domingo, 24 de julio de 2022

"NICARAGUA" / Un poema de juventud de don Hernán Robleto Huete. En: La Prensa, 2 de Marzo, 1969.

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Un poema de juventud de Hernán Robleto / La Prensa, 2 Marzo, 1969

NICARAGUA

Te amo por sobre el tiempo y la desgracia,

con una desusada exaltación,

en tanto que la vida me empuja hacia

el polo opuesto de mi corazón.


Te amo no sé por qué:

por tu grano de café

multicolor:

por tus celajes diarios

y por tus calendarios

de honor.


Tierra de sol caliente y lagos tersos

por donde cruzan pávidos escualos.

Yo, que me ruborizo al hacer versos,

te tengo que cantar en versos malos.

 

Te amo casi inconscientemente. Mi cariño,

como ensueño de niño

en el pretil,

mira la lontananza sin medir el abismo,

abismo que es lo mismo

que el fusil.

 

Tierra: en tus suicidios colectivos,

en tus revueltas sin razón ni fin,

sólo escuchas la gama de motivos

asaz sonoros, asaz imperativos:

los del ladrido agudo del clarín.

 

Se eleva, de las brasas del vivac,

tirabuzoneándose, haragán,

el humo entre el frecuente tac-tac-tac

de la ametralladora, hasta el volcán.

Humo de humanos y humo de titán.


Patria que haces concurso al Hombre Feo,

que todo lo tomas a guasa

y que después de un tiroteo

vas a bailar la “Zamba Nica” donde la Nicolasa.


Tierra de fertilidad,

centro de la humanidad,

ombligo de infinito.

Por tu belleza y tu fecundidad

Hasta el Momotombo tiene su Momotombito.


Te amo por tus ríos de arenas de oro

que parten, sin que nadie se lo explique,

del geográfico tesoro

de la Sierra de Amerrisque.

Por invívito decoro

este amor

es por la tontería del color

y no por la importancia del oro.


Atabal, fruto en completas

florescencias de canto primitivo,

que haces de hombres descalzos grandes poetas

y del parche del tambor pellejo vivo

 

         ¡Ay! ¡Aquí te vengo a cantar!...

         Y el tambor no deja de resollar.


Te amo, tierra materna, por la risa

que es un sudario sobre tu dolor,

por tu trabajador que va en camisa,

por tu trabajador.

 

Por la señorita de voz cálida,

ojos de calentura y cara pálida

que ha consumido el sol.

Y por tu historia de hoy, que tiene fijos

en la picota de una maldición

a varios de tus hijos

que no tendrán perdón.

 

Te amo por tu jolgorio en la tormenta,

por tu eterno rayo de luz

que pone reflejos de Cenicienta

en tu legado del andaluz.

 

Por tu enjoyada Virgen María

en hombros fuertes, sobre las andas,

que participa de la alegría

maravillosa de las parrandas.


Cocotero

zalamero

con abanico

con un plumero,

en donde ensaya el pico

el pájaro carpintero.


El quijongo

musical

me trae el rezongo

de la selva animal,

tamizado por un dulce cristal.


Tierra de innumerables querellas,

de millonadas de estrellas

y de una enormidad de cosas bellas.


En los lagos, hasta de día,

se multiplica la exhalación

y es una mágica pedrería

en la traviesa alegoría

de la ola que baila un danzón.


La carreta suspende en porfía

para ver pasar el avión.

 

Te amo por tu mosaico pintoresco:

si hay calor, me lo aplaca un refresco;

y si hay tristeza, una copa de ron.


¡Tierra mía! Cuando me muera,

que tu sol sea mi mortaja,

mi ablución y mi bandera

y caiga mi cuerpo en el hoyo de la era

 sin la mentira de las tablas de la caja.

 

Desnuda, mi calavera

reciba el polvo de encaja

en la mayor fidelidad.

Así, cuando me muera,

quiero estarte besando toda entera,

por una eternidad.


HERNÁN ROBLETO


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Editorial

HERNÁN ROBLETO MURIÓ PENSANDO EN NICARAGUA. Por: Miguel Ángel Borgen. En: Extra, 21 de Febrero, 1969.

    La última vez que estuve cerca del periodista, escritor y novelista Hernán Robleto, fue en una cafetería de Managua, donde saboreamos una sabrosa taza de café.

    En esa ocasión, antes de que don Hernán regresara a México en una de tantas idas y venidas a Nicaragua y de donde no volverían más que sus restos mortales, hablamos largo y tendido sobre diversos aspectos de la vida nacional, y sobre todo de política; “Me duele, me dijo, que mi hijo, (se refería a Novedades), no esté cumpliendo su verdadera misión periodística ya que a veces se dedica a defender causas innobles.

    Después, hablando sobre sus proyectos esbozó un programa de sus futuras actividades en su patria, que incluían la instalación de una empresa Editora, que estaría bajo la dirección de su hijo Hernán Robleto Zelaya y él, como director intelectual.

    “Empezaremos de nuevo, Borgen, me dijo: primero una revista con el mismo nombre de “Flecha”, luego, si Dios nos ayuda y el público responde, pasaremos nuevamente a diario. En esta imprenta que pretendo instalar, con ayuda de mis amigos de México, haremos la primera empresa editora de libros, de autores nicaragüenses, y también Centroamericanos como existen en todas las capitales del mundo”.

    “Ahí quiero que estén conmigo mis viejos soldados de periodismo”, agregó optimista don Hernán, sobre todo tú, que tienes experiencia en imprenta, y como periodista ya que conozco la mayoría de tus escritos”.

    Mientras hablábamos en el cafetín, don Hernán presentaba un aspecto envidiable de salud. Jamás hubiera imaginado que esa conversación con el periodista y viejo jefe, iba a ser la última, porque poco después el escritor y novelista partió para Boaco, su cuna de nacimiento, y luego a México, desde donde se recibió la noticia hace cuatro días de su deceso. Don Hernán hizo su último viaje a la Eternidad, con la mente puesta en Nicaragua, donde pensaba volver a los ajetreos del periodismo, que tantos sinsabores y dolores deja al que lo ejerce con honradez y en función de servicio a la comunidad.

    Yo había conocido a don Hernán Robleto, hace más de 30 años, cuando el régimen del General Somoza García estaba en su apogeo y solo circulaban dos periódicos: “La Noticia y La Prensa”; otros diarios habían desaparecido víctimas de sus posturas políticas o de la indiferencia del público.

    En aquellos años, del 36 al 37 estuve en una pequeña pieza de hotel de 2da., categoría con don Hernán, a donde me enviara don Vicente Colindres, para que hiciera una especie de valet del periodista, que había llegado a Nicaragua con la aureola de recio escritor liberal, anti-imperialista y radical. Hicimos buena amistad, ya que, en mis 17 años de edad, solo podía servir de guía al periodista a quien admiraba y respetaba por su educación, porte distinguido y su temperamento amable con los que lo rodeaban.

    Juntos emprendimos la difícil tarea de organizar un diario más en Managua: “Novedades”. Don Hernán había sido reportero de “El Comercio” que dirigió don José María Castrillo. Tenía su imprenta abandonada pero útil.

    Don Hernán, llegó en busca de esa imprenta y pocos días después la imprenta de El Comercio pasaba a poder de la Sociedad que acababa de formarse para la fundación del diario “Novedades”. Eran socios capitalistas, el General Somoza García y don Octavio Eva; socio industrial: don Hernán Robleto, quien le imprimiera toda la energía y dinamia para hacer un diario de gran circulación, en un medio hostil y disipado como el de esa época. Novedades llegó a tirar bajo la Dirección de Robleto cinco mil números, cifra récord, si se toma en cuenta que los otros periódicos apenas llegaban a dos mil y dos mil quinientos.

    Tendríamos que llenar un periódico entero para relatar la vida de Hernán Robleto en Nicaragua como periodista en la época del General Somoza, y antes que éste lo deportara a México de nuevo, acusado de conjurar contra su régimen en el año de 1954.

    Pero este artículo sólo tiene por objeto hacer notar que Robleto murió pensando en Nicaragua, como periodista, como novelista y como empresario. El resto de la historia de Robleto, ya es bastante conocido. Su divorcio con el régimen, cuando su periódico Flecha estaba en su apogeo y que fue otra empresa fundada por el periodista, a la que también asistí a su nacimiento y a su defunción.

    También es justo recalcar aquí que fue Robleto, el que primero imprimió al periodismo, métodos nuevos de formato y circulación; servicios para el público, y de columnas permanentes que solo las escribía en aquel entonces el director. Fue un maestro de periodistas, forjador de la generación subsiguiente a los Robleto, Juan Ramón Avilés. Gabry Rivas. De “Novedades” y “Flecha” salieron periodistas que hicieron sus primera armas, como Agustín Fuentes, Gustavo Montalván, de la última generación; y de la anterior a ella salieron Antonio López Díaz, Francisco Espinoza, Juan García y una serie de colegas que ya están retirados.

    Hernán Robleto no abandonó jamás Nicaragua: lo dicen sus últimas palabras antes de regresar a México para retornar en caja mortuoria. “Volveremos con Flecha revista, después Diario, y luego empresa editora para dar acogida a todas las inquietudes literarias de los nicaragüenses y centroamericanos.

    Ahora que Hernán Robleto regresa a Nicaragua para reposar definitivamente en un Cementerio de su Patria, justo es recalcar que murió con el pensamiento puesto en Nicaragua, su tierra, por la que tanto quiso hacer y la que le provocó días amargos, pero también de felicidad: La felicidad de servirla y de amarla como buen nicaragüense.

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