerámica de Costa Rica y
Nicaragua”, pero no fue hasta 1941, 63 años después de que las huellas fueron
primeramente anunciadas, que se llevó a cabo un serio esfuerzo para redescubrir
el sitio. El redescubrimiento puede ser atribuido a una revisión de la
correspondencia original del DR. Flint archivada en el Museo Peabody de la
Universidad de Harvard y también a mucha buena suerte. El corte de piedra en la
vecindad de El Cauce y Cahualinca a veces dejaba a la vista el estrato volcánico
en el que están impresas las huellas. Durante la búsqueda del sitio, por la
Institución Carnegie de Washington en 1941, un grupo de picapedreros dejaron a
la vista en ese entonces algunas huellas. Excavaciones extensas subsiguientes
conducidas en 1941 y 1942 expusieron una gran parte de las huellas, tanto
humanas como de animales. El Presidente Somoza ordenó que uno de los
principales cauces del desagüe de Managua, que amenazaba las huellas, fuera
desviado para que el sitio pudiera ser conservado en su estado original para
beneficio del público en gran parte y para futuras investigaciones científicas.
Al terminar las excavaciones actuales, la Institución Carnegie de Washington
construyó un edificio protector que ahora cubre las huellas expuestas, mientras
que el gobierno nicaragüense adquirió algún terreno circundante, sobre el que
el Ministerio de Fomento construyó una casa para el cuidador, cercó el área e
hizo mejoras generales del terreno.
CONDICIONES DURANTE EL PERÍODO EN QUE LAS HUELLAS
FUERON IMPRESAS
Hace algunos miles de años vivió en las llanuras que
circundan Managua un pueblo que subsistió por medio de la caza, la pesca y la
recolección de alimentos silvestres, pues la agricultura fue probablemente
desconocida para dicho pueblo. Sencilles y privación espartana caracterizó sus
necesidades, comparadas con lo que nosotros llamaríamos necesidades vitales. Es
dudoso que ellos hayan desarrollado el arte del tejido textil o siquiera la
cerámica, y, hablando de una manera general, se presume que dicha gente era
algo nómada. No se sabe lo suficiente sobre el hombre antiguo en el Hemisferio
Occidental para poder contestar preguntas como qué tipo de habitación estaba en
uso, qué forma de organización social se había desarrollado, y otras numerosas
dudas sobre su vida diaria y costumbres. Se ha descubierto, sin embargo, que
aquí en Managua hombres primitivos ocuparon esta área al mismo tiempo que el
bisonte, un animal extinguido en esta área hoy día. En realidad, antes de 1942,
se creyó que el bisonte nunca había bajado más al sur que el norte de México.
Si fuera posible dar una descripción detallada, en lugar de generalidades
vagas, con respecto al hombre primitivo en esta área, se incluiría aquí. Lo
anterior, sin embargo, resume lo que sabemos y suponemos con respecto a esta
gente que imprimió las huellas. Excavaciones futuras y detalladas en
Acahualinca, quizá puedan arrojar mucha luz sobre esos problemas elementales de
la existencia diaria del hombre primitivo en esta parte del mundo.
No
obstante, retrocedamos unos cuantos miles de años hasta unas pocas horas antes
de que las huellas fueran impresas. Los hombres, mujeres y niños de Managua en
esa época remota, estaban siguiendo su vida diaria, nocturna o diurna. En la
memoria de aquellos que entonces vivían, los volcanes cercanos de Nejapa,
Tiscapa y Asososca pueden haber estado levemente activos, pero tal actividad no
había roto sus vidas normales. De momento, posiblemente con algún aviso, uno de
estos tres volcanes hizo erupción y arrojó afuera una gran cantidad de ceniza
(capa No. 2 en el diagrama adjunto). No hay ninguna duda que estas cenizas
cayeron como lluvia desde el aire y que cubrieron un área considerable al oeste
y norte de Managua. Siguiéndole los talones a esta erupción de ceniza, una corriente
de lodo (técnicamente conocido con el nombre de “Lahar”) corrió por las
llanuras alrededor de Managua, inundando una ancha región y echándose al lago.
Cuando las cenizas cayeron del aire y los lahars corrieron sobre la tierra,
ambos estaban ya bastante fríos, pues ramitas, hojas y otras materias vegetales
que se encuentran con ellos, no tienen ninguna señal de haber sido
carbonizados. Poco después de que el lodo dejó de moverse, la gente y los
animales comenzaron a caminar a través de él e imprimieron sus huellas en el
material que rápidamente se solidificaba. Se dice “poco después”, porque los
depósitos dejados por lahars tienden a endurecerse rápidamente. Depósitos algo
similares cayeron sobre las laderas de Lassen Peak en California en 1915 y
después de pocas horas era muy difícil imprimir una huella en ellos con los
pies. Lahars que caen desde los volcanes de Java, se sabe que se comportan de
la misma manera. A propósito, los depósitos de lahars de Managua, son sumamente
parecidos a los que enterraron a Herculano en 79 D.C.
Cuando
se echaron hacia fuera la ceniza y corriente de lodo, se debe presumir que la
gente de la vecindad esta aterrada en diversos grados, pues esta erupción
señaló el comienzo de un nuevo ciclo volcánico de relativa quietud. Sin
embargo, juzgando por huellas vistas en una ancha área, la confusión de que
fuera presa la gente, había terminado cuando ellos caminaban en la corriente de
lodo. No iban corriendo, sus pasos eran cortos, y notablemente regulares en
distancia y dirección. Comentarios anteriores publicados concernientes a las
huellas, lo mismo que la creencia popular, afirmaban con énfasis que la gente
iba “huyendo” del volcán. No existe tal evidencia, sino que por el contrario,
se han observado huellas yendo, no sólo en dirección de los volcanes, sino
hacia todos los otros puntos cardinales también. En realidad, si nosotros hoy
en día nos enfrentáramos al problema de huir de una erupción tal, nos
encaminaríamos rápidamente hacia un punto alto del terreno o hacia el lago.
Ciertamente, no hubiera habido mejor lugar para buscar refugio que bastante
adentro del lago; sin embargo, muchas huellas preservadas a lo largo de la
costa del lago apuntan alejándose del lago hacia los volcanes. Uno puede ver
por las huellas conservadas en Acahualinca, que la gente se hundía en el lodo a
diversas profundidades. Esto puede
significar que algunos individuos pesaban considerablemente más que otros, pues
es posible que algunos fueran llevando cargas pesadas, según lo indican los pasos
cortos. Indudablemente, sin embargo, un elemento de tiempo está presente en las
huellas expuestas y conservadas en el sitio. Mediante un examen minucioso, uno
puede ver que las huellas más profundas, que efectivamente atraviesan la
corriente de lodo hasta la ceniza subyacente, fueron impresas antes de que
dejara de correr el lodo depositado. La situación, entonces, en esta área
expuesta, es que se ven numerosas huellas de gente yendo en la misma dirección,
es verdad, pero los que hicieron estas huellas no pasaron por este lugar en
particular al mismo tiempo. Una d las observaciones más interesantes de todas,
señala una población relativamente densa de estos primitivos habitantes en el
distrito de Managua, pues se han contado más de 40 individuos, mientras que
sólo una diminuta fracción de 1% del total de la superficie de la corriente de
lodo ha sido examinada o expuesta. Si ha habido tal concentración de población,
como está indicado, es posible quizás deshacer algunas concepciones aceptadas
del hombre primitivo en esta parte del mundo. Además de huellas humanas y de
bisontes, concurren huellas del venado cola blanca, nutria, lagartijas y un
pájaro llamado guan (Penolope purpurascens) en el miso estrato de las
huellas humanas. Las cuatro especies mencionadas anteriormente son naturales
del distrito de Managua actual, lo mismo que a alturas considerablemente
mayores que Managua. Uno puede ver claramente las huellas del venado en el
extremo sur del área expuesta, cruzando las huellas humanas, mientas que las
huellas de guan están en el extremo norte de la pista. Las huellas de
lagartijas y nutrias, encontradas a unas cuantas docenas de metros del sitio
actual, no han sido conservadas. Un ejemplar de las huellas de bisonte fue
encontrado a una milla y media al sur de Acahualinca en una corriente de lodo
idéntica o por lo menos contemporánea a la de Acahualinca. Finalmente,
impresiones de hojas arrastradas y cubiertas no sólo por el estrato de las
huellas, sino por todos los depósitos superiores de corrientes de lodo y piedra
pómez, fueron recuperadas. Por tanto se puede hacer una buena verificación de
las condiciones climatológicas en el tiempo en que se imprimieron las huellas,
lo mismo que en todos los períodos subsiguientes.
En
resumen, pues, lo que se ve en Acahualinca son vestigios de los más antiguos
rastros de la ocupación humana en Latinoamérica. Se supones a estas gentes como
existiendo a un nivel cultural primitivo. Ellos subsistieron durante la época
que, el bisonte lo mismo que otras especies que se sabe habitan esta área
general hoy día, vagaba por las planicies de Managua. Solamente investigaciones
futuras echarán más luz sobre su vida diaria y costumbres. En realidad, Managua
y su vecindad ofrecen el campo más propicio conocido hasta la fecha en
Hispanoamérica para un estudio del hombre primitivo.
¿QUÉ EDAD TIENEN LAS HUELLAS?
No se
puede hacer ninguna afirmación definitiva por ahora con respecto a la edad de
las huellas. Se puede ver fácilmente, por la acumulación de depósitos
volcánicos, aluviales y de humus sobre las huellas, que un período considerable
debe haber transcurrido para una formación tal. Futuras investigaciones
detalladas por numerosas ciencias, iluminarán este problema que es de la mayor importancia.
Sin embargo, una breve reseña de lo que ahora se sabe con respecto a los
depósitos situados encima de las huellas, nos dará alguna idea de la edad.
Poco
después de haber sido hechas las huellas –posiblemente aun cuando estaban
siendo impresas— fueron cubiertas por un pequeño revestimiento de cenizas
negras que caían desde el aire. (Capa 4 en el diagrama adjunto). Entonces
siguió una pequeña corriente de lodo (Capa 5) otra erupción de ceniza negra
(Capa 6), luego una sucesión rápida de espesas corrientes de lodo (Capa 7). La
capa 7 representa el grueso estrato de piedra explotada y ahora usada como
material de construcción en Managua. Si no fuera por el delgado revestimiento
de ceniza negra que cayó directamente sobre las huellas y actuó como un cojín
entre las huellas y los depósitos subsiguientes de lahars, pudo haber sido
imposible exponer las huellas, pues las corrientes de lodo tienden a fusionarse
unas con otras. Todos los depósitos de lahars y cenizas mencionadas hasta
ahora, (Capa 2 hasta la 7), fueron arrojados durante un solo ciclo volcánico que
pudo haber durado solamente algunos pocos meses o años. Después de este ciclo,
siguió un corto período de inactividad volcánica que puede ser medido en
décadas en lugar de siglos. Este período está demostrado por pequeños parches
de tierra (Capa 8) hasta 7.5 cm. de espesor, y por cauces de ríos extintos. Uno
de tales cauces cortó un canal de 30 metros de ancho y 4.7 metros de profundidad,
no solamente a través del lecho de las huellas y profundamente adentro de la
tierra subyacente. Siguiendo a este corto período de quietud, un volcán
distante, quizá en la vecindad de Masaya o Granada, arrojó lluvias de pómez
blanco (Capa 9). Este estrato puede ser fácilmente reconocido en Acahualinca
por su color. Una vez más siguió la quietud, como está representado por un
depósito de tierra (Capa 10), que llega a un metro de espesor. Renovadas
erupciones cubrieron esta última capa de tierra con una corriente de lodo de
color verde-aceituna (Capa 11). Otro depósito parchoso de tierra se acumuló
(Capa 12), luego éste fue enterrado por las últimas corrientes de lodo (Capa
13), y finalmente, el superior y más grueso de los depósitos de tierra fue
puesto (Capa 14). Hay poca duda de que el tiempo representado por esta acumulación
superior de tierra excede grandemente a aquel de todos los otros depósitos
juntos.
Mediante
un examen minucioso, se puede ver piedras de cerámica quebrada, en esta tierra
superior. Están en la sección transversal que deja a la vista las huellas de
Acahualinca. Dentro de un radio de 300 metros del sitio, The Carnegie
Institution of Washington, desenterró durante 1942 más de 100,000 ejemplares de
esta cerámica, de las que solamente unas pocas estaban completas. Dentro de
este mismo radio, y hacia el sureste, se descubrió un antiguo cementerio. Un
examen preliminar de la cerámica revela que contenía menos de 10 piezas de un
tipo conocido en Guatemala y El Salvador a la fecha, o sea más o menos al
nacimiento de Cristo. Este tipo de cerámica ha sido identificado como uno de
los más antiguos aislados hasta la fecha en Centroamérica, a pesar de lo cual
se encuentra en tierra superior. Además, 40 piezas más o menos, de Cerámica
Maya, que sin ninguna duda fueron hechas al noreste de Honduras, llegaron hasta
Managua, probablemente por medio del comercio. Esta cerámica de tipo Maya se
encontró en cantidades tan ínfimas que se debe deducir que los Maya no
ejercieron prácticamente influencia alguna sobre los pueblos de esta localidad.
Finalmente, unas veinte piezas más o menos, son idénticas en tipo a cerámica
común en el sur de Nicaragua y que han sido encontradas enterradas cono objetos
de manufactura europea tales como vidrio y hierro.
En
resumen, la gente que hizo y usó esta cerámica hace 2,000 años, durante o poco
después de los tiempos del Viejo Imperio Maya, y en los siglos XV y XVI,
vivieron exactamente en la misma localidad que aquellos que imprimieron las
huellas. Así, pues, Managua ha sido ocupada por miles de años, pero o puede
afirmarse todavía que esta ocupación haya sido continua. (1)
(1 – Este artículo es una tentativa de explicación del
significado de las ruinas de Acahualinca. Investigaciones futuras, deberán
aclarar, y hasta modificar las observaciones del autor incluidas aquí.
Karl Ruppert, miembro del personal de la Institución
Carnegie de Washington, condujo el estudio de la cerámica, mientras el Dr.
Homel Williams, del Departamento de Geología de la Universidad de California
hizo los estudios vulcanológicos preliminares. Numerosos pasajes que se han
incluido en este artículo aparecen, no sólo en el informe no publicado aún del
Dr. Williams, sino en el material publicado escrito por el Dr. A. V. Kidder,
Jefe de la División de Investigación de la Institución Carnegie de Washington.
FRANCIS B. RICHARDSON
Managua, 1942
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