viernes, 20 de enero de 2023

AFONÍA. En: Revista "La Patria". Número Dedicado a la Memoria de Rubén Darío. Por: Fernando Buitrago Morales. León, 7 de Mayo de 1916.

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Rubén Darío -  Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle 
Para la edición filatélica  conmemorativa de 1967

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AFONÍA

Motivada por la reciente muerte de Rubén Darío

             Y está triste la lira,

         El poeta del numen más grande y formidable

         Se acaba de marchar…

         Y está triste la lira,

         Y están tristes los lirios

         Y tristes están los cirios

         ¡Que vigilan el altar!

 

             Todo está silencioso. Se oye el grito

         De la voz misteriosa, para Tamo;

         Es la voz de Egeo,

         Es la voz del reclamo

         Y es el suspiro azul del infinito;

         Es el grito de amor que dan los prados,

         Es el grito de amor que dan las rosas,

         Suspiros de mariposas

         Que van en el aire alados,

         Son lamentos de amor que lleva el viento,

         Son tristezas y penas

         Y suspiros de queja en un gemido;

         Se halla viudo, por fin, el pensamiento

         Y le ha dado su pésame el olvido.

 

             El hermano de Hipnos

         No respetó al herir, la cima erguida,

         No respetó la cumbre,

         ¡No respetó la vida!

         Y al herir al gigante,

         De aquella herida resaltó una lumbre,

         Tembló la tierra, se paró la luna,

         ¡Y el sol vaciló un instante!

 

             Y el hermano de Hipnos,

         Al ver el mal que ocasionó su herida,

         Al ver, por fin, concluida

         La vida del pensador,

         Lloró a solas, lloró a solas,

         Lloró a solas con su obra,

         ¡Y se sintió con dolor!

 

             Tristes están las Camenas,

         Llorando están los rosales,

         Se quejan las azucenas

         Y quéjanse los turpiales;

         Los funerales en Piero,

         En Pindo y en Helicón,

         Las musas los van rigiendo,

         Las Piérides van gimiendo,

         ¡Y gimen de corazón!

         Apolo preside el duelo,

         Pan camina silencioso,

         El Pegaso vaporoso

         ¡Ya no remonta su vuelo…!

         En la inmensidad del cielo

         A Osiris se mira orar…

         Van una misa a decir,

         Apolo la oficiará,

         Virgilio el paje será

         ¡Y Cristo la habrá de oír!

 

             Ya no tiene cantor la primavera,

         Ya no tiene responso su agonía,

         Está enferma la lira de afonía…

         Y la mente parlera

         ¡Está yerta, por fin, está fría!

 

         En el espacio de la mente humana,

         Ese espacio de luz y refulgencia,

         Cielo sin noche, perennal mañana,

         Donde es astro de luz la gaya ciencia,

         Donde estrella alada el pensamiento,

         Donde forma la idea su elemento

         Y vive el pensador:

         Un sol se ha puesto entre las rojas luces,

         Un sol se ha puesto de la mente humana.

         Un sol que como humano tuvo cruces

         Y fue rayo de luz en la mañana.

 

            Puede morir el soplo de los vientos,

         El alma del jardín, que es el perfume,

         Las luces con que alumbra el firmamento,

         El poner de los reyes,

         Pueden morir las leyes,

         ¡Pero no ha de morir el pensamiento!

 

             Pueden morir los visos del ocaso,

         De Adán la raza suspenderse puede,

         Puede morir el raso

         De una tarde de amor y de cariño,

         Puede pecar el niño;

         Pero no ha de morir la idea alada,

         Pero no ha de morir lo que produce

         El genio en su pasión,

         Puede morir la estrofa perfumada,

         Puede morir el genio

         ¡Al herirle su corazón!

         Pero si muere la persona suya,

         Pero si muere la materia humana,

         No se puede matar lo que él ha escrito.

 

             No se puede matar la mente alada;

         Que es libro el infinito

         Que el tiempo carcome,

         Y es la obra del genio un infinito

 

             Que el cielo la dispone

         Y en la mano de Dios está grabada.

 

             Es por eso que el alma del poeta

         No se puede terminar,

         Y el alma del poeta más grande y formidable       

         Jamás se ha de acabar.

         Y si está triste la lira,

         Es porque no halla cantor

         Que sepa como él cantar;

         Y tiene razón la lira,

         Y tienen razón los lirios

         Y razón tienen los cirios

         Que vigilan el altar.

 

FERNANDO BUITRAGO MORALES / 1916

Revista La Patria. Publicación Quincenal: Letras, Ciencias y Artes. Director: Félix Quiñónez. Año XXI. León, 7 de Mayo de 1916. Tomo VIII. Número dedicado a la memoria de Rubén Darío.


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